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Cátedra Valle-Inclán

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  4. La Primera Guerra Mundial y la «visión estelar»

Introducción a la vida y obra de Valle-Inclán

Por Margarita Santos Zas
(Directora de la Cátedra Valle-Inclán de la USC

La Primera Guerra Mundial y la «visión estelar»

El estallido de la I Gran Guerra en 1914 coincide, desde el punto de vista personal del escritor, con una etapa de reflexión que se traduce en silencio literario. Pero ese silencio está preñado de cambios que cristalizarían en breve.

Valle se había declarado aliadófilo y había firmado con otros intelectuales un manifiesto a favor del bando aliado, que se publicó en el periódico El Liberal (5 de julio de 1915).

La oportunidad de visitar el frente de guerra se presentó a través de Jacques Chaumié, cónsul francés en España, amigo, traductor y gran admirador del escritor, que fue el portavoz oficial de su Gobierno para invitarlo a París, probablemente en la visita que Chaumié hizo a Madrid con editores franceses en la primavera de 1915. Sin embargo, el viaje se retrasaría hasta 1916. El 30 de abril sale Valle con destino a París (según consta en su pasaporte), comisionado por Prensa Latina como cronista de guerra; y el 2 de mayo está en la capital francesa, como atestiguan sus primeras impresiones recogidas de puño y letra en un pequeño cuaderno de notas inédito -de próxima publicación, en edición facsímil, en la «Biblioteca de la Cátedra Valle-Inclán»-, en el que el escritor dio cuenta puntual -a veces minuciosa y otras apresurada- de su sobrecogedora experiencia como testigo de guerra.

Si el cuaderno citado es de excepcional valor para conocer la vivencia bélica del escritor y su posterior transmutación literaria, son también de gran interés las cartas que desde París escribió a su mujer y amigos, así como las entrevistas concedidas durante su estancia en Francia y posteriormente en España. De la reelaboración artística de aquella experiencia surge la serie de crónicas sobre la guerra, que se publicaron, a su regreso, en Los Lunes de el Imparcial bajo el título genérico de Un día de guerra (Visión estelar), que daba cobijo a dos partes: la primera, La Media Noche (octubre-diciembre de 1916), versión que transformó considerablemente al editarla como libro en 1917; la segunda, En la luz del día (enero-febrero de 1917), quedó olvidada durante cincuenta años en las páginas de dicho periódico hasta que la rescató en 1968 Roberta Salper.

1916. Opera Omnia, I (colofón: 8-02-11916: «La Lámpara Maravillosa. Ejercicios espirituales». Dedicatoria a Joaquín Argamasilla de la Cerda. Madrid, SGEL, Imp. Helénica, 1916. Opera Omnia, I (colofón: 8-02-1916), 264 págs. [Ilustración I, por Ángel Vivanco]Aquella excepcional experiencia, a mayores de su significado humano, tiene una importante trascendencia estética. Valle tuvo ocasión de recorrer las trincheras aliadas, ver la ciudades bombardeadas, los hospitales de la retaguardia, conocer a altos mandos del Estado Mayor francés y participar del horror, la destrucción y la muerte de una guerra distinta a todas las que le precedieron. Pero la vivencia que más hondamente caló en el escritor fue un vuelo sobre los campos de batalla, que relataría, entre otros, a su amigo Tanis -Estanislao Pérez Artime- en carta fechada el 3 de junio de 1916: Yo he volado sobre las trincheras alemanas, y jamás he sentido una impresión que iguale a ésta en fuerza y belleza.

Aquel vuelo, confiesa a Corpus Barga, acompañante en este viaje: Será el punto de vista de mi novela, la visión estelar. A partir de ella escribe La Media Noche. Visión estelar de un momento de guerra (1917). Este importante hallazgo comporta el protagonismo múltiple, la reducción y la simultaneidad temporal, la multiplicidad de focos espaciales y el fragmentarismo constructivo. Estas implicaciones técnicas determinan la modernidad de este texto y de la novelística posterior, Tirano Banderas y la serie de El Ruedo Ibérico, las obras que sitúan a Valle-Inclán entre los innovadores de la novela contemporánea y lo adscriben de pleno derecho a la modernidad. Dicho esto, hay que precisar una cuestión: aunque Valle formula expresamente la noción de visión estelar o astral en el prólogo a La Media Noche, la idea ya la tenía in mente antes de emprender el viaje a Francia (de hecho, la había expresado en una entrevista con Rivas Cherif, poco antes de emprender su viaje, aunque se publicó el 11 de mayo de 1916 en la revista España), e incluso ya la había ensayado -y es lo más significativo- en las novelas de la serie carlista. De ahí la importancia de estas obras, no siempre apreciadas, que se convierten en precedente de La Media Noche.

1916: «La Lámpara Maravillosa. Ejercicios espirituales». Dedicatoria a Joaquín Argamasilla de la Cerda. Madrid, SGEL, Imp. Helénica, 1916. Opera Omnia, I (colofón: 8-02-1916), 264 págs. [Frontispicio. Diseño: Ángel Vivanco]A la par que las crónicas de La Media Noche en El Imparcial, Valle-Inclán da a la imprenta una obra capital, en la que venía trabajando desde hacía años (numerosos fragmentos se publicaron en la prensa desde 1912): La Lámpara Maravillosa. Ejercicios Espirituales (1916), que sitúa al frente de su «Opera Omnia». Es éste un complejo librito, cifra y suma de la concepción estética del autor, que expresa por medio de un lenguaje de filiación místico-esotérica, cuya intrínseca dificultad explica los juicios dispares de que ha sido objeto y los escasos estudios -todavía pendiente de una edición crítica- que se le han dedicado, tendentes a desentrañar su sentido literal o a analizar su meditada estructura, pasos que desbrozan el camino para una interpretación del texto como poética valleinclaniana en el marco de la modernidad.

Por otra parte, también en 1916 Valle es nombrado profesor de Estética en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, tarea que no fue tan breve como suele decirse, sino que desempeñó casi dos años, según se desprende de cartas del escritor que aluden a sus obligaciones docentes.

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