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ArribaAbajoGaldós y El caballero encantado

Julio Rodríguez Puértolas


El caballero encantado (1909) es una de las últimas novelas de Galdós y, al propio tiempo, una de las menos leídas. En términos generales, la crítica despacha El caballero encantado en escasos y apresurados juicios, relegándola así a una preteridad sin duda injusta. Si buscamos opiniones acerca de esta obra nos encontraremos con que de ella se ha dicho que muestra un declive estilístico y creador por parte de su autor, una absurda mescolanza de realismo y de incoherente fantasía, un radicalismo senil...192 Se trata de una novela, en fin, que no ha podido ser incluida dentro del marco habitual del realismo,193 y se trata también y muy especialmente de una novela política y social, de serias implicaciones noventayochistas. Es, en verdad, una novela olvidada. Mi propósito consiste, en suma, en mostrar que no es, como se ha dicho, ni «un curioso capricho de Galdós» ni tampoco su «último sueño romántico».194


El condicionamiento histórico

En 1886 hablaba Clarín, gran amigo de Galdós, de «la tendencia de los espíritus superiores, o que se creen superiores (que no es lo mismo), a despreciar la política...»195 Es bien sabido que Galdós no participaba, en modo alguno, en tal tendencia. En 1909 era llevado al Congreso por 42.419 votos de republicanos madrileños. La situación de España obligó a Galdós, evidentemente, a tomar decisiones y adoptar actitudes cada vez más radicales y progresistas. El caballero encantado es novela escrita entre julio y diciembre de 1909. En el primero de esos meses comienza la guerra de Marruecos de tan desastrosos efectos, y estallan los motines populares que culminan en Barcelona -23-31 de julio. En octubre fue fusilado Francisco Ferrer, lo que provocó la caída de Antonio Maura. La Conjunción Republicano-Socialista, como es bien sabido, es un resultado más de tales sucesos, y don Benito Pérez Galdós figura en la presidencia del correspondiente Comité Ejecutivo.196 Y una vez formada la Conjunción, Galdós parece inclinarse cada vez más hacia el PSOE. Ya en 1910 se siente alejado del Partido Republicano, y escribe:

Este partido está pudriéndose por la inmensa gusanera de caciques y caciquillos... Si éstos trajeran la República, estaríamos peor que ahora... Voy a irme con Pablo Iglesias. Él y su partido son lo único serio, disciplinado, admirable que hay en la España política.197



Todavía en 1912 Galdós se manifiesta republicano, pero señala también, inequívocamente, su admiración por el PSOE.198 Y en ese mismo año de 1912, en entrevista celebrada con Olmet y Carraffa, y tras unas observaciones despectivas para con la política habitual y para con los propios republicanos, Galdós declara lo que sigue:

-Entonces, ¿cree usted en el socialismo?

-Sí. Sobre todo en la idea. Me parece sincera, sincerísima. Es la última palabra en la cuestión social... ¡El Socialismo! Por ahí es por donde llega la aurora.199



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Para Rinterhäuser (op. cit. p. 149) todo esto no pasaría de ser un «socialismo sentimental». Pero el Galdós que había escrito artículos en observancia del Primero de Mayo y participado en sus celebraciones, se inserta así -y aquí vemos sus primeras conexiones con la generación- en el marco ideológico y cronológico de lo que Carlos Blanco Aguinaga ha llamado la «juventud del 98».200 Se trata de que Galdós, el novelista de la clase media, ha descubierto el problema nuevo, la cuestión social, el proletariado militante y sus luchas.201 Y efectivamente, en las últimas novelas y en los últimos episodios de Galdós puede verse, como ha sido señalado por H. Chonon Berkowitz, de qué forma

His new faith and affiliations forced Galdós to modify radically his social convictions... now he paid more attention to the proletariat and hailed its growing enlightenment, improved organization, and gathering strength.202



Ha sido Joaquín Casalduero quien mejor ha resumido esta evolución ideológica de Galdós, el cual escribe todavía desde la burguesía, pero en contra de la misma:203

Galdós se compara con este pueblo que trabaja de sol a sol para morirse de hambre; que, siempre disciplinado, acude a toda llamada del ideal, dispuesto a sacrificar todo lo que tiene: la vida. Y al compararse, se llena de dolor y vergüenza, se ve empequeñecido, se considera indigno de este pueblo, al cual todos traicionan. No sabe qué es más repugnante, si su moderación primera o su escepticismo posterior. Es en este momento de remordimiento, de amargura y dolor, cuando Galdós se pone a la altura de su obra.204



A ese momento y a esa altura corresponde, precisamente, El caballero encantado.




