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Avisos espirituales sacados de la oración y meditación

1. Haz por Dios lo que pudieres, y Dios hará por ti lo que no pudieres.

Cumple las cosas pequeñas, y Dios te ayudará a cumplir las grandes.

2. No dilates el cumplimiento de tus propósitos para adelante, porque si agora no haces lo que puedes, cada día podrás menos.

3. Toma las cosas dulces desta vida por amargas, y las amargas por dulces, y tendrás paz.

4. Ten tu cuidado de Dios, y Dios lo tendrá de ti.

5. Sé liberal con tus hermanos, y Dios lo será contigo.

Dales lo que te piden, y Dios te dará lo que le pides.

6. Si deseas cumplir la voluntad de Dios, ¿para qué atropellas una obediencia por ir presto a otra, pues tienes lo que deseas?

7. Si te turbas interiormente en lo que haces, señal es que pretendes algo propio.

8. En mí nada, en Dios todo.

9. Yo soy el que no soy, Dios es el que es.

10. El verdadero amor de Dios, más quiere padecer aquí que gozar; más beber el cáliz de amargura, que el de dulzura.

El verdadero amor de Dios, más busca la gloria de Dios que la suya propia.

11. El verdadero amor, más quiere dar que recibir; y si desea recibir, es para dar.

El verdadero amor, más quiere amar que conocer; más estima la obediencia que la ciencia.

12. Procura hacer todas y solas las cosas que Dios quiere, y habrás cumplido su voluntad.

13. Procura cumplir la voluntad de Dios con prontitud y puramente por ser voluntad suya, y por hacerle placer, y habrásla hecho en la tierra como en el cielo.

14. Tanto amas a Dios, cuanto te aborreces a ti.

Aquel se aborrece de veras, que huye las honras y regalos, y busca los desprecios y dolores.

15. Elige por compañeros de tu vida la pobreza, desprecio y dolor, porque tales fueron los que para sí escogió Jesucristo Señor Nuestro.

16. Por muchas ocupaciones que tengas, procura hacer cada obra con tanta paz y sosiego interior, como si no vivieras otra cosa que hacer.

Mortifica las congojosas ganas de acabar la obra por pasar a otra, o cualquiera otro hipo demasiado, si no quieres que vaya mal hecha.

Estos dos documentos dichos guarda en el rezar el oficio divino y el rosario y otras devociones; en el decir Misa y prepararte y acción de gracias; en el estudiar, hablar, tratar de negocios, etc.; y aun en el mismo comer.

17. Pon mayor cuidado en los servicios que has de hacer, que en los favores que has de recibir.

Las ansias de recibir favores de Dios inhabilitan para recibirlos, porque son indicios de poca humildad y poca pureza de intención, y entibian el cuidado de hacer, poniéndole demasiadamente en el recibir.

El verdadero humilde tiénese por indigno de todos los bienes, y digno de todos los males; indigno de favores, y digno de castigos.

Si sintieres de ti, de verdad, que merecías estar en los infiernos, ni te quejaras de los males que tienes, ni de los bienes que te faltan.

¿Qué te debe Dios, o qué has tú hecho por él, para que te quejes cuando no te da lo que deseas?

18. Si quieres continuamente acordarte de Dios, procura olvidarte de ti.

Acordarse ha Dios de ti, si te olvidares de ti.

Olvidarme de mí, es olvidarme de mi honra, regalo, salud, vida y consuelos, etiam espirituales, y todo interese, si no es en cuanto Dios quiere que me acuerde para su servicio y mayor gloria.

19. Pon más cuidado en la mortificación que en la contemplación, porque el inmortificado busca la oración y no la halla; pero al mortificado la misma oración le busca y halla.

20. Experimentado he, que temor de niños es castigo de soberbios.

Justicia es de Dios, que quien vanamente y sin por qué se gloria, vanamente y sin por qué tema.

21. Cerca está de lo malo, quien por flojedad se contenta con lo menos bueno.

22. Lejos está de lo malo, quien siempre anda a buscar lo mejor.

23. Dios se descubre al que humildemente se encubre.

Dios se encubre a quien vanamente se descubre.

24. Lenguaje terreno es hablar bien de sí, mal de otros y nunca de Dios.

Lenguaje celestial es hablar mal de sí, bien de otros y siempre de Dios o para Dios.

25. Deja la letra comenzada cuando Dios te llama, porque más vale dejar la cosa bien comenzada que mal acabada.

Entonces Dios te ordena, cuando la obediencia tus propias trazas desordena.

26. Suma miseria es ser rico de conceptos y pobre de afectos, rico de verdades y pobre de virtudes.

27. Hombrecillo, Dispone domui tuae, cras forte morieris: Dispón de tu casa, mañana quizá morirás.

28. Retrato de divinidad es obrar lo bueno con paz sin turbación, con amor sin interese, con magnanimidad sin presunción. Supra fol. 108. (N. 90.)

29. Rentero de maldad, Vide quid agas: cras forte reddes rationem villicationis tuae: Mira lo que haces, que quizá mañana habrás de dar cuenta de tu mayordomía.




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Meditaciones sobre temas de los ejercicios de San Ignacio


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I. Fundamento

1. Fin del hombre. -2. Fin de las criaturas. -3. Indiferencia.


Primero punto es considerar el fin para que fué criado el hombre, que es para servir y amar a Dios en esta vida y gozarle en la otra. Ítem discurrir: quién me crió, por qué me crió, a saber: porque quiso, y para qué me crió, a saber: para servirle; no por su provecho, sino por el mío.

Ponderando, que toda la buena dicha, y honra, y gozo desta vida y de la otra, está en amar a Dios y servirle, que es nuestro fin; y toda nuestra desdicha, descontento y deshonra, está en apartarnos deste fin y perderle.

Y ponderar cómo éste es el fin de mis potencias: de los ojos, lengua, gusto, entendimiento y voluntad; de la salud y vida.

Como quien pregunta a sus ojos: ¿Sabéis para qué os crió Dios? Para ver lo que os puede ayudar a amarle y servirle, et sic de aliis: y así de lo demás. Y confundirme de no lo haber hecho así hasta aquí, y animarme para hacerlo en adelante.

Ítem: fin para que vine a la Religión, a saber: para esto mismo con perfección.

Segundo punto: Considerar el fin para que fueron criadas todas las cosas, fuera del hombre: a saber: para que le ayuden a amar y servir a Dios y salvarse. Las cosas que se perciben con los ojos, oídos; cuantas se gustan, y palpan con las manos; las riquezas, dignidades, oficios, ciencias, regalos, amigos, etc., todo se crió, para que fuese medio de amar a Dios. Y yo, por amar las cosas, he dejado de amar al dador; y, por mi culpa, ellas son causa de entibiarme en el amor y servicio de mi Criador. Avergonzándome desto, y animándome a usar dellas para el fin que Dios las crió.

Ítem: el fin de todas las cosas que trato en la Religión, es para que me ayude a servir a Dios con perfección; a saber: fin del estudio, oficio.

