Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice




ArribaAbajo

- III -

Sermón de Pentecostés


In Die Sancto Pentecostes

Terra mota est etenim caeli distillaverunt a facie Dei Sinai, a facie Dei Israel.


(Ps. LXVII, 10.)                


Reverendísimo, y Ilustrísimo Príncipe y Patriarca nuestro. La Santa Madre Iglesia celebra hoy la promulgación y profesión de todo el género humano, y es muy gran fiesta, y es la mayor que fue ni será, y de verdad grande. Celebra la venida del [Espíritu] Sancto sobre los Apóstoles, la venida del Espíritu Sancto a la tierra, porque, aunque [a] los Apóstoles les estuviese guardado y les estuviese dado otra vez; empero aquello fue para otra cosa, y lo que celebra la Santa Madre Iglesia hoy fue para otra.

Cristo Nuestro Redemptor, después que resucitó, visitó algunas veces a sus discípulos, y entre las que les visitó, la una fue cuando visitó al discípulo incrédulo. Y esta vez fue la que dixo: Accipite Spiritum Sanctum, quorum remiseritis peccata remittuntur eis, et qorum retinueritis retenta sunt. Tomad el Espíritu Sancto, para que el infierno os obedezca tragando y atormentando a los que no recibieron perdón de sus pecados, para que el cielo os obedezca, ansí mesmo, para recibir [a] aquellos que tuvieren perdón recibido de sus pecados.

Esta manera de recibir el Espíritu Sancto los Apóstoles no fue como la que celebra hoy la Sancta Madre Iglesia, sino otra. Que ésta que hemos dicho es invisible; pero estotra visible. Fue de muy diferente manera, en comparación de esta otra, porque esta otra venida del [Espíritu] Santo era muy necesaria para confortar los ánimos de los Apóstoles, para que no temiesen a Roma, Capitolio, ni Senado; para que no temiesen a Grecia, para que no temiesen a Asia, ni a Europa, ni nada desto; para que promulgasen y pregonasen el Testamento Nuevo, ansí a los sabios como a los necios, ansí a los doctos como a los indoctos, ansí a los buenos como a los malos; para que diesen, sin ningún temor, a entender la ley evangélica, dando doctrina cristiana. Y esto no se podía hacer, si las ánimas de los discípulos no se animaban más. Porque aunque ellos hasta entonces tuviesen gracia, había de ser para alumbrar nuestros entendimientos, para que los que [nos] habían de predicar a nosotros no tuviesen alguna enfermedad o flaqueza; para que no fuesen temerosos, ni temiesen la muerte o el cuchillo. La primera manera de dar el Espíritu Sancto fue un soplo de Cristo Nuestro Redemptor, una manera de dar el Espíritu Santo invisiblemente; pero esta otra había de ser una manera nunca antes vista, nunca antes oída, nunca antes pensada, nunca antes imaginada, y habla de ser para avivar las lenguas de los discípulos, para avivarles los oídos, para avivarles los sentidos, para que en ninguna cosa fuesen torpes, que tocase a su oficio.

Esto que os he propuesto es lo mucho que celebra la Sancta Madre Iglesia, y, para declararlo, había de ser yo mucho; y habíades de ser vosotros mucho, para entenderlo; yo mucho, para decirlo. Pero a vosotros os falta mucho para lo mucho que habíades de ser, y yo no soy nada para lo mucho que tenía de ser. De manera que para esto es menester gracia, y gracia que sea mucha. De manera que esta cosa se ha de cumplir por añadiduras. Pues supliquemos a la divina Majestat que añada y supla con su gracia lo mucho que nos falta, y nos favorezca y nos ayude para que todos seamos mucho para decir esto mucho, y porque más fácilmente lo podamos alcanzar, supliquemos a la altísima Reina de los ángeles nuestra Señora, Madre de Dios, quiera favorecernos en tal necesidad. Y porque más condescienda a nuestras suplicaciones, servirémosle con la salutación angélica, diciendo: Ave María.

Terra mota est, etc.

Estas palabras, que he tomado, están escriptas en los himnos divinos. Vueltas de latín en romance, quieren decir: «La tierra tembló delante de la cara del Dios de Sinaí, delante de la cara del Dios de Israel, y los cielos destilaron una lluvia de voluntades». Movióse la tierra, y no delante de quien quiera, sino delante de la cara del Dios de Israel. Los cielos destilaron, gotearon una lluvia de voluntades. Llovió el cielo. No hemos de entender de los cielos aéreos y corpóreos, sino de los otros cielos. Allá los que sois doctos sabréis cómo es muy denso aquel cielo y de qué manera es. Allá me remito a vosotros. Agora, pues, dice, llovieron los cielos, destilaron los cielos. Este vocablo destilaron los cielos tiene, en sí grande énfasis.

Imaginad-ahora una sala muy grande, imaginad una bóveda de alambre, una bóveda in perpetuum durable, de manera que sea bóveda que nunca se pueda llover sin gran misterio. Si se hiciese una gotera en esta bóveda de alambre, una cosa tan densa, una cosa tan durable para siempre, de tanta fuerza... ¡Válame Dios, lluévese la bóveda! ¿Que es posible que se pueda llover? Dice: «No os maravilléis, que esta lluvia ha sido la mejor que nunca ha sido ni habrá, una lluvia antes figurada; mas una lluvia nunca pensada. De manera que no os habéis de maravillar, aunque se llueva la bóveda, que es de acero, que es muy recia; no os maravilléis, que os hago saber que tembló la tierra cuando esta lluvia vino. Así, ¿movíase la tierra? Válame Dios, y ¿por qué tembló la tierra? Yo os lo diré: por una cosa muy necesaria, por una cosa que era mucho menester: tembló [delante] del Dios de Sinaí, delante del Dios de Israel. Esta venida del Sancto fue figurada en el Testamento Viejo, porque el Pentecostés que los judíos celebraban no era nada, era sombra en comparación deste otro Pentecostés. Celebrábanle sesenta días después que celebraban la fiesta de la salida de Egipto, que fue figura de nuestra redempción. Dexo, agora esto. Y fue escripta aquella redempción del pueblo, la cual se muestra en aquella salida de Egipto, en muy alto estilo, por cierto (ya creo que lo he dicho otra vez), un estilo muy heroico, un estilo muy profundo: In exitu Israel de AEgypto, domus Jacob de populo barbaro. Facta est Judaea sanctificatio eius, Israel potestas eius. Mare vidit et fugit Jordanis conversus est retrorsum. Montes exultaverunt ut arietes, et colles sicut agni ovium. Quid est tibi, mare, quod fugisti; et tu, Jordanis, quia conversus est retrorsum? Montes exultastis sicut arietes, et colles sicut agni ovium. A facie Domini mota est terra, a, facie Dei Jacob.

Pues hablaremos primero desto, que espantará, de verdad, y después diremos deste otro, que celebra hoy la Iglesia, y no parecerá nada [aquel] en comparación deste otro. Porque el otro, en comparación deste otro Pentecostés, no es sino una nada. Mucho fue en su tiempo y en mucho fue tenido; pero, en comparación deste otro, no es tantico como de aquí allí.

Agora, pues, vengamos a este primero. En la salida de Egipto, dice el salmo, huyó el mar. -Ven acá, mar, que tragas los hombres, mar horrendo, mar espantoso, mar de quien todos temen, mar de quien todos huyen, ¿cómo huiste? ¿Quién te hizo cobarde a ti, con quien todos son cobardes? ¿Quién? -Yo no sé nada: allá lo preguntad al [Mar Bermejo], que él os dirá lo que es. -Ven acá, Mar [Bermejo]. ¿Cómo te partiste en dos partes, y te hiciste camino para que pasasen los hijos de Israel? ¿Cómo, después de pasados, tragaste tan gran exército de gente, a Faraón y a todo su exército? -No me preguntes nada: allá me remito al río Jordán, que lo sabrá. -Pues ven acá, río Jordán. ¿Cómo ha sido esto? ¿Cómo tornarte hacia atrás? ¿Por qué dexaste de correr como solías? ¿Por qué volviste las espaldas? ¿Hubiste miedo? Dice: -No me preguntes nada: allá lo pregunta a la tierra. Movióse la tierra, y huyó el mar: movióse ella, y ¿no había yo de hacer algún movimiento? -Ven acá, tierra. ¿Qué te movió a hacer esto? ¿Por qué te moviste? El desierto que nunca fue pisado hasta allí, agora lo heriste camino a los hijos de Israel para ganar la tierra de promisión; la piedra, en la gran sed que hubieron, dio de sí agua; las aguas amargas se tornaron dulces. Aquella alegría que tenían aquellos judíos, cuando ganaban aquellas cibdades, gran movimiento fue. Aquellas batallas de Josué, gran movimiento fue. Aquella tristeza que tenían los gentiles, cuando eran vencidos, [gran movimiento fue]. Terra mota est. Movióse la tierra. Gran movimiento fue todas esas cosas que los sagrados libros recuentan muy heroicamente. Sí, terra mota est, movióse la tierra. Gran cosa es ésta haberse movido la tierra. Dinos, tierra, ¿por qué te moviste? Que ya lo que el río Jordán hizo no parece que es tanto, porque parece que no dexó de correr para atrás ni para adelante: como quiera que sea, él corría. -¿Cómo me moví? No sé; allá se lo preguntad al cielo, que él os dirá cómo ha sido, pues que él también se ha movido. -¿Sabéislo vos, tierra, que se ha movido el cielo? ¿Es cierto eso? -¿Quien nunca vio llover pan amasado y codornices, un pan bueno, comestible, con su sal y todo? Eso caeli distillaverunt. ¡Ah!, ¿que se ha movido el cielo también como la tierra?, ¿que ha destilado, que ha dado muy grandes señales de sí?, ¿cuándo fue? [Cuando] aquel dar de aquella ley a Moisén y toda esa cosa.

Imaginad ahora que estáis allí, sí. Venía Moisén y hablaba con un ángel, enviado en lugar de Dios, y decía a Moisén: -Mira que has de venir a tal día y a tal hora; y subirás a aquel monte, y harás esto y esto. -Bien. Fue Moisén, y mandó llamar a los más ancianos del pueblo, y díxoles lo que pasaba: cómo había de ir al monte y cómo no había ninguno de llegar al monte, so pena que morirían luego malamente apedreados. Luego dixeron todos que era muy bien: Hágalo así Vuestra Reverencia o Vuestra Paternidad o Vuestra merced [o como] le llamaban entonces. Que vaya solo y no vaya ninguno con él. Bien, adelante. Fue Moisés al monte y aguardó allí. ¡Oh, Señor! Y cuando no se cata, he aquí donde viene un ruido muy grande, un muy grande estruendo, una nube negra y muy densa de mala manera, con unas mezclas de colorado. Vino un trueno articulado por voluntad divina, y vino todo en aquella nube. Desde allá se dieron los preceptos, scl.: Diliges Dominum Deum tuum et ne iuraberis vana per illum. Sonaban desde aquella nube como una vocina. En fin, debía ser algún ángel, que por voluntad divina estaba allí para decir aquello. Los hijos de Israel estaban temblando, como velan la humareda de la obscuridad y la cosa que andaba en el monte. Caeli distillaverunt, etc. Los cielos destilaban. Ha hecho maravillas el cielo: nunca tales cosas se han dicho del cielo. Luego admirable fue este Pentecostés.

