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Cantar del Mío Cid

Texto modernizado

Gutiérrez Aja, M.ª del Carmen (ed. lit.)

Riaño Rodríguez, Timoteo (ed. lit.)



En el manuscrito, falta la primera hoja, unos 50 versos. Es posible que en ellos se relataran las causas del destierro del Cid y los preparativos para la salida de Castilla. Podemos rellenar esta laguna, como lo hace Menéndez Pidal, sirviéndonos de la Crónica de Veinte Reyes, la Crónica de Castilla y la Particular del Cid1::


«"Y los que conmigo fuereis          de Dios hayáis buen grado.
Mas, los que acá quedarais          quiérome ir de vos calmado".
Entonces habló Álvar Fáñez          su primo cohermano:
"Con vos iremos Cid,          por yermos y por poblados,
Que nunca os faltaremos          mientras estemos sanos;
Con vos emplearemos          las mulas y los caballos,
Y los hombres          y los paños.
Siempre os serviremos          como leales vasallos".
Entonces, otorgaron todos          cuanto dijo don Álvaro.
Mucho agradeció mío Cid          cuanto allí fue acordado.
Mío Cid partió de Vivar          para Burgos enderezado;
Así deja sus palacios          yermos y desheredados».










ArribaAbajoActo o cantar primero


Narra las hazañas del Cid como prototipo de nobleza heroica



1

El Cid sale de Vivar para el destierro


Narrador

De los sus ojos tan          fuertemente llorando,
Tornaba la cabeza          y estábalos catando.
Vio puertas abiertas          y postigos sin candados,
Alcándaras vacías,          sin pieles y sin mantos,
Y sin halcones          y sin azores mudados.  5
Suspiró mío Cid          pues tenía muy grandes cuidados.
Habló mío Cid,          bien y tan mesurado:

Cid

-¡Gracias a ti, señor padre,          que estás en alto!
-¡Esto me han vuelto          mis enemigos malos!


2

El Cid ve agüeros en la salida


Narrador

Allí piensan aguijar,          allí sueltan las riendas.  10
A la salida de Vivar,          tuvieron la corneja diestra,
Y, entrando en Burgos,          tuviéronla siniestra.
Meció mío Cid los hombros          y movió la cabeza:

Cid

-¡Albricias, Álvar Fáñez,          que echados somos de tierra!


3

Entrada desoladora en Burgos


Narrador

Mío Cid Ruy Díaz          por Burgos entraba,  15
En su compañía,          sesenta pendones llevaba.
Salíanlo a ver          mujeres y varones,2
Burgueses y burguesas          por las ventanas son,
Llorando de los ojos,          ¡tanto sentían el dolor!
De las sus bocas,          todos decían una razón:

Burgaleses

¡Dios, qué buen vasallo,          si tuviese buen señor!  20


4

Nadie da hospedaje al Cid por temor al Rey. Sólo una niña de nueve años pide al Cid que se vaya. El Cid acampa en la glera del río Arlanzón


Narrador

Le convidarían de grado,          mas ninguno no osaba;
El rey don Alfonso          tenía tan gran saña;
Antes de la noche,          en Burgos de él entró su carta,
Con gran recaudo          y fuertemente sellada:
Que a mío Cid Ruy Díaz,          que nadie le diese posada,  25
Y aquel que se la diese          supiese veraz palabra,
Que perdería los haberes          y además los ojos de la cara,
Y aún más          los cuerpos y las almas.
Gran duelo tenían          las gentes cristianas;
Escóndense de mío Cid,          que no le osan decir nada,  30
El Campeador          adeliñó a su posada.
Así como llegó a la puerta,          hallola bien cerrada;
Por miedo del rey Alfonso          que así lo concertaran:
Que si no la quebrantase por fuerza,          que no se la abriesen por nada.
Los de mío Cid          a altas voces llaman;  35
Los de dentro          no les querían tornar palabra.
Aguijó mío Cid,          a la puerta se llegaba;
Sacó el pie de la estribera,          un fuerte golpe le daba;
No se abre la puerta,          que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años          a ojo se paraba:  40

Niña

¡Ya, Campeador,          en buena hora ceñisteis espada!
El Rey lo ha vedado,          anoche de él entró su carta
Con gran recaudo          y fuertemente sellada.
No os osaríamos abrir          ni acoger por nada;
Si no, perderíamos          los haberes y las casas,  45
Y, además,          los ojos de las caras.
Cid, en el nuestro mal          vos no ganáis nada;
Mas el Criador os valga          con todas sus virtudes santas.

