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ArribaAbajoII. Estudio histórico de la América Central

Cesáreo Fernández-Duro


La designación que el señor Director se sirvió hacer de mi persona para informar acerca de diversas obras ofrecidas recientemente á la Academia por escritores de México, de Venezuela y de Colombia, me dió oportunidad de repetir la observación, antes hecha por la Corporación, respecto al notable progreso que las investigaciones históricas alcanzan, en las que fueron por origen provincias españolas de Ultramar y hoy noblemente figuran en el concierto de las naciones soberanas. Encargo semejante con relación al libro titulado Estudio histórico de la América Central191, que con galante dedicatoria remite desde Guatemala su autor D. Agustín Gómez Carrillo, me ofrece de nuevo ocasión de repetir elogios, con tanta satisfacción aquí recibidos y sancionados.

El libro es en realidad un compendio de la historia interesante de aquella región que fué llamada Reino de Guatemala en otros tiempos, comprendiendo actualmente las Repúblicas de Guatemala, Honduras, Costa-Rica, Nicaragua y San Salvador; región ilustrada con los trabajos de los Sres. Milla, León Fernández,   —135→   Peralta y Zaragoza; mas así como estos han procurado ensanchar la esfera de los primitivos historiadores, rectificándola á la vez en provecho de los hombres, Gómez Carrillo dedica á los niños la labor, no menos difícil, de condensar, restringir y amoldar á su inteligencia la noticia de sucesos culminantes, presentándolos de forma que arraiguen escogidos y limpios de preocupación, con la esperanza de sano y sazonado fruto en tiempo oportuno.

Conciso en las apreciaciones, recto en el juicio, más dado á la atenuación de los errores que á su extremada censura, salva los escollos que sobre aquellos de la historia en general presenta un país sembrado con las ruinas magníficas de civilización casi desconocida, objeto por lo mismo de fantásticas disertaciones, nacidas de la mitología occidental, y el más peligroso del fraccionamiento y conmoción política que han seguido al régimen colonial. En el estilo es sencillo sin afectación; en los comentarios desapasionado; en las miras siempre patriota. Si en el trascurso de la narración se buscaran defectos, no dejarían de hallarse algunos; es obra humana; mas ninguno de esos que hacen desmerecer el trabajo puedo yo citar.

En el orden, á la descripción del territorio y la idea somera de los primeros habitantes, su cultura, lenguas y costumbres, en el momento de la llegada de Colón, sigue relación de la Conquista por Pedro de Alvarado; de la disputa de Francisco de las Casas, Cristóbal de Olid y Gil González Dávila que motivó la jornada memorable de Hernán-Cortés á Honduras; la fundación de poblaciones principales, corriendo más rápidos los sucesos hasta el de la proclamación de la independencia, que hace época, cerrando la anterior con relación de los capitanes generales y presidentes de la Audiencia, y otras de los gobernadores de las provincias, que son de mucha utilidad.

Más sobrio, ya lo he dicho, es en el período reciente de la República, esquivando en lo posible la designación de personas, y dejando para futuros escritores el juicio que merezcan. Se complace más en los capítulos últimos destinados á reseñar las vicisitudes del comercio y la agricultura, especialmente en la industria del añil, de la legislación y tribunales, de la instrucción   —136→   pública y por consecuencia del progreso intelectual y de las bellas artes.

Mejor que la apreciación particular de estos capítulos, servirá á la Academia la trascripción de párrafos tomados al acaso de cualquiera de ellos, que así podrá juzgar juntamente del criterio y del estilo.

