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151

Pensar anticipado: hoi para mañana, y aun para muchos días. La mayor providencia es tener horas della; para prevenidos no ai acasos, ni para apercibidos aprietos. No se ha de aguardar el discurrir para el ahogo, y á de ir de antemano; prevenga con la madurez del reconsejo el punto más crudo. Es la almohada Sibila muda, y el dormir sobre los puntos vale más que el desvelarse debaxo dellos. Algunos obran, y después piensan: aquello más es buscar escusas que conseqüencias. Otros, ni antes ni después. Toda la vida ha de ser pensar para acertar el rumbo: el reconsejo y providencia dan arbitrio de vivir anticipado.

152

Nunca acompañarse con quien le pueda desluzir, tanto por más quanto por menos. Lo que excede en perfección excede en estimación. Hará el otro el primer papel siempre, y él el segundo; y si le alcançare algo de aprecio, serán las sobras de aquel. Campea la Luna, mientras una, entre las Estrellas; pero en saliendo el Sol, o no parece o desaparece. Nunca se arrime a quien le eclipse, sino a quien le realce. Desta suerte pudo parecer hermosa la discreta Fabula de Marcial, y lució entre la fealdad o el desaliño de sus donzellas. Tampoco ha de peligrar de mal de lado, ni honrar a otros a costa de su crédito. Para hazerse, vaya con los eminentes; para hecho, entre los medianos.

153

Huiga de entrar a llenar grandes vazíos. Y, si se empeña, sea con seguridad del excesso. Es menester doblar el valor para igualar al del passado. Assí como es ardid que el que se sigue sea tal que le haga deseado, assí es sutileza que el que acabó no le eclipse. Es dificultoso llenar un gran vacío, porque siempre lo passado pareció mejor; y aun la igualdad no bastará, porque está en possessión de primero. Es, pues, necessario añadir prendas para echar a otro de su possessión en el mayor concepto.

154

No ser fácil, ni en creer, ni en querer. Conócese la madurez en la espera de la credulidad: es mui ordinario el mentir, sea extraordinario el creer. El que ligeramente se movió hállase después corrido; pero no se ha de dar a entender la duda de la fe agena, que passa de descortesía a agravio, porque se le trata al que contesta de engañador o engañado. Y aun no es ésse el mayor inconveniente, quanto que el no creer es indicio del mentir; porque el mentiroso tiene dos males, que ni cree ni es creído. La suspensión del juizio es cuerda en el que oye, y remítase de fe al autor aquel que dize: «También es especie de imprudencia la facilidad en el querer»; que, si se miente con la palabra, también con las cosas, y es más pernicioso este engaño por la obra.

155

Arte en el apassionarse. Si es possible, prevenga la prudente reflexión la vulgaridad del ímpetu. No le será dificultoso al que fuere prudente. El primer passo del apassionarse es advertir que se apassiona, que es entrar con señorío del afecto, tanteando la necessidad hasta tal punto de enojo, y no más. Con esta superior reflexa entre y salga en una ira. Sepa parar bien, y a su tiempo, que lo más dificultoso del correr está en el parar. Gran prueva de juizio conservarse cuerdo en los trances de locura. Todo excesso de passión degenera de lo racional; pero con esta magistral atención nunca atropellará la razón, ni pisará los términos de la sindéresis. Para saber hazer mal a una passión es menester ir siempre con la rienda en la atención, y será el primer cuerdo a cavallo, si no el último.

156

Amigos de elección. Que lo han de ser a examen de la discreción y a prueva de la fortuna, graduados no sólo de la voluntad, sino del entendimiento. Y con ser el más importante acierto del vivir, es el menos asistido del cuidado. Obra el entremetimiento en algunos, y el acaso en los más. Es definido uno por los amigos que tiene, que nunca el sabio concordó con ignorantes; pero el gustar de uno no arguye intimidad, que puede proceder más del buen rato de su graciosidad que de la confiança de su capacidad. Ai amistades legítimas y otras adulterinas: éstas para la delectación, aquéllas para la fecundidad de aciertos. Hállanse pocos de la persona, y muchos de la fortuna. Más aprovecha un buen entendimiento de un amigo que muchas buenas voluntades de otros. Aya, pues, elección, y no suerte. Un sabio sabe escusar pesares, y el necio amigo los acarrea. Ni desearles mucha fortuna, si no los quiere perder.

157

No engañarse en las personas, que es el peor y más fácil engaño. Más vale ser engañado en el precio que en la mercadería; ni ai cosa que más necessite de mirarse por dentro. Ai differencia entre el entender las cosas y conocer las personas; y es gran filosofía alcançar los genios y distinguir los humores de los hombres. Tanto es menester tener estudiados los sugetos como los libros.

158

Saber usar de los amigos. Ai en esto su arte de discreción; unos son buenos para de lejos, y otros para de cerca; y el que tal vez no fue bueno para la conversación lo es para la correspondencia. Purifica la distancia algunos defectos que eran intolerables a la presencia. No sólo se ha de procurar en ellos conseguir el gusto, sino la utilidad, que ha de tener las tres calidades del bien, otros dizen las del ente: uno, bueno y verdadero, porque el amigo es todas las cosas. Son pocos para buenos, y el no saberlos elegir los haze menos. Saberlos conservar es más que el hazerlos amigos. Búsquense tales que ayan de durar, y aunque al principio sean nuevos, baste para satisfación que podrán hazerse viejos. Absolutamente los mejores los mui salados, aunque se gaste una anega en la experiencia. No ai desierto como vivir sin amigos. La amistad multiplica los bienes y reparte los males, es único remedio contra la adversa fortuna y un desahogo del alma.

159

Saber sufrir necios. Los sabios siempre fueron mal sufridos, que quien añade ciencia añade impaciencia. El mucho conocer es dificultoso de satisfazer. La mayor regla del vivir, según Epicteto, es el sufrir, y a esto reduxo la metad de la sabiduría. Si todas las necedades se han de tolerar, mucha paciencia será menester. A vezes sufrimos más de quien más dependemos, que importa para el exercicio del vencerse. Nace del sufrimiento la inestimable paz, que es la felicidad de la tierra. Y el que no se hallare con ánimo de sufrir apele al retiro de sí mismo, si es que aun a sí mismo se ha de poder tolerar.

160

Hablar de atento, con los émulos por cautela, con los demás por decencia. Siempre ai tiempo para embiar la palabra, pero no para bolverla. Hase de hablar como en testamento, que a menos palabras, menos pleitos. En lo que no importa se ha de ensayar uno para lo que importare. La arcanidad tiene visos de divinidad. El fácil a hablar cerca está de ser vencido y convencido.

161

Conocer los defectos dulces. El hombre más perfecto no se escapa de algunos, y se casa o se amanceba con ellos. Ailos en el ingenio, y mayores en el mayor, o se advierten más. No porque no los conozca el mismo sugeto, sino porque los ama; dos males juntos, apasionarse y por vicios. Son lunares de la perfección, ofenden tanto a los de afuera quanto a los mismos les suenan bien. Aquí es el gallardo vencerse y dar esta felicidad a los demás realces; todos topan allí, y quando avían de celebrar lo mucho bueno que admiran, se detienen donde reparan, afeando aquello por desdoro de las demás prendas.

162

Saber triunfar de la emulación y malevolencia. Poco es ya el desprecio, aunque prudente; más es la galantería. No ai bastante aplauso a un dezir bien del que dize mal. No ai venganza más heroica que con méritos y prendas, que vencen y atormentan a la invidia. Cada felicidad es un apretón de cordeles al mal afecto, y es un infierno del émulo la gloria del emulado. Este castigo se tiene por el mayor: hazer veneno de la felicidad. No muere de una vez el envidioso, sino tantas quantas vive a vozes de aplausos el invidiado, compitiendo la perenidad de la fama del uno con la penalidad del otro. Es imortal éste para sus glorias y aquél para sus penas. El clarín de la Fama, que toca a imortalidad al uno, publica muerte para el otro, sentenciándole al suspendio de tan invidiosa suspensión.

163

Nunca por la compassión del infeliz se ha de incurrir en la desgracia del afortunado. Es desventura para unos la que suele ser ventura para otros, que no fuera uno dichoso si no fueran muchos otros desdichados. Es proprio de infelices conseguir la gracia de las gentes, que quiere recompensar ésta con su favor inútil los disfavores de la fortuna; y viose tal vez que el que en la prosperidad fue aborrecido de todos, en la adversidad compadecido de todos: trocóse la vengança de ensalçado en compassión de caído. Pero el sagaz atienda al varajar de la suerte. Ai algunos que nunca van sino con los desdichados, y ladean hoi por infeliz al que huyeron ayer por afortunado. Arguye tal vez nobleza del natural, pero no sagazidad.

164

Echar al aire algunas cosas. Para examinar la aceptación, un ver cómo se reciben, y más las sospechosas de acierto y de agrado. Assegúrase el salir bien, y queda lugar o para el empeño o para el retiro. Tantéanse las voluntades desta suerte, y sabe el atento dónde tiene los pies: prevención máxima del pedir, del querer y del governar.

165

Hazer buena guerra. Puédenle obligar al cuerdo a hazerla, pero no mala. Cada uno ha de obrar como quien es, no como le obligan. Es plausible la galantería en la emulación. Hase de pelear no sólo para vencer en el poder, sino en el modo. Vencer a lo ruin no es vitoria, sino rendimiento. Siempre fue superioridad la generosidad. El hombre de bien nunca se vale de armas vedadas, y sonlo las de la amistad acabada para el odio començado, que no se ha de valer de la confiança para la vengança; todo lo que huele a traición inficiona el buen nombre. En personages obligados se estraña más qualquier átomo de vajeza; han de distar mucho la nobleza de la vileza. Préciese de que si la galantería, la generosidad y la fidelidad se perdiessen en el mundo se avían de buscar en su pecho.

166

Diferenciar el hombre de palabras del de obras. Es única precisión, assí como la del amigo, de la persona, o del empleo, que son mui diferentes. Malo es, no teniendo palabra buena, no tener obra mala; peor, no teniendo palabra mala, no tener obra buena. Ya no se come de palabras, que son viento, ni se vive de cortesías, que es un cortés engaño. Caçar las aves con luz es el verdadero encandilar. Los desvanecidos se pagan del viento; las palabras han de ser prendas de las obras, y assí han de tener el valor. Los árboles que no dan fruto, sino ojas, no suelen tener coraçón. Conviene conocerlos, unos para provecho, otros para sombra.

167

Saberse ayudar. No ai mejor compañía en los grandes aprietos que un buen coraçón; y quando flaqueare se ha de suplir de las partes que le están cerca. Házensele menores los afanes a quien se sabe valer. No se rinda a la fortuna, que se le acabará de hazer intolerable. Ayúdanse poco algunos en sus trabajos, y dóblanlos con no saberlos llevar. El que ya se conoce socorre con la consideración a su flaqueza, y el Discreto de todo sale con victoria, hasta de las Estrellas.

