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ArribaAbajo Una vez más sobre el Bosio de la «Aprobación» de Valdivielso para Don Quijote II

Joseph R. Jones



University of Kentucky

En un estudio breve del volumen 8 de los Anales cervantinos, el Padre López Navío identifica por fin al misterioso «Bosio» de la aprobación de Valdivielso.134

Por comisión y mandato de los señores del Consejo he visto la segunda parte de Don Quixote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra; no contiene cosa contra nuestra santa fe católica ni buenas costumbres: antes muchas de honesta recreación y apacible divertimiento, que los antiguos juzgaron convenientes a sus repúblicas, pues aun [en] la severa de los lacedemonios levantaron estatua a la risa, y los de Tesalia la dedicaron fiestas, como lo dize Pausanias, referido de Bosio, lib. 2. de signis Eccles., cap. 10, alentando ánimos marchitos y espíritus melancólicos, de que se acordó Tulio en el primero de legibus, y el poeta diziendo: Interpone tuis interdum gaudia curis, lo qual hace el autor mezclando las veras a las burlas, lo dulce a lo provechoso y lo moral a lo faceto...



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El P. López establece que Tomasso Bozio, sacerdote romano del Oratorio, muerto en 1610, escribió De signis Ecclesiae Dei libri XXIV, y cita y traduce el pasaje alegado por Valdivielso:

Oye una cosa, que no sé si es digna de risa o de compasión: Licurgo, el más sabio de los legisladores, erigió un simulacro a la risa entre los lacedemonios, como si fuera dios, según atestigua Plutarcho. Los de Tesalia hacían todos los años sacrificios en la ciudad de Hypate, a tan gran dios, como recuerda Pausanias...



Para confirmar el testimonio de Plutarcho, las notas marginales de Bozio citan a Cicerón, De natura deorum, libro 3°, y De legibus, libro 2°, y a Plinio, libro 2°.

Con la ayuda de los excelentes diccionarios alemanes y nuevas ediciones de textos clásicos con índices completos, podemos precisar más las fuentes de Bozio y Valdivielso y elucidar otros aspectos de esta muestra de erudición aurisecular.135 En cuanto a la aprobación de Valdivielso, vemos que la cita de Bozio, amplificada, suprime la referencia a Plutarco, atribuyendo los informes sobre el ídolo espartano y sobre las festividades tesalias a Pausanias. Aun más inexactas son las referencias a Tulio, que no menciona tal deidad ni en «el primero De legibus» ni en el libro 2°, el citado por Bozio, como debía escribir Valdivielso. El «poeta» anónimo, hace años identificado por Schevill, es el pseudo-Catón de los Disticha.

Bozio, en sus observaciones sobre la nequitia e idolatrías del género humano antes de la institución de los sacramentos, cita correctamente a Plutarco, sin precisar el lugar (vida de Licurgo 25.2 o -con más probabilidad- vida de Cleomenes 9.1). Sus notas marginales, empero, que indican a Cicerón y a Plinio, en aparente confirmación de la alusión a Plutarco, no hacen sino dirigir al lector a ideas afines, como la necesidad de la recreación (De nat. deor. 1.8 y no el 3°, según Schevill) o de la deificación de abstracciones como la esperanza (De legib. II. 11. 27-28), esto sugerido quizás por la lectura de Plutarco, Cleomenes 9.1. Tampoco recuerda Pausanias los sacrificios de los tesalios, como da Bozio a entender, quizás porque prefería no indicar su verdadera fuente -la única fuente antigua del dato-, El asno de oro de Apuleyo.136

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Para serle justo a Bozio, sin embargo, hay que considerar la posibilidad de que algún comentarista de Pausanias haya espigado el mismo pasaje de Apuleyo, porque en el siglo XVIII, el mitógrafo francés Antoine Banier repite la referencia a Pausanias, dando las palabras griegas para «dios de la risa».137

En uno de los más importantes episodios del Asno de oro (libros II y III), el héroe mata, a oscuras, a tres ladrones; al día siguiente, los alcaldes de Hipata lo prenden y lo llevan ante los jueces; hay un proceso en el teatro del lugar; se preparan los aparatos de tormento; al momento de máximo terror del héroe, se descubren los «cuerpos» que resultan ser tres odres. La complicada charada es el anual «sacrificio» al dios de la risa.

Me parece posible que esta anécdota de El asno de oro, con su semejanza obvia con la aventura de Don Quijote y los odres, y, menos obvia, con ciertos aspectos de su estancia en el palacio ducal, le haya sugerido a Valdivielso la alusión al valor terapéutico de la risa -muy apta, por cierto, para una «censura» que es en verdad una introducción laudatoria- y que después lo haya «autorizado» con la referencia mal copiada de un pesado libro de teología. ¿Qué pensaría el Padre Bozio, quien incluía la descripción de la fiesta tesalia como un indicio más de la depravidad del hombre sin la luz del evangelio, si se viera figurar en un libro vulgar como si aprobara estas costumbres antiguas? Muy socarrón era el Padre Valdivielso. El resto de la censura contiene los acostumbrados tópicos alusivos a la eutrapelia y a los preceptos horacianos consabidos. Es, además, otro indicio de lo popular que era la maravillosa novela de Apuleyo, cuya influencia sobre Cervantes está todavía por estudiar.