Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.




ArribaAbajoEpístola


A Andrés


ArribaAbajo    ¿Quieres casarte, Andrés? ¿O te propones24
a mi dictamen acceder sumiso?
¿Tan dócil es tu amor? ¿O tan dudoso
el mérito será de tu futura
doña Gregoria, que el quererla mucho,  5
o no quererla, de mí voz depende?
En fin, si mi opinión saber deseas
te la diré; pero el asunto es grave
y toca en la moral filosofía,
no se diga de mí, que en delicadas  10
materias uso de pedestre estilo
y frase popular. Tú, que las noches
pasas leyendo la moderna solfa
de nuestros cisnes, y por ella olvidas
de Lope y Laso la dicción, escucha:  15
que en la misiva que a copiarte empiezo,
mi dictamen te doy, no te conjuro.

   «Si, tus abriles, bonancibles años,
»que meció cuna en menear dormido,
»del bostezante sueñecito umbrátil;  20
»huyen, y huyendo, amigo Andrés, no tornan.
»¿Qué nube de esperanzas y deseos
»te halaga en derredor? ¡Ay! teme, teme
»letargoso placer, velar cargoso
»y rugosa inquietud que a par te cercan.  25
»Entra, amigo, en ti mismo, o si te place
»huye dentro de ti; consulta un rato
»la sensatez en lóbrego silencio,
»y hondamente exclamante ella te aleje
»de la deshermandad desamistada,  30
»que los cuidados cárdenos profusa.
»Presto será que el pestilente soplo
»del ejemplo mortal de un mundo infecto,
»arideciendo el alma infructuosa,
»sin esperanza la semilla ahogue  35
»que natura plantó: ni el freno triste,
»ni el helado compás de la prudencia,
»su vividor hervir harán que cese.

   »Todo al tiempo sucumbe: el cedro añoso,
»la dócil caña en gratitud riendo  40
»dulce; como de leve niebla umbría
»el insensato orgullo. Infortunado
»clima aridece ya con sus heladas,
»crujientes pesadumbres, y fraguras,
»el numen invernal; llegan las horas  45
»de hielo y luto, y se empavesa el cielo.
»Salud, lúgubres días, horrorosos
»aquilones, salud; que ya se cubre
»selvosa soledad de nieve fría,
»y el alto sol mirándola se embebe.  50
»Ábrego silvador, cierzo bramante,
»ya la tormenta, excitan borrascosa
»soplan el soplo de venganza, y nubes
»oscuras en los vientos cabalgando,
»bañan y abisman los tranquilos surcos.  55

   »Empero ley primaveral que vuelve,
»dócil se presta al oreante soplo
»del aura matinal; cuanto es so el cielo
»todo anuncia, placer; la etérea playa
»velada en esplendor, colma la selva  60
»de profusión fragante, los soplillos
»del favonio y el beé de las simplillas
»corderas, que yerbilla pastan verde.
»¡Oh coronilla! A ti también te veo,
»y la sien de la espiga; aunque levante  65
»el abrojo su frente ignominiosa.
»Las fuentes, los arroyos saltadores,
»sierpes de nácar, con albores giran;
»forman torcidas calles, y jugando
»con las flores se van. Canta el pardillo  70
»y ledo mira al sol, vuela y se posa,
»o al vislumbrar de la modesta luna,
»le responde la eco solitaria.

   »La estación estival en pos se sigue,
»y el agosto abrasado ahoga las flores  75
»con ardor descollante. Palidece
»el musgoso verdor, oigo quejarse
»en seco son el vértigo del polvo;
»y lo que por doquier bañado en vida
»el céfiro halagaba, estinto yace.  80
»El sol en su hosquedad desjuga el suelo,
»y mientra amiga la espigosa Ceres
»con la pecha del trigo desuraña
»al cultor fatigado; los umbrosos
»frescores, el postrer aliento ríen.  85

   »Luego con sus guirnaldas pampanosas,
»octubre empampanado, en calma frente,
»la alegría otoñal nos da que vuelva;
»a la esperanza la corona el goce,
»y la balanza justa al sol voluble  90
»ya le aprisiona en sus palacios frescos.
»Cefirillo, tal vez enamorado
»de alguna poma, bate el ala, y llega,
»y la besa, y la deja, y toma, y mece
»las hojitas, y bulle, y gira, y para,  95
»y huye, y torna a mecer... Dejad que ciña
»la temulenta sien, ¡oh, ninfas blondas!
»Mil veces Evohé... Cien copas pido,
»y en pos, y a par, y cabe mí colmadlas,
»y otras ciento me dad... Así natura,  100
»las leyes no exorables acatando,
»próvida el perenal destino sigue,
»engranando los seres con los seres;
»que unos de otros en pos, en rauda marcha,
»crecen, y llegan, y los tragan, y huyen.  105

    »¡Ay! ¡Amigo hermanal! Cauto desoye
»luengos transportes y cobarde miedo,
»que a la infantina juventud apena.
»Se alejan ya los intornables días,
»tremolando el terror. Ocia; si es dado;  110
»no quieras zozobrar en el arrollo,
»con los reveses reluchando indócil.
»¿Ves la rueda insociable de fortuna
»resaltar vacilante, en rechinido
»y agudo retiñir? ¿Y cómo torva  115
»la insaciabilidad del oro insomne,
»la avaricia clavó dentro del pecho?
»¿Ves la envidia voraz? ¿Ves la perfidia,
»riendo muertes, profusas protervias,
»y el puñal del desprecio, la ponzoña  120
»de la doblez, los hielos del olvido,
»que la alma fuente del sentir cegaron?
»Heme en fin junto a ti, que ya te tiendo
»un brazo de salud. ¡Ay! No disocies
»a la fiel confianza de tu frente.  125
»Con el destilo escuda la dureza,
»y flecha tu interior con las memorias.
»No el díscolo interés soplando estéril,
»impida de tu pecho al golfo umbrío,
»que en claridad lumbrosa se desnuble.  130