Tercero punto: Ponerme indiferente para todo lo criado, no queriendo más que lo que me ayuda a servir a este Dios: no más, salud que enfermedad, honra que deshonra, etc. Y si me tengo de inclinar, es a lo que más me ayuda, que es trabajo, deshonra, pobreza, etc. Examinar en mi corazón, si hay alguna afición que quite esta indiferencia, y tuerza mi voluntad; y procurar quitarla, para que quede indiferente, como Dios quiere.

Coloquio a Cristo Nuestro Señor, pidiéndole, que, pues vino al mundo a enseñar a los hombres su fin, y el uso de las cosas, y la indiferencia, nos dé luz, amor y fuerzas, para buscar y hallar todo esto.




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II. Ejercicio de los pecados

Composición de lugar.-1. Multitud de los pecados.-2. Quién es el ofensor.-3. Quién es el ofendido.-4. Por qué se le ofende.


Composición de lugar, que puede servir de punto de meditación, es imaginar a su alma dentro deste cuerpo, como está un reo en la cárcel, con una cadena al cuello, con grillos en los pies y esposas en las manos. La cadena del cuello es la multitud de sus pecados, eslabonados unos con otros por todo el discurso de su vida. Los grillos y esposas son las pasiones y hábitos viciosos, que no la dejan obrar con la entera libertad que desea. Y luego, levantar los ojos al cielo, y mirar a Nuestro Dios, Supremo Juez, sentado en su trono, rodeado de millones de ángeles, y que con rostro airado me están mirando.

Primer punto es considerar la multitud de pecados que he cometido y la cadena tan larga dellos que yo mismo he hecho, después que tuve uso de razón, o después que soy religioso; discurriendo por los siete pecados mortales: soberbia, gula, avaricia, lujuria, ira, envidia, pereza. Ponderando que cada día he pecado, y cada día muchos pecados, y en todas materias (como quien hace una confesión general coram Deo, en presencia de Dios), ponderando en cada uno, una cadena de innumerables eslabones; en la soberbia, tantas vanaglorias, ambiciones, hipocresías, jactancias; vanas pompas en letras, en linaje, en virtud, en todo género de cosas; etc., et sic de aliis: y así en lo demás, por todo el discurso de la vida.

Y luego, levantar los ojos a Dios, mirándole, airado contra mí, y con mucha razón, por ver mi protervia y porfía en añadir culpas a culpas; y con vergüenza decirle: Peccavi super numerum arenae maris, et non sum dignus respicere altitudinem caeli, etc. Pequé sobre el número de las arenas del mar, y no soy digno de levantar mis ojos a lo alto. Pero confiando en que son más infinitas sus misericordias, decirle: Propter nomen tuum, Domine, propitiaberis peccato meo, multum est enim: Por tu nombre, Señor, me perdonarás mi pecado, que es muy grave. (Ps., 24, 11).

Segundo punto es considerar quién soy yo, el que he ofendido a Dios con estos pecados, y las razones que de parte mía había para no los hacer. Las obligaciones son: 1.ª en cuanto hombre; 2.ª en cuanto cristiano; 3.ª en cuanto religioso; 4.ª sacerdote.

Primero, porque soy hechura de Dios, criado a imagen y semejanza suya, y así estaba obligado a servir a mi Criador; pero, en vez desto, le he injuriado, y borrado esta imagen suya con mis pecados.

Segundo, soy esclavo de Jesucristo, comprado con su sangre preciosa, y el esclavo no se había de ocupar sino en servir a su Señor; y yo me he ocupado en ofenderle y servirle flojísimamente.

Tercero, soy religioso, dedicado todo al servicio de Dios, y profeso esto. Pues ¿qué mayor miseria, que profesar fe de cristiano, y vivir vida de profano?, ¿tener estado de religioso y vida de seglar?; ítem, ¿tener estado de religioso y de perfección, y no tratar dello? Considerar el desorden desta vida que he vivido; cómo, finalmente, es suma locura, creer lo que creo y vivir como vivo. Creer que el alma es inmortal y que hay juicio, etc., y vivir tan descuidado. Y en cada consideración destas, alzar los ojos a ver a mi Juez indignado, reconociendo la razón que tiene para estarlo; y pedirle misericordia, etc.

Tercero punto es considerar quién [es] Dios, el ofendido, y las razones que hay de su parte para no le ofender.

Primero, por ser infinita Bondad, Sabiduría, Potencia, etc., digno de ser servido y amado y respetado con infinitos servicios, si fuera posible. Pues, ¿qué mayor maldad que ofenderle y servirle tan mal?

Segundo, por ser Bienhechor infinito que nunca cesa de hacernos singulares mercedes, contándolas todas. Es Criador, Conservador, Redentor, Proveedor, etc. Pues ¿qué ingratitud puede haber mayor que ofender a un tan gran Bienhechor? Estos beneficios se pueden reducir a las cuatro cabezas arriba dichas; a saber: hombre, cristiano, religioso, sacerdote.

Cuarto punto es considerar por qué he ofendido a Dios; a saber: por un regalo de la carne, o un punto de honra mundana, o un interese temporal, que todo se acaba; por cumplir mi voluntad y gusto, o salir con la mía, etc.

Ponderando, pues, estas tres cosas, quién es el que ofende, quién el ofendido, y por qué es ofendido, se conoce la gravedad de la ofensa; y alzando los ojos al juez, se ve cuánta razón tiene de estar indignado.

Y imaginar que me dice: Obstupescite, caeli, etc.: duo mala fecit populus meus; me dereliquerunt, fontem aquae vivae, et foderunt sibi cisternas dissipatas, quae non valent continere aquas: Pasmaos, cielos; dos males hizo mi pueblo: a mí me dejaron, fuente de agua viva, y se fabricaron aljibes rotos, que no pueden contener las aguas. (Jer., 2, 12.)

Coloquio a Cristo Crucificado, ponderando todas sus llagas, como castigos de mis culpas y juntamente medicinas dellas; y pedirle perdón, etc.




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III. Ejercicio de las tres potencias

1. Pecado de los Ángeles. -2. Pecado de Adán. -3. Pecado propio. -Tres consideraciones en cada uno.


Primero punto, cerca del pecado de los Ángeles.

Primera consideración, cuán liberal se mostró Dios con ellos; criándolos a su imagen y semejanza, llenos de ciencia, de gracia, caridad y virtudes, en el cielo empíreo, con promesa de eterna bienaventuranza. Y el fin para que les crió fué a el que está en el Fundamento.

Segunda: cuán ingratos y soberbios fueron, envaneciéndose con los dones, no se sujetando a quien se los dió, deseando mayorías y excelencias, no se aprovechando de la luz, ni ciencia, ni virtudes que tenían.

Tercera: cuán terrible y severo fué Dios en castigarlos, quitándoles [los] dones gratuitos, echándoles del cielo, arrojándolos como rayo al infierno, adonde están y estarán en suma deshonra y miseria, ardiendo en fuegos, etc.; y todo esto, por un pecado de soberbia; de todo haciendo reflexión para mi provecho.

Segundo punto: del pecado de Adán. Otras tres consideraciones semejantes. Primera, cuán liberal se mostró con él, criándole a imagen y semejanza suya, en gracia y justicia original, inmortal, impasible, etcétera.