168

No dar en monstro de la necedad. Sonlo todos los desvanecidos, presuntuosos, porfiados, caprichosos, persuadidos, extravagantes, figureros, graciosos, noveleros, paradoxos, sectarios y todo género de hombres destemplados; monstros todos de la impertinencia. Toda monstrosidad del ánimo es más diforme que la del cuerpo, porque desdize de la belleza superior. Pero ¿quién corregirá tanto desconcierto común? Donde falta la sindéresis, no queda lugar para la dirección, y la que avía de ser observación reflexa de la irrisión es una mal concebida presunción de aplauso imaginado.

169

Atención a no errar una, más que a acertar ciento. Nadie mira al Sol resplandeciente, y todos eclipsado. No le contará la nota vulgar las que acertare, sino las que errare. Más conocidos son los malos para murmurados que los buenos para aplaudidos; ni fueron conocidos muchos hasta que delinquieron, ni bastan todos los aciertos juntos a desmentir un solo y mínimo desdoro. Y desengáñese todo hombre, que le serán notadas todas las malas, pero ninguna buena, de la malevolencia.

170

Usar del retén en todas las cosas. Es assegurar la importancia. No todo el caudal se ha de emplear, ni se han de sacar todas las fuerças cada vez; aun en el saber ha de aver resguardo, que es un doblar las perfecciones. Siempre ha de aver a que apelar en un aprieto de salir mal; más obra el socorro que el acometimiento, porque es de valor y de crédito. El proceder de la cordura siempre fue al seguro. Y aun en este sentido es verdadera aquella paradoxa picante: más es la metad que el todo.

171

No gastar el favor. Los amigos grandes son para las grandes ocasiones. No se ha de emplear la confiança mucha en cosas pocas, que sería desperdicio de la gracia. La sagrada áncora se reserva siempre para el último riesgo. Si en lo poco se abusa de lo mucho, ¿qué quedará para después? No ai cosa que más valga que los valedores, ni más preciosa hoi que el favor: haze y deshaze en el mundo hasta dar ingenio o quitarlo. A los Sabios lo que les favorecieron naturaleza y fama les invidió la fortuna. Más es saber conservar las personas y tenerlas que los averes.

172

No empeñarse con quien no tiene qué perder. Es reñir con desigualdad. Entra el otro con desembaraço porque trae hasta la vergüença perdida; remató con todo, no tiene más que perder, y assí se arroja a toda impertinencia. Nunca se ha de exponer a tan cruel riesgo la inestimable reputación; costó muchos años de ganar, y viene a perderse en un punto de un puntillo: yela un desaire mucho lucido sudor. Al hombre de obligaciones házele reparar el tener mucho que perder. Mirando por su crédito, mira por el contrario, y como se empeña con atención, procede con tal detención, que da tiempo a la prudencia para retirarse con tiempo y poner en cobro el crédito. Ni con el vencimiento se llegará a ganar lo que se perdió ya con el exponerse a perder.

173

No ser de vidro en el trato. Y menos en la amistad. Quiebran algunos con gran facilidad. Descubriendo la poca consistencia; llénanse a sí mismos de ofensión, a los demás de enfado. Muestran tener la condición más niña que las de los ojos, pues no permite ser tocada, ni de burlas ni de veras. Oféndenla las motas, que no son menester ya notas. Han de ir con grande tiento los que los tratan, atendiendo siempre a sus delicadezas; guárdanles los aires, porque el más leve desaire les desazona. Son éstos ordinariamente mui suyos, esclavos de su gusto, que por él atropellarán con todo, idólatras de su honrilla. La condición del amante tiene la metad de diamante en el durar y en el resistir.

174

No vivir a prisa. El saber repartir las cosas es saberlas gozar. A muchos les sobra la vida y se les acaba la felicidad. Malogran los contentos, que no los gozan, y querrían después bolver atrás, quando se hallan tan adelante. Postillones del vivir, que a más del común correr del tiempo, añaden ellos su atropellamiento genial. Querrían devorar en un día lo que apenas podrán digerir en toda la vida. Viven adelantados en las felicidades, cómense los años por venir y, como van con tanta priesa, acaban presto con todo. Aun en el querer saber ha de aver modo para no saber las cosas mal sabidas. Son más los días que las dichas: en el gozar, a espacio; en el obrar, a prisa. Las hazañas bien están, hechas; los contentos, mal, acabados.

175

Hombre substancial. Y el que lo es no se paga de los que no lo son. Infeliz es la eminencia que no se funda en la substancia. No todos los que lo parecen son hombres: hailos de embuste, que conciben de quimera y paren embelecos; y ai otros sus semejantes que los apoyan y gustan más de lo incierto que promete un embuste, por ser mucho, que de lo cierto que assegura una verdad, por ser poco. Al cabo, sus caprichos salen mal, porque no tienen fundamento de entereza. Sola la verdad puede dar reputación verdadera, y la substancia entra en provecho. Un embeleco ha menester otros muchos, y assí toda la fábrica es quimera, y como se funda en el aire es preciso venir a tierra: nunca llega a viejo un desconcierto; el ver lo mucho que promete basta hazerlo sospechoso, assí como lo que prueva demasiado es impossible.

176

Saber, o escuchar a quien sabe. Sin entendimiento no se puede vivir, o proprio, o prestado; pero ai muchos que ignoran que no saben y otros que piensan que saben, no sabiendo. Achaques de necedad son irremediables, que como los ignorantes no se conocen, tampoco buscan lo que les falta. Serían sabios algunos si no creyessen que lo son. Con esto, aunque son raros los oráculos de cordura, viven ociosos, porque nadie los consulta. No desminuye la grandeza, ni contradize a la capacidad, el aconsejarse. Antes, el aconsejarse bien la acredita. Debata en la razón para que no le combata la desdicha.

177

Escusar llanezas en el trato. Ni se han de usar, ni se han de permitir. El que se allana pierde luego la superioridad que le dava su entereza, y tras ella la estimación. Los Astros, no roçándose con nosotros, se conservan en su esplendor. La divinidad solicita decoro; toda humanidad facilita el desprecio. Las cosas humanas, quanto se tienen más, se tienen en menos, porque con la comunicación se comunican las imperfecciones que se encubrían con el recato. Con nadie es conviniente el allanarse: no con los mayores, por el peligro, ni con los inferiores, por la indecencia; menos con la villanía, que es atrevida por lo necio, y no reconociendo el favor que se le haze, presume obligación. La facilidad es ramo de vulgaridad.

178

Creer al coraçón. Y más quando es de prueva. Nunca le desmienta, que suele ser pronóstico de lo que más importa: oráculo casero. Perecieron muchos de lo que se temían; mas ¿de qué sirvió el temerlo sin el remediarlo? Tienen algunos muy leal el coraçón, ventaja del superior natural, que siempre los previene, y toca a infelicidad para el remedio. No es cordura salir a recebir los males, pero sí el salirles al encuentro para vencerlos.

179

La retentiva es el sello de la capacidad. Pecho sin secreto es carta avierta. Donde ai fondo están los secretos profundos, que ai grandes espacios y ensenadas donde se hunden las cosas de monta. Procede de un gran señorío de sí, y el vencerse en esto es el verdadero triunfar. A tantos pagan pecho a quantos se descubre. En la templança interior consiste la salud de la prudencia. Los riesgos de la retentiva son la agena tentativa: el contradezir para torcer; el tirar varillas para hazer saltar: aquí el atento más cerrado. Las cosas que se han de hazer no se han de dezir, y las que se han de dezir no se han de hazer.

180

Nunca regirse por lo que el enemigo avía de hazer. El necio nunca hará lo que el cuerdo juzga, porque no alcança lo que conviene; si es discreto, tampoco, porque querrá desmentirle el intento penetrado, y aun prevenido. Hanse de discurrir las materias por entrambas partes, y rebolverse por el uno y otro lado, disponiéndolas a dos vertientes. Son varios los dictámenes: esté atenta la indiferencia, no tanto para lo que será quanto para lo que puede ser.

181

Sin mentir, no dezir todas las verdades. No ai cosa que requiera más tiento que la verdad, que es un sangrarse del coraçón. Tanto es menester para saberla dezir como para saberla callar. Piérdese con sola una mentira todo el crédito de la entereza. Es tenido el engañado por falto y el engañador por falso, que es peor. No todas las verdades se pueden dezir: unas porque me importan a mí, otras porque al otro.

182

Un grano de audacia con todos es importante cordura. Hase de moderar el concepto de los otros para no concebir tan altamente dellos que les tema; nunca rinda la imaginación al coraçón. Parecen mucho algunos hasta que se tratan, pero el comunicarlos más sirvió de desengaño que de estimación. Ninguno excede los cortos límites de hombre. Todos tienen su si no, unos en el ingenio, otros en el genio. La dignidad da autoridad aparente, pocas vezes la acompaña la personal, que suele vengar la suerte la superioridad del cargo en la inferioridad de los méritos. La imaginación se adelanta siempre y pinta las cosas mucho más de lo que son. No sólo concibe lo que hai, sino lo que pudiera aver. Corríjala la razón, tan desengañada a experiencias. Pero ni la necedad ha de ser atrevida ni la virtud temerosa. Y si a la simplicidad le valió la confianza, ¡quánto más al valer y al saber!

183

No aprender fuertemente. Todo necio es persuadido, y todo persuadido necio; y quanto más erróneo su dictamen, es mayor su tenacidad. Aun en caso de evidencia, es ingenuidad el ceder, que no se ignora la razón que tuvo y se conoce la galantería que tiene. Más se pierde con el arrimamiento que se puede ganar con el vencimiento; no es defender la verdad, sino la grossería. Ai cabeças de hierro dificultosas de convencer, con extremo irremediable; quando se junta lo caprichoso con lo persuadido, cásanse indisolublemente con la necedad. El tesón ha de estar en la voluntad, no en el juizio. Aunque ai casos de excepción, para no dexarse perder y ser vencido dos vezes: una en el dictamen, otra en la execución.

184

No ser ceremonial, que aun en un Rei la afectación en esto fue solemnizada por singularidad. Es enfadoso el puntoso, y ai naciones tocadas desta delicadeza. El vestido de la necedad se cose destos puntos, idólatras de su honra, y que muestran que se funda sobre poco, pues se temen que todo la pueda ofender. Bueno es mirar por el respeto, pero no sea tenido por gran maestro de cumplimientos. Bien es verdad que el hombre sin ceremonias necessita de excelentes virtudes. Ni se ha de afectar ni se ha de despreciar la cortesía. No muestra ser grande el que repara en puntillos.

185

Nunca exponer el crédito a prueva de sola una vez, que, si no sale bien aquella, es irreparable el daño. Es mui contingente errar una, y más la primera. No siempre está uno de ocasión, que por esso se dixo «estar de día». Afiance, pues, la segunda a la primera, si se errare; y si se acertare, será la primera desempeño de la segunda. Siempre ha de aver recurso a la mejoría, y apelación a más. Dependen las cosas de contingencias, y de muchas, y assí es rara la felicidad del salir bien.

