Retórica y emblemática en «El sueño», de Sor Juana Inés de la Cruz
Rocío Olivares Zorrilla
Hace un
año, en el IV Seminario de Emblemática Filippo Picinelli, celebrado en
Zamora, en el Colegio de Michoacán1,
exponía yo un pequeño sistema hermenéutico
para interpretar el Primero sueño de Sor Juana
Inés de la Cruz como una alegoría simbólica
entre cuyos principales componentes está una serie de
figuras emblemáticas encadenadas a lo largo del
poema2.
Haré una descripción sucinta de esta propuesta antes
de continuar con una serie de reflexiones centradas, sobre todo, en
las propuestas de Baltasar Gracián respecto a lo que
él llama «agudeza compuesta
ficcional»
y su relación con ciertas composiciones
musicales. Como sueño enigmático -dentro de la
clasificación ciceroniana de los sueños- y por tanto
lúcido y continente de una enseñanza, el de Sor
Juana, decía yo, es una alegoría en segundo
término, es decir un sentido ulterior que parte de
simbolizaciones o, en términos sorjuaninos, cifras
que están en un primer plano, como metáforas,
conceptos, emblemas o alegorías simples. Este sentido
ulterior se da como refracción o traslación,
en términos de Quintiliano3.
Atendiendo a la famosa gradación de sentidos en el
Convivio de Dante4,
propongo, entonces, como método o lectura interpretativa del
poema, ayudada de la definición de Rastier de
anagogía que registra Helena
Beristáin5
(... conjunción de isotopías en lo poético
y en lo místico...)6,
la siguiente noción: la alegoría es síntesis
de metáforas y conceptos isotópicos. Gracián
la llama «alegoría
continuada»7
,
haciendo hincapié en que es un sentido único,
«una traza», lo que sustenta este tipo de
agudeza. Hay que hacer notar que Gracián no da un apartado
especial a la alegoría en un sentido complejo o
sintético, y que su mención de la alegoría
continuada sólo la hace en relación con la
alegoría simple, para ya no volverse a referir a ella con
ese nombre. Asimila, pues, la alegoría continuada a las
agudezas compuestas de carácter ficcional usadas para
expresar lo sublime, donde menciona también las epopeyas y
las metamorfosis, es decir, en las fábulas
mitológicas.
Por otro lado,
Gracián y todos sus contemporáneos, como Sor Juana,
dan al enigma el sentido de «sentencia oscura o propuesta y pregunta
intrincada, difícil y artificiosa»8
,
tal como lo define el Diccionario de
Autoridades9,
es decir, adivinanza. Sin embargo, el término
enigma debemos entenderlo, en principio, como una
oscuridad intencional del discurso y, por ende, como un
procedimiento; es decir, no es simplemente una adivinanza, sino un
artificio discursivo basado en la oscuridad. De esta suerte, lo
enigmático es una propiedad de la alegoría
sintética o totalizadora. En otra parte me he valido de esta
noción de enigma como oscuridad virtual10,
que Gracián atribuye en un sentido participativo al mote o
lema de los jeroglíficos11
y también a la parábola12,
para referirme a lo que el Pseudo Dionisio llama símbolo
apofásico13,
es decir, negativo y monstruoso, esto es, misterioso: una figura
aparentemente absurda que contiene un sentido trascendente. Un
ejemplo es el tetramorphos de la visión de
Ezequiel14
o los sueños del Faraón que interpreta
José15.
En la clasificación ciceroniana, los sueños
enigmáticos suponen, pues, una interpretación o
exégesis, tal como la agudeza compuesta sublime, o
alegoría continuada, de Gracián.
Dados estos
antecedentes, habrá que precisar que las agudezas compuestas
de Baltasar Gracián pueden ser incomplejas o ficcionales. En
Agudeza y arte de ingenio nos ofrece sendas
clasificaciones. Las incomplejas pueden ser la proporción (o
comparación, en términos actuales), la
improporción (o antítesis), el reparo (o
restauración o retoque, en términos
pictóricos, del que hablaré más adelante), el
encarecimiento (o hipérbole) y la alternación o
combinación de las anteriores16.
