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ArribaAbajoCapítulo VII

Labor de desfonde


Es de gran interés la divulgación de los ensayos y aun de las prácticas que se intenten en el progreso de la agricultura. Veamos los resultados que ha dado en un período de diez años la labor de desfonde hecha con arado de vapor, tanto para la producción del vino como para la del trigo, en la Colonia de San Juan de Violada.

El modo cómo se introdujo esta clase de cultivo en dicha finca, vale la pena de que se conozca. Habían plantado varias moreras en hoyos de un metro en cuadro por una vara de profundidad; a poco se murieron; y esto hizo que se olvidaran de ellas, pero los cultivadores observaron que el trigo se hacía mucho más alto y sus espigas mucho más gruesas en los sitios donde habían estado los hoyos de las moreras que en el resto del sembrado; esta observación hízoles reflexionar, pensando que sería conveniente labrar con un arado que penetrase tanto como había penetrado la azada en los hoyos, esto es, cuatro palmos: intentaron conseguirlo de varios modos, mediante el auxilio de bueyes y de mulas, pero ninguno de los ensayos dio resultado. Otro tanto sucedía con la viña; en vez de hacer un hoyo para cada pie de vid, había de ser mejor que toda la tierra fuese hoyo, quiero decir, que fuese removida toda parejamente tanto como lo era en los hoyos, para que la planta se desarrollase mejor y en menos tiempo y produjese más fruto. Tales fueron los hechos que hicieron pensar en aplicar el vapor al cultivo del trigo y de la viña. Es claro, que hubo sus dificultades. Los fabricantes de arados de vapor en Inglaterra no habían pensado nunca en labores de cuatro palmos, por lo cual, tuvo necesidad el Sr. Oliver de idear por sí mismo una modificación, y de ahí nació en los talleres de John Fowler, de Leeds (Inglaterra) el arado que lleva hoy en todas partes el nombre del fundador de la Colonia.

La colonia de San Juan posee dos trenes de arar a vapor, uno grande, que remueve y voltea el suelo a cuatro palmos de hondo, y el pequeño, que profundiza a 35, 40 y 50 centímetros, según convenga. Cada uno se halla movido por dos máquinas de vapor, que se colocan en los dos extremos del surco, a una distancia que puede llegar hasta medio kilómetro: cada una de las dos máquinas tira alternativamente del cable de alambre a que va atado el aparato de arar, o sea las rejas y vertederas.

Los efectos generales de esta clase de labor, son principalmente tres: 1.º Hace al suelo, y por lo tanto, a las plantas cultivadas en él, más resistentes a la sequía, equivaliendo, dentro de ciertos límites, a una labor de riego. La razón es muy obvia y se halla al alcance de cualquiera: cuando llueve, en vez de penetrar el agua un palmo o palmo y medio, penetra dos palmos o tres, o cuatro, según sea la labor y la cantidad de agua llovida; y una gran cantidad queda como almacenada en lo más hondo, sin que el sol pueda absorberla o evaporarla en pocos días o semanas, como sucede con la labor común: así como la tierra se va secando en la superficie, la humedad de abajo sube por capilaridad a las raíces, o bajan estas a buscarla, gracias a la facilidad que tienen para desarrollarse por estar la tierra tan removida, haciendo veces de riego en tiempo de sequía. De aquí la diferencia que se observa en los años muy secos entre los sembrados de la Colonia y los de Almudévar o Tardienta, que vienen a estar en condiciones iguales de clima.

2.º La labor de desfonde pone a disposición de las plantas una cantidad de alimento mucho mayor que la labor ordinaria: lo uno, porque sube a la superficie tierra del fondo, rica en sales, virgen todavía, no visitada nunca por el arado, que no ha sido desjugada y empobrecida, como la tierra de las capas superiores, por un cultivo agotador de muchos siglos; y en segundo lugar, con referencia especial a la vid, porque sus raíces pueden extenderse libremente en todas direcciones y ocupar un espacio de tres metros cúbicos de tierra removida, en vez de medio metro o menos que tiene por el sistema ordinario. De aquí la gran diferencia que existe en igual clase de terreno y con igual cantidad de estiércol, en años de lluvia abundante, entre las viñas y mieses cultivadas con arado común y las cultivadas por el sistema de la Colonia.

