Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

11

«[...] y huyamos también del extremo de los viajeros franceses, que a propósito de impresiones de viaje nos reimprimen toda la historia de los pueblos que visitan, a contar de los tiempos fabulosos, y todas las relaciones más o menos críticas que encuentran al paso» (Ibid., p. 129).

 

12

Ibid., p. 77.

 

13

Ibid., p. 158. Notemos que la relación viene, en cierto modo, justificada porque Mesonero está narrando aquí el entierro, al que asistió, del dramaturgo Victor Ducange, más celebrado en España que en Francia. Mesonero había visto representadas dos obras suyas en Madrid (p. 159). Larra tenía una visión menos entusiasta de este autor: compararlo con Hugo era como comparar a Ramón de la Cruz con Calderón.

 

14

Ibid., p. 109. Se puede considerar que el término (y acaso su referente práctico) está entrando en nuestra lengua por esos años. Domingo F. Sarmiento se hace eco de esa novedad en un texto suyo de 1846 (véase como ambos autores vinculan el concepto a la capital francesa): «El español no tiene una palabra para indicar aquel farniente de los italianos, el flâner de los franceses [...]. El flâneur persigue también una cosa que él mismo no sabe lo que es; busca, mira, examina, pasa adelante, va dulcemente, hace rodeos, marcha y llega al fin..., a veces a orillas del Sena, al boulevard otras, al Palais Royal con más frecuencia. Flanear es un arte que sólo los parisienses poseen en todos sus detalles» (Viajes por Europa, África i América, p. 99). Para comprender el atractivo de París sobre los románticos españoles es de gran interés la obra de J.-R. Aymes Españoles en París en la época romántica, sobre todo las pp. 27-181.

 

15

Se trata de nueve artículos publicados en el Semanario Pintoresco Español (entre el 10 de febrero y el 22 de septiembre de 1839) y uno en la revista El Pensamiento (el 23 de septiembre de 1841).

 

16

Es un conjunto de ocho artículos aparecidos en El Sol entre el 3 de febrero y el 27 de abril de 1843.

 

17

El Diario fue recogido en el segundo tomo de sus Obras en prosa (Madrid, Viuda e hijo de Aguado, 1883: pp. 425-506).

 

18

Nuestras referencias están tomadas de la edición de Ramón Alba: Enrique Gil y Carrasco: Artículos de Viajes y de Costumbres, realizada para Miraguano Ediciones y publicada en 1999.

 

19

Gil y Carrasco tiene ideas claras sobre la actitud que debe presidir al viaje para que sea realmente productivo: se puede resumir en la carencia de prejuicios, en la observación de la realidad y en una predisposición benevolente hacia el otro: «Por el contrario, el viajero que al recorrer una comarca hace abstracción de sus recuerdos y discursos anteriores, que juzga las cosas en su valor intrínseco [...], ése será eficacísimo obrero en la tarea de la reconciliación universal y campeón esforzado en la gran batalla del error y la verdad»: Obras completas de d. Enrique Gil y Carrasco, p. 551.

 

20

Ver varias referencias a este punto en sus artículos periodísticos recogidos en Obras completas, pp. 518-519, 534-534 y 551-552.

Indice