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ArribaAbajoCapitulo XXIV

Donde se prosigue la auentura de la Sierra Morena


Dize la historia que era grandissima la atencion con que don Quixote escuchaua al astroso cauallero de la Sierra, el qual, prosiguiendo su platica, dixo:

«Por cierto, señor, quien quiera que seays, que yo no os conozco, yo os agradezco las muestras y la cortesia que conmigo aueys vsado, y quisiera yo hallarme en terminos que, con mas que la voluntad, pudiera seruir la que aueys mostrado tenerme en el buen acogimiento que me aueys hecho; mas no quiere mi suerte darme otra cosa con que corresponda a las buenas obras que me hazen, que buenos desseos de satisfazerlas.»

«Los que yo tengo», respondio don Quixote, «son de seruiros; tanto, que tenia determinado de no salir destas sierras hasta hallaros y saber de vos si el dolor844 que en la estrañeza de vuestra vida mostrays tener, se podia hallar algun genero de remedio, y, si fuera menester buscarle845, buscarle con la diligencia possible. Y quando vuestra desuentura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo genero de consuelo, pensaua ayudaros a llorarla y846 plañirla como mejor pudiera; que todavia es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas. Y si es que mi buen intento merece   —334→   ser agradecido con algun genero de cortesia, yo   -fol. 115r-   os suplico, señor, por la mucha que veo que en vos se encierra, y juntamente os conjuro por la cosa que en esta vida mas aueys amado o amays, que me digays quién soys y la causa que os ha traydo a viuir y a morir entre estas soledades como bruto animal, pues morays entre ellos tan ageno de vos mismo, qual lo muestra vuestro trage y persona. Y juro -añadio don Quixote-, por la orden de caualleria que recebi, aunque indigno y pecador, y por la profession de cauallero andante, que847 si en esto, señor, me complazeys, de seruiros con las veras a que me obliga el ser quien soy, ora remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudandoos a llorarla, como os lo he prometido.»

El Caballero del Bosque, que de tal manera oyo hablar al de la Triste Figura, no hazia sino mirarle y remirarle, y tornarle a mirar de arriba a baxo, y despues que le huuo bien mirado, le dixo:

«Si tienen algo que darme a comer, por amor de Dios que me lo den; que despues de auer comido, yo hare todo lo que se me manda, en agradecimiento de tan buenos desseos como aqui se me han mostrado.»

Luego sacaron, Sancho de su costal y el cabrero de su çurron, con que satisfizo el Roto su hambre, comiendo lo que le dieron como persona atontada, tan apriessa, que no daua espacio de vn bocado al otro, pues antes los engullia   —335→   que tragaua; y en tanto que comia, ni el ni los que le mirauan hablauan palabra. Como acabó de comer, les hizo de señas que le siguiessen, como lo hizieron, y el los lleuó a vn verde pradezillo que a la buelta de vna peña poco desuiada de alli estaua. En llegando a el, se tendio en el suelo encima de la   -fol. 115v-   yerua, y los demas hizieron lo mismo; y todo esto sin que ninguno hablasse, hasta que el Roto, despues de auerse acomodado en su assiento, dixo:

«Si gustays, señores, que os diga en breues razones la inmensidad de mis desuenturas, aueysme de prometer de que con ninguna pregunta ni otra cosa no interrompereys el hilo de mi triste historia, porque en el punto que lo hagays, en esse se quedará lo que fuere contando.»

Estas razones del Roto truxeron a la memoria a don Quixote el cuento que le auia contado su escudero, quando no acerto el numero de las cabras que auian passado el rio, y se quedó la historia pendiente. Pero boluiendo al Roto, prosiguio diciendo:

«Esta preuencion que hago es porque querria passar breuemente por el cuento de mis desgracias; que el traerlas a la memoria no me sirue de otra cosa que añadir otras de nueuo, y mientras menos me preguntaredes, mas presto acabaré yo de dezillas, puesto que no dexaré por contar cosa alguna que sea de importancia para no848 satisfazer del todo a vuestro desseo.»

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Don Quixote se lo prometio en nombre de los demas, y el, con este seguro, començo desta manera:

«Mi nombre es Cardenio, mi patria vna ciudad de las mejores desta Andaluzia849, mi linage noble, mis padres ricos, mi desuentura tanta, que la deuen de auer llorado mis padres y sentido mi linage, sin poderla aliuiar con su riqueza, que, para remediar desdichas del cielo, poco suelen valer los bienes de fortuna. Viuia en esta mesma850 tierra vn cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a dessearme. Tal es la hermosura de Luscinda, donzella tan noble y tan rica como yo, pero de mas ventura, y de menos   -fol. 116r-   firmeza de la que a mis honrados pensamientos se deuia. A esta Luscinda amé, quise y adoré desde mis tiernos y primeros años, y ella me quiso a mi con aquella senzillez y buen animo que su poca edad permitia. Sabian nuestros padres nuestros intentos851, y no les pesaua dello, porque bien vehian que, quando852 passaran adelante, no podian tener otro fin que el de casarnos, cosa que casi la concertaua la ygualdad de nuestro linage y riquezas. Crecio la edad y con ella el amor de entrambos, que853 al padre de Luscinda le parecio que por buenos respetos estaua obligado a negarme la entrada de su casa; casi imitando en esto a los padres de aquella Tisbe tan decantada de los poetas. Y fue esta negacion añadir llama a llama y desseo a desseo, porque, aunque pusieron silencio a las lenguas, no   —337→   le pudieron poner a las plumas, las quales, con mas libertad que las lenguas, suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma esta encerrado: que muchas vezes la presencia de la cosa amada turba y enmudece la intencion mas determinada y la lengua mas atreuida. ¡Ay, cielos, y quántos villetes le854 escriui! ¡Quán regaladas y honestas respuestas tuue! ¡Quántas canciones compuse y quántos enamorados versos, donde el alma declaraua y trasladaua sus sentimientos, pintaua sus encendidos desseos, entretenia sus memorias y recreaua su voluntad! En efeto, viendome apurado, y que mi alma se consumia con el desseo de verla, determiné poner por obra y acabar en vn punto lo que me parecio que mas conuenia para salir con mi desseado y merecido premio, y fue el pedirsela a su padre por   -fol. 116v-   legitima esposa, como lo hize. A lo que el me respondio que me agradecia la voluntad que mostraua de honralle855 y de querer honrarme con prendas suyas, pero que siendo mi padre viuo, a el tocaua de justo derecho hazer aquella demanda, porque, si no, fuesse con mucha voluntad y gusto suyo, no era Luscinda muger856 para tomarse ni darse a hurto.

