Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoErnesto Bark, un romántico revolucionario

Dolores THION-SORIANO


Université de Nantes

Lugar de encuentro de la bohemia, de escritores y artistas, Madrid acogió a finales del siglo XIX a un curioso personaje procedente de tierras lejanas. ¿Era un intelectual, un periodista, un nihilista, un revolucionario o un terrorista? En una aureola de incertidumbre y de misterio quedó envuelta la carismática figura de Ernesto Bark desde su llegada a España.

Desde que las referencias documentales de la prensa periódica empezaron a ser más utilizadas en investigación, su nombre, hasta entonces en el anonimato, ha ido despertando la curiosidad de los críticos e historiógrafos que tratan de restituir los ambientes intelectuales y literarios de fines de siglo.994 La imagen que se ha ido ofreciendo de Ernesto Bark, construida a partir de indicios y conjeturas, resulta confusa cuando no contradictoria. Se han barajado diferentes nacionalidades, se le han atribuido diferentes fechas de nacimiento y defunción y se han imaginado las más truculentas razones para justificar la presencia de este sospechoso extranjero, imagen del mismo demonio por su altura y barba roja, en España. Nuestro estudio se propone, pues, en primer lugar, descubrir el singular itinerario biográfico de este carismático personaje, cuya azarosa existencia podría ser considerada una historia o leyenda más del idealismo romántico que animó a tantos personajes de las turbamultas bohemias decimonónicas finiseculares.

Propagandista cosmopolita, Ernesto Bark quiso definir un nuevo modelo de intelectual comprometido, el «proletario de levita», que privilegia la divulgación, la sociabilidad y la formación de un estado de opinión pública, en detrimento de la reflexión y construcción epistemológica. Su prolija bibliografía es un proyecto de regeneración para España y construcción de un nuevo orden universal para toda la humanidad. De este ambicioso y utópico proyecto, tan sólo examinaremos la pervivencia de la huella romántica en el marco realista y naturalista en el que Bark concebía la literatura. Al igual que en los modelos románticos, la literatura queda al servicio de la sociedad, como organismo cultural y social y expresión del alma popular, pero igualmente, como medio de comunicación de «masas» -o «élites»- para vehicular la ideología republicana progresista y ennoblecer el alma y la sensibilidad humanas. En la práctica, su novela Los Vencidos resumirá las direcciones de nuestro estudio por su naturaleza autobiográfica, su carácter regeneracionista y su discurso social enmarcados en una estructura narrativa y estética con intencionados resabios románticos.

Identificándose con la conflictiva historia de los Países Bálticos, Ernesto Bark gustó de variados gentilicios para presentarse, resultado de sus afanes nacionalistas y a la vez cosmopolitas. Solía denominarse livonés, «el letón revolucionario», según Pío Baroja,995 cuando no, decía ser ruso, polaco, alemán... y español de adopción.

Nacido en el seno de una familia de la aristocracia germano-estonia, Ernest Bark (Kaava, Estonia, 1858- Madrid, c. 1924)996 fue un joven rebelde y de educación esmerada. En la Escuela Politécnica de Riga estudió economía y comercio. Fue entonces cuando integraría las trincheras del movimiento nacionalista del Despertar Estonio atraído por su activismo político y sus reivindicaciones en contra de la oligarquía del zar. Se alistó en el ejército para luchar en la guerra de Turquía (1877). Enfrentado a la dura realidad bélica y truncados sus sueños democráticos, desertó y se exilió en Alemania. Prosiguió sus estudios de Filosofía, Estética, Economía y Política en las universidades en Leipzig, Munich y Berlín hasta 1881. El contacto con las nuevas ciencias -sociológicas y psicológicas-, y las nuevas doctrinas y prácticas políticas alemanas -el marxismo, el Kulturkampf y el imperialismo- determinaron las orientaciones del pensamiento de Bark.

