Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

El arte del exilio republicano español1

Violeta Izquierdo


Doctora en Historia del Arte.
Profesora de la Universidad Camilo-José Cela de Madrid.



  —41→  

ArribaAbajo El arte del exilio republicano español

imagen

La convulsión que para España representó la guerra civil supuso el comienzo de una nueva etapa migratoria, que por sus características y consecuencias en el panorama cultural, social y político del país de partida, sumieron en el largo sueño del olvido a muchos de sus protagonistas. La derrota republicana afectó al colectivo de artistas plásticos tanto como a otras capas de la sociedad española. Los puntos de destino de los artistas desterrados fueron muchos, pero en líneas generales es preciso destacar dos: Latinoamérica y Francia.

El fin de la contienda dio al traste con las perspectivas artísticas de toda una generación de artistas, que en una inmensa mayoría optó por el exilio como salida a su oposición al nuevo régimen vencedor en España. En un primer momento este éxodo general se dirigió hacia Francia, y de aquí se dispersaron por otros países europeos y latinoamericanos.

La mayor parte de los artistas españoles exiliados que cruzaron la frontera en 1939 estuvieron en los campos de concentración situados en el mediodía francés. Las condiciones de acogida en los diferentes países de destino varió en función de sus propias circunstancias políticas, pero en general, es preciso decir que fue lo suficientemente generosa como para permitirles sobrevivir y adaptarse a la nueva situación.

Los artistas en sus diferentes exilios no fueron grupos homogéneos, no habían vivido las mismas circunstancias y formación antes del exilio, ni tampoco lo harán después, pero en muchos casos se crearon entre ellos relaciones fuertes por el común de sus circunstancias, por intereses artísticos o por amistades personales.

No se puede generalizar sobre las vivencias y las experiencias personales de los artistas que fueron al exilio, pero sí que podemos establecer unas condiciones comunes a todos ellos, que normalmente se reflejan en sus obras. Primeramente el desarraigo vital, como todos los exiliados, los artistas sufrieron una ruptura vital. Alejados de su tierra, de sus costumbres, de sus circunstancias, con los recuerdos de la guerra sufrida y perdida, con la conciencia de la derrota de sus ideas y sus aspiraciones políticas y culturales, con la angustia de un desarraigo impuesto y la incertidumbre sobre el futuro, en muchos casos sumando además la experiencia reciente del paso por campos de concentración en Francia. Todos los artistas reflejarán de alguna manera estas experiencias.

En segundo lugar a esta desubicación íntima se debe sumar la desubicación contextual y laboral. La pérdida   —42→   de los canales de exhibición conocidos que deben reconstruirse, la pérdida del reconocimiento adquirido en los medios artísticos y la necesidad de enfrentarse a otros nuevos otras galerías, otras revistas de arte y la incursión en un medio artístico totalmente diferente y dominado en ocasiones por otras tendencias.

La influencia del arte de estos exiliados sobre los artistas del país de acogida y viceversa supuso muchas veces un nuevo campo de relaciones. En algunos de estos países eran todavía desconocidas las investigaciones vanguardistas, más atentos a planteamientos nacionalistas e indigenistas. La llegada de los artistas españoles supondrá el enriquecimiento recíproco, puesto que los españoles también asumieron en el ámbito temático, formal o estilístico algunas de las novedades que les ofrecían los nuevos contextos artísticos.

imagen

Su nivel de participación en las instituciones artísticas y culturales del país de acogida fue también desigual. Algunos se incorporaron plenamente a las nuevas galerías, a las exhibiciones colectivas de artistas del país receptor mientras que otros se centraron en el ámbito propio del exilio: las exposiciones de las instituciones de los exiliados, ilustraciones de libros y revistas del exilio, etc.

En los distintos países en los que se asentaron los artistas españoles conservaron sus señas de identidad y a medida de que avanzó su integración, se produjo un enriquecimiento con las propuestas artísticas del país de acogida. En general podemos concluir que el número de artistas plásticos en el exilio fue excepcionalmente importante, englobando a dos generaciones de rasgos definidos. Los que pertenecieron a la primera generación ya habían realizado buena parte de su obra y eran reconocidos en su país, los que forman parte de la segunda generación son aquellos que apenas comenzaban a desarrollar su trabajo y acusaron más las influencias de las tendencias artísticas del país de acogida.


ArribaAbajo Artistas exilados en Francia: París y Toulouse

En Francia se asentó el mayor número de exiliados republicanos españoles con unas características sociológicas bien distintas que revelan la existencia de dos corrientes   —43→   de exilio bastante diferenciadas: la que condujo a París, que era de carácter pequeño-burgués e intelectual y la que tenía una base más popular y sindical que se instaló en la zona suroeste del país en torno a la capital del Alto Garona: Toulouse.

Las características del éxodo producido por la derrota militar fueron las propias de una emigración de esta índole, es decir, gentes de distintos lugares de España, de distintos estratos sociales, de distintas profesiones y de distintas posiciones políticas. A una primera llegada masiva al país vecino tras la Retirada de 1939, le siguió una dispersión por los distintos campos de concentración preparados para su recibimiento, movimientos hacia el norte del país y una segunda evacuación hacia otros países, fundamentalmente Latinoamérica.

Los que finalmente permanecieron en Francia tuvieron que hacer frente a una nueva tragedia histórica: la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con lo que sus condiciones lejos de mejorar con los años seguirán en un estado de precariedad evidente. A su condición de exiliado en un país invadido y en guerra, hay que sumar la dificultad que supuso el desconocimiento de una lengua diferente a la suya, con lo que los canales de comunicación e integración en el nuevo país fueron considerablemente más complicados que los de aquellos que se exiliaron a países de habla hispana. La actividad cultural de los exiliados en Francia fue constante desde su llegada al país. Los lugares, formas y corrientes de expresión de su cultura fueron diversos, pero en líneas generales se puede afirmar que la característica esencial de la cultura del exilio español en Francia estriba en aquella voluntad de salvaguardar la identidad cultural hispánica.

El exilio artístico es una de las facetas de ese universo cultural español que se produjo en Francia después de la guerra civil. Es sabido que París fue el principal lugar de destino de estos creadores, pero es necesario conocer que existió otro importante foco artístico en la zona sur del país: Toulouse, que concentró un buen número de artistas, aún ausentes en la historiografía del arte contemporáneo español, en parte por el desconocimiento y en parte por la carencia de estudios que pongan de manifiesto esta evidencia.

El colectivo de artistas exiliados en Francia presenta enormes diferencias en cuanto a sus posibilidades de formación y reconocimiento, atendiendo a la elección de su lugar de destierro. Es evidente que el panorama cultural y artístico en los años cuarenta no era el mismo en París que en Toulouse y por tanto, la repercusión y el alcance que tendrán los artistas que optaron por París, no tiene paralelo con la trascendencia conseguida por aquellos que se instalaron en la cuidad rosa. Si a ello añadimos que en su   —44→   mayoría, los artistas que forman el Grupo de Toulouse son gentes de cultura autodidacta, que durante años tuvieron que dedicarse a sobrevivir más que a pintar, esculpir o dibujar y que nunca ha existido un aparato crítico que rescatara su memoria del olvido se pone de manifiesto la descompensación histórica de ambos, y nos animan en la necesidad y urgencia de nuestro trabajo.




ArribaAbajoParís

Desde principios de siglo nombres fundamentales de la historia universal del arte eligieron París atraídos por el desarrollo artístico de la capital francesa. El hervidero cultural sin parangón que se produjo en París a comienzos del siglo XX supuso un atractivo irrenunciable para artistas de todas las nacionalidades, entre ellos los españoles, que intentaban abandonar las prácticas artísticas de una sociedad finisecular anclada en el pasado, marcada por el naturalismo artístico, sin un mercado interior que absorbiera sus obras y con un prácticamente inexistente aparato crítico que apoyara cualquier iniciativa renovadora.

Los pioneros de este periplo artístico español son nombres que forman parte de la historia universal del arte y que han alcanzado una excelencia artística que les ha convertido en figuras señeras del arte contemporáneo. Julio González se fue con su familia en 1900, Pablo Picasso realizó su primer viaje a París en 1901, pero es en 1904 cuando se instaló definitivamente; Juan Gris lo haría en 1906; María Blanchard en 1909, Joan Miró en 1920. Todos estos nombres forman parte de las vanguardias históricas y son un referente obligado para las futuras generaciones de artistas que llegan a Francia o que se gestan en España.

Estos artistas que ya estaban fuera de España cuando estalló la guerra civil, permanecerán fuera y no volverán al país, a excepción de Miró que continuará su labor en el exilio interior. Esta generación de artistas españoles no se instaló en la capital francesa por motivos políticos, aunque en muchos casos su apoyo a la Segunda República fue decisivo, pese a ello no pueden considerarse propiamente exiliados de la guerra.

Un segundo momento dentro de la emigración artística a París lo constituye el grupo de artistas que durante los años veinte y treinta integran la llamada Escuela Española de París. Los pintores más interesantes son Manuel Ángeles Ortiz, Francisco Bores, Joaquín Peinado, Hernando Viñes, Luis Fernández, Pancho Cossío, Ismael Gómez de la Serna, Óscar Domínguez, Alfonso Olivares y Honorio   —45→   García Condoy. Aunque también dentro de la órbita de la Escuela Española de París encontramos otros artistas interesantes como Mateo Hernández o José Palmeiro.