»Yo le agradeci su buen intento, pareciendome que lleuaua razon en lo que dezia, y que mi padre vendria en ello como yo se lo dixesse. Y con este intento, luego, en aquel mismo instante, fuy a dezirle a mi padre lo que desseaua, y al tiempo que entré en vn aposento   —338→   donde estaua, le hallé con vna carta abierta en la mano, la qual, antes que yo le dixesse palabra, me la dio, y me dixo: “Por essa carta veras, Cardenio, la voluntad que el duque Ricardo tiene de hazerte merced.” Este duque Ricardo, como ya vosotros, señores, deueys de saber, es vn grande de España que tiene su estado en lo mejor desta Andaluzia. Tomé y ley la carta, la qual venia tan encarecida, que a mi mesmo857 me parecio mal si mi padre dexaua de cumplir lo que en ella se le pedia, que era que me embiasse luego donde el estaua; que queria que fuesse compañero, no criado, de su hijo el mayor, y que el tomaua a cargo el ponerme en estado que correspondiesse a la estimacion en que me tenia. Ley la carta, y enmudeci leyendola, y mas quando ohi que mi padre me dezia: “De aqui a dos dias te partiras, Cardenio, a hazer la voluntad del duque, y da gracias a Dios que te va abriendo camino por donde alcances lo que yo se que mereces.” Añadio a estas otras razones de padre consejero.

»Llegose   -fol. 117r-   el termino de mi partida, hablé vna noche a Luscinda, dixele todo lo que passaua, y lo mesmo858 hize a su padre, suplicandole se entretuuiesse algunos dias y dilatasse el darle859 estado hasta que yo viesse lo que Ricardo me queria. El me lo prometio, y ella me lo860 confirmó con mil juramentos y mil desmayos. Vine, en fin, donde el duque Ricardo estaua, fuy del tan bien recebido y tratado, que   —339→   desde luego començo la embidia a hazer su oficio, teniendomela los criados antiguos, pareciendoles que las muestras que el duque daua de hazerme merced auian de ser en perjuyzio suyo. Pero el que mas se holgo con mi yda fue vn hijo segundo del duque, llamado Fernando, moço gallardo, gentil hombre, liberal y enamorado, el qual en poco tiempo quiso que fuesse tan su amigo, que daua que dezir a todos; y aunque el mayor me queria bien y me hazia merced, no llegó al estremo con que don Fernando me queria y trataua.

»Es, pues, el caso, que, como entre los amigos no ay cosa secreta que no se comunique, y la priuança que yo tenia con don Fernando dexaua de serlo por ser amistad, todos sus pensamientos me declaraua, especialmente vno enamorado que le trahia con vn poco de desassossiego. Queria bien a vna labradora, vassalla de su padre, y ella los tenia muy ricos, y era tan hermosa, recatada, discreta y honesta, que nadie que la conocia se determinaua en quál destas cosas tuuiesse mas excelencia, ni mas se auentajasse. Estas tan buenas partes de la hermosa labradora reduxeron a tal termino los desseos de don   -fol. 117v-   Fernando, que se determinó, para poder alcançarlo y conquistar la entereza de la labradora, darle861 palabra de ser su esposo, porque de otra manera era procurar lo impossible. Yo, obligado de su amistad, con las mejores razones que supe y con los mas viuos exemplos que pude,   —340→   procuré estoruarle y apartarle de tal proposito. Pero viendo que no aprouechaua, determiné de dezirle el caso al duque Ricardo, su padre. Mas don Fernando, como astuto y discreto, se rezeló y temio desto, por parecerle que estaua yo obligado, en vez de buen criado, [a]862 no tener encubierta cosa que tan en perjuyzio de la honra de mi señor el duque venia; y assi, por diuertirme y engañarme, me dixo que no hallaua otro mejor remedio para poder apartar de la memoria la hermosura que tan sugeto le tenia, que el ausentarse por algunos meses, y que queria que el ausencia fuesse que los dos nos viniessemos en casa de mi padre, con ocasion que darian863 al duque, que venia a ver y a feriar vnos muy buenos cauallos que en mi ciudad auia, que es madre de los mejores del mundo.

»Apenas le ohi yo dezir esto, quando, mouido de mi aficion, aunque su determinación no fuera tan buena, la aprouara yo por vna de las mas acertadas que se podían imaginar, por ver quán buena ocasion y coyuntura se me ofrecia de boluer a ver a mi Luscinda. Con este pensamiento y desseo aproue su parecer y esforce su proposito, diziendole que lo pusiesse por obra con la breuedad possible, porque, en efeto, la ausencia hazia su oficio a pesar de los mas firmes pensamientos. Ya864, quando el me vino a   -fol. 118r-   dezir esto, segun despues se supo, auia gozado a la labradora, con titulo de esposo, y esperaua ocasion de descubrirse   —341→   a su saluo, temeroso de lo que el duque, su padre, haria quando supiesse su disparate.

»Sucedio, pues, que, como el amor en los moços por la mayor parte no lo es, sino apetito, el qual, como tiene por vltimo fin el deleyte, en llegando a alcançarle se acaba, y ha de boluer atras aquello que parecia amor, porque no puede passar adelante del termino que le puso naturaleza, el qual termino no le puso a lo que es verdadero amor...; quiero dezir, que assi como don Fernando gozó a la labradora, se le aplacaron sus desseos y se resfriaron sus ahincos, y si primero fingia quererse ausentar por remediarlos, aora de veras procuraua yrse por no ponerlos en execucion. Diole el duque licencia, y mandome que le acompañasse. Venimos a mi ciudad, recibiole mi padre como quien era. Vi yo luego a Luscinda, tornaron a viuir, aunque no auian estado muertos ni amortiguados, mis desseos, de los quales di cuenta, por mi mal, a don Fernando, por parecerme que, en la ley de la mucha amistad que mostraua, no le deuia encubrir nada. Alabele la hermosura, donayre y discrecion de Luscinda de tal manera, que mis alabanças mouieron en el los desseos de querer ver donzella de tantas865 buenas partes adornada. Cumpliselos yo, por mi corta suerte, enseñandosela vna noche, a la luz de vna vela, por vna ventana por donde los dos soliamos hablarnos. Viola en sayo, tal, que todas las bellezas hasta entonces por el vistas las puso en oluido. Enmudecio,   —342→   perdio el sentido, quedó absorto; y,   -fol. 118v-   finalmente, tan enamorado, qual lo vereys en el discurso del cuento de mi desuentura. Y, para encenderle mas el desseo, que a mi me zelaua, y al cielo a solas descubria, quiso la fortuna que hallasse vn dia vn villete suyo pidiendome que la pidiesse a su padre por esposa, tan discreto, tan honesto y tan enamorado, que, en leyendolo, me dixo que en sola Luscinda se encerrauan todas las gracias de hermosura y de entendimiento que en las demas mugeres del mundo estauan repartidas.

