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ArribaAbajoCapítulo XII

El Descenso del entendimiento es connatural al hombre, y, de consiguiente, tiene un valor verdaderamente científico.



ArribaAbajoArtículo 1.º

De la manera como solucionaban la cuestión los antiguos lulistas.


1.- En el siglo XVIII, el P. Pascual, por exigencias de la crítica, viene obligado a tocar esta importantísima cuestión: «Si el Descenso luliano del entendimiento es, o no, connatural al hombre.»

En el primer caso, el Descenso tendría un valor real y verdaderamente científico; en el segundo, no: equivaldría entonces a una lógica artificial, arbitraria, falsa.

2.- Defendió la afirmativa el docto Lulista en la Disertación II de su obra Examen de la crisis...(tomo II, pág. 47 a 107), hablando «Sobre la práctica y uso del Método Luliano que han observado muchos clásicos autores, y singularmente el Rdmo. P. M. Feyjóo y otros que desprecian el Arte Luliano.»

Con textos abrumadores y decisivos, demuestra que los grandes genios de la Filosofía y Teología, y otros autores esclarecidos, desconociendo en absoluto los libres del Beato Lulio, emplean y practican constantemente el Descenso luliano del entendimiento. ¡Como que es homogéneo a la razón humana!

Y lo hacen también los autores que llegaron a escribir contra Lulio y su Descenso, pues no penetraron bien lo mismo que combatían.

3.- ¿Qué resulta de ahí?

-Que el Descenso luliano es connatural al hombre, y que, de consiguiente, tiene un valor científico.

4.- En otra de sus obras, Vindiciae Lullianae, vuelve a lo mismo el P. Pascual, evidenciando que muchos Doctores practican el consabido Descenso de una manera inconsciente, o emplean un procedimiento ideológico, lógico y criteriológico muy parecido al de nuestro Doctor y Maestro. (Dissert. I, §. III, pág. 17, vol. I.)

5.- En la Disertación IV de la misma obra, proposición 4.º, pág. 105, prueba que no hay una sola parte del Descenso luliano que no sea usada por alguien, aunque éste jamás haya oído hablar de Lulio.

Hasta aquí lo relativo a la aplicación del Descenso a la Filosofía.

6.- Todos los pensadores -concluye el Abad del Císter- en sus disquisiciones filosóficas emplean y practican el Descenso luliano del entendimiento, sin conocer siquiera el nombre de Lulio; luego el procedimiento luliano es connatural al filósofo; luego tiene un valor verdaderamente científico en la Filosofía.

7.- ¿Pasa lo mismo al teólogo cuando estudia a Dios, sus perfecciones y misterios? -Sí.

Ocúpase en ello el P. Pascual en las Disertaciones II y III, pág. 26 a 92, obra citada.

§. 2.

8.- Además de lo dicho, el P. Pascual aduce una segunda clase de argumentos, pues manifiesta de un modo harto concluyente que

a) todas las palabras «substantivas» que empleamos en nuestros discursos, hállanse contenidas, explícita o implícitamente, en los conceptos del Descenso luliano;

) todas las proposiciones de que usamos en nuestros razonamientos, hállanse contenidas, de un modo explícito o implícito, en los Juicios del consabido Descenso, que son formados mediante aquellos Conceptos;

c) todos los argumentos llamados de congruencia, de que hacemos uso muy constante en nuestros discursos, hállanse contenidos, explícita o implícitamente, en los Axiomas del Descenso de que son formados mediante aquellos Juicios.

Hasta aquí el Abad del Císter.

9.- Estimamos como muy recto el proceder del sabio Cisterciense; sus pruebas nos parecen concluyentes y definitivas, y la cuestión considerámosla desde luego fallada del todo y en favor de Lulio.

No pudo tomar una mejor orientación el P. Pascual: evidenciados sus tres puntos de vista, fuerza es confesar que el Descenso es connatural al hombre y que tiene un valor científico.

Si, ante las páginas de dicho Padre, apodérase de nosotros la convicción de que el Descenso luliano del entendimiento es homogéneo a nuestra razón.

10.- Las razones alegadas por el sabio Lulista ¿tienen valor actual en nuestros días? Pueden llevar la convicción al entendimiento de nuestros intelectuales, conviene a saber, a los hombres del siglo XX?

-Parécenos que sí, porque la cuestión que se debate es de hecho, y en hechos se fundan las razones del P. Pascual.

11.- Por lo que, desde aquí convidamos a los hombres verdaderamente estudiosos a que lean y estudien con detención los pasajes citados, en la seguridad de que habrán de convenir con nosotros en que el Descenso luliano del entendimiento es connatural al hombre, y, por ende, tiene un valor real y verdadero en la ciencia. No hay por qué imprimir lo que ya está impreso.




ArribaAbajoArtículo 2.º

De cómo nosotros la presentamos de una manera diferente en la actualidad.


§. 1.

12.- No hay duda que el origen y manifestación de nuestras tendencias o inclinaciones ideológicas, lógicas y criteriológicas han sido estudiados hoy día con más sagacidad y de un modo más integral que en el siglo XVIII. De ahí que nosotros veamos de corroborar aquí la misma tesis del P. Pascual con argumentos novísimos que quizás no hubiéramos podido aducir treinta años atrás.

13.- Según la Escuela común o aristotélica, hay dos clases de argumentos: el argumento apodíctico, y el argumento llamado de congruencia.

14.- Ejemplo de la primera clase: los cinco argumentos con que Santo Tomás demuestra la existencia de Dios, en la Suma Teológica, I parte, cuestión 2, art. 3.

El carácter típico del argumento apodíctico, o totalmente demostrativo, puede ser expresado por la siguiente proposición: «Hay un efecto, luego hay una causa.»

15.- Ejemplo de la clase de argumentos llamados de congruencia: el argumento con que Santo Tomás demuestra la existencia de los Ángeles, en la misma Suma, I parte, cuestión 50, art. I.

El carácter típico de los argumentos de congruencia (o sea, no totalmente demostrativos, al decir de la Escuela aristotélica), puede ser expresado por esta proposición: «Dios pudo hacerlo; es conveniente que lo hiciera; luego lo hizo.»

16.- Según la Escuela aristotélica, el argumento de congruencia dista muy mucho de tener el valor demostrativo del argumento apodíctico.

Según la Escuela luliana, el argumento de congruencia es tan homogéneo a la razón como el apodíctico, y, de consiguiente, tiene igual valor demostrativo.

17.- El Estagirita sistematizó solamente la Lógica del argumento apodíctico.

El Beato Lulio sistematizó la Lógica del argumento de congruencia.

§. 2.

18.- ¿Cuáles son las ramas del árbol del Descenso luliano del entendimiento? -Los Conceptos, Juicios y Axiomas.

19.- Sabida cosa es que los Conceptos del Descenso son los de bondad, grandeza, eternidad o duración, etc.

Los Juicios son las proposiciones formadas con los Conceptos.

Y los Axiomas son razonamientos formados con los juicios.

20.- El Descenso luliano del entendimiento es un procedimiento matemático; las partes de que se compone el Descenso están enlazadas entre sí, como los teoremas de la Geometría.

21.- Pero aquí es de advertir (y no hemos de olvidarlo en lo sucesivo) que todos los Axiomas del Descenso, conviene a saber, los razonamientos formados con aquellos Juicios, resultan ser argumentos de congruencia.

Sí, estudioso lector, todos los Axiomas (o primeros principios de la ciencia) del Descenso intelectual luliano tienen por base y fundamento la siguiente proposición: «lo que es congruente que exista, existe en realidad»; todos los Axiomas lulianos son verdaderos, si es una verdad el conocido efato de Escoto: «potuit, decuit, ergo fecit.»

22.- ¿No lo quieres creer? Pues ahí van, como muestra, algunos Axiomas:

a) De Dios siempre se ha de concluir aquello por lo que se manifieste ser sumo, y más nobles sus perfecciones en el ser y obrar. (Comp. Art. Demonst.; dist. II, part. 2, núm. 2, pág. 80; vol. III, ed. mogunt.)