Todos ellos configuran una suma de personalidades y trayectorias artísticas que tienen como común denominador, el confluir en París en una época de gran efervescencia cultural y artística. Estos artistas entran en contacto con distintas academias y tienen en Picasso un referente ineludible. Muchos de ellos desarrollaron una importante labor profesional en Francia, por lo que la situación creada en España tras las guerras, no les resultará excesivamente atractiva y continuarán viviendo en la capital francesa. Son artistas que tampoco pueden considerarse propiamente como exiliados de guerra, pues vivieron la guerra civil en Francia (a excepción de Manuel Ángeles Ortiz), aunque ninguno volverá a España después de la contienda.

Algunos artistas de los que hemos denominado pioneros en París y otros de los nombres que integran el grupo de la Escuela de París participaron en el Pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de las Artes y Técnicas en la vida moderna, celebrada en París en el verano de 1937, un acontecimiento especialmente significativo en la cultura artística de la época. Para el Pabellón de la República española se hicieron encargos a varios artistas afincados en París que realizarían obras que al cabo de los tiempos se convertirán en símbolos emblemáticos de la guerra y el exilio. Nos estamos refiriendo a la escultura El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella (1937) de Alberto Sánchez; la escultura Fuente de Almadén (1937) de Alexander Calder; el lienzo Guernica (1937) de Pablo Ruiz Picasso; el mural El segador (1937) de Joan Miró y la escultura La Montserrat (1937) de Julio González.

Estas cinco obras fueron un encargo particular del gobierno de la República a estos artistas para esta exposición, siendo el primer encuentro entre el Estado Español y los artistas de vanguardia residentes en Francia, un tanto ignorados y ausentes dentro del país. La presencia de estos artistas españoles en París es una manifestación de su cosmopolitismo cultural y del vanguardismo de sus propuestas.

El tercer momento dentro de la emigración artística a París, ya considerado propiamente exilio, sería el que se produce a finales de 1939, momento en el que llegan artistas huyendo de la represión y del triunfo del fascismo en España, actores directos en muchos casos en la contienda o partícipes en actividades de apoyo artístico en el bando republicano. Entre ellos podemos citar a Manuel Ángeles Ortiz, Baltasar Lobo, Pedro Flores, Ginés Parra, Antoni Clavé, Manuel Viola o Appel·les Fenosa.

  —46→  

Muchos de los artistas que configuraron la llamada Escuela de París y otros de los recién llegados a la capital francesa tras la guerra, formaron parte de la exposición titulada El arte de la España republicana. Artistas españoles de la Escuela de París celebrada en Praga en 1946. La exposición se planteó como un fenómeno artístico y político, además de una especie de manifestación pública y estética de artistas vanguardistas y republicanos. En la exposición de Praga participaron: Picasso, Óscar Domínguez, García Condoy, Luis Fernández, Mateo Hernández, Francisco Bores, Julio González, su hija Roberta González, José Palmeiro, Joaquín Peinado, Hernando Viñes, Ismael González de la Serna, Baltasar Lobo, Pedro Flores, Ginés Parra, Antoni Clavé, Apel·les Fenosa, Manuel Adsuara y Balbino Giner.

La nómina de artistas españoles exiliados en París no acaba con la lista de aquellos vinculados a la Escuela de París o la exposición de Praga. Esta circunstancia ha supuesto un profundo desconocimiento de los que no tuvieron relación directa con alguna de ambas manifestaciones, por lo que la aparición de estudios e investigaciones que rescatasen estos nombres se han hecho esperar durante décadas, caso por ejemplo de Joan Rebull, Emilio Grau Sala, Juan José Luis González Bernal, Antonio Quirós, Ángel Alonso, Rufino Ceballos, Ángel Medina, Eduardo Pisarro, etc.

Para los artistas españoles exiliados en Francia como para el resto de los republicanos, el fin de la Segunda Guerra Mundial supuso un momento de esperanza y una creencia en que por fin se produciría su deseada vuelta a España, pero la historia se desarrolló de otra manera y sus ilusiones se fueron desvaneciendo antes o después, de manera que en esta situación cada cual optó por seguir su propio camino, unos no volviendo jamás y otros haciéndolo de manera paulatina, a medida que el panorama cultural español iba mostrando signos de apertura hacia el exterior. La década de los cincuenta iba a traer a muchos de los artistas españoles de París la sorpresa de ver cómo, a pesar de la cerrazón política del régimen, una nueva generación de artistas españoles procedentes del interior empezaba a hacerse sentir internacionalmente, tras algunos tanteos figurativos, por lo general estos jóvenes españoles que triunfaban en las Bienales se habían adscrito al informalismo o al expresionismo abstracto. Esto supuso para los españoles de París una sorpresa inesperada pues les demostraba que, contra todo pronóstico, la creación artística era capaz de sortear los obstáculos políticos.



  —47→  

ArribaAbajo Exilio en el sur de Francia

Arte en los campos de concentración (1939-1945)


Cerca de medio millón de españoles pasaron la frontera francesa huyendo del final de la guerra civil. La mayoría de esta población conoció los campos de acogida y concentración franceses instalados en el suroeste del país. Antes de instalarse en algún país de América o Europa, vinieron el infortunio de permanecer en aquellos campos, meses o años, dependiendo de sus circunstancias personales o del factor suerte. La mayoría de los artistas plásticos conocieron estos campos de acogida y muchos de ellos dejaron constancia de su presencia en los mismos. Algunos realizaron su obra en el mismo campo y otros, cuando pudieron salir reflejaron su experiencia en sus propias creaciones.

Los principios del exilio artístico de muchos artistas están inevitablemente ligados por tanto a estos campos de concentración situados en el sureste francés: Saint-Cyprien, Gurs, Argelés, Bram, Barcarés, etc., en los que pasados los primeros meses de organización se desarrollaron actividades artísticas y culturales. Aparecieron hojas manuscritas o dactilografiadas. La prensa de las playas, que servían para hacer circular ideas y noticias, en las que ocasionalmente se incluían dibujos.

imagen

La misma necesidad de difundir y expresar el pensamiento propició la organización de exposiciones de arte dentro de los campos. Se ha constatado la existencia de «un Palacio de exposiciones» inaugurado en Barcarés el 14 de mayo de 1939, un Salón de Bellas Artes en Argelès y una Barraca-Galería en Saint-Cyprien. También en el campo de Gurs se organizó una exposición en julio de 1939 y ese mismo verano se levantaron dos esculturas de barro: España agonizando, sobre la guerra civil y La última bomba, dedicada a las víctimas de Guernica. En Les Milles, donde cómo en Gurs convivían los refugiados españoles con los judíos, se realizaron colectivamente ocho frescos murales representando escenas de fiesta.

Las piezas que se mostraron al público fueron generalmente pinturas al óleo, acuarelas y dibujos de escenas de la vida cotidiana en los campos, retratos, caricaturas, ilustraciones, cartas postales, etc. Las esculturas de formas   —48→   y técnicas de expresión que recuerdan el Art Brut, realizadas en materiales rudimentarios como jabón, la madera de restos de naufragios y toda clase de objetos de desecho, como latas de conserva, cartones, conchas y el mismo hierro de las alambradas. Confeccionaron también obras de ebanistería, maquetas de aviones o navíos de guerra. Todo un tesoro de arte popular ingenuo, imaginativo y espontáneo, debido tanto a artistas espontáneos como a creadores profesionales.

Pero también se produjeron algunas exposiciones en el exterior como la del 6 de mayo en Perpiñán en la Galerie Vivante que presentó obras de Fernando Callico (apodado el hijo de Ingres o el Holbein de nuestros tiempos) y Antoni Clavé. El Museo del Trabajo de Montpellier acogió del 8 al 15 de julio de 1939 treinta obras de jóvenes pintores catalanes: Roser Bru, Jaume Piques y Alexandre Cirici.

La mayor parte de las obras realizadas para estas exposiciones tenían un marcado carácter naturalista, descriptivo y casi de documento, pues reflejan y dejan constancia de las circunstancias que marcaron la llegada a los campos, el éxodo, la vida cotidiana, los sentimientos de desolación, angustia, tristeza, de esos primeros meses de exilio.

El interés de los exiliados por garantizar y mantener la supervivencia de una identidad cultural se puso de manifiesto en este tipo de actividades artísticas y otras culturales que también se crean desde principios de 1939 dentro de los campos. Los docentes, los estudiantes y los artistas que van a parar a estos campos al lado de decenas de miles de soldados del ejército republicano emprenden una amplia labor de educación y difusión de la cultura. Dicha actividad se concibió, en su espíritu como en su forma, como una prolongación directa de la efervescencia cultural y editorial que conoció la España de la Segunda República. En estos boletines dactilografiados o, lo más a menudo manuscritos, editados en unos pocos ejemplares en los campos de Argelès, Gurs, Saint-Cyprien, o Morand en Argelia, prevalece la preocupación por la cultura. Se trata de estructura r la actividad cultural que se lleva en los campos: alfabetización, enseñanza primaria, clases de lengua y clases de perfeccionamiento en varias asignaturas, educación física, actividades que se suceden en los campos a un ritmo impresionante, atrayendo a cientos de alumnos.