3.º Otra ventaja de cultivo es que las labores se hacen más a tiempo, no siendo preciso aguardar a que llueva para romper, cuya operación se verifica en pleno Julio y Agosto en esta nombrada Colonia; que se aprovechan mejor las sazones, por la gran rapidez con que se hace la siembra; y que sale la labor mucho más barata que con caballerías, siendo las máquinas una especie de mulas que sólo comen el día que trabajan.

4.º Últimamente, dejan la tierra mullida y más accesible a los agentes meteóricos, porque las ruedas de los arados sólo pisan terreno sin labrar, al paso que las bestias deshacen con las patas el efecto de la reja, apisonando la tierra que acaban de remover.

Los resultados de este género de cultivo pueden apreciarse por las cifras siguientes. Antes de adoptarlo, cuando se labraba esta finca con bestias, producía el trigo 6, 8 y 10 simientes; ahora, con el vapor, produce de 14 a 15 simientes; la cebada, de 20 a 25, según los años. Con la particularidad de que la avena loca, o sea la ballueca, que tanto da que hacer en este país, desaparece por completo, por quedar enterrada a muy grande profundidad antes de que haya podido nacer. En cuanto a la viña, es notable la rapidez con que se desarrolla y fructifica la plantada en terreno desfondado. Se hizo el ensayo en el plantío de viña: el Conde plantó dos trozos de viña, uno, en los hoyos, por el procedimiento ordinario, y otro con arado de vapor: la primera tardó cinco años en dar fruto, y a los siete años de plantada se observó que era raquítica y mezquina, al paso que la otra, daba ya fruto al segundo año, o sea a la tercera hoja, y sus cepas eran vigorosas y producían una cosecha abundante. Viña había en esta Colonia que a los cuatro años de plantada ha producido 40 hectolitros por hectárea, que es decir, más del doble de lo que produce por término medio la viña común del país cuando ha alcanzado el máximum de desarrollo.

Una prueba de la bondad del sistema, es que las máquinas Oliver han ido a labrar a destajo a tanto la hectárea, a Sangarrén, a Vicién, a Almuniente, a Zaragoza, a Almonacid y a Cariñena, y que los propietarios para quienes ha trabajado están satisfechos del resultado, pudiendo invocar el testimonio del Sr. D. León Laguna y del señor Duque de Solferino, por pertenecer a la provincia de Huesca. Todavía cabe decir más en abono de esta clase de labor; y es, que existían en la finca criados y jornaleros que a la vez eran propietarios de algún pedazo de tierra, de dos, cuatro y seis fanegas, y que esos braceros, en vista de los resultados de la labor de estos arados, han solicitado que les fueran desfondadas sus tierras con ellos para plantar viñas, a pagar en trabajo, o sea en jornales y salarios, y habiendo accedido a su ruego, estaban igualmente satisfechos del resultado que les ha dado la operación.

Como consecuencia de todo, se puede afirmar sin vanagloria, que la provincia de Huesca ha sido la primera en España en cuanto al uso de la gran maquinaria agrícola y que ocupa un lugar distinguido en la agricultura europea, pues en la prensa de Inglaterra, de México y de los Estados Unidos se ocuparon y estudiaron la forma de explotarse la Colonia de San Juan, en el Alto-Aragón.

Sentados estos preliminares, nos ocuparemos con alguna particularidad del cultivo de la viña y de la fabricación del vino, por la gran importancia que este género de producción tiene en la provincia de Huesca.