Narrador

Esto la niña dijo          y tornose para su casa.
Ya lo ve el Cid          que del Rey no tenía gracia.  50
Partiose de la puerta,          por Burgos aguijaba;
Llegó a Santa María,          luego descabalga;
Hincó los hinojos,          de corazón rogaba.
La oración hecha,          luego cabalgaba;
Salió por la puerta          y el Arlanzón pasaba;  55
Cabo esa villa,          en la glera posaba;
Hincaba la tienda          y luego descabalgaba.
Mío Cid Ruy Díaz,          el que en buena hora ciñó espada,
Posó en la glera,          cuando no le acoge nadie en casa;
Alrededor de él,          una buena compaña.  60
Así posó mío Cid,          como si fuese en montaña.
Vedado le han la compra,          dentro en Burgos la casa,
De todas cosas          cuantas son de vianda;
No le osarían vender          ni la menor dinerada.


5

Martín Antolínez socorre al Cid



Martín Antolínez,          el burgalés cumplido,  65
A mío Cid y a los suyos          abastéceles de pan y de vino.
No lo compra          que él se lo había consigo;
De todo conducho,          bien los hubo abastecido.
Pagose mío Cid el Campeador          y todos los otros que van a su servicio.
Habló Martín Antolínez,          oiréis lo que ha dicho:  70

Martín Antolínez

¡Ya, Campeador,          en buena hora fuisteis nacido!
Esta noche yazgamos          y vayamos al matino,
Que acusado seré          de lo que os he servido;
En ira del rey Alfonso          yo seré metido.
Si con vos escapo          sano o vivo;  75
Aún cerca o tarde          el Rey me querrá por amigo;
Si no, cuanto dejo          no lo precio un higo.


6

El Cid expone la extrema pobreza en la que se halla


Narrador

Habló mío Cid,          el que en buena hora ciño espada:

Cid

¡Martín Antolínez,          sois ardida lanza!
Si yo vivo,          os doblaré la soldada.  80
He gastado el oro          y toda la plata;
Bien lo veis          que yo no traigo nada,
Y necesario me sería          para toda mi compaña;3
Harelo a la fuerza,          de grado no tendría nada.
Con vuestro consejo,          llenar quiero dos arcas;  85
Llenémoslas de arena          que bien serán pesadas;
Cubiertas de guadamecí          y bien claveteadas.


7

Estratagema de las arcas para remediar la pobreza



Los guadamecís bermejos          y los clavos bien dorados.
Por Raquel y Vidas          vayáisme privado:
Cuando en Burgos me vedaron la compra          y el rey me ha airado,  90
No puedo traer el haber,          pues mucho es pesado;
Se lo empeñaré          por lo que fuere aguisado;
De noche lo lleven,          que no lo vean cristianos
Véalo el Criador          con todos los sus santos;
Yo más no puedo          y a la fuerza lo hago.  95


8

Martín Antolínez busca a los nobles burgaleses Raquel y Vidas


Narrador

Martín Antolínez          no lo retardaba;
Por Raquel y Vidas          aprisa demandaba.
Pasó por Burgos,          al castillo entraba;
Por Raquel y Vidas          aprisa demandaba.


9

Encuentro y trato con Raquel y Vidas y conclusión del trato en la tienda del Cid



Raquel y Vidas          en uno estaban ambos,  100
En cuenta de sus haberes,          de los que habían ganado.
Llegó Martín Antolínez          a guisa de membrado:

Martín Antolínez

¿Dónde estáis, Raquel y Vidas,          los míos amigos caros?
En puridad          hablar querría con ambos.

Narrador

No lo retardan,          todos tres se apartaron.  105

Martín Antolínez

Raquel y Vidas,          dadme ambos las manos,
Que no me descubráis          a moros ni a cristianos;
Por siempre os haré ricos          que no seáis menguados.
El Campeador          por las parias fue entrado,
Grandes haberes prendió          y muy estimados;  110
Retuvo de ellos          cuanto que fue algo;
Por ello vino a esto          por que fue acusado.
Tiene dos arcas          llenas de oro esmerado.
Ya lo veis          que el rey le ha airado
Dejado ha heredades          y casas y palacios;  115
Aquellas no las puede llevar,          si no, sería ventado;
El Campeador          las dejará en vuestra mano,
Y prestadle de haber          lo que sea aguisado.
Prended las arcas          y metedlas en vuestro salvo;
Con gran jura          meted ahí la fe ambos:  120
¡Que no las catéis          en todo este año!

Narrador

Raquel y Vidas          se estaban aconsejando:

Raquel y Vidas

Nos hemos menester          en todo de ganar algo.
Bien lo sabemos          que él algo ganó,
Cuando a tierra de moros entró,          que grande haber sacó:  125
No duerme sin sospecha          quien haber trae monedado.
Estas arcas          prendámoslas ambas,
En lugar las metamos          que no sean ventadas.
Mas, decidnos del Cid,          ¿de qué será pagado?
¿O qué ganancia nos dará          por todo este año?  130

Narrador

Repuso Martín Antolínez          a guisa de membrado:

Martín Antolínez

Mío Cid querrá          lo que sea aguisado;
Os pedirá poco          por dejar su haber en salvo.
Acógensele hombres          de todas partes menguados;
Ha menester          seiscientos marcos.  135

Narrador

Dijo Raquel y Vidas:

Raquel y Vidas

Se los daremos de grado.