»Bien es verdad que quiero confessar aora que, puesto que yo veia con quán justas causas don Fernando a Luscinda alabaua, me pesaua de oyr aquellas alabanças de su boca, y comence a temer y a866 rezelarme del, porque no se passaua momento donde no quisiesse que tratassemos de Luscinda, y el mouia la platica aunque la truxesse por los cabellos, cosa que despertaua en mi vn no se que de zelos, no porque yo temiese reues alguno de la bondad y de la fe de Luscinda, pero, con todo esso, me hazia temer mi suerte lo mesmo867 que ella me asseguraua. Procuraua siempre don Fernando leer los papeles que yo a Luscinda embiaua y los que ella me respondia, a titulo que de la discrecion de los dos gustaua mucho. Acaecio, pues, que auiendome pedido Luscinda vn libro de cauallerias en que leer, de quien era ella muy aficionada, que era el de Amadis de Gaula...»

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No huuo bien oydo don Quixote nombrar libro de cauallerias, quando dixo:

«Con que me dixera vuestra merced al principio de su historia que su merced de la señora Luscinda era aficionada a libros de cauallerias, no   -fol. 119r-   fuera menester otra exageracion para darme a entender la alteza de su entendimiento, porque no le tuuiera tan bueno como vos, señor, le aueys pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda; assi que para conmigo no es menester gastar mas palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento; que, con solo auer entendido su aficion, la confirmo por la mas hermosa y mas discreta muger del mundo; y quisiera yo, señor, que vuestra merced le huuiera embiado, junto con Amadis de Gaula, al bueno de don Rugel de Grecia868 que yo se que gustara la señora Luscinda mucho de Darayda y Geraya869, y de las discreciones del pastor Darinel870 y de aquellos admirables versos de sus Bucolicas, cantadas y representadas por el con todo donayre, discrecion y desemboltura; pero tiempo podra venir en que se enmiende essa falta, y no dura871 mas en hazerse la enmienda de quanto quiera vuestra merced ser seruido de venirse conmigo a mi aldea; que alli le podre dar mas de trecientos libros, que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida, aunque tengo para mi que ya no tengo ninguno, merced a la malicia de malos y embidiosos encantadores. Y perdoneme vuestra merced el   —344→   auer contrauenido a lo que prometimos de no interromper su platica, pues en oyendo cosas de cauallerias y de caualleros andantes, assi es en mi mano dexar de hablar en ellos, como lo es en la de los rayos del sol dexar de calentar, ni humedecer en los de la luna. Assi que, perdon, y proseguir, que es lo que aora haze mas al caso.»

En tanto que don Quixote estaua diziendo lo que   -fol. 119v-   queda dicho, se le auia caydo a Cardenio la cabeça sobre el pecho, dando muestras de estar profundamente pensatiuo. Y puesto que dos vezes le dixo don Quixote que prosiguiesse su historia, ni alçaua la cabeça, ni respondia palabra. Pero al cabo de vn buen espacio la leuantó, y dixo:

«No se me puede quitar del pensamiento, ni aura quien me lo quite en el mundo, ni quien me de a entender otra cosa, y seria vn majadero el que lo contrario entendiesse o creyesse, sino que aquel vellaconazo del maestro Elisabat estaua amancebado con la reyna Madasima872

«Esso no, ¡voto a tal!», respondio con mucha colera don Quixote, y arrojole, como tenia de costumbre; «y essa es vna muy gran malicia, o vellaqueria, por mejor dezir. La reyna Madasima fue muy principal señora, y no se ha de presumir que tan alta princessa se auia de amancebar con vn sacapotras; y quien lo contrario entendiere, miente como muy gran vellaco. Y yo se lo dare a entender a pie o a cauallo,   —345→   armado o desarmado, de noche o de dia, o como mas gusto le diere.»

Estauale mirando Cardenio muy atentamente, al qual ya auia venido el accidente873 de su locura, y no estaua para proseguir su historia, ni tampoco874 don Quixote se la oyera, segun le auia disgustado lo que de Madasima le auia oydo. ¡Estraño caso!, que assi boluio por ella como si verdaderamente fuera su verdadera y natural señora: tal le tenian sus descomulgados libros. Digo, pues, que como ya Cardenio estaua loco, y se oyo tratar de mentis y de vellaco, con otros denuestos semejantes, pareciole mal la   -fol. 120r-   burla, y alçó vn guijarro que halló junto a si, y dio875 con el en los pechos tal golpe a don Quixote, que le hizo caer de espaldas. Sancho Pança, que de tal modo vio parar a su señor, arremetio al loco con el puño cerrado, y el Roto le recibio de tal suerte, que con vna puñada dio con el a sus pies, y luego se subio sobre el y le brumó las costillas muy a su sabor. El cabrero, que le quiso defender, corrio el mesmo876 peligro. Y despues que los tuuo a todos rendidos y molidos, los dexó y se fue con gentil sossiego a emboscarse en la montaña.

Leuantose Sancho, y con la rabia que tenia de verse aporreado tan sin merecerlo, acudio a tomar la vengança del cabrero, diziendole que el tenía la culpa de no auerles auisado que a aquel hombre le tomaua a tiempos la locura; que si esto supieran, huuieran estado   —346→   sobre auiso para poderse guardar. Respondio el cabrero que ya lo auia dicho, y que si el no lo auia oydo, que no era suya la culpa. Replicó Sancho Pança, y tornó a replicar el cabrero, y fue el fin de las replicas asirse de las barbas y darse tales puñadas, que si don Quixote no los pusiera en paz, se hizieran pedaços. Dezia Sancho, asido con el cabrero:

«Dexeme vuestra merced, señor Cauallero lo de la Triste Figura, que en este que es villano como yo y no está armado cauallero, bien puedo a mi saluo satisfazerme del agrauio que me ha hecho, peleando877 con el mano a mano, como hombre honrado.»

«Assi es», dixo don Quixote; «pero yo se que el no tiene ninguna culpa de lo sucedido.»

Con esto los apaziguo, y don Quixote boluio a preguntar al cabrero si seria possible hallar a Cardenio, porque   -fol. 120v-   quedaua con grandissimo desseo de saber el fin de su historia. Dixole el cabrero lo que primero le auia878 dicho, que era no saber de cierto su manida, pero que si anduuiesse mucho por aquellos contornos no dexaria de hallarle, o cuerdo o loco.