Novela social, novela política

Es preciso tener en cuenta el 'argumento' de El caballero encantado. Don Carlos de Tarsis y Suárez de Almondar, marqués de Mudarra y conde de Zorita de los Canes, terrateniente y oligarca, mantiene su tren de vida y ocios gracias a la explotación de los campesinos. Un extraño personaje, La Madre (Clío, España), lo transforma, precisamente, en jornalero miserable, y le hace peregrinar por Castilla la Vieja, en busca de su propia purificación y de su enamorada, la maestra Cintia. Desencantado y regenerado, Carlos-Gil, unido a su amante, luchará por desencantar y regenerar el país todo. Dentro de este esquema, Galdós va a pasar revista a las diversas clases que constituyen la sociedad española, clases que aparecen claramente delimitadas y caracterizadas. Tarsis, «señorito muy galán y de hacienda copiosa» (p. 5), se ocupa en «los devaneos esportivos», «el vértigo del automóvil», «las cacerías o juegos cinegéticos, ajetreo vano y ruidoso» (pp. 12-13). El hábito de caballero y un puesto en el Congreso, representando «un distrito de cuya existencia geográfica tenía sólo vagas noticias» (p. 13), complementan el cuadro. El terrateniente Tarsis, resume así su vida y la de los oligarcas:

Aristocracia es la política, y todo lo que tome formas aristocráticas no lleva en sí más que figuración y vanas apariencias. Nobles y políticos somos lo mismo, es decir, nada.


(p. 34)                


Mas la aristocracia de Tarsis, como la de muchos de sus amigos, proviene del comercio. El propio caballero pertenece a familia burguesa enriquecida y ennoblecida   —119→   bajo la Restauración; su abuelo materno «tuvo el negocio de harinas» (p. 27); su padre, «amparado del arancel, alimentó a tres generaciones de cubanos, y acá se traía las cajas de azúcar» (p. 28).

¿Y el proletariado? Se ha dicho hasta la saciedad que en las novelas de Galdós es la clase media el protagonista, que olvida la existencia del obrero. Y esto es así atendiendo al conjunto de su obra. Pero quienes lo afirman olvidan, a su vez, importantes textos galdosianos.205 Aparte del tema obrero como tal, con sus habituales características de realismo y retrato de unas condiciones de vida miserables, algo hay en Galdós quizá más importante: una explicación del papel que al trabajador le estaba reservado en la sociedad del futuro y en la auténtica regeneración de España. Galdós, en efecto, recomienda repetidamente la purificación por medio del trabajo, glorificando a éste como único medio renovador y constructivo. Cf. por ejemplo lo que la Mariclío de los últimos Episodios Nacionales le dice a Tito, el héroe de los mismos.206 En El caballero encantado, una de las «pruebas» que ha de superar el joven Tarsis-Gil es el trabajo en una cantera próxima a Agreda, en la provincia de Soria:

Pero cuando el espectador se acercaba, ya no sentía lástima del monte, sino de los que en él trabajaban, bajo un sol ardiente, gateando en el áspero declive. Los unos taladraban la peña con poderosas barras, los otros recogían los pedazos dispersos por la explosión, despeñándolos por la pendiente, hasta que los peones los partían y cargaban las carretas. Era un trabajo de gigantes: algunos, desnudos de medio cuerpo arriba, mostraban admirables torsos y brazos de atletas formidables; otros, agobiados de fatiga, se doblaban por la cintura, contenían el gemido para poner toda su alma en el esfuerzo, sacado a tirones angustiosos de las más hondas flaquezas...


(p. 112)                


Incluso compara Galdós, con frase que debería ser más tenida en cuenta a la hora de hablar de su ruralismo, al obrero con el campesino:

Noble era el arado; mas la barra y su manejo agrandaban y hermoseaban la figura humana.207


(p. 113)                


Las contradicciones de los personajes se subliman en admirable síntesis, típicamente galdosiana, en un hijo de Tarsis-Gil y de su enamorada Cintia, hijo engendrado durante la época de cantero de aquél. El padre es, pues, pueblo, no cortesano ni burgués.

Tras nobleza, burguesía y proletariado, el campesinado. Es el de los campesinos, sus trabajos y estrecheces, tema favorito del último Galdós; para Regalado García (op. cit., p. 363), «el adentramiento de Galdós en la penosa vida de los campesinos no llegará hasta El caballero encantado».208 Sin embargo, y en rigor, ya Narváez (1902) puede considerarse, en buena parte al menos, como novela campesina, en la cual Galdós enfrenta en dramático contraste la visión idealizada del campo con la sórdida realidad.209 Que a Galdós le preocupaban seriamente las cuestiones agrarias -en un país, como decían los manuales, «eminentemente agrícola»- lo demuestran los varios artículos que sobre ellas escribió, entre ellos «Rura» (en El progreso agrario y pecuario, enero, 1901) y «¿Más paciencia?» (ibid., enero, 1904). En Casandra (Madrid, 1905), queda también patente esta preocupación galdosiana; cf. pp. 12-13 y 22-23, en que aparecen dialécticamente enfrentados los representantes del inmovilismo latifundista con los del reformismo agrario; en p. 255 se habla de los males causados por el latro-infundio. Y en La razón de la sinrazón (Madrid, 1915), p. 184, se ofrece   —120→   el siguiente programa agrario: «La expropiación forzosa de los latifundios; el reparto de tierras entre los labradores pobres; la reversión al Estado de los predios que no se cultivan». En El caballero encantado nos encontramos con una «auténtica España rural... donde interviene una larga experiencia -directa e indirecta- del autor».210 En las primeras referencias alude Galdós a la explotación a que vive sometido el campesino sin tierra por el señor latifundista y absentista (pp. 17-18, 31). El problema aparece planteado así:

Bálsamo: ...La culpa es de los grandes propietarios que viven lejos de sus tierras, como afrentados de ellas...