Martín Antolínez

Ya veis que entra la noche,          el Cid está apresurado;
Necesidad tenemos          de que nos deis los marcos.

Narrador

Dijo Raquel y Vidas:

Raquel y Vidas

No se hace así el mercado,
Sino primero prendiendo          y después dando.  140

Narrador

Dijo Martín Antolínez:

Martín Antolínez

Yo de eso me pago.
Ambos venid          al Campeador contado
Y nos os ayudaremos          que así es aguisado
Para traer las arcas          y meterlas en vuestro salvo;
Que no lo sepan          moros ni cristianos.  145

Narrador

Dijo Raquel y Vidas:

Raquel y Vidas

Nos de esto nos pagamos.
Traídas las arcas          prended seiscientos marcos.

Narrador

Martín Antolínez          cabalgó privado
Con Raquel y Vidas,          de voluntad y de grado.
No viene por el puente          que por el agua ha pasado,  150
Que no se lo ventasen          de Burgos ser humano.
Helos vos en la tienda          del Campeador contado.
Así como entraron,          al Cid besáronle las manos.
Sonriose mío Cid,          estábalos hablando:

Cid

¡Ya, don Raquel y Vidas,          me habéis olvidado!  155
Ya me voy de tierra          pues del Rey soy airado.
A lo que me semeja,          de lo mío habréis algo;
Mientras que viváis,          no seréis menguados.

Narrador

Don Raquel y Vidas          a mío Cid besáronle las manos.
Martín Antolínez          el pleito ha preparado  160
Que sobre aquellas arcas          le darían seiscientos marcos
Y bien se las guardarían          hasta el cabo del año;
Que así le dieran la fe          y se lo habían jurado:
Que, si antes las catasen,          que fuesen perjurados,
No les diese mío Cid          de la ganancia un dinero malo.  165
Dijo Martín Antolínez:

Martín Antolínez

Carguen las arcas privado.
Llevadlas, Raquel y Vidas,          ponedlas en vuestro salvo;
Yo iré, con vosotros          para que traigamos los marcos,
Que ha de partir mío Cid          antes que cante el gallo.

Narrador

Al cargar de las arcas,          veríais gozo tanto:  170
No las podían poner encima          aunque eran esforzados.
Alégranse Raquel y Vidas          con haberes monedados,
Pues, mientras que viviesen,          rehechos eran ambos.
Raquel a mío Cid          le va a besar la mano:


10

Raquel y Vidas se despiden del Cid. Martín Antolínez les acompaña para recoger los marcos


Raquel

¡Ya, Campeador,          en buena hora ceñisteis espada!  175
De Castilla os vais          para las gentes extrañas;
Así es vuestra ventura,          grandes son vuestras ganancias.
Una piel bermeja          morisca y apreciada,
Cid, beso vuestra mano          en don que yo la haya.

Cid

Pláceme

Narrador

dijo el Cid,

Cid

desde aquí sea mandada
 180
Si os la trajera de allá;          si no, contadla sobre las arcas.

Narrador

En medio del palacio,          tendieron una almofalla;
Sobre ella, una sábana          de ranzal y muy blanca.
Con sólo el primer golpe,          trescientos marcos echaron de plata.
Notolos don Martín,          sin peso los tomaba;  185
Los otros trescientos          en oro se los pagaban.
Cinco escuderos tiene don Martín,          a todos los cargaba.
Cuando esto hubo hecho,          oiréis lo que hablaba:

Martín Antolínez

Ya, don Raquel y Vidas,          en vuestras manos están las arcas;
Yo, que esto os gané,          bien merecía calzas.  190


11

Martín Antolínez pide una recompensa a Raquel y Vidas, y baja a la glera junto al Cid


Narrador

Y Raquel y Vidas          aparte salieron ambos:

Raquel y Vidas

Démosle buen don,          que él nos lo ha buscado.
Martín Antolínez,          un burgalés contado,
Vos lo merecéis,          buen don queremos daros
Con que hagáis calzas          y rica piel y buen manto;  195
Os damos en don          a vos treinta marcos.
Nos los merecéis          pues esto es aguisado;
Nos otorgaréis          esto que hemos pactado.

Narrador

Agradeciolo don Martín          y recibió los marcos;
Plugo salir de la posada          y despidiose de ambos.  200
Ha salido de Burgos          y el Arlanzón ha pasado;
Vino para la tienda          del Campeador contado.
Recibiolo el Cid          abiertos ambos los brazos:

Cid

¡Venís, Martín Antolínez,          el mío fiel vasallo?
¡Aún vea el día          que de mí hayáis algo!  205

Martín Antolínez

Vengo, Campeador,          con todo buen recaudo:
Vos seiscientos          y yo treinta he ganado.
Mandad coger la tienda          y vayamos privado;
En San Pedro de Cardeña,          allí nos cante el gallo;
Veremos a nuestra mujer          honrada hijadalgo.  210
Abreviaremos la estancia          y dejaremos el reinado.
Mucho es menester,          que cerca viene el plazo.


