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ArribaAbajoDiálogo Sexto

Naturaleza y construcción de las poesías cortas


Metrófilo. ¿Cómo va tu estudio, Sofronia? Habrás empleado naturalmente mucho papel en componer variedad de estancias de todas medidas.

Sofronia. He hecho centenares; ni me cansa el hacerlas, antes bien me gusta. Pero estaría sin embargo más contenta, si pudiese emplearme en hacer poesías enteras.

Metrófilo. Quien sabe hacer estancias de todas especies, sabe también hacer una poesía cumplida, no siendo ésta otra cosa sino una continuación de más o menos estancias.

Sofronia. Esta regla, que será sin duda muy buena, es sobrado general para mí, que no tengo experiencia todavía. Necesito de que me instruyas más por menudo.

Metrófilo. No dudes, que no dejaré de hacerlo; pues tengo el mayor empeño en que recojas el fruto de tu aplicación.

Sofronia. Explícame pues con tu acostumbrada paciencia todas las especies de poesía, en que podré ejercitarme.

Metrófilo. Es bien empezar hoy por las más pequeñas o cortas, y pasar después otro día a las de mayor extensión. Es cierto, que las poesías, que llamo cortas, son muchas, y de nombres muy diferentes: pero sin embargo, por el deseo que tengo de facilitarte el estudio, he pensado en reducirlas a tres solas clases, y aun éstas de nombres tales, que sin dificultad puedas conservarlos en la memoria. Iª. Clase: Poesías. alegres y poesías tristes. 2ª. Clase: Poesías nobles y poesías bajas. 3ª. Clase: Poesías serias y poesías jocosas. Esta especie de distribución no sólo es proporcionada a tu capacidad, pero aun a la de cualquiera niño.

Sofronia. Yo no soy muy niña por edad, pero lo soy mucho, sin duda por la cortedad de mi entendimiento.

Metrófilo. Lo tienes con suficiencia, y aun con abundancia, para hacerte cargo de todo lo que te iré diciendo. Pongo en el número de las poesías alegres, (que son las primeras, que he nombrado) a todo lo que son Arias y Coplas, dos especies de composición poética, muy conocidas, y que merecen el nombre de alegres, porque son más festivas y amenas.

Sofronia. Siendo alegres, como dices serán muy conformes a mi genio.

Metrófilo. Las Arias o Arietas son pequeñas poesías, destinadas para el canto, y formadas por este motivo con versos cortos y ligeros, comúnmente uniformes cada uno, de los cuales no exceda los diez pies ni baje de tres. Se compone ordinariamente de dos estancias, o dos partes, aunque también se hacen algunas de una estancia sola, denominadas por los Músicos Cavatinas. Cada estancia no suele tener menos de dos o tres versos, ni más de seis o siete: ordinariamente tiene cuatro, o cinco. El uso más común es el de dar a las dos una igual extensión; pero también se permite el hacerlas desiguales. Es costumbre el hacer consonar entre sí los últimos versos de las dos estancias, y el acabarlos con sílaba aguda. En cada estancia se puede dejar un verso, si se quiere, sin consonancia: en todos los demás distribuye el Poeta las rimas, como le parece y aun a mitad de verso puede poner alguna, si le cae bien. El argumento de- las Arias es cualquiera; con tal que sea uno solo. El estilo, o modo de hablar, ha de ser conciso y hermoso. Según el número de estas reglas, te parecerá tal vez muy difícil el hacer una Aria bien hecha: pero sin embargo de esto con un poco de ejercicio llegarás a componerlas sin mucha dificultad.

Sofronia. Tendría mucho gusto en ver ejecutadas prácticarnente todas las reglas, que has insinuado.

Metrófilo. Si tomas en la mano cualquier9 libro de las Óperas de Metastasio, casi a cada hoja hallarás por ti misma lo que deseas. Con todo, para contentarte, repetiré ahora dos Arias, que se cantaron en Ascoli en 1795, cuando se representó mi Triunfo de San Emidio. La primera, que se cantó a dos voces, va dirigida a un Pusilánime para darle valor. Dice así:

Vil temor no te perturbe:
Non ha victoriaA. el desconfiado: B.
Va la gloria A. al alentado: B.
No te turbe vil temor. C.
Cuando brama D. el viento fiero; E.
cuando llama D. horrendo Marte;
del Piloto y, del Guerrero E.
crece entonces el valor. C.

En la segunda Aria, que fue de una sola voz, la Sabiduría eterna es la que habla.


Yo soy la que mueve A.
las ruedas del tiempo,
derrite la nieve, A.
renueva los fríos, B.
da el curso a los ríos B.
da el flujo a la mar. C.
Por más que yo altere
el mundo inconstante, D.
yo sola constante D.
no puedo alternar. C.

En estas dos Arias puede observar todo lo que te he dicho acerca de la construcción material de semejantes composiciones. Los versos de la primera son de ocho pies; y los de la segunda de seis: son iguales las estancias de la primera; y las de la segunda desiguales: en la segunda todos los consonantes están al fin de los versos; y en la primera hay algunos a mitad: en la una los dos versos sueltos son el primero y el segundo; y en la otra al contrario el segundo y el primero: en entrambas son agudos, los últimos versos de las dos estancias, y en entrambas consuenan el uno con el otro.

Sofronia. Insensiblemente, con lo que me dices, voy cobrando más afición a las Arias musicales. Pero debo decir sin embargo, que he oído cantar algunas, más largas de lo que tú me previenes; unas llamadas Rondó, que son de tres estancias; y otras intituladas Coros o Finales, que tienen cuatro, y aun a veces más.

Metrófilo. Esto es mucha verdad. Pero esas piezas, que tú llamas Arias más largas, no son propiamente Arias, sino una especie de Coplas, que es puntualmente el segundo género de poesías alegres, de que voy a hablarte.

Sofronia. Mi ignorancia me disculpa.

Metrófilo. No tengo motivo para disculparte, sino más bien para regocijarme del acierto con que reflexionas.

Sofronia. Dejémosnos de cumplimientos, y explícame lo de las Coplas, ya que hemos llegado a esto.

Metrófilo. Doy el nombre vulgar de Coplas a todas las poesías, que se forman o con pocos versos, o con versos pequeños. Las hay de una estancia sola, entre las cuales el Madrigal merece el primer lugar: y las hay de dos o de más estancias, la principal de las cuales es la que llaman Oda. Toda Copla, generalmente hablando, gusta de palabras escogidas, expresiones suaves, invenciones agradables, fabulitas graciosas: pero cada una de ellas, según su diferente calidad, pide pensamientos más o menos delicados, más o menos sublimes.