   »El hombre es solo quien guarnece al hombre,
»mi buen Andrés. No marques en oprobio
»tu vivir breve: al sexual cariño
»el brutal apetito rinda el cetro,
»y cubre con tu mano tu deshonra.  135
»Que en cuanto vieres navegar los astros,
»verás, ¡ay, ay, ay, ay! que es llanto el gozo,
»que las pasiones para siempre yacen,
»yacen, sí, yacen; a la tumba lleva
»el frío del no ser; entre orfandades  140
»pasea en espectáculo profundo
»la muerte el carro, y propiciar no puede
»más al mortal que suspirar deseos.»

   ¿Me has entendido, Andrés? Si reconoces
que de tan inhumana jerigonza  145
nada se entiende, y te quedaste a oscuras;
quema tus libros y renuncia al pacto,
y hasta que aprecies el hablar castizo
de tus abuelos solterón te queda;
y que Doña Gregoria determine  150
lo que la esté mejor. Si mi discurso,
enfático, dogmático, trifauce,
te ha parecido bien, y en él admiras
repetido el primor de tus modelos;
no te detengas: cásate esta noche,  155
y larga sucesión te den las Furias.




ArribaAbajoOda


Al nuevo plantío que mandó hacer en la alameda de Valencia el Mariscal Suchet. Año de 1812


ArribaAbajo    Ya la feliz ribera25
       del edetano río
a gozar vuelve su beldad primera,
y los que devastó furor impío
      de Gradivo sangriento,  5
feraces campos gratos a Pomona,
      la amiga paz corona
       con árboles umbrosos,
y ya en su nueva pompa bulle el viento.

   ¡Oh! ¡Prosperen dichosos!  10
Una edad y otra acrecentar los vea
tronco robusto y ramas tembladoras;
y cuando el rayo de la luz febea
       en las estivas horas
el aire enciende, asilo den süaves  15
       y tálamo fecundo
al coro lisonjero de las aves.

   Amor, el dulce Amor, alma del mundo,
aquí tendrá su imperio y monarquía,
y los pensiles dejará de Gnido,  20
la mansión del Olimpo y sus centellas,
      por gozar atrevido,
en la que va a crecer floresta umbría,
los verdes ojos de sus ninfas bellas.

   ¿Quién de sus flechas pudo  25
el pecho defender? Aquí el gemido
del amador escuchará la hermosa;
       el corazón herido,
y el labio honesto a la respuesta mudo;
       aquí de su celosa  30
       pasión las iras breves
(que breves han de ser de amor las iras)
tal vez exhalará con tiernas voces;
y en tanto el son de las acordes liras,
llevado de los céfiros veloces,  35
al canto y danza animará festivo
mientras alta Dictina rompe el velo
nocturno, en carro de luciente plata,
       y con él arrebata
el curso de las horas fugitivo.  40

   Y tú, que viste de tu fértil suelo
       alzarse inútil muro,
abatir la segur antiguos troncos,
de tu corba ribera honor sagrado,
alcázares arder y humildes techos,  45
tronar los bronces de Mavorte roncos,
       envuelta en humo oscuro
tu ciudad bella, y rotos y deshechos
ejércitos, y en sangre amancillado
       tu raudal cristalino,  50
¡oh, padre Turia! Si difunde el cielo
sobre tus campos su favor divino,
de guirnaldas ornándote la frente,
corre soberbio al mar. En raudo vuelo
       dilatará la fama  55
el nombre, que veneras reverente,
del que hoy añade a tu región decoro
       y de apolínea rama
ciñe el bastón y la balanza de oro.
Digno adalid del dueño de la tierra,  60
      de el de Vivar trasunto:
que en paz te guarda, amenazando guerra,
y el rayo enciende que vibró en Sagunto.




ArribaAbajoEpigrama


A Pedancio, autor de una obra en que le ayudaban varios amigos

ArribaAbajo    Pedancio, a los botarates
que te ayudan en tus obras,
no los mimes ni los trates;
tú te bastas y te sobras
para escribir disparates.  5




ArribaAbajoInscripción


Para un retrato del autor remitiéndosele a una señora valenciana

ArribaAbajo    A la Ninfa del Turia ilustre y bella,
mi imagen doy, y el corazón con ella.




ArribaAbajoOda


A la marquesa de Villafranca


Con motivo de la muerte de su hijo el Conde de Niebla


ArribaAbajo    No siempre de las nubes abundante
       lluvia baña, los prados,
ni siempre altera el piélago sonante
bóreas, ni mueve los robustos pinos
sobre los montes de Pirene helados.  5
       A los acerbos días
otros siguen de paz; la luz de Apolo
       cede a las sombras frías,
al mal sucede el bien; y en esto solo,
       los aciertos divinos  10
el hombre ve de aquella mano eterna
       que en orden admirable,
todo lo muda y todo lo gobierna.