12

El Cid se despide de Santa María


Narrador

Estas palabras dichas,          la tienda es cogida;
Mío Cid y sus compañas          cabalgan muy aprisa.
La cara del caballo          tornó a Santa María,  215
Alzó su mano diestra,          la cara se santigua:

Cid

¡A ti lo agradezco, Dios,          que cielo y tierra guías!
¡Válganme tus virtudes,          gloriosa santa María!
Desde aquí dejo a Castilla          pues que al Rey he en ira;
No sé si entraré aquí más          en todos mis días.  220
¡Vuestra virtud me valga,          gloriosa, en mi salida,
Y me ayude y me acorra          de noche y de día!
Si vos así lo hiciereis          y la ventura me fuere cumplida,
Mando a vuestro altar          buenas ofrendas y ricas;
Esto he yo en deuda          que haga allí cantar mil misas.  225


13

Martín Antolínez torna a Burgos para despedirse de su casa


Narrador

Despidiose el cabal          de cuerpo y de voluntad;
Sueltan las riendas          y piensan en aguijar.
Dijo Martín Antolínez:

Martín Antolínez

Veré a la mi mujer a todo mi solaz;
Los aconsejaré          cómo se habrán de portar.
Si el Rey me lo quisiese tomar,          a mí no me importará.  230
Antes estaré con vos          que el sol quiera rayar.

Narrador

Tornábase Martín Antolínez a Burgos          y mío Cid a aguijar,
Para San Pedro de Cárdena,          cuanto pudo a espolear


14

El Cid va a San Pedro de Cardeña



Con estos caballeros          que le sirven a su sabor.
Aprisa cantan los gallos          y quieren quebrar albores.  235
Cuando llegó a San Pedro,          el buen Campeador,
El abad don Sancho,          cristiano del Criador,
Rezaba los maitines,          a vuelta de los albores.
Allí estaba doña Jimena          con cinco dueñas de pro,
Rogando a San Pedro          y al Criador:  240

Jimena

Tú que a todos guías,          vale a mío Cid el Campeador.


15

Llegada del Cid a San Pedro de Cardeña


Narrador

Llamaban a la puerta,          allí supieron el mandado.
¡Dios, qué alegre fue          el abad don Sancho!
Con lumbres y con candelas          al corral dieron salto;
Con tan gran gozo reciben          al Campeador contado.  245

Don Sancho

Agradézcolo a Dios, mío Cid,

Narrador

dijo el abad don Sancho;

Don Sancho

Pues que aquí os veo,          prended de mí hospedado.

Narrador

Dijo el Cid:

Cid

¡Gracias, don abad,          y soy vuestro pagado!
Yo adobaré conducho          para mí y para mis vasallos;
Mas, porque me voy de tierra,          os doy cincuenta marcos;  250
Si yo algo viviere,          os serán doblados;
No quiero hacer en el monasterio          un dinero de daño.
He aquí para doña Jimena          os doy cien marcos;
A ella y a sus hijas y a sus dueñas          servidlas este año.
Dos hijas dejo niñas,          prendedlas en los brazos;  255
Aquellas os encomiendo a vos,          abad don Sancho;
De ellas y de mi mujer          tengáis todo recaudo.
Si esa despensa os falleciere          u os menguare algo,
Abastecedlas bien,          yo así os lo mando;
Por un marco que gastéis,          al monasterio daré yo cuatro.  260

Narrador

Otorgado se lo había          el abad de grado.
Heos a doña Jimena          con sus hijas do va llegando;
Sendas dueñas las traen          y las van acercando.
Ante el Campeador,          doña Jimena hincó los hinojos ambos,
Lloraba de los ojos,          quísole besar las manos:  265

Jimena

¡Merced, Campeador,          pues nacisteis con buen hado!;
Por malos mestureros,          de tierra sois echado.


16

El Cid da ánimos a doña Jimena



¡Merced, oh Cid,          barba tan cumplida!
Heme ante vos,          yo y vuestras hijas,
Infantes son          y de días chicas,4
Con estas mis dueñas          de quien soy servida.  270
Yo lo veo          que estáis vos en ida
Y nos de vos          nos hemos de partir en vida.
¡Dadnos consejo,          por amor de santa María!

Narrador

Inclinó las manos          en la su barba bellida;
A las sus hijas          en brazos las prendía;  275
Llegolas al corazón,          que mucho las quería.
Llora de los ojos,          tan fuertemente suspira:

Cid

¡Ay, doña Jimena,          la mi mujer tan cumplida,
Como a la mi alma,          yo tanto os quería!
Ya lo veis          que a partir nos hemos en vida;  280
Yo iré y vos          quedaréis retenida.
¡Plega a Dios          y a santa María,
Que aun con mis manos          case estas mis hijas,5
O que dé ventura          y algunos días vida
Y vos, mujer honrada,          de mí seáis servida!


