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ArribaAbajoEpitafios para poner sobre las sepulturas de varios amantes



I

De una mujer que murió de pura constancia


    Sólo murió de constante
la que está bajo esta losa.
Acércate, caminante,
pues no murió tal amante
de enfermedad contagiosa.  5


II

Al mismo asunto


    Tan al Fénix parecida
es la constante mujer,
que si no vuelve a nacer
de su tumba, está perdida
la fineza en el querer.  5


III

De un marido celoso


    Este difunto era esposo
y los celos le mataron.
De ejemplar tan horroroso
los demás escarmentaron,
pues ya ninguno es celoso.  5


IV

De uno que murió porque no logró casarse con quien quería


    El que está aquí sepultado
porque no logró casarse,
murió de pena acabado.
Otros mueren de acordarse
de que ya los han casado.  5


V

De un filósofo que murió desesperado porque la Filosofía no le libertaba del amor


    Porque su Filosofía
contra el amor no bastó,
este sabio se murió.
Dijo una que esto leía:
«¡No soy filósofa yo!».  5


VI

De un amante tímido


    Viajante, te has de parar
y mirar la sepultura
de uno que supo olvidar
que aquel que no se aventura
nunca pasará la mar.  5


VII

De una vieja que murió de amores


    Una vieja ha fallecido
de amor, y aquí se enterró.
Considere el advertido:
si enamorada murió,
qué tal habría vivido.  5




ArribaAbajoFelicio, nuevo amante de Filis


    ¿Estás envanecido, oh nuevo amante,
de esa conquista que antes era mía,
pensando mantenerte eternamente?
Si discurres que tú la harás constante,
te engaña tu infelice fantasía,  5
como la mía me engañó, inocente.
Un rápido corriente,
el más veloz venado,
el mar más encrespado
es menos imposible que detengas,  10
que no que un solo punto te mantengas
en ese corazón que me ha dejado;
y es bien que te prevengas
a verte, cual me ves, abandonado.

    Ni creas juramentos numerosos  15
por sus hermosos labios repetidos
y por sus bellos ojos confirmados.
En lances los más tiernos y amorosos
los recibieron estos mis oídos,
entre tan dulces voces encantados.  20
¡Ay!, fueron quebrantados
tan altos juramentos,
y de los elementos
ninguno me dejó de ser testigo.
Su falso pecho, pues fingió conmigo,  25
has de temer, aunque insensato seas;
que fingirá contigo,
por más que entre fortunas hoy te veas.




ArribaAbajoVersos para varias estampas que representan los principales amores de la fábula.



Jove introduciéndose en la torre de Dánae convertido en lluvia de oro

    Una vez Jove intentó
una conquista imposible.
El oro la hizo factible.
Mil Joves conozco yo.


Boda de Venus con Vulcano, asistiendo Marte con los demás dioses al banquete

    ¡Venus alegre y mocita!
¡Vulcano viejo y celoso!
¡Marte amigo del esposo!
¡Ay qué boda tan bonita!


El juicio de Paris, que da la preferencia a Venus sobre Minerva y Juno

    A Venus el premio diste,
y el buen gusto lo aprobó;
también te lo apruebo yo,
pues con las diosas que viste,
mi diosa no concurrió.  5


Eneas encuentra a su esposa Creusa en los Campos Elíseos, habiéndola perdido en la noche que salió de Troya

    ¿Cuando me hubiste perdido
los dioses no me vengaron?
Sí, que al punto pronunciaron:
«La mujer pierda al marido»;
y obedecidos quedaron.  5


Medea, después de haber facilitado a Jasón la conquista del vellocino por medio de sus encantos

    Medea a Jasón decía:
«¿Habrá quien más diestra sea
en mágica hechicería?».
Y Jasón le respondía:
«Yo que te hechicé, Medea».  5




ArribaAbajoSobre los varios méritos de las mujeres


    Del precio de las mujeres
son varios los pareceres:
cada cual defiende el suyo.
Yo que de disputas huyo,
que nunca gustosas son,  5
a todos doy la razón,
y con todas me contento.
Oíd hasta el fin del cuento.

    Unos gustan de que sea
su dama hija de la aldea,  10
de sencillo pecho y trato,
y que no les dé el mal rato
de artificiosos amores;
que se salga a coger flores
por el campo el mes de mayo,  15
con ligero y pobre sayo
que de sus abuelas fue...
y tienen razón, a fe.

    Otros de más alto porte
quieren damas de la corte,  20
con majestad y nobleza
aun mayor que la belleza;
con adorno y compostura,
que dé brillo a su hermosura,
con fausto y ostentación...  25
Y a fe que tienen razón.

    Unos gustan de sabidas
(que «leídas y escribidas»
el vulgo suele llamar),
y que sepan conversar  30
del Estado, paz y guerra,
del aire, agua, fuego y tierra,
con la Gaceta y café...
Y tienen razón, a fe.

