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ArribaAbajoCapitulo XXII

De la libertad que dio don Quixote a muchos desdichados que, mal de su grado, los lleuauan donde no quisieran yr


Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arauigo y manchego en esta grauissima, altisonante, minima, dulçe e ymaginada historia, que despues que entre el famoso don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su escudero passaron aquellas razones, que en el fin del capitulo veynte y vno quedan referidas, que don Quixote alçó los ojos y vio que por el camino que lleuaua venian hasta doze hombres a pie, ensartados como cuentas en vna gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos; venian ansi mismo768 con ellos dos hombres de a cauallo y dos de a pie; los de a cauallo con escopetas de rueda,   -fol. 101r-   y los de a pie con dardos y espadas, y que assi como Sancho Pança los vido, dixo:

«Esta es cadena de galeotes: gente forçada del rey, que va a las galeras.»

«¿Cómo gente forçada?», preguntó don Quixote. «¿Es possible que el rey haga fuerça a ninguna gente?»

«No digo esso», respondio Sancho, «sino que es gente que por sus delitos va condenada a seruir al rey en las galeras, de por fuerça.»

«En resolucion», replicó don Quixote, «como   —300→   quiera que ello sea, esta gente, aunque los lleuan, van de por fuerça y no de su voluntad.»

«Assi es», dixo Sancho.

«Pues dessa manera», dixo su amo, «aqui encaxa la execucion de mi oficio: desfazer fuerças y socorrer y acudir a los miserables.»

«Aduierta vuestra merced», dixo Sancho, «que la justicia, que es el mesmo rey, no haze fuerça ni agrauio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos.»

Llegó en esto la cadena de los galeotes, y don Quixote, con muy corteses razones, pidio a los que yuan en su guarda fuessen seruidos de informalle y dezille la causa, o causas, porque lleua[ua]n769 aquella gente de aquella manera.

Vna de las guardas de a cauallo respondio que eran galeotes, gente de su magestad que yua a galeras, y que no auia mas que dezir, ni el tenia mas que saber.

«Con todo esso», replicó don Quixote, «querria saber de cada vno dellos, en particular, la causa de su desgracia.»

Añadio a estas otras tales y tan comedidas razones para mouerlos a que le dixessen lo que desseaua, que la otra guarda de a cauallo le dixo:

«Aunque lleuamos aqui el registro y la fe de las sentencias de cada vno destos malauenturados, no es tiempo este de detenerles a sacarlas ni a leellas; vuestra merced llegue y se lo pregunte a ellos mesmos770,   -fol. 101v-   que ellos lo diran   —301→   si quisieren; que si querran, porque es gente que recibe gusto de hazer y dezir vellaquerias.»

Con esta licencia, que don Quixote se tomara aunque no se la dieran, se llegó a la cadena y al primero le preguntó que por qué pecados yua de tan mala guisa; el le771 respondio que por enamorado yua de aquella manera772.

«¿Por esso no mas?», replicó don Quixote. «¡Pues si por enamorados echan a galeras, dias ha que pudiera yo estar bogando en ellas!»

«No son los amores como los que vuestra merced piensa», dixo el galeote; «que los mios fueron que quise tanto a vna canasta de colar atestada de ropa blanca, que la abracé conmigo tan fuertemente, que, a no quitarmela la justicia por fuerça, aun hasta agora773 no la vuiera dexado de mi voluntad. Fue en fragante, no vuo lugar de tormento; concluyose la causa, acomodaronme las espaldas con ciento, y por añadidura tres precisos774 de gurapas, y acabose la obra.»

«¿Qué son gurapas?», preguntó don Quixote.

«Gurapas son galeras», respondio el galeote.

El qual era vn moço de hasta edad de veynte y quatro años, y dixo que era natural de Piedrahita.

Lo mesmo775 preguntó don Quixote al segundo, el qual no respondio palabra, segun yua de triste y malenconico776; mas respondio por el el primero, y dixo:

«Este, señor, va por canario; digo777, por musico y cantor.»

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«Pues ¿cómo?», repitio don Quixote, «¿por musicos y cantores van tambien a galeras?»

«Si, señor», respondio el galeote; «que no ay peor cosa que cantar en el ansia.»

«Antes he yo oydo dezir», dixo don Quixote, «que quien canta, sus males espanta.»

«Aca es al reues», dixo el galeote; «que quien canta vna vez, llora toda la vida.»

«No lo entiendo», dixo   -fol. 102r-   don Quixote.

Mas vna de las guardas le dixo:

«Señor cauallero: cantar en el ansia se dize, entre esta gente non santa, confessar en el tormento. A este pecador le dieron tormento y confesso su delito, que era ser quatrero, que es ser ladron de bestias, y por auer confessado le condenaron por seys años a galeras, amen de dozientos açotes que ya lleua en las espaldas. Y va siempre pensatiuo y triste, porque los demas ladrones que alla quedan y aqui van, le maltratan y aniquilan, y escarnecen y tienen en poco, porque confesso y no tuuo animo de dezir nones; porque dizen ellos que tantas letras tiene vn no como vn si, y que harta ventura tiene vn delinquente que está en su lengua su vida o su muerte, y no en la de los testigos y prouanças; y para mi tengo que no van muy fuera de camino.»

«Y yo lo entiendo assi», respondio don Quixote.

El qual, passando al tercero, preguntó lo que a los otros; el qual, de presto y con mucho desenfado, respondio y dixo:

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«Yo voy por cinco años a las señoras778 gurapas por faltarme diez ducados.»

«Yo dare veynte de muy buena gana», dixo don Quixote, «por libraros dessa pesadumbre.»