Segunda, cuán ingrato fué a Dios, obedeciéndole por dar contento a su mujer, deseando ser como Dios, etc.

Tercera, cuán terrible [fué] Dios en castigarle, despojándole de la justicia y dones gratuitos, echándole del Paraíso, sujetándole a la muerte, etc.

Tercero punto, cerca del pecado propio. Otras tres consideraciones.

Primera, cuán liberal se ha mostrado Dios conmigo, criándome a su imagen y semejanza, justificándome en el bautismo, poniéndome en el paraíso de la Iglesia y Religión, etc.

Segunda, cuán ingrato he sido contra Dios, con soberbia y desobediencia: -hic, aquí, contar todos mis pecados-, haciéndole guerra con sus dones, siguiendo mi voluntad propia, por hacer placer a mi carne, etc.

Tercera, cuán terrible será en castigarme si no me enmiendo, quitándome sus dones, desamparándome, etc.

Coloquio a Cristo Crucificado, mirando su humildad y obediencia, y pidiéndole gracia para imitarle. Ponderando: primero, la excelencia de la Persona y su inocencia; segundo, la terribilidad de lo que padece por mis pecados; tercero, lo que me castigará a mí por ellos, pues así castigó al inocente.

Aliud: (otro plan)

Primero: cuán liberal ha sido Dios conmigo, haciéndome beneficios infinitos en número y en grandeza, discurriendo por todos ellos: y luego, considerar cuán ingrato he yo sido, haciendo contra Él ofensa infinitas en número y en gravedad, discurriendo por todas ellas, por los siete pecados capitales.

Segundo: cuán terrible se podía mostrar en castigarme por estos pecados, como a ingrato. Aquí se han de traer los ejemplos del pecado de los Ángeles y Adán.

Tercero: Nuestro Señor permite los pecados, para descubrir uno de los atributos: O la rigurosa justicia en castigarlos con castigo eterno, o la infinita misericordia en perdonar sus injurias: primum, lo primero, en los Ángeles malos, Sodoma, Judas; secundum, lo segundo, en David, San Pedro, el buen ladrón.

Mirando mis pecados temblaré si han de ser objeto de la divina justicia o de su misericordia; si tengo de ser vaso de ira y de afrenta, o de misericordia y honra. Lo que de mío merezco es el rigor de la justicia: sed: Non intres in judicium cum servo tuo, etc.: pero: No entres en juicio con tu siervo. (Ps., 142, 2): Domine, ne infurore tuo arguas me, etc.: Señor, no me arguyas en tu furor, etc. (Ps., 6, l.)




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IV. Ejercicio para tener confusión y contrición de los pecados, por la consideración de las grandezas y atributos de Dios Nuestro Señor, y para tener el propio conocimiento

1. Inmensidad y Sabiduría infinita de Dios. -2. Omnipotencia. -3. Infinita Bondad. -4. Terribilidad en el castigar.


Primero punto: estriba en la consideración de la Inmensidad y Sabiduría infinita de Dios, con su pureza suma. Imaginando que Dios Nuestro Señor es una sustancia de inmensa grandeza, extendida por todo este mundo, y toda llena de ojos, para ver cuanto se piensa, dice y hace en todos los rincones dél; y de ojos tan limpios, que no pueden sin asco mirar la maldad.

Y imaginarme a mí, como un gusanillo o arador, dentro desta Divina Inmensidad, tan llena de ojos, y que dentro della, y a vista suya, hice todos los pecados pasados, y hago los presentes, provocándole con ellos a enojo, asco y vómito. Similiter: semejantemente, dentro dél se hacen todos los hurtos, adulterios, etc.

Y confundirme de mi atrevimiento, y desvergüenza, y descortesía, espantándome de que me haya sufrido cabe Sí, y estar en su presencia. Y pedirle perdón, y renovar fervorosamente el propósito de nunca hacer cosa que ofenda a sus limpísimos ojos, y que no se pueda hacer en su presencia. Ítem, mirarme a mí como a un gusanillo o un arador, en comparación de tanta inmensidad, y anihilarme en su presencia, y confundirme de haberme atrevido a ofenderle.

Segundo punto: estriba en la consideración de la Omnipotencia de Dios.

Mirando cómo está en todas las criaturas deste mundo, dándoles su ser, y concurriendo con ellas a todas sus operaciones, de modo que, sin el concurso de la Omnipotencia de Dios, ni tendrían ser, ni podrían obrar, ni ver, ni oír, ni hablar, ni entender, etc.

Y imaginarme a mí dentro desta Omnipotencia Divina, y que al tiempo que pecaba, o peco, uso de la divina Omnipotencia, para ver, o hablar, o hacer la cosa que le ofende. Y es tanta su Bondad, que por conservar mi libertad, no me niega su concurso, ni le niega a las demás criaturas de que uso mal; concurre con el manjar para que dé sabor a mi gusto, aunque el tal gustar sea prohibido, etc.

Y confundirme aquí mucho más de mi loco atrevimiento, que llegué a hacer guerra a Dios con el mismo poder de Dios, y a aprovecharme de su ayuda para la cosa que es su injuria. Y espentarme de la Bondad infinita deste Dios, cómo me da este concurso, tan liberal y prontamente para todo cuanto yo quiero. Y renovar un propósito fervoroso de no usar más dél para cosa que sea contraria a su voluntad.

Tercero punto: estriba en la consideración de la infinita Bondad y Caridad de nuestro Dios.

Mirando cómo este Dios es una Bondad infinitamente amable de todas sus criaturas, y infinitamente amadora y bienhechora universal de todas ellas.

Estos son los tres motivos de amar a una persona: porque es buena, porque me ama, porque me hace bien. Luego, si Dios es bueno infinitamente, y la misma bondad y hermosura, y si nos ama con infinito amor, y nos hace bien, con infinitos beneficios, digno es de que le amemos con todo el amor que nos fuere posible.

Siendo esto así, convertirme a mí, y ponderar lo que hice cuando pequé, aborreciendo al infinitamente amable, al que infinitamente me amaba, y al que infinitamente era bienhechor mío, confundiéndome y espantándome de mi ingratitud y ceguedad, de mi dureza de corazón; y renovando el deseo y propósito de amar de aquí adelante esta Bondad suma, de ocuparme siempre en alabarle, bendecirle, obedecerle y servirle, por quien Él es, doliéndome de lo mal que hasta aquí he procedido.

Tengo de ponderar los beneficios generales y especiales, y cómo cada pecado es contra ellos.

Cuarto punto (para [si] los tres no bastaren), será considerar la terribilidad de Dios en castigar los pecados que se hacen contra su ley y en los que no, por ejemplos, a saber: por el castigo de los pecados de los ángeles, de Adán, del diluvio, de los sodomitas, de Datán y Abirón, y finalmente por la Pasión de su Hijo; y después de todo esto, por un infierno eterno.

Esto estriba en la consideración del atributo de su Justicia rigurosa, porque es sumamente justiciero y castigador de los que no se aprovechan de su bondad y misericordia.




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V. Ejercicio de los pecados y del propio conocimiento

1. ¿Quién es Dios para conmigo? -2. ¿Quién es Dios en sí? -3. Locura del pecador.