Pero más admirable es este otro. Figura dél fue aquél; pero muy más grande fue este otro, sin comparación. Muchas maravillas se hicieron en aquél, porque la tierra se movió, y el Mar Bermejo se partió en dos partes, y el Jordán se tornó atrás, y los cielos destilaron y dieron de sí grandes señales. Pero todas ésas acaecieron acá en este otro muy más al propio. Va tanta diferencia del uno al otro como de una cosa pintada a una cosa viva. Fue aquella sombra, en comparación de aqueste otro, y, como digo, fue una figura aquella deste otro, que [os] ha espantado; empero mucho más os espantará este otro. Pues vengamos a esta otra gotera. Veamos. No fue tanto moverse la tierra, como hemos dicho, en el Testamento Viejo. Pues mirad cómo se movió más de veras en el Testamento Nuevo. -Venid acá, tierra. ¿Cómo os movistes? ¿Qué movimiento habéis hecho? -No sé nada. Preguntádselo a los cielos, no a estos muertos, que andan alderredor, sino a los cielos vivos, a los sanctos Apóstoles, que son cielos verdaderamente cielos, quia caeli enarrant gloriam Dei. Grandes cielos que cantan la gloria de Dios, que loan a Dios, que ensalzan a Dios, que temen a Dios, que engrandecen a Dios, que nunca se les cae de la boca. Ahora, pues, a estos cielos habéis de preguntar; que lo saben muy bien y contarás lo han mejor. -¿Ansí, que eso pasa? Ea, pues, vos, cielo Andrés, decidnos algo; cielo Juan, cielo Bartolomé, decidnos ¿cómo se ha movido la tierra? -Nosotros, dicen, no os queremos decir nada. Allá el cielo mayor os lo dirá el cielo Pedro, cómo fue, que sabe mucho de la Iglesia o desta cosa. Sanct Pedro Papa, Sanct Pedro Pontífice os lo dirá; allá os remitimos a él; que nosotros le damos poder como a mayor. No curéis de preguntarnos nada cómo predicaron los Apóstoles. -Venid acá, Pedro; decidnos cómo se movió la tierra, cómo ha destilado el cielo, cómo ha sido esto, que nos hacen muchas maravillas; decidnos algo. -¿No fue harto moverse la tierra, estar en Hierusalem tanta gente, que dice Sanct Lucas: Ex omni natione quae sub caelo est? De cuantas naciones hay en el orbe: africanos, asianos, franceses, flamencos, españoles, portugueses, que yo, sin duda, pienso que eran más de doscientos mil, por la gente que había venido a la otra pascua pasada, y los que no habían venido a la otra, venían a ésta, de manera que toda la cibdad estaba llena de gente. Mirad aquella ciudad tan grande como París y Roma juntas, y llena de gente, que yo creo que no se podría valer. Pues, luego, movióse la tierra. Gran movimiento de tierra fue éste; de verdad grande. ¿No fue grande misterio que en un día, por un razonamiento que hizo un hombre de baxa manera, un pescador, un arrinconado, que ese otro día antes se había visto con la red en la mano, se baptizasen mil de hecho y de derecho? Digo de hecho y de derecho, porque por su voluntad fueron baptizados, y no a rempujones, como esos moros. No, no era de esa manera; que, cuando oyeron a Sanct Pedro, [dixeron]: -Queremos que nos baptices. ¿Qué más hemos menester? -Contrición y penitencia y remisión de los pecados-. Gran movimiento, grande, y mayor que nunca fue. Qué un hombre de tan baxa manera, como tengo dicho, convirtiese tanta gente, y no una gente de cualquier manera, sino una gente diabólica, una gente robadora, una gente matadora de hombres, una gente que no cognoscía a Dios ni sabían qué cosa era. Y esto no penséis que lo hacía Sanct Pedro a gritos de púlpito, ni nada desto, sino mansamente para atraerlos a lo que quería, como hombre que no pretendía otra cosa sino ganar las almas de aquéllos; como hombre que no pretendía obispado, ni calongía, ni nada deso: no lo hacía por interese, sino por ensalzar la Iglesia de su Dios, y de su Cristo y Maestro, como buen cielo, como cielo Pontífice, como cielo Papa, como cielo mayor. Grandes movimientos de tierra fueron hallarse tantos varones religiosos en Hierusalem; varones religiosos, no dominicos, ni franciscos, ni nada desta cosa, sino varones religiosos, que vivían en común, que vendían todo lo que tenían, y lo traían a los pies de los Apóstoles, y prometieron y profesaron la fee sancta católica, y perseveraron en ella hasta la muerte. Veis aquí por qué los llama Sanct Lucas varones religiosos: Erant enim Hierusalem habitantes viri religiosi. ¡Oh gran movimiento de tierra! Aquella elección de San Matías, que se hallaron en ella, varones y mujeres, 102 discípulos de Cristo nuestro Redemptor, entre los cuales estaba la Madre de Dios, Virgen Sacra, a quien se daba mucha parte y se comunicaban estas cosas. Que cosa de creer es que la dexó acá y le dio parte de muchas cosas como a la más excelente pieza que acá dexaba. De creer es que la Sacratísima Virgen los esforzaba y animaba, y en absencia de su Hijo cumplía la falta que su Hijo y Maestro hacía. Gran movimiento el gran regocijo espiritual y corporal que la Madre gloriosa sentía, cuando vio que [a] la muerte de su Hijo sucedieron tan grandes maravillas y señales. Gran movimiento de ver que con solo un sermón que hizo San Pedro baptizó tanta multitud de gente. Gran movimiento la conversión de San Pablo, y la muerte de San Esteban y todas estas cosas. Grandes movimientos fueron estos. Pues, luego, terra mota est; movióse la tierra, que se espantaba de las señales grandes y admirables que los Apóstoles hacían; maravillábase de las grandes cosas que decían y de las cosas maravillosas que de sus bocas salían. Pues, luego, verdaderamente terra mota est, movióse la tierra. Grandes movimientos ha hecho, grandes señales ha mostrado. -Pues decidnos, cielo Pedro, ¿qué hicistes para convertir tanta multitud de gente? -¿Qué? Yo os lo diré. Subíme encima de un monte y comencé a decir: «Hijos de Israel y los que moráis en Hierusalem, todos, oíd mis palabras. Ya sabéis cómo vosotros matastes a Jesús Nazareno, varón aprobado, varón justo y sancto, empero Dios verdadero. Vistes las maravillas que hizo en medio de vosotros; os aconsejastes, allá lo hicistes como os pareció; en fin, matástelo con grandes tormentos. Ha resucitado de los muertos por su potencia, en cuanto Dios, y resucitóle Padre, en cuanto hombre. Y desto nosotros somos testigos, de tal arte que, ensalzado de la mano de Dios, ha tomado la permisión de el Padre, hanos enviado este estado que veis. Pues que veis estas cosas, ¿por qué no hacéis penitencia? ¿Por qué no os pesa de el mal cometido contra Dios, perros herejes, bellacos, tacaños, envidiosos, murmuradores, traidores, matadores de vuestro Dios?» No dixe más desto, dixo el cielo Pedro. -En buena hora. Pero decidnos, Pedro, ¿qué tal estábades la noche de marras? ¿Cómo os iba? ¿Por qué no predicábades? ¿Por qué no hacíades estos razonamientos? Ese otro día negaste a Dios por miedo de una porterilla, por miedo de una rapacilla, que no era nada, y después habéis estado encogido y arrinconado. Y ahora venís a predicar delante tanta gente. ¿Qué invención ha sido ésta? Y no hecistes sermón; pero aun convertistes tanta multitud de gente con dos palabras. Decidnos, ¿qué dixistes?, ¿qué ha sido esto? Arriconado, cobarde, temeroso, antes pescador y pecador que predicador, contadnos estas cosas. Y los cielos vuestros compañeros ¿cómo se ponen a predicar agora sin algún temor? Que los otros días huyeron, dexando a su Señor en las manos de sus enemigos. Y no bastando esto, habéis estado encerrados por miedo de los judíos, y no habéis osado salir de un rincón ellos y vos, y vos y ellos. Decídnoslo, que tenemos gran deseo de saberlo. Son grandes estas que nos admiran y espantan, que nos hacen estar atónitos; que estamos por decir que se ha movido la tierra. -No me preguntéis nada deso, dice el cielo Pedro; allá esotros cielos. Preguntad a esos otros que andan al rededor, decídselo, que ellos han sido causa de todo esto por una gotera que llovió. -¿Qué ha el cielo llovido gotera? -Sí, que ha stilado una gotera, una lluvia de voluntades, una lluvia, que nunca fue lluvia semejante a ésta, una lluvia que no se puede pensar ni imaginar cuan grande sea. Y no os lo puedo decir en alguna manera porque, aunque esta lluvia haya obrado cosas maravillosas conmigo y con mis compañeros; pero a esto no me atrevo, porque la emanación desta gotera sólo Dios la sabe. No sé más sino que caeli distillaverunt, etc. Los cielos han destilado. Allá os remito a ellos. -¿Así, de esa manera pasa? Vengamos ahora a esta gotera. Veamos cómo fue esto que hoy celebra la Iglesia.