Sofronia. Es menester, que me hables, Metrófilo, con más individualidad, y expliques distintamente las diversas calidades de dichas poesías.

Metrófilo. El carácter propio del Madrigal, (como también de la Décima, de que te hablé en otra ocasión, y de cualquiera otra pieza de una estancia) es la delicadeza así en el pensamiento, como en la expresión. Los versos no han de ser más de quince, ni menos de tres. La calidad de éstos es libre, como también lo es la distribución de los consonantes. Oye un Madrigalito del dulcísimo Cetina, Poeta Sevillano de nuestro siglo de oro.


Ojos claros serenos,
si de dulce mirar sois alabados; A.
¿Por qué si me miráis, miráis airados? A.
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a quien os mira; B.
¿Por qué a mí solo me miráis con ira? B.
Ojos claros serenos, C.
a que así me miráis, miradme al menos. C.

Sofronia. Es cierto, que es notable la delicadeza de esta pequeña poesía.

Metrófilo. Algo menos delicada suele ser la que te dije que se llama Oda, cuyo propio carácter es la nobleza tanto en los pensamientos, como en las expresiones. Sus estancias se componen ordinariamente de pocos versos, y aun los más de ellos cortos. Observa, como habla nuestro Fray Luis de León en aquella su Oda, en que manifiesta los deseos, que tenía, de volar al cielo.


¿Cuando será, que pueda A.
libre desta prisión volar al cielo, B.
Felipe, y en la rueda, A.
que huye más del suelo, B.
contemplar la verdad pura sin duelo? B.
Allí a mi vida junto, C.
en luz resplandeciente convertido, D.
veré distinto y junto C.
lo que es, y lo que ha sido, D.
y su principio propio y escondido. D.
Entonces veré, como E.
la soberana mano echó el cimiento F.
tan a nivel y plomo, E.
do estable y firme asiento F.
posee el pesadísimo elemento. F.
Veré la inmortales G.
columnas, do la tierra está fundada, H.
las lindes y señales, G.
con que a la mar hinchada H.
la providencia tiene aprisionada: H.
Por qué tiembla la tierra: I.
por qué las hondas mares se embravecen: K.
Do sale a mover guerra I.
el Cierzo: y por qué crecen K.
las aguas del Océano, y descrecen: K.
De do manan las fuentes: L.
Quién ceba, y quién bastece de los ríos. M.
Las perpetuas corrientes: L.
De los helados fríos M.
veré las causas, y de los estíos: M.
Las soberanas aguas, N.
del aire en la región, quién las sostiene: O.
de los rayos las fraguas: N.
Do los tesoros tiene O.
de nieve Dios: y el trueno donde viene. O.
¿No ves, cuando acontece P.
turbarse el aire todo en el verano? Q.
El día se ennegrece, P.
sopla el Gallego insano, Q.
y sube hasta el cielo el polvo vano; Q.
y entre las nubes mueve R.
su carro, Dios, ligero y reluciente: S.
Horrible son conmueve R.
relumbra fuego ardiente, S.
teme la tierra, humillase la gente: S.
La lluvia baña el techo, T.
envían largos ríos los collados; V.
su trabajo deshecho, T.
los campos anegados V.
miran los labradores espantados. V.
Yo de allí levantado X.
veré los movimientos celestiales, Y.
ansí el arrebatado, X.
como los naturales, Y.
las causas de los hados, las señales. Y.
Quien rige las estrellas Z.
veré, y quien las enciende con hermosas, A.A.
y eficaces centellas: Z.
Porque están las dos osas A.A.
de bañarse en la mar siempre medrosas. A.A.
Veré, este fuego eterno, B.B.
fuente de vida y luz, do se mantiene: C.C.
Y porque en el invierno B.B.
tan presuroso viene: C.C.
Quien en las noches largas le detiene. C.C.
Veré sin movimiento D.D.
en la más alta esfera las moradas E.E.
del gozo y del contento, D.D.
de oro y luz labradas, E.E.
de espíritus dichosos habitadas. E.E.

Sofronia. Mucho me agrada esta pieza de Fray Luis de León, nada inferior en su línea, si no me engaño, al Madrigalito de Cetina. Pero una cosa, si me permites, quisiera decirte.

Metrófilo. ¿Qué dificultad has de tener en decirme lo que quisieres? Sabes, que puedes hablarme con toda libertad y satisfacción.

Sofronia. No sé, por que me citas siempre Poetas españoles, habiéndolos tan insignes de otras naciones, principalmente de Italia.

Metrófilo. Dos motivos tengo para esto. El primero es el de ahorrarme el trabajo de traducir; porque no entendiendo tú la lengua italiana, ni otra alguna extranjera, no podría poner en tus manos ninguna pieza escogida de otra nación, sin tener el trabajo de traducirla en castellano. El segundo motivo es, porque tenemos en nuestra lengua, muy buenas y muy excelentes poesías; y siendo generalmente mejores las piezas originales, que las traducidas, no tengo razón alguna para preferir las segundas a las primeras.

Sofronia. Quedo enteramente convencida. Prosigue pues con tus ejemplos castellanos, y explícame todas las demás especies de Coplas, si más hubiere.

Metrófilo. Las hay de otras especies, y de otros varios nombres, como lo irás aprendiendo por ti misma con leer a nuestros Poetas: pero todas se reducen por su principal carácter a las dos especies, de que te he hablado hasta ahora. Así la que llaman Canción Anacreóntica por el nombre de Anacreonte Poeta griego, pide concisión y delicadeza, como el Madrigal; y la que tiene el nombre de Pindárica por el griego Píndaro, se levanta y sostiene como la Oda. Una y otra puede hacerse de una estancia sola; pero, es más común el dividirlas en varias estancias, todas ellas pequeñas, y regularmente uniformes.

Sofronia. Pero se usan también algunas otras Coplas más vulgares que suele cantar la gente joven o en el paseo, o en la granja, o bajo las ventanas de las casas para diversión o propia, o ajena; en las cuales no se nota según me parece, ni la nobleza de la Oda ni la delicadeza del Madrigal.

Metrófilo. Las piezas, de que tú hablas, son las Seguidillas, las Redondillas y otras muchas especies de Canciones pequeñas de cuyas varias formas nada te digo, porque las aprenderás fácilmente sin más dirección, que la de tu oído. Pero aun en éstas, puedo asegurarte, que cuando son de buena pluma, se descubren fácilmente sus dos principales calidades características, que son la naturalidad, y la delicadeza. Repáralas en los siguientes versos, con que convida nuestro insigne Villegas no más que a bailar y beber.