    Otros son finos amantes  35
de las que son ignorantes,
y que entregaron su pecho
sin saber lo que se han hecho;
que lloran al preguntar:
«¿Qué cosa es enamorar?».  40
«¿Y dónde está el corazón?»...
Y a fe que tienen razón.

    Unos aumentan su llama
cuando es juiciosa la
circunspecta, seria y grave,  45
y que la crítica sabe
del vos, del tú y del usté...
Y tienen razón, a fe.

    Otros, al contrario, quieren
que las niñas que nacieren  50
nazcan vivas y joviales,
y se críen tan marciales,
que de dos o tres vaivenes
entreguen, sin más desdenes,
las llaves del corazón...  55
Y a fe que tienen razón.




ArribaAbajoTraducción de Catulo


    De mi querida Lesbia
ha muerto el pajarito,
el que era de mi dueño
la delicia y cariño,
a quien ella quería  5
más que a sus ojos mismos.
Llórenle las bellezas,
llórenle cuantos hombres
primorosos ha habido;
porque era tan gracioso,  10
y con tan bello instinto
conocía a su dueño
como a su madre el niño.
Ya se estaba en su seno,
ya daba un vuelecito  15
al uno y otro lado,
volviendo al puesto mismo,
su lealtad y gozo
mostrando con su pico.
Ahora va el cuitado  20
por el triste camino
por donde nadie vuelve
después de haber partido.
¡Oh!, ¡mal haya, mal haya
vuestro rigor impío,  25
tinieblas destructoras,
crüeldad del abismo!,
que destruyendo al mundo,
también habéis sabido
arrebatar de Lesbia  30
el pájaro querido.
¡Oh malvados rigores!
¡Oh triste pajarillo!,
que causan a mi Lesbia
duro llanto continuo,  35
quitando a sus ojuelos
aquel hermoso brillo.




ArribaAbajoDe los amores de varios poetas


Anacreóntica

    Ovidio amó a Corina
como Tibulo a Delia,
a su Cintia Propercio
y Catulo a su Lesbia;
y a venideros siglos  5
dijeron sus ternezas.
También fueron amantes
los modernos poetas;
testigos son los nombres
que en las frescas riberas  10
del Támesis, del Tíber,
del Tajo y de la Sena
llevan alegres nombres
de felices bellezas
amadas por los hijos  15
del dios que en Delfos reina...
Y yo quiero a mi Filis;
y si ellos me superan
en la dulce armonía,
mi alma se consuela  20
porque Filis las vence
a todas en belleza,
y lo que por mí pierdo,
vengo a ganar por ella.




ArribaAbajoRetráctase el poeta de las injurias que dijo al amor en el mismo metro


    Amor, yo te injurié, lleno de penas,
cuando Filis me hirió con sus rigores;
pero ha vuelto a mi pecho sus favores,
vuélveme a echar tus lazos o cadenas
hechas de suaves flores.  5

   El precipicio que pintó mi pena
su peligro y tropel me ofrece en vano.
Filis me vuelve a amar. Dame tu mano
y llévame al placer; su senda amena
es prado fresco y llano.  10

    El vaso que arrojé cuando, afligido,
su licor discurrí ser venenoso,
vuelve a embriagar mi pecho ya gozoso;
ya lo vuelvo a gustar, ¡ay dios Cupido!
Es néctar delicioso.  15

    Los vientos que en tu mar turban las aguas,
y yo juzgué ser fieros septentriones,
ya veo son ligeras mutaciones
o soplos con que enciendes más tus fraguas
y nuestros corazones.  20

    Las que llamó serpientes mi injusticia,
y llevan la deidad de la hermosura,
me han vuelto a deleitar con su blancura;
palomas son sin hiel y sin malicia,
y llenas de ternura.  25

    Vengan, amor, tu lazo y tu firmeza;
llévame al templo, dame tu bebida.
Tu soplo aliente mi alma enternecida,
y pon de las palomas la terneza
en mi Filis querida.  30




ArribaAbajoAnacreóntica


    Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de Cloris,
con lluvia, nieve y hielo.
Otros la pica al hombro,  5
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos.
Otros al campo raso,
las distancias midiendo  10
que hay de Venus a Marte,
que hay de Mercurio a Venus.
Otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de Newton o Descartes  15
los libros revolviendo.
Otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.  20
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,  25
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos.
Y a fe que de este modo
no nos importa un bledo  30
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.




ArribaAbajoAnacreóntica


    Pues Baco me ha nombrado
virrey de dos provincias,
que de todo su imperio
son las que más estima;
pues ya siguen las leyes  5
que mis labios les dicta
de Jerez los majuelos,
de Málaga las viñas,
cobremos los tributos
de las uvas más ricas,  10
y mis alegres sienes
con pámpanos se ciñan;
y salgan en mi obsequio
las cubas más antiguas;
y que vengan bien llenas  15
y vuelvan bien vacías.
Canten mis alabanzas
al son de las botijas,
de jarros y toneles,
con sus voces festivas,  20
zagales y zagalas
de toda Andalucía,
y cuantos asistieron
a la última vendimia.
Digan «¡Viva el virrey!»  25
que Baco les envía;
y si acaso a su canto
faltasen las letrillas,
lo ya dicho cien veces
otras ciento repitan;  30
y toquen las botellas,
y suenen las botijas.
Y si logro dormirme
entre parras sombrías,
bebiendo y escuchando  35
tan dulce melodía,
¿qué me importa que mueran,
con pobreza o riqueza,
con susto o alegría,
cuantos otros virreyes  40
la fortuna destina,
los unos a la Europa,
los otros a las Indias?