San Lucas una gran cosa dice: que Cristo comía con sus discípulos, hablaba con ellos muy comúnmente [de] todas las cosas que habían de pasar por la Iglesia, y decía: -Mirad, que el mundo os ha de aborrecer porque primero me aborreció a mí que a vosotros. Mirad que habéis de llevar mi nombre y predicar a unas gentes diabólicas, no a cualesquier gentes, sino a unas gentes bestiales y perversas. Pero, mirad, no temáis a Roma, que daros he tanto ánimo y tanto esfuerzo, que vais a donde quiera sin temor. Y mirad, cuando estuviéredes delante de los príncipes y reyes, no queráis pensar qué decir, porque en aquella hora os daré qué digáis, sino decid lo que os viniere a la boca, porque entonces no hablaréis vosotros, sino hablará en vosotros el Espíritu Sancto de mi Padre. De manera que habéis de predicar la ley evangélica. -¿Ansí, Señor, dicen los Apóstoles, que hemos de predicar? ¿Qué ha de pasar? ¿Qué decía? -Que sí -dixo Cristo nuestro Redemptor-; que así ha de pasar como os lo digo. ¿Ya no sabéis vosotros predicar? ¿No se os acuerda cuando yo os envié a predicar, que fuistes y me dixistes que os había ido muy bien? Y que fue ansí que Cristo Nuestro Redemptor los envió de dos en dos a predicar por esas ciudades de Hierusalem, cuando les dio aquel tema: Poenitentiam agite, apropinquavit enim regnum caelorum. «Haced penitencia porque se os acercará el reino de los cielos». Dice: -Entonces lo hicistes muy bien; pero mucho mejor lo haréis de aquí adelante, porque seréis muy otros. Porque entonces estábades muy flacos y enfermos; empero cuando venga ahora lo que os tengo dicho, estaréis muy mudados. -Muy bien, Señor, y sea ansí como vuestra Majestat lo manda; hágase ansí como lo mandáis, que nosotros queremos ir a predicar luego y hacer todo lo que habéis dicho sin ninguna tardanza. -No sea de esa manera, dixo Cristo nuestro Redemptor, no os precipitéis tan aína. Mirad, no estáis para ello. Primero destilarán los cielos una lluvia que os haga fuertes y robustos; pero agora no estáis para tan grande oficio, no estáis como debéis estar para executar tan grande empresa como ésta. Sed sustinete hie in civitate donec induamini virtute ex alto. Aguardad aquí, esperad, hasta que seáis vestidos de la virtud soberana -¡Oh palabras divinísimas de Cristo nuestro Redemptor! «Esperad, que se han de romper los cielos; esperad, que se ha de romper la bóveda; esperad, que os ha de dar primero una gotera en el pecho, una gotera muy grande y muy excelente, que os haga, no tímidos ni temerosos, pero valientes y esfórzados, animosos; será una caridad perfecta que echará fuera el temor, porque no pueden morar juntos». Y después desto, bendiciéndoles: «Dios os guarde y os tenga de su mano; el Padre os consuele y os haga más sus siervos, y yo, cuanto Dios, lo mesmo, y el Espíritu Sancto os alumbre y os dé su gracia para exercitar tan grande officio». Et videntibus illis elevatus est, et nubes suscepit eum ab oculis eorum. Y en acabando de decir esto, fuese subiendo paso a paso delante sus ojos, videntibus illis, viéndolo ellos. Quedaban atónitos; estaban todos mirando cómo subía por su omnipotencia por en medio de la región del aire, hasta que le perdieron de vista. Y los Apóstoles sanctos pudieron hacer una razón muy aparente, y decir a Cristo nuestro Redemptor: «Nosotros bien creemos que lo sabe mejor Vuestra Majestat que nosotros lo podemos decir; pero decidnos ¿por [qué] os vais ahora en tal tiempo? ¿No fuera mejor que predicárades en esas ciudades de Galilea, que no hay ningún día que no se pueble el infierno de ánimas? Mirad esa África, esa Europa, cómo todos son idólatras, que no os cognoscen ni saben quién sois. Y también, Señor, ¿no os parece que no os habíades de ir ahora, porque agora comenzaba el mundo a cognosceros, agora comenzaba a gustar de vos, y lo que más es, Señor, que nos dexáis arrinconados entre las manos de nuestros enemigos. Haced, Señor, como os pareciere; pero a nosotros parécenos que sería mejor la quedada que la ida. Dice Cristo nuestro Redemptor: «Mirad, no os fatiguéis porque de otra manera lo quiero llevar, de otra arte ha de ser esta cosa; yo lo haré de otra manera, que me muestre de otro modo muy poderoso al mundo. Yo quiero hacer que el mundo me conozca. Eso que decís del predicar, vosotros lo haréis. Cuanto a lo que decís que os dexo en las manos de vuestros enemigos, no temáis, que yo haré que no les tengáis miedo: Non vas relinquam orphanos; no os dexaré huérfanos, porque, aunque corporalmente y en cuanto hombre me veis ir; empero, en cuanto Dios, con vosotros quedo».

Agora vamos adelante. Fueronse entonces los Apóstoles y discípulos al Cenáculo de Sión, y la Sacratísima Madre de Dios con ellos. Estaban allí en contemplación y oración. Yo bien creo, sin dubda, que ellos no estaban ociosos, sino uno cantando salmos, otro contemplando en la Pasión de su Maestro; y decían unos a otros: -Decid, ¿acuérdaseos cuando nuestro Maestro hizo tal y tal milagro? ¿No se os acuerda cuando hartó a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces? ¿No se os acuerda cuando sanó al ciego, cuando sanó al paralítico? -Sí, bien se me acuerda de todo eso. -¿No se os acuerda que antes que padeciese nos decía que había necesidad que padeciese? ¿No se os acuerda de las palabras que dixo estando en la cruz; y cuando dixo: Deus, Deus meus, etc.?

De creer es, cierto, que en estas tales cosas se ocupaban todo el día; y, cuando venía la noche, cosa creíble es que se irían a dormir, y que no dormirían allí todos, porque era poca crianza y poco miramiento. Y a la mañana tornaban luego a su concierto, a loar a Dios en salmos y himnos. Pues la Sancta Reina de los Ángeles, ¿quién podrá decir los gozos espirituales que sentía, aunque de fuera por su honestidad no los mostrase? ¡Oh sacratísimo convento! ¡Oh Sacratísimo consistorio! De verdad, cuando me paro a pensar cuánta diferencia hay de la Iglesia, que entonces nuevamente insurgió, a la Iglesia destos nuestros tiempos, yo me confundo. Y grandísima confusión es nuestra ver en aquel tiempo cuán coceadas traían las cosas del mundo, y cuán desasidos estaban dellas, cuán sin tratos ni baratos, con cuánto cuidado guardaban su ganado y guardaban las ánimas de sus súbditos. Pero agora en nuestros tiempos todos volemos al revés.

Volviendo a nuestro propósito. Dicen unos a otros: -Válame Dios, San Juan. ¿Sabéis cuándo ha de ser esta gran cosa, esta gran gotera que ha de llover, este don tan grande, que nos ha prometido nuestro Dios? ¿No imagináis poco más o menos vos, San Pedro, cuándo vendrá esta cosa tan señalada? Decían algunos: -No sabemos; pero creemos que para esta fin de Pentecostés, por ser día señalado tan solemne y tan grande, pensamos que vendrá, pero no lo sabemos de cierto. -Pero ¡válasme Dios!, decían ellos, mucho tarda esta cosa. ¿Cuándo ha de venir? ¡Oh, si la viésemos ya! -Hora es, pues, ya; no puede tardar mucho, que ya se cumplen los cincuenta días que hay de la pascua de Paracebes hasta la de Pentecostés. También se cumplen los diez días después de la Ascensión.

De manera que estaban esperando con mucha vigilancia cuándo vendría aquello que su Maestro y Dios les habla tantas veces prometido.

Venido el día de Pentecostés, por la mañana, cuando se levantaron a loar a Dios, levantábanse muy contentos, y decían entre sí, y cada uno por sí: -¡Oh, válasme Dios! ¿Qué ha sido esto? Decía uno: -Sin dubda que ha de ir hoy muy al cabo la cosa, no puede ser menos que yo estoy muy de otra manera que estos los días; yo no puedo caber en mí-. Preguntaban unos a otros y decían: -A vos, ¿cómo os va? -¡Hey! No sé qué me he hoy, que, de verdad, yo estoy tan contento que no puedo caber en mí de placer. -Ahora, decían unos a otros, no puede ser sin causa.

Estaban desta manera, sabiendo que había acercado la hora. Cuando no se catan, oyeron un ruido muy grande, que denunciaba que venía Dios; y comenzaron a decir unos a otros: -Sin dubda esta es aquella gran cosa que Nuestro Redemptor nos prometió; esto es sin dubda. De manera que, acabando, de venir aquel ruido vieron encima de sí una cosa a manera de lenguas de fuego. Y mirad, aquel ruido grande que vino, no penséis que era cosa de relámpagos, y truenos y tormenta, ni nada de esas cosas que espantan, sino fue un sonido muy hermoso, que por voluntad divina precedió como pregonero, como mensajero del Espíritu Sancto. De manera que vieron encima de si fuego y lenguas. Los latinos dicen: Aparuerunt eis dispertitae linguae tanquam ignis; empero los griegos dicen, etc.

De manera que, como estuviesen ansí, anda aquella cosa por la sala, y mirábanse unas a otros. Los unos velan cómo los otros tenía cada uno encima de la cabeza [una lengua de fuego] y decían: -Mirad, Pedro, ¿no veis lo que os anda en la cabeza? Pues esperá un poco, decían, que una lengua de fuego os anda esgrimiendo por encima de la cabeza. -Y vos tenéis otra, Andrés; y vos, Juan, otra. Y vos también, ¿no lo veis Reina y Señora, no veis cómo os anda una cosa como lengua sobre la cabeza? ¡Válasme Dios! ¿Y qué es esto?

¿Andaba ansí la cosa desta manera que oís? Sí; y mirad que dice lenguas y fuego, positive, porque cuando Dios da el don, ha de ser perfecto. Cualquiera cosa destas que faltara no fuera lluvia de voluntades. Envióles fuego para que dentro les inflamase las voluntades; aun también para que hiciese a los otros levantarlas. Dioles fuego para que tuviesen hervor dentro de sí porque las cosas que se dicen fría y tibiamente no imprimen ni hacen impresión; pero las cosas que se dicen con hervor y con ánimo, imprimen mucho, hacen grandes efectos, grandísimos. De manera que los Apóstoles tenían necesidades para cumplir el oficio que se les había encomendado, porque poco aprovecha al hombre sentir grandes cosas dentro de sí y no saberlas explicar, ni menos hay cosas con que las explicar. De manera que cualquiera cosa destas que faltara, no fuera lluvia de voluntades. El fuego les dio hervor, avivóles los entendimientos, y les hizo expertas las lenguas, y quitóles la torpeza; y lo uno y lo otro los hizo sabios, los hizo doctos, los hizo de dulcísimo razonamiento, de muy gentil conversación. ¡Oh gran monte de Sinaí, y admirable; pero, por cierto, como una cosa desierta [comparado] con este otro! Grande cosa fue el monte de Sinaí, de verdad; pero en comparación deste sancto monte, es como el Puerto del Pico, como una cosa muy solitaria y desparramada. Grande fue el monte de Sinaí, y admirable, porque en él se dio la Ley por mano de un ángel; empero muy mayor eres tú, monte de Sión, pues que en ti se cumplió lo que en el otro se había figurado. Grande fue aquél, pues que fue figura deste otro; empero éste fue muy mayor donde descendió Dios en figura de lenguas y fuego para perficionar todo lo señalado, en el otro.