Primero punto es considerar quién ha sido Dios para conmigo, y quién he sido yo para con Él, y cuál es razón que sea de aquí adelante.

Dios para conmigo, desde el punto que me crió, cada hora y momento me ha hecho millares de beneficios naturales y sobrenaturales, y aun antes que naciese los tenía hechos, y ab aeterno quiso hacerlos: discurriendo por ellos.

Yo para con Dios, desde que tuve uso de razón hasta hoy, nunca se pasó día, ni aun hora quizá, de vigilia, en que no hiciese muchos pecados y graves, pagando beneficios con ofensas. Ponderando esta ingratitud y maldad, y animándome a la satisfacción y enmienda, etc.

De aquí, sacar, lo tercero, cuál tengo de ser de aquí adelante, etc.

Segundo punto, quién es Dios en sí, discurriendo por los tres atributos, ut infra: como abajo: y quién soy yo. Dios, infinitamente sabio, que todo lo ve, y en su presencia se hacen las culpas; omnipotente, que todo lo puede y conserva, etc.; bonísimo, digno de ser amado con infinito amor de todas sus criaturas. Yo, un gusanillo, que, de mío, soy nada; lleno de pecados, ignorancias y flaquezas: de mío nada sé, nada puedo, nada valgo, sino es pecar. Y con ser tal, me atrevo contra Dios, y no amo a tal bondad, ni tiemblo de tal poder, ni me avergüenzo de ser tal delante de quien me ve, etc. Sacando confusión y enmienda, etc.

Tercero punto. Ponderar cuánta locura es, que, creyendo lo que creo de Dios y de mí, viva como vivo, y que la vida desdiga tanto de la fe. V. gr.: creyendo que mi alma es inmortal, y que hay juicio, fuego, premio, y todo eterno, y Dios que lo ve y lo ha de juzgar según ello, suma locura, etc. Procurar desengaño, y que la vida se conforme con la fe.




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VI. Segundo ejercicio del propio conocimiento

Sobre aquellas palabras: Nisi conversi fueritis et efficiamini sicut parvuli, non intrabitis in regnum caelorum: Si no os trocareis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. (Mat. 18, 3.)

De infantibus, Dominus: Talium est enim regnum caelorum: De los niños, el Señor: Porque de los tales es el reino de Dios. (Luc., 18, 16.)

1. Imaginarme como un niño recién nacido. -2. Engaños en esta materia y sus peligros y daños. -3. Como el niño, no debo reparar en nada del mundo.


Primero punto. Puesto en la presencia de Dios, imaginarme como un niño recién nacido que: primero, si está sucio no se puede limpiar, si no le limpian; segundo, si está caído en tierra, no se puede levantar, si no le levantan; tercero, si está en pie, no se puede tener, si no le tienen, ni andar paso, si no le llevan; cuarto, si tiene hambre, no puede comer, si no se lo dan; quinto, si tiene frío, o cualquiera otro trabajo, o peligro de enemigos, no se puede librar si no le libran, ni defenderse si no le defienden; sexto, y por remate de sus miserias, ni sabe pedir lo que le falta, ni aun lo conoce para pedirlo.

Pero todo esto suple la piedad y amor de la madre con su providencia maternal.

Tal soy yo, de mío, como este niño, y en tal figura me tengo de poner, aplicándome las seis cosas dichas. Si estoy sucio con culpas, no me puedo yo limpiar dellas, si Dios no me limpia; si estoy caído en tierra, con aficiones terrenas, con desmayos y otras pasiones, no me puedo levantar, si Dios no me levanta: y mirarme muy sucio y muy caído; si estoy algún tiempo en pie con alguna virtud o devoción, ni la puedo conservar ni adelantar, si Dios no lo hace; si tengo hambre o buen deseo, no puedo hartarme, ni cumplirlo, si Dios no lo da; si estoy frío con tibiezas, o tentado de mis enemigos, no me puedo librar dellos, si Dios no me libra. Y finalmente, ni sé orar ni pedir como conviene lo que he menester; y estoy tan ciego, que ni lo sé conocer ni estimar.

Pero todo este mal remedia la piedad y amor infinito de nuestro Dios, que es más que madre, y con su providencia mira por nosotros: y aunque la madre se olvide de su niño, Dios no se olvidará de los suyos.

De todo esto se han de sacar afectos de humillación y confusión propia, desconfianza de sí, temor de su flaqueza y peligro; pero todo acompañado con afectos de agradecimiento a Dios, de amor a esta madre y padre nuestro, de confianza y esfuerzo. Y ponderar la necesidad que tengo de acudir a Dios a menudo en todas las cosas como a mi único y total bienhechor, etcétera.

Segundo punto. Ponderar los engaños que tengo cerca desta niñez espiritual, y los peligros y daños que nacen dellos.

Primero: muchas veces pienso que estoy limpio de culpas y desnudo de aficiones de la tierra, y delante de Dios estoy sucísimo y terrenísimo; por lo cual puedo decir con San Pablo: Nihil mihi conscius sum, sed nom in hoc justificatus sum; qui autem judicat me, Dominus est: No me remuerde la conciencia de cosa alguna; mas no por eso me tengo por justificado. (1 Cor., 4, 4). -Dicis quod dives sum: Andas diciendo: soy rico y hacendado y de nada tengo falta; y no conoces que eres desdichado y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo. (Apoc., 3, 17.)

Segundo: cuando tengo alguna virtud o devoción, fácilmente me aseguro de que duraré y perseveraré, y no la perderé; y a vuelta de cabeza todo se me deshace: Qui se existimat stare, videat ne cadat: El que piensa estar en pie, mire no caiga. (1 Cor., 10, 12.)

Tercero: propongo grandes cosas, pareciéndome por entonces que las cumpliré, y que las tentaciones ni dificultades no me vencerán, y luego falto y me hallo vencido: Ego dixi in abundantia mea: Non movebor in aeternum; avertisti faciem tuam a me et factus sum conturbatus: Yo dije en mi prosperidad: No experimentaré jamás mudanza alguna; apartaste de mí tu rostro, y al instante me hallé en tierra. (Ps., 29, 7 y 8.)

Porque Dios Nuestro Señor no acude con su protección especial a los soberbios, que piensan que se podrán valer por sí, sino a los niños, que se tienen por insuficientes para todo. A los primeros cierra las puertas del cielo, y a los segundos las abre, para que entren en la justicia, paz y gozo del Espíritu Santo.

Tercero punto. Como el niño, ni repara en que le honren por ser hijo de rey; ni [en] que le desprecien por ser hijo de esclavo; ni en que le pongan en cuna blanda y rica, y ricos palacios, o en un establo y pobre portal; ni en que le envuelvan en pañales y mantillas de seda o de jerga: -lo que le dan toma, naturalmente descuida de todo esto y lo deja a la providencia y cuidado de su madre y ama-; tal me tengo de poner delante de Dios Nuestro Señor, como un niño destos, perdiendo los cuidados demasiados de honra o deshonra, de riqueza o pobreza, de regalo o incomodidades, dejando el cuidado desto a Dios, que es mi padre, y mi madre, y mi ama; y tomar lo que Él me diere o permitiere: Jacta curam tuam in Domino, et ipse te enutriet: Arroja tus cuidados en el Señor, que Él te mantendrá-como a niño. (Ps., 54, 23.)

