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11

Ver de momento, respecto al sentido de la edición de las Partes calderonianas, Paterson, 2001; Fernández Mosquera, 2005; Baczyńska, 2005.

 

12

Calderón parece haberla introducido a última hora en el manuscrito de El príncipe constante. En la resolución del cardenal Trejo, citada luego, se dice que «el verso en que le nombra [a fray Hortensio] está enmendado y añadido, de suerte que es muy verisímil que, cuando la comedia se aprobó por el que las ve, y por el Comisario del Consejo que lo tiene a su cargo, no estaba allí el nombre del padre Hortensio, y lo añadieron después, y parece lo añadido letra del mismo autor de la comedia, siendo suya la del borrador». Para todo este asunto, ver Wilson, 1961, que transcribe los documentos, cuya grafía aquí se normaliza, y Cerdan, 1983.

 

13

Para el texto que se ofrece se sigue la edición preparada por mí de la Primera parte (2006), con indicación en el texto de la página correspondiente.

 

14

«¿Acaso oculta un improbable consejo; así lo edita Parker, 1938, p. 18.

 

15

Pudiera argüirse que el verso es correcto si se produce hiato entre «blancura» y «el», pero, aparte de lo forzado del recurso, se destruye el paralelismo con el verso anterior: «ni la púrpura la rosa / ni la blancura el jazmín». Es significativo que la segunda edición de la Parte (VSL) restituya el artículo, pero lo es mucho más que también lo incluyan la edición de Lisboa y varias de las sueltas de que se habla luego.

 

16

Aunque aquí no es cuestión de comparar el texto de la comedia con el de su posible primera versión, conservada en un manuscrito de la Biblioteca Nacional de España al que se hace referencia luego, cabe señalar que en ella este verso lo pronunciaba Fénix y rezaba: «no me pueden divertir», mientras que en la Parte inicia una intervención de Zara. Es muy probable que Calderón, al corregir un texto que leía según la primera versión, no acabase de dejar clara la opción definitiva, que debía omitir la primera persona, y el copista que preparó el original lo trasladó mal; en efecto, este no parece error de cajista. Debe señalarse que la intervención que acabamos de indicar como erróneamente atribuida a Zara, en vez de a Celima («¿Qué tienes?»), en la primera versión la pronunciaba efectivamente Zara, y Fénix contestaba: «Si yo supiera, / ay, mi Zara»; parece que también aquí Calderón debió de olvidar sustituir la abreviatura de su nombre por la de Celima, tal como se escribían los de los personajes que hablan en cada caso, pues tampoco semeja error propio de componedor.

 

17

Esta segunda es la lectura de la primera versión, que, como se dirá luego, sólo puede emplearse para depurar el texto cuando coincide con la de la Parte.

 

18

Sólo la edición de Cantalapiedra y Rodríguez López-Vázquez, 1996, p. 84, mantiene la lectura que se da como errónea, pero ello se explica porque los editores siguen la primera versión que aparece en el manuscrito y que aquí lee igual. El hecho de que haya coincidencia entre QCL (la primera edición de la Parte) y el manuscrito no asegura la fiabilidad de la lectura; aparte de que es muy fácil que en una copia se confunda «en ellas» con «en el las» si hay un mínimo espacio entre las letras, el sentido determina que «en ellas» se refiere a las «flores» mencionadas unos versos antes y reiteradas al momento, mientras que el mantenimiento de «él» hace la expresión incongruente: el céfiro, «soplando en él [tendría que ser "el mar"], las bebe [las ondas; no podrían ser las flores, pues estas no se dan en el mar]». Es decir: tierra y mar tienen «emulación» entre ellos y compiten espumas y flores; dado que el jardín está «envidioso» de las ondas del mar, quiere imitar su curso, por lo que el céfiro «matices rinde y olores, / que soplando en ellas [las flores] bebe, / y hacen las hojas que mueve / un océano de flores». No se acaba de descubrir qué «matices [...] y olores» había de beber el céfiro en las ondas del mar. Otra alternativa, que parece inferior, sería que, en la lectura considerada errónea, «en él» se refiera al jardín y en ese caso «las» podría ser asimismo las «flores». Se deja de lado en estos versos una variante respecto a «el céfiro», sustituido por «al céfiro» en las ediciones de Parker, p. 3, y Cancelliere, p. 150, pues en ese caso el sujeto de «rinde» es «el jardín», pero el que sopla y bebe sigue siendo el céfiro. Con todo, debe señalarse que los testimonios del siglo XVII mantienen sin excepción «el céfiro».

 

19

Wilson, 1961b, p. 786: «To attribute to Calderón such stuff as this is clearly absurd».

 

20

La verdad es que, aunque los editores alegan que su elección «no es, en modo alguno, arbitraria ni injustificada» (Cantalapiedra y Rodríguez López-Vázquez, 1996, p. 68), sólo apuntan que «consta de unos doscientos versos más que las ediciones impresas» y que Valbuena Briones, en su edición de la Primera parte (1974) «observó la perfección de dicho manuscrito», cosa que en ningún sitio afirma este último, sino que lo usa para corregir lugares concretos.