) De Dios no se ha de determinar lo que parece convenir con una sola perfección considerada absolutamente, sino lo que todas combinadas piden o con que concuerdan más. (Obra y lugar citados, número 3).

Como versan solamente sobre Dios, estos dos Axiomas tienen su lugar propio en la Teología.

c) De la criatura, o del efecto de Dios, se ha de concluir lo que lo manifiesta más noble, perfecto y semejante a Dios, por ser mayores sus perfecciones o semejanzas que participa. (Lugar citado, número 7).

Refiriéndose tan sólo a la criatura, este Axioma tiene su lugar propio en la Filosofía y es aplicable a ella.

d) «De los dos extremos opuestos de la cuestión se ha de concluir el que concuerda con la mayoridad, y dejar el que conviene con la minoridad.». A veces este Axioma hállase redactado en estotra forma: «Cuando se sabe, o se supone, que existe alguna cosa que conviene con la minoridad, se ha de inferir que con mayor razón existe la otra que concuerda con la mayoridad.» (Ars invent. veritatis; dist. III, pág. 61, vol, V, edic. cit.).

Aplica Lulio este Axioma a la Filosofía y a la Teología:

e) De cualquiera cuestión se ha de resolver aquella parte que conserva y mantiene el orden y diferencia de primera y segunda intención. Cuando de las dos partes opuestas de la cuestión, una concuerda con la primera intención (o sea, lo más noble y más perfecto), y la otra con la segunda intención (conviene a saber, lo menos noble y perfecto), se debe concluir aquello que conviene con la primera intención, despreciando su opuesto. (Ars compendiosa inveniendi veritatem; dist. II, pág. II, vol. I, ed. Moguntina).

23.- Basta. No nos detenemos en el análisis de estos Axiomas para evidenciar que el fondo de todos ellos radica en el famoso «potuit, decuit, ergo fecit», porque ello aparece ya casi a primera vista.

§. 3.

24.- ¿Es mucho el uso que se hace, en Filosofía y Teología, de los argumentos de congruencia? -Es inconmensurable.

Abrid las obras de uno cualquiera de los genios de la ciencia cristiana -Santo Tomás, por ejemplo-, y a cada paso ¿qué digo a cada paso? en cada página tropezaréis con un argumento de congruencia.

No tememos exagerar afirmando que, por cada argumento apodíctico que hallamos en Santo Tomás, son mucho más de ciento los argumentos de congruencia contenidos en las mismas obras del Aquinatense.

25.- Lo que nos dice la razón acerca del mundo, el hombre, Dios, es poco, poquísimo; en cambio, lo que nos dice la razón vital es inconmensurable.

26.- ¿Qué valor verdaderamente científico se concede en la Escuela aristotélica y los argumentos de congruencia?

-Poco más que cero. Véase, si no, a Santo Tomás y a sus discípulos y demás pensadores que siguen al Estagirita.

27.- ¿Por qué?

-Porque dicha Escuela no sabe ni de dónde vienen, ni a dónde van los argumentos llamados de congruencia. Niégase, terminantemente que puedan ellos constituir una Lógica propiamente dicha, con sus reglas y cánones, como la Lógica por la que regulamos y dirigimos nuestra mente al razonar mediante los argumentos llamados apodícticos o demostrativos. Los partidarios del Liceo no creen posible la sistematización, como si dijéramos orgánica, del argumento hasta aquí llamado de congruencia.

28.- Y ¿qué es, en substancia, el Descenso luliano del entendimiento?

-Es un procedimiento ideológico, lógico y criteriológico mediante los consabidos Conceptos de bondad, grandeza, etc., los Juicios formados con estos Conceptos y los Axiomas formados con los Juicios.

29.- ¿A qué clase de argumentos pertenecen los habidos con el Descenso?

-Todos, absolutamente todos, son argumentos de los llamados de congruencia.

§. 4.

30.- El Beato Lulio ¿redujo a sistema los argumentos de congruencia, como Aristóteles redujo a sistema los argumentos llamados apodícticos?

-Sí, señores. Escuchad.

En el Descenso luliano del entendimiento, al solucionar una cuestión mediante el Axioma A o B.

a) sabemos que ese Axioma es verdadero, porque se funda y luego desciende lógicamente de sus Juicios correspondientes;

) y sabemos que esos Juicios son verdaderos, porque se fundan y luego descienden, por rigurosa lógica de las Definiciones de los Conceptos correspondientes;

c) y sabemos que esas Definiciones son verdaderas, porque se verifican en Dios, y, de consiguiente, se verifican por necesidad, si bien de una manera proporcionada, en toda criatura;

d) y sabemos, por fin, que son verdaderos los Conceptos, porque ésos son los atributos de la Divinidad, conviene a saber, las leyes del Ser y del Pensar u Obrar de Dios; y como el hombre en tanto razona en cuanto participa finitamente del pensamiento divino, con muy buen acuerdo decimos que «nosotros razonamos rectamente» cuando nos servimos de las semejanzas proporcionadas de las leyes del pensamiento de Dios.

He aquí todo.

31.- Ésta es la Lógica del Descenso; ésta es la Lógica del argumento llamado de congruencia.

-¿Hay más concatenación, más rigor lógico, más ilación de unas partes con otras, en la Lógica del Ascenso, o del argumento llamado apodíctico, que redactara Aristóteles y perfeccionara Santo Tomás de Aquino?

-Se nos figura que no.

32.- Siendo esto así, como realmente es, ante los libros de Lulio impónese decir que no hay por qué conceder más valor demostrativo al argumento llamado apodíctico, que al llamado de congruencia. Ambos son igualmente apodícticos o demostrativos.

Por consiguiente, ambos tienen igual valor en la ciencia.

33.- Podráse discutir si en algo se equivocó, o no, nuestro Doctor y Maestro en su Lógica o sistematización de los argumentos llamados de congruencia; pero creemos fundadamente que, ante la labor del Beato, nadie negará, cuando menos, la posibilidad de sistematizar dichos argumentos.

Lulio ¿se equivocó en parte? -Pues corregirlo.

¿Se equivocó en todo? -Pues excogitar otra sistematización más aceptable que la suya.

Pero ¡por Dios, que no continúe el desprecio secular con que hasta el presente han sido mirados los argumentos mal llamados de congruencia!

34.- Ahora bien; siendo tanto el uso que se hace en la ciencia cristiana (y en la no cristiana también), según hemos visto, de los argumentos de congruencia, creeremos nosotros haber prestado un buen servicio al aristotelismo, y por ende, al tomismo, si llegamos a demostrar:

a) que la tendencia ideológica, lógica y criteriológica de nuestra mente, de donde nacen los argumentos de congruencia, es tan connatural al hombre como la tendencia de la cual nacen los argumentos llamados apodícticos;

) que los argumentos nacidos de esas dos tendencias tienen el mismo valor demostrativo y, por ende, científico.

35.- Con ello habremos evidenciado que el Descenso luliano es connatural al hombre, y, además, que tiene igual valor demostrativo y científico que el Ascenso. Y, en este caso, ¿habrá quien se oponga a incorporarlo al tesoro de la moderna Filosofía?




ArribaAbajoArtículo 3.º

El Descenso luliano del entendimiento es connatural a los hombres, y, por ende, es verdadero.


§. 1.

36.- Razón a priori. -¿Cómo no ser connatural a nuestra mente el Descenso intelectual luliano, habiendo probado nosotros, en páginas anteriores, que el constitutivo esencial del humano entendimiento no es sino la fuerza resultante de las nociones o ideas de Bondad, Grandeza, Eternidad o Duración, etc.?

Pues nunca hemos de olvidar que el Descenso en cuestión es un procedimiento ideológico, lógico y criteriológico en el cual las ideas de Bondad, Grandeza, etc., lo son todo, absolutamente todo.

37.- Ahora bien; ¿cuándo diremos que una potencia obra de un modo connatural a sí misma?

-Cuando obra de conformidad con su naturaleza o esencia.