Cuando mucho, entenderé que si me viene alguna honra, o regalo, o comodidad, es por ser hijo de buen Padre y de buena Madre, que es Dios, a quien tengo de atribuirlo: y cuando me viniere algún desprecio o trabajo, es por ser yo ruin por mi persona, y atribuirlo he a mis pecados.




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VII. Ejercicio de las dos vidas, temporal y eterna, y de la muerte

Introducción. -1.La vida temporal no dura, la eterna sí. -2. La vida temporal se nos da para que ganemos la eterna. -3.Cuán breve es el plazo de esta vida.


Enterarse en esta verdad fundamental de nuestra fe: que, después desta vida temporal, que dura lo que vemos con los ojos, nos queda otra eterna, que durará años infinitos, mientras durare Dios. Y cada vida destas tiene sus bienes y sus males.

Primero punto es considerar, cómo todos los bienes y males desta vida corporal son temporales, que no pueden durar más que la misma vida, y a veces mucho menos, por ser mudables, y trocarse fácilmente la salud en enfermedad, riqueza en pobreza, honra en deshonra, gozo en tristeza, regalo en tormento; y al contrario.

Pero los bienes y males de la otra vida son eternos y sin mudanza. Si la vida comienza con felicidad, honra, gozo, riquezas, etc., así eternalmente durará, sin que jamás se mude ni pierda. Si comienza con infelicidad, ignominia, pobreza y miseria, durará para siempre sin trocarse en contrario.

Y haciendo comparación destos bienes y destos males entre sí, procurar persuadirse, que no hay bien digno de ser amado, si no es el eterno, y el que es medio para ganarle; ni hay mal digno de ser aborrecido, si no es el eterno, y el que es camino para caer en él, conforme al dicho de Cristo Nuestro Señor: Nolite timere eos, qui occidunt corpus, etc.: No queráis temer a los que matan el cuerpo, y no pueden matar el alma. (Mat., 10, 28)

Segundo punto es considerar, cómo toda esta vida temporal nos la da Dios, para que en ella, con nuestra libertad y su gracia, ganemos los bienes eternos, o, por nuestra culpa, los perdamos y incurramos en los males eternos. Porque quien con desorden ama los bienes temporales, o huye los males temporales, contra lo que Dios ha mandado, perderá los bienes eternos y incurrirá en los males eternos; pero quien desprecia por el mismo Dios esto temporal y de todo usa según la voluntad divina, alcanzará los bienes eternos y escaparse ha de los males eternos. Ponderando cuán gran locura es, por amar la honra temporal, perder la eterna, y por huir la deshonra temporal, incurrir en deshonra eterna, y así en lo demás.

Y cuán gran cordura, aborrecer la honra o regalo temporal por alcanzar el eterno, y abrazar la deshonra y pena corporal, por huir la eterna.

Tercero punto es considerar, cuán breve, cuán incierto es este plazo de la vida temporal, para ganar o perder lo eterno. Porque no sé si este plazo y término me durará un año, o un mes, o un día; y que quizá deste día de hoy está pendiente todo mi bien o mal de la eternidad, ponderando aquel dicho: O momentum a quo aeternitas!: ¡Oh momento del que pende la eternidad! Y el otro: Iam securis ad radicem arboris posita est: Ya está aplicada la segur a la raíz. (Mat., 3, l0.) Y el otro: Ubicumque ceciderit lignum, sive ad austrum, sive ad aquilonem, ibi erit: Donde quiera que el árbol cayere, al Mediodía o al Aquilón, allí quedará. (Ecel., 11, 3).-Y procurar, con esta consideración, gastar cada día con tanto cuidado, como si fuese el último.




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VIII. Ejercicio del infierno

1. ¿Qué es el infierno? -2. Penas de sentido. -3. Penas interiores. -4. Penas de daño.


Primero punto. Considerar qué es infierno. Es una cárcel perpetua, llena de fuego y de tormentos innumerables, para castigar los que mueren en pecado mortal; donde todo lo que se padece es eterno; porque el lugar es eterno; el condenado eterno, que no se puede matar a sí mismo; el fuego eterno, que, quemando, no consume; el decreto de Dios es eterno, inmutable e implacable: Et: In inferno nulla est redemptio: En el infierno no hay redención. (Oficio de difuntos.)

Segundo punto. Considerar las penas de los sentidos exteriores, vista, oído, olfato, gusto y tacto, como nuestro Padre pone en sus Ejercicios, discurriendo por cada uno; y en el del tacto, por todos los miembros, en los cuales causa el fuego tormento particular.

Tercero punto. Considerar el tormento de las potencias interiores: la imaginación y memoria, está fija en sus males, sin olvidarse ni divertirse; el entendimiento los pondera y encarece, de donde nace el vermis conscientiae: el gusano de la conciencia; la voluntad y apetitos, mal que les pese, padecen la violencia de sus pasiones, que son sus demonios y verdugos; tristeza, temor, ira, rabia, impaciencia, desesperación, odio de Dios, de los Santos, de sí mismo y de todos, etc.

Cuarto punto. Considerar la pena del daño, y el tormento que les da carecer de la vista de Dios, de su último fin, del descanso eterno, de la compañía de los ángeles, de la abundancia de todas las cosas, etcétera. Para exagerar esto tendrán entendimiento; y cómo lo perdieron por un deleite brevísimo, etc.




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IX. Meditación de la gloria

1. Qué es. -2. Gloria de las tres potencias espirituales. -3. Gloria de los sentidos interiores. -4. Gloria de los cuerpos y de los sentidos exteriores.


Primero punto es considerar qué es la gloria.

Es un estado eterno lleno de todos los bienes que el justo puede desear, y libre de todos los males que puede temer.

Háse de discurrir por todos los bienes desta vida, que tienen perfección, y ponderar que allí se hallan todos con grandes ventajas: honra, riquezas, regalos, paz de conciencia, ciencia, santidad, salud, amigos, dignidades y vida sin fin. Ítem, discurrir por todos los males de culpa y de pena y miseria, y ponderar que [de] todo carece: no hay frío ni calor, ni pestes, ni guerras, ni enfermedades, ni pobrezas, ni infamias, ni envidias, ni iras, ni vicios, ni tentaciones, ni temores, ni muerte, etc. Ítem: todo esto por la eternidad, sin fin, etcétera.

Contraponiendo este estado al del infierno, resplandece más, como lo blanco cabe lo negro; y comparándole con el desta vida, viene a aborrecerse ésta, y desear la otra.

Segundo punto es considerar la gloria de las tres potencias espirituales del alma, memoria, entendimiento y voluntad.

La memoria está llena de gozo, con la recordación de lo pasado, a saber: de las penitencias y buenas obras, y peligros en que se vio, y batallas que tuvo, y con la aprehensión de los bienes presentes, de los cuales no se puede olvidar, ni dejar de estimar con nuevo gusto, sin fastidio; y con la aprehensión de lo porvenir, a saber: de los favores, que ha de recibir continuamente, por toda la eternidad, de Dios.