Becerro: Propietario de la tierra y cultivador de ella no deben ser términos distintos.

Bálsamo: ...Mi sentido natural me dice que el fruto de la tierra debe ser para el que lo saca de los terrones.


(pp. 33-34)                


Galdós explica vívidamente las actividades del campesino, la dureza de su trabajo, su miseria y hambre, las enfermedades y la mortalidad infantil, la emigración, la sujeción de todo tipo a que el sistema caciquil y oligárquico le somete. Pues como dice uno de los personajes de la novela,

Aquí vivimos de mentiras. Decimos que ya no hay Esclavitud. Mentira: hay Esclavitud. Decimos que no hay Inquisición. Mentira: hay Inquisición. Decimos que ha venido la Libertad. Mentira: la Libertad no ha venido, y se está por allá muerta de risa...


(p. 148)                


El ennoblecimiento que del campesino hace Galdós aparece de forma evidente en los dos siguientes pasajes:

haciendo rayas con el arado, labor harto penosa, la más primitiva y elemental que realiza el hombre sobre la tierra, obra que por su antigüedad, y por ser como maestra y norma de los demás esfuerzos humanos, tiene algo de religiosa.


(p. 59)                


Herido de muerte cayó sobre el arado, como el atleta que expira al dar de sí el postrer esfuerzo, agotada la reserva vital. Luchó con la tierra; murió en la batalla, como un héroe que no quiere sobrevivir a su vencimiento.


(pp. 209-210)                


Así son las clases sociales en la España de 1909, la España de la Semana Trágica, vistas por Galdós. Pero hay más. Hay el caciquismo, representado en El caballero encantado por la larga cáfila de los Gaitanes, Gaitones y Gaitines, oligarcas de diferentes pelajes y muy semejantes a otros, los famosos Peces de La desheredada. Así aparece escrito don Gaytán de Sepúlveda:

Era terrateniente, fuerte ganadero y monopolizador de lanas, banquero rural, y de añadidura cacique o compinche de los cacicones del distrito; hombre, en fin, que a todo el mundo, a Dios inclusive, llamaba de tú.


(p. 71)                


Y así funciona el caciquismo:

Hazte el valiente, aunque no lo seas, y si te cogen, di que te quejarás al señor Gaitín, porque aquí no hay más ley que el capricho y el me da la gana de esa familia. Los alcaldes son suyos, suyos los secretarios de Ayuntamiento, suyos el cura y el pindonguero juez, ya sea municipal, ya de primera instancia... Los tiranos que aquí se llaman Gaitines, en otra tierra de España se llaman Gaitanes o Gaitones... Pero todos son lo mismo...


(p. 147)                


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La mayor preocupación de los diferentes personajes de El caballero encantado reside en intentar escapar a la red de asechanzas, brutales o sutiles, de los caciques. (Cf. pp. 245-258 y 278-282). Del brazo del caciquismo marcha, inevitablemente, la corrupción política y social; el sistema precisa, además, para su sostenimiento, de las necesarias fuerzas de orden y de represión: la Guardia Civil. Quizá el episodio más impresionante de El caballero encantado sea aquél en que una cuerda de presos es conducida por los civiles. En ella van representantes de toda la España oprimida, desde maestros de escuela a campesinos, amén de algún que otro criminal. El encarcelamiento, el intento de fuga de los detenidos, la muerte de Tarsis-Gil y de la Madre-Mariclío-España a manos de los guardias, contrastan violenta y trágicamente con la frialdad del parte oficial del suceso (pp. 297-315). Sobre todo lo ocurrido, y sobre los caminos recorridos por los personajes se alza la imagen del guardia civil:

con el máuser al hombro, desafiando al mundo entero con su arrogancia desdeñosa.


(p. 297)                


Galdós, a quien no escapa nada de lo que ocurre en su España, enfrenta así, simbólicamente, a los mantenedores del orden establecido y a los obreros:

y entonces vio el caballero que del fondo de la estancia emergían dos guardias civiles levantándose de un banco. No les había visto antes por hallarse en pie frente a ellos los trabajadores que aún esperaban la paga.


(pp. 156-157)                


La religión y el clericalismo celtibéricos aparecen también en El caballero encantado, a diferentes niveles sociales. El noble Torralba, de catolicismo formulario y hueco, confía en su salvación, pues como dice Galdós,

Ya sabemos que ciertos privilegiados van a la eternidad en tren de lujo con sleeping-car y coche-comedor. Al despedirse de la vida en el fúnebre andén, dejando sus riquezas aplicadas al servicio de Dios, se les da billete de paso libre al Paraíso, sin las molestias de Fielato, Aduana o Almotacén anímico.