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ArribaAbajoCapitulo XXV

Que trata de las estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente cauallero de la Mancha, y de la imitacion que hizo a la penitencia de Beltenebros


Despidiose879 del cabrero don Quixote, y, subiendo otra vez sobre Rozinante, mandó a Sancho que le siguiesse, el qual lo hizo con su jumento880 de muy mala gana. Yuanse poco a poco entrando en lo mas aspero de la montaña, y Sancho yua muerto por razonar con su amo, y desseaba que el començasse la platica por no contrauenir a lo que le tenia mandado; mas no pudiendo sufrir tanto silencio, le dixo:

«Señor don Quixote, vuestra merced me eche su bendicion y me de licencia, que desde aqui me quiero boluer a mi casa, y a mi muger y a mis hijos, con los quales, por lo menos, hablaré y departire todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con el por estas soledades de dia y de noche, y que no le hable quando me diere gusto, es enterrarme en vida. Si ya quisiera la suerte que los animales hablaran, como hablauan en tiempo de Guisopete881, fuera menos mal, porque departiera yo con mi jumento882 lo que me viniera en   -fol. 121r-   gana, y con esto passara883 mi mala ventura; que es rezia cosa, y que no se puede lleuar en paciencia, andar buscando auenturas toda la vida, y no hallar sino cozes y manteamientos,   —348→   ladrillazos y puñadas, y, con todo esto, nos hemos de coser la boca, sin osar dezir lo que el hombre tiene en su coraçon, como si fuera mudo.»

«Ya te entiendo, Sancho», respondio don Quixote; «tu mueres porque te alce el entredicho que te tengo puesto en la lengua. Dale por alçado y di lo que quisieres, con condicion que no ha de durar este alçamiento mas de en quanto anduuieremos por estas sierras.»

«Sea ansi»884, dixo Sancho; «hable yo aora, que despues Dios sabe lo que sera; y començando a gozar de esse saluoconduto, digo que ¿qué le yua a vuestra merced en boluer tanto por aquella reyna Magimasa, o como se llama? O ¿qué hazia al caso que aquel abad fuesse su amigo o no? Que si vuestra merced assara con ello, pues no era su juez, bien creo yo que el loco passara adelante con su historia, y se vuieran ahorrado el golpe del guijarro y las cozes, y aun mas de seys torniscones.»

«A fe, Sancho», respondio don Quixote, «que si tu supieras, como yo lo se, quán honrada y quán principal señora era la reyna Madasima, yo se que dixeras que tuue mucha paciencia, pues no quebre la boca por donde tales blasfemias salieron. Porque es muy gran blasfemia dezir ni pensar que vna reyna esté amancebada con vn cirujano. La verdad del cuento es que aquel maestro Elisabat, que el loco dixo, fue vn hombre muy prudente y de   —349→   muy sanos consejos, y siruio de ayo y de medico a la reyna. Pero, pensar que ella era su amiga es disparate, digno de muy gran castigo.   -fol. 121v-   Y porque veas que Cardenio no supo lo que dixo, has de aduertir que quando lo dixo ya estaua sin juyzio.»

«Esso digo yo», dixo Sancho; «que no auia para qué hazer cuenta de las palabras de vn loco, porque si la buena suerte no ayudara a vuestra merced, y encaminara el guijarro a la cabeça como le encaminó al pecho, buenos quedaramos por auer buelto por aquella mi señora, que Dios cohonda. Pues ¡montas que no se librara Cardenio por loco!»

«Contra cuerdos y contra locos» [respondió don Quixote]885, «está obligado qualquier cauallero andante a boluer por la honra de las mugeres, qualesquiera que sean; quanto mas por las reynas de tan alta guisa y pro como fue la reyna Madasima, a quien yo tengo particular aficion por sus buenas partes; porque fuera de auer sido fermosa, ademas fue muy prudente y muy sufrida en sus calamidades, que las tuuo muchas. Y los consejos y compañia del maestro Elisabat le fue y le fueron de mucho prouecho y aliuio para poder lleuar sus trabajos con prudencia y paciencia. Y de aqui tomó ocasion el vulgo, ignorante y mal intencionado, de dezir y pensar que ella era su manceba. ¡Y mienten, digo otra vez, y mentiran otras dozientas, todos los que tal pensaren y dixeren!»

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«Ni yo lo digo ni lo pienso», respondio Sancho. «Alla se lo ayan; con su pan se lo coman. Si fueron amancebados o no, a Dios auran dado la cuenta. De mis viñas vengo, no se nada; no soy amigo de saber vidas agenas; que el que compra y miente, en su bolsa lo siente. Quanto mas, que desnudo naci, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Mas que lo fuessen, ¿qué me va a mi? Y muchos piensan que ay tozinos, y no ay estacas.   -fol. 122r-   Mas, ¿quién puede poner puertas al campo? Quanto mas, que de Dios dixeron.»

«¡Valame Dios», dixo don Quixote, «y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que tratamos a los refranes que enhilas? Por tu vida, Sancho, que calles, y de aqui adelante entremetete en espolear a tu asno886, y dexa de hazello en lo que no te importa. Y entiende con todos tus887 cinco sentidos que todo quanto yo he hecho, hago e hiziere, va muy puesto en razon y muy conforme a las reglas de caualleria, que las se mejor que quantos caualleros las888 professaron en el mundo.»

«Señor», respondio Sancho, «y ¿es buena regla de caualleria que andemos perdidos por estas montañas, sin senda ni camino, buscando [a un loco]889, el qual, despues de hallado, quiça le vendra en voluntad de acabar lo que dexó començado, no de su cuento, sino de la cabeça de vuestra merced y de mis costillas, acabandonoslas de romper de todo punto?»

«¡Calla, te digo otra vez, Sancho», dixo don   —351→   Quixote; «porque te hago saber que no solo me trae por estas partes el desseo de hallar al loco, quanto el que tengo de hazer en ellas vna hazaña con que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra, y sera tal, que he de echar con ella el sello a todo aquello que puede hazer perfecto890 y famoso a vn andante cauallero.»

«Y ¿es de muy gran peligro essa hazaña?», preguntó Sancho Pança.

«No», respondio el de la Triste Figura, «puesto que de tal manera podia correr el dado, que echassemos azar en lugar de encuentro; pero todo ha de estar en tu diligencia.»

«¿En mi diligencia?», dixo Sancho.

