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Capítulo IX

Concilios y reyes de España hasta Rodrigo que la perdió. -Obispos de Segovia. -Términos de su obispado.

     I. A Witerico sucedió Gundemaro, rey muy católico. Había en estos días discordia entre los obispos sufragáneos de Toledo, pretendiendo algunos eximirse de aquella metrópoli. Y deseando el rey conformarlas, dispuso se juntase concilio provincial en Toledo año seiscientos y diez, en veinte y cinco de otubre, según señala Loaisa, aunque otros diferencian. Conformáronse los prelados en reconocer por metropolitano a Aurasio, presente arzobispo de Toledo, firmándolo todos, y entre ellos Miniciano obispo de Segovia. Y aunque Loaisa en la Colectanea de los Concilios de España, y Severino Binio siguiéndole, en la general de los Concilios, ponen en este mismo concilio a Poscario por obispo también de Segovia; fue error sin duda de los escribientes o impresión; pues según parece era obispo de Segorbe, como escriben Morales, Mariana, Padilla y Carrillo. Para confirmar esta concordia hizo el rey Gundemaro un decreto que confirmaron veinte y seis prelados de las otras provincias de España. Y habiendo vencido a los navarros y franceses, murió en Toledo año seiscientos y doce. Sucediendo Sisebuto, rey bien enseñado, aunque con sobra de celo forzó a los judíos de su reino a recibir el bautismo. Y habiendo allanado a los asturianos y riojanos rebeldes y reinado ocho años y medio, murió en seiscientos y veinte y uno, dejando por sucesor a su hijo Recaredo, segundo de este nombre, que reinó solos tres meses.

     II. Eligieron los godos rey a Suintila, hijo del gran Recaredo primero y valeroso capitán que a cinco años nombró cornpañero en el reino a Requimiro, su hijo, causa de que los vasallos se alterasen, y el rey mudase su buen gobierno en tiranías hasta salirse del reino padre y hijo, año seiscientos y treinta y uno, huyendo de Sisenando, capitán valeroso que, electo rey y advertido en el daño ajeno, aseguró su corona con prudencia, disponiendo que año seiscientos y treinta y tres (o según otros treinta y cuatro) se juntase en Toledo concilio nacional, en que con humildad y lágrimas pidió a los padres trabajasen en decretar lo conveniente a la religión y república, estragados con las guerras y mudanzas pasadas, como se hizo, confirmando el despojo de Suintila y los suyos y asegurando la corona a Sisenando. Comenzose también en este concilio la compilación de las leyes del juzgado godo, que después se nombró Fuero juzgo, de que tenemos un original de más de cuatrocientos años de antigüedad, algo más enmendado y añadido que el que imprimió Alonso de Villadiego en Madrid año mil y seiscientos. Entre los prelados de este concilio asistió Anserico, obispo de Segovia, que gobernó muchos años. Sisenando murió en Toledo el año siguiente, seiscientos y treinta y cinco por el mes de abril, según buenas conjeturas. Sucediendo, por elección, Cintila, que siguiendo el ejemplo de su antecesor dispuso que se juntase en Toledo el año siguiente, seiscientos y treinta y seis, concilio también nacional. Aunque en los impresos hasta ahora sólo firman veinte y dos obispos y dos procuradores, si bien de diversas provincias, en que se conoce ser nacional; que o la prisa estorbó juntarse más o los manuscritos están faltos. Uno de los asistentes fue Anserico, nuestro obispo. Lo principal de este concilio fue confirmar la elección del rey, decretando graves penas contra los desleales a los reyes que mal seguros, sin duda, solicitaban estos apoyos con tanta instancia que en nueve de enero del año seiscientos y treinta y ocho (como está en los impresos por Loaisa) se congregó otro concilio nacional para lo mismo y otras cosas. Entre los demás prelados, que fueron muchos, también asistió nuestro Anserico. Y el rey murió año seiscientos y treinta y nueve.