   Y tú, rendida a la aflicción y el llanto,
¿durar podrás en luto miserable,  15
sensible madre, enamorada esposa?
       ¿Pudo en tu pecho tanto
la pérdida cruel, que a la preciosa
víctima por la muerte arrebatada,
       otra añadir intentes?  20
Y no será que de tu ruego instada,
la prenda que llevó te restituya,
no, que la esconde en el sepulcro frío.

   Esa vida fugaz no toda es tuya
es de un esposo, que el afán que sientes  25
      sufre, y el caso impío
que de su bien le priva y su esperanza;
       es de tu prole hermosa,
       que mitigar intenta
con oficioso ardor tu amargo lloro,  30
si tanto premio su fatiga alcanza.

   Sube doliente a las techumbres de oro
      el gemido materno,
y en la callada noche se acrecienta.
       La indócil fantasía  35
      te muestra al hijo tierno,
como a tu lado le admiraste un día,
sensible a la amistad, y al heredado
honor; modesto en su moral austera
al ruego de los míseros piadoso;  40
de obediencia filial, de amor fraterno,
       de virtud verdadera
ejemplo no común. Negó al reposo
       las fugitivas horas,
y al estudio las dio; sufrió constante  45
       las iras de la suerte,
cuando no usada a tolerar cadenas
la patria alzó sus cruces vencedoras.
      ¡Oh! Si en edad más fuerte
se hubiese visto, y del arnés armado  50
      en la sangrienta arena.
       ¡Oh, cómo hubiera dado
castigo a la soberbia confianza
      del invasor injusto,
       a su nación laureles,  55
gloria a su estirpe y a su rey venganza!

   Tanto anunciaba el ánimo robusto,
con que en el lecho de dolor postrado,
le viste padecer ansias crueles;
      cuando inútil el arte  60
cedió y confuso, y le cubrió funesta
sombra de muerte en torno. El arco duro
armó la inexorable, al tiro presta,
y por el viento resonando parte
       la nunca incierta vira.  65
Él, de valor, de alta esperanza lleno,
preciando en nada el mundo que abandona,
       reclinado en el seno
de la inefable religión, expira.

   Ya no es mortal: entre los suyos vive;  70
      espléndida corona
       le circunda la frente.
El premio de sus méritos recibe
ante el solio del Padre omnipotente,
de espíritus angélicos cercado,  75
que difunden fragancias y armonía
por el inmenso Olimpo, luminoso.
Debajo de sus pies parece oscuro
el gran planeta que preside el día.
      Ve el giro dilatado  80
que dan los orbes por el éter puro,
en rápidos o tardos movimientos,
verá los siglos sucederse lentos;
      y él, en quietud segura,
       gozará venturoso  85
del sumo bien, que para siempre dura.




ArribaAbajoAlocución


Con que anunció su beneficio Francisco Chiner, primer galán de la compañía cómica de Barcelona, en el año de 1814


ArribaAbajo    Público ilustre, que benigno siempre
sabes suplir la insuficiencia mía,
perdonas el error por el deseo,
y al más cobarde generoso animas:

   Si el don que te presento no es bastante  5
a igualar los afectos que le dictan,
sé que mereces más; pero no alcanzo
la perfección a que mi celo aspira.

   Tiempo será que en esta escena admires
a quien más docto y más feliz te sirva,  10
que la suerte reparte desiguales
las gracias, los talentos y la dicha.

   A mí me dio humildad; con esta solo
esperar debo tu atención benigna.
Danzas hermosas, de vosotras fío  15
que mi esperanza se verá cumplida.

   ¡Hechiceras de amor! En cuyos ojos
la libertad del corazón peligra;
pues el don celestial de hacer felices
es vuestra principal prerrogativa:  20

   ¿Qué harán los hombres si aplaudís piadosas?
Las leyes que dictáis, ellos confirman,
y el orbe entero, en voluntarios nudos,
adora vuestra dulce tiranía.




ArribaAbajoSoneto


Para el retrato de Felipe Blanco, primer Gracioso del teatro de Barcelona


ArribaAbajo    ¿Me veis que serio estoy? Pues no os espante
la adusta gravedad de mi persona,
que adentro tengo el alma juguetona:
diverso de mi genio es mi semblante.

   Prosa o verso me dicten elegante  5
los que suben al cerro de Helicona,
mis gracias aseguran su corona
cuando animo la sátira picante.

   Los que quieren gemir y dar suspiros,
y sus lágrimas compran con dinero,  10
lloren, oyendo heroicidades tristes;

   Mas si queréis vosotros divertiros,
venid a mí, que el amargor severo
de la verdad os disimulo en chistes.




ArribaAbajoEpigrama


A Pedancio

ArribaAbajo    Tu crítica majadera
de los dramas que escribí,
Pedancio, poco me altera;
mas pesadumbre tuviera
si te gustaran a ti.  5




ArribaAbajoSoneto


A la memoria de D. Juan Meléndez Valdés


ArribaAbajo    Ninfas, la lira es ésta que algún día
pulsó Batilo en la ribera umbrosa
del Tormes, cuya voz armonïosa
el curso de las ondas detenía.

   Quede pendiente en esta selva fría,  5
del lauro mismo que la cipria diosa
mil veces desnudó, cuando amorosa
la docta frente a su cantor ceñía.

   Intacta y muda entre la pompa verde,
(solo en sus fibras resonando el viento)  10
el claro nombre de su dueño acuerde.

   Ya que la patria, en el común lamento,
feroz ignora la opinión que pierde,
negando a sus cenizas monumento.