186

Conocerlos defectos, por más autorizados que estén. No desconozca la entereza el vicio, aunque se revista de brocado; corónase tal vez de oro, pero no por esso puede dissimular el yerro. No pierde la esclavitud de su vileza aunque se desmienta con la nobleza del sugeto; bien pueden estar los vicios realçados, pero no son realces. Ven algunos que aquel Héroe tuvo aquel accidente, pero no ven que no fue Héroe por aquello. Es tan retórico el exemplo superior, que aun las fealdades persuade; hasta las del rostro afectó tal vez la lisonja, no advirtiendo que, si en la grandeza se dissimulan, en la baxeza se abominan.

187

Todo lo favorable obrarlo por sí, todo lo odioso por terceros. Con lo uno se concilia la afición, con lo otro se declina la malevolencia. Mayor gusto es hazer bien que recebirlo para grandes hombres, que es felicidad de su generosidad. Pocas vezes se da disgusto a otro sin tomarlo, o por compassión o por repassión. Las causas superiores no obran sin el premio o el apremio. Influya inmediatamente el bien y mediatamente el mal. Tenga donde den los golpes del descontento, que son el odio y la murmuración. Suele ser la rabia vulgar como la canina, que, desconociendo la causa de su daño, rebuelve contra el instrumento, y aunque este no tenga la culpa principal, padece la pena de imediato.

188

Traer que alabar. Es crédito del gusto, que indica tenerlo hecho a lo mui bueno, y que se le deve la estimación de lo de acá. Quien supo conocer antes la perfección, sabrá estimarla después. Da materia a la conversación y a la imitación, adelantando las plausibles noticias. Es un político modo de vender la cortesía a las perfecciones presentes. Otros, al contrario, traen siempre que vituperar, haziendo lisonja a lo presente con el desprecio de lo ausente. Sáleles bien con los superficiales, que no advierten la treta del dezir mucho mal de unos con otros. Hazen política algunos de estimar más las medianías de hoi que los estremos de ayer. Conozca el atento estas sutilezas del llegar, y no le cause desmayo la exageración del uno ni engreimiento la lisonja del otro; y entienda que del mismo modo proceden en las unas partes que en las otras: truecan los sentidos y ajústanse siempre al lugar en que se hallan.

189

Valerse de la privación agena. Que si llega a deseo, es el más eficaz torcedor. Dixeron ser nada los Filósofos, y ser el todo los Políticos: estos la conocieron mejor. Hazen grada unos, para alcançar sus fines, del deseo de los otros. Válense de la ocasión, y con la dificultad de la consecución irrítanle el apetito. Prométense más del conato de la passión que de la tibieza de la possessión; y al passo que crece la repugnancia, se apassiona más el deseo. Gran sutileza del conseguir el intento: conservar las dependencias.

190

Hallar el consuelo en todo. Hasta de inútiles lo es el ser eternos. No ai afán sin conorte: los necios le tienen en ser venturosos, y también se dixo «ventura de fea». Para vivir mucho es arbitrio valer poco; la vasija quebrantada es la que nunca se acaba de romper, que enfada con su durar. Parece que tiene invidia la fortuna a las personas más importantes, pues iguala la duración con la inutilidad de las unas y la importancia con la brevedad de las otras: faltarán quantos importaren y permanecerá eterno el que es de ningún provecho, ya porque lo parece, ya porque realmente es assí. Al desdichado parece que se conciertan en olvidarle la suerte y la muerte.

191

No pagarse de la mucha cortesía, que es especie de engaño. No necessitan algunos para hechizar de las yervas de Tesalia, que con sólo el buen aire de una gorra encantan necios, digo desvanecidos. Hazen precio de la honra y pagan con el viento de unas buenas palabras. Quien lo promete todo, promete nada, y el prometer es desliz para necios. La cortesía verdadera es deuda, la afectada engaño, y más la desusada: no es decencia, sino dependencia. No hazen la reverencia a la persona, sino a la fortuna; y la lisonja, no a las prendas que reconoce, sino a las utilidades que espera.

192

Hombre de gran paz, hombre de mucha vida. Para vivir, dexar vivir. No sólo viven los pacíficos, sino que reinan. Hase de oír y ver, pero callar. El día sin pleito haze la noche soñolienta. Vivir mucho y vivir con gusto es vivir por dos, y fruto de la paz. Todo lo tiene a quien no se le da nada de lo que no le importa. No ai mayor despropósito que tomarlo todo de propósito. Igual necedad que le passe el coraçón a quien no le toca, y que no le entre de los dientes adentro a quien le importa.

193

Atención al que entra con la agena por salir con la suya. No ai reparo para la astucia como la advertencia. Al entendido, un buen entendedor. Hazen algunos ageno el negocio proprio, y sin la contraçifra de intenciones se halla a cada passo empeñado uno en sacar del fuego el provecho ageno con daño de su mano.

194

Concebir de sí y de sus cosas cuerdamente. Y más al començar a vivir. Conciben todos altamente de sí, y más los que menos son. Suéñase cada uno su fortuna y se imagina un prodigio. Empéñase desatinadamente la esperança, y después nada cumple la experiencia; sirve de tormento a su imaginación vana el desengaño de la realidad verdadera. Corrija la cordura semejantes desaciertos, y aunque puede desear lo mejor, siempre ha de esperar lo peor, para tomar con equanimidad lo que viniere. Es destreza assestar algo más alto para ajustar el tiro, pero no tanto que sea desatino. Al començar los empleos, es precisa esta reformación de concepto, que suele desatinar la presunción sin la experiencia. No ai medicina más universal para todas necedades que el seso. Conozca cada uno la esfera de su actividad y estado, y podrá regular con la realidad el concepto.

195

Saber estimar. Ninguno ai que no pueda ser maestro de otro en algo, ni ai quien no exceda al que excede. Saber desfrutar a cada uno es útil saber. El sabio estima a todos porque reconoce lo bueno en cada uno y sabe lo que cuestan las cosas de hazerse bien. El necio desprecia a todos por ignorancia de lo bueno y por elección de lo peor.

196

Conocer su estrella. Ninguno tan desvalido que no la tenga, y si es desdichado, es por no conocerla. Tienen unos cabida con Príncipes y poderosos sin saber cómo ni por qué, sino que su misma suerte les facilitó el favor; sólo queda para la industria el ayudarla. Otros se hallan con la gracia de los sabios. Fue alguno más acepto en una nación que en otra, y más bien visto en esta Ciudad que en aquella. Experiméntase también más dicha en un empleo y estado que en los otros, y todo esto en igualdad, y aun identidad, de méritos. Varaja como y quando quiere la suerte. Conozca la suya cada uno, assí como su Minerva, que va el perderse o el ganarse. Sépala seguir y ayudar; no las trueque, que sería errar el norte a que le llama la vezina vozina.

197

Nunca embaraçarse con necios. Eslo el que no los conoce, y más el que, conocidos, no los descarta. Son peligrosos para el trato superficial y perniciosos para la confidencia; y aunque algún tiempo los contenga su rezelo proprio y el cuidado ageno, al cabo hazen la necedad o la dizen; y si tardaron, fue para hazerla más solemne. Mal puede ayudar al crédito ageno quien no le tiene proprio. Son infelicíssimos, que es el sobregüesso de la necedad, y se pegan una y otra. Sola una cosa tienen menos mala, y es que ya que a ellos los cuerdos no les son de algún provecho, ellos sí de mucho a los sabios, o por noticia o por escarmiento.

198

Saberse trasplantar. Ai naciones que para valer se han de remudar, y más en puestos grandes. Son las patrias madrastras de las mismas eminencias: reina en ellas la invidia como en tierra conatural, y más se acuerdan de las imperfecciones con que uno començó que de la grandeza a que ha llegado. Un alfiler pudo conseguir estimación, passando de un mundo a otro, y un vidro puso en desprecio al diamante porque se trasladó. Todo lo estraño es estimado, ya porque vino de lexos, ya porque se logra hecho y en su perfección. Sugetos vimos que ya fueron el desprecio de su rincón, y hoi son la honra del mundo, siendo estimados de los proprios y estraños: de los unos porque los miran de lexos, de los otros porque lexos. Nunca bien venerará la estatua en el ara el que la conoció tronco en el huerto.

199

Saberse hazer lugar a lo cuerdo, no a lo entremetido. El verdadero camino para la estimación es el de los méritos, y si la industria se funda en el valor, es atajo para el alcançar. Sola la entereza, no basta; sola la solicitud, es indigna, que llegan tan enlodadas las cosas, que son asco de la reputación. Consiste en un medio de merecer y de saberse introduzir.

200

Tener que desear, para no ser felizmente desdichado. Respira el cuerpo y anhela el espíritu. Si todo fuere possessión, todo será desengaño y descontento. Aun en el entendimiento siempre ha de quedar qué saber, en que se zebe la curiosidad. La esperança alienta: los hartazgos de felicidad son mortales. En el premiar es destreza nunca satisfazer. Si nada ai que desear, todo es de temer: dicha desdichada; donde acaba el deseo, comiença el temor.

201

Son tontos todos los que lo parecen y la metad de los que no lo parecen. Alçóse con el mundo la necedad, y si ai algo de sabiduría, es estulticia con la del Cielo; pero el mayor necio es el que no se lo piensa y a todos los otros define. Para ser sabio no basta parecerlo, menos parecérselo: aquél sabe que piensa que no sabe, y aquél no ve que no ve que los otros ven. Con estar todo el mundo lleno de necios, ninguno ai que se lo piense, ni aun lo rezele.

202

Dichos y hechos hazen un varón consumado. Hase de hablar lo mui bueno y obrar lo mui honroso. La una es perfección de la cabeça, la otra del coraçón, y entrambas nacen de la superioridad del ánimo. Las palabras son sombra de los hechos: son aquéllas las hembras, éstos los varones. Más importa ser celebrado que ser celebrador. Es fácil el dezir y difícil el obrar. Las hazañas son la substancia del vivir, y las sentencias, el ornato. La eminencia en los hechos dura, en los dichos passa. Las acciones son el fruto de las atenciones: los unos sabios, los otros hazañosos.

203

Conocer las eminencias de su siglo. No son muchas: una Fénix en todo un mundo, un Gran Capitán, un perfecto Orador, un Sabio en todo un siglo, un Eminente Rei en muchos. Las medianías son ordinarias en número y aprecio; las eminencias, raras en todo, porque piden complemento de perfección, y quanto más sublime la categoría, más dificultoso el extremo. Muchos les tomaron los renombres de Magnos a César y Alexandro, pero en vacío, que sin los hechos no es más la voz que un poco de aire: pocos Sénecas ha avido, y un solo Apeles celebró la Fama.

204

Lo fácil se ha de emprender como dificultoso, y lo dificultoso como fácil. Allí porque la confianza no descuide, aquí porque la desconfiança no desmaye. No es menester más para que no se haga la cosa que darla por hecha; y, al contrario, la diligencia allana la imposibilidad. Los grandes empeños aun no se han de pensar, basta ofrecerse, porque la dificultad, advertida, no ocasione el reparo.