ArribaAbajoAnacreóntica


    Por no sé qué capricho,
Filis juró olvidarme.
Pasados pocos días
hizo otra vez las paces.
Pero fue tan gustoso  5
aquel feliz instante,
que le digo mil veces:
«Filis, vuelve a olvidarme,
con tal que a pocos días
vuelvas a hacer las paces».  10




ArribaAbajoAnacreóntica


    Me admiran en Lucinda
aquellos ojos negros;
en Aminta los labios,
en Cloris el cabello,
la cintura de Silvia,  5
de Cintia el alto pecho,
la frente de Amarilis,
de Lisi el blanco cuello,
de Corina la danza
y de Nise el acento.  10
Pero en ti, Filis mía,
me encantan ojos, pelo,
labios, cintura, frente,
nevado cuello y pecho,
y todo cuanto escucho,  15
y todo cuanto veo.




ArribaAbajoAnacreóntica


    Cuando vuelvo de lejos
hallo a Filis más linda
y cuando estoy presente
siento dejarla un día.
Venus, haz un portento  5
en esta Filis mía,
y es que me ausente de ella
sin perderla de vista.




ArribaAbajoTraducción de Horacio


    Lejos, lejos de mí, vulgo profano.
Oídme, gentes, metros nunca oídos
que como sacerdote de las musas
a las vírgenes canto y a los niños.
Los pueblos temen a sus sacros reyes,  5
y los reyes también tiemblan rendidos
ante el excelso trono del gran Jove,
a cuyo ceño el cielo y el abismo
se mueve obedeciendo, y cuya mano
aterró a los gigantes atrevidos.  10




ArribaAbajoCarta escrita desde una aldea de Aragón a Ortelio, que había adivinado la melancolía del poeta


