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ArribaAbajoTomo II

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ADVERTENCIA

Para ahorrar repeticiones enojosas, remito al lector al Prólogo del primer tomo del Quijote, página 6 y siguientes. Empleando el mismo proceder, he cotejado varios ejemplares de la primera edición (A) en Nueva York, Londres y España, y he señalado las variantes y erratas de dichos ejemplares. He hojeado también varios ejemplares de B y de C, y he podido notar tanto en el grupo B como en el de C algunas discrepancias, aunque de poca importancia, siendo éstas, por la mayor parte, erratas corregidas en uno que otro ejemplar. El señalar en mis notas las erratas y las variantes entre los ejemplares del grupo B y las que se manifiestan entre los del grupo C, sería nunca acabar. Por consiguiente, pienso reservarlas para un estudio aparte si el cielo me concede vida y fuerzas para emprenderlo.

R. S.

Berkeley, otoño de 1930.



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ArribaAbajoQvarta Parte del Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha


ArribaAbajoCapitulo XXVIII

Que trata de la nueua y agradable aventura que al cura y barbero sucedio en la mesma1072 sierra


Felicissimos y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo el audacissimo cauallero don Quixote de la Mancha, pues por auer tenido tan honrosa determinacion, como fue el querer resucitar y boluer al mundo la ya perdida y casi muerta orden de la andante caualleria, gozamos aora, en esta nuestra edad, necessitada de alegres entretenimientos, no solo de la dulçura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios della, que, en parte, no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia. La qual, prosiguiendo su rastrillado, torcido y aspado hilo, cuenta que, assi como el cura començo a preuenirse para consolar a Cardenio,   -fol. 149r-   lo impidio   —8→   vna voz que llegó a sus oydos, que, con tristes acentos, dezia desta manera:

«¡Ay Dios! ¿Si sera possible que he ya hallado lugar que pueda seruir de escondida sepultura a la carga pesada deste cuerpo, que tan contra mi voluntad sostengo? Si sera, si la soledad que prometen estas sierras no me miente. ¡Ay desdichada!, y quán mas agradable compañia haran estos riscos y malezas a mi intencion -pues me daran lugar para que con quexas comunique mi desgracia al cielo- que no la de ningun hombre humano, pues no ay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, aliuio en las quexas, ni remedio en los males.»

Todas estas razones oyeron y percibieron el cura y los que con el estauan; y por parecerles, como ello era, que alli junto las dezian, se leuantaron a buscar el dueño, y no huuieron andado veynte passos, quando, detras de vn peñasco, vieron sentado al pie de vn fresno a vn moço vestido como labrador, al1073 qual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lauaua los pies en el arroyo que por alli corria, no se le pudieron ver por entonces; y ellos llegaron con tanto silencio, que del no fueron sentidos, ni el estaua a otra cosa atento que a lauarse los pies, que eran tales, que no parecian sino dos pedaços de blanco cristal que entre las otras piedras del arroyo se auian nacido. Suspendioles la blancura y belleza de los pies, pareciendoles que no estauan hechos a   —9→   pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraua el habito de su dueño.

Y, assi, viendo que no auian sido sentidos, el cura,   -fol. 149v-   que yua delante, hizo señas a los otros dos que se agaçapassen o escondiessen detras de vnos pedaços de peña que alli auia; y1074 assi lo hizieron todos, mirando con atencion lo que el moço hazia, el qual trahia puesto vn capotillo pardo de dos haldas, muy ceñido al cuerpo con vna toalla blanca. Trahia, ansimesmo1075, vnos calçones y polaynas de paño pardo, y en la cabeça vna montera parda. Tenia las polaynas leuantadas1076 hasta la mitad de la pierna, que, sin duda alguna, de blanco alabastro parecia. Acabose de lauar los hermosos pies, y luego, con vn paño de tocar, que sacó debaxo de la montera, se los limpió; y, al querer quitarsele, alçó el rostro, y tuuieron lugar los que mirandole estauan de ver vna hermosura incomparable, tal, que Cardenio dixo al cura con voz baxa:

«Esta, ya que no es Luscinda, no es persona humana, sino diuina.»

El moço se quitó la montera, y, sacudiendo la cabeça a vna y a otra parte, se començaron a descoger y desparzir vnos cabellos que pudieran los del sol tenerles embidia. Con esto conocieron que el que parecia labrador era muger, y delicada, y aun la mas hermosa que hasta entonces los ojos de los dos auian visto, y aun los de Cardenio, si no huuieran mirado y conocido a Luscinda; que despues afirmó   —10→   que sola la belleza de Luscinda podia contender con aquella. Los luengos y ruuios cabellos, no solo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debaxo de ellos, que, si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecia: tales y tantos eran. En esto, les siruio1077 de peyne vnas manos, que si los pies en el agua   -fol. 150r-   auian parecido pedaços de cristal, las manos en los cabellos semejauan pedaços de apretada nieue; todo lo qual en mas admiracion y en mas desseo de saber quién era ponia a los tres que la mirauan.