17

Acuden caballeros a los pregones del Cid


Narrador

Gran yantar le hacen          al buen Campeador.  285
Tañen las campanas          en San Pedro a clamor.
Por Castilla,          oyendo van los pregones;
Cómo se va de tierra          mío Cid el Campeador;
Unos dejan casas          y otros honores.
En ese día,          en el puente del Arlanzón,  290
Ciento quince caballeros          todos juntados son;
Todos demandan          por mío Cid el Campeador.
Martín Antolínez          con ellos se unió.
Vanse para San Pedro          do está el que en buen punto nació.


18

El Cid acoge a los nuevos caballeros y dispone la partida de San Pedro de Cardeña



Cuando lo supo          mío Cid el de Vivar,  295
Que le crece compaña          por que más valdrá,
Aprisa cabalga,          a recibirlos sale;
Tornose a sonreír,          lléganse todos, la mano le van a besar.
Habló mío Cid          de toda voluntad:

Cid

Yo ruego a Dios          y al Padre espiritual,  300
Vos, que por mí dejáis          casas y heredades,
Antes que yo muera,          algún bien os pueda dar:
Lo que perdéis          doblado lo vais a cobrar.

Narrador

Plugo a mío Cid          porque creció en el yantar;
Plugo a los otros hombres          todos cuantos con él están.  305
Los seis días de plazo          pasados los han;
Tres quedan por pasar,          sabed, que no más.
Mandó el Rey          a mío Cid vigilar:
Que si después del plazo          en su tierra le pudiese tomar,
Por oro ni por plata          no podría escapar.  310
El día ha pasado,          la noche quería entrar,
A sus caballeros          mandolos a todos juntar:

Cid

Oíd, varones,          no os caiga en pesar;
Poco haber traigo,          daros quiero vuestra parte.
Sed prudentes          en cómo debéis obrar:  315
A la mañana,          cuando los gallos cantarán,
No os tardéis,          mandad ensillar;
En San Pedro, a maitines,          tañerá el buen abad;
La misa nos dirá,          ésta será de Santa Trinidad;
La misa dicha,          pensemos en cabalgar,  320
Que el plazo está cerca,          mucho tenemos que andar.

Narrador

Como lo mandó mío Cid,          así todos lo harán.
Pasando va la noche,          el día viniendo está;
A los mediados gallos,          piensan en cabalgar.
Tañen a maitines          con una prisa tan grande;  325
Mío Cid y su mujer          a la iglesia van.
Echose doña Jimena          en las gradas delante del altar,
Rogando al Criador          cuanto ella mejor sabe,
Que a mío Cid el Campeador          que Dios le cuidase de mal:

Jimena

¡Ya, Señor glorioso,          Padre que en el cielo estás!  330
Hiciste cielo y tierra,          el tercero el mar;
Hiciste estrellas y luna          y el sol para calentar;
Tomaste encarnación          en santa María Madre;
En Belén apareciste,          como fue tu voluntad;
Pastores te glorificaron,          hubiéronte de alabar;  335
Tres reyes de Arabia          te vinieron a adorar,
Melchor y Gaspar y Baltasar          oro, incienso y mirrá
Te ofrecieron,          como fue tu voluntad;
Salvaste a Jonás,          cuando cayó en la mar;
Salvaste a Daniel          con los leones en la mala cárcel;  340
Salvaste dentro en Roma          al señor san Sebastián;
Salvaste a santa Susana          del falso criminal;
Por tierra anduviste          treinta y dos años, Señor espiritual,
Haciendo milagros,          por ello tenemos que hablar:
Del agua hiciste vino          y de la piedra pan;  345
Resucitaste a Lázaro          que fue tu voluntad;
Por los judíos te dejaste prender;          do dicen monte Calvario,
Pusiéronte en cruz,          en el monte por nombre Golgotá;
Dos ladrones contigo,          éstos de sendas partes,
El uno está en paraíso,          que el otro no entró allá;  350
Estando en la cruz,          virtud hiciste muy grande:
Longinos era ciego,          que nunca vio a nadie;
Diote con la lanza en el costado,          donde salió la sangre;
Corrió la sangre por el asta abajo,          las manos se hubo de untar;
Alzolas arriba,          llegolas a la faz;  355
Abrió sus ojos,          cató a todas partes,
En ti creyó entonces,          por ello se salvó de mal;
En el monumento,          hubiste de resucitar;
Fuiste a los infiernos,          como fue tu voluntad;
Quebrantaste las puertas          y sacaste a los santos padres.  360
Tú eres rey de los reyes          y de todo el mundo padre;
A ti adoro y creo          de toda voluntad,
Y ruego a san Pedro          que me ayude a rogar
Por mío Cid el Campeador          que Dios le cuide de mal.
¡Cuando hoy nos partimos,          en vida haznos juntar!  365

Narrador

La oración hecha,          la misa acabado la han;
Salieron de la iglesia,          ya quieren cabalgar.
El Cid a doña Jimena          íbala a abrazar;
Doña Jimena al Cid          las manos le va a besar,
Llorando de los ojos,          que no sabe cómo actuar.  370
Y él a las niñas          tornolas a catar:

Cid

A Dios os encomiendo          y al Padre espiritual;
Ahora nos partimos,          Dios sabe el juntar.