(p. 21)                


Otro personaje, el buhonero Cíbico, ha perdido su amiga de muchos años, una graciosa paniquesa,211 caída ahora en manos eclesiásticas que se niegan a devolverla a su legítimo dueño. Y Cíbico exclama, de forma que recuerda inmediatamente Electra, el famoso drama galdosiano:

Aquí tenéis un caso nuevo de esa peste que llaman Clericalismo. ¿No estáis oyendo todos los días que los frailones o seglares afrailados huronean en las familias, para olfatear y cazar doncellas ricas, y llevárselas al noviciado y profesión en éste o el otro monasterio? Pues lo mismo han hecho conmigo...


(p. 242)                


No faltan en El caballero encantado ironías y críticas acerca de jesuitas, frailes y monjas, así como referencias al poder abusivo de los curas de aldea o de sus costumbres.

Problemas como el de la guerra de Marruecos aparecen también en El caballero encantado -no se olvide su fecha de redacción y publicación, 1909-. El león español, «que hace tiempo anda bastante achacoso y desmejoradillo, le he mandado al Atlas para que se reponga con los aires nativos» (p. 94); y más allá de las ironías escribe Galdós:

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Veo en mi raza confundidas las grandezas árabes con las ibéricas, así en la guerra como en la política y en las artes, y aspiro a mantener fraternidad con los que fueron mis conquistadores y luego mis conquistados... Pues yo te digo ahora, para que te pasmes y pasmándote vayas aprendiendo, que toda guerra que mis hijos traben con gente mora, me parece guerra civil.212


(p. 208)                


Es preciso hallar una salida para la situación trágica en que se encuentra la sociedad española de 1909, la sociedad del caciquismo restaurador, y en El caballero encantado se buscan caminos para ello. Pues el pueblo está despertando y los políticos de la oligarquía han perdido la fórmula:

¿Qué es la fórmula? Pues una receta para confeccionar las mixturas y pócimas con que embriagan o adormecen a la muchedumbre gregaria.


(p. 211)                


Hasta en la olvidada aldea de Boñices resuena, amenazador, el descontento popular:

Y no una, sino seis o más voces gritaron: 'Pues duro a los pudientes y ensalzaos, y a los Gaitinies que nos roban la vida. ¡Si quieren guerra, guerra!' Alguien propuso que se reuniesen los supervivientes de Boñices con la gente de las aldeas cercanas, hombres y mujeres, viejos y chiquillería, y armados todos con garrotes, o con escopeta el que la tuviese, se lanzaran bramando por campos y caminos hasta llegar a Soria y a la casa del Gobernador, y allí, con escándalo, tiros y estacazo limpio, pidieran y recabaran el derecho a vivir.


(p. 224)                


La vieja Celedonia Recajo, tan semejante a la joven Laurencia de Fuenteovejuna, incita al motín en los siguientes términos:

¡Labradores, revolucionarvos, carandilogios!... Llorad y mamaréis. Mandrias, si yo hubiera nacido hombre, en vez de nacer lo que soy, a esta hecha ya estaríais, como aquel que dice, de la otra parte... ¿Sabéis lo que os digo? Que cuando toméis dinero no lo devolváis; quedáos con lo que es vuestro. Y cuando venga un tío ladrón con el aquel de la cobranza... cantazo limpio...


(p. 226)                


La revolución social es justificada por la Madre, el maestro y el cura de Boñices con textos de los Santos Padres:

Cuando damos con qué subsistir a los que están en necesidad, no les damos lo que es nuestro; les damos lo que es suyo [San Basilio]

Cualquiera que posea la tierra es infiel a la ley de Jesucristo [San Agustín]

La tierra ha sido dada en común a todos los hombres. Nadie puede llamarse propietario de lo que le queda después de haber satisfecho sus necesidades naturales [San Ambrosio].213


(pp. 227-228)                


De «anarquismo senil» ha calificado Hinterhäuser (op. cit., p. 215) estas y otras ideas semejantes de Galdós, coincidiendo así con quienes dejan a un lado, despreciativamente, sus últimas novelas. Dudo que así sea, que haya senilidad en quien en 1912, cuatro años después de escrito El caballero encantado, terminaba de esta forma sus Episodios Nacionales, con párrafo no por conocido menos digno de tener siempre en cuenta:

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Alarmante es la palabra revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora, no tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de la honda caquexia que invade el cansado cuerpo de tu Nación. Declaraos revolucionarios, díscolos, si os parece mejor esta palabra; contumaces en la rebeldía. En la situación a que llegaréis andando los años, el ideal revolucionario, la actitud indómita si queréis, constituirán el único síntoma de vida. Siga el lenguaje de los bobos llamando paz a lo que en realidad es consunción y acabamiento... Sed constantes en la protesta, sed viriles...214