El entendimiento está gozosísimo con la clara vista de la divina Esencia, y Trinidad de Personas, en que consiste su bienaventuranza, y de Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, y con las nuevas revelaciones y ilustraciones que cada día recibe.

La voluntad está, sobre todo, llena de amor excesivo de Dios, con sumo gozo de verle y poseerle, unida con unión eterna, inseparable, etc.

De aquí tengo de sacar deseos de llegar a tal estado, y desde luego comenzar a gustar dél, perfeccionando mi memoria, entendimiento y voluntad, ocupándolas en acordarse [de] Dios, en conocer y amar a Dios.

Tercero punto es considerar la gloria de los sentidos interiores, imaginación y apetitos; mirándolos tan quietos, tan enfrenados y rendidos a Dios, libres de distracciones de pasiones: de ira, tristeza, temor, etcétera.; llenos de sabrosísimas imaginaciones y afectos de amor, gozo, deleite, paz, etc.

Cuarto punto es considerar la gloria del cuerpo y de los sentidos exteriores. La vista se ocupará en ver los cuerpos hermosísimos de los bienaventurados, especialmente el de Jesucristo Nuestro Señor y el de la Virgen, y los demás; el oído en oír músicas celestiales que supenden y deleitan; el olfato y gusto en sus objetos, perfectissimo modo: con modo perfectísimo; el tacto y cuerpo todo, gozosísimo con las cuatro dotes de gloria, impasibilidad, claridad, agilidad, sutilidad; y la inmortalidad y eternidad.

De aquí tengo de sacar afectos y deseos de mortificar los sentidos, viendo cuán bien se paga esta mortificación, etc.




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X. De tres lugares, infierno, cielo y tierra

1. El infierno es para solos malos. -2. El cielo es para solos buenos. -3. La tierra es lugar de buenos y malos.


Dios me puso en la tierra en medio de cielo e infierno, como en casa de probación. Impórtame considerar lo que pasa en estos lugares.

Primero. El infierno es para solos malos, adonde está Dios mostrando su rigurosa justicia en castigarlos y atormentarlos. Tiene todos los males desta vida, con infinito exceso y duración eterna, ut patet: discurriendo; per singula: como se ve discurriendo por cada uno.

Carece de todos los bienes desta vida, corporales y espirituales, sin esperanza de haberlos in aeternum: por toda la eternidad, y sobre todo con suma impaciencia y tristeza, aborreciendo a Dios, etc. Hinc: De aquí, temor de la divina justicia, aliento a padecer y a huir del pecado, etc.

Segundo. El cielo es para solos buenos, adonde está Dios mostrando su infinita liberalidad y misericordia, en premiarlos y regalarlos. Carece de todos los males desta vida, sin temor de caer en ellos, in aeternum: por toda la eternidad. Item: tiene todos los bienes con infinito exceso y duración infinita, unidos en Dios, que es omme bonum, summum, bonum et unicum, bonum: todo bien; sumo bien y, único bien, con su vista, amor y gozo. Hinc: De aquí deseos, esperanza; y comenzar desde acá a imitarlos en la vida, teniendo a Dios por mi bien todo, sumo y único, dándole mi amor todo, sumo y único.

Tercero. La tierra es lugar de buenos y malos, donde está Dios mostrando su justicia y misericordia; pero más misericordia, porque castiga para perdonar y desea que todos se salven. Mientras vivo aquí, estoy en peligro; he de asirme a Dios y mirar, ya su Justicia, ya su Misericordia, ya mirar al infierno, ya al cielo: Misericordiam et judicium, cantabo tibi, Domine: tu misericordia y justicia cantaré, Señor. (Ps., 100, L)




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XI. Ejercicio del Rey eterno a semejanza del temporal

1. Ver a Cristo. -2. Oír el razonamiento que hace. -3. Tres géneros de vasallos. -4. Cristo no cesa de llamar en pos de sí.


Primero punto. Considerar a Cristo Nuestro Señor constituido del eterno Padre por Rey de todos los hombres; en lo temporal, muy diferente de los demás reyes, porque vivió en pobreza, desprecio, dolor y trabajo; pero en lo espiritual, lleno de riquezas, sabiduría, poder, caridad, liberalidades, con todas las demás partes de un rey perfectísimo; gozándonos de tener tal rey, y agradeciendo a quien nos le dió, y deseando tener privanza con él.

Segundo punto. El razonamiento que hace a sus vasallos es éste: Mi voluntad justísima es hacer guerra a mis enemigos, demonio, mundo y carne; destruir los pecados y ganar las almas; y así, entrar en el reino de mi Padre. Quien me quisiere seguir en esta impresa, viva como Yo, trabaje como Yo, imíteme en lo que hiciere, y vendrá a recibir premio como Yo, conforme a su trabajo.

Ponderando cuán justa impresa, cuán convenible partido, que viva el vasallo como su Rey, y trabaje como él; ponderando cómo vivió Cristo Nuestro Señor en esta vida. Toda la gastó en trabajos, pobrezas, vigilias, ayunos, oración, obediencia, con perseverancia hasta la muerte, etc.

Tercero punto. Considerar tres géneros de vasallos: Unos que no hacen caso deste llamamiento, ni le quieren seguir ni imitar; y ponderar la sinrazón déstos y el castigo tan bien merecido, por no acudir a rey tan liberal, y poderoso, y bienhechor.

Otros que se ofrecen a seguirle, quedándose con sus honras, haciendas y regalos, solamente contentándose con imitarle en lo necesario para salvarse; éstos hacen bien, pero será corto su premio.

Otros que se ofrecen a seguirle con perfección en todo, viviendo en actual pobreza, como Él; en humildad, abrazando desprecios; en obediencia, etc.; renunciando riquezas, deleites, voluntad propia. Estos son los religiosos, a los cuales se dará muy aventajado premio.

Gozándonos de la merced que nos ha hecho, en darnos fuerzas para seguirle desta manera, animándonos a imitarle cada día más, y esperando que será fiel en premiarnos.

Cuarto punto. Considerar cómo no cesa Cristo Nuestro Señor de llamarnos interiormente cada día con inspiraciones, a que vivamos como Él, imitando su pobreza, humildad, castidad, obediencia y otras virtudes: y a llevar la cruz en pos dél; y cómo, a muchas destas inspiraciones, resistimos y nos hacemos sordos, etc.




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XII. Otro modo deste ejercicio, puesto como Nuestro Padre le pone

1. Razones para oír el divino llamamiento. -2. Qué deben hacer los que se resuelven a seguir a Cristo. -3. A qué son llamados los de la Compañía.


Primero punto. Ponderar el llamamiento y las razones que pueden mover a oír el divino llamamiento: son éstas: Primera, ser quien es el rey que nos llama, etc.; segunda, haber bajado del cielo a la tierra a llamarnos con tanto trabajó suyo; tercera, que nos da ejemplo de la vida para que nos llama y va Él delante; cuarta, el premio que nos promete: «Quien viviere como Yo, reinará como Yo»; quinta, el daño de no oírle, descortesía, desconocimiento y castigo.

