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Concepción Gimeno de Flaquer: identidad nacional y femenina en México, 1880-19001

Carmen Ramos Escandón2






Temas mexicanos en Madrid

En la noche del 6 de mayo de 1890, la escritora española nacida en Alcañiz, Teruel en 1850 o 18523. Residente en la ciudad de México, Concepción Gimeno4 de Flaquer, se dirigía a la élite social e intelectual de la sociedad española en el Ateneo de Madrid. El tema de su conferencia fue: Las Culturas indígenas mexicanas. Poco más de un mes más tarde, el 17 de junio volvió a dirigirse al público del Ateneo con un tema del mismo corte: La civilización de los antiguos pueblos mexicanos5. Esta temática quizá podría parecer demasiado especializada para el público del local, sobre todo dada la reputación del Ateneo como centro tradicional y frecuentado por lo más selecto de la intelectualidad hispana.

A partir de este dato, sería necesario preguntarse es, ¿Cómo fue posible que un tema como este pueda haber llamado la atención de la sociedad madrileña? Más aún: ¿Cómo fue posible que tal tema llamase la atención de los madrileños, especialmente en un momento en que las relaciones entre la península y las colonias no se hallaba en uno de sus mejores momentos?

Aunque a primera vista el tema pueda parecer exótico y ajeno a los intereses de la mayoría de los españoles, de hecho la conferencia de Gimeno no era tan distante, ni tan ajena a los intereses intelectuales de la España de la época.

En efecto, desde el siglo XVI existía en España una tradición académica, que se remontaba a los primeros misioneros entre quienes existió la preocupación por el conocimiento de las culturas indígenas6.

Esta tradición, sostenida por los intelectuales criollos y mestizos durante los siglos XVII y XVIII, esta fue misma que Alexander Von Humboldt había llevado a Europa en la primera parte del silo XIX7.

La fascinación y exploración de los europeos con América como «el otro», es una tradición que se refleja en los numerosos trabajos publicados en Europa desde la conquista. Esta tradición está presente en los numerosos viajeros europeos y británicos que recrearon los territorios americanos, sus culturas y sus gentes como parte de la construcción de una nueva realidad, de un imaginario en el que, a menudo, con el pretexto de los nuevos territorios, describían sus propias fantasías.

Sin embargo, para profundizar en la perspectiva de esta autora sobre lo mexicano es necesario indagar por qué Concepción Gimeno escogió ese tema, el de las culturas indígenas mexicanas, como el tema de sus conferencias en el Ateneo de Madrid en 1890.

Es sumamente interesante señalar hasta qué punto Concepción Gimeno presentaba una visión original sobre las culturas indígenas, pues se trata de una perspectiva basada en la observación y el conocimiento con el tema que le daba el vivir en México. Más interesante aún resulta descubrir cuál era la percepción de sí misma. ¿Cómo se situaba ella misma en el panorama de las relaciones culturales entre México y España?

Dado su carácter de mujer española viviendo en México, de trasterrada, diríase hoy, sus escritos no pueden menos que revelar su manera de ver el problema de la identidad nacional, por ser ese un tema de candente debate en ese momento tanto en España como en las naciones iberoamericanas.

Educada en Zaragoza, allí inicio su carrera de escritora en 1869 con el artículo: «A los impugnadores del bello sexo», en donde sostiene una posición feminista. Más adelante residió en Madrid. Sin embargo, en 1890 cuando hablo en el Ateneo era solo una visitante pues desde 1883 vivía en México, donde en el 8 de septiembre inicio la publicación de la revista fundada y dirigida por ella El Álbum de la mujer.

¿Cuál era pues su percepción personal con relación a las polémicas que sobre el carácter de la conquista española, el pasado prehispánico, en particular los aztecas? ¿Estos eran como temas que escasamente poblaban las páginas de los periódicos madrileños, y que revelan una posición política y un imaginario cultural que incide en el problema de los nacionalismos y las identidades colectivas?

Para contestar estas preguntas es necesario reflexionar sobre el papel de España como capital cultural de sus antiguas colonias hacia el fin del siglo diecinueve. En efecto, las relaciones diplomáticas no eran sencillas, pero en cambio, las influencias culturales y académicas eran abundantes entre la madre patria y sus colonias. Esta influencia era notable en los contactos entre las instituciones culturales, los hábitos de la vida familiar, las formas de sociabilidad prevalecientes tanto en México como en España revelan intercambios culturales de todo tipo que iban en aumento.