205

Saber jugar del desprecio. Es treta para alcançar las cosas depreciallas. No se hallan comúnmente quando se buscan, y después, al descuido, se vienen a la mano. Como todas las de acá son sombra de las eternas, participan de la sombra aquella propriedad, huyen de quien las sigue y persiguen a quien las huye. Es también el desprecio la más política vengança. Única máxima de sabios: nunca defenderse con la pluma, que dexa rastro, y viene a ser más gloria de la emulación que castigo del atrevimiento. Astucia de indignos: oponerse a grandes hombres para ser celebrados por indirecta, quando no lo merecían de derecho; que no conociéramos a muchos si no huvieran hecho caso dellos los excelentes contrarios. No ai vengança como el olvido, que es sepultarlos en el polvo de su nada. Presumen, temerarios, hazerse eternos pegando fuego a las maravillas del mundo y de los siglos. Arte de reformar la murmuración: no hazer caso; impugnalla causa perjuizio; y si crédito, descrédito. A la emulación, complacencia, que aun aquella sombra de desdoro deslustra, ya que no escurece del todo la mayor perfección.

206

Sépase que ai vulgo en todas partes: en la misma Corinto, en la familia más selecta. De las puertas adentro de su casa lo experimenta cada uno. Pero ai vulgo, y revulgo, que es peor: tiene el especial las mismas propriedades que el común, como los pedaços del quebrado espejo, y aun más perjudicial: habla a lo necio y censura a lo impertinente; gran discípulo de la ignorancia, padrino de la necedad y aliado de la hablilla. No se ha de atender a lo que dize, y menos a lo que siente. Importa conocerlo para librarse dél, o como parte, o como objecto. Que qualquiera necedad es vulgaridad, y el vulgo se compone de necios.

207

Usar del reporte. Hase de estar más sobre el caso en los acasos. Son los ímpetus de las passiones deslizaderos de la cordura, y allí es el riesgo de perderse. Adelántase uno más en un instante de furor o contento que en muchas horas de indiferencia. Corre tal vez en breve rato para correrse después toda la vida. Traza la agena astuta intención estas tentaciones de prudencia para descubrir tierra, o ánimo. Válese de semejantes torcedores de secretos, que suelen apurar el mayor caudal. Sea contraardid el reporte, y más en las prontitudes. Mucha reflexión es menester para que no se desvoque una passión, y gran cuerdo el que a caballo lo es. Va con tiento el que concibe el peligro. Lo que parece ligera la palabra al que la arroja, le parece pesada al que la recibe y la pondera.

208

No morir de achaque de necio. Comúnmente, los sabios mueren faltos de cordura; al contrario, los necios, hartos de consejo. Morir de necio es morir de discurrir sobrado. Unos mueren porque sienten y otros viven porque no sienten. Y assí, unos son necios porque no mueren de sentimiento, y otros lo son porque mueren dél. Necio es el que muere de sobrado entendido. De suerte que unos mueren de entendedores y otros viven de no entendidos; pero, con morir muchos de necios, pocos necios mueren.

209

Librarse de las necedades comunes. Es cordura bien especial. Están mui validas por lo introduzido, y algunos, que no se rindieron a la ignorancia particular, no supieron escaparse de la común. Vulgaridad es no estar contento ninguno con su suerte, aun la mayor, ni descontento de su ingenio, aunque el peor. Todos codician, con descontento de la propria, la felicidad agena. También alaban los de hoi las cosas de ayer, y los de acá las de allende. Todo lo passado parece mejor, y todo lo distante es más estimado. Tan necio es el que se ríe de todo como el que se pudre de todo.

210

Saber jugar de la verdad. Es peligrosa, pero el hombre de bien no puede dexar de dezirla: aí es menester el artificio. Los diestros Médicos del ánimo inventaron el modo de endulçarla, que quando toca en desengaño es la quinta essencia de lo amargo. El buen modo se vale aquí de su destreza: con una misma verdad lisongea uno y aporrea otro. Hase de hablar a los presentes en los passados. Con el buen Entendedor basta brujulear; y quando nada bastare, entra el caso de enmudecer. Los príncipes no se han de curar con cosas amargas, para esso es el arte de dorar los desengaños.

211

En el Cielo todo es contento, en el Infierno todo es pesar. En el mundo, como en medio, uno y otro. Estamos entre dos extremos, y assí se participa de entrambos. Altérnanse las suertes: ni todo ha de ser felicidad, ni todo adversidad. Este mundo es un zero: a solas, vale nada; juntándolo con el Cielo, mucho. La indiferencia a su variedad es cordura, ni es de sabios la novedad. Vase empeñando nuestra vida como en Comedia, al fin viene a desenredarse. Atención, pues, al acabar bien.

212

Reservarse siempre las últimas tretas del arte. Es de grandes maestros, que se valen de su sutileza en el mismo enseñarla. Siempre ha de quedar superior, y siempre maestro. Hase de ir con arte en comunicar el arte; nunca se ha de agotar la fuente del enseñar, assí como ni la del dar. Con esso se conserva la reputación y la dependencia. En el agradar y en el enseñar se ha de observar aquella gran lición de ir siempre zevando la admiración y adelantando la perfección. El retén en todas las materias fue gran regla de vivir, de vencer, y más en los empleos más sublimes.

213

Saber contradezir. Es gran treta del tentar, no para empeñarse, sino para empeñar. Es el único torcedor, el que haze saltar los afectos. Es un vomitivo para los secretos la tibieza en el creer, llave del más cerrado pecho. Házese con grande sutileza la tentativa doble de la voluntad y del juizio. Un desprecio sagaz de la misteriosa palabra del otro da caça a los secretos más profundos, y valos con suavidad vocadeando hasta traerlos a la lengua y a que den en las redes del artificioso engaño. La detención en el atento haze arrojarse a la del otro en el recato y descubre el ageno sentir, que de otro modo era el coraçón inescrutable. Una duda afectada es la más sutil ganzúa de la curiosidad para saber quanto quisiere. Y aun para el aprender es treta del discípulo contradezir al maestro, que se empeña con más conato en la declaración y fundamento de la verdad; de suerte que la impugnación moderada da ocasión a la enseñança cumplida.

214

No hazer de una necedad dos. Es mui ordinario para remendar una cometer otras quatro. Escusar una impertinencia con otra mayor es de casta de mentira, o ésta lo es de necedad, que para sustentarse una necessita de muchas. Siempre del mal pleito fue peor el patrocinio; más mal que el mismo mal: no saberlo desmentir. Es pensión de las imperfecciones dar a censo otras muchas. En un descuido puede caer el mayor sabio, pero en dos no; y de passo, que no de asiento.

215

Atención al que llega de segunda intención. Es ardid del hombre negociante descuidar la voluntad para acometerla, que es vencida en siendo convencida. Dissimulan el intento para conseguirlo y pónese segundo para que en la execución sea primero: assegúrase el tiro en lo inadvertido. Pero no duerma la atención quando tan desvelada la intención, y si ésta se haze segunda para el dissimulo, aquélla primera para el conocimiento. Advierta la cautela el artificio con que llega y nótele las puntas que va echando para venir a parar al punto de su pretensión. Propone uno y pretende otro, y rebuelven con sutileza a dar en el blanco de su intención. Sepa, pues, lo que le concede, y tal vez convendrá dar a entender que ha entendido.

216

Tener la declarativa. Es no sólo desembarazo, pero despejo en el concepto. Algunos conciben bien y paren mal, que sin la claridad no salen a luz los hijos del alma, los conceptos y decretos. Tienen algunos la capacidad de aquellas vasijas que perciben mucho y comunican poco. Al contrario, otros dizen aún más de lo que sienten. Lo que es la resolución en la voluntad es la explicación en el entendimiento: dos grandes eminencias. Los ingenios claros son plausibles, los confusos fueron venerados por no entendidos, y tal vez conviene la escuridad para no ser vulgar; pero ¿cómo harán concepto los demás de lo que les oyen, si no les corresponde concepto mental a ellos de lo que dizen?

217

No se ha de querer ni aborrecer para siempre. Confiar de los amigos hoi como enemigos mañana, y los peores; y pues passa en la realidad, passe en la prevención. No se han de dar armas a los tránsfugas de la amistad, que hazen con ellas la mayor guerra. Al contrario con los enemigos, siempre puerta abierta a la reconciliación, y sea la de la galantería: es la más segura. Atormentó alguna vez después la vengança de antes, y sirve de pesar el contento de la mala obra que se le hizo.

218

Nunca obrar por tema, sino por atención. Toda tema es postema, gran hija de la passión, la que nunca obró cosa a drechas. Ai algunos que todo lo reduzen a guerrilla; vandoleros del trato, quanto executan querrían que fuesse vencimiento, no saben proceder pacíficamente. Estos para mandar y regir son perniciosos, porque hazen vando del govierno, y enemigos de los que avían de hazer hijos. Todo lo quieren disponer con traça y conseguir como fruto de su artificio; pero, en descubriéndoles el paradoxo humor, los demás luego se apuntan con ellos, procúranles estorvar sus quimeras, y assí nada consiguen. Llévanse muchos hartazgos de enfados, y todos les ayudan al disgusto. Éstos tienen el dictamen leso, y tal vez dañado el coraçón. El modo de portarse con semejantes monstros es huir a los Antípodas, que mejor se llevará la barbaridad de aquellos que la fiereza destos.

219

No ser tenido por hombre de artificio. Aunque no se puede ya vivir sin él. Antes prudente que astuto. Es agradable a todos la lisura en el trato, pero no a todos por su casa. La sinceridad no dé en el extremo de simplicidad, ni la sagacidad, de astucia. Sea antes venerado por sabio que temido por reflexo. Los sinceros son amados, pero engañados. El mayor artificio sea encubrirlo, que se tiene por engaño. Floreció en el siglo de oro la llaneza, en este de yerro la malicia. El crédito de hombre que sabe lo que ha de hazer es honroso y causa confiança, pero el de artificioso es sofístico y engendra rezelo.

220

Quando no puede uno vestirse la piel del león, vístase la de la Vulpeja. Saber ceder al tiempo es exceder. El que sale con su intento nunca pierde reputación. A falta de fuerça, destreça. Por un camino o por otro: o por el Real del valor, o por el atajo del artificio. Más cosas ha obrado la maña que la fuerça, y más vezes vencieron los Sabios a los valientes que al contrario. Quando no se puede alcançar la cosa, entra el desprecio.

221

No ser ocasionado, ni para empeñarse, ni para empeñar. Ai tropieços del decoro, tanto proprio como ageno, siempre a punto de necedad. Encuéntranse con gran facilidad y rompen con infelicidad. No lo hazen al día con cien enfados. Tienen el humor al repelo, y assí contradizen a quantos y quanto ai. Calçáronse el juizo al revés, y assí todo lo reprueban. Pero los mayores tentadores de la cordura son los que nada hazen bien y de todo dizen mal, que ai muchos monstros en el estendido país de la impertinencia.

