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ArribaAbajoA Lisi


Romance I

ArribaAbajo   Ya, Lisi, ha llegado el tiempo
en que es preciso quejarme,
y que escalen del silencio
mis sentimientos la cárcel.
    No espero yo que mis quejas  5
en tu duro pecho labren,
porque a un corazón de acero
no hay suspiros que le ablanden.
    Quéjome por desahogo
del voraz incendio que arde  10
en mi pecho, a cuya llama
mi vida es pavesa fácil.
    Escucha esta vez siquiera,
si te lo permite el grande
anhelo con que apresuras,  15
el dejarnos y ausentarte;
    y ya que tus gustos llevas
a los sotos y a los valles,
lleva también las memorias
de mis penas y pesares.  20
    Desde que vi tu hermosura
te di culto y vasallaje,
porque no hubo diferencia
entre el verte y adorarte.
    A lo más noble del pecho  25
hice templo de tu imagen,
recompensando lo fino
la humildad del homenaje.
    Desde entonces he vivido,
bien a costa de mis ayes,  30
sacrificado al martirio
de disimular y amarte.
    Pena es ésta tan tirana,
que a la infeliz que la pase,
ni aun los más altos favores  35
son a compensarla parte.
    Es verdad que algunas veces
me sucedió despeñarme
a los torpes desenfados
de diversiones vulgares;  40
    y como el ciego que a impulso
de algún alevoso infame
mide incauto el precipicio
sin conocer su desastre,
    así yo, ciego y confuso  45
con tus luces celestiales,
no era mucho que anduviese
en despeños cada instante.
    Mas, como dentro vivías
de mi corazón amante,  50
no halló otra pasión lugar,
por donde al alma pasase.
    Con esta especie de amor
he vivido tan constante
que no han podido los días  55
disuadirme ni apartarme.
    Y aunque es cierto que no encuentro
para una empresa tan grande
ni méritos que me alienten,
ni ventura que la allanen;  60
    Y aunque a cada paso toco
estorbos insuperables,
no es mi espíritu de aquellos
que aterran dificultades.
    Muchas veces con la envidia  65
he lidiado; pero es fácil
vencer a los que pelean
con sólo incivilidades.
    Hombres que se califican
indignos, si no incapaces,  70
de albergar en su vil pecho
la noble pasión de amarte.
    Tu altivez y mi humildad
tampoco han sido bastantes
para divertir mi empeño  75
ni para desengañarme.
    Al cielo deber quisiera,
tan sólo por agradarte,
las gracias de tu belleza,
las perfecciones de un ángel.  80
   De otro modo ya conozco
el éxito lamentable
de mis tristes pensamientos,
castigados por audaces.
    Pero entre tantas desdichas  85
hallo alivio al acordarme
que las deidades también
suelen tal vez humanarse.
    La diosa de la hermosura
amó a Anquises, cuyo enlace  90
dio a Eneas el noble timbre
de descender de deidades.
    Mas, ¡oh, que en vano me alientan
ejemplos irregulares,
pues no hay razones que valgan  95
cuando la dicha no vale!




ArribaAbajoA Lisi


Romance II

ArribaAbajo   No os atropelléis, traidoras,
mortales desconfianzas,
pues para acabar conmigo
menos diligencia basta.
    Si el humillar a un rendido  5
tenéis por heroica hazaña,
bien puede ser que lo sea,
pero más parece infamia.
    Si ejercierais los rigores
contra locas arrogancias,  10
siempre fuera tiranía,
pero fuera disculpada.
    Pastores tiene la aldea
llenos de soberbia tanta
que parece desafían  15
la fortuna cara a cara.
    En éstos cebar pudierais
vuestra condición tirana,
y perdonar a abatidos
zagales de inferior laya.  20
    Aunque, si bien considero
vuestra terca pertinacia,
tanto insistís en matarme
que parece que os lo pagan.
    Asesinos sois cobardes,  25
que con astucias y mañas
dormís de día, y de noche
redobláis las asechanzas.
    Memorias tristes asustan
mis dichosas esperanzas,  30
que hasta mis propias potencias
se me han vuelto mis contrarias.
    Si alguna vez salgo al soto,
corrido al ver tanta gala,
vuelvo lleno de temores  35
y vergüenza a mi cabaña.
    Pastores me atemorizan,
cuya presunción villana
hace la guerra a los pobres
con esplendidez bastarda.  40
    Entre brillantes pellicos,
disimulan o disfrazan
las torpes, aborrecibles
cualidades de sus almas.
    Ostenten ellos grandezas,  45
que a mí, bien mío, me basta,
para exceder sus aplausos,
la posesión de tus gracias.