«Si», dixo don Quixote,   -fol. 122v-   «porque si buelues presto de adonde pienso embiarte, presto se acabará mi pena, y presto començará mi gloria; y porque no es bien que te tenga mas suspenso esperando en lo que han de parar mis razones, quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadis de Gaula fue vno de los mas perfectos891 caualleros andantes. No he dicho bien, fue vno: fue el solo, el primero, el vnico, el señor de todos quantos vuo en su tiempo en el mundo. ¡Mal año y mal mes para don Belianis y para todos aquellos que dixeren que se le ygualó en algo, porque se engañan, juro cierto! Digo, assi mismo892, que quando algun pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los mas vnicos   —352→   pintores que sabe. Y esta mesma893 regla corre por todos los mas oficios o exercicios de cuenta que siruen para adorno de las republicas. Y assi lo ha de hazer y haze el que quiere894 alcançar nombre de prudente y sufrido, imitando a Vlises, en cuya persona y trabajos nos pinta Omero vn retrato viuo de prudencia y de sufrimiento; como tambien nos mostro Virgilio, en persona de Eneas, el valor de vn hijo piadoso y la sagacidad de vn valiente y entendido capitan, no pintandolo ni descubriendolo895 como ellos fueron, sino como auian de ser, para quedar exemplo a los venideros hombres de sus virtudes. Desta mesma896 suerte, Amadis fue el norte, el luzero, el sol de los valientes y enamorados caualleros, a quien deuemos de imitar todos aquellos que debaxo de la vandera de amor y de la caualleria militamos. Siendo, pues, esto ansi897, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el cauallero andante que mas le imitare, estara mas cerca de alcançar la perfecion de la caualleria.   -fol. 123r-   Y vna de las cosas en que mas este cauallero mostro su prudencia, valor, valentia, sufrimiento, firmeça y amor, fue quando se retiró, desdeñado de la señora Oriana, a hazer penitencia en la Peña Pobre, mudado898 su nombre en el de Beltenebros, nombre por cierto significatiuo y proprio899 para la vida que el de su voluntad auia escogido. Ansi900 que me es a mi mas facil imitarle en esto que no en hender gigantes, descabeçar serpientes, matar endriagos,   —353→   desbaratar exercitos, fracasar armadas y deshazer encantamentos. Y pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efectos901, no ay para que se dexe passar la ocasion, que aora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas.»

«En efecto»902, dixo Sancho, «¿qué es lo que vuestra merced quiere hazer en este tan remoto lugar?»

«¿Ya no te he dicho», respondio don Quixote, «que quiero imitar a Amadis haziendo aqui del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldan, quando halló en vna fuente las señales de que Angelica la Bella auia cometido vileza con Medoro903, de cuya pesadumbre se boluio loco, y arrancó los arboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó choças, derribó casas, arrastró yeguas, y hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura? Y, puesto que yo no pienso imitar a Roldan, o Orlando, o Rotolando -que todos estos tres nombres tenia-, parte por parte en todas las locuras que hizo, dixo y penso, hare el bosquexo como mejor pudiere en las que me pareciere ser mas essenciales; y podra ser que viniesse a contentarme con sola la imitacion de Amadis, que sin hazer locuras   -fol. 123v-   de daño, sino de lloros y sentimientos, alcançó tanta fama como el que mas.»

«Pareceme a mi», dixo Sancho, «que los caualleros que lo tal fizieron fueron prouocados   —354→   y tuuieron causa para hazer essas necedades y penitencias. Pero vuestra merced, ¿qué causa tiene para boluerse loco, qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulzinea del Toboso ha hecho alguna niñeria con moro o christiano?»

«Ahi está el punto», respondio don Quixote, «y essa es la fineza de mi negocio. Que boluerse loco vn cauallero andante con causa, ni grado ni gracias; el toque está904 desatinar sin ocasion, y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiziera en mojado? Quanto mas, que harta ocasion tengo en la larga ausencia que he hecho de la siempre señora mia Dulzinea del Toboso, que, como ya oyste dezir a aquel pastor de marras905, Ambrosio: “quien está ausente, todos los males tiene y teme”. Assi que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que dexe tan rara, tan felize y tan no vista imitacion. Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tu bueluas con la respuesta de vna carta que contigo pienso embiar a mi señora Dulzinea; y si fuere tal qual a mi fe se le deue, acabarse a mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, sere loco de veras, y siendolo, no sentire nada. Ansi906 que, de qualquiera manera que responda, saldre del conflito y trabajo en que me dexares: gozando el bien que me truxeres, por cuerdo, o no sintiendo el mal que me aportares, por loco. Pero dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de   —355→   Mambrino? Que ya vi que le alçaste del suelo quando aquel desagradecido le quiso hazer pedazos;   -fol. 124r-   pero no pudo, donde se puede echar de ver la fineza de su temple.»

A lo qual respondio Sancho:

«¡Viue Dios, señor Cauallero de la Triste Figura, que no puedo sufrir ni lleuar en paciencia algunas cosas que vuestra merced dize!; y que por ellas vengo a imaginar que todo quanto me dize de cauallerias y de alcançar reynos e imperios, de dar insulas y de hazer otras mercedes y grandezas, como es vso de caualleros andantes, que todo deue de ser cosa de viento y mentira, y todo pastraña, o patraña, o como lo llamaremos. Porque quien oyere dezir a vuestra merced que vna bazia de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en mas de quatro dias, ¿qué ha de pensar sino que quien tal dize y afirma deue de tener guero el juyzio? La bazia yo la lleuo en el costal toda abollada, y lleuola para adereçarla en mi casa y hazerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algun dia me vea con mi muger y hijos.»

«Mira, Sancho, por el mismo907 que denantes juraste, te juro», dixo don Quixote, «que tienes el mas corto entendimiento que tiene ni tuuo escudero en el mundo. ¿Que es possible que en quanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas las cosas de los caualleros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al reues? Y no   —356→   porque sea ello ansi908, sino porque andan entre nosotros siempre vna caterua de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y les909 bueluen segun su gusto y segun tienen la gana de fauorecernos o destruyrnos, y assi, esso que a ti te parece bazia de barbero me parece a mi el yelmo de Mambrino, y a otro le parecera otra cosa. Y fue rara prouidencia   -fol. 124v-   del sabio que es de mi parte hazer que parezca bazia a todos lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que, siendo el de tanta estima, todo el mundo me perseguira910 por quitarmele, pero como ven que no es mas de vn bazin de barbero, no se curan de procuralle, como se mostro bien en el que quiso rompelle y le dexó en el suelo sin lleuarle; que a fe que si le conociera, que nunca el le dexara. Guardale, amigo, que por aora no le he menester; que antes me tengo de quitar todas estas armas y quedar desnudo como quando naci, si es que me da en voluntad de seguir en mi penitencia mas a Roldan que a Amadis911

Llegaron en estas platicas al pie de vna alta montaña, que casi como peñon tajado estaua sola entre otras muchas que la rodeauan. Corria por su falda vn manso arroyuelo, y haziase por toda912 su redondez vn prado tan verde y vicioso, que daua contento a los ojos que le mirauan913. Auia por alli muchos arboles siluestres, y algunas plantas y flores que hazian el lugar apazible. Este sitio escogio el cauallero de la Triste Figura para hazer su penitencia, y   —357→   assi, en viendole, començo a dezir en voz alta, como si estuuiera sin juizio:

«Este es el lugar, ¡o, cielos!, que diputo y escojo para llorar la desuentura en que vosotros mesmos914 me aueys puesto. Este es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continos915 y profundos sospiros916 moueran a la contina917 las hojas destos montarazes arboles, en testimonio y señal de la pena que mi assendereado coraçon padece. ¡O vosotros, quien quiera que seays, rusticos dioses, que en este inhabitable lugar teneys vuestra morada:   -fol. 125r-   oyd las quexas deste desdichado amante, a quien vna luenga ausencia y vnos ymaginados zelos han traydo a lamentarse entre estas hasperezas, y a quexarse de la dura condicion de aquella ingrata y bella, termino y fin de toda humana hermosura! ¡O vosotras, napeas y driadas, que teneys por costumbre de habitar en las espessuras de los montes, assi los ligeros y lasciuos satiros, de quien soys, aunque en vano, amadas918 , no perturben jamas vuestro dulce sossiego, que me ayudeys a lamentar mi desuentura, o, a lo menos, no os canseys de oylla! ¡O Dulzinea del Toboso, dia de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, assi el cielo te la de buena en quanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conduzido, y que con buen termino correspondas al que a mi fe se le deue! ¡O solitarios arboles, que919   —358→   desde oy en adelante aueys de hazer compañia a mi soledad: dad indicio, con el blando mouimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡O tu, escudero mio, agradable compañero en mas920 prosperos y aduersos sucessos, toma bien en la memoria lo que aqui me veras hazer, para que lo cuentes y recites921 a la causa total de todo ello!»

Y diziendo esto, se apeó de Rozinante, y en vn momento le quitó el freno y la silla, y, dandole vna palmada en las ancas, le dixo:

«Libertad te da el que sin ella queda, ¡o cauallo tan estremado por tus obras quan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres; que en la frente lleuas escrito que no te ygualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costo a Bradamante922

Viendo esto Sancho, dixo:

  -fol. 125v-  

«Bien aya quien nos quitó aora del trabajo de desenalbardar al ruzio923; que a fe que no faltaran palmadicas que dalle ni cosas que dezille en su alabança; pero si el aqui estuuiera, no consintiera yo que nadie le desalbardara, pues no auia para qué; que a el no le tocauan las generales de enamorado ni de desesperado, pues no lo estaua su amo, que era yo, quando Dios queria. Y, en verdad, señor Cauallero de la Triste Figura, que si es que mi partida y su locura de vuestra merced va de veras, que sera bien tornar a ensillar a Rozinante para que supla la falta del ruzio,   —359→   porque sera ahorrar tiempo a mi yda y buelta; que si la hago a pie, no se quando llegaré ni quando boluere, porque, en resolucion, soy mal caminante.»

«Digo, Sancho», respondio don Quixote, «que sea como tu quisieres, que no me parece mal tu designio; y digo que de aqui a tres dias te partiras, porque quiero que en este tiempo veas lo que por ella hago y digo, para que se lo digas.»

«Pues ¿qué mas tengo de ver», dixo Sancho, «que lo que he visto?»

«Bien estás en el cuento», respondio don Quixote; «ahora me falta rasgar las vestiduras, esparzir las armas, y darme de calabaçadas por estas peñas, con otras cosas deste jaez, que te han de admirar.»

«¡Por amor de Dios!», dixo Sancho, «que mire vuestra merced cómo se da essas calabaçadas; que a tal peña podra llegar, y en tal punto, que con la primera se acabasse la maquina desta penitencia; y seria yo de parecer que, ya que a vuestra merced le parece que son aqui necessarias calabaçadas y que no se puede hazer esta obra sin ellas, se contentasse, pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de burla, se contentasse, digo, con darselas en el agua, o en alguna cosa   -fol. 126r-   blanda, como algodon, y dexeme a mi el cargo, que yo dire a mi señora que vuestra merced se las daua en vna punta de peña mas dura que la de vn diamante.»

  —360→  

«Yo agradezco tu buena intencion, amigo Sancho», respondio don Quixote; «mas quierote hazer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, seria contrauenir a las ordenes de caualleria, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos, y el hazer vna cosa por otra, lo mesmo924 es que mentir. Ansi925 que mis calabaçadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleuen nada del sofistico ni del fantastico. Y sera necessario que me dexes algunas hilas para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltasse el balsamo que perdimos.»

«Mas fue perder el asno», respondio Sancho, «pues se perdieron en el las hilas y todo926, y ruegole a vuestra merced que no se acuerde mas de aquel maldito breuage, que en solo oyrle mentar se me rebuelue el alma, no que927 el estomago. Y mas le ruego, que haga cuenta que son ya passados los tres dias que me ha dado de termino para ver las locuras que haze, que ya las doy por vistas y por passadas, en cosa juzgada, y dire marauillas a mi señora; y escriua la carta y despacheme luego, porque tengo gran desseo de boluer a sacar a vuestra merced deste purgatorio donde le dexo.»

«¿Purgatorio le llamas, Sancho?», dixo don Quixote; «mejor hizieras de llamarle infierno, y aun peor, si ay otra cosa que lo sea.»

  —361→  

«Quien ha infierno», respondio Sancho928, «nula es retencio929, segun he oydo dezir.»

«No entiendo qué quiere dezir retencio», dixo don Quixote.

«Retencio   -fol. 126v-   es», respondio Sancho, «que quien está en el infierno nunca sale del, ni puede. Lo qual sera al reues en vuestra merced, o a mi me andaran mal los pies, si es que lleuo espuelas para auiuar a Rozinante; y pongame yo vna por vna en el Toboso y delante de mi señora Dulzinea; que yo le dire tales cosas de las necedades y locuras, que todo es vno, que vuestra merced ha hecho y queda haziendo, que la venga a poner mas blanda que vn guante, aunque la halle mas dura que vn alcornoque; con cuya respuesta, dulze y melificada, boluere por los ayres como bruxo, y sacaré a vuestra merced deste purgatorio, que parece infierno y no lo es, pues ay esperança de salir del, la qual, como tengo dicho, no la tienen de salir los que estan en el infierno, ni creo que vuestra merced dira otra cosa.»

«Assi es la verdad», dixo el de la Triste Figura; «pero ¿qué haremos para escriuir la carta?»

«Y la librança pollinezca tambien», añadio Sancho.

«Todo yra inserto», dixo don Quixote; «y seria bueno, ya que no ay papel, que la escriuiessemos, como hazian los antiguos, en hojas de arboles o en vnas tablitas de cera; aunque tan dificultoso sera hallarse esso aora como el   —362→   papel. Mas ya me ha venido a la memoria donde sera bien, y aun mas que bien, escriuilla, que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio, y tu tendras cuidado de hazerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares donde aya maestro de escuela de muchachos, o si no, qualquiera sacristan te la trasladará, y no se la des a trasladar a ningun escriuano, que hazen letra processada, que no la entendera Satanas.»