222

Hombre detenido, evidencia de prudente. Es fiera la lengua, que si una vez se suelta, es mui dificultosa de poderse bolver a encadenar. Es el pulso del alma por donde conocen los sabios su disposición. Aquí pulsan los atentos el movimiento del coraçón. El mal es que el que avía de serlo más, es menos reportado. Escúsase el sabio enfados y empeños, y muestra quán señor es de sí. Procede circunspecto, Jano en la equivalencia, Argos en la verificación. Mejor Momo huviera echado menos los ojos en las manos que la ventanilla en el pecho.

223

No ser mui individuado, o por afectar, o por no advertir. Tienen algunos notable individuación, con acciones de manía, que son más defectos que diferencias. Y assí como algunos son mui conocidos por alguna singular fealdad en el rostro, assí éstos por algún excesso en el porte. No sirve el individuarse sino de nota, con una impertinente especialidad que comueve alternativamente en unos la risa, en otros el enfado.

224

Saber tomar las cosas. Nunca al repelo, aunque vengan. Todas tienen haz y envés. La mejor y más favorable, si se toma por el corte, lastima. Al contrario, la más repugnante defiende, si por la empuñadura. Muchas fueron de pena que, si se consideraran las conveniencias, fueran de contento. En todo ai convenientes y inconvenientes: la destreza está en saber topar con la comodidad. Haze mui diferentes visos una misma cosa si se mira a diferentes luzes: mírese por la de la felicidad. No se han de trocar los frenos al bien y al mal. De aquí procede que algunos en todo hallan el contento, y otros el pesar. Gran reparo contra los reveses de la fortuna, y gran regla de vivir para todo tiempo y para todo empleo.

225

Conocer su defecto Eei. Ninguno vive sin él, contrapeso de la prenda relevante; y si le favorece la inclinación, apodérase a lo tirano. Comiençe a hazerle la guerra, publicando el cuidado contra él, y el primer passo sea el manifiesto, que en siendo conocido, será vencido, y más si el interesado haze el concepto dél como los que notan. Para ser señor de sí es menester ir sobre sí. Rendido este cabo de imperfecciones, acabarán todas.

226

Atención a obligar. Los más no hablan ni obran como quien son, sino como les obligan. Para persuadir lo malo qualquiera sobra, porque lo malo es mui creído, aunque tal vez increíble. Lo más, y lo mejor, que tenemos depende de respeto ageno. Conténtanse algunos con tener la razón de su parte; pero no basta, que es menester ayudarla con la diligencia. Cuesta a vezes mui poco el obligar, y vale mucho. Con palabras se compran obras. No ai alaja tan vil en esta gran casa del universo que una vez al año no sea menester; y aunque valga poco, hará gran falta. Cada uno habla del objecto según su afecto.

227

No ser de primera impressión. Cásanse algunos con la primera información, de suerte que las demás son concubinas, y como se adelanta siempre la mentira, no queda lugar después para la verdad. Ni la voluntad con el primer objecto, ni el entendimiento con la primera proposición se han de llenar, que es cortedad de fondo. Tienen algunos la capacidad de vasija nueva, que el primer olor la ocupa, tanto del mal licor como del bueno. Quando esta cortedad llega a conocida, es perniciosa, que da pie a la maliciosa industria. Previénense los malintencionados a teñir de su color la credulidad. Quede siempre lugar a la revista: guarde Alexandro la otra oreja para la otra parte. Quede lugar para la segunda y tercera información. Arguye incapacidad el impresionarse, y está cerca del apassionarse.

228

No tener voz de mala voz. Mucho menos tener tal opinión, que es tener fama de contrafamas. No sea ingenioso a costa agena, que es más odioso que dificultoso. Vénganse todos dél, diziendo mal todos dél; y como es solo y ellos muchos, más presto será él vencido que convencidos ellos. Lo malo nunca ha de contentar, pero ni comentarse. Es el murmurador para siempre aborrecido, y aunque a vezes personages grandes atraviessen con él, será más por gusto de su fisga que por estimación de su cordura. Y el que dize mal siempre oye peor.

229

Saber repartir su vida a lo discreto, no como se vienen las ocasiones, sino por providencia y delecto. Es penosa sin descansos, como jornada larga sin mesones. Házela dichosa la variedad erudita. Gástese la primera estancia del bello vivir en hablar con los muertos. Nacemos para saber y sabemos, y los libros con fidelidad nos hazen personas. La segunda jornada se emplee con los vivos: ver y registar todo lo bueno del mundo. No todas las cosas se hallan en una tierra; repartió los dotes el Padre universal, y a vezes enriqueció más la fea. La tercera jornada sea toda para sí: última felicidad, el filosofar.

230

Abrir los ojos con tiempo. No todos los que ven han avierto los ojos, ni todos los que miran ven. Dar en la cuenta tarde no sirve de remedio, sino de pesar. Comiençan a ver algunos quando no ai qué: deshizieron sus casas y sus cosas antes de hazerse ellos. Es dificultoso dar entendimiento a quien no tiene voluntad, y más dar voluntad a quien no tiene entendimiento. Juegan con ellos los que les van alrededor como con ciegos, con risa de los demás. Y porque son sordos para oír, no abren los ojos para ver. Pero no falta quien fomenta esta insensibilidad, que consiste su ser en que ellos no sean. Infeliz caballo cuyo amo no tiene ojos: mal engordará.

231

Nunca permitir a medio hazer las cosas. Gózense en su perfección. Todos los principios son informes, y queda después la imaginación de aquella deformidad, la memoria de avello visto imperfecto no lo dexa lograr acabado. Gozar de un golpe el objecto grande, aunque embaraça el juizio de las partes, de por sí adequa el gusto. Antes de ser todo es nada, y en el començar a ser se está aun mui dentro de su nada. El ver guisar el manjar más regalado sirve antes de asco que de apetito. Recátese, pues, todo gran maestro de que le vean sus obras en embrión. Aprenda de la naturaleza a no exponerlas hasta que puedan parecer.

232

Tener un punto de negociante. No todo sea especulación, aya también acción. Los mui sabios son fáciles de engañar, porque aunque saben lo extraordinario, ignoran lo ordinario del vivir, que es más preciso. La contemplación de las cosas sublimes no les da lugar para las manuales; y como ignoran lo primero que avían de saber, y en que todos parten un cabello, o son admirados o son tenidos por ignorantes del vulgo superficial. Procure, pues, el Varón sabio tener algo de negociante, lo que baste para no ser engañado, y aun reído. Sea hombre de lo agible, que aunque no es lo superior, es lo más preciso del vivir. ¿De qué sirve el saber, si no es plático? Y el saber vivir es hoi el verdadero saber.

233

No errarle el golpe al gusto, que es hazer un pesar por un plazer. Con lo que piensan obligar algunos, enfadan, por no comprehender los genios. Obras ai que para unos son lisonja y para otros ofensa; y el que se creyó servicio fue agravio. Costó a vezes más el dar disgusto que huviera costado el hazer plazer. Pierden el agradecimiento y el don porque perdieron el norte del agradar. Si no se sabe el genio ageno, mal se le podrá satisfazer; de aquí es que algunos pensaron dezir un elogio y dixeron un vituperio, que fue bien merecido castigo. Piensan otros entretener con su eloqüencia y aporrean el alma con su loquacidad.

234

Nunca fiar reputación sin prendas de honra agena. Hase de ir a la parte del provecho en el silencio, del daño en la facilidad. En intereses de honra siempre ha de ser el trato de compañía, de suerte que la propria reputación haga cuidar de la agena. Nunca se ha de fiar, pero si alguna vez, sea con tal arte, que pueda ceder la prudencia a la cautela. Sea el riesgo común y recíproca la causa para que no se le convierta en testigo el que se reconoce partícipe.

235

Saber pedir. No ai cosa más dificultosa para algunos ni más fácil para otros. Ai unos que no saben negar; con éstos no es menester ganzúa. Ai otros que el No es su primera palabra a todas horas; con éstos es menester la industria. Y con todos, la sazón: un coger los espíritus alegres, o por el pasto antecedente del cuerpo o por el del ánimo. Si ya la atención del reflexo que atiende no previene la sutileza en el que intenta, los días del gozo son los del favor, que redunda del interior a lo exterior. No se ha de llegar quando se ve negar a otro, que está perdido el miedo al No. Sobre tristeza no ai buen lance. El obligar de antemano es cambio donde no corresponde la villanía.

236

Hazer obligación antes de lo que avía de ser premio después. Es destreza de grandes políticos. Favores antes de méritos son prueva de hombres de obligación. El favor así anticipado tiene dos eminencias: que con lo pronto del que da obliga más al que recibe. Un mismo don, si después es deuda, antes es empeño. Sutil modo de transformar obligaciones, que la que avía de estar en el superior, para premiar, recae en el obligado, para satisfazer. Esto se entiende con gente de obligaciones, que para hombres viles más sería poner freno que espuela, anticipando la paga del honor.

237

Nunca partir secretos con mayores. Pensará partir peras y partirá piedras. Perecieron muchos de confidentes. Son éstos como cuchar de pan, que corre el mismo riesgo después. No es favor del Príncipe, sino pecho, el comunicarlo. Quiebran muchos el espejo porque les acuerda la fealdad. No puede ver al que le pudo ver, ni es bien visto el que vio mal. A ninguno se ha de tener mui obligado, y al poderoso menos. Sea antes con beneficios hechos que con favores recebidos. Sobre todo, son peligrosas confianças de amistad. El que comunicó sus secretos a otro hízose esclavo dél, y en soberanos es violencia que no puede durar. Desean bolver a redimir la libertad perdida, y para esto atropellarán con todo, hasta la razón. Los secretos, pues, ni oírlos, ni dezirlos.

238

Conocer la pieça que le falta. Fueran muchos mui personas si no les faltara un algo, sin el qual nunca llegan al colmo del perfecto ser. Nótase en algunos que pudieran ser mucho si repararan en bien poco. Házeles falta la seriedad, con que desluzen grandes prendas; a otros, la suavidad de la condición, que es falta que los familiares echan presto menos, y más en personas de puesto. En algunos se desea lo executivo y en otros lo reportado. Todos estos desaires, si se advirtiessen, se podrían suplir con facilidad, que el cuidado puede hazer de la costumbre segunda naturaleza.

239

No ser reagudo: más importa prudencial. Saber más de lo que conviene es despuntar, porque las sutilezas comúnmente quiebran. Más segura es la verdad assentada. Bueno es tener entendimiento, pero no bachillería. El mucho discurrir ramo es de qüistión. Mejor es un buen juizio substancial que no discurre más de lo que importa.

240

Saber usar de la necedad. El mayor sabio juega tal vez desta pieça, y ai tales ocasiones, que el mejor saber consiste en mostrar no saber. No se ha de ignorar, pero sí afectar que se ignora. Con los necios poco importa ser sabio, y con los locos cuerdo: hásele de hablar a cada uno en su lenguaje. No es necio el que afecta la necedad, sino el que la padece. La sencilla lo es, que no la doble, que hasta esto llega el artificio. Para ser bienquisto, el único medio, vestirse la piel del más simple de los brutos.