Regeneracionismo y 98

El caballero encantado se entronca, como casi todo lo escrito por Galdós en sus últimos años, con la literatura y la ideología regeneracionista. Uno de los textos más importantes a este respecto es el libro de Lucas Mallada Los males de la patria y la futura revolución española (Madrid, 1890), considerado por Azorín como «el libro más representativo del momento».215 Que Galdós conocía el ensayo de Mallada parece evidente tras una sencilla comparación, e incluso que lo tuvo presente al redactar El caballero encantado. En efecto, las consideraciones acerca de la aridez y el abandono del suelo español, la triste situación de la agricultura, la emigración, la pobreza e ignorancia de los campesinos, el caciquismo, todo ello y más es común a Mallada y a Galdós. Fuera ya de El caballero encantado continúan las semejanzas. Así cuando Mallada critica el tradicional «misticismo» y «senequismo» hispanos (op. cit., p. 144), Galdós no anda muy lejos, al tronar contra el ascetismo y la sobriedad en «Soñemos, alma, soñemos» y «¿Más paciencia...?»216 Pero el gran modelo regeneracionista para Galdós es Joaquín Costa, que en 1898 había publicado Colectivismo agrario en España. Doctrinas y hechos, en 1900 Reconstitución y europeización de España, y en 1901 llevado a cabo la importante encuesta sobre Oligarquía y caciquismo, publicada al año siguiente. Inútil sería confrontar sistemáticamente El caballero encantado y las otras obras escritas por Galdós desde principios de siglo con todo lo citado de Costa y especialmente con Oligarquía y caciquismo, pues es obvio que las ideas básicas del león de Graus son utilizadas abundantemente por Galdós. El papel del maestro, del árbol y del agua en la regeneración del país, el análisis de la situación campesina, de los partidos políticos, del caciquismo y de tantas cosas más, aparecen tanto en El caballero encantado -y así puede notarse, en líneas generales, en las páginas precedentes- como en otras novelas galdosianas.217 En El caballero encantado constan, además, los conocidos tópicos regeneracionistas acerca de la España enferma y sin pulso, de la España abúlica.218 Pues uno de los pecados iniciales del héroe de la novela fue su radical escepticismo y pesimismo, típico de buena parte de la literatura regeneracionista, actitud criticada violentamente por el propio Galdós:

nos ha[n] traído a un estado de temblor y ansiedad continuos; nadie se atreve a dar un paso por miedo de caerse... No sería malo suspender la crítica negativa, dedicándonos todos, aunque ello parezca extraño, a infundir ánimos al enfermo, diciéndole: «tu debilidad no es más que pereza, y tu anemia proviene del sedentarismo. Levántate y anda; tu naturaleza es fuerte: el miedo la engaña...»

El pesimismo que la España caduca nos predica para prepararnos a un deshonroso morir, ha generalizado una idea falsa. La catástrofe del 98 sugiere a muchos la idea de un inmenso bajón de la raza y de su energía...219


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Se integra así Galdós en la corriente regeneracionista, pero con las debidas distancias, marcadas por su rechazo del pesimismo negativista de aquélla. Y por algo más: Galdós jamás podrá ser tildado de prefascista, autoritario ni pro dictatorial, como lo han sido los regeneracionistas, incluido Joaquín Costa, por partir «de una total distanciación del pueblo, al que se considera como menor de edad».220 Pues la fe de Galdós en ese pueblo parece inagotable y salvadora. Más arriba he mencionado algunos textos pertinentes; baste ahora citar el siguiente:

Sólo te digo que el pueblo hace las guerras y la paz, la política y la Historia, y también hace la poesía.221


Son las clases directoras, los oligarcas y los políticos, los culpables de la situación, idea básica de El caballero encantado, al igual que pensaba Ramón y Cajal:

En la guerra con los Estados Unidos no fracasó el soldado, ni el pueblo, que dio cuanto se le pidió, sino un gobierno imprevisor...222


Las conexiones existentes entre Galdós y la generación del 98 han sido tratadas repetida, si bien superficialmente, por la crítica.223 Varios datos permiten empezar por lo más elemental, es decir, por señalar, más allá de los conocidos epítetos garbanceriles, el respeto que los escritores del 98 sentían por el autor de El caballero encantado.224 Más dificultoso resulta delimitar cómo y de qué manera Galdós -el último Galdós, especialmente- influye en la generación, y a la inversa, de qué forma los noventayochistas ejercen su influencia en el último Galdós. He de limitarme aquí a señalar algunas de esas relaciones, con referencia especial a El caballero encantado. Sabemos ya cuál es el hilo argumental de la novela, pero es preciso recordar que lo que llevan a cabo los héroes es una auténtica peregrinación en busca de la regeneración personal y nacional. Viaje literario que nos hace pensar en los auténticos del 98, en los del propio Galdós, que gustaba de recorrer el país en tercera -«siempre sobre la madera / de mi vagón de tercera», diría Antonio Machado-225 Y junto a los viajes, naturalmente, el paisaje:

Gil veía extenderse hasta lo infinito la llanada de Castilla, inmenso blasón con cuarteles verdes franjeados de bordadura parda, cuarteles de oro con losanges de gules, que eran el rojo de las amapolas. En medio de este campo iluminado de tan nobles colorines, aparecían desperdigados en la lejanía pueblecillos de aspecto terroso con altas y puntiagudas torres, como velas de fantásticos bajeles que navegaban hacia el horizonte.