«Esso me parece», respondio el galeote, «como quien tiene dineros en mitad del golfo y se está muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester. Digolo porque, si a su tiempo tuuiera yo essos veynte ducados que vuestra merced aora me ofrece, vuiera vntado con ellos la pendola del escriuano y auiuado el ingenio del procurador, de manera que oy me viera en mitad de la plaça de Çocodouer, de Toledo, y no en este camino, atraillado como galgo; pero Dios es grande: paciencia, y basta.»

Passó don   -fol. 102v-   Quixote al quarto, que era vn hombre de venerable rostro, con vna barba blanca que le passaua del pecho, el qual, oyendose preguntar la causa porque alli venia, començo a llorar, y no respondio palabra; mas el quinto condenado le siruio de lengua, y dixo:

«Este hombre honrado va por quatro años a galeras, auiendo passeado las acostumbradas vestido en pompa y a cauallo.»

«Esso es», dixo Sancho Pança, «a lo que a mi me parece, auer salido a la verguença.»

«Assi es», replicó el galeote; «y la culpa porque le dieron esta pena es por auer sido corredor de oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto779, quiero dezir que este cauallero va por   —304→   alcahuete, y por tener assi mesmo780 sus puntas y collar de hechizero.»

«A no auerle añadido essas puntas y collar», dixo don Quixote, «por solamente el alcahuete limpio no merecia el yr a vogar en las galeras, sino a mandallas y a ser general dellas, porque no es assi como quiera el oficio de alcahuete; que es oficio de discretos y necessarissimo en la republica bien ordenada, y que no le deuia exercer sino gente muy bien nacida, y aun auia de auer veedor y examinador de los tales, como le ay de los demas oficios, con numero deputado y conocido, como corredores de lonja, y desta manera se escusarian muchos males que se causan por andar este oficio y exercicio entre gente idiota y de poco entendimiento, como son mugerzillas de poco mas a menos, pajezillos y truhanes de pocos años y de poca781 experiencia, que a la mas necessaria ocasion, y quando es menester dar vna traça que importe, se les yelan las migas entre la boca y la mano, y no saben qual es su mano derecha. Quisiera   -fol. 103r-   passar adelante y dar las razones porque conuenia hazer eleccion782 de los que en la republica auian de tener tan necessario oficio; pero no es el lugar acomodado para ello: algun dia lo dire a quien lo pueda proueer y remediar. Solo digo aora que la pena que me ha causado ver estas blancas canas y este rostro venerable en tanta fatiga por alcahuete, me la ha quitado el adjunto de ser783 hechizero; aunque bien se que no ay hechizos en el mundo que puedan   —305→   mouer y forçar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro aluedrio, y no ay yerua ni encanto que le fuerce. Lo que suelen hazer algunas mugerzillas simples y algunos embusteros vellacos, es algunas misturas y venenos con que bueluen locos a los hombres, dando a entender que tienen fuerça para hazer querer bien, siendo, como digo, cosa impossible forçar la voluntad.»

«Assi es», dixo el buen viejo, «y en verdad, señor, que en lo de hechizero que no tuue culpa; en lo de alcahuete no lo pude negar. Pero nunca pense que hazia mal en ello, que toda mi intencion era que todo el mundo se holgasse y viuiesse en paz y quietud, sin pendencias ni penas; pero no me aprouechó nada este buen desseo para dexar de yr a donde no espero boluer, segun me cargan los años y vn mal de orina que lleuo, que no me dexa reposar vn rato.»

Y aqui tornó a su llanto como de primero, y tuuole Sancho tanta compassion, que sacó vn real de a quatro del seno y se le dio de limosna. Passó adelante don Quixote y preguntó a otro su delito, el qual respondio con no menos, sino con mucha mas gallardia que el passado:

«Yo voy aqui porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mias, y con otras dos hermanas que no lo eran mias; finalmente,   -fol. 103v-   tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela tan intricadamente, que no ay diablo784 que la declare.   —306→   Prouoseme todo, faltó fauor, no tuue dineros, viame785 a pique de perder los tragaderos; sentenciaronme a galeras por seys años, consenti: castigo es de mi culpa; moço soy, dure la vida, que con ella todo se alcança. Si vuestra merced, señor cauallero, lleua alguna cosa con que socorrer a estos pobretes, Dios se lo pagará en el cielo, y nosotros tendremos en la tierra786 cuydado de rogar a Dios en nuestras oraciones por la vida y salud de vuestra merced, que sea tan larga y tan buena como su buena presencia merece.»

Este yua en abito de estudiante, y dixo vna de las guardas que era muy grande hablador y muy gentil latino.

Tras todos estos venia vn hombre de muy buen parecer, de edad de treynta años, sino que al mirar metia el vn ojo en el otro vn poco. Venia diferentemente atado que los demas, porque traya vna cadena al pie, tan grande, que se la liaua por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la vna en la cadena, y la otra de las que llaman guarda-amigo o pie-de-amigo, de la qual decendian dos hierros que llegauan a la cintura, en los quales se asian dos esposas, donde lleuaua las manos, cerradas con vn grueso candado, de manera que ni con las manos podia llegar a la boca, ni podia baxar la cabeça a llegar a las manos. Preguntó don Quixote que cómo yua aquel hombre con tantas prisiones mas que los otros. Respondiole la guarda: porque tenia aquel solo mas delitos   —307→   que todos los otros juntos, y que era tan atreuido y tan grande vellaco,   -fol. 104r-   que aunque le lleuauan de aquella manera, no yuan seguros del, sino que temian que se les auia de huyr.

«¿Qué delitos puede tener?», dixo don Quixote, «si no han merecido mas pena que echalle787 a las galeras?»

«Va por diez años», replicó la guarda, «que es como muerte ceuil788. No se quiera saber mas sino que este buen hombre es el famoso Gines de Passamonte, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.»