    Pastor ingenioso,
Ortelio discreto,
¿cómo has acertado
la vida que llevo?
¿Qué estrella te dijo  5
(pues lees en los cielos)
la vida que paso,
cargada de tedio?
Desde que del hado,
conmigo severo,  10
la mano tirana
firmó mi decreto,
no he visto la cara
serena al consuelo.
El cielo se muestra  15
airado y tremendo,
las yerbas sus verdes
matices perdieron,
las aves no forman
sus dulces conciertos,  20
como acostumbraban,
de armoniosos metros.
Del sueño no grato
cuando me despierto,
sólo oigo la ronca  25
voz del negro cuervo,
murciélago triste,
gavilán siniestro,
o de otros iguales,
para mal agüero;  30
ni sueño gustoso
cosas de contento.
Sólo se aparecen
(si alguna vez duermo)
imágenes tristes  35
de horroroso aspecto.
Si salgo a los campos
a hablar con los ecos,
los ecos se espantan
de mi devaneo,  40
y nunca repiten
de tales lamentos
las sílabas duras,
con cuyo desprecio,
andando en el aire,  45
se las lleva el viento.
Ya de los ganados
olvido el gobierno;
se van mis ovejas
por donde no quiero;  50
ni sirve llamarlas,
porque con desprecio
al amo insensato
perdieron el miedo.
Tal vez a la orilla  55
de algún arroyuelo
a llorar mis cuitas
acudo indiscreto.
De verle tan libre
y verme tan preso  60
de verle cuál corre
por el campo fresco,
y ver cuál la suerte
me tiene sujeto,
me aparto más triste  65
y él se va más bello,
habiendo tomado
notable incremento
con el llanto mío.
(¡Oh!, quieran los cielos  70
que seas tú solo
quien saque provecho
de esta ausencia mía,
arroyo discreto.)
Si acaso mi flauta  75
entona algún metro,
resuenan tristezas
que arroja mi pecho.
Si de otros pastores
las danzas presencio,  80
advierto mudanzas;
y como las temo,
del pecho, que sabes,
el baile aborrezco.
Si llego a la mesa,  85
es vano el intento
de probar manjares:
ninguno apetezco.
Los otros pastores,
que advierten mi tedio,  90
me ofrecen en vano
algún alimento.
Entonces, amigo,
comer plantas suelo,
o frutas del campo,  95
o leches o quesos;
porque son comidas
de poco aderezo,
y son naturales,
como mis afectos.  100
Del agua más pura
alguna vez bebo
de una clara fuente,
clara como el pecho
que a beber se inclina;  105
y en su puro espejo
de horrores me espanto
cuando considero
mi cara, ¡qué adusta!,
mis ojos, ¡qué muertos!,  110
mi boca, ¡qué triste!,
mis labios, ¡qué secos!
¡Y en tantas mudanzas
que padece el cuerpo,
mi espíritu el mismo,  115
y el mismo mi afecto
que cuando solía
mirarme sereno
(Ortelio, ¡deliro!)
en aquel espejo  120
tan limpio, tan puro,
tan claro, tan terso,
en que yo veía,
de placeres lleno,
alegres mis ojos,  125
mi rostro halagüeño,
mi boca chistosa,
mis labios parleros,
diciendo ternuras
y dulces requiebros  130
que oía gustoso
mi adorado dueño,
su vuelo tomaron
las alas del tiempo!
¡Cupido, las tuyas  135
no sigan tal vuelo!
Los días felices
se pasaron luego,
apenas sentidos,
cual soplo ligero  140
de céfiro suave
que convida al sueño.
Y los tristes días
que al presente veo
son nortes furiosos,  145
cuyo soplo adverso
arranca las peñas,
deshace los techos,
destruye los campos,
anuncia el invierno,  150
destruye el rebaño
de tristes corderos.
En vano acostumbro
con piadoso celo
al ara de Jove,  155
el padre supremo,
llevar la pregunta
de si este tormento
que así me aniquila
ha de ser eterno.  160
Más dudas suscita
su oráculo incierto,
hasta que en furores
se convierte el tedio;
y pido a los dioses  165
fulminen del cielo
centellas y rayos
de horroroso estruendo,
que negras cenizas
reduzcan mi pecho  170
(asunto bien fácil,
pues ya lo está haciendo,
de amor y venganza
unido el incendio).
Ya pido a la tierra,  175
más blanda que el cielo,
que abriendo sus bocas,
puertas del averno,
me trague y sepulte
en su horrendo seno.  180
Ya desesperado
de no hallar consuelo,
al mar yo me arrojo
con mortal intento;
sus olas, que huyen  185
de mi ardiente incendio,
me vuelven a echar
a la orilla luego,
sin siquiera darme
el corto consuelo  190
de que con sus aguas
se apague mi incendio.
Ya busco a las fieras,
de quienes deseo
ser víctima triste;  195
y quieren los cielos
se ablanden sus furias
y no mi tormento.
Ya suelen los dioses,
inmortales dueños  200
de los corazones,
templar mis desvelos
por pocos instantes,
y en ellos contemplo
la fuerza del hado,  205
que así lo ha dispuesto;
que el hombre no puede,
por débil y necio,
frustrar de los dioses
los altos decretos.  210
Entonces confuso
y de dudas lleno,
consuelo mis cuitas
diciendo a mi Ortelio:
«Pastor ingenioso,  215
Ortelio discreto,
¿cómo has acertado
la vida que llevo?
Escatro, el pastor
a quien tanto quiero,  220
te envía expresiones
dignas de su pecho.
Por Jove te juro
(y debes creerlo
porque yo lo digo,  225
aun sin juramento)
que tu amado nombre,
que el nombre de Ortelio,
que nombre tan caro
será mi consuelo,  230
mientras haya estrellas
en el firmamento,
flores en el campo,
frutas en los huertos,
llantos en mis ojos  235
y en mi alma duelos.
Adiós, ¡oh mi amigo!,
otra vez y ciento,
adiós te repite
mi corazón necio  240
en la despedida
de un amado objeto».




ArribaAbajoMudanzas de la suerte



    Es cosa natural
trocarse el bien en mal;
y sucede también
trocarse el mal en bien




Ejemplo primero

    Con vengativa y poderosa mano
el padre y rey supremo
de hombre y dioses, Jove soberano,
tantos rayos vibró como hay estrellas
en su mansión divina;  5
y en uno y otro extremo
del orbe estremecido
cayeron las centellas.
Óyese el cruel rüido,
temiose la rüina,  10
y los hombres creyeron que reinaba
aquel cuyo furor les espantaba.

    Los límites rompió del mar salado
el dios a quien fue dado
el imperio del mar y el gran tridente,  15
y donde templo y gente
y campo y monte había;
hasta aquel crudo y horroroso día
hicieron resonar con tristes sones
sus retorcidas conchas los tritones.  20

    ¡Triste mortal!, creyeras,
si aquel estrago vieras,
que de peces la inmensa muchedumbre
de Guadarrama andara por la cumbre,
que apenas pasan las ligeras aves;  25
y aun más juzgaras que las grandes naves
(como la que tremola
la bandera española,
del nombre de Filipo guarnecida
y del inglés Matheus tan temida)  30
pasaran por las ásperas montañas
de nevada cabeza
con que naturaleza
la Europa separó de las Españas.

    También soltó la rienda a su elemento  35
el que contiene uno y otro viento
en una cueva, cuya sacra puerta
solamente fue abierta
por complacer a la divina hermana
de Jove, que tirana  40
las naves del troyano perseguía;
y Vulcano, a quien poco parecía
forjar los rayos para el dios tonante,
cien vesubios produjo en un instante.
Y ardió la mar y el cielo, y aire y tierra,  45
y cuanto el orbe encierra,

    ¡Con qué terror los míseros mortales
temblaron y lloraron
el cúmulo de males
que juntos los cercaron!  50
¿Nada valió contra el peligro y susto
la ciencia al sabio, la virtud al justo?
¿Qué fin tuvo, decid, el día aciago,
oh musas que pintasteis este estrago?
Pasó la tempestad, calmose el día,  55
y se trocó el terror en alegría.