Todas estas iniciativas demuestran que la comunidad de españoles intentó aun en las peores condiciones posibles, establecer una continuidad cultural, preservando y conservando sus propias tradiciones y el legado ideológico. Las colecciones de dibujos y pinturas realizados en los campos de concentración y en los batallones de trabajo   —49→   recogen experiencias personales y constituyen un diario de los primeros años de la vida en el exilio republicano español en Francia. Los nombres de aquellos artistas que dejaron constancia de su paso por los campos son muchos pero se pueden destacar los de Aurelio Arteta, Enric Climent, Antoni Clavé, Antonio Rodríguez Luna, Marco Chillet, Álvaro de Orriols, Jesús Martí, José Fabregas, Nicomedes Gómez, Francesc Miró, Nemesio Raposo, Gerardo Lizárraga, Helios Gómez, Manolo Valiente, Josep Franch-Clapers, Josep Bartolí, Marcel·lí Porta, etc.




ArribaAbajo Toulouse

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta los años sesenta (1945-1960)


Como consecuencia del fin de la Segunda Guerra Mundial y de la liberación de Francia, se produjo la apertura de los campos y la dispersión de todos aquellos republicanos españoles que aún permanecían en los mismos. En general muchos de estos proletarios españoles, mano de obra poco especializada y de cultura autodidacta, permaneció en la zona de Toulouse, sin ir mucho más lejos y sobreviviendo cerca de España.

La vida cotidiana en estos primeros momentos fue muy dura para los exiliados, fueron épocas de carestía y mucho trabajo, de desarraigo y de necesidad. Los diferentes grupos políticos intentaban reorganizarse y proponer actividades encaminadas a la acción política y cultural. Especialmente activo fue el grupo de los anarquistas, que como ningún otro, mantuvo una actividad inusitada y sin parangón con respecto a los grupos de exiliados. En el terreno artístico es preciso señalar la organización de tres exposiciones fundamentales para comprender la importancia y el número de artistas exiliados que se asentaron definitivamente en la ciudad de Toulouse y sus alrededores.

La primera exposición titulada El arte español en el exilio celebrada en 1947 en la Cámara de Comercio de Toulouse y organizada por la CNT, SIA (Solidaridad Internacional Antifascista) y MLE (Movimiento Libertario Español), recogía obras de gran calidad, entre las que destacaban las de Pablo Picasso, Juan Gris, Francisco Bores, Honorio García Condoy, Óscar Domínguez, Celso Lágar, Palmeiro, Joaquín Peinado, Ginés Parra, Antoni Clavé, etc. y de los asentados en Toulouse: Antonio Alos, Hilario Brugarolas, Call, Camps-Vicens, Francisco Forcadell-Prat. El cartel anunciador de la muestra fue obra de un gran dibujante cenetista llamado Argüello, que colaboró habitualmente en actividades de este tipo.

  —50→  

Sorprende observar la nómina de artistas que integraron aquella exposición celebrada en Toulouse en tan tempranas fechas después de la Segunda Guerra Mundial, evidencia una importante labor de organización y la pretensión de demostrar la importancia y la calidad de los creadores españoles exiliados en Francia. Sus obras participan de las corrientes de vanguardia aún vigentes, el cubismo y el surrealismo además de otros lenguajes tendentes a la expresividad personal. Esta exposición tuvo un segundo recorrido en París en la Galería La Boètie, allí la prensa parisina se hizo eco de la muestra, así como los canales propios de la cultura exiliada española que dejaron constancia del esfuerzo organizativo de la misma, así como del carácter ecléctico de las más de las doscientas obras que lo componían, sin dejar de resaltar el profundo hilo conductor que unía a todos ellos, su condición de españoles y exiliados. La segunda exposición Artistas españoles en exilio se celebró también en la Cámara de Comercio de Toulouse en el año 1952, organizada por Puig Elías y Federica Montseny, y que estuvo abierta a todas las tendencias artísticas y políticas. Los datos imprecisos que poseemos sobre esta muestra hablan de la participación de Picasso con una naturaleza muerta al estilo cubista tardío, además de una importante nómina de artistas instalados en la región que no habían tomado partido por París y otros países latinoamericanos.

imagen

La tercera exposición de artistas españoles se celebró en el Palacio de Bellas Artes de Toulouse entre el 24 de junio y el 3 de julio de 1958, organizada por Teófilo Navarro. En esta ocasión el cartel anunciador y el diseño de la portada del catálogo se encargó Camps-Vicens.

La participación fue muy amplia: de París mandaron obras Blasco Ferrer, Companys, Lamolla, Romero, Tusquella; de Toulouse y la región sur participaron Antonio Alos, José Alejos, Almerich, Brugarolas, Camps-Vicens, Call, Costa-Tella, Espanyol, Forcadell, A. Ferrán, N. Ferrán, Izquierdo-Carvajal, R. Medina, Carlos Pradal, Josep Suau, Zurita, Bajen, Farret, Santolaya, José Vargas y Valiente.

Los artistas participantes asentados en la ciudad de Toulouse se encontraban mayormente situados ideológicamente en la órbita de la CNT a excepción de Izquierdo-Carvajal   —51→   y Suau que pertenecían al partido comunista. Especialmente activos dentro del movimiento libertario fueron Camps-Vicens, Forcadell o Zurita, que prestaron su creatividad en todo tipo de manifestaciones culturales llevadas a cabo por el movimiento cenetista.

Hay que destacar igualmente a dos importantes dibujantes de la CNT, cuya presencia en la prensa libertaria fue constante durante dos décadas: Call y Argüello. Sus dibujos e ilustraciones satíricas se reproducían en programas, carteles y periódicos libertarios como CNT de Toulouse, el suplemento especial Espoir, semanarios como Ruta o Nueva Senda, revistas culturales como Cénit o en los calendarios de la SIA, que presentaban partes escritas y partes ilustradas con imágenes, a veces sobre un tema común.

Las actividades culturales y artísticas de la CNT en Toulouse fueron tempranas y diversas. En 1953 en Bagnères de Bigorre, hicieron un concurso de dibujos, caricaturas y carteles. Entre 1954 y 1955 organizaron también una exposición de artes y artesanía y un concurso de fotos. En las concentraciones que el movimiento realizaba en la colonia libertaria de Aymare (Lot), organizaron exposiciones de «diarios murales» es decir, textos e ilustraciones. Los espectáculos representaron otro aspecto visual de la cultura de los exiliados. Las dos compañías de teatro libertarias (Iberia y Juvenil) contaron con los artistas cenetistas para la preparación de los decorados y escenarios. Dentro de la diversidad ideológica y social del exilio, estructurado en numerosas organizaciones políticas, podemos decir que durante los años de la inmediata posguerra será la comunidad libertaria la que ejerció un papel más destacado, convirtiéndose en un elemento esencial para la conservación de la identidad española, con iniciativas tan relevantes como las que hemos destacado en el mundo de las artes plásticas y sin duda en otros microcosmos culturales que no tuvieron parangón por entonces en los otros grupos del exilio. Muchos de los protagonistas de aquellas exposiciones seguirán presentes en las siguientes décadas, otros nombres ausentes en aquellas muestras libertarias, pero que también pertenecen a ese exilio compartido, aparecerán en las exposiciones posteriores colectivas, y todos ellos formarán el Colectivo de artistas plásticos exiliados en Toulouse, inexistente como grupo organizado, pero con lazos poderosos de unión que justifican esta denominación.



  —52→  

ArribaAbajo Influencias y relaciones de los artistas españoles exiliados en el contexto artístico tolosano

Toulouse contaba desde los años treinta con una Escuela de Bellas Artes, en la que ejercían como profesores una cantera de profesionales del contexto artístico de la ciudad. Maestros que en su mayoría realizaban una labor pedagógica dentro de unas corrientes figurativas y realistas y en raras ocasiones franqueaban las posiciones objetivas del arte. La escuela poseía un marcado carácter tradicional. No es de extrañar entonces que la llegada masiva de artistas españoles, primero a los campos, de cuyas manifestaciones dejaron constancia dentro y fuera de ellos; y las posteriores exposiciones colectivas de estos en la ciudad de Toulouse, tuvieran cierta difusión e influencia en muchos de los artistas jóvenes que se formaban y despuntaban en el ámbito artístico de la ciudad. La participación en estas exposiciones de artistas de la talla de Picasso, Oris, Clavé, Peinado, Parra, Flores, Bores, García Condoy o Blasco Ferrer, no pudo pasar desapercibida a las nuevas generaciones de pintores que surgían en el panorama artístico tolosano. Con estos artistas españoles llegaron corrientes renovadoras y aires de tradición vanguardista, pues no hay que olvidar que Picasso era ya un protagonista incuestionable de las vanguardias parisinas y de los nuevos lenguajes plásticos aparecidos en las primeras décadas del siglo.

El 9 de diciembre de 1950 se abría en el Palacio de las artes de Toulouse el Salón «Presence I», por primera vez jóvenes artistas locales unidos por la camaradería formaban un grupo decidido a afirmar su presencia en las galerías tolosanas. Pero su deseo iba más allá de los marcos estrechos de la provincia y su intención era conectar con los problemas de su época tomando como modelo a los grandes maestros, Picasso, Braque, etc. En realidad, no era un grupo constituido como tal en el sentido de tener una posición idéntica ante la pintura, sus técnicas o sus métodos, sino que les unían lazos de amistad y un deseo común de búsqueda, un cierto interés por determinados tonos (negros, azules, tierras, violetas) y un gusto por una arquitectura rigurosa próxima al cubismo. En cualquier caso aún seguían fieles al sentido figurativo de las obras. Este grupo estuvo formado fundamentalmente por artistas de Toulouse (Jacques de Berne, Raymond Clerc-Roques, André Marfaing, Pierre Igon, Daniel Schintone, Louis Duguy, etc.) y contó entre sus filas con un artista español del exilio, Pablo Salen, lo que demuestra el temprano grado de integración de los artistas españoles en las corrientes renovadoras de la región.