ArribaAbajoA la ausencia de Lisi


Romance

ArribaAbajo   Bella pastora del Tajo,
cuya gala y gentileza
dan más mérito a sus ondas
que el oro de sus arenas;
    flora de esos horizontes,  5
que a influjos de tu presencia
en cada flor reproduces
repetidas primaveras;
    Pales de esos verdes sotos,
a cuya rara belleza  10
todo corazón es templo,
toda libertad ofrenda;
    supuesto que de estos campos
tiranamente te ausentas,
donde llevas nuestras almas,  15
lleva también nuestras quejas.
    Si entre tantos mayorales
como a tu deidad obsequian
tiene un humilde zagal,
si no aceptación, licencia,  20
    de un corazón todo tuyo
escucha expresiones tiernas,
y, ya que no compasiva,
muéstrate esta vez atenta.
    Dejástenos... Ya se explican  25
bastante las ansias nuestras,
pues solamente en dejarnos
todos los males nos dejas.
    Lutos viste Manzanares,
y no se halla en sus riberas  30
pastor que no se lamente,
zagal que no gima endechas.
    Por el pastoril avío,
que nos honraba las fiestas,
sólo vestimos gabanes  35
cortados de pieles negras.
    No hay más música en los sotos
que canciones lastimeras,
quejas de tu tiranía,
maldiciones a tu ausencia.  40
    No se escucha en el contorno
voz que lástima no sea,
y hasta al ganado parece
que tiene el mal transcendencia.
    Ya la inquietud bulliciosa  45
de las reses más traviesas
es miserable balido
que adula al que las gobierna.
    El recental más robusto
enfermo pace la hierba,  50
y, más que el sangriento lobo,
daña al hato su tristeza.
    El can, que en continuas luchas
hizo alarde de sus presas,
o yace enfermo en la grama,  55
o no hay hora en que no duerma.
    Los gallardos rabadanes,
antes honor de estas vegas,
en la amarillez del rostro
llevan de su mal las señas.  60
    Y yo, a quien con más razón
tu ausencia infausta atormenta,
la acompaño con mis ansias,
la sigo con mis querellas.
    Escándalo de estos bosques  65
y lástima de estas selvas
son los términos mortales
a que mi furor me lleva.
    Mis reses descarriadas
a porfía se despeñan,  70
y han perdido la memoria
de las más trilladas sendas.
    Quizás por lisonjearme
duelos entre sí fomentan,
que el desatiento del dueño  75
hasta a sus apriscos llega.
    Para aplacar tus desvíos
oficiosas mis ovejas,
y por ser víctimas tuyas,
al sangriento hierro vuelan.  80
    No hay quietud en los rediles
ni en nuestros cotos se encuentran
más que rencillosas luchas
y escandalosas contiendas.
    Todo el campo perturbado,  85
por todas partes no ostenta
más que ominosos indicios
de los males que en él reinan.
    Todo en continuo desorden
estará mientras no vuelvas;  90
vuelve, porque tantos daños
se atajen con tu presencia.
    Pero, ¿para qué procuro
engañar así mis penas,
cuando han de volver contigo  95
tus esquiveces primeras?




ArribaAbajoSatisfacciones a una calumnia


Romance

ArribaAbajo   Mal haya la infame lengua,
hermoso dueño del alma,
que a un mismo tiempo fomenta
tus disgustos y mi infamia.
    Mal haya el indigno pecho,  5
en cuya envidiosa fragua
dieron forja a tal mentira
los celos o mi desgracia;
    y mal haya mi fortuna,
que me prodiga y recata  10
las ocasiones de oírla
y los medios de vengarla.
    Parece que el mundo todo
en mi daño se declara,
como que siente, bien mío,  15
verte tan mal empleada.
    Con ficciones y mentiras
hacerme la guerra trata,
por ser armas, que él conoce,
que yo no sé manejarlas.  20
    Sin apelar a invenciones,
la envidia en mí propio hallara
deméritos que me humillen
y defectos que me abatan;
    y sin recurrir al torpe,  25
villano medio que abraza
de indiciar de sospechosas
de mi fino amor las ansias.
    Quiera el cielo, Lisi mía,
si acaso Fabio te agravia,  30
que de tus hermosos ojos
le falten las luces claras.
    Las lágrimas con que riega
el terso papel que mancha
en pena de su delito  35
le atosiguen las entrañas.
    Estos ardientes suspiros,
con que el ambiente se inflama,
sirvan de hoguera en que el torpe
vil corazón se deshaga.  40
    En tus esquiveces, Lisi,
te encuentre siempre obstinada,
y oiga siempre de tu boca
sólo ultrajes y amenazas.
    El sol sus luces le niegue,  45
su claro cristal el agua,
el aire puro su aliento,
y la tierra su morada.
    Vengativo hierro corte
su fementida garganta,  50
y en su mal nacido pecho
se embote su misma espada.
    Pero bien seguro vive,
mi bien, de desdichas tantas
quien cifra sus glorias todas  55
en idolatrar tus gracias.
    Inventen mis enemigos
imposturas temerarias;
que yo tengo en mi amor tierno
mi inocencia acreditada.  60
    Y entretanto, dueño mío,
desprecia aprensiones vanas,
falsos partos de la envidia,
producciones de la rabia.
    Que primero al firmamento  65
cubrirán del mar las aguas,
que un punto mi amor decline
ni mi fe, Lisi, decaiga.
    Y hasta después de la muerte
unidas nuestras dos almas  70
jeroglíficos serán
del amor y la constancia.