Ejemplo segundo

    Por industria de sabios profesores
y trabajo de esclavos bien premiado,
está ya preparado,
con extraños primores,
el soberbio salón para las fiestas.  5
Con lujo están dispuestas
las mesas, con licores y manjares
traídos por los mares
de cuanta tierra yace diferente
desde el umbral del sol hasta occidente.  10

    Los vasos de oro y los de bronce (tales,
que el arte es superior a los metales),
los de piedras preciosas,
y los adornos varios
(despojo bien ganado a los contrarios)  15
coronados de rosas
cubren las mesas, llenan las memorias
de batallas, trofeos y victorias.

    La música de bélicos acentos
mezclados con süaves instrumentos,  20
que alternan de la corte y la campaña
los gustos y la saña,
o ya tierna o ya grave
aplaude el nombre invicto del que sabe,
guardando la memoria de la guerra,  25
gozar los bienes que la paz encierra;
junta con nuevo arte
tus gustos, Venus, tus venganzas, Marte.

    ¡Con qué bella arrogancia
aguardan ya las ninfas el momento  30
que ha de romper lo dulce de su acento,
por el aire ocupado con odores,
o ya de pomos de sutil fragancia,
o ya de suaves flores!
Unas a otras se miran,  35
se envidian y se admiran;
no porque envidia rigorosa sientan,
sino por el anhelo
con que todas intentan
levantar hasta el cielo  40
el nombre victorioso
del héroe que en un carro primoroso
(que fue de un grande príncipe vencido)
llega ya rodeado y conducido
de un séquito de nobles que a su lado  45
habían noblemente peleado.
En medio de una turba de doncellas
de tierna edad y de beldad cumplida,
que anuncian su venida,
llega Flora, mayor que todas ellas;  50
como en el fresco prado
de flores esmaltado
se distingue la rosa.

    Él llega, y ella presurosa...
¿Pero qué es lo que admiro?  55
¿Si será realidad lo que yo miro?
Cuando creí que el gusto,
la pompa, la delicia, la hermosura,
los placeres, la música, la danza...
¡Qué poco el gozo dura!  60
¡Qué súbita mudanza!
¡Cómo se trueca en susto
lo que nos fue más grato!
¿Pues qué fin tuvo el célebre aparato?
El héroe quiso hablar, y de repente  65
le acometió, feroz, un accidente,
y se murió. Gimió toda la sala
y en luto se trocó toda la gala.




ArribaAbajoSobre no querer escribir sátiras


    Ciertos hombres adustos,
llenos de hipocondría,
que vinculan sus gustos
en desterrar del mundo la alegría,
como amantes por otros despreciados,  5
sabios empobrecidos,
poderosos caídos,
hijos malos o padres mal casados,
me dicen que dejando la ternura
con que mi musa sabe  10
cantar con tono suave
tus gustos, Baco, Venus, tu hermosura,
en vez de celebrar estos placeres,
hable mal de los hombres y mujeres;
sin reparar el labio enfurecido  15
de esta implacable gente
que a todo hombre viviente,
en cualquiera lugar que haya nacido,
sea iroqués o patagón gigante,
fiero hotentote o noruego frío,  20
o cercano o distante,
le miro siempre como hermano mío,
recibiendo en mi seno
al malo con piedad, con gusto al bueno.
Lejos de contentarme,  25
prosiguen con más fuerza en incitarme
a que deje los huertos y las flores,
pastoras y pastores,
viñas, arroyos, prados,
ecos enamorados,  30
la selva, el valle, la espesura, el monte,
y que no inste al dulce Anacreonte,
al triste Ovidio, al blando Garcilaso,
a Catulo amoroso, a Lope fino,
ni a Moratín divino,  35
que entre éstos tiene asiento en el Parnaso;
sino que la tranquila musa mía
de paloma que fue, se vuelva harpía;
que los vicios pondere con fiereza,
que haga gemir a la naturaleza  40
bajo los golpes de mi ingrata mano.
Con esto todos a cual más ufano
me refieren los vicios de los hombres
con horrorosos nombres,
como astucia, rencores, inconstancia,  45
bajeza, tiranía,
codicia y arrogancia,
traición, ingratitud e hipocresía.
Pero así como tiemblan sorprendidos
los villanos de un pueblo, acostumbrados  50
a su quietud, cuando la vez primera
penetra sus oídos
la música guerrera,
cuando llegan soldados
de rostros fieros y de extraños trajes,  55
con estrépito horrendo
de hombres y caballos y equipajes,
y se dividen con igual estruendo
por la pequeña plaza en cortos trozos;
y los viejos refieren a los mozos  60
que aquellos hombres matan a la gente
y se comen los niños fieramente;
y cada madre esconde y encomienda
a su dios tutelar la dulce prenda
del matrimonio santo;  65
pues así yo, con no menor espanto,
oí los nombres y ponderaciones
de vicios y pasiones
de que tal vez privados no se hallaban
los mismos que en los otros los tachaban.  70
Y vi que el solo digno de censura
es el que ponderarlos más procura
sin otro fin que el ostentar ingenio
en la mordacidad, ira y rencores;
y así vuelvo a cantar, según mi genio,  75
tus viñas, Baco; Venus, tus amores.