  —53→  

A mediados de los cincuenta surgieron otras agrupaciones de artistas como Los Meridionales o Los Occitanos, que concentraban a gran número de creadores para mostrar colectivamente sus obras una o dos veces por año. Su espectro de participación era muy amplio, muchos de los artistas españoles asentados en Toulouse participaron habitualmente en estas manifestaciones. En general el carácter de las obras seguía siendo marcadamente figurativo, tendencias realistas, que en cierto modo no disentían de las líneas tradicionales del arte vigente en épocas precedentes. Por lo que ambos salones, más que potenciar nuevos lenguajes, se limitaban a ser los escaparates y reflejo del arte predominante en la zona.

Durante los años cincuenta, no obstante, en Francia se produce el fenómeno de la explosión de la Abstracción. En Toulouse esta corriente se manifestó tímidamente a partir de 1954 con la exposición Rencontres, organizada por Robert Aribaut y Ch. P. Bru. En esta ocasión se pudo constatar como los pintores de la región empezaban a escoger vías diferentes de expresión, como los críticos acogían con mayor benevolencia las nuevas formas artísticas y los problemas que presentaba la pintura actual, es decir, la ausencia de la representación figurativa. Muchos de los principales protagonistas de esta nueva vía de expresión artística (Marfaing, Jousselin, Saint-Paul, Hugon, Duguy, etc.) dejaron posteriormente la ciudad, pero otros permanecieron en la ciudad siguiendo sus aventuras individuales. Por primera vez, se presentaba al público tolosano algo diferente a lo que estaban acostumbrados a ver en los salones de los Meridionales, los Occitanos o las galerías de la ciudad en las que igualmente predominaban las tendencias figurativas y clásicas.

Entre 1958 y 1963 se celebraron los llamados Salones Art Present, que supusieron una apertura hacia los nuevos lenguajes no-figurativos. Especialmente reseñable fue el de 1960 Art Present IV pues en él predominaron por primera vez las corrientes abstractas e informales, destacando tres artistas: Igon (Toulouse), Pistre (Bordeaux) y Poussine (Perpiñán), inquietos por los nuevos materiales y formas de expresión. La participación de Carlos Pradal se consideró como el punto de equilibrio entre las nuevas experiencias y las reminiscencias figurativas.

La presencia de los artistas españoles exiliados en Toulouse es constante en todas estas manifestaciones artísticas desarrolladas durante los años cincuenta y sesenta, de manera que no existió una barrera divisoria por cuestión de origen o nacionalidad a la hora de estar presentes en cualquiera de las iniciativas relacionadas con el mundo del arte.



  —54→  

ArribaAbajo Panorama artístico en Toulouse a partir de los años setenta

Durante los años setenta destaca un hecho revitalizador en el panorama artístico de la ciudad de Toulouse que tuvo que ver con el arte español del exilio, fue la creación de la Galería de Antonio Alos en 1974, también llamada Centro Cultural Art Present. Antonio Alos era uno de aquellos artistas españoles exiliados en Francia, asentado definitivamente en el sureste francés, que tras años de incertidumbres consiguió instalarse y dedicarse plenamente a la escultura. Entre los objetivos que Alos se marcó a la hora de poner en marcha este proyecto estuvo el de constituir un lugar de encuentro para artistas españoles presentes en zona de Toulouse, tanto del exilio como de las nuevas generaciones. Le interesó hacer especial hincapié en presentar al gran público exposiciones de calidad, intercalando la presencia de jóvenes pintores al lado de artistas renombrados. En definitiva, un gran amante y promotor del arte en todas sus manifestaciones.

En mayo de 1977 se celebró en la galería de Alos una importante exposición titulada Artistas españoles residentes en Francia, en la que consiguió reunir un nutrido y representativo grupo de artistas españoles residentes en París entre los que se encontraban, Orlando Pelayo, Joaquín Saura, Appelles Fenosa, Subira-Puig, Carlos Pradal, Bajen, etc., y muchos de los pintores españoles de Toulouse: Brugarolas, Camps-Vicens, Salen, Forcadell, Jordá, Fauria-Gort, Librero, Rivero, Vasallo Blasco, Clavell que además, en algunos casos formaban parte de la nómina de artistas que representaba desde su galería.

Un año después (1978) organizó un homenaje a Pau Casals, gran violoncelista exiliado en Francia. En esta ocasión contó con grandes nombres franceses y españoles, de la pintura y la escultura. Él mismo realizó un busto dedicado al músico. Manifestaciones similares se produjeron en los seis años de vigencia de la galería, eventos y manifestaciones de especial relevancia para el colectivo de artistas españoles, y sin duda también para los artistas de la región.

Alos murió en 1980 y su galería no tuvo un sucesor tan entusiasta y de la personalidad de su fundador, por lo que inevitablemente su proyecto quebró y el centro no tuvo continuidad. Aunque antes de cerrar sus puertas definitivamente, tuvo lugar una última exposición en su honor, en esta ocasión no faltaron ninguno de sus amigos y colaboradores habituales, a la iniciativa fue ampliamente seguida por pintores, escultores, fotógrafos, que rindieron   —55→   con este acto el último adiós a una figura tan querida y tan destacada en el panorama cultural y artístico de Toulouse.

Las décadas siguientes son épocas de plena integración social y cultural por lo que para concluir podemos decir que si en los primeros años del exilio la característica determinante fue cierto mantenimiento de una identidad cultural propia, con el paso de los años se impusieron encuentros y mestizajes culturales, tanto en las manifestaciones propiciadas por los españoles, como desde los movimientos franceses, que supondrán sin duda un enriquecimiento para ambas comunidades. La aparición de nuevas generaciones en el panorama cultural supondrá un nuevo impulso en la apertura de lazos y vínculos entre el país de origen y el país de acogida.

imagen

En que hemos denominado el Colectivo de artistas plásticos españoles afincados en Toulouse, hay que establecer desde el primer momento una diferencia generacional clara. Existe un primer grupo de artistas, a los que denominaremos Primera Generación, que estaría formada por aquellos que nacieron en los albores del siglo XX, a los que la guerra les sorprendió con la edad suficiente para tener formada una conciencia política y en algunos casos un inicio profesional definido. La ruptura con su país, con su cultura de origen, con sus ocupaciones y las necesidades inmediatas de subsistencia, les llevaron a establecer un paréntesis, a veces de años, hasta poder reencontrarse de manera permanente con la pintura o la escultura. Entre los nombres a destacar de esta primera generación encontramos a los pintores: Hilarión Brugarolas, Manuel Camps-Vicens, Francisco Forcadell-Prat, Josep Suau, Pablo Salen, José Alejos, Call, Argüello, Zurita, Espanyol, Izquierdo-Caruajal, Medina y los escultores: Antonio Alos, Joaquim Vicens-Qironella o Mir Clavell.

La Segunda Generación nacidos también en España, aunque dos décadas después que los anteriores, cruzaron la frontera aún siendo niños, por lo que se forman profesionalmente o completan su formación en el país en el que se establecieron sus padres al salir de su patria. Varios de estos artistas pasarán eventualmente por la Escuela de Bellas Artes de Toulouse, donde contactan con viejos profesores de la escuela (Bergougnan, Espinasse, Letaudy) y   —56→   donde adquieren conocimientos precisos en lo referido a la técnica y a aspectos diversos de la pintura para añadir a su aprendizaje autodidacta. La ambivalencia cultural de estos pintores supone un enriquecimiento de sus propuestas y les sitúa en un nivel de expresión auténtica, cargada de valores y connotaciones. Esta generación de artistas ha logrado en vida hacerse un hueco en el panorama cultural francés, en ocasiones han vuelto a España y se han reencontrado con sus raíces adquiriendo nombre y protagonismo en determinados círculos artísticos, aunque aún no se ha reconocido suficientemente su aportación a la cultura española del exilio. Carlos Pradal, Joan Jordà, Rodolfo Fauria-Gort, Balbino Giner (hijo), Antoni Clavell (hijo), forman parte de los españoles desterrados en sus años de infancia y tienen el común denominador del arte, el exilio y Toulouse.

La exposición que ahora presentamos pretende rendir merecido homenaje a todos estos artistas, protagonistas que formaron parte de ese periodo convulso de la Historia de España y de la Historia del Arte en particular. Quisiera mostrar en estas líneas mi sentido pesar porque en la muestra no están todos los que son arte y parte de esta manifestación. El tiempo y el olvido han borrado parte de su presencia pero no han conseguido hacer desaparecer sus nombres de esta memoria colectiva, que es otra manera de permanecer en nuestro pensamiento. A los que están y a los que no por igual, queremos recordar y honrar con nuestra aportación y sincera admiración.