«Señor comissario», dixo entonces el galeote, «vayase poco a poco, y no andemos aora a deslindar nombres y sobrenombres; Gines me llamo, y no Ginesillo, y Passamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como boace dize; y cada vno se de vna buelta a la redonda, y no hara poco.»

«Hable con menos tono», replicó el comissario, «señor ladron de mas de la marca, si no quiere que le haga callar, mal que le pese.»

«Bien parece», respondio el galeote, «que va el hombre como Dios es seruido; pero algun dia sabra789 alguno si me llamo Ginesillo de Parapilla o no.»

«Pues, ¿no te llaman ansi790, embustero?», dixo la guarda.

«Si llaman», respondio Gines; «mas yo hare que no me lo llamen, o me las pelaria donde yo digo entre mis dientes. Señor cauallero, si tiene algo que darnos, denoslo ya, y vaya con   —308→   Dios, que ya enfada con tanto querer saber vidas agenas; y si la mia quiere saber, sepa que yo soy Gines de Passamonte, cuya vida esta escrita por estos pulgares791

«Dize verdad», dixo el comissario; «que el mesmo ha escrito su historia, que no ay mas792, y dexa empeñado el libro en la carcel en dozientos reales.»

«Y le pienso quitar», dixo Gines, «si quedara en dozientos ducados.»

«¿Tan bueno es?», dixo don Quixote.

«Es tan bueno», respondio Gines, «que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos quantos de   -fol. 104v-   aquel genero se han escrito o escriuieren. Lo que le se dezir a boace es que trata verdades, y que son verdades tan lindas y tan donosas, que no puede793 auer mentiras que se le794 ygualen.»

«Y ¿cómo se intitula el libro?», preguntó don Quixote.

«La vida de Gines de Passamonte», respondio el mismo.

«Y ¿está acabado?», preguntó don Quixote.

«¿Cómo puede estar acabado», respondio el, «si aun no está acabada mi vida? Lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el punto que esta vltima vez me han echado en galeras.»

«Luego ¿otra vez aueys estado en ellas?», dixo don Quixote.

«Para seruir a Dios y al rey, otra vez he estado quatro años, y ya se a que sabe el vizcocho y el corbacho», respondio Gines; «y no me   —309→   pesa mucho de yr a ellas, porque alli tendre lugar de acabar mi libro; que me quedan muchas cosas que dezir, y en las galeras de España ay mas sossiego de aquel que seria menester, aunque no es menester mucho mas para lo que yo tengo de escriuir, porque me lo se de coro.»

«Abil pareces», dixo don Quixote.

«Y desdichado», respondio Gines, «porque siempre las desdichas persiguen al buen ingenio.»

«Persiguen a los vellacos», dixo el comissario.

«Ya le he dicho, señor comissario», respondio Passamonte, «que se vaya poco a poco; que aquellos señores no le dieron essa vara para que maltratasse a los pobretes que aqui vamos, sino para que nos guiasse y lleuasse adonde su Magestad manda. Si no, ¡por vida de..., basta!; que podria ser que saliessen algun dia en la colada las manchas que se hizieron en la venta; y todo el mundo calle, y viua bien, y hable mejor, y caminemos, que ya es mucho regodeo este.»

Alçó la vara en alto el comissario para dar a Passamonte, en respuesta   -fol. 105r-   de sus amenazas, mas don Quixote se puso en medio y le rogo que no le maltratasse, pues no era mucho que quien lleuaua tan atadas las manos tuuiesse algun tanto suelta la lengua; y, boluiendose a todos los de la cadena, dixo:

«De todo quanto me aueys dicho, hermanos carissimos, he sacado en limpio que, aunque os   —310→   han castigado por vuestras culpas, las penas que vays a padecer no os dan mucho gusto, y que vays a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad, y que podria ser que el poco animo que aquel tuuo en el tormento, la falta de dineros deste, el poco fauor del otro, y, finalmente, el torcido juyzio del juez, huuiesse sido causa de vuestra perdicion y de no auer salido con la justicia que de vuestra parte teniades. Todo lo qual se me representa a mi aora en la memoria, de manera que me está diziendo, persuadiendo y aun forçando, que muestre con vosotros el efeto para que el cielo me arrojó al mundo y me hizo professar en el la orden de caualleria que professo, y el voto que en ella hize de fauorecer a los menesterosos y opressos de los mayores. Pero, porque se que vna de las partes de la prudencia es que lo que se puede hazer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comissario sean seruidos de desataros y dexaros yr en paz; que no faltarán otros que siruan al rey en mejores ocasiones, porque me parece duro caso hazer esclauos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Quanto mas, señores guardas», añadio don Quixote, «que estos pobres no han cometido nada contra vosotros; alla se lo aya cada vno con su pecado, Dios ay en el   -fol. 105v-   cielo, que no se descuyda de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yendoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre   —311→   y sossiego, porque tenga, si lo cumplis, algo que agradeceros; y quando de grado no lo hagays, esta lança y esta espada, con el valor de mi braço, haran que lo hagays por fuerça.»

