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La presencia de las letras europeas en la «Revista Española de Ambos Mundos» (1853-1855)1

M.ª de los Ángeles Ayala Aracil





Cuando en los últimos meses de 1853 apareció la Revista Española de Ambos Mundos2, concebida a imagen y semejanza de la prestigiosa Revue de Deux Mondes publicada en París desde el año 1829, se presenta como una publicación seria, política, científica y literaria, destinada no sólo a fomentar el intercambio cultural entre Europa y España, sino también entre el viejo continente y los jóvenes países hispanoamericanos, inaugurando, de esta forma, la larga serie de revistas que a partir de este momento pondrán un especial empeño en estrechar las relaciones entre España y sus antiguas colonias sobre la base común de la religión, costumbres e idioma3. Publicación que, a pesar de su incuestionable relevancia, no ha sido estudiada de forma monográfica4, pues sólo se ha aludido a ella por ser el medio en el que aparecieron algunos interesantísimos estudios críticos debidos a la pluma de Juan Valera -Del Romanticismo en España y de Espronceda5, De la poesía en Brasil6 Sobre los cantos de Leopardi7- y Eugenio de Ochoa -Sobre el estado actual de los teatros en España8-, por citar los más celebrados, o por la inclusión de trabajos de creación literaria de destacados escritores, como el duque de Rivas9, Zorrilla10, Bretón de los Herreros11, Carolina Coronado12, Eugenio de Ochoa13 Leopoldo Augusto de Cueto14, Ramón de Campoamor15, Pilar Sinués16, entre otros. Nómina de colaboradores que se amplía con la presencia inestimable de estudiosos y eruditos de la talla de Antonio Ferrer del Río, José Amador de los Ríos, Cayo Quiñones de León, Alejandro Magariños Cervantes, Demetrio de los Ríos, José Joaquín de Mora, Pascual de Gayangos, Modesto La Fuente, entre otros.

La Revista en su «Presentación» alude a su neutralidad en lo que respecta a las opiniones vertidas por sus colaboradores y se declara en religión católica, «en política liberal; en filosofía espiritualista; en comercio, en industria, en navegación, en economía política, se inclina a la escuela inglesa presidida por Peel17; en legislación, ciencias y artes acepta el progreso europeo y busca en las fuentes eternas de lo justo, lo bello y lo bueno la realización del tipo ideal a que deben encaminar sus esfuerzos las naciones»18. Tras esta proclamación de principios se señala que esta publicación, entre revista y libro, integrará en diversas secciones la historia política de los acontecimientos del mes ocurridos en todo el mundo a través de artículos originales y traducidos de las mejores revistas extranjeras sobre administración pública, legislación, economía, industria, comercio, ganadería, viajes, descubrimientos, historia natural y geografía de todos los países. Asimismo se advierte que se reservará en cada número, de cuatro a seis páginas para la inserción de manuscritos y documentos curiosos existentes en las bibliotecas de Madrid, Sevilla, Simancas y París, precedidos de una escueta noticia histórica. Materiales que alternaran con leyendas en prosa y en verso, novelas escogidas y un boletín o mosaico de modas, teatros, conciertos, publicaciones importantes o anécdotas, sección destinada, especialmente, al bello sexo.

Si dejamos de lado las colaboraciones de orden político y los estudios eruditos debidos a autores españoles para centrarnos en la difusión que de las letras europeas se realiza desde las páginas de la Revista Española de Ambos Mundos, convendría destacar en primer lugar que, puesto que la publicación española se inspira en la conocida revista francesa y que se edita indistintamente en Madrid y París, es lógico observar una clara preferencia, al menos en los dos primeros volúmenes, por la literatura y la cultura francesas. De hecho ya en el primer tomo encontramos algunas traducciones, como la realizada por J. P. C., Sobre el progreso y porvenir de la civilización, de Michel Chevalier19 y la que, probablemente, sea la primera traducción de Graziella, novela de Alfonso de Lamartine publicada en 185220. Igualmente en las entregas correspondientes a finales de 1853 y principios de 1854 se da cuenta de la actividad desplegada en los principales coliseos parisinos -La Gran Ópera, Variedades, Teatro Francés, Odeón, etc.- destacando el éxito del teatro lírico, tanto en lo que respecta a las representaciones de ópera como a los picantes vodeviles. Verdi, Rossini, Meyerbeer son los autores que de manera sobresaliente triunfan en la escena gracias a obras como Rigoletto, Roberto il Diabolo, Luisa Millar, Canerenlola y Los Hugonotes. El teatro declamado viene de la mano de las comedias de Dumas, autor al que se le concede mayor atención a pesar del fracaso de sus estrenos en el Teatro Francés -La juventud de Luis XIV y La juventud de Luis XV, esta última escrita en el mínimo plazo de cinco días- De Dumas, hijo se estrena en el Gimnasio Diana de Lys, juzgada por el corresponsal como poco afortunada, aunque vaticina, con no poca ironía, que, a pesar de su nula calidad, pronto será traducida, estrenada y aclamada en España. No obstante, como muestra de la repercusión obtenida por la obra de Dumas, se reseña la puesta en escena de Diana de Lys y de camelias, parodia representada en el teatro de Variedades. Otras comedias destacadas son la adaptación realizada de la novela de Jorge Sand, Mauprat y Los Cosacos de los señores Arnaul y Judicis. Las comedias de magia Siete maravillas y Polvos de Perlimpipin son las más destacadas dentro de este género.