     III. Sucediendo Tulga, por elección según nuestros escritores, aunque Sigiberto, monje Gemblacense, en el Crónico que escribió por los años mil y cien, dice que fue hijo de Cintila, dando a entender que sucedió por derecho hereditario. Como quiera murió mozo con muestras de buen rey, año seiscientos y cuarenta y uno. Sucedióle Cindasvindo, capitán general de los ejércitos, en cuya confianza no aguardó a elección, si bien en la posesión mostró merecerlo gobernando con justicia y valor, disponiendo se juntase en Toledo, año seiscientos y cuarenta y seis, por el mes de otubre, concilio nacional en que también asistió Anserico nuestro obispo. Renunció Cindasvindo la corona en Recesvindo, su hijo, año seiscientos y cuarenta y nueve, en diez y nueve de febrero, y pasados tres años murió en Toledo. Gobernó Recesvindo con prudencia, disponiendo que año seiscientos y cincuenta y tres, en diez y seis de diciembre, se congregase en Toledo concilio nocional, en que asistió Anserico nuestro obispo, y firmó tercero de los obispos por su antigüedad. Y al principio de este concilio hizo el rey profesión de la fe católica, y pidió a los padres tratasen con cuidado de ordenar el gobierno eclesiástico y seglar, como lo hicieron hasta levantar muchos tributos, con que el reino estaba gravado. Y año seiscientos y cincuenta y cinco se congregó en la misma ciudad concilio provincial de diez y seis obispos y un procurador de un ausente. No se halla en este concilio obispo de Segovia, ni en otro de veinte obispos que asimismo se congregó el año siguiente, seiscientos y cincuenta y seis. No sabemos la causa, presumimos sería vacante de nuestro obispado o falta de los manuscritos. El rey, habiendo vencido a los navarros que se rebelaron, y establecido muchas leyes que hoy se ven en el Fuero-juzgo, murió primero día de setiembre de seiscientos y setenta y dos, en Gertigos, pueblo que hoy se nombra Bamba, como escribe Juliano, que poco después fue arzobispo de Toledo y murió santo.

     IV. El mismo autor escribe que el mismo día de la muerte de Recesvindo fue electo rey Bamba, varón de mucha nobleza y autoridad, que ungido en Toledo por Quirico su arzobispo con señales milagrosas, partió en breve a sujetar a los navarros rebeldes otra vez. Y avisado de que en la Francia gótica se había rebelado Hilperico, envió contra él a Paulo, su capitán, griego de nación y fe, pues confederado con el rebelde se coronó rey enviando a desafiar a Bamba, que antes que cobrase fuerzas dio sobre él; y vencido y preso con los cómplices en solos seis meses, volvió triunfante a Toledo, cuyos muros ensanchó y fortaleció. Dispuso se juntase concilio en siete de noviembre de seiscientos y setenta y cinco, de diez y siete prelados con el de Toledo, y dos procuradores de ausentes; siendo un Liberato diácono y procurador de Sinduito, obispo de Segovia. Algunos, sin fundamento bastante, han escrito, que en este concilio se ajustó la división de los obispados de España hecha mucho antes, pero confundida con el tiempo. Tradición es constante, que esta división y ajustamiento se hizo en tiempo de nuestro rey Bamba, y que para ello se convocaría concilio nacional como el caso requería; pero éste, hasta ahora, no se ha hallado.

     V. Siguiendo esta corriente de nuestros escritores, pondremos aquí los términos de nuestro obispado: y perdone el letor la prolijidad, que no puede excusarse en cosa tan importante y antigua.

     La Colectánea de Concilios por Loaisa, dice: Secovia haec teneat de Almét usque Mambellam: de Montel usque Vaso-doto.

     La bula de confirmación que el papa Calisto segundo dio a don Pedro de Ageen, nuestro obispo, año 1123, como allí escribiremos, dice: De Valathome usque ad Mambellam, de Monteillo usque ad Vadum-Soto.

     La Historia general del rey don Alonso, dice: El obispado de Segovia tenga de Valde Amelo fasta Mansilla: e de Montel fasta Bodehoca.

