Diego de Vargas: primer descendiente de Incas nacido en España
Luis Palacios Domínguez
Según reza en el Libro de Difuntos del Sagrario de la Mezquita-Catedral de Córdoba, el domingo 24 de abril de 1616 sucumbía el último latir de un hombre aferrado a su pasado, Garcilaso de la Vega, el Inca literato.
Quien fuera bautizado en el Cusco como Gómez Suárez de Figueroa fallecía en su casa de la calle de los Deanes, a escasos 50 pasos de donde había dejado dispuesto que sus restos fueran enterrados: la Capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio.
Garcilaso dejó resueltos sus asuntos y se enfrentó a la muerte con la cautela de quien la aguarda sin recelo, paciente. Años atrás, en 1612, adquirió del Cabildo el sacro espacio entre columnas donde le darían sepultura. Mandó que lo ornamentaran arquitectónicamente para poder así reposar en paz en el corazón mismo de la Mezquita-Catedral.
Eran estas las últimas voluntades de un hombre dadivoso en lo espiritual y en lo humano, genéticamente vinculado a los troncos familiares más distinguidos de España y del Perú, lo que dejó explicitado en su epitafio:
Perecía el Inca rodeado de quienes estaban a su cuidado y de sus más leales adeptos, hombres notables de la Ciudad de Córdoba. Testó hasta el último halo de raciocinio y aliento. Y así, ante notario, dejó escritas las palabras más reveladoras de su intimidad familiar: quienes fueron en vida sus seres más preciados y queridos.
Entre los más de 20 folios que componen el testamento1 y codicilos del Inca Garcilaso se puede leer:
En el Testamento se presta especial énfasis a Diego de Vargas, «que yo he criado durante los días y años de su vida»
, y a Beatriz de la Vega, «mi criada que tengo en mi casa»
, y se deja definida la supervivencia económica de ambos. Por esa razón resulta oportuno cuestionarse quiénes fueron y si tuvieron relación afectiva directa con Garcilaso de la Vega.
Las investigaciones desarrolladas en el Archivo Capitular de la Catedral de Córdoba, con motivo de la exposición Crónicas del Inca: el Indio Antártico, nos permiten ampliar la información relativa a Garcilaso de la que tenemos constancia.
Anotaciones en las Actas Capitulares del Cabildo revelan la forma de proceder de los albaceas y familiares del difunto cronista peruano. Y distinguen, de forma clara e inequívoca, la paternidad de Inca Garcilaso sobre Diego de Vargas, nombrado en su testamento como parte de las personas a su cuidado. Información que se completa con la anotación que verifica que el Inca Garcilaso fue su padre natural y Beatriz de la Vega su difunta madre, como demuestran estos documentos2:
Actas Capitulares del Cabildo Catedral de Córdoba: Libro de 1620 © Archivo digital ACC, Actas Capitulares, 41, 74r
Imagen cortesía del Cabildo Catedral de Córdoba
Fuente: Archivo Cabildo Catedral de Córdoba
Actas Capitulares del Cabildo Catedral de Córdoba: Libro de 1620 © Archivo digital ACC, Actas Capitulares, 41, 76r
Imagen cortesía del Cabildo Catedral de Córdoba
Fuente: Archivo Cabildo Catedral de Córdoba
El cronista montillano Garramiola Prieto sitúa a Beatriz de la Vega al servicio de Garcilaso para finales de 1585. En ese tiempo, Garcilaso habita como propietario la casona de su tío Alonso de Vargas en Montilla. Igualmente, el prestigioso académico fecha la partida bautismal de Diego de Vargas el sábado 8 de junio de 1591.
Estas referencias permiten dilucidar un punto de partida en la vida familiar de padre, madre e hijo, y coinciden en fechas con la marcha de Garcilaso de Montilla, su lugar de acogida en España durante 30 años. A partir de 1591, el Inca pone en venta todas sus propiedades y abandona la plácida vida rural de la campiña por el necesario anonimato de la capital cordobesa. Tratando así de minimizar el nacimiento de su hijo no reconocido.
De su hijo, Diego de Vargas, se conoce la descripción física que en 1653 dejó anotada Íñigo de Córdoba y Ponce de León3:
Igualmente, aparece un Diego de Vargas entre los principales compradores de la Biblioteca del difundo Inca, tras el aprecio de los libros realizado a fecha de 5 de mayo; y como testigo presencial del inventariado de bienes de Garcilaso.
El Inca Garcilaso fallecía en 1616 a la edad de 77 años. Beatriz de la Vega en 1620, cumplidos 50 años. Diego de Vargas, según Íñigo de Córdoba, en 1652, a la edad de 61. Se dejó anotado entre el Inca y el Cabildo, «por juro de heredad y por siempre jamás», que su descendencia pudiera reposar a perpetuidad en la Capilla de las Benditas Ánimas de la Mezquita-Catedral.
La paternidad póstuma atribuida al Inca Garcilaso confiere a la figura de Diego de Vargas la importancia de su ilustre linaje y la de ser considerado el primer descendiente de los Incas, Reyes que fueron del Perú, nacido y crecido en España.