ArribaAbajoConsideraciones de un amante desconfiado


Romance

ArribaAbajo   ¡Qué triste despierta el alba!
¡Qué funestas y qué graves
de las cumbres de los montes
condensadas nubes nacen!
    ¡Qué poco alumbra la clara  5
antorcha del cielo errante,
impedido su esplendor
de nublos y oscuridades!
    ¡Qué mudas están las selvas
y qué callados los valles!  10
¡Qué en silencio los poblados
y cuán en quietud las aves!
    Todo respira tristeza,
todo en torpe sueño yace,
todo es soledad, y todo  15
acompaña a mis pesares.
    ¡Qué mansas corren las fuentes!
¡Qué torpe susurra el aire!
No hay pastor que no sosiegue,
no hay despierto can que ladre.  20
    Quieto el redil, no se escucha
res que rumie ni que bale;
duerme el recental asido
del tierno pezón que lame.
    Sólo yo en tanta quietud  25
no sosiego ni me cabe
más descanso que en suspiros
deshacerme o exhalarme.
    ¿Por qué, Amarilis divina,
contra mí esgrimes crueldades,  30
sabiendo que acá en mi pecho
tiene adoración tu imagen?
    ¿Qué motivo darte pudo
mi fe para que la trates
con desprecios y rigores,  35
con desdenes y desaires?
    No por ser deidad presumas
de cruel y de fiera, que antes
es la piedad atributo
de las supremas deidades.  40
    No dices que me aborreces
porque eres cauta; pero haces
lo que no quisiera hicieses
sólo por desagradarme.
    Tu misma boca me ha dicho  45
que primero que olvidases
mi fineza te darían
muerte tus mismos pesares.
    En mis manos muchas veces
ser mía siempre juraste.  50
¿Cómo tu palabra ultrajas,
sacrílegamente fácil?
    Yo no creo me aborrezcas,
que están mis fidelidades
satisfechas de no haber  55
quien más que yo te idolatre.
    Haber puede más dichoso
alguno, y que por mi ultraje
yo sea el primero en quererte
y él lo sea en agradarte.  60
    Más ricos, más poderosos,
más augustos y más grandes
podrá haber; pero no habrá,
quien sepa más estimarte.
    Yo soy un pastor humilde,  65
tan sólo rico de males,
mas tengo un ánimo noble
y un amor inestimable.
    No creo de ti mudanzas
ni otras traiciones infames;  70
que eres noble, y si me agravias,
a ti misma agravios haces.
    Pero aunque tú me aborrezcas,
me olvides y me maltrates,
jamás en mi encontrarás  75
más que una pasión constante.
    Y lo poco que viviere,
desde el punto que me aparte
de ti, será suspirando
por tormentos que me acaben,  80
    adorando tu hermosura,
idolatrando tu imagen,
que éste es en pechos honrados
el modo de despicarse.




ArribaAbajoInjustas quejas de Amarilis


Romance

ArribaAbajo   Vas, Amarilis, quejosa
de culpas que no te agravian,
como si un vivo deseo
fuera delito en quien ama.
    No siento tanto el desaire  5
con que mi fineza tratas,
como el contemplarle origen
de una culpable mudanza;
    pues en tus ojos mil veces
he leído que pagabas  10
la misma fe que ahora niegas
con obras y con palabras.
    Como si fuese en mi arbitrio
poder apagar las fraguas
en que el corazón amante  15
por ti, Amarilis, se abrasa.
    Si juzgas por tus tibiezas
los excesos de mis ansias,
ellas serán delincuentes,
pero no, como tú, falsas.  20
    Que negases los alivios
a quien fino te idolatra
siempre fuera tiranía
porque fuera injusta paga;
    pero que tanto te irrite  25
que anhele a templar las llamas
en que tu amor me consume
es dar pruebas de inhumana.
    Troquemos de corazones,
a ver si de mis entrañas  30
se comunica a las tuyas
el incendio que tú causas.
    Mas como así desconfío
de amor, cuya fuerza es tanta,
que quizás ya arrepentida  35
te tendrán tus repugnancias.
    Pues tu razón, Amarilis,
es fuerza que te persuada
que fueras menos amable
a ser menos deseada.  40