ArribaAbajo L’art de l’exil républicain espagnol

La convulsion qu’a représentée la guerre civile pour l’Espagne amena une nouvelle étape migratoire qui, par ses caractéristiques et conséquences sur le panorama culturel, social et politique du pays de départ, plongea beaucoup de ceux qui la vécurent dans la longue léthargie de l’oubli. La défaite républicaine toucha le collectif d’artistes plasticiens autant que d’autres couches de la société espagnole. Les destinations des artistes exilés furent nombreuses mais on en retiendra surtout deux: l’Amérique Latine et la France.

La fin de la guerre marqua aussi la fin des perspectives artistiques de toute une génération d’artistes qui, dans sa grande majorité, choisit l’exil comme réponse à son opposition au nouveau régime vainqueur en Espagne. Dans un premier temps, cet exode massif alla vers la France, et de là se dispersa vers d’autres pays européens et latino-américains.

La plupart des artistes espagnols qui passèrent la frontière en 1939 se retrouvèrent dans les camps de concentration du Midi de la France. Les conditions d’accueil dans les différents pays varièrent en fonction des circonstances politiques, mais en général, il faut souligner qu’elles furent assez généreuses pour leur permettre de survivre et s’adapter.

Dans leurs exils respectifs les artistes ne formèrent pas de groupes homogènes car ils n’avaient pas vécu les mêmes circonstances ni eu les mêmes formations avant leur départ. Ils n’en formèrent pas non plus par la suite, cependant de solides relations s’établirent souvent de par leur histoire commune, intérêt artistique ou amitié personnelle. On ne peut généraliser les vécus et expériences personnelles des artistes qui se sont exilés, mais l’on peut relever des conditions d’existence communes à tous, qui se reflètent naturellement dans leurs oeuvres. En premier lieu le déracinement vital. Comme tous les exilés, les artistes ont souffert une rupture vitale, éloignés de leur terre, de leurs habitudes, de leur environnement, remplis des souvenirs d’une guerre infligée et perdue, conscients de l’anéantissement de leurs idées et de leurs aspirations politiques et culturelles, redoutant un déracinement imposé et un avenir incertain, avec en plus, et pour beaucoup, la récente expérience d’un passage dans les camps de concentration en France. D’une façon ou d’une autre, tous les artistes exprimeront ces expériences.

On doit en deuxième lieu ajouter à ces déséquilibres intimes, la ruine d’un contexte lié au travail. La disparition des réseaux connus de présentation et d’exposition, qu’il fallait reconstruire, la perte de la reconnaissance acquise dans les milieux artistiques et donc la nécessité d’en affronter d’autres: nouvelles galeries, nouvelles revues d’art et incursion obligée dans un milieu artistique totalement différent, parfois dominé par des tendances autres.

L’influence de l’art de ces exilés sur les artistes du pays d’accueil et la réciproque, amena souvent un champ nouveau de relations. Certains pays ne connaissaient pas les recherches d’avant-garde, car ils restaient plus soucieux d’un positionnement national et indigéniste.

L’arrivée des artistes espagnols se traduisit par un enrichissement réciproque, puisque les Espagnols s’approprièrent aussi dans le domaine thématique, formel ou stylistique, quelques-unes des nouveautés que leur offraient de nouveaux contextes artistiques.

Leur niveau de participation dans les institutions artistiques et culturelles du pays d’accueil fut inégal. Certains s’incorporèrent pleinement aux nouvelles galeries, aux expositions collectives d’artistes du pays cependant que d’autres se centrèrent sur le milieu propre à l’exil: expositions dans les institutions des exilés, illustrations de livres et revues de l’exil, etc.

Les artistes espagnols ont conservé leurs signes d’identité dans les divers pays où ils ont résidé, et au fur et à mesure que se faisait leur intégration ils se sont enrichis des propositions artistiques des terres d’accueil.

D’une manière générale nous pouvons dire que le nombre d’artistes plasticiens à l’exil a été exceptionnellement important, si l’on englobe deux générations aux caractères bien définis. Ceux qui appartiennent à la première avaient déjà réalisé une grande partie de leur oeuvre et étaient reconnus dans leur pays. Ceux qui forment la deuxième génération avaient à peine commencé leur travail et ont été plus marqués par les tendances artistiques du pays d’accueil.


ArribaAbajo Artistes exilés en France: Paris et Toulouse

Le plus grand nombre d’exilés républicains espagnols s’installa en France et cet exil présente des particularités sociologiques bien distinctes qui révèlent l’existence de deux courants assez différents: celui qui se dirigea vers Paris était de type petit-bourgeois et intellectuel; celui qui s’installa dans le Sud-Ouest du pays autour de la capitale de la Haute-Garonne, Toulouse, avait une base populaire et syndicale.

Les caractéristiques de l’exode consécutif à la défaite militaire furent celles de ce type d’émigration, marquée par des gens issus de différentes contrées, de différentes catégories sociales, de différentes professions et opinions politiques. L’arrivée massive en terre étrangère voisine après la Retirada2 de 1939 fut suivie d’une dispersion dans les différents camps de concentration prévus pour les accueillir, des déplacements vers le nord du pays et une deuxième sortie vers d’autres États, dont surtout ceux d’Amérique Latine.

Ceux qui finalement restèrent en France durent affronter une nouvelle tragédie historique: la Seconde Guerre Mondiale (1939-1945), durant laquelle leur condition, loin de s’améliorer au fil des années, devint d’une précarité évidente.

À leur état d’exilés dans un pays occupé et en guerre, s’ajoutait le handicap que suppose la méconnaissance d’une langue étrangère, qui rendait plus compliquées communication et intégration dans leur nouveau pays, à la différence de ceux qui s’exilèrent dans des pays hispanophones.

L’activité culturelle des exilés en France fut constante depuis leur arrivée. Les lieux, formes et courants d’expression de leur culture furent divers, mais dans l’ensemble on peut affirmer que la caractéristique essentielle de l’exil espagnol en France réside dans sa volonté de sauvegarder l’identité culturelle hispanique.

L’exil artistique est un des aspects de cet univers culturel espagnol qui se produisit en France après la guerre civile. On sait que Paris fut le plus important point d’arrivée de ces créateurs, mais il ne faut pas oublier l’existence d’un autre centre artistique dans la zone sud: Toulouse, qui recueillit un bon nombre d’artistes, encore absents de l’historiographie d’art contemporain espagnol, d’une part par méconnaissance et d’autre part à cause du manque de recherches qui révéleraient cette évidence.

Le collectif d’artistes exilés en France présente d’énormes différences quant à leurs chances de formation et reconnaissance, compte tenu du choix de leur lieu d’exil. Il est évident que l’environnement culturel et artistique des années quarante n’était pas le même à Paris qu’à Toulouse et donc l’impact et la portée qu’auront les artistes ayant choisi Paris, n’a rien de commun avec le dépassement de soi atteint par ceux qui s’installèrent dans la Ville Rose. Si l’on ajoute à cela que la plupart des artistes qui forment le Groupe de Toulouse sont des autodidactes, qui durant des années durent s’employer à survivre plus qu’à peindre, sculpter ou dessiner, et qu’aucun appareil critique n’a été là pour sauver leur mémoire de l’oubli, un retournement historique s’impose et nous encourage dans notre travail de façon impérative et urgente.




ArribaAbajo Paris

Depuis le début du siècle des noms incontournables de l’histoire universelle de l’art choisirent Paris attirés par l’essor artistique de la capitale française. L’incomparable bouillonnement culturel qui se produisit à Paris au début du XXe siècle provoqua un formidable attrait chez les artistes de toutes nationalités qui, et parmi eux les Espagnols, essayaient d’abandonner les pratiques d’une société de fin de siècle ancrée dans le passé, marquée par le naturalisme artistique, sans marché intérieur capable d’absorber leurs oeuvres et dotée d’un appareil critique pratiquement inexistant incapable d’appuyer une quelconque démarche rénovatrice.

Les pionniers de cette aventure artistique espagnole portent des noms qui font partie de l’histoire universelle de l’art et ont atteint une excellence artistique qui les convertit en figures de proue de l’art contemporain.

Julio González vint avec sa famille en 1900, Pablo Picasso réalisa son premier voyage à Paris en 1901, et s’y installa définitivement en 1904; Juan Gris en fit de même en 1906; María Blanchard en 1909, Joan Miró en 1920. Tous ces noms font partie des avant-gardes historiques et sont un référent incontournable pour les futures générations d’artistes qui viennent en France ou sont en gestation en Espagne.

Ces artistes qui étaient hors d’Espagne lorsque la guerre civile éclata, resteront à l’extérieur et ne reviendront pas chez eux sauf Miró qui continua son oeuvre dans un exil intérieur. Cette génération d’artistes espagnols ne s’était pas installée dans la capitale française pour des raisons politiques, mais dans de nombreux cas elle appuya de façon capitale la Seconde République Espagnole. Néanmoins, on ne saurait les considérer comme de vrais exilés pour fait de guerre.

Le groupe d’artistes qui durant les années vingt et trente a rejoint la dénommée École Espagnole de Paris constitue le deuxième temps de l’émigration artistique à Paris. Les peintres les plus intéressants sont Manuel Ángeles Ortiz, Francisco Bores, Joaquín Peinado, Hernando Viñes, Luis Fernández, Pancho Cossío, Ismael Gómez de la Serna, Óscar Domínguez, Alfonso Olivares et Honorio García Condoy. Nous rencontrons aussi dans la sphère de l’École Espagnole de Paris des artistes intéressants comme Mateo Hernández ou José Palmeiro.