«¡Donosa majaderia!», respondio el comissario. «¡Bueno está el donayre con que ha salido a cabo de rato! Los forçados del rey quiere que le dexemos, como si tuuieramos autoridad para soltarlos, o el la tuuiera para mandarnoslo. ¡Vayase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante, y enderecese esse bazin que trae en la cabeça, y no ande buscando tres pies al gato!795»

«¡Vos soys el gato y el rato y el vellaco!», respondio don Quixote. Y, diziendo y haziendo, arremetio con el tan presto, que, sin que tuuiesse lugar de ponerse en defensa, dio con el en el suelo, mal herido de vna lançada; y auinole bien, que este era el de la escopeta. Las demas guardas quedaron atonitas y suspensas del no esperado acontecimiento; pero, boluiendo sobre si, pusieron mano a sus espadas los de a cauallo, y los de a pie a sus dardos, y arremetieron a don Quixote, que con mucho sossiego los aguardaua; y sin duda lo passara mal si los galeotes, viendo la ocasion que se les ofrecia de alcançar libertad, no la procura[ra]n796, procurando romper la cadena donde venian ensartados. Fue la rebuelta de manera que las guardas, ya por acudir a los galeotes que se desatauan, ya por acometer a don Quixote que   —312→   los acometia, no hizieron cosa que   -fol. 106r-   fuesse de prouecho. Ayudó Sancho, por su parte, a la soltura de Gines de Passamonte, que fue el primero que saltó en la campaña, libre y desembaraçado, y, arremetiendo al comissario caydo, le quitó la espada y la escopeta, con la qual, apuntando al vno y señalando al otro, sin disparalla jamas, no quedó guarda en todo el campo, porque se fueron huyendo, assi de la escopeta de Passamonte como de las muchas pedradas que los ya sueltos galeotes les tirauan.

Entristeciose mucho Sancho deste sucesso, porque se le representó que los que yuan huyendo auian de dar noticia del caso a la Santa Hermandad, la qual, a campana herida, saldria a buscar los delinquentes, y assi se lo dixo a su amo, y le rogo que luego de alli se partiessen, y se emboscassen en la sierra, que estaua cerca.

«Bien está esso», dixo don Quixote; «pero yo se lo que aora conuiene que se haga.»

Y llamando a797 todos los galeotes, que andauan alborotados y auian despojado al comissario hasta dexarle en cueros, se le pusieron todos a la redonda para ver lo que les mandaua; y assi les dixo:

«De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y vno de los pecados que mas a Dios ofende es la ingratitud. Digolo porque ya aueys visto, señores, con manifiesta experiencia, el que de mi aueys recebido, en pago del qual querria, y es mi voluntad, que,   —313→   cargados de essa cadena que quité de vuestros cuellos, luego os pongays en camino y vays a la ciudad del Toboso, y alli os presenteys ante la señora Dulzinea del Toboso, y le digays que su cauallero, el de la Triste Figura, se le embia a encomendar, y le conteys punto por punto todos los que ha tenido esta famosa auentura,   -fol. 106v-   hasta poneros en la desseada libertad; y, hecho esto, os podreys yr donde quisieredes, a la buena ventura.»

Respondio por todos Gines de Passamonte, y dixo:

«Lo que vuestra merced nos manda, señor y libertador nuestro, es impossible de toda impossibilidad cumplirlo, porque no podemos yr juntos por los caminos, sino solos y diuididos, y cada vno, por su parte, procurando meterse en las entrañas de la tierra por no ser hallado de la Santa Hermandad, que, sin duda alguna, ha de salir en nuestra busca. Lo que vuestra merced puede hazer, y es justo que haga, es mudar esse seruicio y montazgo de la señora Dulzinea del Toboso en alguna cantidad de auemarias y credos, que nosotros diremos por la intencion de vuestra merced, y esta es cosa que se podra cumplir de noche y de dia, huyendo o reposando, en paz o en guerra; pero pensar que hemos de boluer aora a las ollas de Egypto, digo, a tomar nuestra cadena, y a ponernos en camino del Toboso, es pensar que es aora de noche, que aun no son las diez del dia, y es pedir a nosotros esso como pedir peras al olmo.»

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«Pues, ¡voto a tal», dixo don Quixote, ya puesto en colera, «don hijo de la puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llamays, que aueys de yr vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadena a cuestas!»

Passamonte, que no era nada bien sufrido, estando ya enterado que don Quixote no era muy cuerdo, pues tal disparate auia acometido798 como el de querer darles libertad, viendose tratar799 de aquella manera, hizo del ojo a los compañeros, y, apartandose a parte, començaron a llouer tantas800 piedras sobre don Quixote, que no se daua manos   -fol. 107r-   a cubrirse con la rodela, y el pobre de Rozinante no hazia mas caso de la espuela que si fuera hecho de bronze. Sancho se puso tras su asno, y con el se defendia de la nuue y pedrisco que sobre entrambos llouia. No se pudo escudar tan bien don Quixote que no le acertassen no se quantos guijarros en el cuerpo, con tanta fuerça, que dieron con el en el suelo; y apenas huuo caydo, quando fue sobre el el estudiante, y le quitó la vazia de la cabeça, y diole con ella tres o quatro golpes en las espaldas y otros tantos en la tierra, con que la hizo801 pedaços. Quitaronle vna ropilla que trahia sobre las armas, y las medias calças le querian quitar, si las greuas no lo estoruaran. A Sancho le quitaron el gauan, y dexandole en pelota802, repartiendo entre si los demas despojos de la batalla, se fueron cada vno por su parte, con mas cuydado de escaparse de la Hermandad que temian que de cargarse de la   —315→   cadena e yr a presentarse ante la señora Dulzinea del Toboso.

Solos quedaron jumento y Rozinante, Sancho y don Quixote; el jumento, cabizbaxo y pensatiuo, sacudiendo de quando en quando las orejas, pensando que aun no auia cessado la borrasca de las piedras que le perseguian los oydos; Rozinante, tendido junto a su amo, que tambien vino al suelo de otra pedrada; Sancho en pelota y temeroso de la Santa Hermandad; don Quixote, mohinissimo de verse tan mal parado por los mismos a quien tanto bien auia hecho.