38.- ¿Y qué cosa es la esencia de nuestro entendimiento?

-La fuerza resultante de las nociones o ideas de Bondad, Grandeza, etc.

39.- Y ¿en qué consiste el Descenso luliano?

-En un procedimiento en que las dichas ideas lo son todo, absolutamente todo.

40.- Siendo esto así, como realmente es, no cabe dudar de que, cuando nuestra mente razona mediante los Conceptos, Juicios y Axiomas del Descenso, razona de un modo connatural a sí misma. Luego podemos establecer y enseñar que el Descenso luliano del entendimiento es connatural a los hombres.

41.- Otra consecuencia: siendo connatural a la humanidad, clara cosa es que tiene que ser forzosamente verdadero.

§. 2.

42.- Desde que apareció Newman con su obra Desenvolvimiento del dogma, y merced a los estudios de Grandmaison, Meersdon, Schwalm, Hugon, Gardeil, Blondel, Bainvel y otros muchos, el origen y desarrollo del conocimiento religioso han sido elucidados de una manera desconocida en los siglos anteriores al nuestro.

43.- Y ¿por qué no decir que nosotros hemos advertido grandísimas analogías entre el origen y desarrollo del conocimiento religioso, tal como es explicado en nuestros días, y el origen y desarrollo de una lógica harto distinta de la que nos hablan los libros de Aristóteles?

Hanos ayudado también para ello otra obra de Newman: la intitulada Gramática del asentimiento.

44.- He aquí la razón por que, en todo el presente Capítulo, aceptamos puntos de vista de los modernos Apologistas del Catolicismo y los aplicamos a nuestras disquisiciones, filosóficas, empleando, además, el peculiar tecnicismo de que usan tales escritores, y aun, a veces, pidiéndoles prestadas sus propias palabras, a fin de parafrasearlas al intento que perseguimos.

Las que siguen, son razones a posteriori.

§. 3.

45.- Una observación constante y profunda de nuestras operaciones intelectuales da testimonio de la existencia de dos Lógicas: la raciocinante y la vital.

La Lógica raciocinante o artificial se basa en el arte dialéctico y sigue sus pasos. Redactó sus cánones Aristóteles al darnos a conocer las leyes del silogismo. Es la Lógica de los argumentos llamados apodícticos.

La Lógica vital o natural es un procedimiento ideológico, lógico y criteriológico basado en un instinto natural e irresistible. Su desarrollo es totalmente espontáneo. Nadie (fuera de Lulio) ha redactado sus cánones. Constituye la Lógica de los argumentos llamados de congruencia.

46.- Toda Lógica raciocinante ha de ser la representación o imagen, esto es, la sistematización de una lógica vital. La Lógica, cuyos cánones debemos al Estagirita, reúne esas condiciones.

La Lógica vital es anterior a la Lógica raciocinante, según aquello del Doctor Aquinatense: «Prius vita quam doctrina; vita enim ducit ad scientiam veritatis.» (In XII libros Metaphysicae; 5).

47.- Toda lógica vital es inconsciente; pero como que es vital, es rigurosa y conduce al hombre a la verdad, como acaba de decirnos Santo Tomás: «vita enim ducit ad scientiam veritatis.»

Además, como que es vital, no puede afirmarse que sea una degeneración.

Por lo que la lógica vital es tan verdadera como la raciocinante; y, por ende, puede llegar a ser tan científica como ésta, si obtiene una razonada sistematización.

§. 4.

48.- Las cuestiones de la Filosofía y Teología, ¿podemos solucionarlas todas por medio de los argumentos llamados apodícticos?

-No, señor; ni mucho menos.

Si proscribimos el uso de los argumentos llamados de congruencia, no serán muchos los pasos que demos en la Filosofía y Teología.

49.- Cuando nosotros, al pretender demostrar una verdad, A o B, ofrecemos una razón llamada de congruencia, porque -decimos- carecemos para ello de argumentos apodícticos, ¿qué hacemos?

-Una fuerza viva ha obrado en nosotros: una fuerza irresistible nos dice ser aquello una verdad. ¿Qué importa que no hallemos argumentos en la lógica raciocinante? La lógica vital nos ha proporcionado los suyos.

50.- Este hecho, que es innegable, ¿qué nos dice? ¿Qué nos demuestra?

-Ello nos dice y demuestra que hay todavía en el fondo del alma de la humanidad una ideología, una lógica y una criteriología (porque éstas son las partes esenciales de todo sistema filosófico connatural a los hombres) implícitas, confusas, vagas, indiferenciadas, que aguardan tristemente una mano cariñosa que las saque a la luz, a la superficie, y puedan así centellear explícitas, distintas, precisas, especializadas, coronadas sus sienes con la verdad y hermosura integral.

51.- Esto nos demuestra, con toda evidencia, que el sistema filosófico predominante en todas partes (por no decir el exclusivo y único), o sea, el Ascenso aristotélico, no es el que ha cristalizado todas las múltiples tendencias ideológicas, lógicas y criteriológicas de la humanidad.

52.- Sepa, pues, todo el mundo, que el Descenso luliano del entendimiento es la cristalización de las tendencias ideológicas, lógicas y criteriológicas que nos impulsan a asentir a una verdad que cuenta sólo en su favor las razones mal llamadas de congruencia.

El Descenso intelectual luliano es la sistematización de las données de la Lógica vital.

53.- En virtud de los cánones redactados por Lulio en su Descenso, lo que antes había sido tan sólo Lógica vital pasa a ser, con todo rigor, Lógica raciocinante.

54.- Si hacemos una revisión de los valores del Ascenso aristotélico; si examinamos la historia del valor demostrativo y científico de los argumentos llamados apodícticos, nos ha de ser fácil convencernos de que (si nosotros desconocemos la Filosofía luliana) nuestra posición ante los argumentos empleados por el Descenso luliano, conviene a saber, ante los argumentos llamados de congruencia, es la misma, exactamente la misma, que la de los pensadores anteriores al Estagirita ante los argumentos que luego después, por obra y gracia de los escritos aristotélicos, recibieron y vienen recibiendo el nombre de apodícticos.

Aristóteles declaró y determinó expresamente una sola de las tendencias o inclinaciones ideológicas, lógicas y criteriológicas de la humanidad; explicó lo confuso de esa tendencia, aclaró lo obscuro de ella, definió lo vago, precisó lo ambiguo e inexacto... y he aquí que nos ofreció el Ascenso del entendimiento: la Lógica de la tendencia ascensiva de nuestra mente.

55.- Pues bien; lo que hizo Aristóteles con la tendencia ascensiva de nuestra mente, lo hizo después el Beato Lulio con la tendencia descensiva.

56.- ¿Cómo sabemos que hay en nuestra mente una tendencia descensiva?

-El hecho (por nadie negado) del argumento llamado de congruencia, da testimonio de una segunda tendencia ideológica, lógica y criteriológica, en la mente del hombre.

Porque todo el mundo reconoce:

a) que el carácter típico de los argumentos sistematizados por Aristóteles, dista muchísimo de ser el carácter típico de los argumentos llamados de congruencia;

) y que los argumentos sistematizados por el Estagirita son ascensivos, mientras que los llamados de congruencia son descensivos.

57.- Si bien lo observamos, habremos de confesar que, en la historia de las tendencias ideológicas, lógicas y criteriológicas de la humanidad, se verifica una evolución biológico-filosófica.

Esa evolución tiene tres momentos o procesos: el lógico-vital, el lógico sistemático y el físico-vital o histórico.

58.- Antes del Liceo, la tendencia ideológica, lógica y criteriológica del Ascenso estaba en el momento o proceso evolutivo que llamamos lógico-vital; por medio de Aristóteles aquella tendencia alcanzó el momento o proceso lógico-sistemático; y la insigne Escuela peripatética ha dado lugar, en la sucesión de los siglos, al estado físico-vital o histórico.

59.- Antes de Aristóteles, los argumentos que ahora decimos apodícticos tenían solamente, en la estima y consideración de los sabios, el valor de los que, en la actualidad, llamamos argumentos de congruencia.