Vamos adelante. Y ansí como anduviese la cosa desta manera ansí por la sala, andaba también un aire suavísimo, dulcísimo, que regocijaba a los Apóstoles bienaventurados. No viento, no aire de setentrión o merediano, o austro, o aire ábrego o solano; no era nada desa cosa, sino un frescor muy grande, que recreaba las ánimas y los cuerpos de los discípulos, pues comenzaron a decir: «Ábranse estas puertas, que este grande aire, esta gran gotera, este fuego no i se sufre estar encerrado. Rásguense las paredes, ábranse las ventanas, sálgase este gran don, pues no quiere estar donde se ha manifestado. ¿Cuál Roma, cuál Capitolio, cuál Senado, cuál Atenas, qué muerte, qué cuchillo, qué temor? ¿Qué quiere decir estar encerrados? ¡Fuera, fuera! No haya más miedo de judíos, no haya más miedo de gentiles. Abridnos, pues, que no cabemos en nosotros. Abridnos, abridnos, pues no podemos estar encerrados». -¿Qué es lo que decís, San Pedro? ¿Qué es lo que decís? Decid San Juan. -Que una gotera, que me ha dado en el pecho, no me dexa sosegar, no me dexa estar asentado ni levantado, sino querría reventar por echar lo que tengo acá dentro. Una gotera de voluntades que me hace arder en el amor de Dios, que me hace no temer muerte, que me hace no temer tormento. Ábranse esas puertas, ábranse. Sí, de esa manera pasaba la cosa. ¡Oh gran fuego, gran gotera! Por cierto, fuego que no quemas, que no consumes, fuego que no matas, fuego que das vida, fuego que no sabes qué cosa es muerte, fuego sancto, fuego que sanctificas, fuego que no temes, fuego antes figurado, fuego nunca pensado, fuego nunca imaginado, ¿cómo cabes aquí? Fuego, ¿cómo no rompes paredes y cuanto delante hallas?

Y como andaba desta manera la cosa y aquel ruido tan grande, haciendo ru ru, oyóse en la ciudad la cosa, y como lo oyeron, salen todos corriendo, dando voces: «¿Qué es esto que habemos oído?» Y como sintieron que andaba este ruido en el Cenáculo, fuerónse allá, y vieron cómo pasaba la cosa. Y los Sanctos Apóstoles tomaron, uno un banco, otro una silla, otro encima de una mesa, y, como podían, empezaron a predicar y a decir: «Varones de Israel y todos los que estáis presentes, ¿vosotros no veis que es vanidad todo lo que hacéis? ¿No veis que hay infierno, purgatorio y paraíso? ¿No veis que hay otra vida después desta? ¿No consideráis que tenéis cuerpo y alma?» Predicábanles la verdadera Teulugía. Y ansí todo lo que los sagrados Apóstoles compusieron es de muy gran majestat y auctoridad. Si no, mirad ese Símbolo que hicieron cuando todos se hallaron juntos. Credo in Deum (usque in finem). ¡Cuán gran majestat tiene consigo! ¡Qué boato lleva! Creo en el Espíritu Sancto y en lo que cree la Sancta Madre Iglesia. Y ansí desta manera cada uno de los buenos fieles puede ser teólogo perfecto, aunque no sepa estas cosas ni estas argucias; sabiendo las cosas que tiene la Sancta Madre Iglesia y poniéndolas por obra, es la perfecta Teología. Ésta es la que predicaron los Apóstoles.

Pues andaba así la cosa desta manera; espantábanse los que veían hablar a los Apóstoles y decían: «Estos hombres ¿no son galileos? Éstos ¿no son unos hombres indoctos? Pues ¿cómo oímos cada cual la lengua en la cual nasció? ¿Qué es esto? Esto era mucho de maravillar, de verdad. Que ya se ha visto un hombre endemoniado hablar muchas lenguas; empero esto es de espantar: que, si los Apóstoles hablaban en hebreo, entendían en caldeo los que eran de aquella nasción. ¿Qué es esto? Esto era mucho de maravillar. Mirad, el demonio bien puede hacer que uno hable muchas lenguas; empero no puede hacer que sea entendido en tantas lenguas, hablando en una. Empero Dios hacía en aquel espacio, en aquel medio que su Apóstol hablaba la palabra que, cuando fuese él oído del francés, pensase el francés que hablase en su lengua y lo entendiese; y lo mesmo los demás. Y por esto el glorioso Evangelista San Lucas decía: Nonne omnes isti qui loquuntur galilaei sunt, et quomodo, audivimus unusquisque linguam nostram, in qua nati sumus? Como vieron los judíos esta cosa que pasaba, decían: «Sin dubda están estos beodos; sin falta, ellos se han emborrachado, y andan locos y no saben de sí; andan fuera de tino; esto no, puede ser otra cosa. Mirad, mirad, no aciertan a decir cosa alguna». Comenzaron a burlar dellos. No faltó quien lo oyó, y va de presto a San Pedro: -Señor, esto y esto pasa. -¿Qué dicen? ¿Que estamos beodos y locos? -Así, eso pasa. -Esperad; dexadme, dexadme; no pedrique nadie; no curéis de predicar, dexadme hacer a mí; que vean manifiestamente cómo se engañan, y cómo están ellos locos, bobos, ciegos y necios. Yo voy; dexadme, dexadme.

Pues, como vino el glorioso San Pedro, púsose en un lugar alto donde de todos fuese visto y oído, y comenzó a decir desta manera, según dice el glorioso San Lucas: «Varones de Judea y todos los que moráis en Hierusalem: esto que os quiero decir sea manifiesto, y abrid las orejas a mis palabras. No es como pensáis. Mirad que estos varones están beodos, sí, pero no del vino como vosotros pensáis, sino del vino que no harta, del vino nuevo; pero no de mosto, como vosotros pensáis. Mirad cómo no es tiempo aún de haber bebido. Esto es lo que se dixo por el profeta Joel: Et erit in novissimis diebus, dicit Dominus, et effundam spiritum meum super omnen carnem et prophetabunt filii vestri, etc. Mirad, yo os daré testimonio desto, y no quienquiera, sino vuestro profeta Joel, que dixo y profetizó esta cosa: «Que será en los postrimeros días; yo daré y derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetarán vuestros hijos y hijas, y soñarán sueños». En los postrimeros días, cuando el Testamento fuere cumplido y cuando las cosas del Testamento Viejo sean como sombra en comparación de las del Nuevo Testamento, cuando todas las cosas dichas y profetizadas de Cristo sean cumplidas, entonces yo derramaré de mi espíritu, no solamente sobre vuestros hijos e hijas, pero aun super iuvenes, sobre los niños. Mirad que no tenéis por qué esperar otro Cristo, pues que lo tuvistes en medio de vosotros, aunque no lo cognoscistes. Y mirad, este Jesús, que os digo, resucitado ha de muerte a vida, para dar vida a muchos. Y desto nosotros somos testigos. De manera que puede saber la casa de Israel que no vendrá otro en quien pueda ser salva, porque Dios le hizo Señor a este Cristo, que vosotros crucificastes; a éste, quien vosotros matastes, traidores, bellacos, envidiosos, maliciosos, alborotadores, amadores de lo malo, destruidores de lo bueno, matadores del que vino para salvarnos».

Como oyeron estas cosas y otras muchas que San Pedro dixo, conmovióles el corazón y pesóles del mal que habían hecho. Y dice San Lucas que decían a los otros Apóstoles y a San Pedro: «¿Qué haremos para salvarnos, que grandes cosas son éstas que hemos oído? Mudado nos han de nuestro propósito malo. Quitádonos han de toda incredulidad». Dixeron los Apóstoles: «Que os salgáis de esta generación perversa, y confeséis a Cristo, y os bapticéis y creáis, que nuestro Redemptor vino a librarnos del infierno y nos libró, y vino a darnos victoria de nuestros enemigos y nos la dio; y nos dará la vida eterna, quam mihi et vobis praestare dignetur Jesus Mariae filius. Amen».




ArribaAbajo

- IV -

Sermón para la Dominica primera de Adviento


Aunque la copia, de donde he sacado este sermón, está hecha con los pies, debe utilizarse, porque el sermón lo merece, y no es difícil arreglarlo de modo que se entienda, dejando parte de la salutación, que no tiene arreglo posible. Al frente de la copia se lee:In eadem dominica sermo secundus. Es posible que en el primero se expusiese la materia del Juicio final en la forma que vimos en el prólogo. En este sermón responde Fray Dionisio a esta pregunta: ¿Por qué nos amenaza le Iglesia con el día del Juicio más que con el de la muerte?

Secundum autem duritiam tuam [et impaenitens cor], thesauirizas tibi iram in die irae et revelationis justi judicii dei.


(Paulus ad Rom., II, 5)                


Dos fundamentos son menester entender para el sermón de hoy. El primero, que el amor causa diversos efectos en los apetitos de los hombres, y unas veces tenemos amor y otras temor, pero más capaces somos para tener amor que temor, porque el amor encierra en sí el temor; que el temor es de futuro y el amor es de presente; el amor es de buenas a buenas cosas, el temor de malo a malo. ¿A qué propósito es dicho aquello? Yo os lo diré. Para que sepáis que hay dos caminos para ir a Dios: uno amor y otro temor de Dios... Otro fundamento: que todos los que se atreven a pecar son que se aman demasiadamente a sí mesmos... Tomad a un ladrón, a un usurero, [a] un desuellacaras, [a] un diablo del mundo, a un rufián. Decidle sabores de Dios. Es una grave cosa. ¡Sancta María! Y toda esta dificultad es que se aman a sí mesmos en sus deleites, y cuanto más pecadores, tanto más se aman; mas ansí tanta menos son aptos para oír ni hacer algo de amor de Dios. Porque esta es regla general que, cuando me amo, no amo a Dios, y cuando amo a Dios, no me amo a mí, digo en esta manera de amor demasiado en vicios. De modo que estos tales, pues por el amor no entran (que para esto lo he traído), han de entrar por la puerta del temor, y éste, cuando el pecador no le tiene, perdonad por él, yo le desahucio, como a un esclavo, que tiene perdida la vergüenza, que no se le da nada andar aherrojado, de los cuales dice el Sabio: Impius, cum in profundum malorum venerit, contemnit. Cuando ya el pecador no teme, cuando ya no se le da una castañeta [de nada]; cuando vee que muere hulano y hulano, y vee el mundo cómo se va y cómo todo perece, y no teme, y tiene tanto amor de sí que no es amor, sino enemigo grande; cuando está ya del todo muy avellacado, [no hace caso de nada]. A estos tales despierta la Iglesia, [no con el] Adviento primero que pasó, el cual fue de amor, [sino con] el segundo, que ha de ser de temor... y, como digo, el primero [fue] de grandísimo amor, que una de las mayores cosas en que Dios mostró sus misericordias con nosotros fue en la venida al mundo a tomar nuestra carne. Fue una cosa grande, grande, grande. [El] segundo ha de ser, no a holgar, no a deleitar, no a ablandar, sino a juicio y a examinarnos, a sentenciarnos y a exesperarnos. Y esta significación de este adviento tan horribilísimo es muy gran medio para estos tales, para entrar por aquí a amar, pues están más aptos para entrar por el temor de la pena que por el temor de la culpa, como tengo dicho. Y pues somos pecadores y no entramos por la puerta principal del amor, sino por el arrabal del temor, supliquemos a Dios que nos abra esta puerta, y que a mí me abra mi entendimiento y mi lengua y a vosotros vuestras orejas, y por más le obligar, pongámosle delante a la singular puerta Reina del cielo, Virgen siempre María, pidiéndoselo con mucho hervor y humildad, diciendo: Ave María.