Atraído por la nueva ciencia de la Psicología de las Naciones, Bark iniciaría una larga singladura con numerosos viajes de estudios a través de Europa. En 1882, en Suiza, reanudó sus relaciones con los exiliados rusos anarquistas y federalistas. Junto con sus amigos de infancia, Mauricio von Stern997 y Ernest Baron von Ungern-Stemberg998 fundó entonces su primera asociación política, Movimiento Federalista Báltico y su tribuna en lengua alemana, El Federalista Báltico, el cual era distribuido en los Países Bálticos a través de unas redes clandestinas. Su enlace y amigo de infancia Andreas Tiido999 fue denunciado y encarcelado.1000 Asimismo, cuando Bark regresó a Rusia en 1883, fue rápidamente detenido y deportado a Siberia.1001

El «exagerado del pensamiento en acción», como le solía denominar Alejandro Sawa,1002 llegó a España a finales de 1884. En su anterior viaje de estudios había conocido a Matilde Cabello García, a la que convirtió en su esposa y madre de sus seis hijos. En Madrid integraría sin grandes dificultades los círculos progresistas. Llamaba la atención en las tertulias de café, donde proclamaba con vehemencia el advenimiento de la Revolución Social, por su gran elocuencia y su figura pintoresca de rebelde y «aire alucinado y extraño»:

«[...] que lleva una llama por pelos en la cabeza, y cuyos ojos árticos lanzan miradas de fuego que ignoran las más ardientes pupilas meridionales, me produce, por efecto puramente material, por sensación física, el efecto de un hombre de los trópicos, que con el cerebro en fuego viniera a comunicamos sus ígneas impresiones arreboladamente. Yo afirmo su sinceridad estética y filosófica; pero me deslumbra la llama de ese terrible penacho de pelo rojo que arde en su frente...»1003



Desde entonces, Bark compartió su activismo político y periodístico con sus estudios «sociológicos» y la creación artística: la literatura, la música y la pintura constituían sus principales aficiones. Una curiosidad insaciable, un temperamento impulsivo y un carácter idealista son los rasgos que mejor definen la personalidad de este polifacético propagandista.

Fue corresponsal de la Gaceta de Colonia y del periódico National Zeitung de Berlín. Junto con Isidoro López Lapuya fundó una revista hispano-alemana, Deustche- Spanisch Revue (1887) y una Biblioteca homónima con el fin de promover el intercambio cultural entre Alemania y España, aunque nunca logró un apoyo financiero para su correcto funcionamiento.1004 Probablemente vinculada a la casa de edición berlinesa de su amigo Richard Wilhemi, sólo publicó o importó variadas traducciones de obras filosóficas y científicas, sobre todo, del mundo de la medicina. Para Alemania tradujo novelas de Pedro A. de Alarcón, Benito Pérez Galdós, Emilio Castelar y Eduardo López Bago.

En los artículos que Bark enviaba a Alemania en 1888 atacaba la Monarquía y la política de Sagasta. A raíz de sus virulentas crónicas tras el célebre caso de la calle Fuencarral, en las que ponía en tela de juicio a los representantes de la justicia y la política, Montero Ríos diligenció su expulsión de España. No obstante, Bark se ocultó en Barcelona por algún tiempo. De regreso a Madrid, a pesar de haberse escondido en las afueras de la ciudad, su casa fue asaltada y él confinado en la Cárcel Modelo de Madrid (1888). En calidad de corresponsal y español de adopción, Bark publicó varias cartas en El Resumen y El País denunciando los ultrajes de los que había sido víctima él y su familia.1005

En 1888, Bark con Isidoro López Lapuya, Joaquín Dicenta, Antonio Palomero y Ricardo Fuente constituyeron la Agrupación Demócrata-Socialista, antecedente de grupo Germinal. Colaboraron en La Piqueta (Madrid, 1888) y El Radical (Madrid, 1889). Bark no era un anarquista como se ha solido afirmar. Sus objetivos políticos eran bastante moderados y reformistas. Se podrían resumir en tres puntos esenciales: la república, la democracia y el reformismo social. Evidentemente, sus contactos con los nihilistas rusos1006 y la falta de definición de un espacio político e ideológico con límites precisos entre el republicanismo progresista y el anarquismo, justifican este tipo de confusiones.

Al participar en 1890 en la organización de la primera manifestación del 1 de Mayo, Bark volvió de nuevo a la cárcel, exiliándose ahora en París. Allí vivió entre la bohemia y otros republicanos progresistas refugiados. Subsistía gracias a algunas clases de idiomas, traducciones y, especialmente, a su intrusión en el mercado negro de diamantes. Durante esta época intercambió correspondencia con Alejandro Sawa. Las cartas son crónicas sobre la vida parisina y estudios comparativos sobre la posición social y la profesionalización de los escritores en Europa.1007