(pp. 76-77)                


Por esa parte a donde el sol se pone ves mi cuenca de Arlanza, hoy mal poblada de árboles y de hombres, mísera y cansada tierra. Pues así como la ves, pobrecita y escuálida, es la primera de mis idolatrías de Madre; es mi epopeya; es creadora de mis potentes hombres; es la que amamantó mis vigorosas voluntades.226


(p. 99)                


Son párrafos que traen a la memoria conocidos versos de Antonio Machado, aquéllos en que el poeta, al describir las tierras de Soria, las ve como piezas esparcidas de un viejo arnés guerrero, llenas de historia adormecida. Estamos ante un paisaje semejante al que hizo exclamar así a Ángel Guerra:

¡Cuánto me gusta este paisaje severo que expresa la idea de meditación, de quietud propicia a las fluorescencias del espíritu!227


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Este texto de 1890-1891 es hermano gemelo de tantos otros del 98, de Unamuno y, de nuevo y más especialmente, de Antonio Machado. Pues es, en efecto, en sus novelas posteriores a 1898 cuando Galdós, el novelista del paisaje urbano,

hace un serio esfuerzo por describir el paisaje natural de España y, en particular, el de Castilla la Vieja.


Para Regalado García, de quien son las palabras anteriores (op. cit., p. 402), las cosas están claras: Galdós se interesa ahora por Castilla y descubre su paisaje gracias a la influencia directa de la generación del 98, del mismo modo que sus ideas político-sociales evolucionaron por la misma razón (ibid., p. 403). Pero si esto último es muy discutible, puesto que parece evidente un proceso evolutivo y personal de radicalización en Galdós, como ha sido visto más arriba (cf. además un fundamental pasaje galdosiano de 1904, demasiado extenso para ser citado aquí, O'Donnell, OC, III, 1861; en él queda claro lo que para Galdós significaba paisaje, naturaleza, historia y sociedad), no lo es menos lo primero de forma absoluta. Ya en Doña Perfecta (1876) lo castellano en espíritu y en paisaje aparece evidente, con contornos muy semejantes a los del Machado de Campos de Castilla (1912); es preciso tener en cuenta, como dice Carlos Blanco Aguinaga (op. cit., p. 306):

la grave lección que sobre Castilla y sobre España en general nos ofrece Galdós en Doña Perfecta cuando explica que es la de Castilla tierra que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno.


Pues si bien es cierto que existen muchos puntos de contacto entre el paisaje castellano visto por el último Galdós y por el 98,228 también lo es que hay una diferencia radical, que puede verse en todo El caballero encantado y en otros textos galdosianos de la época: la actitud ante el hombre real que puebla ese paisaje, actitud que coincide únicamente con la de Antonio Machado,229 así como podría hablarse de influencia paisajística del 98 en Galdós, si por tal entendemos la del Unamuno joven de En torno al casticismo.230

Y no solamente paisajística. Algunas ideas fundamentales de En torno al casticismo aparecen también con harta significación en El caballero encantado, en todo el último Galdós. Así los conceptos de casticismo y tradición eterna. La misteriosa Madre que protege al héroe

Es nuestro ser castizo, el genio de la tierra, las glorias pasadas y desdichas presentes, la lengua que hablamos,


(p. 129)                


Es el alma de la raza, triunfadora del tiempo y de las calamidades públicas; la que al mismo tiempo es tradición inmutable y revolución continua,


(p. 291)                


eterna entre nuestra mortalidad.231


(p. 294)                


La peregrinación purificadora de Tarsis-Gil conduce a una radical identificación del personaje con el pueblo -campesinos, obreros-, proceso equivalente al aconsejado por Unamuno:

debemos chapuzarnos en pueblo. El pueblo, el hondo pueblo, el que vive bajo la historia, es la masa común a todas las castas, es su materia protoplasmática; lo diferenciante y excluyente son las clases e instituciones históricas. Y éstas sólo se remozan zambulléndose en aquél.232


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Pues, en efecto, la idea de intrahistoria también tiene en El caballero encantado papel primordial. Todo el importante episodio de la aldea de Boñices, en que la Madre se rodea de los miserables del lugar, dialoga con ellos, les anima, no es, en realidad, sino una aplicación directa del concepto de lo intrahistórico. Como dice la maravillosa dama -España y su Historia-,

No soy esta noche la matrona excelsa que te llevaba en veloz andadura de cerro en monte hasta las cumbres de Urbión; soy una pobre vieja que va pausadamente, asistida de este bastoncillo, a visitar apartados rincones de sus reinos. Te llevo conmigo, y verás que no pisaré fortalezas de magnates, ni palacios de príncipes de la Milicia o de la Iglesia; que no me inclinaré ante duques o marqueses, ni ante damas linajudas... Voy a consolar con mi persona las almas de los más humildes, de los vencidos y desesperanzados...