Secundum autem duritiam tuam, etc.


Esta cláusula, que tomo por fundamento, es de la muy solemnísima epístola de San Pablo, que escribió a la iglesia de los Romanos. Su romance, en buenas palabras, es éste: «Quieres hacer ira en conserva para la ira que ha de venir. «¡Oh Sancta María!, que aun muchas veces pienso y aun se me sube la cólera de ver nuestra abominación: cuánto estamos todos puestos en nuestro querer, cuánto no querríamos sino nuestra voluntad y cuán dificultoso se nos hace lo que es contrario a nuestros apetitos y pecados. Si pecaste, pésete y conviértete. Pero ¡que perseveres y dures en el mal, y que no te vuelvas a Dios! ¡Que, siquiera que no temas, que no se te dé, por todo cuanto vees, y sabes, y oyes, nada! ¡Que no te baste lo que hiciste, sino que allegues ira para la ira de Dios!

Es menester declarar ahora este tema para entender la negociación. Desta manera dice: Thesaurizas, que es vocablo griego, que quiera decir atesorar, allegando muchos pocos, para tener un montón, como decimos del avariento que [a] llega [muchos] pocos para tener un mucho. Ansí que allegas, que acumulas, que atesoras ira para el día de la ira del Señor. ¡Y qué día!; para aquel día, como quien no dice nada, Dies illa, dies irae, calamitatis et miseriae, dies illa horrenda et amara valde. Será día horrible. Día de espanto, de ira, le llama el Apóstol en estas palabras. Que no habrá entonces misericordia, no: que el día de hoy no hay justicia, ¡oh gran Dios!, que no traiga consigo misericordia; pero aquel día [será] todo de ira, todo de justicia, todo de espanto, todo de horribilidad.

Llámase también día de manifestación, y esto se declara más en lo griego, en lo cual quiere decir apariciones y manifestaciones: que en aquel día se sabrá todo cuanto hicistes y pensastes y hablastes, y será gran confusión de los malos. Que es tanto el amor enemigo que tiene de sí el pecador que, si supiese que habían de pregonar luego en la plaza lo que hizo, escogería más morir que pecar, o sería algún necio atrevido el que quisiese pecar, sabiendo que luego se había de descubrir. Mas decidme, ¿qué será aquel día donde todo será manifestado, que no falte nada, jota ni punto?

También le llama el Apóstol día de juicio, día de pleito. Que allí no podéis trampear, ni mentir ni tractar testimonios falsos ni engaños, porque esto es muy a pospelo de Dios, juez justísimo y verísimo, Judex justus, fortis et patiens, que tanto cuanto paciente es agora, entonces será tanto más fuerte. De manera que el pleito ha de ser sin engaño y delante de este juez. Allí saldrán a pleito todos los hipócritas, todos los disimulados, todos los solapados, todos los fingidos, no con mentira y falsedad, sino muy a la clara, conocidos de todos por tales y por perros fictos. Pues dime, dime, dime, dice el Apóstol, ¿parécete bien que allegues tú ira para aquel día, y allegues ira para tal ira?

Agora, daca, entremos en el negocio. Diréis: Padre, ese juicio ¿cuándo decís que ha de ser? Ha tanto tiempo que se pregona en el mundo... Hallamos cuántos y cuán muchos le temieron, y que es posible que sea de aquí a cincuenta años, pues que ha tanto que se suena, y nunca ha sido; y puede ser otro tanto. Mas parécenos que es ese día muy tarde (Dic, si vis, del soldado que se llevó el medio pan de los franciscos) y muy lexos está, y sería mejor, porque más temiésemos, que nos espantasen con la muerte, que es muy cerca, y la vemos con nuestros ojos, que nos lleva allá con ella. Y pues que el ánima, [desde] el instante que sale del cuerpo, va juzgada, y donde fuere en la muerte, al cielo o al infierno, allí ha de estar en el día del juicio y así se quedará, salvo que entonces, como será la pena con el cuerpo y alma, será la pena a nuestro parecer más recia y más de otro arte que la de antes del día del juicio. Pues luego, parécenos que hay más causa para amenazarnos y atemorizarnos con el día de la muerte que no con el día del juicio.

Digo que no son estas amenazas a deshora en la Iglesia. Y no hallaréis que se haga grande amenaza por boca de Dios o de profeta o de algún otro sancto más continua que ésta del juicio, como lo veis en el sacro evangelio de hoy y en otros cabos: ca muchas veces y más con las amenazas deste día que [con] las de la muerte [nos ponen temor]. Pues luego, ¿qué esperanza secreta es ésta del juicio que hay en este día?

Agora lo que yo he podido pensar sobre esto es, y creo que no me engaño. Por caridad que me prestéis atención. Lo primero [por] que el hombre no es amenazado con la muerte así como con el juicio es porque no muere del todo con esta muerte: que vive en la fama, y en los títulos y en los hijos, que esto, aunque él muere, vive, y aun no está sentenciado. Y así veréis con cuánto apetito desean los hombres fama y alcanzar hijos, porque son otra segunda vida, y en ellos vive el padre, y éstos no mueren acá. Notad esto que digo que, aunque la fama vive acá y hay muchos que viven acá en la fama, que no viven allá, sino mueren, hay otros muchos que tienen ahora la fama muerta, teniéndola allá viva. ¿Queréislo ver? Tomad los mártires que moran difamados acerca de esos Decios y Maximianos y de esos Nerones, de esos Dioclecianos, de esos demonios, tanto que por maldición decían unos a otros: «Véngate lo que vino a Lorenzo», «Acontézcate lo que acontesció a Bartolomé, y a hulano y a hulano». Pero en esto ya vemos cuánta y [cuán] gran[de] fama tienen allá, aunque acá entonces no la tuvieron, sino de algunos poquitos cristianos.

Amenázannos con aquel día, que es día de manifestación, y no con la muerte, porque entonces se sabrá la verdad de todo lo que acá no se sabe, porque será día de manifestación, lo cual será gran tormento a los malos, que puede ser que uno tenga por mala una mujer, y ella ser buena; y ella a su marido por malo, y ser bueno. Pero allá sabrá la mujer quién era su marido de verdad, y él qué tal era su mujer. También vemos otros que viven en esta vida en sepulcros, en coplas en [memorias] de hechos magníficos, que quizá, según yo pienso, son allá muertos, y han de estar en pleito, dando cuenta de lo que gastaron en los epitafios sin necesidad o provecho alguno, en los títulos, en los versos, en los retablos, en los arcos, en los mármoles. Aquí yace hulano [de] tal, etc. Y creo que los que en esto piensan y acaban sus vidas, que su salvación es dubdosa. Y cuando yo veo todos estos escriptos, acuerdome de aquello: Mortuus est dives et sepultus est in inferno. Según el griego, tiene, una conjunción que dice: Mortuus est dives et sepultus est; y luego dice: et in inferno cum esset in tormentis, etc., porque el cuerpo acá quedó con los títulos y retítulos. Y dice: et sepultus est. Pero, aunque fue sepultado y [vivía] en el sepulcro de mármol; pero allá en el infierno clamaba y decía, etc.

Veis ahora aquí por qué no nos amenazan con la muerte como con el día del juicio, porque, aunque morimos, vivimos, en la fama y hijos, como tengo dicho; pero en aquel día no habrá títulos, ni vilancitos; no habrá memorias, como acá.

Pero diréisme aún: No quedamos satisfechos, porque todo eso de la fama que decís es accidental. Lo que hace al caso es la sentencia, y ésta decís que se da cuando el ánima sale del cuerpo. Luego más parece que nos había de amenazar la Iglesia con este día [que] no con el [del] juicio, pues que la sentencia de ahora y de entonces ha de ser toda una, y a nuestro parecer este día de la muerte, es mucho más cercano que el día del juicio, y puede ser de aquí a un año, y un mes, y una semana, y de aquí a mañana, y de aquí a una hora, y de aquí a un credo, y luego.

Digo, para esto, que es verdad que el ánima, luego en expirando, es juzgada, y donde fuere entonces, allí parecerá en aquel horrible día; y también digo que será entonces la muerte de verdad, como también dixe, y enteramente; que no habrá lugar de cantilenas ni de nada, porque acá quedan las orejas, que la muerte es universal a todos los actos sensuales; que es un no ver, no oler, no gustar, un no oír, no hablar, no palpar, no hacer [uso] de los ojos, de la boca, de las narices, de las manos, de los pies, de la lengua y de otros movimientos; pero en aquel día digo que será la muerte entera en el cuerpo y ánima, todo junto, que la muerte de agora media es, y por eso nos amenaza Cristo y toda su Iglesia con aquel día y no con la muerte. Porque, mirá, la sentencia que se diere en la muerte, no la sentimos, a nuestro parecer, como cuando hablamos del juicio, aunque es toda una mesma; que como imaginamos acá la pena de allá y que entonces este mismo cuerpo penará allá cuando esté junto [con] el ánima, de aquí cognoscemos cuánto más será la pena de aquella sentencia de aquel día que la de la muerte; y agora aquesto es, a nuestro parecer, porque aquel fuego todo será uno, y tanto nos atormentará después que muramos como aquel día; pero en decir también que los cuerpos penarán entonces, casi parece que ya nos duele aquel ay de aquel día, aunque difiere aquel fuego, que es el mayor tormento que allá hay, del de acá, como el pintado del verdadero. Habéis agora visto por qué somos más amenazados con aquel día que con el de la muerte, que es porque entonces será la muerte entera, que ahora queda acá el cuerpo, media es. Y mirad cuán gran cosa sea aquella muerte, pues que ésta que es media nos parece cosa tan grande y difícil y penosa.