De vuelta a España a finales de 1890, Bark vivió en Barcelona, Alicante y Cartagena. Eran ciudades de alta concentración obrera en las que debía realizar sus «estudios sociológicos» y organizar el Partido Demócrata-Social, en estrecha colaboración con los círculos librepensadores, especialmente, con la Constante Alona en Alicante y su escuela laica La Paz. En estas ciudades despertó acaloradas polémicas y en Cartagena fue incluso víctima de un atentado en el mismo juzgado de la ciudad. Desde entonces utilizaría con asiduidad el seudónimo A. de Santaclara. Sus actividades publicistas continuaron con colaboraciones en Madrid en La Democracia Social (1890 y 1895) y La Justicia (1890-1893) y la fundación de periódicos locales como El Crisol (Alicante, 1892), La voz de Murcia (Murcia, 1893) y Cartagena Moderna (Cartagena, 1893). Su primera novela, Los Vencidos aparecerá en la prensa alicantina. Se trata de una novela autobiográfica de intenciones propagandísticas, como estudiaremos posteriormente.

En estas publicaciones periódicas, la literatura es considerada como un agente activo para la consecución de la reforma social. Del naturalismo se ofrece ya una visión «social» que se acentuaría posteriormente en Germinal y que buscaba sus adeptos entre la Gente Nueva comprometida y luchadora en contra de las iniquidades sociales. Estos principios fueron igualmente defendidos en La Marea Sube. Psiquiatría literaria,1008 un folleto de crítica literaria publicado por entregas en Cartagena Moderna. Sólo se han conservado algunos capítulos virulentos en los que Bark analiza la realidad literaria del país como baremo de la riqueza y vitalidad de la nación. Ensalzando las opiniones de Pompeyo Gener en su obra El caso Clarín. La monomanía maliciosa,1009 quiere también participar en la denuncia «de las corrientes malsanas, enfermizas y podridas» del mundo literario y asume un papel regenerador para que la literatura permita «entrever los horizontes de una sociedad moral y físicamente sana y construida sobre las sólidas bases de la libertad, la justicia y la ciencia».1010 Bark romperá sus lanzas contra la literatura en el poder, un círculo estrecho de «bombos mutuos» presidido por «Clarín» y cuyos miembros son evidentemente Pardo Bazán, Pereda, Pérez Galdós y otros menos importantes con «codos de bronce, influencias políticas y last no least pulmones de fuerza hercúlea para hacer callar a los demás mortales».1011 La monomanía en España se manifiesta por el oscurantismo personalista y religioso porque, lamenta Bark:

«[...] ni nos ocupan aquí los ensueños de transformación social ni los encantos de la literatura simbolista o decadentista, somos Sancho Panza que sólo nos entusiasmamos ya por la política del presupuesto».1012



Finalmente, Bark realiza un llamamiento a las nuevas generaciones para hacer frente a estos literatos institucionalizados. La literatura joven está llamada a combatir estos estamentos en vistas al saneamiento de la sociedad.

En la calle Infantas, 32, Bark se instaló con su familia en Madrid a finales de 1894. Su Academia Políglota con sus clases de idiomas y sus círculos de reunión, la prensa y sus proyectos de política social siguen siendo sus principales actividades. A través de la Agrupación Democrática-Social, base eficaz para la consolidación del grupo Germinal y la posterior Agrupación Democrática, Bark desempeñó un papel activo en los círculos del republicanismo progresista madrileño. Fundó otra revista hispano-alemana de carácter filantrópico junto con Ungern-Sternberg titulada Spanien (1897-1899) y con Francisco Maceín La República Social (1896 y 1904. Colaboró en El País (1887-1920), La España Moderna (1891), El Progreso (1897-1898), El Pandemonium (1901), Las Dominicales del Librepensamiento (1903-1906), Fuerza (1903), La Lucha (1904), Nuestro Tiempo (1906) y El Mundo (1907-1908).

A partir de 1904, fecha de publicación de su biografía,1013 los documentos y noticias sobre Bark son cada vez más escasos. Participó en los movimientos de reforma social y educativa en Madrid, tales como la fundación de la Universidad Popular, la Asociación de Padres, las Casas del Pueblo y las Bibliotecas Populares.