Narrador

Llorando de los ojos,          como no visteis tal,
Así se parten unos de otros,          como la uña de la carne.  375
Mío Cid con los sus vasallos          pensó en cabalgar;
A todos esperando,          la cabeza tornando va.
Con tan gran sabor,          habló Minaya Álvar Fáñez:

Minaya

Cid, ¿do son vuestros esfuerzos?          ¡En buena hora nacisteis de madre!
Pensemos seguir nuestra vía,          esto se ha de dejar;  380
Aun todos estos duelos          en gozo se tornarán;
Dios, que nos dio las almas,          consejo nos dará.

Narrador

Al abad don Sancho,          tornan a aconsejar
Cómo sirva a doña Jimena          y a las hijas que ha,
Y a todas sus dueñas          que con ellas están;  385
Bien sepa el abad          que buen galardón por ello tendrá.
Tornado es don Sancho          y habló Álvar Fáñez:

Minaya

Si viereis gentes venir          para con nosotros ir, abad,
Decidles que sigan el rastro          y piensen en andar,
Que en yermo o en poblado          nos podrán alcanzar.  390

Narrador

Soltaron las riendas,          piensan en andar;
Cerca está el plazo          para el reino dejar.
Vino mío Cid          a yacer a Espinaz de Can;
Otro día de mañana,          piensa en cabalgar.
Muchas gentes se le acogen          esa noche de todas partes.  395
Saliéndose va del reino          el Campeador leal;
De siniestro, San Esteban,          una buena ciudad;
De diestro, allí son las torres          que moros las han.
Pasó por Alcubilla,          que de Castilla fin es ya;
La calzada de Quinea          íbala a traspasar;  400
Sobre Navapalos          el Duero va a pasar;
A La Figueruela,          mío Cid iba a posar.
Vánsele acogiendo          gentes de todas partes.


19

El ángel Gabriel se aparece en sueños al Cid



Allí se echaba mío Cid,          después que cenó;
Cogió un dulce sueño,          tan bien se durmió.  405
El ángel Gabriel          en sueño se apareció:

Ángel

Cabalgad, Cid,          el buen Campeador,
Que nunca en tan buen punto          cabalgó varón;
Mientras que viviereis          bien saldrá todo a vos.

Narrador

Cuando despertó el Cid,          la cara se santiguó;  410
Se signaba la cara,          a Dios se encomendó;
Estaba muy contento          del sueño que soñó.


20

Último día de plazo



Otro día de mañana,          piensan en cabalgar;
Ese día hay de plazo,          sabed que no más.
A la sierra de Miedes          ellos iban a posar.  415


21

El Cid pasa revista a sus tropas



Aún era de día,          no se había puesto el sol;
Mandó ver a sus gentes          mío Cid el Campeador.
Sin las peonadas,          hombres valientes que son,
Contó trescientas lanzas,          que todas tienen pendones.


22

El Cid invade las tierras del rey de Toledo, tributario del rey don Alfonso


Cid

¡Temprano dad cebada,          así el Criador os salve!  420
El que quisiere coma;          y el que no, cabalgue.
Pasaremos la sierra          que fiera es y grande;
La tierra del rey Alfonso          esta noche la podemos dejar;
Después, quien nos buscare,          hallarnos podrá.

Narrador

De noche pasan la sierra,          mañana venido ha,  425
Y, por la loma abajo,          piensan en andar.
En medio de una montaña,          maravillosa y grande,
Mandó mío Cid posar          y cebada dar.
Díjoles a todos          cómo quería trasnochar;
Vasallos tan buenos          de corazón lo han;  430
Mandado de su señor          todo lo harán.
Antes que anochezca,          piensan en cabalgar;
Por tal lo hace mío Cid          que no lo ventase nadie.
Anduvieron de noche          que vagar no se dan;
Do dicen Castejón,          el que es sobre el Henares,  435
Mío Cid se echó en celada          con aquellos que él trae.
El que en buena hora nació          toda la noche en celada yace,
Como los aconsejaba          Minaya Álvar Fáñez.


23

Toma de Castejón y algara sobre el Henares


Minaya

¡Ya, Cid,          en buena hora ceñisteis espada!
Vos, con ciento          de nuestra compaña,  440
Después que a Castejón          ganemos en celada,...