El instrumento más común para este contacto cultural eran las publicaciones, leídas a ambos lados del Atlántico, Además, el contacto humano era también determinante. En efecto, fue a través de una corriente constante de inmigrantes que se mantuvo la cercanía en los contactos entre la península y las colonias8. Debido a la aparición en América de varios clubes de inmigrantes españoles, fue posible el mantener los contactos entre los recién llegados y sus antecesores. Los coterráneos, parientes, amigos, y conocidos formaron el vínculo entre su nueva vida americana y su pasado peninsular.

Los círculos sociales y clubes9 se convirtieron en un espacio privilegiado a donde llegaban en primer lugar las noticias sobre el viejo continente, sobre el terruño. Se trata de un territorio cultural en el que las conferencias, las exhibiciones de arte y el encuentro con los amigos y conocidos, el intercambio de noticias de parientes, allegados y amigos tenía lugar cotidianamente.

El círculo, el club es el espacio de la nostalgia, del recuerdo y acaso de la ilusión del retorno. Estos centros proveían un espacio de recuerdo, un territorio de encuentro y se convirtieron así en una zona de contacto, un espacio social para el intercambio cultural10. Muchos de estos clubes reproducían de hecho, el ambiente cultural del ateneo de Madrid, en donde Concepción Gimeno habló en 1890.

El papel de estos clubes y centros, de estas sociedades de amigos fue inclusive más allá de lo que Sara Milis ha llamado el papel de los textos de viajes como reforzadores de la dominación colonial que en su momento existió en las sociedades colonizadas11. Lo interesante de los clubes hispánicos en México es que son, a la vez, los espacios en donde se recuperan las tradiciones del viejo mundo y al mismo tiempo los crisoles de las nuevas culturas criollas, híbridas, que se generan en los espacios americanos.


Concepción Gimeno, puente cultural

Las conferencias, escritos históricos, las novelas y artículos periodísticos que Concepción Gimeno publicó tanto en México como en España, fueron, de hecho, un instrumento de expansión cultural y construcción de significado. Especialmente en las revistas que publicó en ambos países México y España, Gimeno abrió un espacio para intercambio intercultural y creó en esas publicaciones un sitio de formación de identidades privilegiado, usándolas como un instrumento del contacto transcultural. Como conferenciante en 1890 y más adelante en 1895, Concepción Gimeno rompió con los limites tradicionales que constreñían a la mujer al espacio doméstico y trasgredió el viejo tabú en contra de las mujeres como oradoras en público12.

Más aún, Gimeno rompe con la tradicional división espacial entre espacios públicos y privados. El hecho mismo de su que su conferencia, se llevase a cabo en el Ateneo de Madrid, prueba que Gimeno fue capaz de presentarse en un espacio público que había estado reservado tradicionalmente para los varones. Al hacerlo, Gimeno alteró la tradicional división genérica del colonialismo y el patriarcado decimonónico: las mujeres destinadas a la vida doméstica, los varones al espacio público.

El tema de la conferencia que Concepción Gimeno pronunció en Madrid rebasa los temas clásicamente femeninos: La cultura de las mujeres, la vida doméstica, las costumbres cotidianas, es decir los temas tradicionales de las mujeres que escriben sobre sus viajes experiencias en el extranjero13.

Al abordar el tema de los aztecas, Concepción Gimeno sorprendió a su auditorio con la originalidad y fuerza de su perspectiva, totalmente diferente de la prevaleciente entre la mayoría de los viajeros e intelectuales españoles de la época. La originalidad de su punto de vista es notable. En su descripción de las culturas indígenas, Gimeno describió a los aztecas como una sociedad altamente civilizada y explicó los sacrificios humanos como un ceremonial directamente relacionado con el culto y la devoción religiosa. Al explicar así la práctica de los sacrificios humanos, Concepción Gimeno supera la visión más prevaleciente en donde los sacrificios rituales no se explicaban sino que se mencionaban como un rasgo más de los instintos salvajes de los aztecas.

Si bien esta visión coincide en buena medida con la de los antropólogos actuales, en su momento esta explicación interpretativa resultaba totalmente antagónica con la perspectiva prevaleciente.

La originalidad de su enfoque convierte a Gimeno en toda una precursora, pues su perspectiva analítica era sumamente avanzada e innovadora y se encuentra más cerca de las interpretaciones contemporáneas que a las de hace un siglo14.