Tous représentent un ensemble de personnalités et trajectoires artistiques qui ont en commun leur convergence vers Paris à une époque de grande effervescence culturelle et artistique. Ces artistes entrent en contact avec différentes écoles et trouvent en Picasso un référent inévitable. Beaucoup ont développé un grand travail professionnel en France car la situation imposée à l’Espagne après la guerre ne les attirait pas et ils restèrent à Paris. Ces artistes non plus ne sauraient être considérés comme des exilés de guerre, car ils étaient en France durant le conflit (exception faite de Manuel Ángeles Ortiz), mais aucun ne revint en Espagne après la guerre.

Quelques artistes parmi ceux que nous avons qualifiés de pionniers à Paris et d’autres faisant partie du groupe de l’École de Paris, participèrent à la réalisation du Pavillon de la République Espagnole lors de l’Exposition Internationale des Arts et Métiers, qui se tint à Paris l’été 1937, événement particulièrement significatif pour la culture artistique de l’époque. On passa commande pour ce Pavillon à plusieurs artistes résidant à Paris, et leurs oeuvres se convertirent au fil du temps en symboles emblématiques de la guerre et de l’exil. Nous faisons allusion à la sculpture Le peuple espagnol a un chemin qui le conduit vers une étoile (1937) d’Alberto Sánchez; la sculpture Fontaine d’Almadén (1937) d’Alexandre Calder; la toile Guernica (1937) de Pablo Ruiz Picasso; le mural Le Moissonneur (1937) de Joan Miró et la sculpture Montserrat (1937) de Julio González.

Ces cinq oeuvres sont la commande particulière du gouvernement de la République faite aux artistes pour cette exposition. Ce fut la première rencontre entre l’État Espagnol et les artistes d’avant-garde résidant en France, plutôt méconnus voire absents dans leur propre pays. La présence de ces artistes espagnols à Paris montre leur cosmopolitisme culturel et l’avant-garde de leurs propositions. Le troisième temps de l’émigration artistique à Paris, est à proprement parler celui de exil, de se produit à la fin de 1939, moment où arrivent les artistes fuyant la répression et le triomphe du fascisme en Espagne car beaucoup avaient été impliqués dans le conflit ou avaient participé aux activités artistiques de soutien aux républicains. Parmi eux nous pouvons citer Manuel Ángeles Ortiz, Baltasar Lobo, Pedro Flores, Ginés Parra, Antoni Clavé, Manuel Viola ou Appel·les Fenosa.

De nombreux artistes issus de l’École de Paris et d’autres arrivés dans la capitale après la guerre, participèrent à l’exposition appelée L’art de l’Espagne républicaine. Artistes espagnols de l’École de Paris qui eut lieu à Prague en 1946. L’exposition, outre son caractère de manifestation publique et esthétique d’artistes d’avant-garde républicains, s’affirma comme phénomène artistique et politique. Participèrent à cette exposition: Picasso, Óscar Domínguez, García Condoy, Luis Fernández, Mateo Hernández, Francisco Bores, Julio González, sa fille Roberta González, José Palmeiro, Joaquín Peinado, Hernando Viñes, Ismael González de la Serna, Baltasar Lobo, Pedro Flores, Ginés Parra, Antoni Clavé, Appelles Fenosa, Manuel Adsuara et Balbino Giner.

La liste des artistes espagnols exilés à Paris ne se limite pas aux noms de l’École de Paris ou de l’exposition de Prague. Les circonstances ont impliqué une profonde méconnaissance de la part de ceux qui n’eurent pas une relation directe avec ces deux manifestations, c’est pourquoi il a fallu attendre plusieurs décades avant d’avancer d’autres noms grâce à des travaux d’études et de recherche. Il en est ainsi pour Joan Rebull, Emilio Grau Sala, Juan José Luis González Bernal, Antonio Quirós, Ángel Alonso, Rufino Ceballos, Ángel Medina, Eduardo Pisarro, etc.

Pour les artistes espagnols exilés en France comme pour le reste des républicains, la fin de la Seconde Guerre Mondiale a supposé un moment d’espoir et la certitude qu’enfin leur retour tant espéré en Espagne allait se faire, mais l’histoire en avait décidé autrement et leurs illusions tôt ou tard se sont évanouies, de sorte que, tenant compte de la situation, chacun décida de suivre son propre chemin, les uns ne rentrant plus jamais et les autres revenant peu à peu à mesure que l’horizon culturel espagnol montrait quelques signes d’ouverture vers l’extérieur. La décade des années cinquante surprit les artistes espagnols de Paris quand ils virent comment malgré l’enfermement politique du régime, une nouvelle génération d’artistes espagnols de l’intérieur commençait à être connue sur le plan international, après quelques expériences figuratives. En général ces jeunes espagnols qui triomphaient dans les Biennales adhéraient à l’art informel ou l’expressionnisme abstrait. Ceci causa une grande surprise au sein des Espagnols de Paris car il était clair que, à l’encontre de tout pronostic, la création artistique était capable de se jouer des obstacles politiques.




ArribaAbajo L’exil au sud de la France

L’art dans les camps de concentration (1939-1945)


Cinq cent mille Espagnols passèrent la frontière française en fuyant la fin de la guerre civile. La plupart connurent les camps d’hébergement et de concentration français situés dans le sud-est du pays. Avant de partir pour l’Amérique du Sud ou pour l’Europe, ils eurent l’infortune de rester dans ces camps, des mois ou des années, selon leurs cas personnels ou le facteur chance. De nombreux artistes plasticiens se retrouvèrent dans ces camps et beaucoup laissèrent des traces de leur présence. Quelques-uns réalisèrent leur oeuvre dans le camp même et d’autres après en être sorties témoignèrent de leur expérience dans leur création.

Les débuts de l’exil artistique de beaucoup d’artistes sont inévitablement liés à ces camps de concentration du sud-est: Saint-Cyprien, Gurs, Argelès, Bram, Barcarès, etc. où, après les premiers mois d’installation, se développèrent des activités artistiques et culturelles.

Des feuillets manuscrits ou dactylographiés virent le jour, La presse des plages, qui faisaient circuler idées et informations, et où, occasionnellement, étaient insérés des dessins.

Ce besoin de diffuser et d’exprimer la pensée favorisa l’organisation d’expositions d’art dans les camps; on trouve donc un «Palais des Expositions» inauguré à Barcarès le 14 mai 1939, un Salon des Beaux-Arts à Argelès et un Baraquement-Galerie à Saint-Cyprien. Une exposition eut lieu à Gurs en juillet 1939, et cet été-là furent érigées deux sculptures en terre: L’Espagne agonisant, sur le thème de la guerre civile et La dernière bombe, dédiée aux victimes de Guernica. Au lieu-dit Les Milles, où comme à Gurs cohabitaient réfugiés espagnols et juifs, huit fresques murales représentant des scènes de fête furent réalisées collectivement.

Les pièces présentées au public étaient le plus souvent des peintures à l’huile, des aquarelles, des dessins sur la vie quotidienne dans les camps: portraits, caricatures, illustrations, cartes postales etc. Des sculptures dont les formes et techniques d’expression rappelaient celle de l’Art Brut étaient réalisées dans des matériaux rudimentaires comme le savon, des bouts d’épaves en bois, et toutes sortes de détritus comme des boîtes de conserve, des cartons, des coquillages et même le fil de fer des clôtures. On fabriqua des objets d’ébénisterie, des maquettes d’avion ou de navires de guerre: tout un trésor d’art populaire, naïf, inventif et spontané, provenant tant d’artistes spontanés que de créateurs professionnels.

Il y eut aussi quelques expositions à l’extérieur comme celle du 6 mai à Perpignan à la Galerie Vivante qui présenta les oeuvres de Fernando Callico (surnommé le fils d’Ingres ou l’Holbein de notre temps) et Antoni Clavé. Le Musée du Travail de Montpellier accueillit du 8 au 15 juillet 1939 trente oeuvres de jeunes peintres catalans Roser Bru, Jaume Piques et Alexandre Cirici.

La plupart des oeuvres réalisées pour ces expositions affirment un caractère naturaliste, descriptif, presque documentaire puisqu’elles reflètent et témoignent des circonstances qui marquèrent l’arrivée aux camps, l’exode, le quotidien, la désolation, l’angoisse, la tristesse de ces premiers mois d’exil.

Le souci des exilés de garantir et maintenir la survie de leur identité culturelle s’est manifesté dans ce type d’activités artistiques mais aussi culturelles réalisées dès le début de 1939 dans les camps. Les professeurs, étudiants et artistes qui y échouent à côté de milliers de soldats de l’armée républicaine, commencent un grand travail d’éducation et de diffusion de la culture. Cette activité était conçue, dans son esprit comme dans sa forme, comme le prolongement direct de l’effervescence culturelle et éditoriale qu’avait connue l’Espagne de la Seconde République. Dans ces bulletins dactylographiés, ou le plus souvent manuscrits, édités en peu d’exemplaires dans les camps d’Argelès, Gurs, Saint-Cyprien, ou Morand en Algérie, prévaut l’intérêt pour la culture. Il s’agit de structurer l’activité culturelle développée dans les camps: alphabétisation, enseignement élémentaire, cours de langues, et cours d’approfondissement dans diverses matières, éducation physique, activités qui toutes se succèdent à un rythme impressionnant, attirant des centaines d’élèves.

