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Este estudio está publicado en Kipus. Revista Andina de Letras, Quito, UASB Ecuador, núm. 21, I Semestre de 2007, págs 5-24. Un resumen del trabajo había sido presentado en el VII Congreso de la AEELH, que tuvo lugar en Valladolid, en septiembre de 2006.

 

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La novela de caballería debería en gran medida su éxito de público a que, si bien el héroe suele tener ascendencia noble, gana su puesto social por sus méritos y obras. Adquiere fama y fortuna por su esfuerzo personal, y gana en premio, además de tesoros, y del favor de una dama, un feudo: el gobierno de algún reino exótico, de una ínsula encantada. Las Indias recién descubiertas implican la aportación a la imaginación europea de una geografía física que estimula el deseo de aventura de los lectores. Es algo que ha sido puesto de relieve en numerosas ocasiones, así como que el marco del «orbe cristiano» determina la iconografía y el sentido de las tramas literarias relacionadas (Leonard 1996).

 

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Recordemos que en el libro V de Tirante el Blanco «se trata cómo, acabada la conquista de la Berbería, Tirante dio al señor de Agramunte y a Plazer de mi Vida el reyno de Fez y de Bugía, y al rey Escariano el reyno de Túnez...», y después del sermón que Tirante hace dar a fray Juan Ferrer en lengua morisca se convierten y bautizan trescientos treinta y cuatro mil infieles (Tirante, 954-958).

 

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Interesa para este tema el epígrafe completo «El arbitrismo lascasiano (1517-1519)» (Borges 1990:VIII, 104-114).

 

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Debemos quizá recordar que Fernández de Oviedo publicó en 1519, en la imprenta de Juan Viñao, en Valencia, el Libro del esforzado cavallero de la Fortuna propiamente llamado Don Claribalte, una novela de caballerías, al fin y al cabo, de la que luego se retractaría (Fernández de Oviedo 2001).

 

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Sepúlveda expuso la idea aristotélica de que los hombres nacen amos o esclavos según sean civilizados o salvajes, de modo que la guerra de los civilizados contra los salvajes es legítima si los nacidos para servir se niegan a aceptar su función natural. Este planteamiento recibió una respuesta tremenda de Las Casas: que Cristo dijo que todos los hombres son hermanos y Cristo es mayor autoridad que Aristóteles, que además era gentil, por lo cual debe estar en el infierno (Véase sobre el concepto de guerra justa Magallón 1993: 79-101).

 

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Véase Hanke 1988.

 

8

Véase la «Introducción» de Trinidad Barrera a su edición de la Brevísima (Las Casas 2005:7-62), donde se ofrece una exposición útil y precisa sobre el papel de Las Casas en la disputa del indio y el problema de la guerra justa.

 

9

Los cristianos son hombres libres, luego los indios tienen que ser libres para poder profesar la fe.

 

10

En Las Casas las islas son elementos de la geografía real, no obstante su empleo narrativo aprovecha sus características mitológicas y sus connotaciones culturales.

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