ArribaAbajoOda


Traducción de Horacio

ArribaAbajo    ¡Ay, cómo fugitivos se deslizan,
Póstumo, caro Póstumo, los años!
Ni la santa virtud el paso estorba
de la vejez rugosa que se acerca,
ni de la dura, inevitable muerte.  5
Y aunque a su templo des tres hecatombes
en cada aurora, sacrificio y ruego
Plutón desprecia; a tu lamento sordo.
Él al triforme Gerión y a Ticio
guarda, y los ciñe con estigias ondas  10
que han de pasar cuantos la tierra habitan,
pobres y reyes. Y es en vano el crudo
trance evitar de Marte sanguinoso,
y las olas que en Adria el viento rompe
con sordo estruendo, y vano, en el maligno  15
otoño, el cuerpo defender del austro;
que al fin las torpes aguas del obscuro
Cocito hemos de ver, y las infames
Bélides, y de Sísifo infelice
el tormento sin mí que le castiga.  20
Tu habitación, tus campos, tu amorosa
consorte dejarás. ¡Ay!, y de cuantos
árboles hoy cultivas, para breve
tiempo gozarlos, el ciprés funesto
solo te ha de seguir. Otro más digno  25
sucesor brindará del que guardaste
con cien candados cécubo oloroso,
bañando el suelo de licor, que nunca
otro igual los pontífices gustaron,
en áureas tazas de opulenta cena.  30




ArribaAbajoEpigrama


A un mal bicho

ArribaAbajo    ¿Veis esa repugnante criatura,
chato, pelón, sin dientes, estevado,
gangoso, y sucio, y tuerto, y jorobado?
Pues lo peor que tiene es la figura.




ArribaAbajoSoneto


La despedida


ArribaAbajo    Nací de honesta madre; diome el cielo
fácil ingenio en gracias afluente;
dirigir supo el animo inocente
a la virtud, el paternal desvelo.

   Con sabio estudio, infatigable anhelo,  5
pude adquirir coronas a mi frente;
la corva escena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.

   Dócil, veraz, de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las musas bellas  10
mi pasión fueron, el honor mi guía.

   Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas; adiós, ingrata patria mía.




ArribaAbajoCántico


A nombre de unas niñas españolas, de familia refugiada en Francia. Con motivo de una peligrosa enfermedad de la Marquesa de Ariza.


CORO

ArribaAbajo    Suban al cerco de Olimpo luciente,
eco doliente, lamentos y voces,
lleguen veloces al trono de Dios.

VOZ 1.ª

   Oye, Señor, el ruego fervoroso
       que humildes dirigimos  5
       en aflicción y llanto,
con alma pura y manos inocentes.
Ante tus aras a implorar venimos
favor piedad. ¡Oh! ¡Numen poderoso!
Si súplica mortal merece tanto.  10
Por ti los orbes giran refulgentes,
       por ti naturaleza
existe, y a tu voz la muerte dura
      contiene su fiereza.
¡Ay! No perezca la estimable vida  15
de la que fue nuestro común consuelo,
       en la no merecida,
       constante desventura,
que a nuestros padres a morir condena
       en peregrino suelo;  20
y a nosotras con ellos, desdichadas.
Ella fue nuestro amparo; ella serena
       benigna, generosa,
lágrimas, tantas veces derramadas,
en su favor nuestra niñez reposa.  25
       Si la virtud nos guía,
si las tinieblas del error desvía,
       y aclara nuestra mente
la lumbre del saber, dádiva es suya...
Viva, ¡oh, gran Dios! Tu diestra omnipotente,  30
al mundo, a nuestro amor la restituya.

CORO

   Si la que fiel se ajusta
a tu ley soberana,
en leve sombra y vana
      se debe disipar,  35
   antes la parca adusta,
que la amenaza tenaza fiera,
de crímenes pudiera
      la tierra libertar.




ArribaAbajoSoneto


A la exposición de los productos de industria y artes, hecha en el Palacio del Louvre, en el año de 1819


ArribaAbajo    Hoy que cerrado el templo de Belona26,
abre el suyo benéfica Minerva,
y a sublimes artífices reserva
de esplendor inmortal áurea corona,

   méritos más ilustres ambiciona  5
Galia, en el ocio de la paz que observa,
que cuando para hacer a Europa sierva,
al ímpetu de Marte se abandona.

   Con tales artes, opulenta, fuerte,
y docta, su poder verá temido  10
en este y el antártico hemisferio.

   Mientras su claro príncipe convierte
las leyes santas, pues su don han sido,
a la estabilidad de tanto imperio.




ArribaAbajoOda


En nombre de unas niñas. A los días de la Duquesa de Berwick y Alba


ArribaAbajo    Admite benigna,
Duquesa excelente,
ofrenda que ausente
   tus siervos te dan.

    Hoy alzan humildes  5
sus ojos al cielo;
su amor y su celo
    no vanos serán.

   La voz inocente
al numen agrada;  10
que vuela inspirada
    de puro candor.

   ¡Oh! Llegue a su oído
la súplica nuestra;
prodigue su diestra  15
    en ti su favor.

   Dilate tu vida
en prósperos años;
ni sienta los daños
    del tiempo cruel.  20

   Cual árbol robusto
que dura creciendo,
el aura moviendo
    las flores en él.

   Amante y esposo,  25
ocupe tu lado
aquel fortunado
    mancebo gentil.

