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240

C. ROTH, ob. cit., p. 17.



 

241

AMÉRICO CASTRO, Madrid, 1961 (nuevas eds., 1963 y 1972; citamos por esta última).



 

242

Ob. cit., p. 9.



 

243

Ms. de la Biblioteca Nacional de Madrid (sig. 13043) cit. por A. DOMÍNGUEZ ORTIZ en «Los cristianos nuevos», Boletín Universidad de Granada, 21, 1949, pp. 256-271.



 

244

Más arriba citamos la posibilidad de toda una taxonomía de variantes dentro del tipo «cristiano nuevo». La existencia del verdaderamente convertido abarca fenómenos como los que encarnan don Pablo de Santa María y su hijo don Alonso de Cartagena, antiguo rabino de Burgos el primero, hijo suyo el segundo, y ambos obispos muy respetados de la Iglesia católica; o los de Jerónimo de Santa Fe, Pedro de la Caballería y Alonso de Espina (si es que los tres fueron efectivamente cristianos nuevos), que quedarían englobados en la figura que Caro Baroja llama «debelador de antiguos correligionarios».



 

245

«Image. Non connaissance», distingue PHILIPPE SÉNAC (L'image de l'autre. Histoire de l'Occident médiéval face a l'Islam, Poitiers, 1983, p. 8). Vid. también sobre el tema NORMAN DANIEL: Islam and the West. The making of an image, Edinburgh, 1960. HENRI MECHOULAN: «L'altérité juive dans la pensée espagnole (1550-1650)», en Studia Rosenthaliana, VIII, 1974, 31-58 y 171-204.

Bibliografía sobre el tema de «la imagen del otro» aplicada a la Historia española o a sus aspectos teóricos, cfr. en A. REDONDO (dir.): Les problèmes de l'exclusion en Espagne (XVI-XVII siècles), Paris, Sorbonne, 1984; RON BARKAI: Cristianos y musulmanes en la España medieval, Madrid, Rialp, 1984; IDEM: «De l'utilisation de l'image dans la recherche historique», apud «L'image de l'autre: Étrangers, minoritaires, marginaux» (Grand Thème, número 2, XVI Congrès International des Sciences Historiques, Stuttgart, 1985, vol. I, pp. 28-59); H. AHRWEILER: «L'image de l'autre et les mécanismes de l'altérité», en Rapports de dicho Congreso, I, pp. 60-65; M. MOLLAT DU JOURDIN: «L'image de l'autre dans la mentalité occidentale à la fin du Moyen-Âge», ibid., pp. 95-106. Por nuestra parte podemos agregar en nuestro Discurso de Ingreso en la Real Academia de la Historia (Madrid, 1988), titulado De la alteridad en la Historia, el apartado «Los conversos» (pp. 81-94) que insertamos seguidamente bajo el título de «La otreidad de los conversos».



 

246

ANIANO PEÑA: Américo Castro y su visión de España y de Cervantes, Madrid, 1975, p. 245.



 

247

Santa Teresa y San Juan de la Cruz, entre otros.



 

248

Para quien la Historia de España llegó a ser la de «una inseguridad», un «vivir desviviéndose», un modo de ser definible en cuanto «no querer ser» como el judío o el musulmán medieval. EUGENIO ASENSIO redujo drásticamente no pocos niveles de apreciación del, por otra parte prestigioso y sugestivo innovador de las directrices y algunos métodos historiográficos nacionales, en su no menos sugestiva y penetrante obra La España imaginada de Américo Castro, Barcelona, 1976. Entre sus críticas a la universal sospecha de ascendencia judaica de los escritores del Siglo de Oro español, por parte de Castro, Asensio escribe (y subrayamos nosotros): «Si invoca la Trinidad, si censura las devociones externas, si hace confidencias autobiográficas, si practica la crítica social, si escribe literatura de evasión, si es mesiánico -dado a sueños y utopías-, si proclama su nobleza, si esconde o calla sus orígenes, si es erasmista... No hay quien escape a esta tupida red de indicios. Si defiende a los conversos, tiene raça; si los ataca, es uno de ellos» (ob. cit., p. 157). Análoga imputación a la -por lo demás nada inquisitorial- suspicacia de Castro hacia la detección del trasfondo judío en la personalidad de los escritores españoles («especial olfato»), suscribió el profesor I. S. Révah en su lección inaugural de la Cátedra de Lenguas y Literaturas de la Península Ibérica y de la América Latina en el «Collège de France», tenida el 8 de diciembre de 1966. Para Castro, dice, «l'écrivain est certainement néo-chrétien s'il est présent dans son oeuvre, s'il se préocuppe de la façon dont le public va l'interpreter, s'il manifeste une angoisse existentielle, s'il offre une vision du monde désesperée»... (p. 23).



 

249

Como la de Raimundo Lulio, el comentario sobre la figura de San Vicente Ferrer y su obra evangelizadora requeriría un espacio dilatado del que, naturalmente, no disponemos, máxime, para su consideración bajo las luces contradictorias con que aquí ha sido enfocada. Permítasenos señalar tan sólo el breve trabajo del P. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA, San Vicente Ferrer, predicador de las sinagogas, «Salmanticensis», II, 1955, pp. 669-676.



 
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