ArribaAbajoLetrilla



¿Pero a mí qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.



    Llora el joven heredero
del padre anciano la muerte,
porque no dejó más fuerte
el talegón del dinero;
pero mira placentero  5
la comitiva llorosa
que al cuerpo cantando está:
¿Pero a mí qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.

    Aquel que en el coche ves  10
mirar a todos con ceño,
dé gracias a un extremeño
que hubo por nombre Cortés;
que si no, bien al revés
su persona fastidiosa  15
iría de lo que va:
¿Pero a mí qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.

    Dícele la hermosa al viejo:
«Llega, dulce prenda mía;  20
¡qué dichosa me creería
si tú fueras mi cortejo!».
Y él, a pesar del espejo,
a la niña mentirosa
casi creyéndola está:  25
¿Pero a mí qué se me da?
Maldita de Dios la cosa.




ArribaAbajoCanción de un patriota retirado a su aldea


    Para defensa suya
produce nuestra España
los caballos del Betis
y el fierro de Cantabria,
y sangre antigua goda,  5
que ansiosa se derrama
si su patria lo pide
y si su rey lo manda;
y para su regalo
la fruta delicada,  10
pescados de sus costas,
que entrambos mares baña,
y tesoros de Baco
en Málaga y Peralta,
en Jerez y Tudela,  15
y en la vecina Mancha.
Pues ea, amigos míos,
mientras quieren las altas
deidades protectoras
de la feliz España  20
darnos la paz tranquila
que gozan las labranzas,
las viñas y los huertos,
los rebaños y casas,
vivamos, y gocemos  25
cuanto con mano franca
nos da naturaleza,
en los otros avara.
Venid, venid alegres,
zagales y zagalas,  30
con castañuelas, tiples,
panderos y guitarras;
llegaos a mi choza,
humilde pero grata,
donde faltan adornos  35
pero gustos no faltan.
De este lado los chicos,
y de éste las muchachas,
y aquí junto a mi puerta
los ancianos y ancianas  40
lloren de gozo viendo
a sus proles amadas.
Cantad alegres sones,
bailad alegres danzas,
mientras que se disponen  45
las rústicas viandas
y del vino más rico
veinte botas se sacan;
jamones de Galicia,
cecina de Vizcaya,  50
olivas de Sevilla,
y de Aragón manzanas.
Cantad antiguas letras,
sin justicia olvidadas,
como a vuestras abuelas  55
las suyas las cantaban.
Decid cómo Rodrigo,
el último monarca,
pero el más infelice
de la goda prosapia,  60
se perdió por amores
de la malvada Cava,
y a manos de africanos
dejó perdida España,
quedando en cautiverio  65
sus provincias cuitadas.
Decid cómo Pelayo
salió de las montañas
con la gente que tuvo,
que era poca y honrada.  70
Cantad de Don Alfonso,
a quien el Casto llaman,
y que negó el tributo
de niñas desgraciadas
que al malvado rey moro  75
los cristianos pagaban.
Decid cómo ellas mismas,
con varonil jactancia,
al lado de los hombres
esgrimían las armas,  80
y cómo todas ellas
a los hombres llamaban
cobardes, cuando huían,
amantes, si triunfaban.
Y así por varios trozos  85
los fastos de la patria
decid con voz acorde,
al son de vuestra danza.
Que yo también quisiera,
si no me lo estorbaran  90
lo flaco de mi cuerpo,
los años y las canas,
juntar con vuestros tonos
la voz de mi garganta.
Pero en medio de todos,  95
en esta silla blanda
que fue de mis abuelos
y a mis biznietos pasa,
oiré vuestras canciones
y veré vuestras danzas;  100
y al que excediere a todos
en la voz más gallarda,
en baile más airoso,
sin ser de envidia causa,
daré el debido precio,  105
y al cielo justas gracias
porque sobre vosotros
tales dones derrama.
Bailad, cantad contentos,
si dura la paz santa.  110
Y si Marte os turbare
con su horrorosa saña,
sonando sus trompetas
y tocando sus cajas,
dejad esos placeres  115
y acudid a la armas;
que para su defensa
produce nuestra España
los caballos del Betis,
el hierro de Vizcaya  120
y sangre antigua goda
que alegre se derrama,
si su patria lo pide
y si su rey lo manda.