  —316→     -fol. 107v-  

ArribaAbajoCapitulo XXIII

De lo que le acontecio al famoso don Quixote en Sierra Morena, que fue vna de las mas raras auenturas que en esta verdadera historia se cuentan


Viendose tan mal parado don Quixote, dixo a su escudero:

«Siempre, Sancho, lo he oydo dezir: que el hazer bien a villanos es echar agua en la mar. Si yo huuiera creydo lo que me dixiste, yo huuiera escusado esta pesadumbre; pero ya está hecho; paciencia, y escarmentar para desde aqui adelante.»

«Assi escarmentará vuestra merced», respondio Sancho, «como yo soy turco; pero, pues dize que si me huuiera creydo se huuiera escusado este daño, creame aora y escusará otro mayor, porque le hago saber que con la Santa Hermandad no ay vsar de cauallerias; que no se le da a ella por quantos caualleros andantes ay dos marauedis, y sepa que ya me parece que sus saetas me zumban por los oydos.»

«Naturalmente eres couarde, Sancho», dixo don Quixote; «pero porque no digas que soy contumaz y que jamas hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con vna condicion: que jamas, en vida ni en muerte, has de dezir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por   —317→   complazer a tus ruegos; que si otra cosa dixeres, mentiras en ello, y desde aora para entonces, y desde entonces para aora803, te desmiento, y digo que mientes y mentiras todas las vezes que lo pensares o lo dixeres. Y no me repliques mas; que en solo pensar que me aparto y retiro de algun peligro, especialmente deste que   -fol. 108r-   parece que lleua algun es, no es, de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aqui solo, no solamente a la Santa Hermandad que dizes y temes, sino a los hermanos de los doze Tribus de Israel, y a los siete Macabeos804, y a Castor y a Polux, y aun a todos los hermanos y hermandades que ay en el mundo.»

«Señor», respondio Sancho, «que el retirar no es huyr, ni el esperar es cordura, quando el peligro sobrepuja a la esperança; y de sabios es guardarse hoy para mañana, y no auenturarse todo en vn dia. Y sepa que, aunque çafio y villano, todavia se me alcança algo desto que llaman buen gouierno; assi que no se arrepienta de auer tomado mi consejo, sino suba en Rozinante si puede, o si no, yo le ayudaré, y sigame, que el caletre me dize que hemos menester aora mas los pies que las manos.»

Subio don Quixote sin replicarle mas palabra, y, guiando Sancho sobre su asno, se entraron por vna parte de Sierra Morena, que alli junto estaua, lleuando Sancho intencion de atrauessarla toda, e yr a salir al Viso, o a Almodouar del Campo, y esconderse algunos dias   —318→   por aquellas asperezas, por no ser hallados si la Hermandad los buscasse. Animole a esto auer visto que de la refriega de los galeotes se auia escapado libre la despensa que sobre su asno venia, cosa que la juzgó a milagro, segun fue lo que lleuaron y buscaron los galeotes805.

Assi como don Quixote entró por aquellas montañas, se le alegró el coraçon, pareciendole aquellos lugares acomodados para las auenturas que buscaua. Reduziansele a la memoria los marauillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas auian   -fol. 108v-   sucedido a caualleros andantes. Yua pensando en estas cosas, tan embeuecido y trasportado806 en ellas, que de ninguna otra se acordaua. Ni Sancho lleuaua otro cuydado, despues que le parecio que caminaua por parte segura, sino de satisfazer su estomago con los relieues que del despojo clerical auian quedado, y assi, yua tras su amo sentado807 a la mugeriega sobre su jumento, sacando de vn costal808 y embaulando en su pança, y no se le diera por hallar otra ventura809, entretanto que yua de aquella manera, vn ardite.

En esto alçó los ojos y vio810 que su amo estaua parado, procurando con la punta del lançon alçar no se que bulto que estaua caydo en el suelo811, por lo qual se dio priessa a llegar a ayudarle, si fuesse menester; y quando llegó fue a tiempo que alçaua con la punta del lançon vn coxin y vna maleta asida a el, medio podridos, o podridos del todo, y deshechos; mas   —319→   pesaua tanto, que fue necessario que Sancho se apeasse a tomarlos812, y mandole su amo que viesse lo que en la maleta venia.

Hizolo con mucha presteza Sancho, y aunque la maleta venia cerrada con vna cadena y su candado, por lo roto y podrido della vio lo que en ella auia, que eran quatro camisas de delgada olanda, y otras cosas de lienço no menos curiosas que limpias, y en vn pañizuelo halló vn buen montonzillo de escudos de oro, y assi como los vio dixo:

«¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado vna auentura que sea de prouecho!»

Y, buscando mas, halló vn librillo de memoria ricamente guarnecido. Este le pidio don Quixote, y mandole que guardasse el dinero y   -fol. 109r-   lo tomasse para el. Besole las manos Sancho por la merced, y, desbalijando a la balija de su lenceria, la puso en el costal de la despensa. Todo lo qual visto por don Quixote, dixo:

«Pareceme, Sancho, y no es possible que sea otra cosa, que algun caminante descaminado deuio de passar por esta sierra, y, salteandole malandrines, le deuieron de matar y le truxeron a enterrar en esta tan escondida parte.»

«No puede ser esso», respondio Sancho, «porque si fueran ladrones, no se dexaran aqui este dinero.»

«Verdad dizes», dixo don Quixote, «y assi, no adiuino ni doy en lo que esto pueda ser; mas esperate, veremos si en este librillo de memoria ay alguna cosa escrita por donde podamos rastrear   —320→   y venir en conocimiento de lo que desseamos.»

Abriole, y lo primero que halló en el, escrito como en borrador, aunque de muy buena letra, fue vn soneto, que, leyendole alto, porque Sancho tambien lo oyesse, vio que dezia desta manera:



    O le falta al Amor conocimiento,
o le sobra crueldad, o no es mi pena
igual a la ocasion que me condena
al genero mas duro de tormento.