Ya de los altos montes
las encumbradas nieves A.
a valles hondos bajan
desesperadamente. A.
Ya llegan a ser ríos
los que antes eran fuentes A.
corridos de ver mares
los arroyuelos breves A.
Ya las campiñas secas
empiezan a ser verdes, A.
y porque no beodas,
aguadas enloquecen A.
Ya del liceo monte
se escuchan los rabeles A.
al paso, de las cabras
que Títiro defiende. A.
Pues ea, Compañeros,
vivamos dulcemente, A.
que todas son señales
de que el verano viene. A.
La cantimplora salga;
la cítara se temple, A.
y beba el que bailare,
y baile el que bebiere. A.

Estancia y verso en semejantes poesías todo generalmente es pequeño. Por lo demás podrás construirlas libremente, con asonantes o consonantes con versos muy pequeños o algo mayores con mezcla de esdrújulos o de agudos, por fin como te agradare o mejor te viniere.

Sofronia. Todo me va bien, Metrófilo. Pero no me agrada, que pases tan por alto lo de las Seguidillas, que van por tantas bocas, y forman la diversión más general, y más agradable en toda especie de gentes.

Metrófilo. Es cierto, que la Seguidilla (como también el Bolero, que por su disposición de versos viene a ser lo mismo) es un cantarcillo muy agradable y muy dulce, de que puede gloriarse nuestra nación española, por ser la única que lo tiene. Suelen decirse con ella agudezas muy delicadas, adagios muy provechosos, sentencias muy escogidas, requiebros muy tiernos, y aun satirillas muy sabrosas. Tiene a veces una parte sola, y a veces dos. La primera parte se compone de cuatro versos; el primero y tercero, de siete pies; y el segundo y cuarto, de cinco. La segunda parte (que llaman vulgarmente Estribillo) no tiene sino tres versos; el de medio, de siete pies; y de cinco los otros dos. Consuenan en la primera parte el segundo verso y el cuarto; y en la segunda el primero y el tercero. Sus rimas, pueden ser consonantes o asonantes, y comúnmente son llanas. He aquí un ejemplo:


No fíes en promesas
del Dios Cupido, A.
que por bien que te quiera,
es ciego y niño. A.
¿Un niño ciego B.
que ha de ser, si promete,
sino embustero? B.

Sofronia. He oído varias Seguidillas con versos y asonantes, de los que tú llamas agudos.

Metrófilo. Es así, que también se ponen a veces, y se pueden poner. Pero se comete en esto un error muy común, que es el de dar al verso agudo el mismo número de sílabas, que al llano; siendo así (como ya sabes) que la sílaba aguda al fin del verso vale por dos pies, y que por consiguiente el verso que la tiene, ha de tener una sílaba menos, que el otro. Cantan por ejemplo algunos = Si no me quieres, Niña, = Yo no te querré: y no reparan, que este segundo verso que debe tener cinco pies, no tiene solos cinco sino seis, por razón, de la sílaba aguda, con que acaba.

Sofronia. ¿Pues cómo se ha de decir?

Metrófilo. De este modo: = Si no me, quieres, Niña, = No te querré =

Sofronia. Más yo no sé, si sabría cantar el = No te querré = con la tonadilla que está en uso.

Metrófilo. Es, que estás hecha a cantar versos errados. Acostúmbrate a los buenos, y los cantarás aun mejor.

Sofronia. Me parece, que de las poesías alegres no tendrás más que decir, y que pasarás por consiguiente a tratar de las tristes, en las que no hallaré seguramente tanto sabor, como en las otras.

Metrófilo. No temas, que lleguen a perturbar tu natural alegría, porque hablaré de ellas con tanta brevedad, que no tendrán tiempo para hacer impresión en tu ánimo. Reduzco10 las poesías tristes a dos solas, Elegía y Epitafio. Si no te acordares de sus nombres, no importa: basta, que sepas, qué cosa son, y cómo se hacen.

Sofronia. Dime pues, desde luego, ¿qué cosa es la Elegía?

Metrófilo. Es una poesía, en que se llora una muerte, un naufragio, una desgracia, un objeto de melancolía, cualquiera que sea. El estilo o el modo de explicarse en ella, debe ser vario, según la variedad de las circunstancias. Cuando se refiere el hecho; es menester escribir con naturalidad y vivacidad: cuando se quieren mover los afectos, o de dolor, o de espanto, o de desesperación, u otro es necesaria o la impetuosidad, o la ternura según la calidad de la pasión: cuando se adorna el argumento con fábulas o comparaciones, u otras cosas semejantes es preciso proporcionar las expresiones, o fuertes, o apacibles, a la gravedad, o amenidad del objeto. El metro de la Elegía (que es lo mismo que decir su construcción poética) suele ser el de las estancias de tres versos, todos ellos de once pies, y con consonantes, que pasen de una estancia a la otra hasta el fin de la poesía, en que se pone un verso solitario, que consuene con el penúltimo.

Sofronia. Si no lo veo ejecutado, difícilmente sabré hacerlo.

Metrófilo. No quiero entristecerte con una larga Elegía. Para que comprehendas su construcción, bastan los dos tercetos siguientes con su verso de remate.


Suceso triste de enemiga suerte, A.
Alcido, de estos montes me destierra B.
a ver tan presto mi temprana muerte. A.
Dejé la propia por la ajena tierra, B.
y habiendo sido Mayoral de Turia, C.
Pastor humilde soy de aquesta Sierra. B.
¡Así un desdén a la nobleza injuria! C.

Sofronia. Te queda todavía, Metrófilo, otra melancolía, que es la del Epitafio.

Metrófilo. Luego nos saldremos afuera. Se llama Epitafio poético (pues se puede también hacer en prosa) cualquiera inscripción en verso, destinada para la sepultura de un difunto. Sus principales calidades son la claridad y la concisión. Si se le mezcla algún pensamiento ingenioso, es todavía mas apreciable. Se puede formar de dos, de cuatro, de seis, y aun de más versos; largos, o cortos; con consonante o asonante. Sírvate de ejemplo el siguiente Epitafio, que quizá habrás oído otras veces.


De Carlos aquí yacen los despojos. A.
La parte principal subiose al cielo. B.
Fue con ella el valor. Quedole al suelo B.
miedo en el corazón, lloro en los ojos. A.

He aquí acabado el asunto de las poesías tristes.

Sofronia. Siento, que se haya concluido también el de las alegres. ¿De qué me hablarás ahora, que no sea alegre, ni triste?

Metrófilo. Te dije, que la segunda clase de poesías, conforme a mi división, es la de las nobles y bajas, Es cierto, que aun éstas, según la diversidad de sus argumentos, pueden ocasionarnos o tristeza, o alegría: más no son estas calidades, las que forman su carácter.