En sus manos cristalizó una de las dos tendencias ideológicas, lógicas y criteriológicas de la humanidad. Él fue el primero en sistematizar la tendencia ascensiva del entendimiento.

60.- En vista de esto, ¿qué diremos al presente los modernos lulistas? -Pues, sencillamente, que, antes del Beato Raimundo, el Descenso del humano entendimiento (conviene a saber, el germen y desarrollo del argumento llamado de congruencia) hallábase en su período lógico-vital; que luego el Doctor Arcangélico hizo evolucionar ese Descenso hasta lograr que alcanzara el período lógico-sistemático; y, por fin, que a los modernos lulistas nos incumbe el trabajar para que el Descenso llegue a ser vivido conscientemente por todos los intelectuales, es decir, hemos de trabajar para llegar a la meta del período físico-vital o histórico.

61.- Pero ¿quién negará, en presencia de cuanto llevamos dicho, que, aun los que jamás han oído el nombre de Lulio, viven inconscientemente, sin embargo, el Descenso intelectual que Lulio nos sistematizara?

Sí, para los tales, el Descenso luliano del entendimiento no ha pasado todavía del período lógico-vital.

§. 5.

62.- Para nadie es un secreto que el Doctor Arcangélico ha sido acusado de haber inventado, en su Arte o Descenso intelectual, una lógica propia, originalísima, y, por tanto, arbitraria, caprichosa y que no responde a la realidad.

Así hablaron los Padres Mariana y Feyjóo, y Descartes y Gassendi, y Bacón de Verulam, y Pico de la Mirándola, y Fernando de Córdoba, y cuantos se han contentado con repetir las palabras de estos señores.

63.- No hay tal.

Dichos señores no supieron ver, en las obras del Maestro, que el Arte o Descenso luliano es la sistematización de los argumentos llamados de congruencia.

64.- En consecuencia, nuestro Doctor y Maestro no inventó lógica alguna, sino que declaró tan sólo y precisó lo que ya latía en el fondo de la potencia lógica de nuestro ser.

He aquí por qué enseñamos que el Descenso luliano es connatural a la humanidad; y por ello creemos que, una vez haya sido convenientemente explicado y conocido, las escuelas filosóficas lo aceptarán como fiel expresión de su propia conciencia.

§. 6.

65.- Hay grandes analogías entre la manera como adquirimos el conocimiento religioso y la manera como adquirimos el conocimiento de las verdades a que se extiende el argumento mal llamado de congruencia, o sea, el Descenso del entendimiento.

66.- Así, parafraseando unos textos del P. Allo (Revue des sciences philosophiques et théologiques, Enero, 1907) y del P. Arintero (Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia), podemos decir nosotros, a su vez:

La Lógica de donde nacen los argumentos llamados de congruencia, o sea, el Descenso luliano del entendimiento, consiste en un discurso sencillo y como instintivo, fundado en experiencias íntimas, en necesidades vagas y profundas, en las revelaciones que nos hace la vida del corazón.

El secreto trabajo de todas esas fuerzas, elabora y hace que pasen a la clara conciencia afirmaciones y certezas a que no llega la Lógica del Ascenso o del llamado argumento apodíctico.

Esas afirmaciones, que pueden orientar toda nuestra ciencia, tienen raíces más hondas que las tomadas de la observación exterior. Germinan en lo subconsciente, y la conciencia no recoge sino los frutos. Se presentan ante todo como afirmaciones: luego podrán venir las teorías a apoyarlas, pero no a formarlas, porque las presuponen.

Lo que nos incumbe a todos es sistematizar lo que aprendemos en el hecho del argumento llamado de congruencia, o Descenso del entendimiento.

Mediante esa sistematización, pasará a ser pensamiento discursivo lo que antes era sólo pensamiento intuitivo.

Sí, no hay que dudarlo; las verdades del orden universal y necesario (que tienen todas las ciencias y que son las únicas a que se extiende el argumento llamado de congruencia o Descenso intelectual, no las del orden particular y contingente) no se adquieren propiamente por la Lógica del Ascenso o por el argumento que ahora decimos apodíctico, sino que tienen el medio propio y adecuado de ser adquiridas en el Descenso, o sea, en el argumento llamado de congruencia. -(Libro II. -Evolución Doctrinal, pág. 142. -Salamanca, 1911).

67.- Importa no desconocer ninguna de las realidades lógicas que yacen en el fondo de nuestra mente: ahora bien, o mucho nos engañamos, o la existencia del argumento llamado de congruencia nos descubre una realidad lógica natural distinta de la que nos descubre el argumento llamado apodíctico.

§. 7.

68.- Parece ser que la Lógica raciocinante del Liceo no es completa.

Expliquémonos.

69.- La lógica raciocinante ha de estar sometida a la lógica vital y servirla; y la lógica raciocinante de Aristóteles y Santo Tomás, es decir, la del Ascenso intelectual o del argumento dicho apodíctico, no presta todos los servicios que debe a la lógica vital, ya que fluyen de ésta, y del modo más constante, natural y espontáneo, los argumentos llamados de congruencia, de cuya teoría y sistematización nada nos dice, que sepamos, la Lógica raciocinante del Estagirita y sus discípulos.

70.- ¿Cómo se conoce la potencia? -Por el acto.

Pero de la vitalidad lógica que yace en el fondo de nuestra mente resultan dos actos harto distintos: el argumento que decimos apodíctico, y el llamado de congruencia.

71.- ¿Diremos que hay en nosotros dos potencias lógicas?

-No hay necesidad de ello, como podríamos demostrar cumplidamente.

72.- Mas, sí, importa afirmar que la mente humana tiene dos modalidades lógicas.

73.- ¿Explica y sistematiza Aristóteles esas dos modalidades lógicas?

-Es evidente que no.

Ocúpase solamente en una de ellas: la que produce el argumento que decimos apodíctico; conviene a saber, se emplea tan sólo en la donnée o tendencia ascensiva.

74.- Pero ¿quién va a negar que ambas modalidades, y los dos frutos por ellas producidos (el argumento apodíctico y el llamado de congruencia), desciendan de un mismo tronco?

75.- Siendo así, ambas modalidades son innatas a la potencia lógica de que nuestra mente está dotada; ambos frutos son legítimos y naturales de nuestra mente; el argumento apodíctico y el llamado de congruencia son igualmente connaturales al hombre; el Ascenso y el Descenso son homogéneos, en un mismo grado, a la lumbre de la humana razón.

76.- ¿Qué falta, pues, al presente?

-Sistematizar el argumento llamado de congruencia; hacer ver que desciende de premisas innegables; en fin, lo que hizo el Beato Lulio, o sea, demostrar como un Axioma del Descenso desciende con todo rigor del Juicio correspondiente, y como éste, a su vez, desciende de sus correspondientes Conceptos, y que esos Conceptos son ideas adquiridas mediante el sentido externo, además de su carácter casi innato, según explicamos más arriba.

77.- ¿Qué cosa es la Lógica de Aristóteles?

-Es la expresión analógica de la lógica connatural a los hombres.

Siendo de advertir que toda redacción (o manifestación in scriptis) de las leyes lógicas por las que se rige nuestra mente, no puede ser sino una expresión puramente analógica de las leyes lógico-vitales de la mente humana.

78.- Ahora bien; no pudiendo ser más que una simple expresión analógica, clara cosa es que

a) son posibles otras expresiones analógicas para la manifestación de lo mismo;

) y que es posible, además, que la ley lógico-vital por la que se rige nuestra mente, tenga, no uno solo, sino varios aspectos, o cuando menos dos.

79.- ¿Y no es verdad que la existencia del argumento apodíctico y la del llamado de congruencia nos dicen en alta voz, que tiene, no uno solo, sino dos aspectos, la ley lógico-vital que rige los pasos de la mente humana?