   Coronen su frente
laureles de gloria;  30
fatigue a la historia
    mil años y mil.

   Cercada te mires
de prole fecunda;
en ella se funda  35
    la dicha de amor.

   En ella hermanarse
verás fortaleza,
cordura, belleza,
   virtud y valor.  40

   Que al nombre heredado
de ilustres abuelos,
conceden los cielos
   honor inmortal.

   Conceden, que al mundo  45
viviendo famosos,
tus hijos dichosos
    le adquieran igual.

   Por ellos un día
intrépida España,  50
sabrá en la campaña
    lidiar y vencer.

   Y alzando, ofendida,
cruzados pendones,
de osadas naciones  55
    domar el poder.




ArribaAbajoSoneto


A la muerte del excelente actor Isidoro Máiquez


ArribaAbajo    Tú solo el arte adivinar supiste27
que los afectos acalora y calma;
tú la virtud robustecer del alma,
que al oro, al hierro, a la opresión resiste.

   Inimitable actor, que mereciste  5
entre los tuyos la primera palma,
y amigo, alumno, y émulo de Talma,
la admiración del mundo dividiste.

   ¿A quién dejaste sucesor muriendo?
¿De quién ha de esperar igual decoro  10
la escena, que te pierde y abandonas?

   Así dijo Melpóneme, y vertiendo
lágrimas, en la tumba de Isidoro
cetros depone y púrpura y coronas.




ArribaAbajoOda


Traducción de Horacio


ArribaAbajo    ¿De cuál varón o semidiós el canto
      previenes, alma Clío,
en corva lira o flauta resonante?
¿De cuál deidad? A cuyo nombre santo
eco responda alegre, en el umbrío  5
Helicona, o el Pindo, o en la altura
del Hemo helada, en que se vio vagante
selva seguir del tracio la dulzura;
       que el curso detenía
de los torrentes rápidos, usando  10
maternas artes, y al sonoro acento
de sus cuerdas, los árboles movía,
y el ímpetu veloz paró del viento.

   ¿A quién primero ensalzaré cantando,
sino al gran padre, que la estirpe humana  15
y la celeste rige, el mar, la tierra,
      y al variar contino
del tiempo, anima cuanto el orbe encierra?
Él es primero y solo, igual no tiene
       su esencia soberana;  20
si bien segunda en el honor divino,
inmediato lugar Palas obtiene.
Ni a ti, Baco, en batallas animoso
callaré, ni a la virgen cazadora,
      ni a Febo luminoso;  25
diestro en herir con flecha voladora.

   También los triunfos cantaré de Alcides,
y a los hijos de Leda, celebrado
jinete el uno, y en dudosas lides
el otro vencedor, cuya luz clara,  30
luego que al navegante resplandece,
precipita del risco levantado
      la espuma resonante,
      el raudo viento para,
la negra tempestad desaparece,  35
y a su influjo, del mar, en breve instante
      calma el furor terrible.

   Dudo si aplauda al fundador Quirino
después de aquellos, del prudente Numa
      el gobierno apacible,  40
las haces justicieras de Tarquino,
o de Catón la muerte generosa,
los Escauros, y Régulo constante;
      o si de Emilio cante,
       pródigo de la vida,  45
la palma sobre Aníbal obtenida.
Curio, la cabellera mal compuesta:
Fabricio, el gran Camilo, victorioso
adalid a quien dieron sus abuelos
hacienda escasa, y parco, la molesta  50
pobreza toleró. Crece frondoso
con una y otra edad árbol robusto,
así la fama crece de Marcelo;
      y vemos ya en el cielo
brillar de Julio la divina estrella:  55
      cual suele entre menores
lumbres Dictina aparecerse bella.

   Jove saturnio, tú de los mortales
amparo y padre, a quien cedió el destino
      la protección de Augusto;  60
tú reina, y él a ti segundo sea.
O ya sobre los partos desleales,
que amenazan el término latino,
       adquiera triunfo justo,
o en las últimas playas de oriente  65
indos y seres humillados vea;
él, inferior a ti, dé soberano
leyes al mundo. Tú, de Olimpo ardiente
en grave carro oprime las alturas,
y el rayo vengador tu fuerte mano  70
vibre, las selvas abrasando impuras.




ArribaAbajoEpigrama


A una señorita francesa

ArribaAbajo    La bella que prendó, con gracioso reír,
mi tierno corazón, alterando su paz,
enemiga de amor, inconstante, fugaz,
me inspira una pasión, que no quiere sentir.




ArribaAbajoSoneto


Copia de un célebre cuadro de M. Guerin, que se conserva en París, en la galería de Luxembourg


ArribaAbajo    Insta Dido otra vez, Ana presente,
al huésped frigio que en silencio adora,
a que la fuga de Sinón traidora,
y el incendio de Pérgamo la cuente.

   Él, otra vez, de la enemiga gente  5
el falso voto y los ardides llora,
la cólera de Aquiles vengadora,
Héctor sin vida, y Hécuba doliente.

   Pinta el horror de aquella última y triste
noche, y en la sidonia, alta princesa,  10
admiración, temor, piedad excita.

   Y en tanto Amor, que a su regazo asiste,
del dedo ebúrneo que anhelante besa,
el anillo nupcial sagaz la quita.




ArribaAbajoOda


A la muerte de D. Josef Antonio Conde, docto anticuario, historiador y humanista


ArribaAbajo    ¡Te vas, mi dulce amigo28,
la luz huyendo al día!
¡Te vas, y no conmigo!
¡Y de la tumba fría
en el estrecho límite,  5
mudo tu cuerpo está!