Sofronia. ¿Cuál es pues el motivo de la denominación de nobles y bajas, con que las distingues?

Metrófilo. Llamo poesías nobles a las que piden comúnmente más nobleza y altura en sus pensamientos y expresiones; y al contrario poesías bajas a las que se contentan con pensamientos más populares, y con expresiones más ordinarias. Pongo en el número de las primeras a los Sonetos y Canciones reales; y en la clase de las segundas a todo lo que son Églogas y Fábulas.

Sofronia. El Soneto es una de las composiciones, que más deseo aprender, porque lo veo muy usado, y me agrada mucho.

Metrófilo. Aunque realmente es así, que el Soneto es muy de moda, y ha llegado casi a ser popular; sin embargo puedo asegurarte que es de muy difícil ejecución. Sus versos Son siempre catorce, todos de una misma medida: se les pueden dar solos ocho pies a cada uno y aun menos; pero ordinariamente se les dan once. Se divide el Soneto en cuatro estancias, dos cuartetos, y dos tercetos; y en ellas se distribuyen los consonantes, ora de un modo, ora de otro, según las varias construcciones, que expliqué con variedad de ejemplos en el Diálogo antecedente. El formarlo de tres cuartetos con una pareja al fin es abuso moderno, que no debe imitarse.

Sofronia. Hazme el favor de renovarme la memoria de las varias especies de tercetos y cuartetos. Para ti no es trabajo alguno, y para mí es de mucho provecho.

Metrófilo. Para mayor conveniencia tuya te daré una tablita, donde verás de un golpe todas las diversas configuraciones, que podrás dar en tus Sonetos tanto a las estancias de cuatro versos, como a las de tres. Ten presente, que las primeras formas son las mejores, y las últimas las menos buenas.

Cuatro formas de cuartetos.
Iª. 2ª. 3ª. 4ª.
A. A. A. A.
B. B. B. B.
B. A. A. B.
A. B. B. A.
- - - -
A. B. A. B.
B. A. B. A.
B. B. A. A.
A. A. B. B.

Ocho formas de tercetos.
Iª. 2ª. 3ª. 4ª. 5ª. 6ª. 7ª. 8ª.
C. C. C. C. C. C. C. C.
D. D. D. D. D. D. D. D.
C. C. C. E. E. E. E. E.
- - - - - - - -
D. E. C. C. E. D. D. E.
C. D. D. D. D. C. E. C.
D. E. C. E. C. E. C. D.

Sofronia. Guardaré la tablita en mi mesa de estudio, y en habiendo de hacer algún Soneto, la consultaré.

Metrófilo. Pero hasta ahora no sabes sino la construcción material de los Sonetos. Es menester, que sepas otras cosas para poderlos construir con la perfección debida.

Sofronia. No dejes de darme ninguna regla de las que puedan aprovecharme.

Metrófilo. Las más necesarias son cuatro.

Regla Iª. Cada estancia del Soneto pide su especie de parada, ora de punto, ora de dos puntos, ora de punto y coma, según lo permitiere su contenido. Las paradas más notables, generalmente hablando, han de ser dos, una al fin de los dos cuartetos, y la otra al fin de toda la composición.

Regla 2ª. Siendo el Soneto por su naturaleza (pues no hablo ahora del jocoso sino del serio) una poesía grave y majestuosa que no sufre niñerías, ni bajezas; todas sus palabras y expresiones deben ser nobles y escogidas.

Regla 3ª. El Soneto ha de comprehender un solo pensamiento o discurso, con el cual toda la pieza poética principie, continué, y acabe. El principio sea bello; la continuación sea natural; y el remate sea sentencioso.

Regla 4ª. La sentencia, con que se ha de acabar el Soneto, debe tener tres calidades. Sea verdadera: diga una verdad, no un falso juguete pueril. Sea oportuna: sígase naturalmente de todo lo demás, que se ha dicho, Sea afectuosa: excite en los ánimos algún afecto, o de admiración, o de complacencia, o de ternura, o de alegría, u otro.

Sofronia. Mucho gusto me dieras, si me dijeses un Soneto, en que se viesen claramente observadas todas estas reglas.

Metrófilo. De buena gana te diré uno de nuestro célebre Poeta Garcilaso, porque debe ser muy bueno, según lo han estimado los extranjeros. El señor Abate Figari Genovés, lo tradujo en su lengua, y lo regaló a los italianos, como si fuera suyo; y el Padre Teobaldo Ceva, que publicó en Italia una Colección escogida de las mejores poesías de su nación, lo encajó también en ella con la mayor frescura. Lleva el título de Deseos del Amante.


Como la tierna Madre, que el doliente A.
hijo le está con lágrimas pidiendo B.
alguna cosa, de la cual comiendo, B.
sabe, que ha de doblarse el mal que siente; A.
y aquel piadoso amor no le consiente, A.
que considere el daño, que haciendo B.
lo que le piden hace, va corriendo, B.
y aplaca el mal, y dobla el accidente: A.
Así a mi enfermo, y loco pensamiento, C.
que en propio daño os pide, yo querría D.
quitarle aqueste mal mantenimiento; C.
mas pídemelo, y llora cada día D.
tanto, que cuanto, quiere, le consiento, C.
olvidando su muerte, y aun la mía. D.

¿Dime, si hallas una sola regla de las arriba dichas, que no esté muy exactamente observada en este bellísimo Soneto?

Sofronia. Cuanto más considero su pensamiento, su distribución, su sentencia, sus expresiones y palabras, y aun sus puntos y comas; tanta más lo voy hallando conforme a todas las leyes que dijiste.

Metrófilo. Pero antes de apartarnos del Soneto, es preciso, que te diga otras cosas relativas al mismo.

Sofronia. Las oiré, Metrófilo, con toda la atención, que mereces.

Metrófilo. Naturalmente habrás oído hablar de unos Sonetos que llevan cola, y de otros que llaman de respuesta. Los de respuesta son como ecos de otro Soneto, al cual se responde con buenas o malas palabras, con elogios o vituperios, según lo que pide la materia: y como esto se hace con Sonetos, asimismo también se ejecuta con cualquiera otra especie de poesías, respondiendo a una Copla por ejemplo con otra Copla, y a una Octava con otra Octava. Semejantes respuestas no tienen otra particularidad, sino la de estar formadas con los mismos consonantes de la primera poesía, a que se responde; y aun algunos acostumbran poner no sólo los mismos consonantes, pero aun las mismas palabras finales de cada verso. El Soneto, que llaman de cola, no es tan propio de asuntos graves, como de jocosos y satíricos. Le dan ese nombre, porque al fin de todo él se le junta, a manera de cola, una seguida de tercetos, cuantos uno quiere, compuestos cada uno de ellos de un verso de siete pies, que consuene con el antecedente, y de otros dos de once, que formen pareja. No es necesario, que te hable más largamente de semejantes Sonetos, y de otros aun menos usados, porque son cosas, que poco importan, y que se aprenden fácilmente con solo verlas.