(pp. 206-207)                


Palabras e ideas muy semejantes a las de otros textos galdosianos de la última época, en que se habla del ser interno de la nación, es decir, de la intrahistoria.233 Otros detalles coincidentes de En torno al casticismo y de El caballero encantado contribuyen, en tono menor, a acentuar las concomitancias ideológicas entre ambas obras.234

No faltan tampoco conexiones entre El caballero encantado y otros autores del 98. Es más que posible que la simpatía con que Galdós miraba a los árabes peninsulares del tiempo pasado y marroquíes del presente -ya lo hemos visto-, llegando a identificarles con los españoles de hoy y de ayer, tenga su origen en el Idearium español (1896) de Ángel Ganivet, donde de forma tan atractiva se trata del mundo hispanomusulmán; el problema de la abulia, también ya mencionado, aparece asimismo en el Idearium, y por extenso. En 1902 publicaba Azorín La voluntad, cuya problemática se plantea también en El caballero encantado, pero, diferencia fundamental, animando a superarla y de hecho superándola en la novela. Es interesante recordar, ya que de influencias se trata, que el propio Galdós estrenaba en diciembre de 1895 su drama titulado, justamente, Voluntad; por su parte y como señala Ricardo Gullón (op. cit., p. 138), Doña Perfecta y Ángel Guerra «dejaron su huella en La voluntad, de Azorín». El problema de las influencias mutuas aparece también con Antonio Machado. Ya vimos la gran semejanza que existe entre éste y Galdós con respecto al tratamiento del campo y de los campesinos; Robert Ricard señala que la España de Doña Perfecta trae a la memoria de inmediato la de Campos de Castilla, lo cual es comparable mediante una simple lectura de ambas obras.235 De honda significación machadiana es el párrafo de la p. 99 de El caballero encantado citado más arriba, o este otro, descriptivo de la comarca en tomo a Numancia -a Soria-:

era una región solitaria, en la que Gil no encontraba más que la huella invisible de la Historia, y gráficas huellas de rebaños,


(p. 153)                


textos muy próximos al espíritu y a la expresión de «A orillas del Duero» y «Por tierras de España».




El futuro

Todo esquema de las relaciones entre Galdós y el 98 quedaría incompleto sin mencionar la Institución Libre de Enseñanza. Ya Costa, como ha sido visto, es un nexo evidente, pero no hay que olvidar las conexiones existentes entre Galdós y   —127→   Giner de los Ríos y el institucionismo, bien conocidas.236 La importancia del tema educativo es de significancia radical en El caballero encantado, como lo es en la última serie de los Episodios, en las últimas novelas y piezas teatrales y, en conjunto, en toda la obra galdosiana. Floriana, la maestra de La primera república (1911) y De Cartago a Sagunto (1911); las tesis de Casandra (1905), de Celia en los infiernos (1913) y de La razón de la sinrazón (1915), andan, unas y otras, muy cerca de la Cintia de El caballero encantado y de las ideas educativo-regeneracionistas de esta novela. De la misma forma que el Tarsis inicial será transformado en Gil, la Cintia de aquel primer momento, rica heredera que desdeña el amor del caballero, reencarna en Pascuala, maestra de primeras letras en Calatañazor (cf. pp. 189-191). Tarsis-Gil y su ya amante intentan escapar del pueblecito, dominado por el caciquismo brutal, mas en el momento de emprender la fuga sucede algo extraordinario:

Y de súbito aparecieron, corriendo y brincando, niñas y niños... Unos traspasaban el portillo, otros saltaban entre los huecos del muro despedazado... La turba rodeó a Cintia; innumerables manecitas se agarraron a la falda de la maestra... Ahogada por los abrazos, inmovilizada por los tirones, Cintia sólo pudo decir: «No me dejan... Vete, Gil... Ya ves, no puedo... Esclava soy de esta menudencia...»


(pp. 198-199)                


Será la Madre quien explique lo ocurrido, en los siguientes términos:

En los tiempos que corremos, Gil, los niños mandan. Son la generación que ha de venir; son mi salud futura; son mi fuerza de mañana. Les he visto agarrados a su maestra y he tenido que decirles: «Andad con ella, chiquillos... defendedla del ladrón».


(p. 206)                


A partir de ahora, ambos, Tarsis y Cintia, serán capaces, con ayuda de la Madre, de transformar el país, representado simbólicamente en el hijo de la pareja, Héspero (p. 346). El futuro se anuncia prometedor:

Construiremos veinte mil escuelas aquí y allá, y en toda la redondez de los estados de la Madre. Daremos a nuestro chiquitín una carrera: le educaremos para maestro de maestros.


(p. 347)                


Esta glorificación de los menesteres pedagógicos es paralela a la que Galdós hace en La primera república (ed. cit., pp. 1168 y 1189):

¡Los dioses han creado a Floriana para un fin sin fin! Es la educadora de los pueblos.

Ya puedes comprender que con un millón de maestras como esta que has visto, tu patria y las patrias adyacentes serán regeneradas, ennoblecidas y espiritualizadas hasta consumar la perfecta revolución social.