El feminismo de Gimeno

Nuestra autora también reveló sus convicciones feministas al analizar el papel de las mujeres en las civilizaciones antiguas. Esta perspectiva se revela en la forma en que compara favorablemente a las figuras míticas de la a sociedad azteca con las de la Grecia clásica. Por ejemplo, equipara la figura de la diosa Coatlicue con la figura mítica de Hécat, el personaje de Hesíodo. Esta interpretación se basa en su peculiar lectura de la diosa madre del panteón azteca como una mujer asociada a la vida pública, lo cual, en su perspectiva, la hace superior a la deidad griega.

La interpretación de Gimeno sobre los dioses aztecas enfatiza la alianza entre Coatlicue y su hijo Huitchilopochtli, el dios de la guerra, que conspire con su madre para destruir a su hermana Coyolchautli. Como es bien sabido, el mito es, en esencia el siguiente: Mientras barre su casa Coatlicue encuentra una pluma que entra en su seno y la embaraza. Siendo viuda, su embarazo sin contacto masculino despierta las sospechas de su hija Coyolchautli. Cuando el parto llega a término, el hijo Huitchilopochtil nace como un guerrero ya adulto, quien, en defensa de su madre, mata a su hermana y tira los pedazos de su cuerpo al firmamento15.

Este mito fundacional ha sido interpretado por los estudiosos contemporáneos de la cultura azteca como un producto de la lucha por el poder entre un sistema religioso basado en la agricultura frente a uno basado en la guerra, como el que prevalecía en la cultura azteca del siglo XV. En su re-escritura de la cultura azteca, Gimeno subraya la alianza inter-genérica entre Huitchilipochtli y su madre, Coatlicue, donde ella parece estar en pie de igualdad con él.

Para Gimeno su énfasis en el mito azteca de la alianza entre la madre tierra y el sol sirve para apoyar su preocupación por evaluar la importancia de la mujer en la sociedad azteca. Así al destacar el papel mítico que en esta cultura se le asigna a la mujer, Gimeno revaloriza tanto a la mujer como a la cultura azteca16.

En el caso de los Aztecas, Gimeno considera el papel de las madres en la sociedad como mucho más importante que el que se les asigna a las mujeres en la Grecia Antigua. Incluso llega a afirmar que la sociedad Azteca otorgó a la mujer un papel más importante que el que tiene en la sociedad occidental. En este juicio Concepción Gimeno demuestra su profunda simpatía por las sociedades indígenas.




Malintzin, Malinche, Marina una mujer ejemplar

En el caso específico de Malintzin, la esclava azteca que Hernán Cortes recibe como presente y se vuelve su interprete y pareja, Gimeno va aún más allá en su lectura feminista del personaje. Reconoce la inteligencia y el papel excepcional que como traductora tiene Malintzin en el proceso de la conquista, pero la hispaniza y la menciona sólo por su nombre cristiano, Marina, sin hacer uso del término Malinche, la forma más popular de describirla en la época de Gimeno. Al mismo tiempo, en su lectura de la alianza entre Cortés y la Malinche, Gimeno convierte a la esclava regalada a Cortes, en un instrumento de la divinidad cristiana. En efecto, al describir a Marina como una mujer extraordinaria cuyos rasgos excepcionales consisten en personificar el ideal de los conquistadores Gimeno la transforma en un emisario divino. Así pues Malinche tiene como misión principal la misma de los conquistadores: el convertir a las poblaciones indígenas a la religión católica17.

Gimeno recrea y re-interpreta la personalidad de la Malinche al describirla como una católica convencida, no una conversa nueva, sino como una ferviente creyente, preocupada por la necesidad de conquistar espiritualmente a sus coterráneos indígenas y por rescatarlos del error.

La Malinche que pinta Gimeno no solo se identifica con el intento del conquistador de dominio religioso del conquistador, sino que al describir físicamente a Marina, la describe como una diosa de la antigüedad, con rasgos occidentales que la semejan más como a una diosa griega que a una nativa maya. En su imaginario personal, Gimeno occidentaliza a Malintzin y la compañera de Cortés se convierte entonces en la misionera Dona Marina, a quien Gimeno compara con una nereida griega:

«Inteligente y valerosa joven, de grandes y rasgados ojos negros, de blancos dientes y breve pie. Esbelta, de arrogante apostura, vistiendo blanca túnica bordada en colores, adornando su largo cabello con perlas y corales, semejaba poética nereida que abandona su palacio de esmeralda en la profundidad de los mares»18.