Haciendo en el prólogo manifestación de los propósitos que, dicho sea en verdad, ha sabido cumplir, escribe:

«En la parte moderna nos limitamos al sistema de nombres y fechas; muy poco ó casi nada de filosofía de la historia ofrecemos allí, nada casi de detalles sobre revoluciones y Gobiernos; es esa una rápida ojeada sobre lo sucedido en la América Central desde el 15 de Setiembre de 1821. La lucha de las ideas y de los intereses, que desde los albores de nuestra existencia política conmueve con su fragor á los centro-americanos, no hallará eco en este pequeño volumen: poco acertado andaría quien, juzgándonos dispuesto á fallar acerca de los hombres y de las cosas, buscara en estas páginas la sensación que producen los ataques y los aplausos, por merecidos y justificados que fuesen unos y otros. Lejos de tan ingrato terreno nos hemos colocado; ni nuestro carácter consentiría otra cosa, ni la historia contemporánea puede siempre imparcialmente escribirse por los contemporáneos.

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»En lo que concierne á los tiempos anteriores á la Conquista, observamos un laconismo escrupuloso: la fábula disputa á la realidad, su imperio en la historia de aquella remota época, y como no podemos amontonar sin orden y concierto lo fantástico y lo positivo, seguimos de un modo breve las opiniones más autorizadas, huyendo de la ficción, que saca á los labios la sonrisa, como acontece con el supuesto robo de las princesas de la familia real de Quiché, que dió origen á la mitológica guerra que tan cándidamente refieren algunos cronistas.

»La historia es la nodriza y la institutriz de las generaciones que entran en la carrera de la acción; y si un resumen como el presente puede servir en las escuelas y en los liceos de la América Central para iniciar á los alumnos en la historia patria, y suministrarles cimientos para levantar el edificio de su instrucción   —137→   en la materia, confiamos en que los amigos del progreso no dejarán de agradecernos las faenas un tanto ímprobas á que nos hemos sometido al formar esta obra.

»A medida que la humanidad avanza hacia el objeto que le está señalado, le es más útil la historia. Ignórase, en sentir de algunos filósofos, si la poesía, en la forma que hoy reviste, acompañará hasta el porvenir más remoto á la raza humana, que tantos momentos de solaz le debe; pero es seguro que la historia será hasta el fin su guía, y que nunca faltarán á los hombres las obras históricas con todas sus riquezas, sus recursos y sus enseñanzas.

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»Si de mérito real carecen las páginas de este estudio, no se nos negará que en ellas se erige un altar perpetuo al patriotismo honrado, y que la buena fe resplandece en todas y cada una de las partes de la narración, en la que, de seguro, no se percibirán las negras y tristes sombras de la pasión política, por la que tantas amarguras y tan crueles dolores ha sufrido nuestra desventurada patria.»

Véasele ahora en el juicio:

«El mal sistema de los repartimientos de indios y el no menos detestable de las encomiendas, merecen la execración con que la posteridad los ha marcado: el gobierno de la metrópoli procuraba con leyes sabías poner coto á semejantes abusos; pero apenas conseguía atenuar los males que experimentaban aquellos infelices, sin embargo de que era apoyado por el constante patronato que en favor de estos últimos ejercía el clero, que en aquel entonces representaba el elemento humanitario civilizador.

»La reina Isabel, en su lecho de muerte, había recomendado á sus sucesores que protegiesen á los desvalidos indios: la corte de España, fiel intérprete de ideas tan generosas y de tan cristianos sentimientos, no cesaba de prevenir á los que administraban estas provincias, lo mismo que á los que gobernaban en las demás, el buen trato de los naturales: la Audiencia y muchos de los gobernadores se esforzaban por dar el lleno debido á tales órdenes; mas no siempre alcanzaban á operar el bien por completo:   —138→   la codicia de los colonos y feudatarios poseía poder para burlar en gran parte tan justas medidas.

»En esta filantrópica tarea había tomado enérgicamente la iniciativa el liberal sacerdote fray Bartolomé de las Casas, que por algún tiempo residió en varios puntos de la América Central, y que de un modo eficaz contribuyó á la conquista pacífica de la provincia de Tezulutlán ó Verapaz.

»Ese hombre virtuoso, aunque dotado de un exagerado celo por los indios, celo que no dejó de producir desazones y disturbios, fué el que más alto hizo oir en América y España su autorizada voz con valientes declamaciones.»