ArribaAbajoEstado infeliz de quien adora en ausencia, y descripción de los afectos que inspira


Romance

ArribaAbajo   Como ausente de ti, Filis,
vivo en continua zozobra,
siglos duran los instantes,
eternidades las horas.
    ¡Qué largas para el tormento!,  5
¡para el descanso cuán cortas!,
¡para el daño qué ligeras!,
¡para el bien qué perezosas!
    Mil cavilaciones tristes
jamás me dejan a solas  10
y, por ser tristes también,
me acompañan mil memorias.
    De ideas desesperadas
me asiste discorde tropa,
que con inquietud confusa  15
más que me sirven, me acosan.
    De encontrados pensamientos
también mi corte se forma,
que sobre ser preferidos
incesantemente chocan.  20
    Turbio llanto, que a los ojos
el dolor intenso arroja,
perpetuamente preside
mis operaciones todas.
    También me hacen compañía  25
mil suspiros que me ahogan,
mil ayes que me atosigan,
mil ansias que me acongojan.
    Sustos y desasosiegos
continuamente me rondan  30
y alguna vez los temores,
aunque de lejos, me asombran.
    Temores de mis desdichas,
no de tu constancia heroica,
que a sinrazones de Mevio,  35
más cada vez se acrisola.
    Porque aunque es muerte la ausencia,
será en vulgares personas,
que en almas como la tuya
no cabe tan torpe nota.  40
    Tan civiles compañeros,
que duplican mis congojas
y que más que comitiva
parecen fúnebre pompa
    con que a mi enferma ventura  45
ya se disponen las honras,
en fe de que expirará
si tu amor no la recobra,
    han quedado sustitutos
de mis envidiadas glorias.  50
Mira qué médicos, Filis,
para el mal que al alma postra.
    Mira lo que esperar debo
de suerte tan rigurosa,
donde todo gusto falta,  55
donde toda pena sobra.




ArribaAbajoPesares constantemente tolerados, y amenazas y calumnias despreciadas en obsequio de una noble pasión


Romance

ArribaAbajo   Filis, yo vivo muriendo,
que es vida penosa y triste
la del que sin premio sufre
y sin recompensa sirve.
    Y mucho más si por colmo  5
de los males que le afligen
va perdiendo la esperanza
que al más desgraciado asiste.
    Tal es la vida que traigo
y tal es mi suerte, Filis,  10
una y otra, para todos,
sino para mí, insufribles.
    Pues, como yo te idolatro
con fe tan constante y firme,
hasta mis males adoro  15
contemplándote su origen.
    Conozco que a mi desgracia
sólo es justo que acrimine
de estado tan miserable
los términos infelices.  20
    Coronó amor con favores
mis rendimientos humildes;
industria fue para hacer
su privación más terrible.
    No de tu rigor me quejo  25
ni la razón me permite
que achaque a indolencias tuyas
las congojas que me oprimen;
    antes bien, al ver tus penas
es justo que se dupliquen  30
las del alma que te adora,
y al doble me martiricen.
    En medio de los pesares
que ofrece tanto imposible
como el fénix de su hoguera  35
mi constante amor revive;
    porque el fuego que en mi pecho
aras a tu culto erige
no es llama vil que a los soplos
de los estorbos se extingue.  40
    Yo te adoro por destino,
que para amarte y servirte
están de sobra tus gracias
cuando hay estrellas que inclinen.
    Y así, cuando más mi amor  45
culto a tu belleza rinde,
aun de la pensión te indulta
de que siquiera la estimes.
    El odio con torpe lengua
esparza rumores viles  50
y, lastimándome el alma,
mi pasión desacredite.
    Que no teme a la calumnia
el que a la ambición resiste,
y al que le sobra justicia  55
con que su verdad vindique.
    Y así, nada bastará
a hacer que mi amor decline
ni que decline tampoco
el pundonor que me rige.  60
    Y antes se verán los orbes
de sus ejes desasirse
que decaiga esta fineza
con quien ninguna compite.