Además de la descripción verbal, la figura de Malintzin ya había aparecido en el ejemplar de El Álbum de la mujer del 11 de septiembre de 1881. Allí Doña Marina, con rasgos claramente europeos, aparece con un tocado que la asemeja a una vestal griega. En el artículo que acompaña a la imagen, Gimeno enfoca en valor moral de Malintzin y con una perspectiva totalmente romántica, explica su papel como traductora y estratega de Cortés, papel que justifica a partir de su amor por él. Para Gimeno, Malintzin -Malinche- Marina es una heroína apasionada, entregada al amor como valor central de su vida, un personaje en suma, no muy diferente de los personajes femeninos que pueblan sus innumerables novelas19.






La personalidad de Concepción Gimeno

El hecho de que nuestra autora fuese un personaje sui generis: una mujer española que, viviendo en México tiene un conocimiento de las culturas indígenas muy por encima del de sus contemporáneos mexicanos, no la eximió de ser vista por sus contemporáneos españoles como una mujer feminista que escribía solo sobre temas de mujeres y por lo tanto, sus juicios sobre México no pasaban de ser, en la conciencia de sus contemporáneos superficiales o anecdóticos. A pesar de ser bien conocida en los círculos intelectuales madrileños, su fama era la de una «marisabidilla» pretenciosa y ridícula tal como la describió Menéndez Pelayo20.

Esta percepción no fue obstáculo para que su periódico El Álbum de la Mujer, que publicó en México entre 1880 y 1893 fuese ampliamente leído por un público mayoritariamente femenino. En El Álbum de la Mujer como en El Álbum Hispanoamericano, también dirigido por ella a su vuelta a Madrid y publicado allí entre 1894 y 1910, Gimeno promovió el intercambio cultural entre los círculos literarios tanto de la a península como de la ciudad de México. Los artículos iban dirigidos a las lectoras de clase media alta que eran las principales patrocinadoras de los periódicos. Concepción Gimeno encarnó en sus revistas una voz femenina que luchó por abrir un espacio de centralidad discursiva en el ambiente misógino y patriarcal de la vida intelectual mexicana de fin de siglo en México y España. Su lucha por obtener reconocimiento en los círculos intelectuales de su época, frecuentemente la llevó a la necesidad de negociar entre el poder de la sociedad patriarcal que actuaba sobre ella y el poder del colonialismo, del que también participaba.

En esta perspectiva, su discurso, escritura y labor editorial encarnan una tensión entre estas dos estructuras de poder, una lucha que, como ha notado Sara Milis, basada en Foucault, resulta crucial en la producción del discurso femenino. Amén de sus luchas por la obtención de reconocimiento, Gimeno muestra en sus escritos, además, la preocupación por un discurso nacionalista, que trata de establecer las diferencias, los límites entre las identidades ibérica e hispanoamericana o mexicana en la que ella se mueve. Por ello es importante señalar que su obra solo puede analizarse teniendo en cuenta las limitantes en las que se produce su discurso.

De hecho, su biografía puede servir para entender con mayor claridad como su voz de mujer escritora refleja tanto el discurso colonialista como el discurso nacionalista que ella ayuda a crear con sus escritos. La unidad entre ambos enfoques está dada por su dada por su perspectiva feminista, en la cual se apoya para enfrentar el patriarcalismo de la sociedad hispana de su momento. Al mismo tiempo al enfocarse en la figura de la mujer como el eje central del discurso que construye, enfatiza a través de las diferencias de las mujeres, las características y los límites de una identidad nacional tanto en México como en la península.


Las mujeres hispanoamericanas

En sus escritos Gimeno describe a las mujeres de las diferentes provincias españolas y de los varios países hispanoamericanos. De hecho, en su libro Mujeres de Raza Latina hace una descripción de las mujeres madrileñas, catalanas, andaluzas, aragonesas, de Castilla la Vieja, valencianas, murcianas, vascongadas, asturianas, gallegas, de las Islas Baleares, estameñas, canarias y portuguesas, mientras por otra parte se dedica también a describir a las mexicanas, cubanas, argentinas y de varios países iberoamericanos. La descripción que de ellas hace de las mujeres en las diferentes áreas de la geografía ibérica y latinoamericana, destaca siempre los logros de las mujeres, lo que Gimeno considera sus rasgos característicos, sus mejores virtudes, como la generosidad, el amor al trabajo, la valentía.