Toutes ces initiatives montrent que la communauté espagnole a essayé y compris dans les pires conditions possibles, d’établir une continuité culturelle, en préservant et en conservant ses propres traditions et l’héritage idéologique. Les collections de dessins et peintures réalisées dans les camps de concentration et de travail recueillent les expériences personnelles et forment le journal des premières années de vie de l’exil républicain espagnol en France. Les noms des artistes qui ont laissé le témoignage de leur passage dans les camps sont nombreux mais on peut relever tout particulièrement: Aurelio Arteta, Enric Climent, Antoni Clavé, Antonio Rodríguez Luna, Marco Chillet, Álvaro de Orriols, Jesús Martí, José Fabregas, Nicomedes Gómez, Francesc Miró, Nemesio Raposo, Gerardo Lizárraga, Helios Gómez, Manolo Valiente, Josep Franch-Clapers, Josep Bartolí, Marcel·Li Porta, etc.




ArribaAbajo Toulouse

De la fin de la Seconde Guerre Mondiale jusqu’aux années soixante (1945-1960)


L’ouverture des camps et la dispersion de tous les républicains qui s’y trouvaient fut consécutive à la fin de la Seconde Guerre Mondiale et à la libération de la France. En général beaucoup de prolétaires espagnols, main d’oeuvre peu spécialisée et de culture autodidacte, restèrent dans la région toulousaine, survivant près de l’Espagne, sans chercher plus loin.

Dans ces premiers temps, la vie quotidienne fut très dure pour les exilés, temps de disette et de dur labeur, de déracinement et de besoin. Les différents groupes politiques essayaient de se réorganiser et de proposer des activités orientées vers l’action politique et culturelle. Le groupe des anarchistes fut particulièrement actif. Comme aucun autre, il maintint une activité sans pareille et sans commune mesure avec celle des autres groupes d’exilés. Sur le plan artistique il faut signaler l’organisation de trois expositions essentielles pour comprendre l’importance et la quantité d’artistes exilés qui s’installèrent définitivement dans la ville de Toulouse et ses environs.

La première exposition intitulée L’art espagnol à l’exil présentée en 1947 à la Chambre de Commerce de Toulouse et organisée par la CNT, SIA (Solidarité Internationale Antifasciste) et MLE (Mouvement Libertaire Espagnol), recueillait des oeuvres d’une grande qualité, parmi lesquelles se détachaient celles de Pablo Picasso, Juan Gris, Francisco Bores, Honorio García Condoy, Óscar Domínguez, Celso Lagar, Palmeiro, Joaquín Peinado, Ginés Parra, Antoni Clavé, etc. et des résidents à Toulouse: Antonio Alos, Hilario Brugarolas, Call, Camps-Vicens, Francisco Forcadell-Prat. L’affiche annonçant l’exposition était l’oeuvre d’un grand dessinateur affilié à la CNT, appelé Argüello, qui collabora régulièrement aux activités de ce type.

On s’étonne en voyant la liste des artistes qui participèrent à cette exposition faite à Toulouse si peu après la Seconde Guerre Mondiale, mais on ne peut que constater le grand travail d’organisation et le souci de démontrer l’importance et la qualité des créateurs espagnols exilés en France. Leurs oeuvres font partie des mouvements d’avant garde encore en vigueur, le cubisme et le surréalisme s’ajoutant à d’autres langages orientés vers l’expressivité personnelle. Cette exposition fut présentée une seconde fois à Paris, Galerie La Boêtie. La presse parisienne s’en fit écho, ainsi que les canaux de diffusion propres à la culture exilée espagnole, en signalant le remarquable effort d’organisation, et le caractère éclectique des plus de deux cents oeuvres qui la composaient, sans oublier le fil rouge qui reliait tous les artistes: leur condition d’Espagnols et d’exilés.

La seconde exposition Artistes espagnols à l’exil eut également lieu à la Chambre de Commerce de Toulouse en 1952. Organisée par Puig Elías et Federica Montseny, elle s’ouvrait à tous les courants artistiques et politiques. Les quelques renseignements que nous avons sur cette exposition mentionnent la participation de Picasso avec une nature morte de style cubiste tardif, en plus de celle d’une grande quantité d’artistes qui n’ayant pas opté pour Paris ou l’Amérique Latine, résidaient dans la région.

La troisième exposition d’artistes espagnols se fit au Palais des Beaux-Arts de Toulouse du 24 juin au 3 juillet 1958, et fut organisée par Teófilo Navarro. Camps-Vicens réalisa pour l’occasion l’affiche d’annonce et la maquette de la couverture du catalogue.

La participation fut très importante: on envoya de Paris des oeuvres de Blasco Ferrer, Companys, Lamolla, Romero, Tusquella. De Toulouse et de ses environs celles d’Antonio Alos, José Alejos, Almerich, Brugarolas, Camps Vicens, Call, Costa Tella, Espanyol, Forcadell, A. Ferrán, N. Ferrán, Izquierdo-Carvajal, R. Medina, Carlos Pradal, Josep Suau, Zurita, Bajen, Farret, Santolaya, José Vargas et Valiente.

Les participants résidents à Toulouse étaient pour la plupart d’idéologie anarchiste (CNT), exception faite d’Izquierdo-Carvajal et Suau qui étaient au parti communiste.

Camps-Vicens, Forcadell ou Zurita se montrèrent très actifs au sein du mouvement libertaire et ne ménagèrent pas leur créativité lors des manifestations culturelles organisées par la CNT.

Il faut mentionner aussi deux importants dessinateurs de la CNT, se signalant par leur présence vingt ans durant dans la presse libertaire: Call et Argüello. Leurs dessins et illustrations satiriques étaient reproduits dans des programmes, affiches et journaux libertaires comme CNT de Toulouse, le supplément spécial Espoir, des hebdomadaires comme Ruta ou Nueva Senda, des revues culturelles comme Cénit ou les calendriers de la SIA, qui présentaient parfois sur un thème unique des parties texte et illustration.

Les activités culturelles et artistiques de la CNT à Toulouse furent diverses et apparurent très tôt. En 1953 à Bagnères-de-Bigorre, eut lieu un concours de dessins, caricatures et affiches. Entre 1954 et 1955 il y eut une exposition d’art et artisanat ainsi qu’un concours de photos. Durant les rassemblements que le mouvement organisait dans la colonie libertaire d’Aymare (Lot), on fit des expositions de «journaux muraux» avec textes et illustrations. Les spectacles ont représenté aussi un autre aspect visuel de la culture des exilés. Les deux compagnies libertaires (Iberia et Juvenil) purent compter sur les artistes de la CNT pour les décors et la mise en scène.

Dans la diversité idéologique et sociale de l’exil, structuré en nombreuses organisations politiques, nous pouvons dire que durant les années de l’immédiate post-guerre, la communauté libertaire joua le rôle le plus notable en devenant un élément essentiel du maintien de l’identité espagnole par des initiatives aussi remarquables que celles précédemment signalées dans le monde des arts plastiques, et sans doute dans d’autres microcosmes culturels. Elles n’eurent pas leur pareil dans d’autres groupes de l’exil. De nombreux protagonistes de ces expositions seront présents par la suite, d’autres noms absents de ces manifestations apparaîtront, faisant aussi partie de cet exil partagé, et se révélant lors d’expositions ultérieures collectives. Ensemble ils formeront le Collectif des artistes plasticiens exilés à Toulouse, inexistant en tant que groupe organisé, mais uni par des liens suffisamment puissants pour justifier cette appellation.




ArribaAbajo Influences et relations des artistes espagnols exilés dans le contexte artistique toulousain

Depuis les années trente, Toulouse a déjà une École des Beaux-Arts où étaient professeurs de nombreux professionnels issus du milieu artistique de la ville. Des maîtres qui, pour la plupart, développaient un travail pédagogique s’inscrivant dans les courants figuratifs et réalistes, et qui rarement franchissaient les limites objectives de l’art. L’école se signalait par un puissant caractère traditionnel. On ne s’étonnera donc pas que l’arrivée massive d’artistes espagnols, d’abord dans les camps dont les manifestations restèrent en mémoire au-dedans et à l’extérieur, puis dans les expositions collectives ultérieures à Toulouse, eut une certaine retombée et influence chez les jeunes artistes qui se formaient et pointaient dans le milieu artistique de la ville. La participation à ces expositions d’artistes de la dimension d’un Picasso, Gris, Clavé, Peinado, Parra, Flores, Bores, García Godoy ou Blasco Ferrer, ne passa pas inaperçue auprès des nouvelles générations de peintres qui se manifestaient dans le panorama artistique toulousain. Des courants rénovateurs et des airs d’avant-garde arrivaient avec ces artistes espagnols. En effet, il ne faut pas oublier que Picasso était un protagoniste incontournable des avant-gardes parisiennes et des nouveaux langages plastiques apparus durant les premières décades du siècle.