    Pero si Amor es dios, es argumento  5
que nada ignora, y es razon muy buena
que vn dios no sea cruel; pues ¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?

    Si digo que soys vos, Fili, no acierto,
que tanto mal en tanto bien no cabe,  10
-fol. 109v-
ni me viene del cielo esta ruyna.

    Presto aure de morir, que es lo mas cierto;
que al mal de quien la causa no se sabe
milagro es acertar la medicina813.

«Por essa troba», dixo Sancho, «no se puede saber nada, si ya no es que por esse hilo que está ahi se saque el ouillo de todo.»

«¿Qué hilo está aqui?», dixo don Quixote.

«Pareceme», dixo Sancho, «que vuestra merced nombró ahi Hilo

«No dixe sino Fili», respondio don Quixote, «y este, sin duda, es el nombre de la dama de quien se quexa el autor de este soneto; y a fe que deue de ser razonable poeta, o yo se poco del arte.»

«Luego ¿tambien», dixo Sancho, «se le entiende a vuestra merced de trobas?»

  —321→  

«Y mas de lo que tu piensas», respondio don Quixote, «y veraslo quando lleues vna carta, escrita en verso de arriba abaxo, a mi señora Dulzinea del Toboso; porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los mas caualleros andantes de la edad passada eran grandes trobadores y grandes musicos; que estas dos abilidades, o gracias, por mejor dezir, son anexas a los enamorados andantes. Verdad es que las coplas de los passados caualleros tienen mas de espiritu que de primor.»

«Lea mas vuestra merced», dixo Sancho; «que ya hallará algo que nos satisfaga.»

Boluio la hoja don Quixote, y dixo:

«Esto es prosa, y parece carta.»

«¿Carta missiua, señor?», preguntó Sancho.

«En el principio no parece sino de amores», respondio don Quixote.

«Pues lea vuestra merced alto», dixo Sancho, «que gusto mucho destas cosas de amores.»

«Que me plaze», dixo don Quixote.

Y leyendola   -fol. 110r-   alto, como Sancho se lo auia rogado, vio que dezia desta manera:

«Tu falsa promessa y mi cierta desuentura me lleuan a parte donde antes bolueran a tus oydos las nueuas de mi muerte que las razones de mis quexas. Desechasteme, ¡o ingrata!, por quien tiene mas, no por quien vale mas que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no embidiara yo dichas agenas, ni llorara desdichas propias. Lo que leuantó tu hermosura han derribado tus obras: por ella entendi   —322→   que eras angel, y por ellas conozco que eres muger. Quedate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo esten siempre encubiertos, porque tu no quedes arrepentida de lo que heziste y yo no tome vengança de lo que no desseo.»

Acabando de leer la carta, dixo don Quixote:

«Menos por esta que por los versos se puede sacar mas de que quien la escriuio es algun desdeñado amante.»

Y, hojeando casi todo el librillo, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no; pero lo que todos contenian eran quexas, lamentos, desconfianças, sabores y sinsabores, fauores y desdenes, solenizados los vnos y llorados los otros.

En tanto que don Quixote passaua el libro, passaua Sancho la maleta, sin dexar rincon en toda ella, ni en el coxin, que no buscasse, escudriñasse e inquiriesse, ni costura que no deshiziesse, ni vedixa de lana que no escarmenasse, porque no se quedasse nada por diligencia ni mal recado: tal golosina auian despertado en el los hallados escudos, que passauan de ciento. Y aunque no halló mas de lo   -fol. 110v-   hallado, dio por bien empleados los buelos de la manta, el vomitar del breuaje, las bendiciones de las estacas, las puñadas del harriero, la falta de las alforjas, el robo del gauan, y toda la hambre, sed y cansancio que auia passado en seruicio de su buen señor814, pareciendole que estaua   —323→   mas que rebien pagado con la merced recebida de la entrega del hallazgo.

Con gran desseo quedó el Cauallero de la Triste Figura de saber quien fuesse el dueño de la maleta, conjeturando por el soneto y carta, por el dinero en oro y por las tan buenas camisas, que deuia de ser de algun principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama deuian de auer conduzido a algun desesperado termino. Pero como por aquel lugar inhabitable y escabroso no parecia persona alguna de quien poder informarse, no se curó de mas que de passar adelante, sin lleuar otro camino que aquel que Rozinante queria, que era por donde el podia caminar, siempre con imaginacion que no podia faltar por aquellas malezas alguna estraña auentura.

Yendo, pues, con este pensamiento, vio que por cima de vna montañuela que delante de los ojos se le ofrecia, yua saltando vn hombre de risco en risco y de mata en mata con estraña ligereza. Figurosele que yua desnudo, la barba negra y espessa, los cabellos muchos y rabultados815, los pies descalços y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrian vnos calçones, al parecer, de terciopelo leonado, mas tan hechos pedaços, que por muchas partes se le descubrian las carnes. Traia la cabeça descubierta, y, aunque passó con la ligereza que se ha dicho, todas estas menudencias miró   -fol. 111r-   y notó el Cauallero de la Triste Figura; y, aunque lo procuró,   —324→   no pudo seguille, porque no era dado a la debilidad de Rozinante andar por aquellas asperezas, y mas siendo el de suyo pisacorto y flematico. Luego imaginó don Quixote que aquel era el dueño del coxin y de la maleta, y propuso en si de buscalle, aunque supiesse andar vn año por aquellas montañas hasta hallarle; y assi, mandó a Sancho que se apeasse del asno816 y atajasse por la vna parte de la montaña, que el yria por la otra, y podria ser que topassen, con esta diligencia, con aquel hombre que con tanta priessa se les auia quitado de delante.

«No podre hazer esso», respondio Sancho, «porque en apartandome de vuestra merced, luego es conmigo el miedo, que me assalta con mil generos de sobresaltos y visiones. Y siruale esto que digo de auiso, para que de aqui adelante no me aparte vn dedo de su presencia.»