Gracias a su erudición, un tanto «a la violeta», su cosmopolitismo y poliglotismo, -hablaba, al menos, inglés, francés, ruso, estonio, alemán y español-, encontró algunas fuentes de ingresos en traducciones comerciales y literarias, clases y conferencias, algunas de ellas, al parecer en el Ateneo de Madrid. Sus capacidades lingüísticas -al igual que su barba pelirroja- eran populares en la capital y formaron parte de su leyenda. En 1913, cuando el estonio Friedebert Tuglas viajaba por España, encontró en Burgos a unos gitanos que le narraron la historia «del hombre que hablaba diecisiete lenguas», a lo que Bark se divertía en reponer que en realidad eran unas veintitrés pero que había olvidado muchas y que en esos momentos sólo se sentía capaz de hablar unas diez.1014

Recuerdan los bohemios que lo frecuentaron su falta de escrúpulos y ese carácter fantasioso tópicamente identificado con el andaluz, seguramente imprescindibles para llevar una vida de lucha continua como la suya.1015 Apasionado y entusiasta, entregado a sus sueños idealistas de juventud, era, como el mismo se definía, «un hijo de mi siglo, y esto no peca de modestia».1016 Entre las polémicas que levantó, Francisco Maceín recuerda las campañas contra Batolomé Gabarró1017 y la de Humbert.1018 Empero, con quienes más diatribas mantuvo Ernesto Bark fue con los líderes del Socialismo y Anarquismo, en concreto contra Pablo Iglesias, Antonio Quejido y Federico Urales. A raíz de sus mutuas críticas y acusaciones, recayeron sobre Bark serias calumnias a las que siempre replicaba con insolencia despectiva, citando a Proudhon:

«¡Qué me importan estas miserias! Cuando la revolución está en peligro, cuando el hambre mata al pueblo, no tengo tiempo de entretener al público con mis injurias personales. La ola de la calumnia pasa; las ideas que defiendo quedarán».1019



A pesar de esas controversias, militó siempre en favor de la Unión Republicana-Socialista.1020 Al igual que la mayoría de los antiguos germinalistas acabó en las filas del Partido Radical de Lerroux (1908). Siempre albergó el sueño de volver a Estonia, su patria de nacimiento. Éste parece que se iba a hacer realidad en 1907 como deja suponer en una nota aparecida en ese año en El Cuento Semanal,1021 pero nunca obtuvo el permiso puesto que éstos no empezaron a ser concedidos hasta 1917. A partir de entonces dejó de frecuentar los cafés, lo cual es un nítido índice del aislamiento en el que debió vivir sus últimos años de vida. Aunque 1914 haya sido inscrita como fecha de su muerte, es errónea porque su folleto El bolcheviquismo en España1022 es posterior. También 1921 ha sido apuntada,1023 pero según la hermana de Bark, falleció en Madrid en 1924 aunque no se ha localizado ningún documento que así lo justifique.1024

Durante toda su vida, Bark se entregó a un propagandismo apasionado: si en Rusia éste le condujo al exilio definitivo en España, le llevó dos veces a prisión. Continuamente perseguido y criticado por su sinceridad y vehemencia, tuvo fieles amigos, pero también acérrimos enemigos, «sin los cuales me hubiera parecido la vida harto sosa».1025 Por esta singular y romántica trayectoria, Bark representa, al igual que Alejandro Sawa, el prototipo de bohemio revolucionario finisecular: un creador de su propia leyenda y personaje de su misma existencia, soñador y generoso, que abnegó su existencia a la lucha por el ideal.

Quedó curiosamente inmortalizado como personaje literario. Valle Inclán lo incorporó en tres ocasiones en sus obras, sobre todo bajo el nombre de Pedro o Basilio Soulinake. Fue una figura episódica de un fragmento de «La corte de Estella», escapado en la serie de La guerra carlista, luego en un capitulillo de La lámpara maravillosa, en Luces de Bohemia y Lugín en Tirano Banderas,1026 Eduardo Zamacois lo inmortalizó también en su cuento «La Prueba» en el que el protagonista, Pedro Alejandrowich encarna los atributos físicos y caracteriales de Bark.1027

La producción bibliográfica de Bark es pretendidamente realista y objetiva, pero esencialmente idealista y tendenciosa, a raíz de los presupuestos proselitistas que la engendraron. Desde sus primeras obras se constata que la huella de Bakounin permaneció indeleble durante su existencia, ya que Bark estaba profundamente convencido de su deber propagandístico, al servicio de Rusia, España y la humanidad universal. Esta misión proselitista a la que se creía destinado encajaba bien en un momento en que España, por sus complejos avatares, carecía de los supuestos básicos que posibilitaban el desarrollo de la Modernidad. Fue entonces cuando las minorías intelectuales con mentalidad europea hubieron «de gastar gran parte de sus energías en la simple puesta al día de los que se hacía allende de las fronteras e importar pensamiento».1028 La prolija bibliografía de Bark es vulgarizadora -no por ello inconsistente- y sólo pretende aportar una síntesis -más o menos tendenciosa- de las perspectivas y corrientes mundiales dominantes para orientar a la opinión pública.