80.- Inferimos nosotros de aquí que la Lógica aristotélica, al no comprender la sistematización de los argumentos llamados de congruencia, dícenos con harta claridad que el Liceo no comprendió ni abrazó todos los aspectos de la ley lógico-vital de la humanidad.

§. 8.

81.- Cuanto dicen los Apologistas de la Iglesia acerca de la homogeneidad de la enseñanza católica, podemos muy bien aplicarlo nosotros a las razones llamadas de congruencia. (Ventura de Ráulica: La razón filosófica y la razón católica; pág. 308. -Madrid, 1852).

Así, diremos que la definición de la verdad dada por Santo Tomás de Aquino conviene de una manera muy especial a las verdades contenidas en las razones llamadas de congruencia, o sea, a los Juicios y Axiomas del Descenso luliano.

82.- ¿Qué es la verdad, en sentir del Aquinatense? -«La ecuación entre el entendimiento y la cosa.» (Signoriello: «Lexicon Peripateticum; pág. 382. -Neapoli, 1881).

83.- Pues bien; las verdades o razones llamadas de congruencia «son las que establecen una perfecta ecuación entre el espíritu humano y ellas.»

84.- En efecto; es evidente que las razones llamadas de congruencia agradan al hombre, le satisfacen; el hombre las acepta con grandísima naturalidad; ponen al hombre en armonía con la ciencia, y obtienen sin violencia todas las simpatías y todas las afecciones de la humanidad.

85.- ¿Qué decir ante ese hecho innegable? -Pues, muy sencillo,

a) que hay aquí una verdadera ecuación entre el entendimiento y la cosa;

) y, por consiguiente, que las razones llamadas de congruencia son verdades realmente tales.

86.- Dicen los Apologistas: La Religión católica es homogénea a la razón; luego es verdadera. ¿Por qué no afirmar otro tanto de las razones llamadas de congruencia?

87.- Buscad a un hombre de inteligencia clara y algún tanto cultivada, pero que desconozca en absoluto todos los sistemas filosóficos. A ese tal dadle a leer una obra donde todas las verdades científicas estén allí demostradas mediante razones de congruencia: un libro, en fin, que contenga un sistema filosófico basado todo él en razones de congruencia... ¿Qué observaréis?

-Que aquel hombre se declarará partidario entusiasta del Sistema filosófico en cuestión y del modo de argumentar contenido en aquella obra.

88.- Inferimos nosotros de aquí tres consecuencias:

a) que las razones llamadas hasta aquí de congruencia son homogéneas a la humana razón;

) que son verdaderas;

c) y que pueden ser llamadas razones apodícticas o verdaderamente demostrativas, potencialmente, aunque no en los momentos actuales.

89.- Véase, en la obra y lugar citados, lo que el P. Ráulica dice de una sordo-muda, y del modo como ésta conoció la verdad de la Religión católica, y la abrazó, y se penetró de ella, y la amó.

90.- Quienes no sepan o no hayan penetrado lo que es el Descenso luliano del entendimiento, puede que nos digan: nosotros desconocemos el último porqué, la naturaleza íntima, la esencia lógica, como si dijéramos, de las razones de congruencia y, por ende, del Descenso intelectual del Beato Raimundo Lulio; por lo tanto, hemos de rechazarlas: no podemos atribuir un valor demostrativo a dichas razones; no podemos considerarlas como verdades realmente tales.

91.- Ese mal tiene un fácil remedio: con enterarse uno de la teoría y práctica del Descenso luliano, serán conocidos el último porqué, la naturaleza íntima y la esencia lógica de las razones llamadas de congruencia.

92.- Pero, aun a los que no hayan tomado ese remedio, podemos decirles con toda razón: ¿qué importa el no conocer el último porqué de las razones llamadas de congruencia? Lo indudable es que ellas son homogéneas a la razón humana, y que nada hay más connatural al hombre que dichas razones o argumentos.

Desconocidas en su naturaleza, sí; pero nada más homogéneo a nuestra mente que ellas. Y ¿diremos que son razones falsas? Jamás.

93.- Nada más inexplicable que la luz; sin embargo, nada más homogéneo a nuestros ojos que ella.

¿A quién se le ha ocurrido decir que, siéndonos desconocida la naturaleza de la luz, no podemos afirmar que ella sirva admirablemente para la visión de las cosas materiales?

94.- ¿Cómo argumentamos? De la siguiente manera: la luz es homogénea y natural al órgano de la vista; luego le sirve admirablemente para la visión material: es su instrumento natural, naturalísimo.

Una cosa parecida hemos de establecer tocante a las razones llamadas de congruencia. «¿Son homogéneas al humano entendimiento? ¿Sí? De consiguiente, constituyen un medio de visión intelectual, naturalísimo, verdadero.»

95.- Lo que es la luz con respecto al órgano de la vista, según parecer unánime de los naturalistas; lo que las verdades divinas son con respecto al espíritu humano, según todos los Apologistas, antiguos y modernos; eso es precisamente una razón llamada de congruencia con respecto a la mente del hombre.

Ved si no; el filósofo (por ejemplo, Santo Tomás) busca la razón de congruencia, «se detiene en ella, reposa en ella, y se complace en ella como en la cosa más sencilla y más natural para él.» Que es lo que hace el ojo con respecto a la luz y el espíritu humano con respecto a las verdades divinas, según Orígenes, en su obra De Principiis, lib. II, II, citado por Ráulica.




ArribaAbajoArtículo 4.º

El Descenso luliano del entendimiento tiene un valor real y verdaderamente demostrativo, y, por consiguiente, científico.


96.- El Descenso luliano no es más, como queda dicho, que la sistematización de los argumentos llamados de congruencia; y estos argumentos se basan indudablemente en un instinto natural e irresistible.

Ahora bien; ¿hay por ventura nada más vital que el instinto natural e irresistible?

Y la vida, la que verdaderamente merece el nombre de vida, nunca yerra: la deducción espontánea no puede ser falsa.

97.- «El desarrollo vital siempre es lógico (ha escrito el P. Arintero), pues la vida nunca yerra en sus deducciones y manifestaciones espontáneas, mientras el tenido por lógico, si no es a la vez vital, resultará a lo mejor ilusorio, o del todo estéril.

Esto, aunque parezca una paradoja, es una verdad importantísima.» (Evolución doctrinal, pág. 140).

98.- Así, el pensador que sólo admite el Ascenso aristotélico, es decir, el lógico con la sola razón raciocinante, se engañará siempre, si, en el fondo de su argumentación, por bien hilvanada y brillante que parezca, no hay algo vital.

Lo vital, que debe estar incluido en toda argumentación algo laboriosa, es lo que privará que alguna o algunas de las proposiciones integrantes de la argumentación se desvíe de su verdadero sentido.

He aquí por qué decimos que hay que ver un valor demostrativo y, por ende, científico, en las razones llamadas de congruencia, o, lo que es lo mismo, en el Descenso luliano del entendimiento.

§. 2.

99.- La lógica raciocinante o refleja no acierta a ver la fuerza ni el valor de los principios reguladores de la lógica vital, o sea, de la inteligencia práctica, porque sólo percibe analógicamente un aspecto (y quizás todavía incompleto) de la realidad lógica que yace en los repliegues de nuestro ser mental.

La lógica de la inteligencia práctica, ésa sí, ésa siempre va calcada en la misma realidad lógico-vital que se esconde en el fondo de nuestra alma.

100.- Y de las entrañas de la lógica de la inteligencia práctica nace el argumento llamado de congruencia, sistematizado por Lulio en su Descenso intelectual.

101.- Inferimos nosotros de aquí que el argumento congruente, o Descenso luliano, no es un argumento arbitrario, como dicen los partidarios exclusivos de la lógica refleja; sino que, muy al revés, es producto de una lógica infalible, puesto que viene de un proceso vital, y «en los procesos vitales no cabe la menor inconexión, discontinuidad ni falacia.» (Arintero; obra cit., pág. 156).

A medida que vaya siendo conocida la sistematización de dichos argumentos, habrá menos irreflexión (claro está) en la producción de los mismos.

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§. 3.