Declarado oficialmente el verano de 1854 y tras el habitual abandono de la capital por parte del emperador y su esposa y demás gente adinerada, la actividad teatral de París decae considerablemente. Sólo se ha estrenado en tres coliseos: el Francés, el Gimnasio y en el teatro imperial del Circo. En el primero de ellos se ha puesto en escena la Comedia en Ferney, apareciendo Voltaire como protagonista de la misma. En el Gimnasio se estrena Corazones de oro de los señores Julio de Premaray y León Laya, mientras que en el Circo se ha subido a las tablas la Guerra de Oriente, pantomima de previstas e imprevistas peripecias militares acompañadas de gran aparato escénico. Tampoco son muy numerosas las piezas estrenadas durante el mes de agosto, pues el corresponsal sólo reseña Le sanglier des Ardennes ou le spectre du château, melodrama en el que no falta fantasmas, subterráneos, combates con puñales, espadas y alabardas, y Cerisette en prison de Victor Mangin, desempeñada, tal como subraya el corresponsal, por una prodigiosa niña de diez años de edad.

También informa a los lectores sobre la animación que se vive en París con motivo de las fiestas organizadas para conmemorar el aniversario imperial. Los espectáculos en la calle son numerosísimos, destacando, entre otras, la representación en el campo de Marte de la gran pantomima la Guerra de Oriente, las exhibiciones a cargo de compañías de volatines y titiriteros o la elevación de más de trescientos globos aerostáticos. Asimismo, se señala que, a partir del mediodía, comenzaron las representaciones gratuitas en todos los teatros y los mejores artistas ofrecieron escogidos fragmentos de la Andrómana, Roberto el diablo, Haydée, Los cosacos. A partir de las siete de la noche los conciertos se sucedieron en distintos puntos de una capital engalanada singularmente para la ocasión.

Alejandro Magariños Cervantes, responsable de esta sección de la Revista denominada Mosaico, da cuenta de la inauguración el 15 de agosto de la Exposición industrial de Munich, señalando que por este motivo la dirección de Bellas Artes de dicha ciudad ha organizado una especie de concurso teatral universal, poniendo en escena las obras maestras de la dramaturgia europea, de manera que Shakespeare, Goethe, Schiller, Calderón, Lope de Vega y Molière, se convertirán por espacio de un mes, en los reyes de la escena.

Vélez de Paredes, en la siguiente Revista de París, da cuenta del fallecimiento de Ancelot, miembro de la Academia Francesa, que comenzó su carrera escribiendo tragedias hasta que en 1830 dio inicio al Vaudeville-Elégence, género en el que conseguiría incontestables triunfos, a pesar de que, desde el punto de vista del crítico, nunca alcanzaría en sus obras la elegancia de las debidas a la escuela de Desangiers. Entre las novedades que ofrece el teatro destaca El interior de las familias (Odeon), Schamil (Teatro de la Puerta de San Martín), pieza en cinco actos de M. P. Mauricio, Los Zuecos de la marquesa, drama nuevo estrenado en la Ópera Cómica y la reposición de la acreditada obra de Herold, Pré aux clers. Asimismo en el Teatro de los Italianos se representa con enorme éxito Semíramis, obra de Rossini estrenada en 1823 y representada admirablemente por la señora Bosio, y por los señores Luchesi, y Gasier. En el Teatro imperial de la Ópera se ofrece la Reina de Chipre, la preciosa obra de los señores Halevy y Saint-Georges que sigue cosechando clamoroso éxito. Por último, reseña el rotundo éxito alcanzado por Sofía Cruvelli interpretando Los Hugonotes.