Antes de abordar las ficcionales menciona las compuestas por
metáforas, donde también se refiere al
panegírico que debemos entender como
hipérbole continuada. Al tratar las agudezas compuestas
ficcionales, las divide entre las fingidas en común
y las fingidas en especial. Esta división la hemos
de entender, aunque no lo explique Gracián, en cuanto a los
casos concretos, es decir, en cuanto al uso particular de los
procedimientos, ya sea para expresar algo natural y de común
entendimiento, o para expresar algo sublime, como es la
anagogía. Esta diferenciación en cuanto al uso
particular explica por qué Gracián repite algunas de
las subdivisiones en las «fingidas en
común»
y las «fingidas en especial»
. Tales
son los casos de la alegoría simple y el apólogo,
mientras que los jeroglíficos, emblemas y empresas son
colocados por Gracián dentro de las agudezas compuestas
fingidas en común y también en un apartado dedicado a
«otras especies» de agudeza fingida, donde incluye los
cuentos o chistes, como los del Conde Lucanor, los mencionados
jeroglíficos, emblemas y empresas, referidos ahora al arte
de la pintura, y finalmente las parábolas17,
las cuales también han sido incluidas entre las
incomplejas.
Ya en el siglo anterior, Fray Luis de Granada exponía en su Retórica eclesiástica, al referirse a la amplificatio, el partir de las causas, efectos y circunstancias del objeto traslato en relación con los diversos procesos de amplificación. En los mismos términos recomienda Gracián partir del objeto que ha de ser base de la agudeza, para realizar, mediante un careo18 o cotejo, las elecciones adecuadas al procedimiento que ha de seguir. Y si Fray Luis habla de las distintas formas descriptivas, es decir, el encarecimiento, el símil y el contraste19, encontramos que Gracián las enmarca en el inciso de las agudezas incomplejas, sin mencionar el término descripción, puesto que este procedimiento está comprendido en las agudezas ficcionales. Fray Luis, a su vez, en su clasificación de los tropos, menciona la alegoría (en un sentido simple), el énfasis (sinónimo de enigma, utilizado varias veces por Sor Juana)20 y el ejemplo21. La propuesta de Gracián reubica estos procedimientos o los precisa según su propia concepción de la agudeza, a la vez aporta otros muchos emanados de los cuadros genéricos: epopeyas, sátiras, sentencias, diálogos, y otros.
Conviene hacer la
observación de que la Agudeza y arte de ingenio fue
con gran probabilidad el sustento de dos conocidos textos
novohispanos. Por un lado, la Carta Athenagorica de Sor
Juana, compuesta mediante lo que Gracián llama
reparos, definiéndolos como restituciones parciales
de sentido, y cuya relación con el arte pictórico nos
permite entenderlos como los retoques sucesivos de una pintura,
cuya unión final en un ñudo gordio o nudo
gordiano -para Sor Juana «la mayor
fineza»
- es lo que hace del reparo («la salida de la
dificultad»22
),
«la más
primorosa»23
de las agudezas compuestas incomplejas. Por otro lado, está
el Theatro de virtudes políticas, de Carlos de
Sigüenza y Góngora, cuya confección a
través de lo que Gracián llama metamorfosis,
es decir, símiles de lo natural con lo moral en una
semejanza no necesariamente entera, sino también parcial, lo
hace un buen ejemplo de las agudezas compuestas ficcionales.
Tenemos, al fin,
una cuestión central en el procedimiento general de la
agudeza, que Gracián llama acolutia o acolucia24.
En esta noción encontramos la clave para interpretar la
alegoría totalizadora y emblemática del Primero
sueño de Sor Juana que mencioné al inicio de
este ensayo y cuya imagen es la pirámide, como
explicaré a continuación. Dice Gracián al
respecto de la acolucia que es la trabazón de los discursos:
esto es, el ajuste, conexión,
acomodación o correspondencia que se
deriva de una ponderación de las partes -de sus propiedades
y circunstancias- con el todo del sujeto traslato. En una nota de
la edición de Evaristo Correa Calderón, sin que
podamos atribuirla con seguridad a Gracián o al editor, se
habla de una «simetría en la
construcción de las palabras o
frases»25
.
En esta cualidad de la acolutia basa Gracián la agudeza toda. Es
esa traza única26
que une «en un todo artificioso y
mental»
, con «aliño»
y «aseo»27
,
las agudezas parciales encadenadas. Es cabeza de la agudeza,
según Gracián, precisamente la propuesta universal,
hipótesis o asunto que es objeto de la figuración.