ArribaAbajoUna buena suerte celebrada con los más agradecidos extremos


Romance

ArribaAbajo   Nunca tuve más amor,
ni más venturoso empleo,
mayor motivo de gozo,
más ocasión de hacer versos;
    pues, rebosando en el alma  5
las venturas que poseo,
es el numen que me inspira,
la misma pasión que siento.
    De Filis correspondido,
no sé cómo no enloquezco,  10
pues me eleva su deidad
donde aún no alcanzó el deseo.
    Bastara, Filis, por paga
admitir mi rendimiento,
pues adorar la belleza  15
es obligación, no obsequio.
    Renunciando en favor mío
de dama y de hermosos fueros,
de contrastar mis desdichas
parece que has hecho empeño.  20
    Pues siendo hasta aquí mi suerte
la ojeriza de los cielos,
sus influjos has vencido
y has vuelto en favor su ceño.
    Ya no temo en las estrellas  25
aspecto aciago y funesto;
pues ¿que han de poder los astros,
donde están tus ojos bellos?
    Ya siempre he de ser dichoso
a pesar de envidia y celos,  30
milagro que a tu deidad
reservo por grande el cielo.
    Ya las pasadas desgracias
delicias son y recreo,
pues has convertido, Filis,  35
en glorias los contratiempos.
    El nombre de esclavo tuyo
me tendrá siempre a cubierto
del insulto de la suerte
que respetará a mi dueño.  40
    Mi voz, antes destinada
sólo a quejas y lamentos,
consagrará a tus elogios
sus agradecidos ecos.
    Y para mostrar al mundo  45
su justo agradecimiento,
donde tú la planta hermosa
pondrá sus labios Hortelio.




ArribaAbajoLas desconfianzas de Filis convencidas de faltas de fundamento


Endechas reales

ArribaAbajo   ¡Posible es, Filis mía,
que te den sentimiento
acciones que no prueban
más que lo puro y fino de mi afecto!
    ¡Atreverse han podido  5
a turbar tu sosiego
unas desconfianzas,
ni de ti dignas, ni que yo merezco!
    Si de mí desconfías,
consulta mis extremos;  10
si del mérito tuyo,
¿por qué, di, no consultas a tu espejo?
    Mi amor está agraviado,
y tu merecimiento;
quéjese mi fortuna,  15
mas, ¿por qué ha de quejarse de ti el cielo?
    ¿El cielo que en ti puso
de su poder y esmero,
como en muestra estudiada,
todas las perfecciones en compendio?  20
    Desde el punto, bien mío,
que amor te hizo mi dueño,
aun las respiraciones
propuse moderar por tus alientos.
    En mis acciones todas  25
tan presente te tengo,
que tu espíritu sólo
es quien las da el impulso y movimiento.
    Tú eres de mis potencias,
Filis, único objeto,  30
y no siendo por Filis,
ni entiendo, ni imagino, ni deseo.
    Ni aun tengo más sentido,
que cuando te contemplo,
y por eso hay quien dice  35
que sólo, Filis, por tus ojos veo.
    Ni hay para mí ocasiones;
pues como está en mi pecho
tan presente tu imagen,
si no mi amor, me atará tu respeto.  40
    Advierte, si es posible
con tales presupuestos,
que el alma se distraiga
a bajos y comunes embelesos.
    Además de que fuera  45
tan grave el desacierto,
como si conmutara
glorias del cielo a penas del infierno.




