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Sobre lo que falta en el Rol hablaremos más adelante. Parece que falta una hoja entera, con unos treinta nombres. Los muertos cuyos nombres nos faltan son los que quedaron sin pagar, por falta de instancia de los herederos.

 

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El mismo dice que vió gran dificultad en cuanto a señalar carabela a los nombrados en los Pleitos. Pero como siempre lo hace, yo dudaba si a veces no tuviera alguna razón que no supiera yo, hasta que vi que distribuye con imparcialidad y equidad entre todas tres naves los nuevos hombres de Delgado, de los cuales nadie podía tener más noticia que los pagos recién hallados.

 

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Bien sé que a veces no se puede distinguir las dos cosas, pero cuando se trata de personas conocidas sí se puede. Por ejemplo, Rodrigo Sánchez de Segovia es vecino de Ronda; Juan de Moguer es vecino de Palos; Pedro de Lepe viene de Redondela. Resulta que Vignaud duplica a Juan de Moguer.

 

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Por eso le faltan Maestre Juan, Rui García y Gonzalo Franco. Tres veces me parece que el señor Tenorio ha leído mal la letra o se ha confiado a ojos ajenos. Son sólo tres veces, pero desgraciadamente todas resultan importantes. Parezco algo atrevida al decir eso, pero he aquí las citas, y allí en Sevilla están los manuscritos. La verdad es que el trabajo del señor Tenorio es en su calidad tan superior a todo otro que por eso sus pocas faltas llaman la atención.

Las tres veces que le creo equivocado son las siguientes: Lee «ohjahn» donde leo yo muy claro «chachu»; le resulta un marinero que llama «Juan, de Lequeitio», mientras yo le llamo «Chachu contramaestre» (Libros de la Contratación, Archivo Indias, 39, 2, ⅛; fol. 103 del libro II). No veo de dónde viene su «Vicente Eguía» sino de una cifra la cual yo leo «Bartolomé Roldán» (Archivo Indias, Patr. I, 3/12 pieza 3, fol. 76, cita dada por él mismo). También da «Fernandes» como si no hubiese nombre de pila, pero en el original se lee «García Fernandes», persona conocida que ya tiene en la lista, aunque con H. (Archivo de Indias, Patr. II 5/12, fol. 15. Entre Fernández y Hernández no es posible distinguir; ni dos testigos ni el mismo escribiente en dos páginas quedan con tales distinciones.

 

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Herrera empleaba documentos coetáneos; por eso se cita a veces como si fuese coetáneo lo que no es estrictamente la verdad.

 

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No veo cómo Vignaud ha llegado a duplicar este carpintero. Da la misma cita de Herrera (lib. I, cap. 20) para Ribera y Rodrigo, carpinteros, y no está allí más que el anónimo carpintero de ribera.

 

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Por mi parte no creo (a menos de que no aparezca el Diario del Almirante) que saldrán más nombres por los Historiadores Coetáneos. Se han estudiado tanto para lo de Colón, que poca esperanza queda, aunque siempre puede caer alguna miga de información. Mucho, y muy falso es lo que dicen los historiadores del siglo siguiente, y como sin duda se descubrirán más y más de estas noticias, quizás se pueda notar tradiciones que todavía servirían para nueva pista de averiguaciones. (No pongo los documentos sueltos contemporáneos en esta clase, sino en la clase restante que llamo de Varios.)

Tampoco espero que salga de Pleitos mucho más sobre 1492, aunque no lo digo con tanta convicción como cuando se habla de las Historias Coetáneas. El bulto de los Pleitos es muy grande, y mucho queda inédito. Pero se ha leído por varios investigadores cuando la Academia emprendió la publicación, y lo que toca directamente al primer viaje está ya impreso. He cotejado personalmente con los originales la mayor parte de lo impreso en cuanto a las preguntas sobre el primer descubrimiento. No obstante, de una tal cantidad de materia inédita siempre puede resultar algo con escrutinio todavía más detenido; también hay que acordarse de que lo bien estudiado es lo que está en el Archivo de Indias, y se sabe que hay materia en otros archivos. Creo que lo que está en el Archivo de Osuna, hoy trasladado al Histórico Nacional, está examinándose.

 

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El que tiene que fiarse a copistas corre mucho peligro. Cuando hay dificultades, las saltan; cuando hallan palabras que no comprenden, las cambian, y cuando la paleografía es difícil, adivinan, con resultados algo sorprendentes. Daré un ejemplo de las equivocaciones de letra. Hay un testigo que aparece en lo impreso como Fernando Martín Gutiérrez. No pude encontrarle en el original, pero encontré lo contenido en sus declaraciones, y esto salía de la boca de un tal Juan Domínguez. Por fin vi lo que había sucedido. La línea entre Do y min era algo larga, y el copista había leído Juando Min Guez -había también tomado la j por una h antigua (h que a veces parece casi derecha) y la u por n, y así resultó lo que él creía abreviación de Hernando- y he aquí a Fernando Martín Gutiérrez. Min, siempre es abreviación de Martín; no le alabo sus ideas sobre la manera de abreviar Gutiérrez, pero por fin le servía y le satisfacía y así en la obra de Fernández Duro y en los muchos autores que han copiado de él, tenemos este testigo que no ha existido nunca.

Lo interesante es que dos nombres entre los cuales no parece que hay semejanza alguna puedan confundirse así. Pocas veces se puede explicar en letras de molde equivocaciones debidas a la paleografía como se explica aquí la del Fernando Martín Gutiérrez. En la lista del señor Tenorio hay un Vicente Eguía, cuyo nombre, como ya se ha dicho, tiene cifra que leo yo, Bartolomé Roldán; no puedo aclararlo más que mandando ver el original a quien pueda consultarlo; tendría que reproducirlo por grabado para hacer la explicación.

De esta clase de equivocaciones son las muchas o finales que deben ser s, y que nos dan en el impreso Pero por Peres, Rodrigo por Rodrigues, etc. Hasta sospecho que eso mismo haya ocurrido años ha con el nombre de una persona muy conocida, el Rodrigo de Triana, que «cantó tierra» y que ha dado lugar a largas discusiones por aparecer también como Juan Rodrígues Bermejo y como Juan Bermejo de Sevilla. Si así es, la equivocación es de lo más antiguo, porque he averiguado que en la copia hecha por Las Casas del Diario de Colón aparece como Rodrigo y no Rodrigues.

 

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Son Bartolomé Colin y Alonso Medel puestos por el señor Tenorio y admitidos por Vignaud con Juan Bermúdez, Pedro Ledesma y Hernán Pérez Mateos, puestos por primera vez por Vignaud.

 

20

Son nueve desconocidos, con uno conocido, pero nunca puesto en lista; hay también un onceno, saltado por mera equivocación de copista.

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