Cuando habla explícitamente de los procedimientos
pictóricos, como el emblema, se refiere al sujeto
figurado, es decir, pasivo, por oposición al
figurante o activo. Es ese todo compuesto en el que se han
de atar las partes a conformidad, haciendo trascender a otro plano
la significación de la agudeza completa. Sin esta cabeza el
resultado es, según Gracián, no scopus (visión
integral) sino rudis
indigestaque moles, dificultades «sin principio ni fin, y todo
confusión»28
.
Seguidamente menciona Gracián el meollo del procedimiento,
pues al cotejar se elige, y al elegir «se corta a los principios del discurso y
luego se ata»
lo correlacionado con el sujeto. Esto
produce, mientras se realiza, suspensión atenta del
público, la cual se satisface agudamente al ver unidos todos
los significados parciales. En este proceso de cortar y atar yace
el mecanismo interpretativo de la alegoría
emblemática del Primero sueño. Mientras que
la erudición noticiosa o inventio es el nutrimento que Sor Juana
tiene de los diversos libros emblemáticos que estaban a su
alcance, en la dispositio deberá elegir las connotaciones
específicas de los emblemas acordes al asunto cuyo sentido
quiere llenar de resonancias. En esto reside el «corte»
gracianesco, que es por eso acomodación y ajuste. Es decir,
el emblema no aparece entero en el poema como está en la
fuente emblemática, sino con gran frecuencia sólo en
parte, según la conveniencia de determinadas connotaciones.
Adaptados así los emblemas, y encadenados con referencia a
la propuesta universal o cabeza, para interpretarlos hemos de
realizar una lectura de connotaciones isotópicas. La
hermenéutica del poema debe partir entonces,
primordialmente, de las isotopías de sus distintos
componentes. El misterio o enigma que encierra el poema
alegórico debe desentrañarse a partir de estas
huellas significativas que obligan al lector, en un intento
hermenéutico, a cotejar las figuras emblemáticas del
poema entre sí y con las fuentes emblemáticas del
contexto. Este procedimiento hará elegir unas connotaciones
sobre otras de las existentes en relación con cada figura,
tal como hizo la autora al componer el poema. En el caso del
Primero sueño, es la pirámide misma, desde
un punto de vista anagógico, la propuesta clave de todas las
demás metaforizaciones: emblema repetido en diversas partes
de la silva, la pirámide simboliza la relación entre
Dios, el hombre y la naturaleza (ápice, eje vertical y base
horizontal).
Es por
demás interesante que Gracián se valga del
término de acolutia, el cual aparece no en las
retóricas comunes, sino en los manuales de liturgia y en los
tratados de música en relación con el canto
gregoriano. Gracián insiste en el sentido de orden y
conexión, y es precisamente el que se le atribuye a la
acolucia en la liturgia ortodoxa, cuyo ritual es émulo del
orden celestial y tiene una secuencia muy precisa. Justamente con
ese sentido de «secuencia» la encontramos referida al
canto llano, aunque no sea exacta la correspondencia. Las
secuencias y tropos fueron, precisamente, textos
con música acomodados a una sola sílaba de ciertas
partes cantadas de la misa o del oficio de horas. Es decir, lo que
en el primitivo canto llano era una sílaba y una sola nota o
pneuma, en la que empezaron a introducirse melismas o
descomposiciones en varias notas de cada sílaba,
acabó por convertirse, mediante la adición de texto a
los pneumas melismáticos, en todo un subgénero, ya
fuesen frases o versos, ya himnos completos correspondientes a una
sola sílaba del Aleluya o del Kyrie. Las
secuencias fueron así, en un principio, repeticiones
progresivas del último verso del canto principal del
Aleluya; su desarrollo ulterior como texto y música
llegó a hacer de ellas un género independiente, el
cual sirvió de base al drama litúrgico29.
Mientras tanto, los tropos -frecuentes en el Kyrie, sin
que necesariamente se limiten a éste- fueron inserciones de
carácter musical y poético en las que se vierten -de
ahí el término equivalente de versus- sentido, tono y estilo
del canto principal. Actualmente se ha considerado que hay en los
tropos y troparios medievales una supremacía de lo musical
sobre lo literario. Sin embargo, en el momento culminante de su
uso, alrededor del siglo XII, se consideraba de gran importancia el
contenido textual, a través del cual los monjes
lucían su gran erudición bíblica,
evangélica y teológica. Este afán es el que
explica actualmente, más que el posible origen en la
liturgia bizantina, la existencia de los tropos y
secuencias30.