102.- Balmes, en su Criterio, cap. VI, § III, nos ofrece dos reglas sobre la coexistencia y la sucesión.

Esas reglas no son razones de las que ahora llamamos apodícticas, pues entonces no habría que disertar tanto acerca de ellas, sino razones de las llamadas de congruencia.

103.- ¿Otorga Balmes un valor demostrativo y científico a dichas reglas o razones de congruencia?

Lo que dice el Filósofo de Vich del valor de sus reglas sobre la coexistencia y la sucesión, eso mismo decimos nosotros del valor de los Juicios y Axiomas del Descenso luliano, o sea, de todas las razones llamadas de congruencia en general.

104.- Helo aquí: «Tal vez será difícil demostrar filosóficamente la verdad de estas aserciones; sin embargo, los que la pongan en duda, seguramente no habrán observado que, sin formarlas, las toma por norma el buen sentido de la humanidad, que en muchos casos se acomoda a ellas la ciencia, y que en las más de las investigaciones no tiene el entendimiento otro guía.»

105.- Efectivamente; el uso constante que, en las ciencias racionales y hasta en el lenguaje vulgar, hacemos de las razones llamadas de congruencia, nos autoriza para afirmar que, sin formarlos, el buen sentido de la humanidad toma por norma los Juicios y Axiomas del Descenso luliano, pues unos y otros no son más que razones de las llamadas congruentes.

En muchos casos, dice Balmes, la ciencia se acomoda a las razones llamadas de congruencia; y si el Filósofo catalán hubiese conocido la sistematización que de las razones llamadas de congruencia nos proporciona el Beato Lulio en su Descenso, habría dicho que la ciencia se acomoda siempre a dichas razones; con una sola condición, sin embargo, y es la de que las consabidas razones estén bien formuladas; lo que se obtiene con el conocimiento de aquella sistematización.

106.- Nosotros añadimos ahora a lo dicho por Balmes que hasta el dogma se acomoda a veces a las razones llamadas de congruencia. Pruebas. La existencia de los Ángeles demuéstrase por la razón llamada de congruencia que emplea Santo Tomás, que no es sino el Axioma del Descenso luliano denominado de Mayoridad y Minoridad (transcrito por nosotros más arriba).

La Inmaculada Concepción de María se demuestra por el argumento llamado de congruencia que empleara Escoto, y que no es sino el Juicio del Descenso luliano que nuestro Beato forma con los Conceptos de Grandeza, Poder, Virtud y Fin (In III librum Sent.; cuestión 96, pág. 84, vol. IV, ed. mogunt.).

107.- Y ahora preguntamos: si algunas veces el dogma se ha acomodado a las razones llamadas de congruencia, o sea, al Descenso luliano del entendimiento, ¿por qué no siempre? Parece ser que hay la misma razón para que suceda una vez, que para que suceda siempre.

Según nuestro humilde sentir, el Descenso luliano sirve admirablemente para la elucidación de todos los Misterios cristianos.

108.- Sí, tiene razón Balmes: en las más de las investigaciones, no tiene el entendimiento otro guía que las razones llamadas de congruencia: no puede emplear argumentos de los que ahora decimos apodícticos. Lo cual equivale a decir: en muchos casos no tiene aplicación el Ascenso del entendimiento; sólo podemos aplicar el Descenso.

Eso demuestra la insuficiencia del Ascenso aristotélico, y que hay otra Ideología, otra Lógica y otra Criteriología distintas de la del Estagirita, conviene a saber, las correspondientes al Descenso.

109.- ¿Y vamos a negar todo valor demostrativo y científico a las razones llamadas de congruencia (al Descenso luliano), cuando es una verdad innegable que, «en las más de las investigaciones, no tiene el entendimiento otro guía» que dichas razones, como escribe Balmes?

110.- «Sin dar por segura esta regla (la de congruencia), el común de los hombres no podría obrar; y los mismos filósofos se encontrarían más embarazados de lo que tal vez se figuran. Darían pocos pasos más que el vulgo.» (Págs. 36 y 37. -Barcelona, 1898).

No puede afirmarse y demostrarse con más nervio lógico el valor demostrativo y científico de la razón llamada de congruencia, o del Descenso, de lo que Balmes lo hace.

§. 4.

111.- El argumento llamado apodíctico desarróllase en virtud de una dialéctica pura y abstracta: es una visión intelectual.

El argumento llamado de congruencia desarróllase en virtud de una lógica práctica, concreta, viviente: es una visión sentida y vivida.

112.- Los argumentos llamados de congruencia (o sea, el Descenso luliano del entendimiento), son razones del corazón humano, las cuales, no habiendo sido todavía sistematizadas (nos dirigimos a los que no conocen a Lulio), muéstrannos ya, sin embargo, no pocas veces, las sinrazones de la pura dialéctica, del hombre ergotista, del partidario exclusivo del Ascenso del entendimiento.

113.- Una vez hayan sido sistematizadas a gusto de todos aquellas razones de congruencia, veremos, con luz meridiana, que tienen el mismo valor demostrativo y científico que la Dialéctica de Aristóteles y Santo Tomás, y que ellas son el complemento lógico y natural, y, por ende, la perfección, de esta Dialéctica.

Habrá entonces dos Dialécticas: la del Ascenso y la del Descenso, las cuales responderán armoniosamente a la doble Ideología, Lógica y Criteriología connaturales al hombre.

114.- El partidario exclusivo de la Dialéctica del Ascenso ¿sabéis lo que hace con su exclusivismo? -Ahoga el corazón humano. -¿Por qué? -Porque niega los argumentos que hemos dado en llamar de congruencia.

115.- Si despreciamos los argumentos llamados de congruencia; si no les concedemos ningún valor demostrativo y científico, ¿qué nos va a quedar de las obras filosóficas y teológicas de las grandes lumbreras del Catolicismo?

Clara cosa es que, al hablar así, no nos referimos para nada a la doctrina de los filósofos y teólogos cuyas premisas sean textos de la Sagrada Escritura; sino tan sólo a la doctrina propiamente demostrativa y científica, esto es, filosófica, con que, una vez probada una tesis con el texto Sagrado, esfuérzanse las grandes lumbreras del Catolicismo en corroborar la verdad de las enseñanzas cristianas.

116.- La visión de la verdad, filosófica y teológica (nada aquí de las ciencias rigurosamente experimentales), no será completa, ni mucho menos, si cerramos los ojos al horizonte inmenso que nos abren las razones llamadas de congruencia.

Negado el valor demostrativo y científico de los argumentos llamados de congruencia, la Filosofía y Teología nos resultarán castradas; y suplicamos al lector nos permita la palabra mal sonante, en gracia a la exactitud y claridad del concepto que por ella intentamos declarar: en un caso semejante al nuestro, el gran Menéndez y Pelayo no dudó en hacer uso de la misma.

117.- El argumento llamado de congruencia, conviene a saber, el Descenso del entendimiento (sea el que Lulio explica, u otro que alguien con el tiempo pueda explicar), es sencillamente fruto de una ley vital de nuestra mente.

§. 5.

118.- A un observador atento y perspicaz no le será difícil advertir que la ciencia racional llamada Lógica tiene dos actualizaciones y manifestaciones de su propia virtualidad: el argumento llamado apodíctico (o del Ascenso), y el argumento llamado de congruencia (o del Descenso).

No es único el contenido de la ley interna de la tendencia lógica de la humanidad, sino doble. Quien lo niegue, negará la evidencia.

119.- Siendo esto así, como realmente es, ¿quién será osado a afirmar que el primer contenido (o sea, los argumentos del Ascenso) tiene un valor demostrativo en la ciencia, y que no lo tiene el segundo contenido (esto es, los argumentos del Descenso)?

Podráse en verdad decir que, mientras la Lógica vital, o la del argumento llamado congruente, no alcance una sistematización aceptable, no hay derecho a establecer el valor científico del argumento congruente, o sea, del Descenso; pero negar en absoluto el valor real y verdaderamente científico del argumento llamado de congruencia y sentar su inferioridad respecto al que ahora decimos apodíctico, fundándonos en la naturaleza, el origen y el desarrollo de ambos, eso no puede en manera alguna tolerarse.