   Y a mí, que débil siento
el peso de los años,
y al cielo me lamento
de ingratitud y engaños,  10
para llorarte, mísero
largo vivir me da.

   O fuéramos unidos
al seno delicioso,
que en sus bosques floridos  15
guarda eterno reposo,
a aquellas almas ínclitas,
del mundo admiración:

   O a mí sólo llevara
la muerte presurosa,  20
y tu virtud gozara
modesta, ruborosa,
y tan ilustres méritos
ufana tu nación.

   Al estudio ofreciste  25
los años fugitivos;
y joven conociste
cuánto le son nocivos
al generoso espíritu
el ocio y el placer.  30

   Veloz en la carrera,
al templo te adelantas
donde Temis severa
dicta sus leyes santas;
y en ellas, digno intérprete  35
llegaste a florecer.

   Ciñéronte corona
de lauros inmortales
las nueve de Helicona;
sus diáfanos cristales  40
te dieron, y benévolas
su lira de marfil.

   Con ella, renovando
la voz de Anacreonte,
eco amoroso y blando  45
sonó de Pindo el monte
y te cedió Teócrito
la cala pastoril.

   Febo te dio la ciencia
de idiomas diferentes.  50
El ritmo y afluencia
que usaron elocuentes,
Arabia, Roma y Ática,
supiste declarar.

   Y el cántico festivo,  55
que en bélica armonía
el pueblo fugitivo
al numen dirigía,
cuando al feroz ejército
hundió en su centro el mar.  60

   La historia, alzando el velo
que lo pasado oculta,
entregó a tu desvelo
bronces que el arte abulta,
y códices y mármoles  65
amiga te mostró.

   Y allí, de las que han sido
ciudades poderosas,
de cuantas dio al olvido
acciones generosas  70
la edad que vuela rápida,
memorias te dictó.

   Desde que el cielo airado
llevó a Jerez su saña,
y al suelo derribado  75
cayó el poder de España;
subiendo al trono gótico
la prole de Ismael.

   Hasta que rotas fueron
las últimas cadenas,  80
y tremoladas vieron
de Alhambra en las almenas
los ya vencidos árabes,
las cruces de Isabel.

   A ti fue concedido  85
eternizar la gloria
de los que ha distinguido
la paz o la victoria,
en dilatadas épocas
que el mundo vio pasar.  90

   Y a ti, de dos naciones
ilustres enemigas,
referir los blasones,
hazañas y fatigas,
y de candor histórico  95
dignos ejemplos dar.

   Europa, que anhelaba
de tu saber el fruto,
y ofrecerle esperaba
en aplausos tributo;  100
la nueva de tu pérdida
debe primero oír.

   La parca inexorable
te arrebató a la tumba.
En eco lamentable  105
la bóveda retumba,
y allá en su centro lóbrego
sonó ronco gemir.

   ¡Ay!, perdona, ofendido
espíritu, perdona.  110
Si en la región de olvido
ciñes áurea corona,
y tus virtudes sólidas
tienen ya galardón.

   No de una madre ingrata  115
el duro ceño acuerdes;
que nunca se dilata
la existencia que pierdes,
sin que la turben pérfidas
envidia y ambición.  120




ArribaAbajoSoneto


A D. Luis de Silva, Moziño de Albuquerque, autor de las Geórgicas portuguesas


ArribaAbajo    Cantó el de Mantua con sonoro acento
la cultura del campo y los pastores;
después empresas celebró mayores,
y a Roma alzó durable monumento.

   Tú así, que en el bucólico instrumento  5
ensayaste del arte los primores;
desdeñando las selvas y las flores,
épica trompa harás sonar al viento.

   Sí, que en los fuertes lusitanos dura
el mismo aliento que les dio victoria  10
en los opuestos límites del mundo.

   Y si al valor y a la virtud procura,
Silva, tu verso, inextinguible gloria;
de tu patria serás Marón segundo.




ArribaAbajoOda


Traducción de Horacio

ArribaAbajo    Llevando por el mar el fementido
pastor a Helena en sus idalias naves,
Nereo de los aires la violenta
furia contuvo apenas, y anunciando
hados terribles: en mal hora, exclama,  5
llevas a tu ciudad, a la que un día
ha de buscar con numerosas huestes
Grecia; obstinada en deshacer tus bodas,
y de tus padres el antiguo imperio.
¡Cuánto al caballo y caballero espera  10
sudor y afán! ¡Oh, cuánto a la dardania
gente vas a causar estrago y luto!
Ya, ya previene Palas iracunda
el almete y el égida sonante,
y el carro volador; y aunque soberbio  15
con el favor de Venus, la olorosa
melena trences, y en acorde lira,
grato a las damas, cantes amoroso
verso, nunca será que las agudas
flechas de Creta y las herradas lanzas,  20
funestas a tu amor, huyendo evites;
ni el militar estrépito, ni al duro
Ayax, ligero en el alcance. Tarde
será tal vez; pero ha de ser: que en polvo
tu cabello gentil todo se cubra.  25
¡Ay! ¿No miras al hijo de Laertes
y Néstor el de Pilos, a los tuyos
uno y otro fatal? ¿No ves qué osados
ya te persiguen, Teucro en Salamina
príncipe, y el que vence las batallas  30
y diestro auriga a su placer gobierna
los caballos, lidiando, Steneleo?
Tiempo será que a Merión conozcas
y a Diomedes, más fuerte que su padre.
¿Le ves, que ardiendo en cólera, te busca,  35
te sigue ya? Tú, como el ciervo suele,
si al lobo advierte en la vecina cumbre,
el pasto abandonar; así cobarde
y sin aliento, evitarás su golpe:
y no, no fueron tales las promesas  40
que a tu señora hiciste. La indignada
gente que lleva Aquiles, el funesto
hado de Troya y sus matronas puede
un tiempo dilatar; pero cumplidos
breves inviernos, las soberbias torres  45
arderá de Ilion la llama argiva.