La acolutia
será, pues, el orden riguroso y la conveniencia de los
tropos y secuencias ajustados al canto principal en la
música gregoriana. No es extraño que Gracián,
un jesuita, se valga de este término. La connotación
teologal de la acolutia, referida al procedimiento de la agudeza,
debió ser especialmente observada también por Sor
Juana. Su relación con el empleo de jeroglíficos ya
está mencionada por Francisco Terrones del Caño, a
quien Gracián cita bajo los apellidos Aguilar de Terrones
como el epítome del uso atinado de las acolucias. En su
Instrucción de predicadores, Terrones recomienda,
al tratar la inventio, el uso moderado de jeroglíficos,
que, como «una fabulilla de cuando en
cuando, es una perla»31
.
Se presenta ahora
la cuestión del empleo de la acolutia en un sentido exclusivamente
retórico. A diferencia de la canónica figura
retórica de la anacolutia, la acolutia no implica una ruptura más o
menos violenta del discurso gramatical, sino sobre todo un orden
determinado de las partes en el todo. Al provenir de la
terminología litúrgico-musical, la acolutia nos coloca en el
ámbito de lo retórico-musical. En tiempos de Sor
Juana ya había pesado la prohibición que el Concilio
de Trento hiciera de los tropos y secuencias en la música
eclesiástica, excepto cinco contados, por los considerados
excesos distractores de los amantes de la música. Uno de los
que se quejan amargamente contra «las
muchas ignorancias que se cometen por este mal uso de atajar la
solennidad de las Neumas...»32
,
es Pietro Cerone, aquél cuyo tratado musical adaptó
Sor Juana en su perdido El caracol33.
Al describir el «Neuma usado en
Cantollano»34
,
Cerone defiende los «muchos
puntos»
que contiene cada pneuma en palabras
«de mucho mysterio»
,
como «Alleluia»
:
... es poca cosa en la palabra y mucha en su Neuma, porque aquel gozo es mayor de lo que se puede explicar con palabras; y entonces hablamos con mayor eloquencia las obras de la Omnipotencia diuina, quando quedando marauillados y atonitos, las callamos: y entonces el hombre alaba conuenientemente callando, lo que no puede convenientemente significar hablando35. |
Algo parecido dirá Sor Juana en su Respuesta a Sor Filotea, sólo que aplicado al silencio elocuente:
... casi me he determinado a dejarlo al silencio: pero como éste es cosa negativa, aunque explica mucho con el énfasis de no explicar, es necesario ponerle algún breve rótulo para que se entienda lo que pretende que el silencio diga36. |
Para Cerone, el
haber desde veinticinco hasta cincuenta «puntos»
en un solo «neuma»
obliga a considerar
«... que allí ay algun mysterio
encubierto, y alguna consideracion theologal...»
, como la
que él describe sucintamente de cada sílaba de la
palabra Aleluya. Esta relación entre el sonido y el
sentido es la que rescata Gracián al emplear la acolutia como
categoría retórica que conduce a la agudeza.
Sólo que, para Baltasar Gracián, la agudeza no
consistirá en las palabras en cuanto voces, sino
predominantemente en su sentido37.
La clasificación más aceptada que se ha hecho de los tropos musicales es la que aparece en la Encyclopédie de la Pléiade38, tomada de Chailley, su primer clasificador: tropos de adaptación, de desarrollo, de interpolación, de encuadre, de complemento y de sustitución. Considero esta clasificación fundamentalmente descriptiva del fenómeno mismo de los tropos y sus distintas funciones en la composición principal. Chailley39 atiende al paulatino desarrollo de tropos y secuencias en cuanto género musical, pero sus distintas formas de dependencia e independencia del texto amplificado corresponden a una gradación en la relación y función que se establece entre los textos insertos en la composición básica, en este caso, el Primero sueño.