Cid

Vos con los doscientos          id vos en algara;
Allá vaya Álvar Álvarez          y Álvar Salvadórez sin falla,
Y Galín García          una valiente lanza;6
Caballeros buenos          que acompañen a Minaya.
Osadamente corred,          que por miedo no dejéis nada;  445
Hita abajo          y por Guadalajara;
Hasta Alcalá          lleguen las algaras;7
Y bien cojan          todas las ganancias,
Que por miedo de los moros          no dejen nada;
Y yo con los cien          aquí quedaré en la zaga;
Tendré yo Castejón          donde tendremos gran guarda.  450
Si peligro os viniere          alguno en la algara,
Mandadme aviso          muy presto a la zaga;
De este socorro,          hablará toda España.

Narrador

Nombrados son          los que irán en la algara,
Y los que con mío Cid          quedarán en la zaga.  455
Ya quiebran los albores          y venía la mañana;
Salía el sol,          ¡Dios, qué, hermoso apuntaba!
En Castejón,          todos se levantaban;
Abren las puertas,          afuera salto daban
Por ver sus heredades          y todas sus labranzas.  460
Todos han salido,          las puertas abiertas son dejadas
Con pocas gentes          que en Castejón quedaran;
Las gentes de fuera          todas son desparramadas.
El Campeador          salió de la celada;
Corría          a Castejón sin falla.8  465
Moros y moras          teníanlos de ganancia,
Y los ganados,          cuantos en derredor andan.
Mío Cid, don Rodrigo,          a la puerta adeliñaba;
Los que la tienen,          cuando vieron la alarma,
Tuvieron miedo          y fue desamparada.  470
Mío Cid Ruy Díaz          por las puertas entraba;
En mano trae          desnuda la espada;
Quince moros mataba          de los que alcanzaba.
Ganó a Castejón          y el oro y la plata.
Sus caballeros          llegan con la ganancia;  475
Déjanla a mío Cid,          todo esto no precia en nada.
He allí los doscientos tres          en la algara,
Y sin duda corren;          hasta Alcalá llegó la enseña de Minaya;
Y, desde allí arriba,          tórnanse con la ganancia,
Henares arriba          y por Guadalajara.  480
¡Tanto traen          de grandes ganancias!:
Muchos ganados          de ovejas y de vacas,
Y de ropas          y de otras riquezas largas.9
Derecha viene          la enseña de Minaya;
No osa ninguno          dar salto a la zaga.
Con este haber,          tórnase esa compaña;
Helos en Castejón,          do el Campeador estaba  485
El castillo dejó en su poder,          el Campeador cabalga;
Saliolos a recibir          con esta su mesnada;
Con los brazos abiertos,          recibe a Minaya:

Cid

¡Venís, Álvar Fáñez,          una ardida lanza!
Do yo os enviase,          bien tendría tal esperanza.  490
Eso con esto sea juntado          y de toda ganancia
Os doy la quinta          si la quisiereis, Minaya.


24

Álvar Fáñez rechaza la quinta que le ofrece el Cid


Minaya

Mucho os lo agradezco,          Campeador contado.
De esta quinta,          que me habéis mandado,
Se pagaría de ella          Alfonso el castellano.  495
Yo os la dejo          y tenedlo por librado.
A Dios lo prometo,          a Aquel que está en alto,
Hasta que yo me pague          sobre mi buen caballo,
Lidiando          con moros en el campo,
Que emplee la lanza          y a la espada meta mano,  500
Y por el codo abajo          la sangre destellando,
Ante Ruy Díaz,          el lidiador contado,
No tomaré de vos          cuanto vale un dinero malo;
Hasta que por mí ganaréis          cuanto que sea algo,
Todo lo otro          helo en vuestra mano.  505


25

Reparto del botín y venta del quinto del Cid a los moros


Narrador

Estas ganancias          allí eran juntadas.
Temió mío Cid,          el que en buena hora ciñó espada,
Al rey Alfonso,          que llegarían sus compañas,
Que le buscaría mal          con todas sus mesnadas.
Mandó repartir          toda esa ganancia;  510
Sus quiñoneros          que se los diesen por carta.
Sus caballeros          fortuna alcanzan,
A cada uno de ellos,          caen cien marcos de plata;
Y a los peones,          la mitad sin falla;
Toda la quinta          a mío Cid quedaba.  515
Aquí no lo pueden vender          ni dar en manda;
Ni cautivos ni cautivas          no quiso traer en su compaña.
Habló con los de Castejón          y envió a Hita y a Guadalajara:
Esta quinta          por cuánto sería comprada;
Aún con lo que le diesen          que tuviese gran ganancia.  520
Juzgaron los moros          tres mil marcos de plata.
Plugo a mío Cid          esta oferta dada.
Al tercer día,          dados fueron sin falla.
Juzgó mío Cid,          con toda su compaña,
Que, en el castillo,          no tendría allí morada  525
Y que sería retenedor,          mas no tendría allí agua.

Cid

Los moros están en paz,          que escrita es la carta;
Nos buscaría el rey Alfonso          con toda su mesnada.
Dejar quiero a Castejón,          ¡oíd, mesnadas y Minaya!