«Pues ¿qué se ha de hazer de la firma?», dixo Sancho.

«Nunca las cartas   -fol. 127r-   de Amadis se firman»930, respondio don Quixote.

«Está bien», respondio Sancho; «pero la librança forçosamente se ha de firmar, y essa si se traslada, diran que la firma es falsa, y quedareme sin pollinos.»

«La librança yra en el mesmo931 librillo firmada, que en viendola mi sobrina, no pondra dificultad en cumplilla. Y en lo que toca a la carta de amores, pondras por firma: “Vuestro hasta la muerte, el Cauallero de la Triste Figura.” Y hara poco al caso que vaya de mano agena, porque, a lo que yo me se acordar, Dulzinea no sabe escriuir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mia, ni carta mia, porque mis amores y los suyos han sido siempre platonicos, sin estenderse a mas que a vn honesto mirar. Y aun esto tan de quando en quando, que osaré jurar con verdad que en doze años que ha que la quiero mas que a la lumbre destos   —363→   ojos que han de comer la tierra, no la he visto quatro vezes, y aun podra ser que destas quatro vezes no vuiesse ella echado de ver la vna que la miraua: tal es el recato y encerramiento con que su padre932 Lorenço Corchuelo y su madre Aldonça Nogales la han criado.»

«¡Ta, ta!», dixo Sancho. «¿Que la hija de Lorenço Corchuelo es la señora Dulzinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonça Lorenço?»

«Essa es», dixo don Quixote, «y es la que merece ser señora de todo el vniuerso.»

«Bien la conozco», dixo Sancho, «y se dezir que tira tan bien vna barra como el mas forçudo çagal de todo el pueblo. ¡Viue el Dador, que es moça de chapa933, hecha y derecha, y de pelo en pecho934, y que puede sacar la barba del lodo a qualquier cauallero andante, o por andar, que la tuuiere por señora! ¡O, hideputa, qué rejo que tiene y qué voz! Se   -fol. 127v-   dezir que se puso vn dia encima del campanario del aldea a llamar vnos çagales suyos que andauan en vn baruecho de su padre, y aunque estauan de alli mas de media legua, assi la oyeron como si estuuieran al pie de la torre; y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo haze mueca y donayre. Aora digo, señor Cauallero de la Triste Figura, que no solamente puede y deue vuestra merced hazer locuras por ella, sino que con justo titulo puede desesperarse, y ahorcarse; que nadie   —364→   aura que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleue el diablo. Y querria ya verme en camino solo por vella, que ha muchos dias que no la veo, y deue de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mugeres andar siempre al campo, al sol y al ayre. Y confiesso a vuestra merced vna verdad, señor don Quixote: que hasta aqui he estado en vna grande ignorancia; que pensaua bien y fielmente que la señora Dulzinea deuia de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaua enamorado, o alguna persona tal, que mereciesse los ricos presentes que vuestra merced le ha embiado, assi el del Vizcayno como el de los galeotes, y otros muchos que deuen ser, segun deuen de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aun no era su escudero. Pero bien considerado, ¿qué se le ha de dar a la señora Aldonça Lorenço, digo, a la señora Dulzinea del Toboso, de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced le embia935 y ha de embiar? Porque podria ser que al tiempo que ellos llegassen   -fol. 128r-   estuuiesse ella rastrillando lino, o trillando en las heras, y ellos se corriessen de verla, y ella se riesse936 y enfadasse del presente.»

«Ya te tengo dicho antes de agora937 muchas vezes, Sancho», dixo don Quixote, «que eres muy grande hablador, y que, aunque de ingenio boto, muchas vezes despuntas de   —365→   agudo; mas para que veas quán necio eres tu y quán discreto soy yo, quiero que me oyas938 vn breue cuento: Has de saber que vna viuda hermosa, moça, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de vn moço motilon, rollizo y de buen tomo; alcançolo a saber su mayor939, y vn dia dixo a la buena viuda, por via de fraternal reprehension: “Marauillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que vna muger tan principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced, se aya enamorado de un hombre tan soez, tan baxo y tan idiota como Fulano, auiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados y tantos teologos en quien vuestra merced pudiera escoger, como entre peras, y dezir: este quiero, aqueste no quiero.” Mas ella le respondio con mucho donayre y desemboltura: “Vuestra merced, señor mio, esta muy engañado, y piensa muy a lo antiguo, si piensa que yo he escogido mal en Fulano por idiota que le parece, pues para lo que yo le quiero, tanta filosofia sabe y mas que Aristoteles940.” Assi que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulzinea del Toboso, tanto vale como la mas alta princesa de la tierra. Si, que no todos los poetas que alaban941 damas debaxo de vn nombre que ellos a su aluedrio les ponen, es verdad que las tienen942. ¿Piensas tu que las Amariles943, las Filis944, las Siluias, las Dianas, las Galateas, las Filidas945 y otras tales de que los libros,   -fol. 128v-   los romances, las tiendas de los barberos, los teatros   —366→   de las comedias, estan llenos, fueron verdaderamente damas de carne y huesso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las mas se las fingen por dar subjeto946 a sus versos, y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo. Y assi, bastame a mi pensar y creer que la buena de Aldonça Lorenço es hermosa y honesta; y, en lo del linage, importa poco, que no han de yr a hazer la informacion del para darle algun abito, y yo me hago cuenta que es la mas alta princesa del mundo. Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar mas que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulzinea, porque en ser hermosa ninguna le yguala, y en la buena fama pocas le llegan. Y para concluyr con todo, yo imagino que todo lo que digo es assi, sin que sobre ni falte nada; y pintola en mi imaginacion como la desseo, assi en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcança Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mugeres de las edades preteritas, griega, barbara o latina. Y diga cada vno lo que quisiere; que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no sere castigado de los rigurosos.»

«Digo que en todo tiene vuestra merced razon», respondio Sancho, «y que yo soy947 vn asno; mas no se yo para qué nombro asno en mi boca, pues no se ha de mentar la soga en   —367→   casa del ahorcado. Pero venga la carta, y a Dios, que me mudo.»

Sacó el libro de memoria don Quixote, y, apartandose a vna parte, con mucho sossiego començo a escriuir la carta,   -fol. 129r-   y, en acabandola, llamó a Sancho y le dixo que se la queria leer porque la tomasse de memoria, si acaso se le perdiesse por el camino, porque de su desdicha todo se podia temer. A lo qual respondio Sancho:

«Escriuala vuestra merced dos o tres vezes ahi en el libro, y demele, que yo le lleuaré bien guardado; porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate, que la tengo tan mala, que muchas vezes se me oluida cómo me llamo. Pero, con todo esso, digamela vuestra merced, que948 me holgaré mucho de oylla, que deue de yr como de molde.»