ArribaAbajoSoneto


A Doña L. G. C., premiada en Madrid con una corona de flores por sus adelantamientos en la botánica


ArribaAbajo    Esa guirnalda que enlazó a tu frente,
premio de docto afán, la linda Flora;
de aplauso no mortal merecedora
te anuncia, a la futura hispana gente.

   Lauros le den al adalid valiente,  5
que al golpe de su espada vengadora
triunfa; y su esfuerzo y sus hazañas llora
la humanidad, si el lloro se consiente.

   En tanto que a merced de la fortuna,
cercados de amenazas y temores,  10
los reyes ciñen sus coronas de oro.

   No la que obtienes hoy cede a ninguna:
preciala en mucho, y tus humildes flores
al suelo patrio añadirán decoro.




ArribaAbajoCántico


La Anunciación


VOZ 1.ª

ArribaAbajo       ¿Qué nuncio divino
      desciende veloz,
moviendo las plumas
      de vario color?

VOZ 2.ª

      El bello semblante  5
      en risa bañó,
que inspira alegría,
      disipa temor.

VOZ 1.ª

      El rubio cabello
      al hombro esparció;  10
diadema le ciñe,
       de extremo valor.

VOZ 2.ª

       Ropajes sutiles
      adorno le son,
y en ellos duplica  15
       sus luces el sol.

VOZ 1.ª

¡Feliz habitante
de la alta región!

VOZ 2.ª

¡Alado ministro
del sumo Hacedor!  20

VOZ 1.ª

¡En hora bendita
la tierra te vio!

VOZ 2.ª

Su dicha pendiente
está de tu voz.

VOZ 1.ª y 2.ª

Que tú solo anuncias  25
favores de Dios.

VOZ 3.ª

   Lleva a la santa Nazaret su vuelo
el ángel del Señor, y resplandece
      la estancia de María;
de fragantes aromas se enriquece  30
el aire en torno, y suena melodía
      igual a la del cielo.
La honesta virgen, ruborosa y muda,
se postra absorta al paraninfo hermoso:
ve tanto bien, y merecerle duda.  35
Él, con acento grave y amoroso,
       no temas, no, la dice,
de las hijas de Adán la más felice.
Llena de gracia estás: está contigo
el Dios que adoras inefable, eterno,  40
y el fruto santo que de ti se espera
se ha de llamar Jesús. Dijo, y la esfera
que en luces arde y arreboles de oro,
vuelve a romper con ímpetu sonoro;
y se estremece el enemigo infierno.  45

VOZ 4.ª

   ¡Oh! ¡Instante dichoso
de amor y consuelo,
que la tierra al cielo
para siempre unió!
   Y al Dios poderoso,  50
que truena indignado,
piadoso, humanado,
sumiso le vio.

CORO

    Virgen, madre, casta esposa;
sola tú la venturosa,  55
la escogida sola fuiste,
que en tu seno recibiste
el tesoro celestial.
   Sola tú, con tierna planta,
oprimiste la garganta  60
de la sierpe aborrecida,
que en la humana, frágil vida
esparció dolor mortal.




ArribaAbajoDiálogo


Traducción de Pablo Rolli

ArribaAbajo    ¿Quieres decirme, zagal garrido,
si en este valle naciendo el sol,
viste a la hermosa Dórida mía,
que fatigado buscando voy?
-Sí, que la he visto pasar el puente,  5
y a los alcores se encaminó
un corderito la precedía,
atado al cuello verde listón.
-¿Sólo el cordero la acompañaba?
-También con ella iba un pastor.  10
-¿Lícidas? -Ése, Lícidas era;
más que te asusta ¿Qué mal te dio?
-¡Ay! Vaquerillo, ¡qué feliz eres!
Pues aún ignoras lo que es amor.




ArribaAbajoOda


Traducción de Horacio

ArribaAbajo    No de mi casa en altos artesones
      brilla el marfil ni el oro,
ni columnas, que corta en sus regiones
      apartadas el moro,
sostienen trabes áticas. Ni intruso  5
sucesor, el alcázar opulento
de Pérgamo, ocupé. Nunca labraron
púrpuras de Laconia, para el uso
       de su señor, mis siervas;
      pero vivo contento  10
       de que jamás faltaron
en mí, virtud y numen afluente:
soy pobre; pero el rico a mí se inclina.
Ni pido más a la bondad divina,
ni para que mis fondos acreciente  15
importuno el amigo generoso:
       harto soy venturoso
       con mis campos sabinos.
Una y otra después arrebatadas
huyen las horas y de igual manera  20
las nuevas Junas a morir caminan.
      Tú, cercano a la muerte,
de mármol edificas levantadas
fábricas; olvidado de la tumba;
      y estrecho en la ribera  25
de Bayas, donde el piélago retumba,
      buscas en él cimiento.
¡Qué mucho! Si los términos vecinos
       alteras avariento,
usurpando a tus súbditos la tierra.  30
      Por ásperos caminos
tímidos huyen la mujer y esposo,
      ambos al serio puestos
sus dioses, y sus hijos mal compuestos.
Pues no, no tiene el hombre poderoso  35
      palacio más seguro,
que la mansión del Aqueronte avara:
ella le espera habitador futuro.
¿Para qué anhelas más? Si al que mendiga,
      hambriento y desvalido,  40
y al sucesor del trono, igual prepara
      la tierra sepultura.
Ni el audaz Prometeo el aura pura
volvió a gozar, con dádivas vencido
el que guarda las puertas del Averno.  45
Él aprisiona a Tántalo, y la estirpe
      de Tántalo famosa;
él, de quien sufre angustia dolorosa,
(invocado tal vez, o aborrecido)
el llanto acalla en el horror eterno.  50