     Ambrosio de Morales dice: Segovia desde el Valle de Amelo hasta Mambella, o Mansilla; y de Montel hasta Valdota. Todos en conformidad señalan cuatro ángulos que sin duda corresponden a los cuatro puntos celestes, oriente, poniente, septentrión y mediodía: que si se señalaran en la división según buena regla de topografía histórica, nos diera mucha luz en tantas tinieblas y diferencias de nombres, causadas sin duda de la ignorancia o descuido de escribientes. El punto y término oriental es Val de Amelo que la bula nombra Valathome. El rey don Alonso Sabio pone puerto y venta de Valathome junto a la Fuenfría, tres leguas distante al oriente de nuestra ciudad, en un privilegio que dio a las ventas de estos puertos año mil y docientos y setenta y tres, como allí diremos. Y acaso entonces se nombraba Val de Amelo, el que hoy Val Sabin, por la abundancia de sabinos, árbol que en arábigo se nombra Abhel. El término occidental es Mambella; y es término oriental del obispado de Palencia. Y según esto incluía nuestro obispado a Peñafiel, Tudela y Portillo con sus términos; y así los incluyó la bula de Calisto segundo, y fueron de nuestro obispado hasta que después de largos pleitos, por concordia quedaron en Palencia, como escribiremos año mil y ciento y noventa. El término septentrional es Montel que la bula nombra Monteillo y hoy se nombra Montejo; villa distante de nuestra ciudad catorce leguas al norte. El término de mediodía es Vado-Soto como dice la bula, que los otros nombres del concilio, de la general y de Morales muestran manifiestamente estar errados. Y siete leguas de nuestra ciudad al mediodía, ribera del río nombrado hoy Juarros de Voltoya, que divide los obispados de Segovia y Ávila, hay un término nombrado Valde-Soto, con que parece quedar bien ajustados los términos antiguos y presentes de nuestro obispado.

     VI. Advirtiendo aquí que Juliano arcipreste, cuyo Crónico hemos citado dice en los Adversarios: Dubitatum est, utra Secovia fuerit sedes Episcopalis tempore Gothorum: an qua in Arevacis, an quae in Vaccaeis: Ego magis assentior ijs, qui faciunt sedem Episcopalem Arevacensem tempore Golhorum et prius: ut quae Colonia Latina Romanorum: et quae :::::: cum Numantia, celebris partiebatur terminos cum Palentina Valle Amela prope Almazanum: et per Mambellas, nunc Bambellas: partiebatur cum Uxamensi sede, sibi satis vicina. Vaccoeorum Segovia fluviolum habet, nomine Dorium: et promontorium, nomine Coviam, iuxta quod sita est. Noticia tan extraña y confusa, que juzgamos trabajo inútil detenernos a traducirla ni disputarla. Pues ni Julio Floro, Tolomeo, Antonio ni Plinio pusieron más de una Segovia: y esta en los arevacos nombrados así del río Areva, que es nuestro Eresma, como dejamos escrito. Y cuyo obispado de antiguo y presente termina con Osma al septentrión y con Palencia al poniente como demarca el mismo Juliano y prueba la conformidad de los términos antiguos y presentes; sin detenernos a contradecir lo que escribió Florian de Ocampo, pues no escribimos disputas sino historia, cediendo siempre a quien mejor averiguare.

     VII. Los árabes descendientes y secuaces de Mahoma, que habiendo sujetado en África la provincia Mauritania, desde donde hasta hoy se nombran moros, deseaban entrar en España. Dieron en sus costas con una armada de ciento y setenta vasos. Venciólos Bamba con buen consejo y capitanes, y después de tantas victorias, Ervigio, capitán suyo, le hizo dar agua de esparto con que perturbados cerebro y cabeza enloqueció domingo catorce de otubre de seiscientos y ochenta años. El astuto Ervigio dispuso que le nombrase sucesor; y luego hizo ministrarle la santa unción, abrir corona sacerdotal y vestir hábito de monje para que si convaleciese no pudiese volver al reino como sucedió; conforme a lo decretado en el concilio toledano sexto, haciéndose Bamba monje en el convento de Pampliega, junto a Burgos. Ervigio para asegurar su corona dispuso se congregase concilio nacional en Toledo en nueve de enero del año siguiente seiscientos y ochenta y uno, cuyo primer decreto fue confirmar el reino a Ervigio. Y el segundo (advirtiendo el suceso de Bamba) decretar con graves penas que ningún sacerdote administrase la santa unción a enfermo que no la pidiese, pudiendo. Decreto que hasta hoy se ha observado en España, aunque no obliga ya él recibir este sacramento a ser religioso el que sobrevive, como obligaba en aquel tiempo. Uno de treinta y cinco prelados que asistieron en este concilio fue Deodato, obispo de nuestra Segovia, que también asistió en otro asimismo nacional, en cuatro de noviembre de seiscientos y ochenta y tres años. Y en otro que en catorce de noviembre del año siguiente seiscientos y ochenta y cuatro se congregó también en Toledo para admitir el sexto concilio general celebrado en Constantinopla, sin haber concurrido a él prelado alguno de España.