Educado en el historicismo romántico alemán con el pensamiento estético y crítico de Herder y Schlegel, y bajo las improntas que Comte y Taine dejaron en su pensamiento, Bark exalta la literatura «espejo del yo intelectual de un pueblo»1029 y conservadora de su acervo idiosincrásico. Es un organismo vivo en el proceso dialéctico de la historia, recoge el pasado e impulsa el presente hacia el futuro. Es un medio de expresión social y popular y puede ser utilizada como pedagogía social. Siguiendo a Fouillée y Guyau, Bark preconiza la difusión de la literatura para que las ideas fuerza se filtren en las conciencias1030 y transformen al público receptor de manera abstracta y placentera: «Una obra artística que impresiona, produce efectos revolucionarios a veces más duraderos que barricadas y batallas en las calles. La pluma es más poderosa que todos los cañones».1031

Ahora bien, en opinión de Bark, el progreso se construye no sólo a partir de los avances técnicos y científicos, sino también a través del poder de las ideas y el ennoblecimiento moral de la sociedad. Para Bark, Revolución social y Revolución moral caminan a la par. Por ello, manteniendo el tríptico tomista Belleza-Verdad-Bondad, entroniza el valor del arte como fuente de trascendencia e idealismo inherente a la naturaleza especulativa del hombre. La literatura social no es una literatura exclusivamente positivista.1032 A pesar de sus conocidas apologías en defensa del Naturalismo social por su metodología racional, científica y atea y su doctrina política, Bark mostraba particular interés por desentrañar las causas y caracteres de la belleza, con el fin de potenciar su popularización y facilitar el deleite «popular» en el goce estético.1033 Con la democratización de la literatura, se podría despertar emociones y pasiones, educar la sensibilidad, elevar y adoctrinar al individuo. Esta instrumentalización de la literatura prevalece en su bibliografía y en sus colaboraciones periodísticas donde reclama con insistencia la presencia en toda creación literaria de los ideales progresistas y de los valores universales.

Dentro del panorama romántico europeo, la creación alemana simboliza el renacimiento cultural de Europa.1034 Goethe, Hyde, Heine, Schelling y Lessing son los modelos de referencia de Bark en su instrumentación de la sensibilidad literaria. Son autores poco conocidos en España y Bark lamenta que su recepción se realice a través de fuentes indirectas o traducciones intermediarias de procedencia francesa.1035 En sus revistas hispano-alemanas se propone divulgar la poesía de Heine que él considera más permeable al lector español, para lo cual realiza publicaciones bilingües de algunas composiciones poéticas.1036 Paralelamente, debido a sus primeras convicciones pangermanistas, Bark denigra el romanticismo francés que tanta influencia tenía en España. El éxito de las novelas diseccionadas en los folletines y los melodramas románticos en el teatro, demuestra hasta qué punto la opinión pública española es inmadura, ignorante y superficial.1037 El gusto literario español está influenciado por la afectación, la retórica y el sensualismo francés que encuentra gran acogida entre el público español. No obstante, reconoce la labor de los escritores políticamente activos, como Georges Sand, quien acercó los cauces de la novela a la sociedad.1038 Precisamente, por estos mismos motivos Larra y Espronceda son encomiados. Son portavoces del progreso y portaestandartes en las huestes revolucionarias. Simbolizan la rebeldía contra lo instaurado, la lucha por el ideal, el acercamiento de la literatura al espíritu nacional y su disposición al servicio de la sociedad.1039

Por el contrario, los escritores realistas coetáneos del «Olympo» literario son denigrados por anacrónicos y estar demasiado apegadas a los ultramontanos trono y altar. En Europa:

«[...] son muy pocos los que admiran la brillante fantasía de Alarcón, la sal ática del caluroso anacoreta Juan Valera, los horizontes del campanario de Pereda, el anticuado chauvanismo de los episodios nacionales, y las pocas novelas hermosas de la Pardo Bazán, donde el gran corazón de poetisa hace callar las inaguantables pretensiones del 'bas bleu'».1040