Por otra parte, en el encuentro de Zamora sugerí una serie de figuras retóricas como las más adecuadas, dentro de la clasificación de Vinsauf, al uso de emblemas en un discurso poético. Entre ellas estaban, desde luego, como formas de la amplificatio: el circunloquio, la comparación y la descripción. Además, dentro de los adornos, los emblemas suelen expresarse de preferencia como los adornos los difíciles: la paráfrasis y la alegoría, y otros más: la pragmatografía40, la expolición, el paradigma y el icono. No obstante, el recurso de Sor Juana no sólo a las propuestas de Gracián, sino a las propias de otras «series»41 no literarias es muy probable, sobre todo ante la confluencia barroca de distintas formas de representación artística. Era una particularidad estilística que los creadores no pusiesen barreras entre las distintas artes, sino por el contrario, aprovecharan las estructuras subyacentes de las diversas composiciones de tal o cual arte específico dentro del propio programa creativo. Lejos de ser aventurada, pues, la consideración de un texto artístico según diversos cruces intertextuales y contextuales, resulta iluminadora de zonas significativas que de otra suerte pasarían desapercibidas en la búsqueda de un sentido integral de la obra.
Así, podemos valorar la inserción de los emblemas en el poema como variantes compositivas que ponen en juego las partes con el todo. Este juego es lo que Gracián denomina agudeza. De la clasificación de las agudezas que hace Gracián, debemos tomar muy en cuenta las compuestas en especial, no sólo por su carácter ficcional, que es el correspondiente a la representación emblemática, sino por lo sublime del tema y por los variados géneros susceptibles de acomodación en el discurso básico. Es evidente que por sublime debemos entender anagógico o teologal. El propósito anagógico mismo, además de la forma concreta de inserción, va indicando la relativa (las partes con el todo y las partes entre sí) importancia de cada segmento emblemático. Por ejemplo, los emblemas de las aves nocturnas respetan («musicalmente») el tema y el tono de la introducción o pórtico del Primero sueño, y su naturaleza retórica es la de la alegoría simple (representación concreta de una abstracción), sólo que su uso particular, la compartida connotación de la vigilancia nocturna y teologal, las coloca entre las agudezas fingidas en especial. Compositivamente corresponderían a los tropos de adaptación, que son los más mnemotécnicos de todos y siguen con estrecha fidelidad el texto y la melodía preexistentes: en este caso, el cuadro de la noche universal. De modo similar correspondería al tropo de adaptación la figura de Harpócrates, pese a su importancia emblemática, pues está funcionando en estricta gramática sólo como aposición o atributo de la noche y reafirma su tono y tema, aunque en su connotación teologal se refiere al discurso inarticulado propio de la mística, registrado por Plutarco y por Kircher, lo que también lo incluye entre las agudezas sublimes. Los animales diurnos coparticipan de las características figurales de los nocturnos, sólo que juntos acceden a otro tipo de representación emblemática más compleja, la del consilio o consejo, de naturaleza estrictamente anagógica o teologal. El largo desarrollo del águila semidormida, que se repite poco más tarde con el ave en pleno vuelo, correspondería no sólo a las agudezas ficcionales, sino también a los tropos de desarrollo que, al intercalar un texto, elaboran melódicamente lo que aparece en su modelo, y son los más conocidos como secuencias o prosas. El faro de Alejandría es, evidentemente, además de una fábula o agudeza ficcional, una verdadera interpolación. Los tropos de este tipo intercalan comentarios entre las palabras del texto base, y su originalidad radica en el cambio de registros melódicos. De hecho, el carácter de inserción es propio casi de todas las apariciones emblemáticas en el poema sorjuanino, pero la interpolación es evidente en el faro y, por ejemplo, en la nave naufragante. Las últimas clases de tropos se relacionan con las agudezas compuestas ficcionales en un sentido sublime de Gracián. El tropo de encuadre consiste en comentarios al principio o al final de la composición básica, más que en su medio; de él se desarrollarán los preludios y epílogos. El emblema más parecido al tropo de encuadre en el poema de Sor Juana es el de la propia pirámide, por cuanto inicia y concluye el poema como sombra de la tierra y luz solar, además de darle estructura también desde su desdoblamiento y superposición en el centro del mismo. Mas la pirámide tiene a su vez las características del tropo de sustitución, puesto que es la alegoría totalizadora del Primero sueño y lo parafrasea emblemáticamente. Es, como icono, esa propuesta universal de la que habla Gracián como cabeza que une o ata todas las demás agudezas de significado parcial. Por otra parte, el tropo de complemento será en el canto gregoriano origen del llamado conductus, es decir, canto lírico que liga dos momentos del oficio. Hay en el Primero sueño, cierto, emblemas de transición, esto es, que sirven para enlazar dos momentos de mayor importancia desarrollándolos temáticamente, como sucede con el de Faetón o el de Alcides y Atlas.