     VIII. Ervigio, mejor en los fines que en los principios, murió en Toledo por noviembre de seiscientos y ochenta y siete años, habiendo nombrado sucesor a Egica, su yerno, pariente de Bamba, que aún vivía monje. El cual, imitando a sus antecesores, dispuso se congregase concilio nacional en Toledo en once de mayo de seiscientos y ochenta y ocho. Y entrando el rey propuso con humildad a los padres que a instancia de su antecesor y suegro había jurado de amparar a su suegra y cuñados, no consintiendo les fuese quitada cosa alguna de las que poseían, y hallaba que tenían usurpadas muchas haciendas, cuyos dueños le pedían justicia como a rey. Lo consultasen y respondiesen qué debía hacer. El concilio respondió: Que en ningún caso podía el juramento ser contra la justicia, sino en su favor y cumplimiento. Uno de sesenta y un prelados que asistieron en este concilio fue Deodato, nuestro obispo. El antiguo valor de los godos iba degenerando, y acometidos de los franceses fueron vencidos en tres batallas. Sisberto, arzobispo de Toledo, inquieto y poderoso se rebeló contra el rey. Lo mismo intentaron los judíos, de que el reino abundaba. Prevalecía el engaño, la sodomía cundía, y entre tantos vicios porfiaba a renacer la idolatría.

     IX. Egica, deseando remediar tantos daños, dispuso se juntase concilio nacional en Toledo a dos de mayo de seiscientos y noventa y tres años, pidiendo a los padres trabajasen en el remedio, reduciendo a número concertado las muchas leyes de los reyes antecedentes, con que se embarazaba la justicia, juzgando el favor y ejecutando el poder. Así lo procuraron los padres con decretos justos y prudentes, si bien la reducción de las leyes no se hizo o se perdió, pues no está en el concilio; siendo uno de cincuenta y nueve prelados que asistieron en él Decencio, obispo de Segovia. Y deseosos de efectuar el remedio, el año siguiente seiscientos y noventa y cuatro en siete de noviembre se congregó concilio también nacional, pues escribe el arzobispo don Rodrigo que concurrieron los mismos cinco arzobispos que en el pasado, y lo confirma nuestro segoviano Villalpando. Aunque el número y nombres de los obispos concurrentes se ignora hasta ahora por falta de los manuscritos. Este es el último de los concilios toledanos que hoy gozamos celebrado el día que se cumplían siete años del reino de Egica, que murió en Toledo por noviembre de setecientos y un años, habiendo antes nombrado por compañero y sucesor en el reino a Witiza, su hijo, que al presente estaba en Tuy, y acudiendo fue ungido en Toledo a diez y siete de noviembre, como escribe Vulsa, obispo godo, en el fin de su concertada Historia.