Sofronia. Vamos pues a otra tecla, que será naturalmente, según dijiste poco antes, la de la Canción real.

Metrófilo. Mucho, habría que decir en materia de Canciones pues aun en lengua castellana se hacen algunas de estilo griego, y otras de estilo latino, y tienen tantos y tan diferentes nombres, que te confundirían la memoria. Conténtate con tener una perfecta noticia de la Canción real de estilo moderno, que absolutamente es la mejor de todas para nuestra lengua, y es la que está más en uso. Cuando sepas componer Canciones según la forma común; podrás fácilmente imitar cualquiera otra forma antigua, viéndola en nuestros buenos autores.

Sofronia. Muy bien me sabe el sistema que llevas; pues con él, según veo, me acortas el camino, y me ahorras trabajo.

Metrófilo. Las reglas pues para nuestra Canción además de la nobleza que te dije antes, son las siguientes.

Regla Iª. La Canción de justa medida no suele tener menos de cinco o seis estancias, ni más de diez o doce.

Regla 2ª. La estancia de medida justa no baja de nueve versos, ni sube más arriba de los veinte.

Regla 3ª. Es libre en la primera estancia no sólo la distribución de los consonantes pero también la de los versos, ora de siete y ora de once pies.

Regla 4ª. Fijado en la primera estancia un sistema de versos y de consonantes, se ha de observar del mismo modo en todas las demás; menos en la última, llamada Despido, que suele ser más breve, y se compone o de ocho, o de seis, o de cinco versos, y aun a veces de solos tres, dos con consonancia, y uno sin ella.

Regla 5ª. El argumento de la Canción, ha de ser uno solo. Las pruebas, las comparaciones, o los ornamentos, con que se ilustra la materia, se han de dirigir todos a un solo fin. Cada estancia ha de tener su pensamiento cumplido, o casi cumplido: pero todos los pensamientos diversos han de ser a manera de los rayos de una rueda, que se juntan todos en un solo centro.

Regla 6ª. La estancia, denominada Despido, (que puede ponerse, y dejarse de poner) no tiene otro fin, sino el de insinuar de cualquier modo, que la Canción se acaba. Ordinariamente se dirigen las palabras a ella misma.

Sofronia. Espero, que me harás oír alguna buena Canción que pueda servirme de modelo.

Metrófilo. Hay algunos Poetas hoy día, que por deseo de alejarse, como deben, de las ridículas agudezas y demás niñerías del siglo pasado, componen sus Canciones con una especie de robustez afectada, y sublimidad obscura, que llaman ellos filosófica. Estos tales, para huir de en extremo vicioso, se echan y caen en otro, no menos malo, que el primero. Tus Maestros han de ser Boscán, Rioja, Herrera, los Argensolas, y los demás autores clásicos de nuestro Parnaso. Toma por ahora el siguiente modelo, que es de Fray Luis de León.

Vanidad de los bienes de este mundo.


Mi trabajoso día A.
hacia la tarde un poco declinaba, B.
y libre ya del grave mal pasado C.
las fuerzas recogía; A.
cuando (sin entender quien me llamaba) B.
a la entrada me hallé de un verde prado C.
de flores mil sembrado, C.
obra do se extremó naturaleza. D.
El suave olor, la no vista belleza D.
me convidó a poner allí mi asiento. E.
¡Ay triste! que al momento F.
la flor quedó marchita, F.
y mi gozo tornó en pena infinita. F.
De labor peregrina G.
una casa real vi, cual labrada H.
ninguna fue jamás por sabio moro. I.
El muro plata fina, G.
de perlas y rubíes era la entrada, H.
la torre de marfil el techo de oro: I.
Riquísimo tesoro L.
por las claras ventanas descubría, K.
y dentro una dulcísima armonía, K.
sonaba, que me puso en esperanza L.
de eterna bien andanza. L.
Entré, que no debiera, M.
hallé por paraíso cárcel fiera. M.
Cercada de frescura, N.
más clara que el cristal hallé una fuente. O.
En un lugar secreto y deleitoso, P.
de entre una peña dura N.
nacía, y murmurando dulcemente O.
con su correr hacia el campo hermoso. P.
Yo todo deseoso P.
lanceme por beber. ¡Ay triste y ciego! Q.
Bebí por agua fresca ardiente fuego: Q.
Y por mayor dolor el cristalino R.
curso mudó el camino, R.
que es causa, que muriendo S.
agora viva, en sed y pena ardiendo. S.
De blanco y colorado T.
una paloma y de oro matizada, V.
la más bella y más blanca que se vido, X.
me vino mansa al lado, T.
cual una de las dos por quien guiada V.
La rueda es de quien reina en Pafo y Gnido. X.
¡Ay! yo de amor vencido X.
en el seno la puse, y ella al instante Y.
en mi pecho lanzó el pico tajante, Y.
y me robó cruel el alma y vida: Z.
Y luego convertida Z.
en águila alzó el vuelo: A.A.
Quede merced pidiendo yo en el suelo. A.A.
Al fin vi una doncella B.B.
con semblante real, de gracia lleno, C.C.
de amor rico tesoro y de hermosura. D.D.
Puesto delante della B.B.
humilde le ofrecí, abierto el seno, C.C.
mi corazón y vida con fe pura. D.D.
¡Ay! ¡cuán poco el bien dura! D.D.
Alegre lo tomó, y dejó bañada. E. E.
Mi alma de placer: más luego airada E.E.
de mí se retiró por tal manera, F.F.
como si no tuviera F.F.
en su poder mi suerte G.G.
¡Ay dura vida! ay perezosa muerte. G.G.
Canción, estas visiones
ponen en mi encendida H.H.
ansia de fenecer tan triste vida H.H.

¿Qué te parece, Sofronia, de esta noble composición?

Sofronia. Me parece sobrado noble para la poquedad de mi talento.

Metrófilo. No es así. Con un poco de estudio y ejercicio, tanta facilidad hallarás en las poesías nobles, como en las que llevan el renombre de bajas.

Sofronia. Muy vulgares deben ser esas tales poesías de tan bajo nombre.

Metrófilo. Églogas y Fábulas (como te dije poco antes) son las poesías, que comprehendo bajo este título y si las llamo bajas, no es para envilecerlas sino porque bajos suelen ser los objetos de que se trata en ellas, y bajo también el lenguaje, con que se escriben o se cantan.