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»Tristes recuerdos, por su duro comportamiento, dejaron algunos de los agentes del gobierno de España, sobre todo entre los que vinieron los primeros días de la colonización de estos países: pero debe decirse la verdad entera, si se quiere rendir homenaje á la imparcialidad histórica.

»Funcionarios hubo, y no pocos, cuyo manejo se subordinó estrictamente á los buenos principios de la justicia y la sana política; protectores de los indios y respetuosos á los preceptos de la ley, administraban las provincias de un modo digno y satisfactorio, ya evitando el abuso y reprimiendo el crimen, ya promoviendo mejoras en lo moral y en lo material.»

Este sentido informa todo el libro, y son muy interesantes y nuevas las noticias acerca de lo que el gobierno colonial hizo en favor de la instrucción pública; mas por no prolongar las citas, sólo otras dos, relativas al comercio y á los tribunales añadiré, creyendo sean suficientes al objeto que me está encomendado.

«Es bien sabido, dice, que el gobierno español, animado de un espíritu exclusivista, prohibió á mediados del siglo XVI, bajo severas penas, que en las colonias americanas se tratara y se contratara con extranjeros.

»Prohibición tan absurda, fué confirmada más tarde por otras leyes; mas no por eso se alcanzó el objeto apetecido por la metrópoli: no era posible impedir el tráfico mercantil con los países extranjeros; y al fin el rey de España, cediendo al influjo de ideas menos mezquinas, tuvo que tolerarlo. Es que los gobiernos   —139→   nunca son respetados y obedecidos cuando sus providencias se apartan de la verdad y la justicia: la mutua necesidad de los pueblos y el común beneficio de los cambios, exijen siempre la libertad del comercio.

»Pero estos principios, que hoy son axiomas en el mundo culto, no dominaban en la legislación colonial de aquellos tiempos de atraso y de ignorancia, y solo se buscaba que la metrópoli ejerciese el monopolio de los frutos coloniales, privilegio más aparente que real, según las palabras de un publicista español: pues Francia, Inglaterra y Holanda, reportaban mayores ventajas del contrabando que la España de su exclusivo tráfico. No nos atrevemos á justificar tan vicioso sistema, aunque merezcan disculpa los yerros de la época; pero permitasenos manifestar que Francia era en aquel entonces más severa en lo que concierne á prohibiciones; de lo que se deduce que no sería justo atribuir á Cárlos V y á Felipe II, como algunos pretenden, el establecimiento del sistema restrictivo.»

Ultima copia.

«La sencillez de costumbres en aquel entonces, la menor densidad de población y los hábitos de obediencia á la ley y respeto al magistrado, eran causas bastantes para que las cárceles estuviesen casi desiertas: la estadística criminal es hoy menos satisfactoria que antes, debido sin duda, á las continuas revueltas y trastornos que han agitado á Centro-América, y que han descargado rudos golpes sobre la moral en las clases menos cultas y más propensas al abuso. La paz, con su acción saludable, y la escuela, con su beneficiosa enseñanza, irán trayendo el remedio á los males que se deploran; así disminuirán los delitos de sangre, y en general las trasgresiones de la ley.

»No puede decirse con exactitud, que el bienestar material que vamos alcanzando, se desarrolle á expensas de la moralidad pública; no es cierto que los hombres se corrompan en lo moral á medida que mejoran materialmente de condición. Es imposible que nosotros seamos peores que nuestros padres: la razón y los hechos concuerdan para refutar tales aserciones; pero todo nos impone el deber de esforzarnos para que nuestros hijos sean mejores que nosotros.»

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Lo expuesto me parece bastante como fundamento para estimar que la Academia puede servirse encarecer el aprecio con que ha recibido la obra de D. Agustín Gómez Carrillo.

Madrid 18 de Enero de 1886.

CESÁREO FERNÁNDEZ-DURO.