120.- Que la humanidad tiene dos tendencias (no una sola), y por cierto bien diferenciadas, ideológicas, lógicas y criteriológicas... esto es un hecho palpable; ¿qué nos dicen, si no, la existencia del argumento llamado apodíctico y la del llamado de congruencia?

¿Y quién podrá decir que un argumento sea más connatural al hombre que el otro?

Ahora bien; siendo igualmente connaturales al hombre, ¿quién osará decir que el primero, o el llamado apodíctico, tiene un valor demostrativo en la ciencia, y que el segundo, o el llamado de congruencia, carece de todo valor demostrativo y científico?

121.- Intrínsecamente considerados, tan demostrativo en la ciencia es el uno como el otro.

La ventaja que el llamado apodíctico tiene actualmente sobre el que decimos de congruencia, es tan sólo extrínseca, y consiste en que la sistematización de la Lógica del argumento dicho apodíctico es conocida de todos, pues todos la hemos aprendido en Aristóteles; mientras que es totalmente desconocida la sistematización de la Lógica del argumento de congruencia, pues nadie va a leerla en el Beato Lulio.

122.- ¿Decís que las razones de congruencia son tan sólo razones probables, y que por eso las llamáis de congruencia? Bien está.

Pero estudiad el Descenso luliano del entendimiento (o sea, la sistematización del argumento llamado, hasta el presente, de congruencia), y veréis que las razones probables os resultan razones necesarias. Lo dice terminantemente el Arcangélico Doctor: «Plures autem, qui non viderunt ista Principia, credunt in scientiis particularibus multa solûm esse probabilia, quae per Artem ostenduntur necessaria.» (Compen. Art. Demonst.; dist, II, pág. 81, vol. III, edic. mogunt.).

123.- Si bien, como no nos guía otro interés que el de la verdad, plácenos añadir que es más perfecta la sistematización llevada a cabo por el Estagirita, que la hecha por el Beato Raimundo, sobre todo después del progreso del aristotelismo por medio de Santo Tomás de Aquino y sus discípulos.

§. 6.

124.- El argumento llamado hasta aquí de congruencia, o sea, el Descenso luliano, se ha apoderado enérgicamente de la inteligencia y del corazón del hombre; ¿y no tendrá su razón de ser? ¿Y podrá ser falso?

A esa clase de argumentos se le pueden aplicar aquellas palabras de Cicerón: «quod semper, quod ubique, quod ab omnibus»; ya que siempre, en todas partes y todo el mundo ha hecho uso de los argumentos llamados de congruencia, inclinándose a atribuirles un valor más o menos demostrativo en la ciencia.

De consiguiente, son connaturales al hombre, son verdaderos, son demostrativos, son científicos, si no actualmente, por ser desconocida su sistematización, a lo menos de un modo potencial.

125.- Es en virtud de un sentimiento vivísimo, concreto, profundo, convincente, que razonamos mediante un argumento llamado de congruencia. ¿Y diremos que esos argumentos no son demostrativos? ¿No equivaldría eso a decir que Dios se burla de nosotros, pues tan fuertemente nos mueve a probar una cosa con razones en sí mismas, o intrínsecamente, falsas?

La Filosofía no puede ahogar el grito de la naturaleza; y negar todo valor demostrativo en la ciencia al argumento llamado congruente equivaldría a querer ahogar el grito de la naturaleza.

126.- El argumento de congruencia, o Descenso luliano, es fruto de nuestro sentido común espontáneo. ¿Queremos examinar e inquirir minuciosamente si tiene un valor demostrativo y científico? -No hay inconveniente alguno; pero sirvámonos para ello de una filosofía que no haya roto con nuestro sentido común espontáneo.

§. 7.

127.- «Bajo la pluma de un incrédulo, la historia de las doctrinas católicas viene a parecer insuficiente y conjetural.» (P. Schwalm. -Apud Arintero).

«Reville, Harnack y otros acusan las conclusiones católicas de contradictorias.» (Arintero, obra cit., pág. 143).

En efecto; según los incrédulos, los argumentos teológicos son flotantes, vaporosos y de ninguna fuerza y valor.

128.- ¿Qué respondemos los católicos a semejantes acusaciones? Lo siguiente:

a) que los racionalistas no sienten la inefable realidad católica;

) que están privados del sentido cristiano;

c) que no sienten la fuerza y vida de la verdad revelada;

d) y finalmente, que los racionalistas ignoran que «la verdadera teología es el más acabado modelo de lógica viviente, que transciende sobre la esfera de nuestros conceptos racionales y no puede ser en ellos encerrada.» (Arintero: lugar cit.).

129.- Lo que les pasa a los racionalistas en orden a la Teología, eso mismo les pasa a los impugnadores del Beato Lulio en orden al Descenso del entendimiento.

Dicen los adversarios del Lulismo:

a) los argumentos lulianos son flotantes y vaporosos (Ruperto de Manresa: Libro de la Concepción Virginal, pág. 45. -Barcelona, 1906);

) el Arte General (o Descenso) no es asimilable; es una flor rara en el jardín de la ciencia y que no llega a producir grano (Ilmo. Torras y Bages: La Tradición Catalana, pág. 293. -Barcelona, 1892);

c) las demostraciones lulianas no tienen valor ni fuerza alguna («has demonstrationes nullius roboris esse censeo»);

d) jamás han podido demostrarme los lulistas, con la sola fuerza de las razones, que sean claros sus argumentos (nunquam ipsos vi solâ rationum perspicuas cas demonstrationes reddere potuisse). P. Vázquez; Disputatio 133, cap. IV. Apud Salzinger.

Basta.

130.- ¿Qué respondían al P. Vázquez los antiguos lulistas? -Que el sabio Jesuita no penetraba bien los Principios lulianos (que son los Conceptos, Juicios y Axiomas del Descenso, y no otra cosa); y que ésa era la causa por la que no le parecían demostraciones real y verdaderamente tales las demostraciones lulianas.

Lo dice el mismo Padre en el lugar citado.

131.- Nosotros le hubiéramos replicado al insigne P. Vázquez, honor de la Teología católica, que confundía lastimosamente el Arte Combinatorio con el Descenso del entendimiento, producciones ambas del Beato.

Leyendo al P. Vázquez, se ve claramente que este buen Padre no llegó a conocer otras obras de Lulio, que las relativas al Arte Combinatorio, las cuales por cierto han sido, y son todavía, las más vulgarizadas.

132.- En el Arte Combinatorio, specimen muy rudimentario (y destinado por el mismo Lulio a los que no habían de profundizar la Filosofía, por carecer de tiempo para ello y aspirar solamente a conocimientos filosóficos superficiales, pues Lulio quería democratizar la ciencia), realmente las demostraciones lulianas no prueban en todo el rigor de la palabra; no son tales demostraciones. Pero lo cierto es que no hay aquí defecto alguno por parte de las demostraciones, atendido lo que hemos hecho observar. La naturaleza y finalidad de los libros que contienen el Arte Combinatorio, no pedían más; por consiguiente, no hay por qué exigirles otra cosa.

En los libros del Beato, que contienen el Descenso del entendimiento, habría encontrado el P. Vázquez lo que deseaba: allí habría visto que entre los Principios lulianos, es a saber, entre los Conceptos, Juicios y Axiomas del Descenso, hay tanta ilación y necesaria deducción como entre los teoremas de las Matemáticas. Por ende, habría visto y confesado que las demostraciones lulianas son realmente demostraciones en todo el rigor de la palabra.