Sofronia. Sean bajas por linaje, o por solo nombre, no me da cuidado. Lo que me importa es el saberlas hacer.

Metrófilo. No sólo las sabrás hacer, sino que te ocuparás con mucho gusto en hacerlas, porque son por su naturaleza muy agradables. La Égloga es una poesía proporcionada al genio de los Pastores, o bien de Pescadores o Marineros, o de otras personas semejantes. Puede hablar en ella un Pastor solo, consolándose, o quejándose consigo mismo, ora de sus amores o enajenamientos, ora de sus fortunas o desventuras, ora de sus buenas o malas dehesas, y ora de otras cosas tales: y pueden también hablar dos o más pastores, o refiriendo el uno al otro sus averías o cantando uno tras otro sus amores, o conversando alternativamente sobre cualquiera otra cosa, con tal que sea propia de su simplicidad y educación. Sucede también a veces, que se pone a hablar el Poeta, o para contar algun hecho de los mismos pastores, o para indicar el lugar, o el tiempo, en que se pusieron a cantar, o hablar, o hacer otra cosa. El metro (que así se llama, como te he dicho otras veces, la material construcción poética) es enteramente libre en semejantes piezas. Se construyen con terceto, con cuartetos, con octavas, con cualquiera otro género de estancias: y aun en una misma Égloga, con motivo de nuevo discurso, se puede mudar metro. Escucha, como los dos Pastorcillos, Florenio, y Liranio, cantando a competencia, describen con la mayor naturalidad las ocupaciones, en que pasan el día. Los versos son de Bernardo Balbuena, poeta castellano de nuestro siglo de oro.

FLORENIO
¡Qué gusto es ver a un simple Pastorcillo A.
en el campo criado, B.
y allí también con él sus pensamientos! C.
Tocar el caramillo A.
es su mayor cuidado; B.
repastar las ovejas, sus contentos. C.
Nada le quita el sueño; D.
ni fuera de su gusto tiene dueño. D.
LIRANIO
Viene la noche, ordeña su ganado, E.
cena queso, o cuajada, F.
o manteca más blanca que la nieve. G.
Echase sin cuidado E.
sobre la paja usada, F.
cuando más nieva, más ventisca, y llueve: G.
Y en pellejos envuelto H.
duerme toda la noche a sueño suelto. H.
FLORENIO
Pues luego a la mañana con el frío, I.
las manos en el seno, K.
con migas el estómago aforrado, L.
él lleva su cabrío I.
por el pasto más bueno: K.
Y en su gabán metido y rebujado, L.
súbese a una ladera, M.
y allí el nuevo calor del Sol espera. M.
LIRANIO
Tal vez se sienta orilla de una fuente, N.
o de algún arroyuelo, O.
donde corre el cristal envuelto en flores. P.
Ve sus cabras en frente N.
pacer el verde suelo O.
cantando su descuido y sus amores; P.
o se queja tendido Q.
debajo de algún álamo dormido. Q.
FLORENIO
Canta entre las encinas mil canciones R.
con voz sonora y clara, S.
donde su corazón claro se lea; T.
publica sus pasiones, R.
o labra una cuchara S.
de incorruptible enebro, o roja tea, T.
y guardala escondida. V.
Para la que es el alma de su vida. V.
LIRANIO
Si acaso tiene un blanco cervatillo X.
de negro remendado. Y.
Enseñado a jugar alegremente, Z.
un collar amarillo X.
le pone salpicado Y.
de preciosas conchuelas del Oriente, Z.
y luego lo dedica A.A.
al bien que, a su, memoria vuelve rica. A.A.
FLORENIO
Goza, los frutos de la primavera, B.B.
que entre las nuevas flores C.C.
viene sembrando el mundo de alegría: D.D.
Coge la primer pera, B.B.
las manzanas de olores, C.C.
y otros regalos, que el verano envía, D.D.
las uvas como grana, E.E.
de adonde el vino y alegría mana. E.E.
LIRANIO
Labra sus viñas, ara sus rastrojos, F.F.
planta, poda, o ingiere, G.G.
logro seguro al venidero agosto. H.H.
Descuidado de antojos F.F.
contento vive y muere G.G.
sin ver si el mundo, es ancho, o si es angosto; H.H.
que a quien más dél encierra I.I.
le han de encerrar al fin seis pies de tierra. I.I.
FLORENIO
Pone la vid al álamo arrimada, K.K.
ingiere en el manzano L.L.
tal vez en ramo inútil el extraño; M.M.
ve pacer su vacada, K.K.
y coge con su mano L.L.
de la erizada fruta del castaño; M.M.
y castra sus colmenas N.N.
de miel sabrosa y de panales llenas. N.N.
LIRANIO
De rojo trigo como granos de oro O.O.
halla un montón colmado, P.P.
quando sale el agosto a ver las eras, Q.Q.
riquísimo tesoro O.O.
con que el campo labrado P.P.
hace sus esperanzas verdaderas; Q.Q.
y en el otoño frío R.R.
ve en el lagar correr de mosto un río. R.R.


Sofronia. ¡Oh cuán hermosa es, y delicada, esta poesía de pastores!

Metrófilo. Tengo por cierto, que cuando leerás en nuestros buenos poetas otras Églogas semejantes, te encantará este género de poesía. Mas tampoco te disgustarán las Fábulas, que son también composiciones de estilo fácil y natural.

Sofronia. Sin duda que es mas conforme a mi genio lo natural y fácil, que lo sublime y lo alto. Si las Fábulas, de que has de hablar, son como las que se cuentan en invierno para pasar la velada, me gustarán seguramente.

Metrófilo. No se diferencian mucho; sino que las que tú dices, siendo compuestas las más de ellas por gente ignorante, están llenas de cosas inverosímiles y desatinadas.

Sofronia. Pues dime, que es lo que he de hacer, para hacerlas como se debe.

Metrófilo. Renueva la memoria de todo lo que te dije en el primer Diálogo acerca del verosímil. Supuesto lo que entonces aprendiste; entiende, que la Fábula no es otra cosa, sino una sencilla narración de un suceso verosímil, del qual, se saque, o se pueda sacar alguna instrucción moral, provechosa para la vida humana. Semejante poesía puede ser breve o larga, según lo pidiere el hecho, que se cuenta; y se puede escribir en versos grandes o pequeños, con consonantes o sin ellos, del modo que se quiere. Repara la simplicidad y utilidad de la siguiente Fabulilla antigua, traducida del latín al castellano.