     X. Comenzó Witiza a reinar generoso, para entablar sus tiranías, restituyendo a los desterrados por su padre a sus casas y haciendas, y quemando los procesos fulminados contra ellos; por estos principios cautelosos se entregó a todos vicios. A Teodofredo, hijo de Cindasvindo y hermano de Recesvindo, reyes ambos, hizo sacar los ojos en Córdoba, donde vivía desterrado; y queriendo ejecutar lo mismo en Rodrigo, su hijo, se libró huyendo, porque guardaba la ira divina aquel tizón que había de abrasar a España habiendo antes, cuando estaba en Tuy, muerto tiranamente a Fabila, hermano de Teodofredo y padre de Pelayo, que también se libró huyendo a Cantabria, reservando la divina clemencia aquel príncipe valeroso para medicina de tanta llaga. Libre Witiza de los recelos que estos príncipes le causaban, desenfrenó toda su inclinación, entregándose a adulaciones y deshonestidades entre truhanes y mancebas, incitando con ejemplo y premio a seglares y eclesiásticos a vivir licenciosa y deshonestamente con cuantas mujeres quisiesen. Y porque el romano pontífice no acudiese al remedio, le negó la obediencia mandando congregar concilio o conciliábulo en Toledo, cuyos decretos se perdieron como sus autores. Mal seguro el rey de su conciencia, hizo derribar con pretexto de paz los muros de las más ciudades de España. En la nuestra no los había porque, como dejamos escrito, los romanos los derribaron con otros muchos, viviendo lo principal de nuestros ciudadanos en el valle del río Eresma y parte de la cuesta donde estaban y están hoy las iglesias y parroquias de San Pedro, nombrado de los Picos, por los que tiene su torre, y San Antón y Santísima Trinidad, que fueron de católicos (según dijimos) en tiempo de los arrianos. Así vivía el tirano Witiza, cuando Rodrigo, ayudado, como algunos dicen, de los romanos, o, como escriben otros, de los mismos godos conjurados, siendo el enemigo más invencible de los tiranos, su misma tiranía le venció y sacados los ojos desterró a Córdoba, donde murió, vengando a Teodofredo, año setecientos y once. Luit Prando, autor ya citado, en su Crónico dice, que murió en veinte de diciembre en Toledo, donde fue sepultado.

     XI. Pareció Rodrigo bueno para rey, hasta que la posesión del reino convirtió el valor en tiranía, imitando y aun excediendo los vicios de Witiza, cuyos hijos persiguió cruel. Y vencido de su apetito forzó a Florinda, dama de la reina e hija del conde Julián; a la cual los árabes nombraron Cava, nombre entre ellos injurioso y originado de Eva. Dicen algunos que gozó la doncella siendo mancebo, con promesa de marido, quebrantada cuando rey; desprecio tan sentido de la dama y de su padre, que en venganza de la ofensa solicitó los árabes, soberbios con las victorias de África que pasasen a España, que falta de armas y valor sería fácil de conquistar, y él prometió entregarla ayudado de parientes y amigos, que ofendidos de Rodrigo seguirían sus banderas. Con lo cual persuadido Ulit Almanzor, rey de Arabia, dio orden a Muza (nombre que entre los árabes es lo mismo que Moisés) su gobernador en África, diese principio al intento. Este juntó doce mil combatientes, que debajo de la conducta de Tarif Abenzarca pasaron con Julián a España, año setecientos y trece, y desbaratando a don Sancho, sobrino de Rodrigo, que con su orden y gente quiso estorbar el paso, saquearon la Andalucía volviendo a África, Tarif con victoria, Julián con crédito, y el ejército con despojos de España, cuyas culpas tenían irritado a Dios, blasonando el demonio que había obrado en ella tantas calamidades. Pues como refiere Baronio, conjurando una endemoniada en Roma este año setecientos y trece en la iglesia nombrada entonces Ad aquas salvias, y hoy de las tres fontanas, donde fue degollado San Pablo, y estaban las reliquias de San Anastasio, mártir, constreñido el demonio de los conjuros, dijo: Vengo de España, donde dejo hechas muchas muertes y mucha efusión de sangre.

     XII A la fama de la victoria y riquezas de España, el año siguiente de setecientos y catorce se hallaron Tarif y Julián con más de cien mil combatientes, y el temor de España de su parte, en los campos de Guadalete, donde salió a la defensa Rodrigo con las fuerzas de España. Continuóse el batallar por ocho días, hasta que domingo once de noviembre, según la más fundada opinión, fueron los godos vencidos y deshechos en los últimos fines de Europa, habiéndola corrido toda con sus vitorias. ¡Cuándo acabará España de orar y sentir la miseria de este día! Ni qué provincia se vio ultrajada de más bárbaro vencedor, más contrario en religión y costumbres, que inhumano asoló pueblos y ciudades, sin dejar rastro de sus nombres y sitios; causa de la confusión que en la antigua topografía de España tienen los escritores naturales y extraños.

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