Punto segundo. Quien se resuelve a seguirle con perfección, entienda que se ha de resolver a hacer guerra a todas las inclinaciones que le llevan al pecado, a su carne y pasiones y codicias; porque en esto consiste el seguir a Cristo: Qui vult venire post me, abneget semetipslum, tollat crucem suam et sequatur me: El que quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. (Mat., 16, 24.)

Esto es pelear debajo la bandera deste Rey. Para esto, cada uno considere los enemigos que tiene dentro de sí, de quien mayor daño recibe, y a éstos se determine hacer guerra; y pida favor a este Rey soberano, de armas y ayudas; persuadiéndose que cuanto más perfectamente le siguiéramos en esto, tanto será el premio mayor.

Tercero punto. Que los de la Compañía de Jesús somos llamados specialiter: especialmente, a seguir a Jesús; y cada día con inspiraciones nos llama a esto, ponderando las razones especiales que tenemos para seguirle, cada uno por los motivos de su vocación primera, y por lo que cada día Dios hace con él para esto.




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XIII. Otro tercer modo del mismo ejercicio

1. Quién nos llama. -2. A qué. -3. Qué premio ofrece. -4. Vocación de la Compañía.


Primero punto. Quién nos llama, y las razones que hay para oírle; por ser Rey eterno, infinito, liberalísimo, bienhechor infinito y amorosísimo, que bajó del cielo a llamarnos.

Segundo. Para qué nos llama: a saber: ad duo: para dos cosas: para hacer guerra, etc.; segundo, para imitarle y vivir como Él.

Segundo [bis]. Qué guerra es ésta para que nos llama, a saber: a hacer guerra al pecado, pasiones y vicios, etc.; cuán justa guerra, cuán obligatoria, cuán necesaria, y cómo nos convida con su ejemplo. Item, hacer guerra a los pecados ajenos.

Tercero. Qué premio nos ofrece, a saber: reino eterno por trabajos temporales; ser reyes con Él en su reino por toda la eternidad; item, in hac vita centuplum: en esta vida el ciendoblo.

Cuarto. Esta es la vocación de los de la Compañía, a saber: ser compañeros de Jesús en esta guerra; y cuanto el trabajo fuere mayor, será el premio mayor.




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XIV. Segundo ejercicio: de la ejecución de la Encarnación

1. Decreta el Padre Eterno la Encarnación de su Unigénito. -2. Dones de que el alma de Cristo se vió enriquecida, y cómo se ofreció a cumplir la voluntad divina. -3. El Padre Eterno, en atención a esta voluntad, escoge el modo de obrar la redención. -4. Al alma de Cristo, en su primer instante, se le pusieron delante todas las criaturas, y me vió a mí en particular.


Primero punto. Sabiendo el Eterno Padre muchos modos para ejecutar el decreto de que su Hijo se hiciese hombre, o dándole un cuerpo glorificado, como agora le tiene en el cielo, o inmortal y impasible, como fuera en el estado de la inocencia, o criando un cuerpo entero y perfecto de varón, como crió a Adán, nada desto quiso sino que su Hijo se hiciese hombre naciendo de mujer en carne mortal y pasible, sujeto a todas las miserias de los demás hombres, de hambre, frío, cansancio, dolor y muerte: Misit Filium suum, factum ex muliere: Envió Dios a su Hijo, formado de mujer. (Gal., 4, 4.) Et: Voluit per omnia fratribus assimilari: Y: Quiso asemejarse en todo a sus hermanos. (Hebr. 2,27.)

Ponderando lo que el Padre Eterno quiere para su Hijo hecho hombre, que es sujetarlo a las miserias de hombre, renunciando al derecho que tenía de carecer dellas, y de tener gozos y descansos, como Hijo de Dios.

Y aquí debo animarme a agradecer esta merced y procurar querer otro tanto para mí, por imitar a su Hijo.

Segundo punto. Quiso el Padre Eterno que su Hijo, cuanto al alma, estuviese lleno de gracia y virtudes, viendo desde el primero instante claramente la divina esencia, y en ella todas las criaturas del mundo, con todas las obras que habían de hacer.

Y en particular puso los ojos aquella ánima benditísima en tres cosas:

Primero, en la infinita Bondad de Dios, y en los beneficios infinitos que la había comunicado, encendiéndose con esto a amarla con un amor inmenso, deseando se le ofreciese ocasión en que mostrar este amor.

Segundo, puso los ojos en las miserias y pecados infinitos de los hombres, que ya eran hermanos suyos según la naturaleza, doliéndose sumamente de la injuria que hacían a su Padre y del daño que se hacían a sí mismos. Y compadeciéndose dellos, se encendió en un deseo excesivo de remediarlos.

Tercero, puso los ojos en la voluntad del Eterno Padre, que era, de que se encargase de remediar a los hombres; y al punto que la vió, sin más tardanza ni deliberación, con un amor y deseo sin medida, se ofreció a ello, gozándose de tornar este cargo por los motivos dichos: primero, por pagar con esto algo de lo mucho que debía a su Padre; segundo, por volver por su honra; tercero, por remediar a sus hermanos; cuarto, por obedecer a voluntad tan recta y santa: Tunc dixi: Ecce venio ut laciam voluntatem tuam, Deus: Entonces dije: he aquí que vengo para cumplir tu voluntad, oh Dios. (Hebr., 10, 7.)

De todo lo cual tengo de sacar semejantes afectos y propósitos, para imitar a Cristo Nuestro Señor, y deseos de que se ofrezca ocasión en que mostrar este amor, y ofrecerme a su voluntad, etc.

Tercero punto. Viendo el Padre Eterno la voluntad de su Hijo, tan resignada y ofrecida a remediar el mundo, en aquel mismo instante reveló a aquella ánima santísima todos los medios que había de tomar para ejecutar aquel cargo, viviendo en pobreza, desprecio, dolor y trabajo, hasta morir. Descubrióle todo el discurso de la vida que había de vivir; naciendo en un portal, siendo circuncidado, huyendo a Egipto, haciendo oficio de carpintero, predicando, ayunando, orando; y todo el discurso de su Pasión, desde el huerto hasta el sepulcro, sin encubrirle circunstancia ninguna.

Y el ánima santísima, con la misma voluntad y amor, lo aceptó todo, y se ofreció de cumplirlo todo, sin que le quedase tilde ni jota por cumplir; y aún le parecía poco, para lo mucho que deseaba hacer.

Y en este deseo perseveró hasta que en la cruz pudo decir: Consummatum est: Todo está cumplido. (Ioan., 19, 30): Et: Ut cognoscat mundus quia diligo Patrem [et], sicut mandatum dedit mihi Pater, sic facio: Y: Para que sepa el mundo que yo amo al Padre, y que según el mandamiento que el Padre me dió, así obro. (Ioan., 14, 31.)

Y fué el deseo tan grande de cumplir todo esto, que la dilación de cumplirlo le era cruz pesadísima; y esta cruz trajo siempre sobre Sí. En todo lo cual, tengo de hacer reflexión, para agradecer a Cristo Nuestro Señor esta voluntad y deseo, y procurar imitarle en la ejecución de todo cuanto entendiere ser voluntad suya.