Le 9 décembre 1950 se tint à Toulouse au Palais des Arts le Salon «Présence I». C’était la première fois que de jeunes artistes locaux unis par des liens amicaux formaient un groupe décidé à affirmer leur présence dans les galeries toulousaines. Mais leur désir dépassait de fait les cadres étroits de la région et leur but était d’être en prise avec tous les problèmes de leur temps en prenant comme modèles les grands maîtres tels que Picasso, Braque etc. En fait ce n’était pas un groupe constitué en tant que tel dont les éléments auraient eu une position identique face à la peinture, leurs techniques et méthodes. C’étaient des camarades qui éprouvaient le même désir de recherche, un certain intérêt pour certaines couleurs (noirs, bleus, terres, violets), et un penchant pour une construction rigoureuse proche du cubisme. Dans tous les cas ils restaient fidèles au sens figuratif des oeuvres. Ce groupe qui comprenait surtout des artistes de Toulouse (Jacques de Berne, Raymond Clerc-Roques, André Marfaing, Pierre Igon, Daniel Schintone, Louis Duguy etc.) compta dans ses rangs un artiste espagnol de l’exil, Pablo Salen, ce qui prouve la rapide intégration des artistes espagnols dans les courants rénovateurs de la région.

Au milieu des années cinquante surgirent d’autres groupes d’artistes comme Les Méridionaux ou Les Occitans qui réunissaient un grand nombre de créateurs pour présenter collectivement leurs oeuvres une ou deux fois par an. L’éventail de participation était large et beaucoup d’artistes installés à Toulouse ont participé régulièrement à ces manifestations. Dans l’ensemble le caractère des oeuvres restait fidèle à la figuration, aux tendances réalistes et ne combattait pas les orientations artistiques traditionnelles des époques antérieures. C’est pourquoi ces salons étaient d’avantage des vitrines et reflets de l’art dominant dans le secteur, que des manifestations ouvrant de nouveaux langages.

Pourtant dans ces années cinquante le phénomène de l’abstraction explose en France. À Toulouse ce courant se manifeste timidement dès 1954 avec l’exposition Rencontres organisée par Robert Aribaut et Ch. P. Bru. On a pu constater alors comment les peintres de la région commençaient à emprunter des voies différentes d’expression, et comment les critiques accueillaient avec plus de bienveillance les nouvelles formes artistiques et les problèmes présentés par la peinture actuelle c’est-à-dire l’absence de représentation figurative. Beaucoup des principaux protagonistes de cette nouvelle expression artistique (Marfaing, Jousselin, Saint-Paul, Hugon, Duguy, etc.; quittèrent par la suite la ville, mais d’autres y restèrent et poursuivirent leur destinée. Pour la première fois on présentait au public toulousain autre chose que ce qu’il avait coutume de voir dans les salons des Méridionaux ou des Occitans ou dans les galeries de la ville où prédominaient aussi les tendances figuratives et classiques.

Entre 1958 et 1963 il y eut les salons Art Présent qui signifièrent une avancée vers les nouveaux langages non-figuratifs. Le plus remarquable fut celui de 1960 Art Présent IV, puisque pour la première fois les courants abstraits et informels prédominèrent. Trois artistes s’y sont signalés Igon (Toulouse), Pistre (Bordeaux), Poussine (Perpignan) par leur quête de nouveaux matériaux et formes d’expression. La participation de Carlos Pradal fut perçue comme le point d’équilibre entre les nouvelles expériences et les réminiscences figuratives.

La présence des artistes espagnols exilés à Toulouse est constante dans toutes ces manifestations artistiques organisées entre les années cinquante et soixante, de sorte que, quand il s’est agi de participer à toute initiative liée au monde de l’art, il n’y a pas eu de ségrégation pour des questions d’origine ou de nationalité.




Arriba Panorama artistique à Toulouse à partir des années soixante-dix

Durant les années soixante-dix il faut signaler un fait dynamisant dans le paysage artistique de la ville de Toulouse en lien avec l’art espagnol de l’exil: la création de la Galerie d’Antonio Alos en 1974, appelée aussi Centre Culturel Art Présent. Antonio Alos était un de ces artistes espagnols exilés en France, vivant définitivement dans le sud-ouest, qui après des années d’incertitude avait réussi à s’installer et à se consacrer totalement à la sculpture. Parmi les objectifs que s’était fixé Alos pour la réalisation de son projet il y avait celui de proposer un lieu de rencontre aux artistes espagnols résidant dans la région de Toulouse, qu’ils soient de l’exil ou des nouvelles générations. Il trouva intéressant de présenter de façon insistante au grand public des expositions de qualité où se mêlaient de jeunes peintres et des artistes de renom. En définitive, c’était un grand amateur et promoteur de l’art dans toutes ses manifestations.

Une importante exposition intitulée Artistes espagnols résidant en France se tint en mai 1977 à la galerie Alos. Elle réunissait un important et représentatif groupe d’artistes espagnols installés à Paris parmi lesquels on trouvait Orlando Pelayo, Joaquín Saura, Appelles Fenosa, Subira Puig, Carlos Pradal, Bajen etc. de nombreux peintres espagnols de Toulouse: Brugarolas, Camps-Vicens, Salen, Forcadell, Jordà, Fauria-Gort, Librero, Rivero, Vasallo Blasco, Clavell, qui en plus, dans certains cas, faisaient partie de la liste de peintres exposés dans la galerie.

Un an après (1978) Alos organisa un hommage à Pau Casals, grand violoncelliste exilé en France. À cette occasion il eut le concours de grands noms français et espagnols, de la peinture et de la sculpture. Lui-même réalisa un buste en hommage au musicien. Des manifestations semblables se reproduisirent durant les six années d’existence de la galerie, toutes d’une grande portée pour le collectif des artistes espagnols et sans doute aussi pour les artistes de la région. Alos mourut en 1980 et sa galerie ne trouva pas de repreneur doté de l’enthousiasme et de la personnalité de son fondateur, si bien que, inexorablement, son projet se brisa et le centre disparut. Néanmoins, avant de fermer définitivement ses portes, une dernière exposition eut lieu en son honneur. Il n’y manqua aucun de ses fidèles amis et collaborateurs. Peintres, sculpteurs, photographes appuyèrent et suivirent cette initiative, rendant ainsi un dernier hommage à une personne si appréciée et si remarquable du monde culturel et artistique de Toulouse.

Les décades suivantes sont des temps de pleine intégration sociale et culturelle. Nous pouvons donc conclure en disant que si les premières années de l’exil se signalèrent par le maintien d’une identité culturelle propre, au fil des ans rencontres et métissages culturels se firent jour et s’imposèrent tant dans les manifestations développées par les Espagnols comme dans les mouvements français, ce qui laisse entendre un enrichissement certain pour les deux communautés... L’apparition de nouvelles générations dans le paysage culturel va supposer une nouvelle impulsion dans le resserrement de liens et attaches entre le pays d’origine et celui d’accueil.

Dans ce que nous avons appelé le Collectif d’artistes plasticiens espagnols résidant à Toulouse, il faut faire dès le départ une différence nette entre générations. Il existe un premier groupe d’artistes que l’on appellera Première Génération, qui est formé par ceux qui sont nés à l’aube du XXe siècle, que la guerre a surpris à un âge où leur conscience politique était formée et où, dans certains cas, s’affirmaient des débuts professionnels bien définis. La rupture avec leur pays, leur culture d’origine, leurs occupations, et la nécessité de satisfaire des besoins immédiats de subsistance les ont amenés à mettre une parenthèse, parfois sur plusieurs années, avant de pouvoir se retrouver de façon permanente dans la peinture ou la sculpture. Parmi les noms à retenir de cette première génération on trouve les peintres: Hilari Brugarolas, Manuel Camps-Vicens, Francesc Forcadell-Prat, Josep Suau, Pablo Salen, Josep Alejos, Call, Argüello, Zurita, Espanyol, Izquierdo-Carvajal, Medina et les sculpteurs: Antoni Alos, Joaquim Vicens-Gironella ou Mir Clavell.

Ceux de la Seconde Génération nés aussi en Espagne, bien que vingt ans plus tard, ont passé la frontière encore enfants, et se forment professionnellement ou complètent leur formation dans le pays où se sont établis leurs parents après avoir quitté leur patrie. Plusieurs de ces artistes fréquenteront éventuellement l’École des Beaux-Arts de Toulouse, où ils seront en contact avec de vieux professeurs (Bergougnan, Espinasse, Letaudy). Ils vont y acquérir des connaissances précises sur le plan technique et sur les divers aspects de la peinture, qu’ils ajouteront alors à leur apprentissage autodidacte. L’ambivalence culturelle de ces peintres suppose un enrichissement de leurs propositions et les situe à un niveau d’expression authentique, pleine de valeurs et de connotations. Cette génération d’artistes est arrivée de son vivant à se faire une place dans le panorama culturel français. Certains sont parfois revenus en Espagne et ont retrouvé leurs racines en acquérant nom et reconnaissance dans certains cercles artistiques. Cependant leur apport à la culture espagnole de l’exil n’est pas encore suffisamment reconnu. Carlos Pradal, Juan Jordà, Rodolfo Fauria-Gort, Balbino Giner (fils), Antoni Clavell (fils), font partie des Espagnols exilés durant leur enfance qui ont comme dénominateur commun l’art, l’exil et Toulouse.

L’exposition que nous présentons maintenant prétend rendre un hommage mérité à tous ces artistes-protagonistes; qui participèrent de cette période agitée de l’histoire de l’Espagne et de l’histoire de l’art en particulier. Je voudrais exprimer dans ces lignes mon regret puisque cette exposition n’a pas pu réunir tous les artistes qui le méritent. Le temps et l’oubli ont effacé les traces de certains, bien que leurs noms soient restés dans la mémoire collective et toujours présents dans nos esprits. Nous voulons nous souvenir et honorer par notre apport ceux qui sont ici et, de la même façon, ceux qui n’y sont pas.







Indice