Lo más interesante de este rastreo geográfico es lo que se refiere a cómo a través de este recorrido por las diferentes provincias, Gimeno construye un concepto nacionalista en el que la situación de la mujer se vincula directamente a la identidad nacional. Gimeno afirma que la identidad nacional se construye paralelamente a la afirmación de los derechos femeninos y al mejoramiento de la situación de la mujer. Así por ejemplo, para ella el proceso de formación de identidad local o nacional pasa por una afirmación y ejercicio de los derechos femeninos.

Sin embargo, cabe señalar que el proceso de construcción de esa identidad nacional es producto de la cultura, de la forma de ser femenina en las diferentes localidades que va recorriendo con su pluma y no un proceso de tipo político que se promueva desde o a favor del estado. En esta óptica, la cultura femenina en general y las mujeres en particular se convierten en las grandes constructoras de la nacionalidad a través de un proceso de autoafirmación local y de los avances que un feminismo universal les proporciona.

Así, para Gimeno la raza es el gran crisol en el que caben las diferencias y las similitudes de las mujeres. Es por ello que en su libro Mujeres de Raza Latina, incluye también a las italianas, francesas, rumanas y hasta filipinas. El idioma, la presencia de la cultura hispana es lo que las aglutina y construye el componente nacionalista de cada una de ellas. La nación es la cultura, y en su perspectiva feminista, son precisamente las mujeres las creadoras de esa identidad cultural, es decir nacional.

Por ello, Gimeno rebasa los límites de un nacionalismo estrecho y provinciano para redefinir el nacionalismo como un subproducto de la cultura, del carácter universal femenino. Para Gimeno es la raza, la lengua, la cultura, la comida lo que constituye el carácter nacional. Esta visión claramente diversa de la del nacionalismo de sus contemporáneos se sostiene tanto en sus convicciones feministas como en su propia biografía de mujer cosmopolita.




La cultura feminista de Gimeno

Concepción Gimeno estaba en la primera parte de la cuarentena cuando habló en el Ateneo de Madrid en mayo de 1890. Nacida en la provincial de Aragón, en la pequeña ciudad de Alcañiz, Teruel, según algunas fuentes en 1850, otras afirman que en 185221. En vida Gimeno misma contribuyó a la confusión sobre su edad porque ella afirmó haber nacido en 1860. Y se presentó a sí misma como más joven de lo que en realidad era22. De acuerdo a la escasa información sobre su infancia, cursó la escuela primaria en la ciudad de Zaragoza, y en 1869, a los 19 años, inició su carrera literaria con un artículo que rebela un interés que le duraría toda la vida: el feminismo. El artículo se llamaba: «Los impugnadores del bello sexo».

En este artículo, Gimeno usó de los mismos argumentos revisionistas sobre el nuevo papel de la mujer en la sociedad, argumentos a los que habría de volver con frecuencia durante toda su vida. A pesar de su juventud y de su origen provinciano, cuando se mudó a Madrid, pudo completar su educación autodidacta ampliando sus lecturas y estando en contacto con los escritores y círculos culturales más importantes de su época. En el Madrid del 1860's bajo el reinado de Isabel II, las mujeres de clase alta desarrollaban a menudo una labor caritativa y de organización como la de la Junta de Damas de Honor y Mérito de la Sociedad Económica Matritense de amigos del país23.

Aunque no existe evidencia de que Gimeno fuese miembro de esta sociedad, es bien posible que conociese la organización puesto que acudía frecuentemente a las tertulias y reuniones intelectuales de la época24. Fue en estas tertulias madrileñas donde Concepción Gimeno continuó su educación de modo informal y allí se movió entre los intelectuales más prestigiados del momento, en los círculos literarios más exclusivos. Éstos, en su mayoría estaban formados por intelectuales varones y al participar en estas tertulias Gimeno rompió con el esquema de conducta prescrito para las mujeres hispanas de su momento.

En otros aspectos de su vida, ella siguió los valores, conductas y actitudes que se esperaban de una verdadera dama. En una fotografía de 1873 incluida en su primer libro, aparece como una mujer delgada, de oscuro pelo largo, cuidadosamente trenzado, lleno de ornamentos para el cabello. Sus facciones de joven muestran sin embargo una expresión de concentración absoluta, sumamente atenta, como debería ser adecuado para una mujer inclinada a las labores intelectuales. Su apariencia, tal vez tanto como sus conexiones personales, le ganaron el acceso a la tertulia de De la Torre, donde escritores como Juan Valera y Carolina Coronado eran participantes asiduos. Coronado, bien conocida por su madrinazgo de mujeres jóvenes, invitó a Gimeno a la lectura de sus poesías y recitales en donde tuvo oportunidad de presentar su trabajo, junto con otras escritoras de la época: Patrocinio de Biedman, Faustina Sáez de Melgar, Josefa Pujol de Collado y Sofía Tartilán. Su relación con los círculos de escritoras duró toda su vida.