ArribaAbajoAnacreóntica


    Los que no saben, Baco,
lo que abarca tu reino,
juzgan que no pasastes
los altos Pirineos,
y piensan que en España  5
no tienen grandes templos
donde acudan gustosos
los nobles y plebeyos.
Como en otros países,
tu nombre es grato en estos,  10
sólo que con más brindis
se hace menos estruendo.
Las horas que en su curso
consume el dios de Delfos,
con una sola copa  15
gasta el bello flamenco,
como el francés sociable
y el alemán guerrero;
pero los españoles
de otro modo lo hacemos,  20
y como es taciturno
y grave nuestro genio,
bebemos y callamos,
callamos y bebemos;
y algunos, que desechan  25
usos de antiguos tiempos,
cantan tu nombre y beben
condenando el silencio.
Y tú viste a mi Filis
(sus primorosos dedos  30
sosteniendo la copa)
cantar tu nombre en versos
que tal vez yo compuse
por ti y por ella a un tiempo.
Por cierto que en sus ojos  35
brillaban dobles fuegos:
con los tuyos, oh Baco,
los de la bella Venus.
Y yo, que de uno y otro
tenía el pecho ardiendo,  40
repetía las copas,
doblaba los requiebros.
Pues qué ¿yo no cantaba?
Qué ¿no cantaba Ortelio,
ausente de su Lisi,  45
por no aclarados celos?
Pues qué ¿no repetía
los báquicos acentos
la sala del banquete
con sus nocturnos ecos?  50
Publica, pues, al mundo,
que tienes ara y templos
desde el Pirene altivo
hasta el hercúleo estrecho,
mientra que yo publico  55
tu gloria al universo
con jerezanas cubas
y castellanos versos.




ArribaAbajoAnacreóntica


    Vivamos, dulce amigo,
mirando con desprecio
los aparentes gustos
de los ricos soberbios;
dejemos que se miren  5
con recíproco miedo,
y con mutuas traiciones
doren crudos venenos;
que abunden en sus casas
la pompa y el recreo,  10
mientras abundan sustos
y fraudes en su pecho;
que el vínculo reciban
de un violento Himeneo,
que privará a su almas  15
de amores verdaderos.
Tengan endebles hijos,
a quienes hacen necios
lisonjas de criados,
inciensos de vil pueblo;  20
y mueran engañados,
gozoso el heredero,
que quiere, más ansioso,
quitarles hasta el tiempo.
Diga después el mármol  25
a siglos venideros
lisonjas que no creen
los del presente tiempo.
Y esta serie precisa
a los sabios dejemos,  30
para que ufanos luzcan
sus disgustos severos,
mientras humildes gustos,
y por tanto más ciertos,
de nuestra corta vida  35
ocupan los momentos;
y la amistad sagrada
hermane nuestros pechos,
como hermanan las musas
nuestros gustos y versos  40
en sencillos banquetes
que sazona el afecto.
Pase, sin ser sentido,
el carro del dios Febo,
y prosigan los gozos,  45
las risas y el festejo,
hasta que vuelva Apolo
segundo giro al cielo,
guiándonos Cupido
a gozos más amenos  50
con Filis y Dorisa,
que ocupan nuestros pechos.
Y sin cuidarnos mucho
de que lejanos nietos
transmitan a los siglos  55
los apellidos nuestros,
contando nuestras obras,
gozosos moriremos,
cubriendo nuestras tumbas
los buenos compañeros  60
con pámpanos de Baco
y con mirtos de Venus;
y en los vecinos troncos
grabarán un letrero
que diga lisamente  65
cosas que merecemos,
versos que compusimos
y que aplaudieron ellos.
Zagales y zagalas
de los vecinos pueblos  70
vendrán a nuestra tumba
con flautas y panderos;
no con lúgubres voces
resonarán los ecos,
sino con dulces tonos  75
y con alegres metros.
Porque sabrán, sin duda,
los que nos conocieron,
que nunca nos llenaron
ambiciosos deseos;  80
que no fuimos traidores,
avaros ni perversos.
Esto cantará a todos
el respetable Ortelio,
de Venus y de Baco  85
sacerdote completo;
y con su barba cana
y con su grave aspecto,
beberá grandes copas,
dirá sabrosos versos,  90
captándose de todos
el amor y el respeto,
cual entre alegres faunos
y sátiros traviesos,
Sileno fue querido  95
(aquel viejo Sileno
que fue del mismo Baco
admirado maestro).
Y después que consuman
los que al templo vinieron  100
la leche blanca y fría,
el vino tinto y viejo,
se volverán cantando,
así como vinieron,
hasta que doce meses  105
pasados, vuelva al puesto,
con igual comitiva
y con igual afecto,
Ortelio, y que repita
a ninfas y mancebos:  110
«Cantad, que de Dalmiro
y Moratín los cuerpos
en esta tumba yacen.
Detente, pasajero,
que aquí yacen los hijos  115
del süave Anacreon».




ArribaAbajoRenunciando al amor y a la poesía lírica con motivo de la muerte de Filis


Soneto


    Mientras vivió la dulce prenda mía,
amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

    Mas, ¡ay!, que desde aquel aciago día  5
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

    Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),  10
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

    Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tenga sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.