Cuarto punto es considerar cómo aquella ánima benditísima de Cristo Nuestro Señor, en aquel primero instante, entre otras criaturas que vió, puso los ojos en mí, y me vió concebido en pecado, sujeto a muchas pasiones y miserias y peligros; y se compadeció de mí, y me amó, y ofreció al Padre Eterno todos aquellos trabajos que había de padecer por todo el discurso de su vida por mí, deseando entrañablemente mi salvación: Qui dilexit me et tradidit semetipsum pro me: Amóme el Señor, y se entregó a sí mismo por mí. (Gal., 2, 20.)

Y en esta consideración tengo de hacer pie, ponderando este amor para conmigo, y sintiéndome obligado a este Señor, por todo lo que hizo y padeció, y animándome a servirle muy de veras.




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XV. Otro ejercicio de la Encarnación

Sobre aquellas palabras: Sic Deus dilexit mundum ut Filium suum Unigenitum daret, ut omnis qui credit, etc.: Así amó Dios al mundo que le dió a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree no perezca, sino que tenga vida eterna. (Ioan., 3, 16.)

1.¿Quién es el mundo a quien Dios tanto amó? -2. Medio que escogió para mostrar este amor. -3. Infinitos dones que se encierran en el don de la Encarnación. -4. Contento grande con que el Unigénito de Dios aceptó el encargo de la Redención.


Primero punto es considerar quién es el mundo a quien Dios tanto amó. Es una congregación de hombres, hijos del Adán terreno, concebidos en pecado original, del cual, como de fuente, con su libertad, sacaron otros innumerables y gravísimos contra su Dios, por los cuales merecían ser aborrecidos y desamparados de Dios, y que los quitara todos los bienes temporales de que gozaban, y los castigara con castigos eternos en los fuegos del infierno. Pero, en vez de todo esto, este misericordiosísimo Señor, por sola su bondad, sin otro interese, ama a este enemigo, hace bien a éste que hacía tanto mal; y no sólo no le quita los bienes temporales, sino quiere librarle de todos los pecados y males que tenía, y añadirle otros infinitos bienes.

Y mirándome a mí, como a una parte deste mundo, digno de ser aborrecido y castigado, y viéndome así amado y favorecido, encenderme en deseo de amar tanta bondad, de agradecer tan soberana merced, y de imitar este modo de amor tan desinteresado y liberal.

Segundo punto es considerar el medio que escogió Dios para mostrar este amor al mundo y para remediarle. Porque, teniendo Dios en los archivos de su memoria y sabiduría eterna, escondidos, pero bien sabidos, infinitos modos y medios para librar al hombre y mostrarle su amor, escogió entre todos, no el bueno, ni el mejor como quiera, sino el bonísimo y mejor de cuantos era posible, para mayor honra y provecho del mundo, dándole la cosa mejor que tenía, que era su Hijo Unigénito, para que se hiciese hombre y viviese en el mundo entre los hombres y los remediase. Y mirándome a mí, como a uno de los que son amados y remediados tan cabalmente, como si yo sólo estuviera en el mundo, juxta illud: según aquello: Qui dilexit me: que me amó a mí (Gal., 2, 20), encenderme en amor deste Señor y en deseo de mostrarle este amor en hacer por su servicio, no solamente lo bueno, sino todo lo mejor que me fuere posible, y darme a mí todo a quien se me dió todo.

Tercero punto es considerar los infinitos dones que se encierran en este don; porque, como dice San Pablo, dándonos a su Hijo, con Él nos dió todas las cosas. Danos su gracia, sus virtudes; danos su cielo y bienes eternos; danos su protección y defensa; danos al Espíritu Santo que habite en nosotros y nos rija; danos a Sí mismo, para que toda la Santísima Trinidad venga y more en el justo. Con darnos a su Hijo y a sus merecimientos, nos da ciertas esperanzas y prendas de que nos dará todo esto, y oirá nuestras oraciones, con tal que creamos en su Hijo con fe viva, creyendo lo que enseñó, y obrando lo que mandó, y viviendo como Él vivió: animándome mucho a creer y obedecer a este Señor, para gozar de todos estos frutos.

Y ponderando en todo cómo el infinitamente Bueno, da infinitos dones, con infinito amor, al infinitamente indigno dellos.

Cuarto punto es considerar el gusto y contento grande con que el Hijo Unigénito de Dios aceptó el venir al mundo para remediarle, haciéndose nuestro hermano, y semejante a nosotros en nuestra naturaleza de carne y sangre: tomando forma de siervo, escondiendo la forma de Dios, y descubriendo en esto su infinita caridad y enseñándonos la forma de tener verdadera humildad. Hémonos de gozar de tener tal hermano, y anímarnos a tomar tal ejemplo, ponderando lo que dice San Pablo: Quia pueri communicaverunt carni et sanguini..., ipse similiter participavit eisdem, etc.: Ítem: propter quam causam non confunditur fratres eos vocare: Por cuanto los hijos tienen comunes la carne y sangre, él también participó de las mismas. Item: Por lo cual no se desdeña de llamarlos hermanos. (Hebr., 2, 14.) Item illud: Exinanivit semetipsum, formam servi accipiens, etc. Item aquello: Anonadóse a sí mismo, tomando la forma de esclavo, etc. (Philip., II, 7.)




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XVI. Modo de tener oración sobre las obras de Cristo Nuestro Señor: natividad, circuncisión, etc.

Composición de lugar. -1. Obra exterior que hace. -2. Afecto interior con que la hace. -3. Fin que pretende al hacerla.


Composición de lugar es ponerse delante de Cristo Nuestro Señor, cómo está haciendo aquella obra que tengo que meditar; y sobre ella ponderar tres cosas; primero, la obra exterior; segundo, el afecto interior; tercero, los fines que pretende.

Primero punto. Ponderar la obra exterior de Cristo Nuestro Señor, v. gr.: su Natividad: en la cual, y en todas, resplandece todo lo que es contrario al mundo, a saber: huir honra, regalo y comodidades corporales; y abrazar pobreza, desprecio, dolor y trabajo; y todo con perfección. Por esto, v, gr., para nacer, deja a Nazaret y las comodidades que allí tenía, y va a Belén, a donde es forzado a escoger un portal y establo donde nacer con sumas incomodidades.

Segundo punto es considerar el afecto interior con que hace aquella obra, a saber: con grandísima afición a la virtud, que en ella ejercitaba; tanto, que todo aquel exterior le parecía poco para lo mucho que deseaba, porque siempre deseaba mucho más. Y de aquí le nacía no dejar de cumplir jota ni tilde de cuanto su Padre le mandó. Y así dijo: Cibus meus est ut faciam voluntatem eius qui misit me, ut perficiam opus eius: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y dar cumplimiento a su obra. (Ioan., 4, 34.)

Tercero punto. Ver el fin que pretendía con estos obras, que era darnos ejemplo que imitásemos: Exemplum dedi vobis, ut quemadmodum, etc.: Ejemplo os he dado, para que como Yo hice, así hagáis vosotros. (Ioan, 13', IS.) Y cuánto gusto recibe Cristo de que haya quien se aproveche deste ejemplo, y cuánta pena de que no se haga caso dél.










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