ArribaAbajoArrepentimiento de un enojo causado de sobra de fineza


Endechas reales

ArribaAbajo   Yo estoy, Filis, muriendo,
y aunque son tan acerbas
las ansias que me afligen,
que fuesen muchas más, mi bien, quisiera.
    Quisiera que a mi daño  5
unidas concurrieran
cuantas penas padecen
las infernales míseras catervas.
    De Sísifo el peñasco
que rodeando elevan  10
a la difícil cumbre,
de donde vuelve a caer, sus vanas fuerzas;
    de Tántalo la angustia,
cuando hambre y sed le aquejan
en medio de las aguas,  15
y al labio las manzanas que desea;
   de Prometeo el buitre,
que, por más que se ceba
en sus entrañas, siempre,
porque dure el dolor, quedan enteras;  20
    de las hijas de Dánae
la ocupación violenta,
castigo del delito,
con que más se ofendió naturaleza;
    de Ixión infelice  25
la formidable rueda,
qué indignas vanaglorias
castiga en él, aunque a otros no escarmienta;
    y, en fin, cuantos tormentos
padecen los que penan,  30
sufriendo la ojeriza
de fuerza inicua o de fortuna adversa.
    Para tu desagravio,
divina Filis bella,
como discreta, hermosa,  35
y mucho más discreta que mil feas,
    quisiera que en mi muerte
se conjurasen. Vieras
con qué gusto moría
una vez que quedases satisfecha.  40
    Delicadezas, Filis,
si bien delicadezas
del más puro amor hijas,
causaron tu disgusto y mi impaciencia;
    que no es fácil, bien mío,  45
si bien lo consideras,
que disgustos de amantes
se originen sino de su fineza.
    Ni fuera tan vidrioso,
si menos fino fuera  50
el amor que dedica
mi tierno corazón a tu belleza.
    ¡Oh, cuán arrepentido
estoy de mi imprudencia,
y cuán breve a mi culpa  55
del castigo llegó la recompensa!
    Apenas de tus ojos
me ausentó mi violencia,
(enojos fementidos
en que se le hace al alma tanta fuerza),  60
    cuando sentí ocupada
del despecho y tristeza
mi triste fantasía,
y quedaron en calma mis potencias.
    Y al verme enajenado,  65
no faltó quien dijera:
«Disgustos son de Filis
los que a Hortelio de sí tanto enajenan.»
    Aunque huí de tu vista,
testigos son tus puertas  70
de mi arrepentimiento,
de que les di en mis lágrimas las muestras;
    que bien pudieron, Filis,
humedecer sus piedras,
según que fueron muchas,  75
y ablandarlas, según que fueron tiernas.
    Respetos que te debo
solamente pudieran
haberme contenido
de hacer de las locuras la más cuerda.  80
    Romperme quise el pecho,
mas como en él te hospedas,
salió luego tu imagen
a reñirme su insulto y mi demencia.
    De tus bondades, Filis,  85
pues estás satisfecha,
en mi agradecimiento
dejará tu perdón estampa eterna.
    Aunque, si bien lo miras,
quien, cual yo, te venera,  90
bien podrá disgustarte,
mas no será posible que te ofenda.




ArribaAbajoA una ausencia esperada y dolorosa


Endechas

ArribaAbajo   Partes, hermosa Filis,
del Tajo a las riberas,
llevando la alegría,
dejando la tristeza.
    Aquella a los pastores  5
que su margen hospeda,
dichosos ya y contentos
con sola tu presencia;
    y ésta a mi pecho amante,
contra quien ya se extreman  10
si no sustos de olvido,
desconsuelos de ausencia.
    Si bien, para matarme
no alcanza menos fuerza
la privación de verte  15
que la mayor ofensa;
    si tú, adorada Filis,
hacérmela pudieras,
si en alma tan noble
cupiese tal bajeza.  20
    Apenas cogí el premio
de mi amorosa pena,
y, dando al amor mismo
envidias tu fineza,
    prometiste ser mía  25
con fe pura y sincera
a pesar de los tiros
del livor y violencia;
    cuando duras razones
de ley tirana y necia  30
te obligan a dejarme,
me obligan a que muera.
    Si viéndote penaba,
al contemplarte ajena,
porque nunca a las dichas  35
el digno a tiempo llega,
    sin verte, ¿cómo pueden
dejar de ser inmensas
las penas que me afligen,
las ansias que me aquejan?  40
   Templabas de tus ojos
con las luces serenas
mis amargas angustias,
mis fatigas acerbas;
    y en sola una mirada  45
hallaba recompensa
el cúmulo de males
que siempre me rodean.
    Al punto que te ausentes,
mis tristes ojos ciegan,  50
pues, ¿ya de qué me sirven
si el verte se les niega?
    Vestirán negros lutos
mis turbadas potencias,
más negros que mi suerte,  55
y más que mis tristezas.
    Quedarán mis sentidos
en noche sempiterna,
hasta que de tus ojos
la luz les amanezca.  60
    Y el alma, abandonando
la posada funesta
de este cuerpo infelice,
irá tras de tus huellas.
    Así pudiera, Filis,  65
seguirlas yo, no fueran
mis temores tan graves,
mis ansias tan violentas.
    Contempla, Filis mía;
cuando así me enajena  70
una ausencia temida,
¡qué hará cuando sea cierta!