«Escucha, que assi dize», dixo don Quixote:

CARTA DE DON QUIXOTE A DULZINEA DEL TOBOSO

«Soberana y alta señora:

»El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del coraçon, dulcissima Dulzinea del Toboso, te embia la salud que el no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido,   —368→   mal podre sostenerme en esta cuyta, que, ademas de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dara entera relacion, ¡o bella ingrata, amada enemiga mia!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de acorrerme, tuyo soy, y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar   -fol. 129v-   mi vida aure satisfecho a tu crueldad y a mi desseo.

»Tuyo hasta la muerte,

»El Cauallero de la Triste Figura.»

«¡Por vida de mi padre», dixo Sancho en oyendo la carta, «que es la mas alta cosa que jamas he oydo! ¡Pesia a mi, y cómo que le dize vuestra merced ahi todo quanto quiere, y qué bien que encaxa en la firma el Cauallero de la Triste Figura! Digo de verdad que es vuestra merced el mesmo949 diablo, y que no ay cosa que no sepa.»

«Todo es menester», respondio don Quixote, «para el oficio que trayo950

«Ea, pues», dixo Sancho, «ponga vuestra merced en essotra buelta la cedula de los tres pollinos, y firmela con mucha claridad, porque la conozcan en viendola.»

«Que me plaze», dixo don Quixote.

Y, auiendola escrito, se la leyo, que dezia ansi951:

«Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Pança, mi escudero, tres de los cinco que dexé   —369→   en casa y estan a cargo de vuestra merced. Los quales tres pollinos se los mando librar y pagar952 por otros tantos aqui recebidos de contado; que con esta953, y con su carta de pago seran bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena, a veynte y dos954 de agosto deste presente año.»

«Buena está», dixo Sancho; «firmela vuestra merced.»

«No es menester firmarla», dixo don Quixote, «sino solamente poner mi rubrica, que es lo mesmo955 que firma, y para tres asnos, y aun para trezientos, fuera bastante.»

«Yo me confio de vuestra merced»,   -fol. 130r-   respondio Sancho; «dexeme, yre a ensillar a Rozinante, y aparejese vuestra merced a echarme956 su bendicion, que luego pienso partirme, sin ver las sandezes que vuestra merced ha de hazer, que yo dire que le vi hazer tantas, que no quiera mas.»

«Por lo menos quiero, Sancho, y porque es menester ansi957, quiero, digo958, que me veas en cueros y hazer vna o dos dozenas de locuras, que las hare en menos de media hora, porque auiendolas tu visto por tus ojos, puedas jurar a tu saluo en las demas que quisieres añadir; y assegurote que no diras tu tantas quantas yo pienso hazer.»

«¡Por amor de Dios, señor mio, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que me dara mucha lastima y no podre dexar de llorar!; y tengo tal la cabeça del llanto que anoche959   —370→   hize por el ruzio, que no estoy para meterme en nueuos lloros; y si es que vuestra merced gusta de que yo vea algunas locuras, hagalas vestido, breues y las que le vinieren mas a cuento. Quanto mas que para mi no era menester nada desso, y, como ya tengo dicho, fuera ahorrar el camino de mi buelta, que ha de ser con las nueuas que vuestra merced dessea y merece. Y si no, aparejese la señora Dulzinea; que si no responde como es razon, voto hago solene a quien puedo que le tengo de sacar la buena respuesta del estomago a cozes y a vofetones. Porque, ¿dónde se ha de sufrir que vn cauallero andante, tan famoso como vuestra merced, se buelua loco, sin qué ni para qué, por vna...? No me lo haga dezir la señora, porque por Dios que despotrique y lo eche todo a doze, aunque nunca se venda960. ¡Bonico soy yo para esso! ¡Mal me conoce, pues a fe que si me conociesse, que me ayunasse!»

  -fol. 130v-  

«A fe961, Sancho», dixo don Quixote, «que, a lo que parece, que no estas tu mas cuerdo que yo.»

«No estoy tan loco», respondio Sancho, «mas estoy mas colerico. Pero dexando esto aparte, ¿qué es lo que ha de comer vuestra merced en tanto que yo bueluo? ¿Ha de salir al camino, como Cardenio, a quitarselo a los pastores?»

«No te de pena esse cuydado», respondio don Quixote, «porque, aunque tuuiera, no comiera otra cosa que las yeruas y frutos que este prado y estos arboles me dieren; que la   —371→   fineza de mi negocio está en no comer y en hazer otras asperezas equiualentes.»

«A Dios962, pues» [dixo Sancho]. «Pero ¿sabe vuestra merced que963 temo que no tengo de acertar a boluer a este lugar donde agora964 le dexo, segun está de965 escondido?»

«Toma bien las señas, que yo procuraré no apartarme destos contornos», dixo don Quixote, «y aun tendre cuydado de subirme por estos mas altos riscos, por ver si te descubro quando bueluas. Quanto mas que lo mas acertado sera, para que no me yerres y te pierdas, que cortes algunas retamas de las muchas que por aqui ay, y las vayas poniendo de trecho a trecho hasta salir a lo raso, las quales te seruiran de mojones y señales para que me halles quando bueluas, a imitacion del hilo del laberinto de Perseo966

«Assi lo hare», respondio Sancho Pança; y cortando algunos967 pidio la bendicion a su señor, y, no sin muchas lagrimas de entrambos, se despidio del. Y, subiendo sobre Rozinante, a quien don Quixote encomendo mucho, y que mirasse por el como por su propria968 persona, se puso en camino del llano, esparziendo de trecho a trecho los ramos de la retama, como su amo se lo auia aconsejado. Y assi se fue,   -fol. 131r-   aunque todauia le importunaua don Quixote que le viesse siquiera hazer dos locuras. Mas no vuo andado cien passos, quando boluio y dixo:

«Digo, señor, que vuestra merced ha dicho   —372→   muy bien: que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hazer locuras, sera bien que vea siquiera vna, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.»

«¿No te lo dezia yo?», dixo don Quixote: «¡Esperate, Sancho, que en vn credo las hare!»

Y, desnudandose con toda priessa los calçones, quedó en carnes y en pañales, y luego, sin lo mas ni mas, dio dos çapatetas en el ayre y dos tumbas la cabeça abaxo y los pies en alto, descubriendo cosas, que, por no verlas otra vez, boluio Sancho la rienda a Rozinante, y se dio por contento y satisfecho de que podia jurar que su amo quedaua loco. Y assi, le dexaremos yr su camino hasta la buelta, que fue breue.