Institucionismo, regeneracionismo. También, de nuevo, Ganivet, el Ganivet de Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898), trabajos básicamente pedagógicos, resumidos así por el héroe:

A ratos pienso que quien está a mi cabecera no es una pobre sirviente, sino España, toda España, que quiere aprender a leer, escribir y pensar.237


Pero hay, sin duda, algo más. No olvidemos que el niño Héspero futuro «maestro de maestros» ha sido engendrado no por Tarsis, sino por Gil, según explica Cintia:   —128→   «el niñito lo tuve de un mozarrón muy bruto que trabajaba en la cantera de Agreda» (p. 346). Y tengamos también en cuenta que la fracasada fuga de Calatañazor fue impedida por los niños del pueblo, miserables y abandonados por la España oficial, como abandonados se hallan también campesinos y obreros, sumidos en la ignorancia, según señala acusadoramente un Galdós muy anterior, el Galdós de Marianela (1878). Galdós, una vez más, ha visto claro. Pues si de transformar el país se trata, no basta con educar a niños presentes y futuros, sino que es preciso hacer llegar esa educación a quienes tradicionalmente se les ha negado, a las clases trabajadoras. Así es como, piensa Galdós, se conseguirá esa «perfecta revolución social» de que habla en La primera república. En 1901 y en entrevista publicada por el periódico francés Le Siècle, lo explicó meridianamente:

L'ouvrier espagnol est sobre, intelligent. Il lui manque l'organization. Il lui manque surtout l'instruction. L'instruction lui donnera tout... L'oeuvre scolaire, ce sera le baptême de la nouvelle vie.238


Y Galdós, el Galdós admirador de Pablo Iglesias y de su Partido, sabía que el socialismo proporcionaba al trabajador las dos cosas por él deseadas: organización e instrucción. Recuérdese, con respecto a la última de ellas, el emblema del PSOE: un yunque, sobre el que reposan varias herramientas, así como un libro abierto, un tintero y una pluma. Trabajo y fuerza; educación e inteligencia.239

Mas Galdós va más lejos todavía en esta su visión del futuro según El caballero encantado, un futuro que no es estrictamente español, sino hispánico, puesto que engloba lo peninsular y lo americano, tema éste tan caro a los ideólogos del 98, especialmente a Ganivet y a Unamuno. Es preciso acudir de nuevo a Cintia-Pascuala, personaje clave. Cuando aparece por vez primera en la novela es «muy bella, huérfana millonaria nacida en Bogotá y recriada en la Argentina» (p. 40). Más tarde -ya lo sabemos- reaparecerá transformada en la maestra Pascuala, madre de Héspero, es decir, del esperanzador futuro en que la vieja España y la joven América se sintetizan.240 Y es precisamente la lengua lo que une a ambas, una lengua que

aún dura y perdurará por siglos, en uno y otro mundo... que al fin quedó hecha, sicut tuba, trompeta de nuestra energía.


(p. 100)                


De nuevo, las concomitancias entre Galdós y Unamuno resultan evidentes. También el rector de Salamanca creía en una comunión de lo hispánico de raíz lingüística; como dice Carlos Blanco Aguinaga,

nos habla del futuro lenguaje hispánico a través del cual podría lanzarse a los vientos del mundo una nueva conquista de espíritus hermanos.241


Mas para ello es preciso acabar con la mera verborrea, inyectar energía y voluntad en las palabras; en El caballero encantado, la Madre señala, aguda y acusadoramente una de las características de la sociedad de la Restauración:

El abuso de las pompas rituales es uno de mis mayores suplicios en la época presente... Así los que dirigen mi nacional cotarro, como la turbamulta gregaria que se deja dirigir, viven en un mundo de ritualidades, de fórmulas, trámites y recetas. El lenguaje se ha llenado de aforismos, de lemas y emblemas; las ideas salen plagadas de motes, y cuando las acciones   —129→   quieren producirse, andan buscando la palabra en que han de encarnarse y no acaban de elegir...242


(p. 94)                


Se trata, en resumen y como ha explicado Blanco Aguinaga (op. cit., p. 37), de que

la palabra, como la vida, es cambio y generación constante. La palabra es la forma de la vida y, con los cambios de ésta, debe cambiar ella; debe ser dinámica. Tiene que estar siempre lista para desposarse y engendrar.


Y al lado de este dinamismo necesario, la eternización -histórica e intrahistórica- del país, de los países que hablan esa misma lengua:

eres inmortal... porque no eres una vida, sino millones de vidas; no eres sólo un lenguaje, sino millones de lenguas que espiritualmente te vivifican.


(El caballero encantado, p. 314)                


Lengua eterna y al propio tiempo renovada, común a todo el mundo hispánico -Tarsis-Gil, Cintia-Pascuala, Héspero-... Como exclama la colombiana regenerada en Calatañazor,

nuestros bienes son comunes, y entre nosotros no puede haber ya tuyo y mío... Haremos grandes cosas.


(p. 347)                


Vemos así como Galdós construye, con sus deseos e imaginación, partiendo de una realidad injusta y desagradable, un futuro hispánico esplendoroso. Pues como ha dicho Miguel Enguídanos (art. cit., p. 246), para Galdós, precisamente porque es buen conocedor de la situación de su país,

las más altas posibilidades del vivir hispánico -por sombrío o nulo que nos parezca el presente, por incierto que se vislumbre el porvenir- yacen en el mañana.


Un mañana en el cual -y este es el resumen del mensaje e intenciones de El caballero encantado- el simbólico héroe Tarsis-Gil

llegó a posesionarse de la síntesis social, y a ver claramente el fin de armonía compendiosa entre todas las ramas del árbol de la patria.


(p. 344)                


University of California. Los Angeles