26

El Cid abandona a Castejón y se dirige a las tierras del valle del Jalón



Lo que yo dijere          no lo tengáis a mal:  530
En Castejón,          no podríamos quedar;
Cerca está el rey Alfonso          y a buscarnos vendrá.
Mas el castillo          no lo quiero asolar;
Cien moros y cien moras          quierolos librar,
Porque lo tomé de ellos,          que de mí no digan mal.  535
Todos sois pagados          y ninguno por pagar.
Mañana por la mañana,          pensemos en cabalgar;
Con Alfonso, mi señor,          no querría lidiar.

Narrador

Lo que dijo el Cid          a todos los otros place.
Del castillo que tomaron,          todos ricos se parten;  540
Los moros y las moras          bendiciendo le están.
Vanse Henares arriba          cuanto pueden andar;
Cruzan las Alcarrias          e iban adelante;
Por las cuevas de Anguita,          ellos pasando van;
Pasaron las aguas,          entraron al campo de Toranz;  545
Por esas tierras abajo,          cuanto pueden andar;
Entre Ariza y Cetina,          mío Cid iba a albergar.
Grandes son las ganancias que tomó          por la tierra do va.
No lo saben los moros          las intenciones que han.
Otro día se movió,          mío Cid el de Vivar,  550
Y pasó a Alhama,          la hoz abajo va;
Pasó a Bubierca          y a Teca que está adelante;
Y, sobre Alcocer,          mío Cid iba a posar
En un otero redondo,          fuerte y grande;
Cerca corre el Jalón,          a Alcocer piensa ganar.  555
Mío Cid don Rodrigo          a Alcocer piensa ganar.


27

El Cid acampa sobre Alcocer



Bien puebla el otero,          firme planta las posadas;
Los unos contra la sierra,          los otros contra el agua.
El buen Campeador,          que en buena hora ciñó espada,
Alrededor del otero,          bien cerca del agua,  560
A todos sus varones          mandó hacer una cárcava,
Que de día ni de noche          no le diesen alarma,
Que supiesen que mío Cid          allí tenía morada.


28

Somete a parias a Alcocer



Por todas esas tierras,          iban los mandados,
Que el Campeador mío Cid          allí había poblado;  565
Ha venido a moros,          salido ha de cristianos;
En la su vecindad,          no se atreven a ganar tanto.
Alegrándose va mío Cid          con todos sus vasallos;
El castillo de Alcocer          en parias va entrando;
Los de Alcocer a mío Cid          ya le dan parias de grado;  570


29

Conquista de Alcocer



Y los de Teca          y los de Terrer la casa;
A los de Calatayud,          sabed, mal les pesaba.
Allí posó mío Cid          cumplidas quince semanas.
Cuando vio mío Cid          que Alcocer no se le daba,
Él hizo un plan          y no lo retardaba:  575
Deja una tienda hincada          y las otras llevaba;
Cogió Jalón abajo,          la su enseña alzada,
Las lorigas vestidas          y ceñidas las espadas,
A guisa de hombre prudente          por sacarlos a celada.
Veíanlo los de Alcocer,          ¡Dios, cómo se alababan!  580

Habitantes de Alcocer

Ha fallado a mío Cid          el pan y la cebada;
Las otras con trabajo lleva,          una tienda es dejada.
De guisa va mío Cid          como si en derrota escapara.
Demos salto a él          y haremos gran ganancia,
Antes que le prendan los de Terrer,          si no, no nos darán de ello nada;  585
Las parias que él ha tomado          nos las tornará dobladas.

Narrador

Salieron de Alcocer          con prisa muy extraña;
Mío Cid, cuando los vio fuera,          se fue como de escapada;
Cogió Jalón abajo,          junto con los suyos marcha.
Dicen los de Alcocer:

Habitantes de Alcocer

¡Ya se nos va la ganancia!
 590

Narrador

Los grandes y los chicos          fuera salto daban,
Con el ansia de apresar,          de lo demás, no piensan nada;
Abiertas dejan las puertas,          que ninguno las guarda.
El buen Campeador          la su cara tornaba;
Vio que entre ellos y el castillo          había una gran plaza;  595
Mandó tornar la enseña,          aprisa espoleaban.

Cid

¡Heridlos, caballeros,          a todos sin alarma!
¡Con la merced del Criador,          nuestra es la ganancia!

Narrador

Revueltos luchan con ellos          en medio de la plaza.
¡Dios, qué bueno es el gozo          por esta mañana!  600
Mío Cid y Álvar Fáñez          adelante aguijaban;
Tienen buenos caballos,          sabed, a su guisa les andan;
Entre ellos y el castillo,          entonces entraban.
Los vasallos de mío Cid          sin piedad les daban;
En una hora y un poco de lugar          trescientos moros matan.  605
Dando grandes alaridos,          los que están en la celada,
Dejándolos van delante,          para el castillo se tornaban;
Las espadas desnudas,          en la puerta se paraban.
Luego llegaban los suyos,          pues la batalla es ganada.
Mío Cid ganó a Alcocer,          sabed, por esta maña.  610
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