ArribaAbajoA la muerte de Filis


Anacreóntica

    En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de Baco
y de Venus los mirtos;
cual ronca voz del cuervo,  5
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono
del tierno jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino:  10
resuena cual peñasco
con olas combatido.
En vez de los corderos
de los montes vecinos,
rebaños de leones  15
bajar con furia he visto.
Del sol y de la luna
los carros fugitivos
esparcen negras sombras
mientras dura su giro.  20
Las pastoriles flautas
que tañen mis amigos
resuenan como truenos
del que reina en Olimpo.
Pues Baco, Venus, aves,  25
arroyos, pastorcillos,
sol, luna, todos juntos
miradme compasivos;
y a la ninfa que amaba
al infeliz Narciso  30
mandad que diga al orbe
la pena de Dalmiro.




ArribaAbajoAnacreóntica


    Después de haber bebido
anoche (como suelo),
dormido en tiernas parras
tuve un gustoso sueño.
Soñé que el gran dios Baco,  5
por dilatar su imperio,
al Parnaso quería
ganar a sangre y fuego.
Cierta queja alegaba
de que Virgilio, Homero,  10
Tasso, Milton y Ercilla
no le ofrecen sus versos,
del todo dedicados
a poemas guerreros
de elevados asuntos  15
y de pomposos metros.
Juntó de sus bacantes
muchos trozos soberbios
que esgrimirán sus tirsos
al son de sus panderos,  20
y llenas de aquel jugo
que en Málaga han dispuesto
las manos de las ninfas
de aquel bello terreno,
ya daban fieros gritos  25
y amenazas al eco,
y con forzudas danzas
disponían los cuerpos.
Rodeado de faunos
vino el viejo Sileno,  30
para más animarlos
con su rostro y su acento;
dijo del dios del vino
los animosos hechos,
cuando triunfó del Indo  35
con sus armas y estruendo.
Y a cada verso suyo
ardía un nuevo fuego
la tropa, deseosa
de algún nuevo trofeo.  40
Del mismo dios el carro
llegó al campo, ligero;
tiraban de él dos tigres
feroces y sangrientos.
A la falda del monte  45
con furia acometieron,
pero salió al camino
el anciano Anacreon,
y, mirándole, Baco
detuvo a sus guerreros,  50
y les dijo: «Por éste
a todos perdonemos».
Y en alabanza suya
cantó coplas el viejo,
y todos le abrazaron,  55
y cantando se fueron.




ArribaAbajoA la primavera, después de la muerte de Filis


Soneto


    No basta que en su cueva se encadene
el uno y otro proceloso viento,
ni que Neptuno mande a su elemento
con el tridente azul que se serene;

    ni que Amaltea el fértil campo llene  5
de fruta y flor; ni que con nuevo aliento
al eco den las aves dulce acento,
ni que el arroyo desatado suene.

    En vano anuncias, verde primavera,
tu vuelta de los hombres deseada,  10
triunfante del invierno triste y frío.

    Muerta Filis, el orbe nada espera
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y sustos como el pecho mío.




ArribaLamentos con motivo de la muerte de Filis


    Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!



Glosa


    ¡Oh!, musa (si acaso
la hay tan infeliz,
que esté destinada
para presidir
el llanto y gemido),  5
venid, influid
el tono más triste
que se pueda oír:
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  10

    Desde estos mis brazos
en que yo la vi
en días alegres
mirarme y reír,
la muerte alevosa,  15
con sorpresa vil,
cortó de su vida
el hilo sutil.
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  20

    Los labios, muriendo,
procuraba abrir
para despedirse,
sin duda, de mí;
pero se secaron  25
sin poder servir,
cual rosa que muere
pasado su abril.
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  30

    Lo que no pudieron
sus labios decir,
quisieron sus ojos
volviéndose a mí,
pero en aquel punto  35
cerrarse los vi,
y yo sólo pude,
turbado, decir:
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  40

    De su fino pecho
el blanco marfil
en pálida cera
convertirse vi,
y en tristes colores  45
aquel carmesí
que de otras bellezas
envidiado vi.
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  50

    Decidme, deidades
tiranas, decid:
¿Sin la que fue mi alma
cómo he de vivir?
La molesta vida  55
que me consentís
después de su muerte,
gastaré en decir:
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  60

    Si vuestros rigores
podéis convertir
en lágrimas justas,
mis quejas oíd;
y cual otro Eneas,  65
que baje sufrid
con la sacra rama
al campo feliz.
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  70

    De mi amada prenda
la sombra sutil
podré con mis brazos...
¡Mas necio de mí!
Su sombra quería  75
con el brazo asir,
cual si fuera cuerpo.
¡Ay qué frenesí!
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!  80

    Cerbero, Aqueronte,
las Furias en mí
no pondrán asombros;
mi voz infeliz
ablandará a todos  85
si me oyen decir:
Mi Filis ha muerto
¡Ay triste de mí!