Una vez desfondado el terreno con el arado de vapor a la profundidad deseada, sea a 80, a 70 o a 60 centímetros, se procede a rayarlo o a marcar los cuadros donde han de plantarse las vides, a fin de que resulten las distancias de cepa a cepa enteramente iguales y formen líneas bien rectas en todos sentidos, condición necesaria para poder hacer la labor mecánicamente con el arado de vapor. La distancia a que queda cada cepa respecto de sus inmediatas es en esta Colonia de un metro, entrando, por tanto, 5.000 en cada hectárea, que es decir, millón y medio de pies para una explotación de 300 hectáreas. -Seguidamente se verifica la plantación, poniendo un cabo o un barbado en los puntos donde se cruzan las rayas hechas. Si la plantación es de sarmientos, basta clavar una barra de hierro y poner el cabo en el agujero o barreno resultante; pero es preferible con mucho emplear barbados de uno o de dos años. La plantación debe hacerse después de los fríos, en el mes de Marzo, y mejor aún en Abril. En todo caso, sea barbado o sarmiento, deben dejársele dos yemas que se hallen entre 15 y 20 centímetros sobre el nivel del suelo y quitarle todas las demás que asomen fuera de tierra. Respecto de los barbados, debe tenerse cuidado de que no salga del suelo más que la madera del año. Procediendo de este modo se consigue que los brazos de la cepa se desarrollen horizontalmente, que estén ya desde el segundo año a la altura conveniente para que la uva no toque en el suelo, y lo que debe procurarse es que el tronco de la cepa quede libre de heridas, las cuales oponen con sus secos otros tantos obstáculos a la libre circulación de la savia.

La poda en verde que es lo que se llama en este país birbar o brivar, es operación de suma importancia en el primer año, sobre todo en el segundo de hecha la plantación, porque permite suprimir los brotes que salgan en punto donde no convengan sin causar heridas o secos. En terrenos de buena calidad, que hayan sido bien desfondados, es regla dejar en el segundo año dos brazos con viva y ciega; al tercero, cuatro brazos con viva y ciega también; de modo, que al cuarto año se halla la cepa en plena producción. Ya hemos dicho antes que existía en esta finca viña que daba 40 hectolitros por hectárea a los cuatro años de plantada. Al practicar la segunda poda en verde, conviene despuntar los brotes que no deban servir para brocadas en la próxima poda en seco.

El primero y segundo año deben darse a la viña por lo menos cuatro labores, aun cuando no haya hierba: del tercer año en adelante bastarán tres labores, si con ellas queda la hierba bien extirpada. Asimismo debe azufrarse y sulfatarse todos los años, a partir del primero, toda viña cultivada como es debido, aun cuando no se observen huellas ni asomos de oidium ni de mildeu. El gasto hecho es una especie de prima de seguro con que el hombre previsor se pone a cubierto de un posible desastre.

En cuanto a la variedad de vid que más conviene plantar, mirada la cuestión desde el punto de vista industrial, es preferible la vid que produzca mayor cantidad de vino, y no la que lo produzca mejor. Así es que recomendamos sin vacilar el cultivo más intensivo que sea posible. Para ello nos fundamos en la experiencia. Nosotros cosechamos vino de mejor calidad que los argelinos y lo vendemos más caro, y sin embargo ellos obtienen de cada hectárea de viña cuatro veces más utilidad que nosotros. He aquí la razón. La producción regular de los viñedos de Argelia, plantados en terrenos desfondados a vapor, producen regularmente por cada hectárea 100 hectolitros de vino de 10 grados, cuyo precio oscila entre 12 y 18 pesetas: término medio, 1.500 pesetas de producto bruto por hectárea. Nosotros cosechamos de 15 a 20 hectolitros de excelente vino por hectárea, que vendido a 20 pesetas, nos da un producto bruto de 350 pesetas a la hectárea. Comparen ustedes la diferencia que va de esos 70 duros nuestros a los 300 de Argelia y comprenderán las ventajas del cultivo intensivo. Debe advertirse que el clima de Argelia es tan cálido y seco como el nuestro.