241

Las burlas sufrirlas, pero no usarlas. Aquello es especie de galantería, esto de empeño. El que en la fiesta se desazona mucho tiene de bestia, y muestra más. Es gustosa la burla; sobrado saberla sufrir, es argumento de capacidad. Da pie el que se pica a que le repiquen. A lo mejor se han de dexar, y lo más seguro es no levantarlas: las mayores veras nacieron siempre de las burlas. No ai cosa que pida más atención y destreza. Antes de començar se ha de saber hasta qué punto de sufrir llegará el genio del sugeto.

242

Seguir los alcances. Todo se les va a algunos en començar, y nada acaban. Inventan, pero no prosiguen: instabilidad de genio. Nunca consiguen alabança, porque nada prosiguen; todo para en parar. Si bien nace en otros de impaciencia de ánimo, tacha de Españoles, assí como la paciencia es ventaja de los Belgas. Estos acaban las cosas, aquéllos acaban con ellas: hasta vencer la dificultad sudan, y conténtanse con el vencer; no saben llevar al cabo la vitoria; pruevan que pueden, mas no quieren. Pero siempre es defecto, de impossibilidad o liviandad. Si la obra es buena, ¿por qué no se acaba?; y si mala, ¿por qué se començó? Mate, pues, el sagaz la caça, no se le vaya todo en levantarla.

243

No ser todo columbino. Altérnense la calidez de la serpiente con la candidez de la paloma. No ai cosa más fácil que engañar a un hombre de bien. Cree mucho el que nunca miente y confía mucho el que nunca engaña. No siempre procede de necio el ser engañado, que tal vez de bueno. Dos géneros de personas previenen mucho los daños: los escarmentados, que es mui a su costa, y los astutos, que es mui a la agena. Muéstrese tan estremada la sagacidad para el rezelo como la astucia para el enredo, y no quiera uno ser tan hombre de bien, que ocasione al otro el serlo de mal. Sea uno mixto de paloma y de serpiente; no mostro, sino prodigio.

244

Saber obligar. Transforman algunos el favor proprio en ageno, y parece, o dan a entender, que hazen merced quando la reciben. Ai hombres tan advertidos, que honran pidiendo, y truecan el provecho suyo en honra del otro. De tal suerte traçan las cosas, que parezca que los otros les hazen servicio quando les dan, trastrocando con extravagante política el orden del obligar. Por lo menos ponen en duda quién haze favor a quién. Compran a precio de alabanzas lo mejor, y de el mostrar gusto de una cosa hazen honra y lisonja. Empeñan la cortesía, haziendo deuda de lo que avía de ser su agradecimiento. Desta suerte truecan la obligación de passiva en activa, mejores políticos que gramáticos. Gran sutileza ésta, pero mayor lo sería el entendérsela, destrocando la necedad, bolviéndoles su honra y cobrando cada uno su provecho.

245

Discurrir tal vez a lo singular y fuera de lo común. Arguye superioridad de caudal. No ha de estimar al que nunca se le opone, que no es señal de amor que le tenga, sino del que él se tiene. No se dexe engañar de la lisonja pagándola, sino condenándola. También tenga por crédito el ser murmurado de algunos, y más de aquellos que de todos los buenos dizen mal. Pésele de que sus cosas agraden a todos, que es señal de no ser buenas, que es de pocos lo perfecto.

246

Nunca dar satisfación a quien no la pedía. Y aunque se pida, es especie de delito, si es sobrada. El escusarse antes de ocasión es culparse, y el sangrarse en salud es hazer del ojo al mal, y a la malicia. La escusa anticipada despierta el rezelo que dormía. Ni se ha de dar el cuerdo por entendido de la sospecha agena, que es salir a buscar el agravio. Entonces la ha de procurar desmentir con la entereza de su proceder.

247

Saber un poco más, y vivir un poco menos. Otros discurren al contrario. Más vale el buen ocio que el negocio. No tenemos cosa nuestra sino el tiempo. ¿Dónde vive quien no tiene lugar? Igual infelicidad es gastar la preciosa vida en tareas mecánicas que en demasía de las sublimes; ni se ha de cargar de ocupaciones, ni de invidia: es atropellar el vivir y ahogar el ánimo. Algunos lo estienden al saber, pero no se vive si no se sabe.

248

No se le lleve el último. Ai hombres de última información, que va por extremos la impertinencia. Tienen el sentir y el querer de cera. El último sella y borra los demás. Éstos nunca están ganados, porque con la misma facilidad se pierden. Cada uno los tiñe de su color. Son malos para confidentes, niños de toda la vida; y assí, con variedad en los juicios y afectos, andan fluctuando, siempre coxos de voluntad y de juizio, inclinándose a una y a otra parte.

249

No començar a vivir por donde se ha de acabar. Algunos toman el descanso al principio y dexan la fatiga para el fin. Primero ha de ser lo essencial, y después, si quedare lugar, lo accessorio. Quieren otros triunfar antes de pelear. Algunos comiençan a saber por lo que menos importa, y los estudios de crédito y utilidad dexan para quando se les acaba el vivir. No ha començado a hazer fortuna el otro quando ya se desvanece. Es essencial el método para saber y poder vivir.

250

¿Quándo se ha de discurrir al revés? Quando nos hablan a la malicia. Con algunos todo ha de ir al encontrado. El es No y el No es . El dezir mal de una cosa se tiene por estimación della, que el que la quiere para sí la desacredita para los otros. No todo alabar es dezir bien, que algunos, por no alabar los buenos, alaban también los malos; y para quien ninguno es malo, ninguno será bueno.

251

Hanse de procurar los medios humanos como si no huviesse divinos, y los divinos como si no huviesse humanos. Regla de gran maestro; no ai que añadir comento.

252

Ni todo suyo, ni todo ageno: es una vulgar tiranía. Del quererse todo para sí se sigue luego querer todas las cosas para sí. No saben éstos ceder en la más mínima, ni perder un punto de su comodidad. Obligan poco, fíanse en su fortuna, y suele falsearles el arrimo. Conviene tal vez ser de otros para que los otros sean dél, y quien tiene empleo común ha de ser esclavo común, o «renuncie el cargo con la carga», dirá la vieja a Adriano. Al contrario, otros todos son agenos, que la necedad siempre va por demasías, y aquí infeliz: no tienen día, ni aun hora suya, con tal excesso de agenos, que alguno fue llamado «el de todos». Aun en el entendimiento, que para todos saben y para sí ignoran. Entienda el atento que nadie le busca a él, sino su interés en él, o por él.

253

No allanarse sobrado en el concepto. Los más no estiman lo que entienden, y lo que no perciben lo veneran. Las cosas, para que se estimen, han de costar. Será celebrado quando no fuere entendido. Siempre se ha de mostrar uno más sabio y prudente de lo que requiere aquel con quien trata, para el concepto, pero con proporción, más que excesso. Y si bien con los entendidos vale mucho el seso en todo, para los más es necessario el remonte. No se les ha de dar lugar a la censura, ocupándolos en el entender. Alaban muchos lo que, preguntados, no saben dar razón. ¿Por qué? Todo lo recóndito veneran por misterio y lo celebran porque oyen celebrarlo.

254

No despreciar el mal por poco, que nunca viene uno solo. Andan encadenados, assí como las felicidades. Van la dicha y la desdicha de ordinario adonde más ai; y es que todos huyen del desdichado y se arriman al venturoso. Hasta las palomas, con toda su sencillez, acuden al omenage más blanco. Todo le viene a faltar a un desdichado: él mismo a sí mismo, el discurso y el conorte. No se ha de despertar la desdicha quando duerme. Poco es un deslizar, pero síguese aquel fatal despeño, sin saber dónde se vendrá a parar, que assí como ningún bien fue del todo cumplido, assí ningún mal del todo acabado. Para el que viene del Cielo es la paciencia; para el que del suelo, la prudencia.

255

Saber hazer el bien: poco, y muchas vezes. Nunca ha de exceder el empeño a la possibilidad. Quien da mucho, no da, sino que vende. No se ha de apurar el agradecimiento, que, en viéndose imposibilitado, quebrará la correspondencia. No es menester más para perder a muchos que obligarlos con demasía. Por no pagar se retiran, y dan en enemigos, de obligados. El Ídolo nunca querría ver delante al Escultor que lo labró, ni el empenado, su bienhechor al ojo. Gran sutileza del dar, que cueste poco y se desee mucho, para que se estime más.

256

Ir siempre prevenido: contra los descorteses, porfiados, presumidos y todo género de necios. Encuéntranse muchos, y la cordura está en no encontrarse con ellos. Ármese cada día de propósitos al espejo de su atención, y assí vencerá los lances de la necedad. Vaya sobre el caso, y no expondrá a vulgares contingencias su reputación: varón prevenido de cordura no será combatido de impertinencia. Es dificultoso el rumbo del humano trato, por estar lleno de escollos del descrédito; el desviarse es lo seguro, consultando a Ulises de astucia. Vale aquí mucho el artificioso desliz. Sobre todo, eche por la galantería, que es el único atajo de los empeños.

257

Nunca llegar a rompimiento, que siempre sale dél descalabrada la reputación. Qualquiera vale para enemigo, no assí para amigo. Pocos pueden hazer bien, y casi todos mal. No anida segura el Águila en el mismo seno de Júpiter el día que rompe con un escaravajo: con la çarpa del declarado irritan los dissimulados el fuego, que estavan a la espera de la ocasión. De los amigos maleados salen los peores enemigos; cargan con defectos agenos el proprio en su afición. De los que miran, cada uno habla como siente y siente como desea, condenando todos, o en los principios, de falta de providencia, o en los fines, de espera; y siempre de cordura. Si fuere inebitable el desvío, sea escusable, antes con tibieza de favor que con violencia de furor. Y aquí viene bien aquello de una bella retirada.

258

Buscar quien le ayude a llevar las infelicidades. Nunca será solo, y menos en los riesgos, que sería cargarse con todo el odio. Piensan algunos alçarse con toda la superintendencia, y álçanse con toda la murmuración. Desta suerte tendrá quien le escuse o quien le ayude a llevar el mal. No se atreven tan fácilmente a dos, ni la fortuna, ni la vulgaridad, y aun por esso el Médico sagaz, ya que erró la cura, no yerra en buscar quien, a título de consulta, le ayude a llevar el ataúd: repártese el peso y el pesar, que la desdicha a solas se redobla para intolerable.

259

Prevenir las injurias y hazer dellas favores. Más sagacidad es evitarlas que vengarlas. Es gran destreza hazer confidente del que avía de ser émulo, convertir en reparos de su reputación los que la amenazavan tiros. Mucho vale el saber obligar: quita el tiempo para el agravio el que lo ocupó con el agradecimiento. Y es saber vivir convertir en plazeres los que avían de ser pesares. Hágase confidencia de la misma malevolencia.

260

Ni será ni tendrá a ninguno todo por suyo. No son bastantes la sangre, ni la amistad, ni la obligación más apretante, que va grande diferencia de entregar el pecho o la voluntad. La mayor unión admite excepción; ni por esso se ofenden las leyes de la fineza. Siempre se reserva algún secreto para sí el amigo, y se recata en algo el mismo hijo de su padre; de unas cosas se zelan con unos que comunican a otros, y al contrario, con que se viene uno a conceder todo y negar todo, distinguiendo los términos de la correspondencia.