«Assi sera», dixo el de la triste Figura, «y yo estoy muy contento de que te quieras valer de mi animo, el qual no te ha de faltar, aunque te falte el anima del cuerpo; y vente aora tras mi poco a poco, o como pudieres, y haz de los ojos lanternas; rodearemos esta serrezuela, quiça toparemos con aquel hombre que vimos, el qual, sin duda alguna, no es otro que el dueño de nuestro hallazgo.»

A lo que Sancho respondio:

«Harto mejor seria no buscalle817, porque si le hallamos y acaso fuesse el dueño del dinero,   —325→   claro está que lo tengo de restituyr, y assi, fuera mejor, sin hazer esta inutil diligencia, posseerlo yo con buena fe, hasta que por otra via menos curiosa y diligente pareciera su verdadero señor, y quiça fuera a tiempo que lo   -fol. 111v-   huuiera gastado, y entonces el rey me hazia franco.»

«Engañaste en esso, Sancho», respondio don Quixote; «que ya que hemos caydo en sospecha de quien es el dueño, quasi818 delante, estamos obligados a buscarle y boluerselos; y, quando no le buscassemos, la vehemente sospecha que tenemos de que el lo sea nos pone ya en tanta culpa como si lo fuesse. Assi que, Sancho amigo, no te de pena el buscalle, por la que a mi se me quitará si le hallo.»

Y assi, picó a Rozinante, y siguiole Sancho con su acostumbrado jumento819.Y, auiendo rodeado parte de la montaña820, hallaron en vn arroyo cayda, muerta y medio comida de perros, y picada de grajos, vna mula ensillada y enfrenada. Todo lo qual confirmó en ellos mas la sospecha de que aquel que huia era el dueño de la mula y del coxin. Estandola mirando, oyeron vn siluo como de pastor que guardaua ganado; y a deshora, a su siniestra mano, parecieron vna buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, parecio el cabrero que las guardaua, que era vn hombre anciano. Diole vozes don Quixote, y rogole que baxasse donde estauan. El respondio a gritos que quién les auia traydo por aquel lugar, pocas o ningunas vezes pisado sino de   —326→   pies de cabras, o de lobos y otras fieras que por alli andauan. Respondiole Sancho que baxasse, que de todo le darian buena cuenta. Baxó el cabrero, y, en llegando adonde don Quixote estaua, dixo:

«Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en essa hondonada; pues a buena fe que ha ya seys meses que está en esse lugar. Diganme, ¿han topado por ahi a su dueño?»

«No hemos topado a nadie», respondio don Quixote,   -fol. 112r-   «sino a vn coxin y a vna maletilla que no lexos deste lugar hallamos.»

«Tambien la hallé yo», respondio el cabrero; «mas nunca la quise alçar ni llegar a ella, temeroso de algun desman, y de que no me la pidiessen por de hurto; que es el diablo sotil, y debaxo de los pies se leuanta allombre821 cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no.»

«Esso mesmo822 es lo que yo digo», respondio Sancho; «que tambien la hallé yo, y no quise llegar a ella con vn tiro de piedra; alli la dexé, y alli se queda como se estaua, que no quiero perro con cencerro.»

«Dezidme, buen hombre», dixo don Quixote, «¿sabeys vos quién sea el dueño destas prendas?»

«Lo que sabre yo dezir», dixo el cabrero, «es que aura al pie de seys meses, poco mas a823 menos, que llegó a vna majada de pastores, que estara como tres leguas deste lugar, vn   —327→   mancebo de gentil talle y apostura, cauallero sobre essa mesma824 mula que ahi está muerta, y con el mesmo825 coxin y maleta que dezis que hallastes y no tocastes. Preguntonos que quál parte desta sierra era la mas aspera y escondida. Diximosle que era esta donde aora estamos, y es ansi826 la verdad, porque si entrays media legua mas adentro, quiça no acertareys a salir; y estoy marauillado de cómo aueys podido llegar aqui, porque no ay camino ni senda que a este lugar encamine.

»Digo, pues, que en oyendo nuestra respuesta el mancebo, boluio las riendas y encaminó hazia el lugar donde le señalamos, dexandonos a todos contentos de su buen talle, y admirados de su demanda y de la priessa con que le viamos caminar y boluerse hazia la sierra; y desde entonces nunca mas le vimos, hasta que desde   -fol. 112v-   alli a algunos dias salio al camino a vno de nuestros pastores, y, sin dezille nada, se llegó827 a el y le dio muchas puñadas y cozes, y luego se fue a la borrica del hato y le quitó quanto pan y quesso en ella trahia, y con estraña ligereza, hecho esto, se boluio a emboscar828 en la sierra. Como esto supimos algunos cabreros, le anduuimos a buscar casi dos dias por lo mas cerrado desta sierra, al cabo de los quales le hallamos metido en el hueco de vn grueso y valiente alcornoque. Salio a nosotros con mucha mansedumbre, ya roto el vestido, y el rostro disfigurado829 y tostado del sol, de tal suerte, que apenas le conociamos830 ,   —328→   sino que los vestidos, aunque rotos, con la noticia que dellos teniamos, nos dieron a entender que era el que buscauamos.