Agora sepamos qué es la pena que allí hay para los malos, para que sepamos qué cosa es y qué es lo que pasa, y hallarás que la mayor y más continua pena es allá el fuego, y deste dice Santo Tomás que es fuego que da fatiga, que da pena, que da congoxa, que es obscuro, que es fuego que hiede; pero ni hay narices para oler en aquel mal olor hasta el día del juicio, porque acá se quedaron en la tierra; no se vee, por cuanto no hay ojos; ni se palpa, porque se quedaron acá las manos. Mas ¿qué será en aquel día, cuando hieda, y haya narices para oler, y ojos para veer, y manos para palpar? De modo que este es el fuego que hay allá y habrá entonces, que da una afección, una tristeza, un atamiento, un no sé qué. Y añadese otro, allende de lo que aquí dice Santo Tomás, que este fuego da un atamiento al ánima no sé de qué arte, y esto es un gran tormento; que se vee el espíritu libre, salido de las carnes del cuerpo, y veese allí atado al fuego, pensando en ello y por ello, y acordándose dello, y que con toda su libertad no puede salir de aquel fuego, ahí atado: es muy grandísimo tormento, y serlo ha muy más grande, cuando tenga allá el espíritu a su cuerpo, y entrambos penen y padezcan aquel fuego miserable, y cada uno sentirá según la cualidad y complexión de su cuerpo. Que vemos acá que muchas cosas le son difíciles a un hijo de un rey, criado en deleites desde su niñez, que no son a un hijo de un labrador; y muchas a un hijo de un labrador que no son a un hijo de un rey. Y cada uno destos sentirá aquel fuego según su natural complexión y según la determinación de Dios. También, principalmente, porque aquel fuego es discreto, no en sí, sino en cuanto es instrumento de Dios y gobernado por Dios. Y están en aquel fuego tantos, y el fuego es uno, y no da a todos igual pena; y el que está por un pecado dirá ay quedito, y el que está por tres ay recio, y el que por ocho ay más recio, y el que por mil ay muy más recio; que tiene Dios situada la pena por su divina providencia según la culpa de cada uno. Pues como el fuego de la cocina queme y sea de otro arte, y mi calor natural de otro arte; y el fuego de la cocina cueza una ave y no más, y no la vuelve otra cosa; que, si gallina le dais, gallina os vuelve; y si perdiz, perdiz os vuelve, salvo que os la vuelve caliente, seca, cocida o asada; mas la misma cosa es la que os da que la que le distes; y mi calor, de aquella gallina hace ojos grandes, y boca y manos grandes, y cuerpo grande, y que haga brazos grandes. Este fuego de agora será el de entonces [y como las almas de los condenados] esperan [unirse con sus] cuerpos [y saben] que en ellos tendrán otra arte de sentimiento, y [serán atormentados] de otra nueva arte, digo que por esto temen agora los dañados el día del juicio cuándo será, más que nosotros el día de la muerte; y de aquí veréis que les dirá Dios en aquel día: Ite, maledicti, in ignem aeternum. Y dirán ellos: ¡Cómo, Señor!, ¿no venimos deste fuego? ¿Cómo nos enviáis a él otra vez? -Sí, porque agora habéis de sentir este fuego, no como hasta aquí, sino también en vuestros cuerpos, y por eso venís de fuego, ite, y volué a él. Ite, maledicti, in ignem aeternum.

¿Qué os parece? ¿Habéis visto la cosa cómo ha pasado? Mas diréisme: «Bien, que todo eso es verdad; pero es muy lexos ese día, que puede ser que no sea a cient cuentos de años, y la muerte es cada día. Luego más nos debría espantar la Iglesia con el día de la muerte que no con el día del juicio». Y para esto, notad que Sant Juan vido muchas ánimas que pedían sus cuerpos y se quexaban que no los tenían juntamente con sus ánimas, a los cuales respondieron: Expectate modicum donec impleatur numerus fratruum vestrorum. Esperad un poco hasta que se cumpla el número de los escogidos, porque, a la verdad, poco es lo que hay de aquí al día del juicio; pero porque [ahora las almas están unidas] con los cuerpos y son medidas segund el tiempo y discurso del cielo, y según esto, parécenos a nosotros que hay mucho de aquí al día del juicio; pero cuando el ánima ha salido de la carne, no es medida por el tiempo y discurso del cielo, como cuando estaba unida al cuerpo. ¿Y qué [son] mil años? Quid cum aeternitate? Porque se mide el ánima sola por eternidad de tiempo, y según esto no es mucho lo que esperan las ánimas hasta el día del juicio. Entended a bien esto que digo que a las ánimas solas sin los cuerpos no les es tarde ni temprano [como] a nosotros. Y en verdad, si se esperase el juicio en carne parecería haber mucho; pero sin carne no es nada, salvo que nos parece a nosotros mucho. Verbigratia: así como [a] uno que duerme doce horas le parece que no ha sido nada, y después una hora de trabajo le parece que ha sido largo tiempo, o una hora que le están azotando le parece largo tiempo, mil años. De manera que, aunque a nosotros, que somos medidos por el tiempo, nos parece que este día es lexos, en realidad de verdad cerca es, y dígoos que es más breve desde que morimos hasta el juicio que desde que acá nascemos hasta que morimos. Por eso pará mientes que no es lexos, no, sino que aunque durmamos, como somos medidos por las influencias del cielo material, parece a nuestro pensar y imaginar que es tarde y largo este día. Y lo que a nosotros nos parece que es mucho, a las ánimas apartadas es módico, porque ya no fantasean, ni imaginan, ni exercitan los actos sensitivos, que todo aquello, que con el cuerpo se causa y hace, acá queda, y aun perece con el cuerpo hasta que sea resucitado al juicio, que será un mismo cuerpo, uno.

Veis [la causa por que la Iglesia nos pone hoy delante la memoria de este juicio]. Éste, éste será el día horrible, el día horrendísimo, éste será el día de ira y de manifestación y de pleito y de juicio. Éste es el día de castigo y de venganza y de definitiva sentencia. Éste es el día espantosísimo, día temerosísimo. Y este día, cuando el pecador no le teme, desesperad de su salvación, de lo cual es muy gran señal éste. Dice San Pablo en el tema: «Tesorizas ira para la ira de aquel día». Pues temamos todos, no como esclavos, que hijos somos, y salgamos de aquestos cuerpos, deste mezquino mundo, a poseer la caridad prometida, a ser hijos verdaderos mediante la gracia, ad quam nos porducat Jesus Mariae Filius. Amen.




ArribaAbajo

- V -

Loci communes F. Dionisii Augustiniani quibus sunt addita et subtracta nonnulla a flores eiusdem ordinis, quae significant litterae subiectae. D. et F., etc.


DEUS

D. pro Trinitate

¡Dios, valme! ¡Dios, valme!, solemos decir cuando estamos en algún peligro. ¿Quién entrará a navegar este mar sin suelo? ¡Dios, valme! Qué alegría es tener un Dios tan grande y tan bueno como tenemos. ¡Cuántas veces estáis discontento, que no halláis cosa que os contente y os harte! Pues si algún hombre hubiere que deseare hartar su ánima, sepa que hay cosa que le puede hartar, y, después de él harto, queda Dios entero.

¿Quién hablará de Dios? Soli Deo credendum est de se, dice Cipriano. Sólo Dios puede hablar de Dios, y a sólo Dios se ha de creer lo que dixere de sí, porque Él sólo se conosce. ¿Quién hablará de Dios? Esaías dice que vio un Señor asentado super solium. Si queréis que hablemos del cuerpo, de cómo crió el cielo y la tierra y todas las criaturas, bien podemos; pero de la cara y de los pies, del principio y fin, buscá quien hable. De la faz de Dios, de quién es Dios, ¿quién hablará?

¡Dios, valme! Hemos de hablar de Dios con reverencia. De Deo, et vera dicere, periculosum, dice el mismo Cipriano. Aunque uno hable de Dios, ha de estar temblando, y es tan grande que, aunque Él os regale, siempre le habéis de reverenciar, cognosciendo vuestra baxeza. Y así, cuando le hubiéredes servido, habéis de decir: «Siervo soy sin provecho».

Señor, pues queréis que hablemos de vos, o habéis de suplir nuestras faltas, o habéis de mandar que no hablemos. Así lo digo a Dios cuando digo misa: «Señor, o habéis de suplir mis defectos, o no vengáis a nosotros; y pues vos lo quisistes, vos lo sufrid. Si queréis ser servido con corazones limpios y manos limpias, no vengáis acá, que no las tenemos. Y pues vos queréis venir, habéis de sufrirnos nuestras faltas». Con esa condición vino Dios; así nos quiere Señor, ¿qué has? Si me paresce que [no] son acabados los pañales y heno en que te envolvieron! ¡Qué cosa es ver a Dios en un pobre pesebre, envuelto en unos pañales! Pues, hermano, eso es hablar un hombre de Dios: envolver en nuestras palabras a Aquel en cuyo acatamiento tiemblan los ángeles, [a] Aquel en cuya comparación todo 1o que es, no es. ¿Qué remedio? ¡Dios, valme!

Aquel inmenso Dios, que no tiene tasa, se tasó y humanó en una donzella; Dios inmenso se tasó por una donzella. Por amor della hará agora que podamos hablar dél, etc.

En los días de los sanctos solemos predicar de los sanctos. Fulano sancto nasció en tal día y tierra; de qué padres; y si primero fue pecador, también lo decimos. ¿Quién es el sancto de hoy? ¿Cuándo nasció? ¿De qué padre y madre? ¿Cuántos años ha que nasció? ¿De qué tierra es? Ecce Deus magnus vincens suam misericordiam. Bien es que tratemos un ratillo de lo que siempre habemos de hacer en el cielo. Para eso nascimos, para emplearnos en Dios. Hablemos un poquito de Dios.

¿Cómo se llama este Sancto? Dios. ¿Cuántos años ha? No tiene años, es eterno, sin principio ni fin. No fue chiquito cuando nasció, porque no se muda cuanto es un cabello; que, si pudiese mudarse, no sería Dios. Es tan rico, que no puede crescer; tan fuerte, que nadie lo puede vencer; lo que tiene, eso es Él. ¿Quién es ese Sancto? Razonable cosa me preguntáis. Quod est nomen eius? et quod est nomen filii eius, si nosti? ¿Quien pondrá nombre a una cosa, si no la cognosce? ¿Quién pondrá nombre a Dios? ¿Quién cognosce a Dios? ¿Quién es Dios? Preguntaldo a las pajaritas, preguntaldo al mar; quizá os lo dirán. ¿No os acaesce ir por ese campo y oír a un pajarito cantar? No le preguntéis: «Pajarito, ¿sabes algo de mi Dios?», pues todas las criaturas cantan y dicen quién es Dios. ¿Pensáis que solos los frailes, monjas y clérigos le cantan? Preguntad a un paxarito: ¿Quién es Dios? Dirá: Todo cuanto tengo me dio Dios: el ser, la vida, el cantar. Pues ¿cómo daría Dios lo que no tuviese? ¿Luego sabe Dios cantar? ¡Oh cantar de la bienaventuranza! La flor os dirá que es hermoso, que huele bien. El manjar os dirá que tiene sabor; el agua, que es fresco; el cielo, que es ancho, el sol, que es luz. Todas las cosas son lenguas que alaban su poder, su saber; todas las criaturas son hachas encendidas que nos muestran a Dios; mas ¡ay de aquel que se queda a escuras!




