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101

Lo asegura el verso 1225 c («los omnes e las aves e toda noble flor»), abajo comentado.

 

102

Cf. El pequeño mundo del hombre, pp. 72-73.

 

103

Y, por ende, alguna vez, ‘[persistencia en] una cierta forma de vivir’. La acepción básica y predominante de mantener es la segunda del Diccionario académico: «conservar una cosa en su ser; darle vigor y permanencia» (de donde ‘observar un modo de vida, perseverar en un estado o conducta’). Las concordancias del Libro permiten apreciarlo de un vistazo: «non cobdicie compaña, si sólo se mantién» (110 d); el amor «al mancebo mantiene mucho en mancebez» (157 a); «non ha lo que cobdicia, lo suyo non mantiene» (225 c); «el que la ha desonrada, déxala, non la mantiene» (885 a); «la mi leal Urraca, ¡que Dios me la mantenga!» (939 a); «en mantener omne huérfana obra es de piedad» (1707 a); y cf. 1687 b: ¿«<man>toviste porfía»? A esa luz, los otros dos casos de «mantenencia» resultan diáfanos: «pidiés a Dios que te diese salud e mantenencia» ( 250 c; cf. 251 ab: «Oyó Dios tus querellas e diote buen consejo, / salud e gran riqueza e thesoro sobejo»); «con muchos abogados era su mantenencia» (496 b). De los cinco ejemplos de «mantenencia» registrados por L. Kasten y J. Nitti, Concordances and Texts of the Royal Scriptorium Manuscripts of Alfonso X, el Sabio, Madison, 1978 («en buen veiez e assaz en buena mantenencia», «la mantenencia del regno», etc.), sólo uno se restringe quizá para realzar el valor de ‘alimento’, sin perder el más amplio de ‘modo de conservación, tenor de vida, observancia’: «et la mantenencia daquel tiempo de cercal mont Sinay fue la manna e ell agua de la piedra de Oreb». Pero tal uso, si realmente se dio, parece haber sido muy ocasional. Es harto indicativo que la Vida de Santa María Egipcíaca (652) traduzca «sostenance» por «abstinencia» (como en el giro hacer penitencia «comer», v. gr., en Don Quijote, II, iii), cuando tan bien cumplía «mantenencia» los requisitos de medida y rima: el sentido de «alimento» era desconocido o sumamente excepcional; y en nuestro contexto resultaría incomprensible (vid. n. 107). Compárese aún El conde Lucanor, I, xxvi, ed. J. M. Blecua, don Juan Manuel, Obras completas, II (Madrid, 1983), p. 210: «la raíz del árbol es la cosa que da la vida et la mantenencia al árbol».

 

104

Pedro Hispano, In Aristotelis librum de anima commentarii, en Obras filosóficas, ed. M. Alonso, III (Madrid, 1952), pp. 147-149.

 

105

Compárese el aforismo recogido por H. Walther en varios manuscritos: «Sapiens nihil affirmat quod non probet» ( Proverbia sententiaeque latinatis medii aevi, Gotinga, 1963 ss., núm. 27517, y vid. s. v.); o Santiago, III, 13: «Quis sapiens? ... Ostendat ex bona conversatione operationem suam...». Cabría amontonar muchos textos similares a 72 d.

 

106

Véanse las certeras observaciones de A. Blecua, en el prólogo a su edición (provisional) del Libro de buen amor, Barcelona, 1983, pp. XXVIII- XXXI.

 

107

Nótese que la interpretación habitual de «mantenencia» rompe la ilación del pasaje: «la primera» cosa queda sin probar y sin desarrollar; se la enuncia e inmediatamente se la olvida, sin sacarle la menor punta. Para captar la picardía y la economía alusiva del Arcipreste, hay que restituir a la voz su sentido de «permanencia».

 

108

Obsérvese asimismo que el De anima latino habla de «alterum sibi simile», mientras «adiutorium simile sibi» se llama a la mujer en el versículo del Génesis (II, 18) donde se cuenta que Dios la creó para dársela «al omne por conpañera» (109 c). Juan Ruiz podía apoyarse en la coincidencia para sugerir irónicamente un porqué de su capciosa ‘traducción’. Que, con todo, seguía siendo parafraseable de modo harto fiel a Aristóteles: ‘quieren segund natura que haya sienpre un ser semejante a ellos y con la condición de nuevo’.

 

109

La concordancia con Aristóteles confirma la lectura del manuscrito G (contra S: «que a toda cosa se mueva»). En rigor, cabe preguntarse si Juan Ruiz piensa únicamente en el movimiento local o también en el propio del alma vegetativa. Sin embargo, pese a que «trabaja por» pone el énfasis en el dinamismo de cuanto vive, el verso 71 d, la enumeración de 73 b y la correlación de 74 ab inclinan a decidirse por la primera posibilidad, que, además, casa mejor con el esquema ascendente del pasaje: de lo vegetativo a lo sensitivo y a lo discursivo.

 

110

Historia animalium, 542 (cf. n. 97), y vid. Política, I, ii, 1253 a 37-38, y Problemas, IV, xxv, 879 a 26-35. Otro tanto se lee en innumerables tratados y enciclopedias (v. gr., el De proprietatibus rerum y el Speculum naturale), en latín y en romance (vid. n. 111). No doy, pues, ninguna importancia al contacto con Plinio, Naturalis historia, X, lxxxii, 171-172: «Ceteris animalibus stati per tempora anni concubitus, homini, ut dictum est [VII, iv, 38], omnibus horis dierum noctiumque. Ceteri satias in coitu, homini prope nulla... Quantum in hac parte multo nocentiores quam ferae sumus!».

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