En la última Revista de París incluida en el vol. II E. Vélez de Paredes da cuenta de que en el teatro de Vaudeville se ejecuta la pieza nueva en tres actos de los señores Montjoie y Raimond-Deslandes -Eva- que reitera el tema de la Dama de las Camelias, aunque situada en Venecia en el siglo XVII. El Odeón por su parte ha puesto en escena una nueva pieza original en cinco actos de Alejandro Dumas, La Conciencia, mientras que en la Ópera Cómica triunfan La Estrella del Norte y Shahabahaum II. En la sala Santa Cecilia han comenzado los conciertos con la Huida de Egipto, música religiosa de Berliot. Por último reseña las Soirées fantásticas de Roberto Hondin, que cada día adquieren mayor notoriedad con sus sorprendentes juegos de manos realizados con suma habilidad y destreza.

Al iniciarse el volumen III la Revista de París desaparece, siendo sustituida por una sección nueva, Cartas madrileñas, firmada por Eugenio de Ochoa al iniciarse el año 1855. Adopta la forma de cartas enviadas a un amigo inglés, al que le había prometido enviarle información sobre la «amena literatura». En realidad sólo se insertan dos cartas, las correspondientes a los dos primeros meses del mencionado año. Eugenio de Ochoa da cuenta de los teatros abiertos en Madrid en aquella época -El Real, El Príncipe, La Cruz, Variedades, Lope de Vega, Instituto, Genio y Circo-, comprometiéndose a informar puntualmente sobre las novedades que se produzcan en los teatros que él considera mejores: El Real (ópera y baile), dirigido por Fernando Urríes, El Príncipe, por Arjona, el de la Cruz, por Julián Romea y el Circo, este último dedicado al verso y canto donde ha renacido la zarzuela. De esta forma reseña que mientras en el Príncipe se ha puesto en escena El castillo de Balsain, obra de asunto histórico, de Tamayo y Baus y Luis Fernández Guerra y un disparate cómico, Por tierra y por mar. El viaje de una mujer, arreglo realizado por Isidoro Gil, en el Variedades, se ha estrenado una comedia de capa y espada debida a Luis Eguilaz y Luis Mariano de Larra, Una virgen de Murillo. En la segunda entrega (4 de febrero de 1855) Eugenio de Ochoa destaca Locura de amor, de Tamayo y Baus, la única producción original estrenada durante el mes de enero y al que califica de «drama encantador, lleno de interés, de un colorido histórico admirable de una moralidad a prueba de revoluciones de julio y escrito en la más castiza y elegante prosa que pudiera reclamar el más severo purista»21. Asimismo pondera la magistral interpretación de Teodora Lamadrid, secundada, con gran acierto, por la señora Rodríguez. De las traducciones de obras francesas puestas en escena, Ochoa destaca, por su excelente realización, Perdón y olvido de Pérez Pío y Samuel el judío de Gil y Baus. Tras el reiterado lamento por la invasión de traducciones francesas en detrimento de las obras originales españolas, Ochoa censura las traducciones de los libretos de óperas cómicas francesas, pues los traductores trasladan sus deficientes letras y se prescinde de la música, encargando una nueva partitura a un músico español que, generalmente, no alcanza la delicadeza de la obra original. Así, por ejemplo, la deliciosa partitura compuesta por Auber para la Haydée de Scribe, ha sido reemplazada y lo mismo ha sucedido con L'Étoile du nord de Meyerbeer La revista se cierra señalando el éxito alcanzado con la representación de la última producción de Verdi, La Traviata, congratulándose de que estemos «al corriente de las novedades de Europa, en punto a música italiana, gracias a la actividad y al desinterés del señor Urríes, a quien no logra descorazonar la calamidad de los tiempos»22.

En estos Mosaicos y Revistas de París sobre el movimiento literario correspondientes a los años 1853-1855 apenas se ofrecen noticias sobre la difusión alcanzada por las letras españolas en Europa. En este sentido cabe señalar la traducción al francés de un manuscrito inédito, Las aventuras de don Juan de Vargas, llevada a cabo por Charles Navarin23, la traducción de El conde Lucanor, por Adolphe Puibusque24, la publicación en Londres de un libro dedicado a Velázquez25 y la traducción, refundición o imitación del excelente drama Guzmán el Bueno de Gil y Zarate que se ha ofrecido en el Teatro Odeón. Magariños Cervantes, autor del primer mosaico que encontramos en la Revista Española de Ambos Mundos, da fe del limitado éxito alcanzado por la obra, escaso éxito que él achaca a la mala traducción llevada a cabo por Mr. Mery26.