ArribaAbajo

- VI -

Adventus Domini in carne, sive Christi Nativitas


La solemnidad y grandeza de una fiesta se puede bien echar de ver por su vigilia. Que si fuere la vigilia grande, de fuerza lo será más la fiesta. Por eso la natividad del Baptista [fue] tan principal y solemne porque su vigilia lo demostró. (Dic las cosas que previnieron a su nacimiento: cómo lo anunció a sus padres el ángel y le puso nombre. Todo esto era señal de su grandeza y excelencia. Lo mismo de la Virgen gloriosa). Y éstas [la natividad del Bautista y la de la Virgen] tanto cuanto tenían de vecindad con la de Cristo, tanto se le parescían, y por eso [fueron] tan solemnes. Y así, conforme a esto, sacaréis la grandeza de la fiesta que esperamos, pues que tan larga vigilia ha tenido tanto aviso, tanta preparación. Por aquí entenderéis los grandes y soberanos misterios que en la Natividad del Redemptor se celebraron, pues sus vísperas son tan largas. Por esto verá el cristiano cuán de espacio se ha de apercibir para bien festejarla, pues también esto nos representa la Iglesia nuestra Madre: el largo aparejo de los sanctos padres y su larga esperanza, aquel vocear y llamar a su socorro al Señor, que los había de redimir, por tantos años, que paresce cosa espantosa y que muncho admira ver la instancia de este socorro, el espacio de Dios en venir, y, junto con esto, los clamores y ansias de los hombres por este remedio, y Dios sordo al parecer. Paresce que había encomendado este negocio a un pesado y largo sueño, que así le paresció a David cuando dixo: Excitavus est tanquam dormiens Dominus, tanquam potens crapulatus a vino. Paresce, Señor, que cenastes muy bien y os olvidastes durmiendo tantos mil años.

Cognoscido teníamos, empero de su misericordia que la causa de esta tardanza no fue olvido, pues Él dice: «Primero se olvidará la madre de su unigénito hijo, que él de su pueblo». Tampoco fue falta de voluntad y amor, que éste no faltó. Charitate perpetua dilexi te, ideo attraxi te miserans. Amor perpetuo, que no se cansó ni jamás hubo en él quiebra. Ni tampoco fue falta de misericordia, que ésta siempre la experimentó el hombre más que su justicia. Misericordia eius super omnia opera eius. Pues no fue falta de su sabiduría, ni de su poder ni fuerzas, porque, aunque más malicia hubiera en los hombres; aunque de propósito se juntaran, armándose contra Dios de todas las armas del infierno; aunque todo el mundo fuera peor que Sodoma y Gomorra, no era bastante [a] apocar su misericordia infinita, ni enflaquescer su poder, ni escurescer su sabiduría. Porque sapientiam non vincit malitia. No hay malicia tan fuerte que venza su sabiduría ni le quite las fuerzas, porque attingit a fine usque ad finem fortiter et disponit omnia suaviter. Puede tomar el mundo por el oriente y occidente y hacerlo dos pedazos, y puede juntar los dos tan distantes extremos. Siempre pudo hacer aquella grandeza de sola su omnipotencia, que fue juntar aquellas dos naturalezas, hombre y Dios. Pues si de parte de Dios ninguna falta hubo, y siempre fue el mismo sin mudanza, sumamente misericordioso y poderoso, y es verdad que es parte del beneficio acelerarlo y dar de buena gana presto, porque dicen que bis dat qui cito dat, paresce que la presteza dobla la merced, ¿para qué tanto recatear con los hombres su salud? ¿Para qué la vendió tan cara? ¿Para qué la hizo tan dificultosa? Pues a Él era tan fácil y siempre su sabiduría salió con victoria de nuestra malicia y siempre pudo juntar aquellas dos naturalezas tan distantes, ¿por qué no luego? No caresce de misterio. Porque ese Señor tan sabio y tan fuerte disponit omnia suaviter.

En la dispusición de las cosas que crió hace muy conforme a la condición dellas. Nada hace contra su naturaleza ni apetito, sino todo a pelo y al amor de el agua. Dios crió al hombre señor de sus obras. No quiere hacer fuerza a la voluntad de el hombre, por no hacer contra la naturaleza de su voluntad, que es ser libre. Por eso no le hace fuerza, para que reciba el remedio y la salud, sino esfuérzalo para que atine a desearlo, ut Augustinus habet. Qui fecit te sine te, etc. No os dará salud sin vos. Y aunque el linaje de los hombres es verdad que no podía merescer esta venida y tan soberana merced, ni tuvo atención a mis gritos ni buenas obras de nadie, cuando lo hizo, sino sólo a su voluntad, por quien Él era y por su gran misericordia; non ex operibus justiae, quae fecimus nos, sed secundum suam misericordiam salvos nos fecit: con todo eso, aunque el hombre no podía merescer su remedio, mas por guardarle Dios aquel previlegio que le dio del libre albedrío, no quiere sanar al hombre sin que él quiera. Que ya que no merescía su remedio, siquiera lo quiera y que lo sepa desear y pedir. Y que ya que no tenía el mundo obras que poner delante de Dios para obligarle de justicia, a lo menos, que se disponga con ansias y suspiros y deseos de su remedio y para recibir su misericordia. Y para que estos deseos y voluntad fuesen con la priesa que debían, era menester que primero el hombre echase de ver la necesidad que tenía de valedor después de haber venido a cognoscimiento de su miseria. Mas la voluntad del hombre estaba impedida para de este modo querer esta merced, porque su pecado era soberbia y ufanía y amor de sí mesmo. Como pensó el hombre que él solo bastaba para sí, no podía desear remedio de Dios. Habíase alzado el hombre con el saber, pensó que era bastantemente sabio para saberse remediar, ¿cómo había de desear otra salud? Pues para que el hombre cayese en la cuenta de lo poco que podía, era menester que se desentonase su poco a poco conforme a su condición y que por la experiencia alcanzase el cognoscimiento de sí mismo. Dexale Dios sin favor de ley escripta hasta el tiempo de Abraham, con el cual tiempo alcanzó larga experiencia de lo poco que podía sin Dios, por las grandes abominaciones de pecados, idolatrías y errores, ignorancias groserísimas en que cayó el hombre con su saber. Dicentes se esse sapientes stulti facti sunt et mutaverunt gloriam. Y conforme a esto eran los deseos que tenían. Tradidit illos Deus in desiderium cordis eorum, y dexólos. ¿Y qué deseaban? Que Dios no tuviese cuidado dellos, que los dexase en su baxo saber. Dixerunt Deo: Discede a nobis; scientiam viarum, tuarum volumus; bastanos nuestra sciencia natural. No estaba bien cognoscido el mundo, no estaba dispuesto para recibir la merced; era menester que hubiese algunos buenos hombres libres de esta ignorancia, con cuyos deseos se conformase Dios. Y para esto dioles ley escripta, en la cual cognosciesen la miseria del pecado en que estaban. Sanct Pedro: Per legem enim cognitio peccati. Después que con el pedagogo y ayo de la ley cayeron los hombres en la cuenta de su poquedad y que todo lo que podían y sabían sin Dios era errar y pecar y idolatrar, vinieron a cognoscer por la experiencia de su miseria la falta que tenían de favor y que tenían necesidad de valedor y salvador, y así atinaron a pedir el bien y desearlo con grandes ansias viendo que nada podían. Da voces David: Excita, Domine, potentiam tuam et veni. Ya sabemos que no basta nuestro poder. Visto lo poco que sabían para escapar del infierno, decía: Usquequo, Domine, avertis faciem? Y crescieron tanto los deseos del Mesías, cuanto cresce la experiencia de su miseria. Y así, como gente muy necesitada, daban voces al cielo; pedían a las nubes, apercebían a la tierra: Rorate caeli desuper et nubes pluant justum. Cielo, enviad vuestro rocío sobre el vellocino de Gedeón. Nubes pardas y frescas, acabad ya de llover al Justo. Oh tierra virginal, doncella sanctísinia dadnos ya al Salvador. Vinieron estos deseos a tanta fineza y puridad, a ser tan tiernos y delicados, que los representaban como deseos de esposa a su esposo, que muncho ama. Quis det te infantem meum. Quién me diese, hermano mío [que fueses como un niño que está mamando], a los pechos de mi madre, para que te hallase ya solo y afuera del secreto de la recámara de la Trinidad, porque aunque toda la Trinidad ha de entender en ello, porque todas las obras ad extra, las que son fuera de la Trinidad, son comunes a todas tres personas; pero la esposa pide a Él solo, que Él solo sea término de la asumpción y unión de la naturaleza humana, Él solo suposite y de ser personal a aquella humanidad; Él solo sea Dios y hombre, y no el Padre ni el Spíritu Sancto, sino el Hijo.

Veis aquí por qué se detuvo Dios tanto para solicitar el corazón del hombre y granjear dél buenos deseos de su salud. No es la misericordia de Dios la que se detuvo, no es Dios el que vino despacio, sino el hombre con sus deseos se tardó. Estimó Dios en tanto el deseo del hombre, que, aunque no podía ser merescedor de su venida, se quiso conformar tanto con su voluntad, que, en venir, se dio la priesa que el hombre [se] dio en desearlo. Quiso que sus deseos fuesen como litera en que había de venir; que, si desease a priesa, así vendría, si despacio, despacio. En fin, que la tardanza que hizo, fue dar priesa a los hombres que lo deseasen. Los cinco mil años que se detuvo fue andar con su misericordia innumerables leguas, negociando el deseo y voluntad de los hombres. Y aquel «ya voy» espacioso de Dios era un reclamo con que Dios pedía voluntad y deseo a los hombres. Y así, cuando muy deseosos estaban los hombres dando voces a Dios que viniese, dice el Señor al profeta que les diga: Si moran fecerit, expecta eum, quia veniens veniet et non tardabit. Si se tardare, espérale. Y aun por eso se tarda, porque le esperes y desees, y como tú lo esperas con poca intensión y priesa, así veniens veniet, a ese paso viene Él, poco a poco, hasta que sea bien deseado, porque de los deseos de los hombres le ha de dar su misericordia nombre. Así se llama Expectatio gentium, Desideratus cunctis gentibus, el Deseado de todos, el que pidieron y desearon los hombres, el que negoció con los hombres que lo deseasen para cumplir su deseo, y así quiso ser recibido de su esposa. Totus desiderabilis factus. Agrádale muncho a Dios un buen deseo, etc.