Gimeno escribió poesía sólo de manera ocasional, puesto que estaba mucho más interesada en el periodismo y el ensayo. Fue en un periódico publicado en Madrid, La Época donde publicó su primera novela, muy a la moda del momento, en una serie de entregas semanales o mensuales25. La novela Victorina o el heroísmo del corazón es una típica novela romántica en donde la heroína se ve atrapada entre el deber y sus propios sentimientos. El esposo adúltero, para esconder sus culpas, la acusa de infidelidad.

En esta su primera novela aparecida cuando la autora contaba apenas 23 años, Gimeno encara un dilema moral en el cual el personaje central es responsable del mantenimiento de los principios morales y del orden social. Gimeno presenta una heroína que, en buena parte como ella misma, encarna los valores de las prescripciones de feminidad y de conductas genéricas adecuadas para las mujeres del último tercio de siglo en ambos lados del Atlántico. Las contradicciones entre el deber ser femenino que la moral impone a las mujeres y sus propios deseos, acaban por destrozar a Victorina, la heroína de la novela de Gimeno.

Al identificar a su personaje central femenino con un rígido sentido del deber, de la rigidez moral, así como un profundo respeto por las apariencias, Gimeno, como autora sostiene los más tradicionales valores de la sociedad patriarcal de su época, aunque al mismo tiempo los critica a través de los personajes femeninos de sus novelas. La obediencia, la sumisión y la resistencia se convierten en los espacios de la conducta femenina en los que las mujeres reproducen los valores patriarcales que al mismo tiempo sufren.

En un nivel personal, la conducta de Gimeno parece haber seguido estas líneas de conducta: el respeto a la tradición, a la autoridad patriarcal, a la fidelidad marital26. Su conducta parece haber cumplido un propósito útil para ella, puesto que fue reconocida como conferencista, ensayista, novelista, editora de sus propias revistas para mujeres y como una promotora cultural en ambos lados del Atlántico. Sorprendentemente, este reconocimiento vino sobre todo de parte del mundo intelectual masculino, los escritores y ensayistas que frecuentaban el Ateneo de Madrid. En la tribuna del Ateneo solo la precedió Emilia Pardo Bazán27, cuyo papel como autora creativa y crítica literaria tiene machos ecos en la careta de Gimeno, aunque Pardo Bazán haya tenido, sin duda, más talento y más reconocimiento en su momento.

El papel de Gimeno como promotora de la cultura hispánica y de las semejanzas y diferencias nacionalistas entre los pueblos que comparten esa herencia común. Como empresaria cultural, en 1869 inició su propio periódico y como miembro activo de los círculos literarios españoles, recibió el apoyo de algunas de las clases más influyentes tanto en Madrid como en México. Como editora de la revista para mujeres: La Mujer en Madrid, en los primeros años de la década del mil ochocientos setenta, pudo construir un círculo de escritores que incluía, entre otros, a Juan Valera quien se refirió a ella como un puente entre dos entornos culturales cercanos y sin embargo diferentes: México y España.

Cuando Gimeno vivió en México, entre 1881 y 1893, casada con Francisco de Paula Flaquer, un hombre de negocios y periodista catalán, ella tuvo un papel privilegiado como cronista de la zona de contacto entre las tradiciones ibéricas y las mexicanas. Allí, Gimeno tuvo un papel destacado estableciendo un puente cultural entre México y España. Como residente por más de diez años en el país, conoció la realidad mexicana con una profundidad muy por encima de la mayoría de sus coterráneos, con más profundidad que muchos de los escritores sobre viajes, y pudo elaborar sus conceptos sobre la identidad nacional y cultural de los mexicanos. Esto le permitió comparar las resonancias culturales mexicanas e ibéricas promoviendo un nacionalismo binacional, un nacionalismo que se apoyó en la identidad cultural. Si bien es cierto que como todo nacionalismo tuvo mucho de localista, se centró sobre todo en el papel de la mujer en la cultura. Al reinterpretar la identidad nacional de ibéricos y mexicanos en la óptica de las mujeres, Gimeno propuso un feminismo universalista. Este feminismo, sin embargo, se insertó en un espíritu imperialista del fin de siglo en el que Gimeno vivió. Fue pues una mujer de su tiempo, pero también una mujer del tiempo universal que es el feminismo.







 
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