El bohemio revolucionario es como el escritor romántico, un hombre combativo, de bronce, vigoroso y potente. Los harapos, sombreros y melenas no son más que signos externos de su rebeldía, que Bark distinguía con insistencia de las últimas tendencias de la golfemia. Bark sacraliza la imagen del bohemio revolucionario por ser la promesa del renacimiento de un nuevo espíritu y encarnar al profeta. «Amar, compartir los sufrimientos y aliviarlos era el constante anhelo de Heine, Leopardi, Espronceda, Pushkin, Espronceda y Longfellow», explicaba Bark.1041 Así pues, la bohemia progresista constituye una «tribu sagrada de los peregrinos de la Verdad, la Belleza y la libertad» que canta «nobles rebeldías» convirtiéndose en paladín de la Revolución Social.1042 Para canalizar sus proyectos, Bark fundó el cenáculo de La Santa Bohemia. A efectos prácticos, pretendía ayudar a los nuevos escritores que llegaban a Madrid y fundar una Sociedad Cooperativa de Editorial.

Esta admiración que Bark y sus correligionarios del naturalismo radical sentían por el romanticismo fue compartida por la mayoría de los republicanos finiseculares. La incorporación de los valores y símbolos románticos popularmente conocidos eran de gran utilidad en su acercamiento a las masas populares ya que daban sentido a sus posiciones. A través del Romanticismo, legitimaban históricamente su disidencia al servicio de los grandes ideales -corrompidos por las clases en el poder-, y su rebelión ante los cánones vigentes refrendaban su concepción «social» y «pragmática» de la literatura y afirmaban el respeto a la tradición, al sentimiento nacional y el alma de los pueblos conservados en la literatura popular.1043 O sea, como de la misma ciencia y del positivismo, recogieron las facetas románticas que servían para garantizar sus ideas y actividades artísticas, culturales y socio-políticas, apaciguando así los temores e inquietudes de la inestable burguesía. Cuando Bark escribía:

«El problema social es más difícil de resolver de lo que muchos creen, porque se complica con los más altos problemas religiosos y morales de la humanidad. No es sólo la emancipación del equivocadamente llamado cuarto estado, que sólo es el abecedario del socialismo. Para que el socialismo represente el progreso, debe saturarse de elementos puramente religiosos (no de dogmas de iglesia) y morales; será ético o no será»,1044



estaba remplazando el credo católico por una nueva «mística», un nuevo credo ético y social utilizando las imágenes que pretendía derrocar, ahora supuestamente depurados y en su prístina virtuosidad. Los proyectos ennoblecedores de las almas humanas, el panteísmo, el armonicismo, el racionalismo social, los utópicos valores de la Moral social como el bien, el honor, la verdad, el altruismo y la solidaridad... que preconizaba Bark como condiciones sine qua non para la regeneración de España, encontraron un vehículo de expresión históricamente legitimador a través de la literatura romántica, cuyos códigos y orientaciones morales fueron igualmente recogidos en el naturalismo social o científico defendido por los republicanos socialistas de Germinal, cuyo máximo representante era, según Bark, Joaquín Dicenta y su drama Juan José. Si bien es cierto que las referencias tradicionales del antiguo Régimen y su estilística sirvieron, como afirma José Álvarez Junco, «para envolver o hacer aceptables los principios políticos modernos»,1045 no es menos cierto que estos escritores republicanos supieron inteligentemente adaptarse a los gustos y expectativas del público al que pretendían adoctrinar.1046 En su atrevido intento de componer una novela en español, Los Vencidos,1047 Bark quiere intencionadamente imponer «una lectura... inspirada en el más puro romanticismo», entendido éste como la más pura entrega al ideal y poco tenía que ver con el libre uso de la imaginación.1048 Novelando su propia existencia, demostrará que el ideal y la rebelión romántica y la metodología científica y atea del naturalismo social son complementarios e indisolubles ante la realidad. Si el naturalismo como método intenta aprehenderla de manera objetiva y racional, el romanticismo servirá, por una parte para ponerla en tela de juicio, y por otra, para superarla despertando profundas emociones con las grandes ideas y la belleza. Por consiguiente, según analizaba Armando de Liniers, el objetivo de Los Vencidos era encadenar una serie de pensamientos que moralizasen, deleitasen y enseñasen por medio de la belleza, entendida ésta como:

«[...] el sentimiento íntimo, dulce y espiritual que produce la contemplación abstracta de algo que nos arranca de la realidad para dar rienda suelta a la fantasía, sustraerse al convencionalismo vulgar y dejar libre el corazón para que latir pueda...»1049



Tras el disfraz del revolucionario propagandista ruso, Erico Orloff, protagonista de su novela, y el artilugio retórico del cronista objetivo e imparcial de una historia verídica, anunciado en su prólogo, Bark narra sus aventuras personales ya románticas de por sí como se pudo observar en la presentación de su trayectoria, divulga su pensamiento en farragosas digresiones y establece relaciones eclécticas entre la realidad objetiva, la ficción y el ideal por su sumisión al propagandismo y falta de creatividad literaria. El contenido doctrinario y abstracto de una novela como Los Vencidos, con «revoluciones de carácter y de ideas», es por esencia ideal y se asimila a un romanticismo elevado, el alemán, que nada tenía que ver con «la novela de nuestros padres que leían con vivísimo interés las aventuras de Montecristo».1050 En esta categorización del Romanticismo, Bark insiste en el carácter realista y objetivo de su novela, así como el carácter psicológico de sus personajes. La naturaleza elevada de su temática exige una lectura «sensible» o «romántica». Merced a ella, el lector penetrará en el ideal y despertará sus sentimientos y emociones considerados palanca de la regeneración. En suma, conocimiento racional y sensible son requeridos en literatura para catalizar la reforma social, lo cual implicaría el equilibrio deseado en la educación integral del individuo.

Ahora bien, con una pirueta retórica en el prólogo de su novela, Bark, cronista, afirma su independencia y libertad respecto a «el mal gusto» del peyorativo vulgo, preteriendo las manipulaciones y exageraciones románticas e idealistas reñidas con la realidad, y justificando al mismo tiempo su presencia en la novela, «obligado» precisamente por ese «mal gusto del vulgo»,1051 si quiere atraerlo, concienciarlo y educarlo. Personajes hieráticos, acción escasa y argumento endeble, truculencias y exabruptos románticos, pasiones amorosas, discursos ideológicos, citas periodísticas, digresiones culturales e históricas, anticlericalismo, panteísmo, determinismo y fatalismo..., conviven en esta novela melodramática y propagandística. Las románticas aventuras de Bark o Erico Orloff son prácticamente todas verídicas pero quedan envueltas en los ropajes ampulosos del discurso apasionado del proselitismo. La palabra, el discurso, la oratoria no logran sobrepasar su realidad inmaterial, su estado de teórico proyecto para construir una realidad, llámese revolución, república o novela, en armonía con los presupuestos que se propugnan.

Los Vencidos son, pues, un ejemplo más del utilitarismo literario que caracterizó al republicano español, el cual supo presentar nuevas ideas en los odres ya viejos, pero no caducos por eficaces, del romanticismo popular. Su importancia no radica en su calidad estética, a medio camino entre el realismo y el melodrama de folletín, sino en su valor de documento histórico paralelo al ensayístico1052 y de retrato vivo de las voluntariosas pero soñadoras conciencias de fin de siglo.

Incansable luchador en política y en periodismo radical, la vida de Ernesto Bark fue la de un continuo exilio aceptado como el sacrificio de aquellos que se sienten predestinados a luchar por la verdad. Inmortalizado en las obras de Valle Inclán y de Eduardo Zamacois, espíritu catalizador del grupo Germinal y del Republicanismo Social, luchador infatigable por el regeneracionismo de España, Bark fue uno de los variopintos personajes de la bohemia intelectual, personaje no sólo de su novela, sino también, de su propia existencia.

Fue un romántico por pasión y rebeldía, un realista por método. Quiso dominar la realidad, poseerla para al mismo tiempo enjuiciarla y repudiarla, por rebeldía e idealismo. Su naturalismo científico y su utópica Revolución Social, a imagen de los disidentes románticos, surgieron más para afrontar a las élites dominantes y acabar con las desigualdades sociales que como fugaces y quiméricos sueños de juventud. Si para el lector de fines del siglo XX su pensamiento parece en ocasiones inconsistente, si se disciernen lagunas epistemológicas engendradas por su apasionamiento, tal vez nos quede, abandonando nuestra mirada de presente, un modelo de estrategia proselitista y un sugerente personaje, encarnación del ideal en su legendaria existencia y del malestar de fin de siglo nacional y cosmopolita.