Para ilustrar con mayor detalle los conceptos anteriores, valga un solo ejemplo tomado del Primero sueño: la figura de Harpócrates, que antes de mi propuesta de una lectura emblemática integral del poema, en 199542, no había sido considerada como parte del Primero sueño a partir de sus representaciones emblemáticas ni de toda su significación simbólica, que deriva de la obra de Plutarco, leído y citado por Sor Juana. Veamos primeramente cuánto puede alcanzar la tesitura emblemática para explicarnos el papel de esta presencia en el poema: al principio del Primero sueño, el «son intercadente de la "turba temerosa" de las aves nocturnas, se despliega con lentitud...»
|
(vv. 70.80) |
Una de las partes más felices de la exégesis Pedro Álvarez de Lugo44, comentarista del Primero sueño contemporáneo de Sor Juana, y natural de las Islas Canarias, es la que se refiere a estos versos de El sueño en que aparece Harpócrates. En esa explicación ya teníamos, desde el siglo XVII, una interpretación bastante completa de esta figura y su papel en el poema. Un acierto es sentar claramente que Harpócrates es una aposición de la noche, luego aparece como una doble metáfora:
...efigie de la efigie del templo de Serapis, que mudamente enseñaba a enmudecer a todos los que entraban en el templo...45. |
El emblema del
dios del silencio es, por tanto una manera de nombrar la noche
silenciosa «hecha un
Harpócrates»
, dice el crítico más
adelante. Ya César Ripa decía de
Harpócrates:
Se pinta joven porque es en éstos principalmente en los que el silencio da signo de modestia y actitud virtuosa, siguiéndose con ello la costumbre de los Antiguos que representaban a Arpócrates como un joven con alas y con el rostro negro, pues el silencio, como dicen los Poetas, es amigo de la noche46. |
De los datos que
ofrece Álvarez de Lugo, los más relevantes son los de
Alejandro de Alejandro: Harpócrates es hijo prematuro de
Isis y Osiris y nació sin lengua, por lo que es dios del
silencio y se representa con un dedo en la boca47.
El emblema de Alciato alude al conveniente silencio de los necios,
y su significación probablemente surge del atributo de
Harpócrates al que alude Plutarco48.
De los autores citados por Kircher en torno a
Harpócrates49
el más importante es Plutarco. Refiere éste en
Sobre Isis y Osiris50
la relación del dios con el solsticio de invierno, cuyos
primeros brotes en la región del Nilo simbolizan el regreso
de Osiris hasta el equinoccio de la primavera. Como Isis lo
concibió de Osiris post mortem, nació «débil de piernas»
. Sin embargo,
dice Plutarco:
...Harpócrates no debe ser considerado como un dios imperfecto y niño, ni como uno que tiene relación con los granos encerrados en vainas, sino como guía y corrector del razonamiento inmaduro, imperfecto e inarticulado sobre los dioses entre los hombres...51. |
Este «razonamiento» imperfecto -inarticulatae orationes, cita Kircher- que le hace aconsejar el silencio, puede aplicarse muy bien a la «no canora» «capilla pavorosa» de El sueño: chirridos de murciélagos y escalofriantes gemidos de búhos y lechuzas. La palabra imperfecta, embrionaria y desarticulada -esto último en apariencia, como en el hipérbaton- es una preocupación recurrente en la poesía de Sor Juana. Pilar Pedraza da cuenta en su sustancioso ensayo52 de todas las implicaciones de Harpócrates con la cultura del Renacimiento y el Barroco: Maquiavelo y Tácito, como sustrato básico. Luego la versión de los emblemistas: Vaenius (quien ilustra a Horacio), Alciato, Ripa y Valeriano. Otro significado más es el que iguala a Harpócrates con el Minotauro, oculto en lo más recóndito del laberinto, como suelen estar ocultos en lo más profundo del símbolo los significados enigmáticos53. Sin embargo todos los sentidos, con su diversa aplicación, indican el valor de la prudencia, tan caro en el Siglo de Oro como cualidad del príncipe y de todo buen cristiano. En un sentido teologal la figura de Harpócrates parece apuntar también a la idea del dios oculto de Nicolás de Cusa, sólo accesible por la vía negativa o por la docta ignorantia. Edgar Wind, por su parte, relaciona a Harpócrates con los teólogos negativos del Renacimiento, seguidores de Nicolás de Cusa, y con la filosofía pitagórica54. Harpócrates -la noche- recibe las reverberaciones de la sombra piramidal y de las aves nocturnas en la silva de Sor Juana. Es la noche y es severo maestro de capilla, como lo fue Sor Juana. Responde, asimismo, al tempo impuesto por el emblema difusamente aludido de sedendo et surgendo o festina lente. Su relación con el secreto o «consilio» nos prepara también para la revelación del mundo interno, el cual pronto se desplegará frente al ojo de la imaginación.