Si en estos mosaicos o revistas encontramos información puntual sobre publicaciones o estrenos, la revista también incluye otras secciones donde la literatura se convierte en objeto de estudio. En este sentido son importantes los artículos «Del Romanticismo en España y de Espronceda» de Juan Valera y «El Romanticismo» de Jerónimo de Borao, que analizan este movimiento literario desde la perspectiva que otorga los más de veinte años que han transcurrido desde sus más señeras manifestaciones. Poco nos detendremos en el artículo de Valera por ser bien conocido entre los estudiosos de este periodo, aunque no sin señalar que, desde su perspectiva, los efectos de la revolucionaria literatura romántica perduran, aunque la escuela como sí haya desaparecido, efectos que él resume en el principio de libertad que mueve al escritor de su tiempo. Valera también señala la originalidad del Romanticismo español, pues a pesar de haber bebido en fuentes alemanas, francesas e inglesas, su arraigo en España ha sido total, adquiriendo una tonalidad propia indiscutible, favorecida por el hecho de que nuestra propia tradición literaria se adecuaba perfectamente a los aires de la nueva escuela. Valera destaca al duque de Rivas27, Zorrilla28 y Espronceda29 como los escritores más representativos de la escuela. Valera dedica la mayor parte del artículo a poner de manifiesto lo que éste tuvo de pueril, de ridículo o exagerado, cargando las tintas en lo que consideraba errores y defectos de los poetas románticos: ignorancia, verbosidad, desaliño, amaneramiento en el estilo, y el mal gusto de algunos «[...] que buscando solamente para sus dramas la presentación de argumentos enmarañados y lances estupendos y terribles, los han buscado ya en las gacetas de los tribunales, ya en las antiguas crónicas, sin dar realce sino a lo feo y lo malo»30. Jerónimo de Borao, por su parte, analiza en su artículo los debates que entre románticos y clasicistas se han sucedido, principalmente, en Francia y España, para justificar y desmentir, a reglón seguido, la futilidad de los cargos dirigidos contra el primero: «[...] la inobservancia de las unidades, la mezcla de personajes elevados con humildes y aun grotescos, la familiaridad de estilo, el uso de la prosa en la poesía dramática, la sofistería de la argumentación, la aglomeración de crímenes rebuscados e inauditos, el propósito artero de lisonjear y hacer triunfante el vicio, embelleciéndolo con los colores y accidentes del heroísmo»31. Borao también subraya tres notas distintivas que subyacen en el Romanticismo: sentimiento nacional, sentimiento cristiano y pasión por la libertad, para concluir su artículo afirmando que «el romanticismo no fue, como se ha dicho, un sueño febril y pasajero, sino el resultado de grandes combinaciones, la evocación de grandes recuerdos, la expresión de una grande época, la literatura, en fin, de nuestros días»32.

Por último quisiéramos mencionar la atención prestada en La Revista de Ambos Mundos a la literatura italiana, destacando en este sentido tanto el artículo que Valera dedica a Leopardi como el de Perrens, centrado en la trayectoria del género novela en esta península. D. Juan Valera fue, probablemente, el primero en España en percatarse y difundir la belleza de los versos del místico ateo, tal como él lo califica, apreciando en ellos la fuerza de sus sentimientos y la forma bella y perfectísima con que sabe expresarlos, de hecho el propio Valera reconoce haber escrito bajo la influencia del poeta italiano en 1848 su composición «A Lucía» incluida en la Antología de poetas líricos italianos (1200-1889) preparada por su amigo Juan Luis Estelrich. Valera en el artículo centra su análisis en el hastío, en la desesperación que aqueja al poeta, cuya causa radica en «el deseo inextinguible de una felicidad suprema y la negación absoluta de esta felicidad por el entendimiento. De ahí la lógica y serena desesperación de Leopardi que presta tanto brío a sus versos»33.