Esto supuesto, la variedad de vid más recomendable para nosotros encuentro que es la denominada momagastro. Cada país tiene su vid de gran producción: la nuestra es ésa. En el año último se hizo producir a cinco hectáreas de momagastro, estrechándolas a razón de 50 hectolitros de vino de 10 grados de alcohol por hectárea; se vendió en Huesca a 10 pesetas hectolitro, lo cual representa un producto bruto de 100 duros por hectárea; las otras 340 hectáreas de viña de la Colonia, tratadas con el mayor mimo para que produjesen la mejor calidad posible, dieron únicamente 20 hectolitros por hectárea, que vendido a 15 pesetas el hectolitro, arrojan un total de 60 duros por cada hectárea: diferencia a favor del cultivo intensivo, la que va de 60 a 100, esto es, 40. Y estábamos en los comienzos, pues ya este año se propusieron forzar más la producción del momagastro hasta llegar a donde llegan los argelinos, esto es, a los 90 o 100 hectolitros, en cuyo caso la diferencia entre los dos cultivos será naturalmente mucho mayor.

Es verdad que hay que atender al mismo tiempo que a la cantidad, al color del vino, a que éste sea lo más tinto posible, y para eso, dos medios se pueden recomendar:

1.º El cultivo de variedades que produzcan naturalmente mostos fuertemente rojos, tales como nuestro ribote o vinatera, o como los híbridos de Bouchet, cuya uva tiene la pulpa roja, a diferencia de nuestras variedades comunes, que sólo tienen materia colorante en el hollejo, o sea en la piel. Es la variedad que domina en los viñedos de Argelia, y de ahí el excelente color de aquellos vinos. Aquí puede introducirse o por vía de plantación o por vía de injerto, en los viñedos existentes.

2.º El otro medio consiste en concentrar el color del mosto de nuestras uvas comunes, separando en la pisadora a un lado todo el mosto que sale al principio enteramente incoloro, y que puede calcularse en una mitad, y a otro el restante, con toda la briza u orujo. Con la primera mitad se fabricará vino blanco, que de algún tiempo a esta parte se paga en Francia mejor que el tinto más excelente, y con la otra mitad resultará un vino con doble color al que le correspondería de ordinario, por haberse concentrado en una mitad del mosto el color que, sin aquella separación, habría tenido que repartirse en la totalidad. El señor Debonno, de Boufarik (Argelia), ha inventado recientemente una pisadora que separa hasta un 75 por 100 de mosto blanco o incoloro: la Colonia hizo pedido de ella con objeto de fabricar vino blanco en gran escala.

Hasta aquí lo que podemos decir de momento acerca del nuevo sistema de cultivo por medio del vapor; y únicamente queda por decir dos cosas: 1.º Que es un error creer que con esta clase de arados sólo pueden labrarse las tierras muy extensas y enteramente llanas, siendo lo cierto que el vapor labra toda tierra que pueda labrarse con mulas, sea grande o pequeña, llana o inclinada. -2.º Que es asimismo error creer que sólo puede labrarse con esta clase de arado cuando se dispone de un gran capital para comprar máquinas tan caras, porque el que las posee puede labrar con ellas a jornal o a destajo, según es tan común en los Estados Unidos. No lejos de nuestro país, en Argelia, cuyos vinos principian a hacer seria competencia a los nuestros, todos los viñedos de la gran llanura de Mitidja han sido desfondados por dos o tres parejas de máquinas al precio alzado siguiente: labor a cuatro palmos de profundidad, o sea a 80 centímetros, 500 pesetas hectárea; a 50 centímetro, 300 pesetas; a dos palmos, 125 pesetas; a 30 centímetros 70 pesetas, además del transporte de las máquinas, la manutención de tres obreros y una cantidad de 40 a 60 hectolitros de agua para las locomóviles. Ahora bien, como en la Colonia se hacían todas las labores en cincuenta o sesenta días, pudo introducir la labor de desfonde a destajo en Aragón, siendo ya varios los propietarios de esta provincia y de la de Zaragoza que han plantado viña en terreno desfondado con el arado Oliver de referencia.