ArribaAbajoFinezas de una ausencia sentida y celebrada a un mismo tiempo como oportuno medio de merecer sufriendo


Endechas reales

ArribaAbajo   Ya está verificada,
Filis mía, tu ausencia,
y ya a sufrir empiezo
las que siempre temí mortales penas.
    No son desconfianzas,  5
mi bien, las que me aquejan,
que ni tú las mereces
ni yo puedo abatirme a tal bajeza;
    pues ya que no he logrado
la gloria a que me elevas  10
por mi mérito propio,
no me quiero yo hacer indigno de ella.
    Teman y desconfíen
los que engañando medran,
y por sus viles pechos  15
de los demás calculan las cautelas;
    que el mío, que te adora
con fe tan verdadera,
jamás podrá del tuyo
esperar sino fiel correspondencia.  20
    Ausente de ti vivo.
¿Quién habrá que lo crea?
Mas, ¡ay, que el tener vida
sin verte es mal mayor que si muriera!
    Contra mí se conjuran,  25
declarándome guerra,
los hombres con insultos,
con adversos influjos las estrellas.
    Aquellos me calumnian;
¡indigno estratagema,  30
armas torpes y viles
que sólo infames almas manejan!
    Éstas, para matarme,
armadas se presentan
de razones de estado,  35
que abultan necios y el temor pondera.
    Mas, para resistirlos
está mi fortaleza,
está tu fe constante,
contra quienes no puede vulgar fuerza.  40
    Las horas, Filis mía,
que en dulce concurrencia
por los amantes ojos
reciprocaba amor las almas nuestras,
    son horas de tormento,  45
fastidiosas y eternas,
que mis pasadas glorias
con exceso notable me descuentan.
    Ni duermo, ni reposo.
Pues quién, Filis, sosiega  50
ausente, cuando quiere
cual yo con tal extremo de fineza.
    Apenas Febo ha hecho
su diaria carrera,
dos veces alumbrando  55
este horizonte con sus luces bellas;
    después que tu partida
dejó el alma en tinieblas,
que disipar no pueden
del sol los rayos cuando más flamean;  60
    pero en mi fantasía
son edades inmensas,
siglos interminables
que el amor mide y mis fatigas cuentan.
    Amigos y contrarios,  65
viendo en mi rostro señas
de la aflicción del alma,
del mal se burlan, si es que no se alegran,
    como diciendo: «Hortelio,
padece, sufre y pena;  70
vengados de tus dichas,
con ausentarse, Filis, ya nos deja.»
    Mas, ¡oh, cuánto se engañan
los viles que así piensan,
si piensan que estos males  75
no los abraza el alma y los anhela!
    Y así vengan desdichas,
y desventuras vengan;
que lejos de evitarlas,
la envidia me ha de ver apetecerlas;  80
    pues son, Filis, el medio
que tan sólo me resta
por donde de tus gracias
al alto solio mi humildad ascienda.




ArribaAbajoAmenaza de una fuerza a un amor fino y sentimientos en ella


Endechas reales

ArribaAbajo   Si incremento admitiese
el amor que te tengo,
de Mevio las rudezas
pudieran darle solas incremento;
    mas como ya ha tocado  5
el más heroico extremo,
a proporción me causa
su inicua pretensión dolor inmenso.
    Yo, que del miedo siempre
triunfé, cedo ahora al miedo;  10
y yo, que al temor nunca
el rostro he visto, a cada paso temo.
    ¡Cómo acertó el que dijo
que era del universo
el interés el alma,  15
y lo que a todo daba movimiento!
    Pues como yo en perderte
tanto, Filis, arriesgo,
y en gozar de tu vista
tanto bien, tantas glorias intereso,  20
   cualquiera inconveniente
que asome aun desde lejos
de tal suerte me agita
que quietud, gusto, sueño y vida pierdo.
    No siento el menoscabo  25
de salud y sosiego,
que dar por ti mil vidas
fuera aun tibia expresión de mi deseo.
    Sólo siento, bien mío,
que injusticias de Mevio,  30
de sus fueros usando,
si bien injustos y tiranos fueros,
    intenté... De pensarlo
tan sólo me estremezco.
¡Ay Dios, si así es temido,  35
cuán grande será el mal si fuese cierto!
    Intenten separarnos...
No sé cómo profiero
tan terrible sentencia,
y al proferirla no me caigo muerto.  40
    Para siempre... Mas, ¡cómo
puede dar privilegio
para tal tiranía
ni autorizar tal injusticia el cielo!
    Baste a Mevio la suerte  45
a que el capricho ciego
de la necia fortuna
le eleva sin ningún merecimiento.
    Bástele que algún día
con absoluto imperio  50
pueda mandar... ¡Mal haya,
si llega por mi mal tan triste tiempo!
    ¡Qué bien dicen que siempre
fue el mérito modesto,
y el indigno elevado  55
fue siempre injusto, siempre fue soberbio!
    ¿Con qué servicios, Filis,
conquista tus afectos?
Compara su soberbia
con mis finos y humildes rendimientos,  60
    compara mis fatigas,
compara mis desvelos,
y compara, bien mío,
cuánto, por sólo verte, sufro y peno,
    con su ruda entereza,  65
aun no siendo tu dueño,
con el áspero trato
con que ostenta, aun dudoso, su derecho.
    Verás cuán poco, Filis,
los dos nos parecemos.  70
Mevio todo durezas;
todo pasión, todo humildad Hortelio.
    Y cuán poco merece,
si llegas al cotejo,
gozar de las venturas  75
debidas al amor más verdadero.
    Pero ¿qué importan, Filis,
las razones que alego,
si tú me desamparas
y no entra tu constancia a mi consuelo?  80
    Mas, ¿puedo yo dudarlo,
cuando los dulces ecos
de tus finas promesas
en mi oído recientes aún conservo?;
    y cuando el alma misma  85
parece está diciendo,
con su lenguaje mudo,
por alentarme en tal desasosiego:
    «Hortelio, sufre y ama,
que en Filis, a quien dieron  90
los cielos tantas gracias,
no cabe del olvido el borrón feo.»