Interesante, sin duda, es el artículo de F. T. Perrens «La novela y los novelistas en Italia», traducido por A. Martínez del Romero, en el que se intenta subrayar cómo en Italia, por sus especiales circunstancias históricas, las obras literarias se han convertido en la expresión indirecta de las preocupaciones políticas, hecho que se aprecia de singular manera en el género novela. Al analizar el inicio de la novela histórica en Italia, Perrens destaca los nombres de Giambattista Bazzoni, autor de Il Castelo di Trezzo y Falco della Rupe y el del autor de I promessi Sposi, Manzoni, el novelista de más larga influencia en la novelística posterior, pues en su relato se proclama la autonomía de los pueblo. Si la acción de la novela nos lleva al tiempo de la presencia española en Italia obedece y radica en una idea fundamental: enmascarar la dominación austríaca del presente. De manera que Manzoni es el escritor que ha mostrado en Italia que la alianza o fusión entre ficción y realidad es «un medio de meditar, de oponer su pasado al presente, y en cierto modo de recobrar la posesión de sí misma»34. Perrens valora los aciertos y defectos de sus más directos seguidores, Giovanni Rosini, Tommaso Grossa, Cantú y Máximo d'Azeglio, para señalar que el género ha entrado en clara decadencia, pues se aprecia una notable falta de originalidad e invención en las obras debidas a Canale, Varse, Colleoni, Gabianza, Rovani, Bresciani, Travisani, la señora Sajani y Corelli. Caso aparte son las obras del doctor Güerrazzi, pues con él la novela histórica italiana entra en la más pura exaltación de los sentimientos patrióticos. Güerrazzi es el cantor de la desesperación, para él «Dios es el gran destructor [...] en la vida no hay más que miseria y crimen, entre los hombres, nada más que víctimas o perseguidores»35. Situación de maldad que perdurará hasta que Italia no sea independiente y libre. El tono declamatorio de sus novelas debe mucho al magisterio de Goethe, Chateabriand y Lord Byron. Güerrazzi domina con total perfección la lengua toscana, ese ideal de lengua italiana que la Academia de Crusca propugna, lengua que utiliza para denunciar con vehemencia todas las tiranías bajo las cuales Italia se ahoga. Ataques y diatribas que alcanzan, incluso, a la Iglesia católica.

Frente a estas dos tendencias de la novela histórica, la escuela de Manzoni que trata de conciliar historia y ficción y la de Güerrazzi, donde la historia llegará a ser un tema de declamación política, se patentiza la escasez de novelas de costumbres contemporáneas. Tras revisar las obras de Nicolás Tommaso, Perrens se centra en la figura de Julio Cárcano, el único autor que ha alcanzado renombre en este género. Destaca su obra titulada Angiola-Maria, modelo de la novela de costumbres italiana, por el sentimiento verdadero «de las bellezas de la naturaleza transalpina, la emoción, lo patético obtenido por medios más sencillos, y aún los más vulgares, un cierto conocimiento de la realidad»36. Dentro de este género novelístico habría que situar también a Caccianiga, formado, por su forzado destierro, en la escuela de los novelistas franceses. En su principal obra, El Proscrito, escenas de la vida contemporánea, la influencia de origen francés se evidencia en la viva pintura de las escenas y la inclusión de un buen número de giros idiomáticos que raramente se encuentran entre los escritores italianos. Por último destaca la producción de una novelista, Carletta Calani, que se sirve del género para exigir una verdadera educación para las mujeres italianas en su obra titulada Palmira.

Para concluir, solo cabe afirmar que, sin duda, la Revista Española de Ambos Mundos cumplió con su propósito de informar sobre el movimiento cultural que se desarrollaba, especialmente, en los países europeos más próximos a nuestra península. Gracias a estos detallados Mosaicos, Revistas y Artículos Literarios, el español del momento enriquecía su perspectiva y conocimiento del mundo de las letras de mediados del siglo XIX.






Referencias bibliográficas

  • SANTA, Àngels (2009): «Alphonse de Lamartine», en Lafarga y L. Pegenaute (eds.), Diccionario Histórico de la Traducción en España, Madrid, Gredos, 660-661. Revista Española de Ambos Mundos (1853-1855): Madrid, Establecimiento Tipográfico de Francisco de Paula y Mellado.
  • RUBIO CREMADES, Enrique (2013): «Hispanoamérica y España a mediados del siglo XIX. El editor Francisco de Paula Mellado y la Revista Española de Ambos Mundos», Anuales de Literatura Española, 25, 317-340.
  • SEOANE, María Cruz (1983): Historia del periodismo en España. 2. El siglo XIX, Madrid, Alianza Editorial.
  • PALOMO, Pilar (ed.) (1997): Movimientos Literarios y Periodismo en España, Madrid, Editorial Síntesis.
  • PALAU Y DULCET, Antonio (1954): Manual del Librero Hispanoamericano, Barcelona, t. VII, p. 347.


 
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