Dixo muriendo un cuervo a su devota madre: A.
Por mi salud y vida ruega al Eterno Padre. A.
Respondiole la Vieja: Hasta del mismo altar. B.
Las víctimas robaste. ¿Qué puedes tú esperar? B.

Sofronia. Pocas palabras tiene esta pequeña Fábula; pero es mucho lo que enseña. Muy propio me parece este género de poesía para censurar y corregir las malas costumbres.

Metrófilo. Al mismo fin se dirigen, absolutamente hablando, todas las demás poesías, de que todavía he de hablar, las serias y las jocosas.

Sofronia. Me parece, que se pueden reducir a esta tercera clase todas las composiciones poéticas del mundo, porque de cualquier modo que se hagan, han de ser todas necesariamente o jocosas o serias.

Metrófilo. Oigo de tu boca con la mayor complacencia tan acertadas reflexiones. Es cierto (como tú dices) que el Soneto, la Canción, la Octava, y así también cualquiera otra especie de poesía, es indiferente por sí misma para un estilo u otro: pero también es indubitable, que algunas poesías tienen mas proporción para la seriedad, como se experimenta por ejemplo en los Poemas instructivos; y otras al contrario, como las Sátiras, parecen nacidas para la burla. Este es el motivo, porque las he distinguido con los renombres de serias y jocosas.

Sofronia. Puede ser, que me agrade la seriedad de los Poemas instructivos: pero más debiera gustarme el sainete de la Sátira.

Metrófilo. Llamo Poema instructivo a cualquiera composición poética, destinada directamente a instruir o en Física, o en Moral o en Náutica, o en Agricultura, o en Caza o en Pesca, o en Juego; en cualquiera cosa por fin, que pertenezca a ciencia, o arte, u otra cualquiera ocupación humana. Tenemos en este género excelentes poemas de varias naciones, los cuales podrás no sólo consultar, pero aun imitar, cuando hubieres adquirido noticias suficientes para poderlo hacer.

Sofronia. Pero dime a lo menos11 desde ahora, cómo se hacen esos poemas: ¿con qué leyes? ¿con qué versos? ¿con cuáles expresiones?

Metrófilo. Los puedes hacer a tu gusto; como quieras; con versos largos o cortos; con consonantes o sin ellos; en parejas o cuartetos u octavas; en la forma, que más te agradare. Las principales leyes, que deben observarse, son las siguientes.

Iª. Se suele proponer desde el principio del poema el argumento, de que se ha de tratar en él; y es costumbre también el invocar el auxilio, o de un falso Numen, si la materia es profana; o de la verdadera Sabiduría divina si el objeto es sagrado.

2ª. Es preciso reducir todo el Poema a una especie de unidad; todos los pensamientos, todas las máximas, todas las invenciones, todas las comparaciones, todos los adornos, a un solo objeto, y a un solo fin.

3ª. Las expresiones y palabras sean claras, decentes y naturales; proporcionadas en suma al lenguaje de un Maestro, que desea instruir a otros, y quiere por consiguiente, que lo entiendan.

Sofronia. La cosa parece fácil; más no creo por esto, que lo haya de ser en la práctica. No aspirando yo a ser maestra, me ocuparé de mejor gana en las poesías jocosas.

Metrófilo. Pues cree, Sofronia, que no hay cosa tan difícil, como el saber hacer con toda la perfección y decoro una poesía ridícula.

Sofronia. Lo creo, porque tú lo dices. Más por otra parte no sé entender, cómo pueda ser tan difícil la chocarrería en el verso, estando el mundo, tan lleno de chocarreros.

Metrófilo. Las agudezas insípidas y frías son de muchos; pero las sabrosas y prudentes son de muy pocos. Para llegar a hacer poesías verdaderamente lépidas, es menester haber hecho de antemano un estudio serio sobre la naturaleza del Ridículo, y sobre los varios modos de dar con él.

Sofronia. Semejante estudio para mí es enteramente nuevo.

Metrófilo. Ridículo se llama cualquiera objeto, que nos mueve a reír. Han dicho mil cosas los escritores para explicar en que consiste la ridiculez. Yo dejando que opine cada uno a su placer, te manifestaré en pocas palabras mi opinión. Ya te dije en el primer Diálogo, que todos los objetos de este mundo tienen alguna relación el uno con el otro; y te expliqué también, donde, y cómo se descubren semejantes relaciones. Pues yo creo, que no consiste el Ridículo en otra cosa, sino en el ingenioso descubrimiento de relaciones apartadísimas, las cuales, no habiéndose previsto, sorprenden12 el ánimo por su novedad, y compareciendo ligadas con extrañeza en un objeto solo, mueven naturalmente la risa de quien las considera. Por esto reímos, y no por otro motivo, cuando se nos presenta improvisamente o un Guerrero que nos desafía con la rueca en la mano, o un Petimetre que lleva en la peluca una cola de cerdo, o un Enano que manda el ejercicio a una compañía de Granaderos.

Sofronia. Sea buena tu opinión, o no lo sea, para mí lo es, porque con ella entiendo lo que llaman Ridículo. No me falta ahora otra cosa, sino el saberlo hallar.

Metrófilo. Para hallarlo fácilmente, no has de hacer otra cosa, sino buscar las relaciones más disparatadas, y luego, después unirlas bajo un mismo punto de vista. Si las unieres en un solo dicho; te saldrá un dicho agudo: si las juntares en una sola persona; te nacerá una persona ridícula: si las aplicares a un solo hecho; te resultará un hecho gracioso.

Sofronia. Vamos a los ejemplos, Metrófilo; porque ya sabes, que sin éstos poco entiendo.

Metrófilo. El primer Ridículo, que es el de los dichos agudos, se consigue de cinco modos. Modo I.º Se dice una palabra, o equívoca o desfigurada, que manifieste decir una cosa y diga otra. Modo 2.º Se mezclan en un mismo discurso lenguajes diferentes, o bien dialectos varios de una misma lengua. Modo 3.º Con palabras majestuosas se engrandece una cosa vil, o bien con palabras bajas se envilece un objeto noble. Modo 4.º Con expresiones de mucha importancia se trata de un asunto baladí, o con fórmulas de desprecio se habla de un negocio muy grave. Modo 5.º A quien pregunta para saber algo, se le responde lo que ya sabe: a quien desea salir de una duda, se le aumenta la misma, aparentando quitársela: a quien espera por fin una respuesta, se le da la que no espera. He aquí los mejores manantiales de todos los dichos agudos.