ArribaAbajoSentimiento de los males de Filis y quejas de una falta de fortaleza mal interpretable


Endechas reales

ArribaAbajo   ¡Cuántas veces presumo
que son, Filis, tibiezas
los importunos males
que tan acerbamente te molestan!
    ¡Y cuántas he creído  5
que el recato que ostentas
contra curiosos ojos
es disfraz con que ocultas tu indolencia!
    Permite, Filis mía,
que publique mi lengua  10
un mal desconocido
que por nuevo y por grave me atormenta.
    Y, pues tú eres la causa,
da lugar a mis quejas
segura de que, aun siendo  15
quejas que me ocasionas tú, te ofendan.
    Pues es tal el respeto
con que te reverencia
la fe que te dedico,
que ni aun claros agravios le rompieran.  20
    ¡Con qué dolor observo,
Filis, que regateas
favores de tus ojos,
sin cuya luz el alma está en tinieblas!
    ¡Cómo mi amor te culpa  25
advirtiendo desprecias
de hablarme los instantes
que permite curiosa impertinencia!
    ¡Cuánto pesar me causa
juzgar que titubeas  30
en la fe que ofreciste
guardarme con mil sólidas protestas!
    Tormento es insufrible
pensar, Filis, que puedan
temores que no vences  35
la columna rendir de tu firmeza.
    Pues, si flaqueza tanta
tan al principio muestras,
¿cómo estaré sin susto
que tu debilidad tu pasión venza?  40
    Ni a sosegarme bastan
las mismas evidencias
de los atroces celos
que causan tus congojas y mis penas.
    Ni al sentir yo en mí mismo  45
los males que te aquejan,
como que en mis entrañas
los redobla simpática influencia.
    Asegurarme pueden
de mil necias sospechas,  50
que para atormentarme
estuviera de más que fuesen cuerdas.
    Pues es mi desventura,
para que tanto tema,
tan grande... Mas, ¿qué digo?;  55
¿no están por medio, Filis, tus promesas?




ArribaAbajoAmante a quien atormenta su escrupulosidad y apasiona el menor descuido


Endechas reales

ArribaAbajo   ¿Que así, Filis, repitas
heridas a mi alma
cuando ella en adorarte
sus glorias y sus delicias halla?
    ¿Que así me galardones  5
la fe más resignada,
la voluntad más pura
y el ejemplo mayor de la constancia?
    Muriendo estoy, y apenas
puedo creer mi desgracia;  10
y siento las heridas,
dudando sea capaz de ejecutarlas.
    Muero de tus injurias,
que tanto no me acaban,
cuanto al ver que con ellas  15
más te inflamas a ti que a mí me agravias.
    ¡Qué depresión padece
tu opinión y tu fama!
¡Y a cuánto abatimiento
te reduce una acción tan desairada!  20
    Si habías de matarme,
¿por qué me confiabas?
Mátame en hora buena,
pero no sea con tan viles armas.
    Si de mi trato, Filis,  25
por desdicha te cansas,
y los servicios míos
por mi mal, Filis, ya te desagradan,
    usa del privilegio,
que tienes como dama;  30
desengáñame atenta,
no sienta ofensas, sienta tu inconstancia,
   o, pues eres mi dueño,
mi voluntad esclava
despide como inútil,  35
que, si matarme quieres, esto basta.
    Darás de impertinencia
nombre a mis justas ansias.
¡Qué mal, Filis, conoces,
cuánto una gran pasión es delicada!  40
    Los menores descuidos
a quien bien quiere matan;
bien lo prueban las penas
a que un descuido tuyo ha dado causa;
    que así llamarle quiero,  45
porque se satisfaga
mi amor con este engaño,
si cabe engaño en evidencias claras.