133.- ¿Qué respondemos a los modernos impugnadores de nuestro Doctor y Maestro? -Lo siguiente:

a) que nuestros adversarios no sienten toda la realidad de la tendencia lógica que se esconde en los pliegues más recónditos de nuestra mente, al conceder solamente a la Lógica del Ascenso un valor demostrativo en la ciencia;

) que aparecen privados del sentido lógico integral al admitir como única la lógica ascensiva;

c) que no sienten toda la fuerza y vida del argumento llamado de congruencia;

d) y, finalmente, que, según nuestro humilde parecer, la verdadera lógica integral es el más acabado modelo de lógica viviente, y que esa lógica viviente transciende no pocas veces sobre la esfera de la pura dialéctica, es a saber, sobre la esfera de la lógica del Ascenso, y no puede ser encerrada en la consabida dialéctica ascensiva.

§. 8.

134.- Los filósofos «ergotistas», o sea, aquellos en quienes predomina la lógica refleja o raciocinante sobre la lógica directa o vital, niegan, con razones muy especiosas el valor científico de los argumentos de congruencia; con todo, no pueden negar que ellos mismos sienten o presienten que tales argumentos han de conducir a la verdad.

Sí, una voz interna, que no pueden acallar por mucho que hagan, les dice que esos argumentos son demostrativos en la ciencia; que, pareciendo tan sólo subjetivos, son en realidad de verdad objetivos, aunque no sepamos bien el porqué ni el cómo.

135.- Ello nos declara que, en lo tocante al estudio de las tendencias lógicas de la mente humana, no hay que hacer mucho caso de ciertas razones abstractas de la lógica raciocinante: hay que escuchar sobre todo a la lógica vital.

136.- El valor científico del argumento llamado de congruencia, aunque no sepamos evidenciarlo con razones abstractas de la lógica raciocinante o refleja, sabemos que es un«hecho», y sabemos que es un hecho, porque ese valor ha vivido siempre en la conciencia de la humanidad: ¿por ventura no admitimos instintivamente los argumentos congruentes, y no sentimos y vivimos conforme a ellos?

Por cualquier parte que se mire la cuestión, hay que reconocer la posibilidad del valor demostrativo y científico de los argumentos llamados de congruencia.

§. 9.

137.- En el estudio detenido y profundo del proceso del desarrollo lógico, no es posible prescindir del argumento llamado de congruencia, o sea, del Descenso luliano del entendimiento; y en todo argumento luliano o de congruencia (aunque nuestros adversarios digan que son flotantes y vaporosos) hay un elemento intelectual importantísimo.

Por ejemplo, en el argumento luliano-escotista «potuit, decuit, ergo fecit», el elemento intelectual es capitalísimo, es decir, la idea de incompatibilidad del pecado con la maternidad divina. (Arintero; obra cit., pág. 158).

138.- No hay que olvidarlo nunca: en todo argumento luliano o de congruencia, hay un elemento intelectual importantísimo; y ese elemento es la razón del hecho del valor realmente científico de los argumentos del Descenso.

139.- Además, ese elemento intelectual nos dice ser posible la sistematización de los argumentos congruentes, y él nos ha de dar la clave para dicha sistematización. ¿Cómo? ¿Ejemplos? En la presente obra, ya demasiado voluminosa, no podemos responder a esas importantísimas cuestiones: lo haremos, Dios mediante, a su debido tiempo y sazón.

§. 10.

140.- Explicando la evolución doctrinal y el progreso dogmático que se realizan en el seno de la Iglesia católica, dicen los modernos teólogos: «Movidos de este infalible instinto vital -que, como divino, hace proceder con tanta firmeza, seguridad y acierto- en vista de los inefables hechos que se sienten y de algún modo se palpan, aunque apenas se explican, construyen a veces los Santos Padres y todos los grandes siervos de Dios, unos raciocinios que, con ser muy sólidos, a los que no sientan lo que ellos, les parecerán, como observa Newman, débiles y aun aventurados. Pero quien se engaña es el que se deja llevar de las falacias de la razón raciocinante, contra las afirmaciones positivas y concretas del sentido cristiano. Si «nunca parecemos peores lógicos que cuando nos guiamos de un vivo sentimiento de que los demás no participan», nunca procedemos tampoco con más acierto que cuando es a impulsos de esos sentimientos íntimos, incomunicables, llenos de realidad y de vida, de que otros no pueden formarse la menor idea.» (Arintero; obra cit., pág. 161).

141.- En parecidos términos podemos nosotros responder a los que niegan el valor demostrativo de los argumentos en cuestión.

En el uso de los argumentos llamados de congruencia, o sea, al practicar el Descenso luliano, guíanos un instinto vital que sale del fondo de nuestro ser, y el instinto vital, aunque proceda de la naturaleza, es siempre infalible, como dicho queda y probado.

Movidos de este instinto vital natural, hallámonos a veces ante hechos que se sienten y de algún modo se palpan, aunque apenas se explican, por ejemplo, la existencia de puros espíritus; movidos de este instinto vital de la naturaleza, hallámonos a veces ante verdades del orden universal y necesario (no particular y contingente) que se sienten y de algún modo se palpan, aunque apenas se explican; pues sabida cosa es que todas las ciencias contienen verdades del orden universal y necesario, y que en esas verdades el genio es todo y las reglas nada son.

142.- Y para probar aquellos hechos y estas verdades construimos unos raciocinios (los únicos posibles en la materia) que han sido llamados hasta aquí de congruencia; raciocinios que, con ser muy sólidos, a los que no sienten lo que sentimos nosotros, es decir, a los que rechazan los postulados de la lógica vital, les parecerán débiles y aventurados.

Pero quien se engaña es el que se deja llevar de las falacias de la razón raciocinante contra las afirmaciones positivas y concretas de la lógica vital.

143.- Si nunca parecemos peores lógicos que cuando nos guiamos de un vivo sentimiento de que los demás no participan, nunca procedemos tampoco con más acierto que cuando es a impulsos de esos sentimientos íntimos, incomunicables, llenos de realidad y de vida, es decir, que cuando seguimos los dictados de la lógica vital.

Los argumentos llamados de congruencia, conviene a saber, los Conceptos, Juicios y Axiomas del Descenso luliano del entendimiento, proceden de esos sentimientos íntimos, incomunicables, llenos de realidad y de vida, de que ciertos hombres no quieren formarse la menor idea.

Por el contrario, creemos nosotros que no hay que ser exclusivistas en favor de la Lógica del Ascenso, que es la única raciocinante en la actualidad.

§. 11.

144.- Lo que dice el cardenal Newman acerca de la eficacia de los medios que Dios nos da para conocer su voluntad divina, bien podemos nosotros aplicarlo a los medios que el mismo Dios nos ha dado para adquirir la ciencia; pues si es indudable que Dios quiere que conozcamos su divina voluntad (y por ello nos da Él mismo los medios convenientes), no es menos cierto que también quiere que adquiramos la ciencia (para lo cual igualmente Él mismo nos proporciona los medios adecuados).

En consecuencia, diremos: si con Su beneplácito hemos de conocer la ciencia, los medios que Él nos dará para llegar a ella, parezcan o no eficaces al humano entender, lo serán sin duda, puesto que de Él nos vienen. Y su valor en época o en persona determinada dependerá de Sus designios. (Desenvolvimiento del Dogma; pág. 94. -Edición de la Revista de Estudios Franciscanos).

145.- A vista de la sistematización llevada a cabo por nuestro Doctor y Maestro, vese claramente que su Descenso intelectual es eficaz y demostrativo en la ciencia; pero, en virtud de los designios inescrutables de la Providencia, aquella sistematización ha sido desconocida por larguísimos siglos que han llegado hasta el presente, por lo que se ha venido negando siempre la eficacia de los argumentos lulianos.

146.- Nosotros haremos cuanto podamos para divulgar la sistematización luliana; la corregiremos y enmendaremos haciéndola conforme a los gustos modernos; la cercenaremos en unas partes y la amplificaremos en otras; pediremos consejo y colaboración a personas entendidas; pues son muchos los defectos que nos parece ver en los libros del Maestro, que contienen la teoría y práctica de su Descenso... ¿Lograremos que la eficacia de los argumentos congruentes o lulianos sea por todos reconocida? -Lo confesaremos sin gran esfuerzo de humildad: nosotros no sabemos leer en lo por venir.