261

No proseguir la necedad. Hazen algunos empeño del desacierto, y porque començaron a errar, les parece que es constancia el proseguir. Acusan en el foro interno su yerro, y en el externo lo excusan, con que si quando començaron la necedad fueron notados de inadvertidos, al proseguirla son confirmados en necios. Ni la promesa inconsiderada, ni la resolución errada induzen obligación. Desta suerte continúan algunos su primera grosería y llevan adelante su cortedad: quieren ser constantes impertinentes.

262

Saber olvidar: más es dicha que arte. Las cosas que son más para olvidadas son las más acordadas. No sólo es villana la memoria para faltar quando más fue menester, pero necia para acudir quando no convendría: en lo que ha de dar pena es prolixa y en lo que avía de dar gusto es descuidada. Consiste a vezes el remedio del mal en olvidarlo, y olvídase el remedio. Conviene, pues, hazerla a tan cómodas costumbres, porque basta a dar felicidad o infierno. Excéptanse los satisfechos, que en el estado de su inocencia gozan de su simple felicidad.

263

Muchas cosas de gusto no se han de posseer en propriedad. Más se goza dellas agenas que proprias. El primer día es lo bueno para su dueño, los demás para los estraños. Gózanse las cosas agenas con doblada fruición, esto es, sin el riesgo del daño y con el gusto de la novedad. Sabe todo mejor a privación: hasta el agua agena se miente néctar. El tener las cosas, a más de que desminuye la fruición, aumenta el enfado tanto de prestallas como de no prestallas. No sirve sino de mantenellas para otros, y son más los enemigos que se cobran que los agradecidos.

264

No tenga días de descuido. Gusta la suerte de pegar una burla, y atropellará todas las contingencias para coger desapercebido. Siempre han de estar a prueva el ingenio, la cordura y el valor; hasta la belleza, porque el día de su confiança será el de su descrédito. Quando más fue menester el cuidado, faltó siempre, que el no pensar es la çancadilla del perecer. También suele ser estratagema de la agena atención coger al descuido las perfecciones para el riguroso examen del apreciar. Sábense ya los días de la ostentación, y perdónalos la astucia, pero el día que menos se esperava, ésse escoge para la tentativa del valer.

265

Saber empeñar los dependientes. Un empeño en su ocasión hizo personas a muchos, assí como un ahogo saca nadadores. Desta suerte descubrieron muchos el valor, y aun el saber, que quedara sepultado en su encogimiento si no se huviera ofrecido la ocasión. Son los aprietos lances de reputación, y puesto el noble en contingencias de honra, obra por mil. Supo con eminencia esta lición de empeñar la Católica Reina Isabela, assí como todas las demás; y a este político favor devió el Gran Capitán su renombre, y otros muchos su eterna fama: hizo grandes hombres con esta sutileza.

266

No ser malo de puro bueno. Eslo el que nunca se enoja: tienen poco de personas los insensibles. No nace siempre de indolencia, sino de incapacidad. Un sentimiento en su ocasión es acto personal. Búrlanse luego las aves de las apariencias de bultos. Alternar lo agrio con lo dulce es prueva de buen gusto: sola la dulçura es para niños y necios. Gran mal es perderse de puro bueno en este sentido de insensibilidad.

267

Palabras de seda, con suavidad de condición. Atraviessan el cuerpo las jaras, pero las malas palabras el alma. Una buena pasta haze que huela bien la voca. Gran sutileza del vivir, saber vender el aire. Lo más se paga con palabras, y bastan ellas a desempeñar una impossibilidad. Negóciase en el aire con el aire, y alienta mucho el aliento soberano. Siempre se ha de llevar la voca llena de açúcar para confitar palabras, que saben bien a los mismos enemigos. Es el único medio para ser amable el ser apacible.

268

Haga al principio el cuerdo lo que el necio al fin. Lo mismo obra el uno que el otro; sólo se diferencian en los tiempos: aquél en su sazón y éste sin ella. El que se calçó al principio el entendimiento al revés, en todo lo demás prosigue desse modo: lleva entre pies lo que avía de poner sobre su cabeza; haze siniestra de la diestra, y assí es tan zurdo en todo su proceder. Sólo hai un buen caer en la cuenta. Hazen por fuerça lo que pudieran de grado; pero el discreto luego ve lo que se ha de hazer, tarde o temprano, y execútalo con gusto y con reputación.

269

Válgase de su novedad, que mientras fuere nuevo, será estimado. Aplaze la novedad, por la variedad, universalmente; refréscase el gusto y estímase más una medianía flamante que un extremo acostumbrado. Rózanse las eminencias, y viénense a envejecer; y advierta que durará poco essa gloria de novedad: a quatro días le perderán el respeto. Sepa, pues, valerse dessas primicias de la estimación y saque en la fuga del agradar todo lo que pudiera pretender; porque si se passa el calor de lo reciente, resfriaráse la passión, y trocarse ha el agrado de nuevo en enfado de acostumbrado, y crea que todo tuvo también su vez, y que passó.

270

No condenar solo lo que a muchos agrada. Algo ai bueno, pues satisfaze a tantos; y, aunque no se explica, se goza. La singularidad siempre es odiosa; y quando errónea, ridícula; antes desacreditará su mal concepto que el objecto; quedarse ha solo con su mal gusto. Si no sabe topar con lo bueno, dissimule su cortedad y no condene a vulto, que el mal gusto ordinariamente nace de la ignorancia. Lo que todos dizen, o es, o quiere ser.

271

El que supiere poco, téngase siempre a lo más seguro. En toda profesión; que aunque no le tengan por sutil, le tendrán por fundamental. El que sabe puede empeñarse y obrar de fantasía; pero saber poco y arriesgarse es voluntario precipicio. Téngase siempre a la mano derecha, que no puede faltar lo assentado. A poco saber, camino real; y a toda lei, tanto del saber como del ignorar, es más cuerda la seguridad que la singularidad.

272

Vender las cosas a precio de cortesía, que es obligar más. Nunca llegará el pedir del interesado al dar del generoso obligado. La cortesía no da, sino que empeña, y es la galantería la mayor obligación. No ai cosa más cara para el hombre de bien que la que se le da: es vendella dos vezes, y a dos precios, del valor y de la cortesía. Verdad es que para el ruin es algaravía la galantería, porque no entiende los términos del buen término.

273

Comprehensión de los genios con quien trata: para conocer los intentos. Conocida bien la causa, se conoce el efecto, antes en ella y después en su motivo. El melancólico siempre agüera infelicidades, y el maldiciente culpas: todo lo peor se les ofrece, y no percibiendo el bien presente, anuncian el possible mal. El apassionado siempre habla con otro lenguaje diferente de lo que las cosas son; habla en él la passión, no la razón. Y cada uno, según su afecto o su humor. Y todos mui lejos de la verdad. Sepa descifrar un semblante y deletrear el alma en los señales. Conozca al que siempre ríe por falto, y al que nunca por falso. Recátese del preguntador, o por fácil, o por notante. Espere poco bueno del de mal gesto, que suelen vengarse de la naturaleza éstos, y assí como ella los honró poco a ellos, la honran poco a ella. Tanta suele ser la necedad quanta fuere la hermosura.

274

Tener la atractiva: que es un hechizo políticamente cortés. Sirva el garavato galante más para atraer voluntades que utilidades, o para todo. No bastan méritos si no se valen del agrado, que es el que da la plausibilidad, el más plático instrumento de la soberanía. Un caer en picadura es suerte, pero socórrese del artificio, que donde ai gran natural assienta mejor lo artificial. De aquí se origina la pía afición, hasta conseguir la gracia universal.

275

Corriente, pero no indecente. No esté siempre de figura y de enfado; es ramo de galantería. Hase de ceder en algo al decoro para ganar la afición común. Alguna vez puede passar por donde los más; pero sin indecencia, que quien es tenido por necio en público no será tenido por cuerdo en secreto. Más se pierde en un día genial que se ganó en toda la seriedad. Pero no se ha de estar siempre de excepción: el ser singular es condenar a los otros; menos, afectar melindres; déxense para su sexo: aun los espirituales son ridículos. Lo mejor de un hombre es parecerlo; que la muger puede afectar con perfección lo varonil, y no al contrario.

276

Saber renovar el genio con la naturaleza y con el arte. De siete en siete años dizen que se muda la condición: sea para mejorar y realçar el gusto. A los primeros siete entra la razón; entre después, a cada lustro, una nueva perfección. Observe esta variedad natural para ayudarla y esperar también de los otros la mejoría. De aquí es que muchos mudaron de porte, o con el estado, o con el empleo; y a vezes no se advierte, hasta que se ve, el excesso de la mudança. A los veinte años será Pabón; a los treinta, León; a los quarenta, Camello; a los cinqüenta, Serpiente; a los sesenta, Perro; a los setenta, Mona; y a los ochenta, nada.

277

Hombre de ostentación. Es el lucimiento de las prendas. Ai vez para cada una: lógrese, que no será cada día el de su triunfo. Ai sugetos vizarros en quienes lo poco luze mucho, y lo mucho hasta admirar. Quando la ostentativa se junta con la eminencia, passa por prodigio. Ai naciones ostentosas, y la Española lo es con superioridad. Fue la luz pronto lucimiento de todo lo criado. Llena mucho el ostentar, suple mucho y da un segundo ser a todo, y más quando la realidad se afiança. El Cielo, que da la perfección, previene la ostentación, que qualquiera a solas fuera violenta. Es menester arte en el ostentar: aun lo mui excelente depende de circunstancias y no tiene siempre vez. Salió mal la ostentativa quando le faltó su sazón. Ningún realçe pide ser menos afectado, y perece siempre deste desaire, porque está mui al canto de la vanidad, y ésta del desprecio. Ha de ser mui templada porque no dé en vulgar, y con los cuerdos está algo desacreditada su demasía. Consiste a vezes más en una eloqüencia muda, en un mostrar la perfección al descuido; que el sabio dissimulo es el más plausible alarde, porque aquella misma privación pica en lo más vivo a la curiosidad. Gran destreza suya no descubrir toda la perfección de una vez, sino por brúxula irla pintando, y siempre adelantando; que un realce sea empeño de otro mayor, y el aplauso del primero, nueva expectación de los demás.

278

Huir la nota en todo. Que en siendo notados, serán defectos los mismos realces. Nace esto de singularidad, que siempre fue censurada; quédase solo el singular. Aun lo lindo, si sobresale, es descrédito; en haziendo reparar, ofende, y mucho más singularidades desautorizadas. Pero en los mismos vicios quieren algunos ser conocidos, buscando novedad en la ruindad para conseguir tan infame fama. Hasta en lo entendido lo sobrado degenera en bachillería.