»Saludonos cortesmente, y en pocas y muy buenas razones nos dixo que no nos marauillassemos de verle andar de aquella suerte, porque assi le conuenia para cumplir cierta penitencia que por sus muchos pecados le auia sido impuesta. Rogamosle que nos dixesse quién era; mas nunca lo pudimos acabar con el. Pedimosle tambien que quando huuiesse menester el sustento, sin el qual no podia passar, nos dixesse donde le hallariamos, porque con mucho amor y cuydado se lo lleuariamos; y que si esto tampoco fuesse de su gusto, que, a lo menos, saliesse a pedirlo, y no a quitarlo, a los pastores. Agradecio nuestro ofrecimiento, pidio perdon de los assaltos passados, y ofrecio de pedillo de alli adelante por amor de Dios, sin dar molestia alguna a nadie. En quanto lo que831 tocaua a la estancia de su habitacion, dixo que no tenia otra que aquella que le ofrecia   -fol. 113r-   la ocasion832 donde le tomaua la noche, y acabó su platica con vn tan tierno llanto, que bien fueramos de piedra los que escuchado le auiamos si en el no le acompañaramos, considerandole833 como le auiamos visto la vez primera, y qual le veiamos entonces. Porque, como tengo dicho, era vn muy gentil y agraciado mancebo, y en sus corteses y concertadas razones mostraua ser bien nacido y muy cortesana persona; que, puesto que eramos rusticos los que le escuchauamos,   —329→   su gentileza era tanta, que bastaua a darse a conocer a la mesma834 rusticidad.

»Y estando en lo mejor de su platica, paró y enmudeciose; clauó los ojos en el suelo por vn buen espacio, en el qual todos estuuimos quedos y suspensos, esperando en qué auia de parar aquel enuelesamiento, con no poca lastima de verlo, porque por lo que hazia de abrir los ojos, estar fixo mirando al suelo sin mouer pestaña gran rato, y otras vezes cerrarlos apretando los labios y enarcando las cejas, facilmente conocimos que algun accidente de locura le auia sobreuenido. Mas el nos dio a entender presto ser verdad lo que pensauamos, porque se leuantó con gran furia del suelo donde se auia echado, y arremetio con el primero que halló junto a si, con tal denuedo y rabia, que, si no se le quitaramos, le matara a puñadas y a bocados; y todo esto hazia diziendo: “¡A, fementido Fernando!; ¡aqui, aqui me pagarás la sinrazon que me heziste835! Estas manos te sacarán el coraçon donde aluergan y tienen manida todas las maldades juntas, principalmente la fraude y el engaño.” Y a estas añadia otras razones, que todas se encaminauan a dezir mal de aquel Fernando,   -fol. 113v-   y a tacharle de traydor y fementido.

»Quitamossele, pues, con no poca pesadumbre, y el, sin dezir mas palabra, se apartó de nosotros y se emboscó corriendo por entre estos xarales y malezas, de modo, que nos impossibilitó el seguille. Por esto conjeturamos   —330→   que la locura le venia a tiempos, y que alguno que se llamaua836 Fernando le deuia de auer hecho alguna mala obra, tan pesada quanto lo mostraua el termino a que le auia conduzido. Todo lo qual se ha confirmado despues aca con las vezes, que han sido muchas, que el ha salido al camino, vnas a pedir a los pastores le den de lo que lleuan para comer, y otras a quitarselo por fuerça; porque quando está con el accidente de la locura, aunque los pastores se lo ofrezcan de buen grado, no lo admite, sino que lo toma a puñadas; y quando está en su seso, lo pide por amor de Dios, cortes y comedidamente, y rinde por ello muchas gracias, y no con falta de lagrimas. Y en verdad os digo, señores -prosiguio el cabrero-, que ayer determinamos yo y quatro zagales, los dos criados y los dos amigos mios, de buscarle hasta tanto que le hallemos; y despues de hallado, ya por fuerça, ya por grado, le hemos de lleuar a la villa de Almodouar, que está de aqui ocho leguas, y alli le curaremos, si es que su mal tiene cura, o sabremos quién es quando esté en su seso, y si tiene parientes a quien dar noticia de su desgracia. Esto es, señores, lo que sabre deziros de lo que me aueys preguntado, y entended que el dueño de las prendas que hallastes es el mesmo837 que vistes passar con tanta ligereza como desnudez»; que ya le auia dicho   -fol. 114r-   don Quixote como auia visto passar aquel hombre saltando por la sierra.

  —331→  

El qual quedó admirado de lo que al cabrero auia oydo, y quedó838 con mas desseo de saber quién era el desdichado loco, y propuso en si lo mesmo839 que ya tenia pensado: de buscalle por toda la montaña, sin dexar rincon ni cueua en ella que no mirasse, hasta hallarle. Pero hizolo mejor la suerte de lo que el pensaua ni esperaua, porque en aquel mesmo840 instante parecio por entre vna quebrada de vna sierra, que salia donde ellos estauan, el mancebo que buscaua, el qual venia hablando entre si cosas que no podian ser entendidas de cerca, quanto mas de lexos. Su trage era qual se ha pintado, solo que, llegando cerca, vio don Quixote que vn coleto hecho pedaços que sobre si trahia, era de ambar841, por donde acabó de entender que persona que tales habitos trahia no deuia de ser de infima calidad.

En llegando el mancebo a ellos, les842 saludo con vna voz desentonada y bronca843, pero con mucha cortesia. Don Quixote le boluio las saludes con no menos comedimiento, y, apeandose de Rozinante, con gentil continente y donayre le fue a abraçar, y le tuuo vn buen espacio estrechamente entre sus braços, como si de luengos tiempos le huuiera conocido. El otro, a quien podemos llamar el Roto de la Mala Figura, como a don Quixote el de la Triste, despues de auerse dexado abraçar, le apartó vn poco de si, y, puestas sus manos en los ombros de don Quixote, le estuuo mirando como que queria ver si le conocia; no menos admirado   —332→   quiça de ver la figura, talle y armas de don   -fol. 114v-   Quixote, que don Quixote lo estaua de verle a el. En resolucion, el primero que habló despues del abraçamiento fue el Roto, y dixo lo que se dira adelante.