El segundo Ridículo, que es el de las personas, consiste en representar con fórmulas exageradas los defectos personales de alguno. Describirás por ejemplo una cara señalada de viruelas, como un rallo para queso; unos ojos grandes, como ventanas góticas; una boca ancha, como un horno abierto; una larga nariz, como un cañón de chimenea; una barba de vieja, como una cuchara de sopas; una pierna torcida, como una guadaña de la muerte; un cuerpo sin barriga; como un asador sin asado. Con estas y otras comparaciones de un objeto con otro, podrás burlar, cuanto quieras, pero sin apartarte jamás de la relación, que hubieres descubierto entre los dos objetos.

El tercer Ridículo, que es el de los hechos, es el mejor y más copioso de todos, y principalmente se ocupa en hacer resaltar los vicios y las flaquezas de los hombres que es la más propia ocupación de la poesía que llamamos Sátira. ¿Quieres ridiculizar por ejemplo un necio Matemático? Ponle en la mano izquierda unos grandes anteojos, arrimados a la nariz y en la derecha un larguísimo compás abierto en ademán de esperar con mucha atención y paciencia el salto de una pulga, para medir el trecho que media entre el lugar que deja, y el que ocupa. ¿Quieres ridiculizar a un joven, locamente aficionado a la música? Hazlo cantar en todo tiempo y lugar; hazlo caminar por las calles a medida de solfa hazle dar golpes de compás, sobre las espaldas de quien pasa. ¿Quieres ridiculizar a un juez hinchado de su autoridad? Asiéntalo, en tribunal a oír las razones de un gato y perro, que pleitean; píntalo titubeante, ora en favor del uno, ora del otro; represéntalo mordido por el perro en una pierna porque va a dar sentencia favorable al gato, luego arañado, por éste en la cara, porque se inclina a dar satisfacción al otro; por fin embestido de los dos juntos, y echado vergonzosamente del tribunal. ¿Quieres ridiculizar a un Ávaro, a un Borracho, a un Doctorcillo? Describirás al primero, o empleado en su cocina en tapar la boca de los fuelles, para que no se deshinchen, y no se malogre el aire; o leyendo de noche en el mayor invierno a los rayos de la luna, para ahorrar el aceite del candil. Dirás, que el segundo o se cayó muerto de pasión de ánimo, por habérsele quebrado una botella de vino, o se murió de fiebre y debilidad, sin querer jamás tornar caldo, por estar hecho con agua. Pondrás en boca del tercero un discurso desatinado sobre el Poema de Virgilio, haciéndole contar por ejemplo con grande aparato de locuras el famoso matrimonio, que contrajeron en Cartagena de España el Marqués Didón y la Condesa Enea. Así podrás poner en ridículo cualquiera otra extravagancia de la vida humana.

Sofronia. Me has hecho un favor singularísima en explicarme tan por menudo, en que consiste la verdadera ridiculez.

Metrófilo. Sin este conocimiento no es casi posible formar una buena Sátira, ni otra poesía alguna de las que llaman jocosas.

Sofronia. ¿Pues qué las hay de muchas calidades?

Metrófilo. Las hay de tantas especies, como tú quieras. Podrás componer en estilo jocosa, Canciones, Coplas, Octavas Sonetos, y cualquiera otro género de poesía que más te agradare. Pero la Sátira, que entre las composiciones jocosas es la más útil, se suele escribir modernamente en una forma llamada Capítulo, que es la de los mismos tercetos, que te describí poco antes, hablando de la Elegía. La expresión en semejantes piezas debe ser instructiva, chistosa, y mordaz.

Sofronia. Esta calidad de poesía no es muy proporcionada a mi genio; pero sin embargo me ejercitaré también en ella una vez u otra.

Metrófilo. Es bien acostumbrarse aun al chiste, y a la sátira; porque son cosas, que a su tiempo y lugar pueden servir. Menos provechosas son algunas otras poesías de extravagante construcción; y por consiguiente, aunque usadas por otros, puedes muy bien despreciarlas, o no cuidarte de ellas.

Sofronia. Sin embargo no sería malo (me parece) el tener alguna idea del lo que son, para poder hablar, si se ofreciere.

Metrófilo. Entre dichas poesías extravagantes o pueriles, las principales son cinco: el Verso en dos lenguas: el Consonante encadenado: el Eco: el Acróstico: y el Laberinto.

El Verso en dos lenguas es el en que las palabras tienen significación y buen sentido, en dos diferentes lenguajes, como latín por ejemplo, y castellano.

El Consonante encadenado es el que pasa del fin del primer verso a la mitad del segundo, del fin del segundo a la mitad del tercero, y así consecutivamente hasta el último verso, en cuya mitad no se pone consonante.

El Eco es una repetición (que se pone al fin de cada verso), de la mitad de la palabra final, pero con la condición inevitable de que la media palabra sea también palabra entera y significante como sucede por ejemplo en cama ama, carcoma coma.

El Acróstico es una poesía cualquiera, en cuyos versos las primeras letras, o las primeras sílabas, reunidas por su orden regular, forman una palabra o proposición, que tenga por sí algún sentido, relativo al objeto de la misma poesía. El Laberinto es una composición poética, formada con tal trabajo y paciencia, que pueda leerse o al revés, o a saltos, o a cuadros, o de cualquiera otro modo, que se le antoje al Poeta, con tal que sea extravagante o desacostumbrado.

Te he dado noticia de estas niñerías, no para que pierdas el tiempo en ellas, sino con el solo fin de que las conozcas para evitarlas en ti, y ponerlas en chanza en los demás.

Sofronia. Según esto no me he de ocupar ahora en otras poesías, sino en las que antes me explicaste, comprehendidas todas en tres solas clases.

Metrófilo. Veamos, si te acuerdas de esas tres clases, que dices, y de las principales composiciones poéticas, contenidas en ellas. Na te pido hoy otra cosa, sino esta sola brevísima repetición, sin hacerte cargo de todo lo demás, que te he dicha en la conferencia de hoy.

Sofronia. Las poesías, de que me has hablado, se reducen todas a seis especies: Alegres y tristes; nobles y bajas; serias y jocosas. Las principales entre las alegres son las Arias y Coplas; y entre las tristes las Elegías y Epitafios. Los Sonetos y Canciones tienen el primer lugar entre las poesías nobles; y las Églogas y Fábulas, entre las bajas. El más provechoso, entre todos las poemas serios es el instructivo; y entre todos los jocosos la Sátira. Con motivo de estas composiciones poéticas, que son las principales, me has hablado también, de otras muchas, que fuera largo el referirlas.

Metrófilo. Me contento, Sofronia, con lo que has dicho. Ahora ejercítate desde luego por algunas semanas seguidas en componer poesías de todas las especies, de que te he dado noticia. Cuando habrás hecho algún progreso mediano en estas composiciones pequeñas, te instruiré sobre las más largas.