279

No dezir al contradezir. Es menester diferenciar quándo procede de astucia o vulgaridad. No siempre es porfía, que tal vez es artificio. Atención, pues, a no empeñarse en la una ni despeñarse en la otra. No ai cuidado más logrado que en espías, y contra la ganzúa de los ánimos no ai mejor contratreta que el dexar por dentro la llave del recato.

280

Hombre de lei. Está acabado el buen proceder, andan desmentidas las obligaciones, ai pocas correspondencias buenas: al mejor servicio, el peor galardón, a uso ya de todo el mundo. Ai naciones enteras proclibes al maltrato: de unas se teme siempre la traición; de otras, la inconstancia; y de otras, el engaño. Sirva, pues, la mala correspondencia agena, no para la imitación, sino para la cautela. Es el riesgo de desquiciar la entereza a vista del ruin proceder. Pero el varón de lei nunca se olvida de quién es por lo que los otros son.

281

Gracia de los entendidos. Más se estima el tibio de un varón singular que todo un aplauso común, porque regüeldos de aristas no alientan. Los sabios hablan con el entendimiento, y así su alabança causa una imortal satisfación. Reduxo el juizioso Antígono todo el teatro de su fama a solo Zenón, y llamaba Platón toda su escuela a Aristóteles. Atienden algunos a sólo llenar el estómago, aunque sea de broza vulgar. Hasta los soberanos han menester a los que escriven, y teman más sus plumas que las feas los pinceles.

282

Usar de la ausencia: o para el respeto, o para la estimación. Si la presencia desminuye la fama, la ausencia la aumenta. El que ausente fue tenido por León, presente fue ridículo parto de los montes. Deslústranse las prendas si se rozan, porque se ve antes la corteza del exterior que la mucha substancia del ánimo. Adelántase más la imaginación que la vista, y el engaño, que entra de ordinario por el oído, viene a salir por los ojos. El que se conserva en el centro de su opinión conserva la reputación; que aun la Fénix se vale del retiro para el decoro, y del deseo para el aprecio.

283

Hombre de inventiva a lo cuerdo. Arguye excesso de Ingenio, pero ¿quál será sin el grano de demencia? La inventiva es de ingeniosos; la buena elección, de prudentes. Es también de gracia, y más rara, porque el elegir bien lo consiguieron muchos; el inventar bien, pocos, y los primeros en excelencia y en tiempo. Es lisongera la novedad, y si feliz, da dos realces a lo bueno. En los assuntos del juizio es peligrosa por lo paradoxo, en los del ingenio, loable; y si acertadas, una y otra plausibles.

284

No sea entremetido, y no será desairado. Estímese, si quisiere que le estimen. Sea antes avaro que pródigo de sí. Llegue deseado, y será bien recebido. Nunca venga sino llamado, ni vaya sino embiado. El que se empeña por sí, si sale mal, se carga todo el odio sobre sí; y si sale bien, no consigue el agradecimiento. Es el entremetido terrero de desprecios, y por lo mismo que se introduze con desvergüenza es tripulado en confussión.

285

No perecer de desdicha agena. Conozca al que está en el lodo, y note que le reclamará para hazer consuelo del recíproco mal. Buscan quien les ayude a llevar la desdicha, y los que en la prosperidad le davan espaldas, aora la mano. Es menester gran tiento con los que se ahogan para acudir al remedio sin peligro.

286

No dexarse obligar del todo, ni de todos, que sería ser esclavo y común. Nacieron unos más dichosos que otros, aquéllos para hazer bien y éstos para recebille. Más preciosa es la libertad que la dádiva, porque se pierde. Guste más que dependan dél muchos que no depender él de uno. No tiene otra comodidad el mando sino el poder hazer más bien. Sobre todo, no tenga por favor la obligación en que se mete, y las más vezes la diligenciará la astucia agena para prevenirle.

287

Nunca obrar apassionado: todo lo errará. No obre por sí quien no está en sí, y la passión siempre destierra la razón. Substituya entonces un tercero prudente, que lo será, si desapassionado: siempre ven más los que miran que los que juegan, porque no se apassionan. En conociéndose alterado, toque a retirar la cordura, porque no acabe de encendérsele la sangre, que todo lo executará sangriento, y en poco rato dará materia para muchos días de confussión suya y murmuración agena.

288

Vivir a la ocasión. El governar, el discurrir, todo ha de ser al caso. Querer quando se puede, que la sazón y el tiempo a nadie aguardan. No vaya por generalidades en el vivir, si ya no fuere en favor de la virtud, ni intime leyes precisas al querer, que avrá de bever mañana del agua que desprecia hoi. Ai algunos tan paradóxamente impertinentes, que pretenden que todas las circunstancias del acierto se ajusten a su manía, y no al contrario. Mas el sabio sabe que el norte de la prudencia consiste en portarse a la ocasión.

289

El mayor desdoro de un hombre: es dar muestras de que es hombre. Déxanle de tener por divino el día que le ven mui humano. La liviandad es el mayor contraste de la reputación. Assí como el varón recatado es tenido por más que hombre, assí el liviano por menos que hombre. No ai vicio que más desautorize, porque la liviandad se opone frente a frente a la gravedad. Hombre liviano no puede ser de substancia, y más si fuere anciano, donde la edad le obliga a la cordura. Y con ser este desdoro tan de muchos, no le quita el estar singularmente desautorizado.

290

Es felicidad juntar el aprecio con el afecto: no ser mui amado para conservar el respeto. Más atrevido es el amor que el odio; afición y veneración no se juntan bien; y aunque, no ha de ser uno mui temido ni mui querido. El amor introduze la llaneza, y al passo que ésta entra, sale la estimación. Sea amado antes apreciativamente que afectivamente, que es amor mui de personas.

291

Saber hazer la tentativa. Compita la atención del juizioso con la detención del recatado: gran juizio se requiere para medir el ageno. Más importa conocer los genios y las propriedades de las personas que de las yervas y piedras. Acción es ésta de las más sutiles de la vida: por el sonido se conocen los metales y por el hablar las personas. Las palabras muestran la entereza, pero mucho más las obras. Aquí es menester el extravagante reparo, la observación profunda, la sutil nota y la juiziosa Crisi.

292

Venza el natural las obligaciones del empleo, y no al contrario. Por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona. Un caudal con ensanches vase dilatando y ostentando más con los empleos. Fácilmente le cogerán el coraçón al que le tiene estrecho, y al cabo viene a quebrar con obligación y reputación. Preciávase el grande Augusto de ser mayor hombre que Príncipe. Aquí vale la alteza de ánimo, y aun aprovecha la confiança cuerda de sí.

293

De la madurez. Resplandeze en el exterior, pero más en las costumbres. La gravedad material haze precioso al oro, y la moral a la persona. Es el decoro de las prendas, causando veneración. La compostura del hombre es la fachata del alma. No es necedad con poco meneo, como quiere la ligereza, sino una autoridad mui sossegada. Habla por sentencias, obra con aciertos. Supone un hombre mui hecho, porque tanto tiene de persona quanto de madurez. En dexando de ser niño, comiença a ser grave y autorizado.

294

Moderarse en el sentir. Cada uno haze concepto según su conveniencia, y abunda de razones en su aprehensión. Cede en los más el dictamen al afecto. Acontece el encontrarse dos contraditoriamente y cada uno presume de su parte la razón; mas ella, fiel, nunca supo hazer dos caras. Proceda el sabio con reflexa en tan delicado punto; y assí el rezelo proprio reformará la calificación del proceder ageno. Póngase tal vez de la otra parte; examínele al contrario los motivos. Con esto, ni le condenará a él, ni se justificará a sí tan a lo desalumbrado.

295

No hazañero, sino hazañoso. Hazen mui de los hazendados los que menos tienen para qué. Todo lo hazen misterio, con mayor frialdad: camaleones del aplauso, dando a todos hartazgos de risa. Siempre fue enfadosa la vanidad, aquí reída: andan mendigando hazañas las hormiguillas del honor. Afecte menos sus mayores eminencias. Conténtese con hazer, y dexe para otros el dezir. Dé las hazañas, no las venda; ni se han de alquilar plumas de oro para que escrivan lodo, con asco de la cordura. Aspire antes a ser Heroico que a sólo parecerlo.

296

Varón de prendas, y magestuosas. Las primeras hazen los primeros hombres. Equivale una sola a toda una mediana pluralidad. Gustaba aquel que todas sus cosas fuessen grandes, hasta las usuales alajas. ¡Quánto mejor el varón grande deve procurar que las prendas de su ánimo lo sean! En Dios todo es infinito, todo inmenso; assí en un Héroe todo ha de ser grande y magestuoso, de suerte que todas sus acciones, y aun razones, vayan revestidas de una trascendente grandiosa magestad.

297

Obrar siempre como a vista. Aquel es varón remirado que mira que le miran o que le mirarán. Sabe que las paredes oyen y que lo mal hecho revienta por salir. Aun quando solo, obra como a vista de todo el mundo, porque sabe que todo se sabrá; ya mira como a testigos aora a los que por la noticia lo serán después. No se recatava de que le podían registrar en su casa desde las agenas el que desseava que todo el mundo le viesse.

298

Tres cosas hazen un prodigio, y son el don máximo de la suma liberalidad: Ingenio fecundo, juizio profundo y gusto relevantemente jocundo. Gran ventaja concebir bien, pero mayor discurrir bien, entendimiento del bueno. El ingenio no ha de estar en el espinaço, que sería más ser laborioso que agudo. Pensar bien es el fruto de la racionalidad. A los veinte años reina la voluntad, a los trenta el ingenio, a los quarenta el juizio. Ai entendimientos que arrojan de sí luz, como los ojos del linçe y en la mayor escuridad discurren más; ailos de ocasión, que siempre topan con lo más a propósito. Ofrecéseles mucho y bien: felicíssima fecundidad. Pero un buen gusto sazona toda la vida.

299

Dexar con hambre. Hase de dexar en los labios aun con el néctar. Es el deseo medida de la estimación; hasta la material sed es treta de buen gusto picarla, pero no acabarla. Lo bueno, si poco, dos vezes bueno. Es grande la vaxa de la segunda vez: hartazgos de agrado son peligrosos, que ocasionan desprecio a la más eterna eminencia. Única regla de agradar: coger el apetito picado con el hambre con que quedó. Si se ha de irritar, sea antes por impaciencia del deseo que por enfado de la fruición: gústase al doble de la felicidad penada.

300

En una palabra, santo, que es dezirlo todo de una vez. Es la virtud cadena de todas las perfecciones, centro de las felicidades. Ella haze un sugeto prudente, atento, sagaz, cuerdo, sabio, valeroso, reportado, entero, feliz, plausible, verdadero y universal Héroe. Tres eses hazen dichoso: santo, sano y sabio. La virtud es el Sol del mundo menor, y tiene por emisferio la buena conciencia; es tan hermosa, que se lleva la gracia de Dios y de las gentes. No ai cosa amable sino la virtud, ni aborrecible sino el vicio. La virtud es cosa de veras, todo lo demás de burlas. La capacidad y grandeza se ha de medir por la virtud, no por la fortuna. Ella sola se basta a sí misma. Vivo el hombre, le haze amable; y muerto, memorable.