ArribaAbajo

- VII -

Assumptio Mariae Virginis


La Virgen siempre fue sancta, pero también lastimada con trabajos en esta vida; y si miráis a sus fiestas, veréis en ellas su sanctidad y algún trabajo de que compadesceros. Sancta fue su Concepción; mas cosa fue de compasión entrar en este mundo y andar en la estrechura del vientre. Sancto fue su nascimiento; mas llorando nasció, como las otras niñas. Y en todas las fiestas siempre hallaréis algo de que compadeceros della. Mas esta fiesta es de otra nueva manera, porque, así como en su vida se juntaron con ella trabajos con sanctidad, y siendo la más sancta fue la más trabajada, así hoy la que es sancta, como siempre lo fue, está del todo ajena de trabajos.

Optimam partem elegit. Mirum est que, siendo tan gran cosa la Virgen que lo que se dixere de ella sea digno della, es hoy aquí alabada por la boca de el Señor, «que eligió lo mejor». Paresce que esto es cosa tan común que no hay quien otra cosa haga. Quien puede alcanzar riqueza, no escoge pobreza; quien salud, etc. Otra cosa debe ser de la que alaba Cristo a su Madre de que tuvo tanto saber y bondad que escogió la mejor parte; otra cosa debe ser la que se llama mejor; que no sin causa dixo el Señor aquellas palabras que son condemnación de los errores del mundo, que lo que es alto delante los hombres, es abominación ante Dios. Dixo Dios esto, ideo bone.

Pero gran temor tengo que hay mucha gente que no la cree con aquella firmeza. ¡Oh miserables mundanos, incrédulos! No sólo las palabras de Dios, mas a sus obras, y no cualesquiera, mas a las muy trabajosas y costosas a Él, para que por ellas entendiésemos que doctrina que a Él tanto cuesta no la dice de burla, sino que quiere que sea creída y obrada, etc.

Decidnos, Señor: cuando venistes del cielo a la tierra para enseñarnos, ¿escogistes por ventura la mejor cosa, el mejor vestido, las honras y descansos y lo demás que el mundo llama mejor? Por cierto, hermanos, si lo que el mundo llama mejor y lo que él elige es lo mejor, Jesucristo se engañó y eligió lo peor, y Él es cierto que no puede ser engañado. El mundo mire lo que hace y cómo siente las casas, y entienda que Dios no puede errar. Y pues escogió la pobreza y trabajos, aquella es lo mejor, y lo contrario, por muncho que el mundo lo elija y lo precie, es lo peor. Y como la Sagrada Virgen fuese enseñada por el Espíritu de su Hijo, aun antes que Él encarnase, no erró en que eligió la verdad de Dios y no la mentira del mundo. Ya sabéis que, pudiendo ser rica, se hizo pobre, y teniendo derecho para nunca pasar trabajos, pues nunca tuvo pecado, fue la más exercitada en ellos que ninguna criatura, por pecadora que fuese. Y si preguntáredes cómo tuvo corazón para escoger pobreza y sacrificar a Dios los placeres que el mundo tiene por dioses dignos, fue tanto el cognoscimiento y amor que a Dios tuvo, tanta la estima con que le apreció que, por alcanzarlo y alcanzar mucho dél, no sólo no deseaba las cosas terrenas, mas ni aun las tomara, aunque se las dieran, teniendo por cierto que cuanto más dexaba por Dios, tanto más ternía dél. Y por eso tenía, muy mejor que San Pablo, las cosas por estiércol, porque Dios fuese precioso en sus ojos. Y no tenga nadie por agravio que se llamen estiércol los bienes deste mundo, pues que él no fue criado para hombres, sino para casa de bestias, y el tal lugar establo se llama, y lo que en él hay estiércol es. ¡Oh gente abatida, ratera y de pequeño corazón! ¿Con que andáis desvelados, aperreados y muertos por henchir vuestras arcas y senos de vilísimo estiércol, y no os enamoráis de los bienes eternos, que son mayores que vuestro deseo puede comprehender? Virgen, para siempre bendita, nunca cupo en vos pequeñeza de corazón, porque aun el mismo pretender de ser Virgen es grandeza de corazón, pues es acocear y tener debaxo de los pies el fuerte enemigo, que es nuestra carne, de la cual munchos chicos y grandes son miserablemente vencidos. Grande empresa fue ésta, y la primera mujer que la emprendió fue la Madre de Dios. Ideo dicitur Virgo virginum. Y como la emprendió con grandeza de corazón, así la guardó y salió con la victoria.

Mas no paró [en] esto su magnanimidad, pues no sólo la tuvo en despreciar la carne y todo el mundo (y si os dixera todo el cielo, no mentiré) y puso sus ojos en eligir la mejor parte de todas, ut dicit evangelium, la cual es Dios, bien sobre todos los bienes juntos, entero y cumplido bien, tal bien que, en comparación suya, la sanctidad de los sanctos no es sanctidad, la luz es tinieblas, y todos los bienes juntos son nada en comparación de aquel sumo bien. Aquí, aquí, hombres, poned vuestros ojos para enamoraros de tal hermosura; aquí vuestro corazón; aprended en esta sagrada mujer, la cual fue tan enseñada que eligió la mejor parte de todas y se dio tan buena maña que la alcanzó y la poseerá para siempre sin que le sea quitada. Todo lo cual vio David en espíritu en alabanza de esta Señora. Quid mihi est in caelo, et a te quid volo super terram, usque ad illud pars mea Dominus. ¡Oh amor leal! ¡Oh lealtad amorosa, empleada en aquel que, por ser sumo bien, es digno que se quite el amor de todas las otras partes y se ponga en Él! ¿Qué tengo yo que desear en el cielo?, dice la Virgen. Porque, aunque allá hay cosas de tanta excelencia que sin comparación exceden a las de acá, es tanto el exceso con que Dios les excede que, para quien lo entiende como la Virgen bendita lo entendía, son contadas por nada, indignas, que impiden el amor que hacia Dios debe correr. Y si a las cosas que hay en el cielo la Sagrada Virgen no vuelve la cabeza, ni aun las mira por no enturbiar su vista, con que mira a Dios, ni impedir su corazón, aunque sea pequeña parte dél, porque tiene por grande mal no dar a Dios su corazón todo entero, ¿cuánto menos cuenta hará de las cosas de la tierra, pues son de tan poco valor? Bien pobre de todas ellas estaba el corazón de la Virgen. Había leído y puesto por obra lo que el altísimo Señor había dicho: Vulnerasti cor meum, soror mea, etc.Era tan grande la sed que de Dios tenía, no sólo su ánima, más aún su carne, ut dicit David, que del gran deseo de Dios, se desmayó la carne y el corazón, como quien cumplía lo que está escripto mejor que ninguna criatura: Filiae Hierusalem, adiuro vos, quia amore langueo, etc. Mas esta enfermedad salud es, y muy mal sano está quien de esta enfermedad no está enfermo.

Dedecus filii pater sine honore. Es cosa muy fea y de las más culpables que se pueden culpar en un hijo estimar en poco la honra de su padre; si, siendo él rico, permite que padezca pobreza; teniendo abundancia, sufre que muera de hambre; próspero, disimula verle andar mal vestido. Esta es gran mengua de hijo. Mas no caía en esta falta Cristo nuestro Redemptor con su Sanctísima Madre, ni permitió que en ella hubiese falta, ni un sinó, por el cual fuese afrentada; antes la honró con tan aventajadas mercedes que todos los de la tierra y cielo la confiesen y tengan por reina y señora. Si en algún día nos ha de hacer el Hijo misericordia, es en éste. Dicitur I Paralipomenon, 15 et 16, que el rey David llevó con gran regucijo y solemnidad al Arca del Señor al tabernáculo, que para ella tenía aparejado, y después dio a cada uno de los que se hallaron presentes una rebanada de pan y un poco de carne asada y un buñuelo. Poco es esto para Dios. Y pues es mayor rey y hay mayor ventaja de la Virgen al Arca, mayores mercedes nos hará. Ítem Salomón, cuando puso el Arca en el templo, celebró gran fiesta por ocho días y dio la bendición.

Uno de los grandes martirios que padesció la Virgen fue quando sola quaerebat eum toto vitae cursu, et magis post resurrectionem, usque ad eius Assumptionem. Algo de esto experimentáis las madres que tenéis mucho tiempo vuestros hijos absentes. Pues mirad qué sentiría tal Madre absente de tal Hijo. No se puede decir ni sentir ni escribir; ni aun creo que me creeréis esto que os quiero decir porque se habla poco tiempo de esto entre nosotros. Pues habéis de saber que da Dios un amor a los que quiere y cuando quiere, y según la medida que quiere, que por el tiempo que dura no hay mayor tormento que verse en la tierra. Ni toman consuelo en verjeles, ni en casas ni en todo lo demás que deleita, antes les da todo esto en rostro y les hiede. Y si les pusiesen lanzas y grandes peligros para ir por ellos a Dios, irían con tanto denuedo, como otros podían ir a cosas muy honrosas. Bien lo sentía David. Sitivit in te anima mea. Gran confusión mía. David rey era, mucha ocupación de negocios tenía; cuidado tenía de regir el reino y de proveer lo necesario; con todo eso decía que estaba su ánima tan abrasada y herida del amor de Dios que ninguna cosa le podía dar refrigerio hasta verse del todo engolfado en aquella corriente de aguas de gracia. Y nosotros con nombre, y oficio y obligación de recogidos y espirituales estamos en la tierra, y no tenemos el menos dolor de vernos sin Dios, clara señal de tenerle muy poco amor. Y si decía David aquello, encumbrad vuestra consideración, si pudiéredes, a sentir lo que sentiría y diría la que sin comparación amaba a Dios más que David, y junto con esto era [su] Madre. ¿Qué padescería su corazón cuando, rezando el Paternoster, decía: Adveniat regnum tuum, y se sentía con tan excesivos ardores y deseos de la consecución de el reino de Dios, y en este sentimiento se le representaba lo que dice la siguiente petición. Fiat voluntas tua? Para vos poco es decir esto, porque tenéis pequeño deseo, o, por ventura, ninguno de ver el reino de Dios. Mas la Virgen, que tanto lo deseaba, en decir esta petición padecía gran martirio, porque, en mentándole un ángel su reino, érale tormento la vida, y deseaba verse suelta de las ataduras de la carne, y con todo esto decía: «Pues vos sois servido que está acá, fiat voluntas tua».





  Arriba
Anterior Indice