Ahora bien, veamos cómo Sor Juana engarza retóricamente esta figura emblemática en el Primero sueño, como indicamos inicialmente. Harpócrates, como aposición de la noche, intensifica la naturaleza temática y tonal de todas las alusiones nocturnas al principio del poema. En ese sentido funciona como un tropo de adaptación. Otras isotopías de la tradición emblemática de Harpócrates presentes en el poema son las relativas al sigilo teologal o secreto sagrado. Sin embargo, como decíamos, dichos alcances anagógicos de su simbología hacen de Harpócrates una agudeza sublime, según la clasificación de Baltasar Gracián. Ambas tipificaciones se ajustan al simbolismo y a la operatividad de la figura en el poema. La primera, correspondiente a la tradición musical, caracteriza la alusión a Harpócrates como un refuerzo isotópico del silencio y la quietud que se describe en el discurso poético, y es la aludida por el mismo Gracián al referirse a la acolutia como mecanismo de engarce entre géneros diversos; en este caso hay una adaptación del emblema al discurso poético. La segunda tipificación es resultado de las isotopías semánticas sobre el sueño lúcido y la proximidad de una revelación o secreto sagrado, elemento activo de significación en diversas fuentes de donde proviene la figura emblemática de Harpócrates.
No es
extraño que en el siglo de las primeras óperas y del
teatro calderoniano, tan presente en Sor Juana, siglo en el que las
artes se conjugan polifónicamente, sea el mismo en el que se
enmarque el desarrollo de la silva como espacio de gran amplitud
compositiva y representacional. Una vez más, como sucede con
todas las grandes obras del Barroco, nos encontramos ante un texto
de múltiples niveles para múltiples lectores. Es
cierto que la pirámide de lectores avisados -o aguzados- se
estrecha hacia su punta, pero también es cierto que artistas
y poetas solían complacerse en hacer de sus
máquinas un verdadero alarde artístico
destinado a ser entendido cabalmente sólo por un
público selecto. El fasto y colorido operístico, por
ejemplo, invita a varias lecturas superpuestas, y los compositores
sabían dosificar y combinar los códigos de su tiempo
en varias capas significativas. Sor Juana tiene en Calderón
una fuente de inspiración artística y en
Gracián el sustento teórico tan caro a los poetas
barrocos. El sentido teologal privilegiado por Gracián se
impulsa, en buena medida y a través de la oratoria, a partir
del resorte de la concepción litúrgico-musical de los
oficios eclesiásticos. Sea cierto o no, también, el
origen bizantino de la acolucia, es precisamente dicho
procedimiento el que exige y ayuda a expresar un contenido
escatológico en la composición artística.
Gracián se refiere a la palabra ingenio cuando
aborda la erudición en la etapa de la inventio y las diversas formas
de elocución: «...
proporción y correspondencia agradable, bien fundada en
la pariedad de los extremos y sus propiedades...»
.
Como recurso elocutivo, la definición de ingenio se
acerca a las cualidades de la pirámide del Primero
sueño, o viceversa. Esto es, estructura el poema todo y
lo convierte en máquina o construcción ingeniosa.
Sólo entendiendo la creación y fruición de la
ingeniería artística como una liturgia capaz de hacer
presente aquello que representa, es posible explicar la virtud
apocalíptica, en el sentido de revelación, de poemas
e ingenios como éste que ahora nos reúne.
- Alciato, Andrea. Emblemas, Ed. de Santiago Sebastián, Pról. de Aurora Egido, Madrid, Akal, 1985 (Arte y Estética, 2).
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