ArribaAbajoSoneto


A la Señora M. D., bailarina del teatro de Burdeos


Haciendo la figura d Cupido, en el baile intitulado: Amor en la Aldea


ArribaAbajo    No es el Amor esa deidad hermosa
que veis, como los céfiros, alada,
con puntas de oro y dócil arco armada,
y ceñida la sien de mirto y rosa.

   O en breve sueño su inquietud reposa,  5
o el aire hiende, la prisión burlada;
dulces afectos inspirar la agrada:
triunfa, y castiga o premia generosa.

   Esa es la ninfa, por quien hoy ufano
Garona, ilustra su feliz ribera,  10
de pámpanos ornándose el cabello.

   No es aquel ciego flechador tirano,
que el mundo turba y la celeste esfera,
no es el Amor; que no es Amor tan bello.




ArribaAbajoSilva


A D. Francisco Goya, insigne pintor

ArribaAbajo    Quise aspirar a la segunda vida,
      que agradecido el mundo
al eminente mérito reserva
       de pocos adquirida,
      entre los que siguieron  5
la inspiración de Apolo y de Minerva.
       Vanos mis votos fueron,
vano el estudio, y siempre deseada
la perfección, siempre la vi distante.
       Mas la amistad sagrada  10
quiso dar premio a mi tesón constante,
y a ti, sublime artífice destina
      a ilustrar mi memoria,
dándola duración en tus pinceles,
émulos de la fama y de la historia.  15
      A tanto la divina
arte que sales poderosa alcanza,
a la muerte quitándola trofeos.
       Si en dudosa esperanza
culpé de temerarios mis deseos,  20
tú me los cumples, y en la edad futura,
al mirar de tu mano dos primores
      y en ellos mi semblante,
voz sonará que al cielo te levante
       con debidos honores;  25
venciendo de los años el desvío,
y asociando a tu gloria el nombre mío.




ArribaElegía


A las musas


Arriba    Esta corona adorno de mi frente,
esta sonante lira, y flautas de oro,
y máscaras alegres; que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, y el canto acabe,  5
que fuera osado intento repetirle.
He visto ya como la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.
Sé que negáis vuestro favor divino  10
a la cansada senectud, y en vano
huera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras,
no me neguéis que os agradezca humildes
los bienes que os debí. Si pude un día,  15
no indigno sucesor de nombre ilustre,
dilatarle famoso; a vos fue dado
llevar al fin mi atrevimiento. Solo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo,
a prestarme constancia en los afanes  20
que turbaron mi paz, cuando insolente,
vano saber, enconos y venganzas,
codicia y ambición, la patria mía
abandonaron a civil discordia.

   Yo vi del polvo levantarse audaces  25
a dominar y perecer, tiranos,
atropellarse efímeras las leyes,
y llamarse virtudes los delitos.
Vi las fraternas armas nuestros muros
bañar en sangre nuestra, combatirse,  30
vencido y vencedor, hijos de España,
y el trono desplomándose, al vendido
ímpetu popular. De las arenas
que el mar sacude en la fenicia Gades,
a las que el Tajo lusitano envuelve  35
en oro y conchas; uno y otro imperio,
iras, desorden esparciendo y luto,
comunicarse el funeral estrago.
Así cuando en Sicilia el Etna ronco
revienta incendios, su bifronte cima  40
cubre el Vesubio en humo censo y llamas,
turba el Averno sus calladas ondas;
y allá del Tibre en la ribera etrusca
se estremece la cúpula soberbia,
que da sepulcro al sucesor de Cristo.  45

   ¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro?
¿Quién dar al verso acordes armonías;
oyendo resonar grita de muerte?
Tronó la tempestad: bramó inacundo
el huracán, y arrebató a los campos  50
sus frutos, su matiz; la rica pompa
destrozó de los árboles sombríos;
todas huyeron tímidas las aves
del blando nido, en el espanto mudas;
no más trinos de amor. Así agitaron  55
los tardos años mi existencia; y pudo
solo en región extraña, el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida.

   Breve será, que ya la tumba aguarda
y sus mármoles abre a recibirme;  60
ya los voy a ocupar... Si no es eterno
el rigor de los hados, y reservan
a mi patria infeliz mayor ventura;
dénsela presto, y mi postrer suspiro
será por ella... Prevenid en tanto  65
flébiles tonos, enlazad coronas
de ciprés funeral, musas celestes;
y donde a las del mar sus aguas mezcla
el Garona opulento, en silencioso
bosque de lauros y menudos mirtos,  70
ocultad entre flores mis cenizas.