Por esto determinaron de mostrarse, y, al mouimiento que hizieron de ponerse en pie, la hermosa moça alçó la cabeça, y, apartandose los cabellos de delante de los ojos con entrambas manos, miró los que el ruydo hazian; y apenas los huuo visto, quando se leuantó en pie, y sin aguardar a calçarse ni a recoger los cabellos, asio con mucha presteza vn bulto como de ropa que junto a si tenia, y quiso ponerse en huyda, llena de turbacion y sobresalto. Mas no huuo dado seys passos, quando, no pudiendo sufrir los delicados pies la aspereza de las piedras, dio consigo en el suelo; lo qual visto por los tres, salieron a ella, y el cura fue el primero que le dixo:

«Deteneos, señora, quienquiera que seays; que los que aqui veys solo tienen intencion de seruiros. No ay para que os pongays en tan impertinente huyda, porque ni vuestros pies lo podran sufrir, ni nosotros consentir.»

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A todo esto, ella no respondia palabra, atonita y confusa. Llegaron, pues, a ella, y asiendola por la mano el cura, prosiguio diziendo:

«Lo que vuestro traje, señora, nos niega, vuestros cabellos nos descubren: señales claras, que no deuen de ser de poco momento las causas que han disfraçado vuestra belleza en habito tan indigno, y traydola a tanta soledad como es esta, en la qual ha sido ventura el hallaros, si no para dar remedio a vuestros males, a lo menos, para darles consejo, pues ningun mal   -fol. 150v-   puede fatigar tanto, ni llegar tan al estremo de serlo, mientras no acaba la vida, que rehuya de no escuchar siquiera el consejo que con buena intencion se le da al que lo padece. Assi que, señora mia, o señor mio, o lo que vos quisierdes1078 ser, perded el sobresalto que nuestra vista os ha causado, y contadnos vuestra buena o mala suerte; que en nosotros juntos, o en cada vno, hallareys quien os ayude a sentir vuestras desgracias.»

En tanto que el cura dezia estas razones, estaua la disfraçada moça como enuelesada, mirandolos a todos, sin mouer labio ni dezir palabra alguna, bien assi como rustico aldeano que, de improuiso, se le muestran cosas raras y del jamas vistas. Mas boluiendo el cura a dezirle otras razones, al mesmo1079 eleto encaminadas, dando ella vn profundo suspiro, rompio el silencio y dixo:

«Pues que la soledad destas sierras no ha sido parte para encubrirme, ni la soltura de mis   —12→   descompuestos cabellos no ha permitido que sea mentirosa mi lengua, en balde seria fingir yo de nueuo aora, lo que, si se me creyesse, seria mas por cortesia que por otra razon alguna. Presupuesto esto, digo, señores, que os agradezco el ofrecimiento que me aueys hecho, el qual me ha puesto en obligacion de satisfazeros en todo lo que me aueys pedido, puesto que temo que la relacion que os hiziere de mis desdichas os ha de causar, al par de la compassion, la pesadumbre, porque no aueys de hallar remedio para remediarlas, ni consuelo para entretenerlas. Pero con todo esto, porque no ande vacilando mi honra en vuestras intenciones, auiendome ya conocido por muger,   -fol. 151r-   y viendome moça, sola y en este trage, cosas todas juntas, y cada vna por si, que pueden echar por tierra qualquier honesto credito, os aure de dezir lo que quisiera callar, si pudiera.»

Todo esto dixo sin parar la que tan hermosa muger parecia, con tan suelta lengua, con voz tan suaue, que no menos les admiró su discrecion que su hermosura. Y, tornandole a hazer nueuos ofrecimientos y nueuos ruegos para que lo prometido cumpliesse, ella, sin hazerse mas de rogar, calçandose con toda honestidad y recogiendo sus cabellos, se acomodó en el assiento de vna piedra, y puestos los tres alrededor della, haziendose fuerça por detener algunas lagrimas que a los ojos se le venian, con voz reposada y clara començo la historia de su vida desta manera:

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«En esta Andaluzia ay vn lugar, de quien toma titulo vn duque1080, que le haze vno de los que llaman grandes en España. Este tiene dos hijos: el mayor, heredero de su estado, y, al parecer, de sus buenas costumbres, y el menor, no se yo de qué sea heredero, sino de las trayciones de Vellido y de los embustes de Galalon1081. Deste señor son vassallos mis padres, humildes en linage, pero tan ricos, que si los bienes de su naturaleza ygualaran a los de su fortuna, ni ellos tuuieran mas que dessear, ni yo temiera verme en la desdicha en que me veo; porque quiça nace mi poca ventura de la que no tuuieron ellos en no auer nacido ilustres. Bien es verdad que no son tan baxos que puedan afrentarse de su estado, ni tan altos que a mi me quiten la imaginacion que tengo de que de su humildad viene mi desgracia. Ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla de   -fol. 151v-   alguna raza mal sonante, y, como suele dezirse, christianos viejos ranciosos, pero tan ricos1082, que su riqueza y magnifico trato les va poco a poco adquiriendo nombre de hidalgos, y aun de caualleros, puesto que de la mayor riqueza y nobleza que ellos se preciauan era de tenerme a mi por hija; y assi, por no tener otra ni otro que los heredasse, como1083 por ser padres y aficionados, yo era vna de las mas regaladas hijas que padres jamas regalaron. Era el espejo en que se mirauan, el baculo de su vejez y el sujeto a quien encaminauan, midiendolos con el cielo, todos sus desseos; de   —14→   los quales, por ser ellos tan buenos, los mios no salian vn punto. Y, del mismo modo que yo era señora de sus animos, ansi lo era de su hazienda. Por mi se recebian1084 y despedian los criados. La razon y cuenta de lo que se sembraua y cogia passaua por mi mano: los molinos de azeyte, los lagares del vino, el numero del1085 ganado mayor y menor, el de las colmenas. Finalmente, de todo aquello que vn tan rico labrador como mi padre puede tener, y tiene, tenia yo la cuenta, y era la mayordoma y señora, con tanta solicitud mia y con tanto gusto suyo, que buenamente no acertaré a encarecerlo.

»Los ratos que del dia me quedauan, despues de auer dado lo que conuenia a los mayorales, a1086 capatazes y a otros jornaleros, los entretenia en exercicios que son a las donzellas tan licitos como necessarios, como son los que ofrece la aguja y la almohadilla, y la rueca muchas veces; y, si alguna, por recrear el animo, estos exercicios dexaua, me acogia al entretenimiento de leer algun libro deuoto o a tocar vna harpa, porque la experiencia me mostraua que la musica   -fol. 152r-   compone los animos descompuestos y aliuia los trabajos que nacen del espiritu1087.

»Esta, pues, era la vida que yo tenia en casa de mis padres, la qual si tan particularmente he contado, no ha sido por ostentacion, ni por dar a entender que soy rica, sino porque se aduierta quán sin culpa me he venido de aquel   —15→   buen estado que he dicho, al infelice en que aora me hallo. Es, pues, el caso que passando mi vida en tantas ocupaciones y en vn encerramiento tal, que al de vn monesterio pudiera compararse, sin ser vista, a mi parecer, de otra persona alguna que de los criados de casa, porque los dias que yua a missa era tan de mañana, y tan acompañada de mi madre y de otras criadas, y yo tan cubierta y recatada, que apenas vian mis ojos mas tierra de aquella donde ponia los pies1088, y, con todo esto, los del amor, o los de la ociosidad, por mejor dezir, a quien los de lince no pueden ygualarse, me vieron, puestos en la solicitud de don Fernando, que este es el nombre del hijo menor del duque que os he contado.»

No huuo bien nombrado a don Fernando la que el cuento contaua, quando a Cardenio se le mudó la color del rostro, y començo a trasudar, con tan grande alteracion, que el cura y el barbero, que miraron en ello, temieron que le venia aquel accidente1089 de locura que auian oydo dezir que de quando en quando le venia. Mas Cardenio no hizo otra cosa que trasudar y estarse quedo, mirando de hito en hito a la labradora, imaginando quién ella era. La qual, sin aduertir en los mouimientos de Cardenio, prosiguio su historia, diziendo:

«Y no me huuieron bien visto, quando, segun el dixo despues, quedó tan preso de mis amores, quanto lo dieron bien a entender sus demostraciones1090. Mas   -fol. 152v-   por acabar presto con   —16→   el cuento, que no le tiene, de mis desdichas, quiero passar en silencio las diligencias que don Fernando hizo para declararme su voluntad. Sobornó toda la gente de mi casa, dio y ofrecio dadiuas1091 y mercedes a mis parientes. Los dias eran todos de fiesta y de regozijo en mi calle; las noches no dexauan dormir a nadie las musicas. Los villetes que, sin saber cómo, a mis manos venian, eran infinitos, llenos de enamoradas razones y ofrecimientos, con menos letras que promessas y juramentos. Todo lo qual no solo no me ablandaua, pero me endurecia de manera, como si fuera mi mortal enemigo, y que todas las obras que para reduzirme a su voluntad hazia, las hiziera para el efeto contrario; no porque a mi me pareciesse mal la gentileza de don Fernando, ni que tuuiesse a demasia sus solicitudes, porque me daua vn no se qué de contento verme tan querida y estimada de vn tan principal cauallero; y no me pesaua ver en sus papeles mis alabanças; que en esto, por feas que seamos las mugeres, me parece a mi que siempre nos da gusto el oyr que nos llaman hermosas.

»Pero a todo esto se opone1092 mi honestidad y los consejos continuos que mis padres me dauan, que ya muy al descubierto sabian la voluntad de don Fernando, porque ya a el no se le1093 daua nada de que todo el mundo la supiesse. Dezianme mis padres que en sola mi virtud y bondad dexauan y depositauan su honra y fama, y que considerasse la desigualdad   —17→   que auia entre mi y don Fernando, y que por aqui echaria de ver que sus pensamientos, aunque el dixesse otra cosa, mas se encaminauan a su gusto que a mi prouecho; y que si yo quisiesse poner en   -fol. 153r-   alguna manera algun inconueniente para que el se dexasse de su injusta pretension, que ellos me casarian luego con quien yo mas gustasse, assi de los mas principales de nuestro lugar, como de todos los circunuezinos, pues todo se podia esperar de su mucha hazienda y de mi buena fama. Con estos ciertos prometimientos, y con la verdad que ellos me dezian, fortificaua yo mi entereza, y jamas quise responder a don Fernando palabra que le pudiesse mostrar, aunque de muy lexos, esperança de alcançar su desseo. Todos estos recatos mios, que el deuia de tener por desdenes, deuieron de ser causa de auiuar mas su lasciuo apetito, que este nombre quiero dar a la voluntad que me1094 mostraua; la qual, si ella fuera como deuia, no la supierades vosotros aora, porque vuiera faltado la1095 ocasion de dezirosla.

»Finalmente, don Fernando supo que mis padres andauan por darme estado, por quitalle a el la esperança de posseerme, o, a lo menos, porque yo tuuiesse mas guardas para guardarme. Y esta nueua o sospecha fue causa para que hiziesse lo que aora oyreys. Y fue que vna noche, estando yo en mi aposento, con sola la compañia de vna donzella que me seruia, teniendo bien cerradas las puertas, por   —18→   temor que, por descuydo, mi honestidad no se viesse en peligro, sin saber ni imaginar cómo, en medio destos recatos y preuenciones, y en la soledad deste silencio y encierro, me le hallé delante, cuya vista me turbó de1096 manera, que me quitó la de mis ojos y me enmudecio la lengua. Y, assi, no fuy poderosa de dar vozes, ni aun el creo que me las dexara dar, porque luego se llegó a mi, y, tomandome entre sus braços, porque   -fol. 153v-   yo, como digo, no tuue fuerças para defenderme, segun estaua turbada, començo a dezirme tales razones, que no se cómo es possible que tenga tanta abilidad la mentira, que las sepa componer de modo que parezcan tan verdaderas. Hazia el traydor que sus lagrimas acreditassen sus palabras, y los suspiros1097 su intencion. Yo, pobrezilla, sola, entre los mios mal exercitada en casos semejantes, comence, no se en qué modo, a tener por verdaderas tantas falsedades; pero no de suerte que me mouiessen a compassion, menos que buena, sus lagrimas y suspiros1098.

»Y, assi, passandoseme aquel sobresalto primero, torné algun tanto a cobrar mis perdidos espiritus, y con mas animo del que pense que pudiera tener, le dixe: “Si como estoy, señor, en tus braços, estuuiera entre los de vn leon fiero, y el librarme dellos se me assegurara con que hiziera o dixera cosa que fuera en perjuyzio de mi honestidad, assi fuera possible hazella o dezilla, como es possible dexar   —19→   de auer sido lo que fue. Assi que, si tu tienes ceñido mi cuerpo con tus braços, yo tengo atada mi alma con mis buenos desseos, que son tan diferentes de los tuyos, como lo veras, si con hazerme fuerça quisieres passar adelante en ellos. Tu vassalla soy, pero no tu esclaua; ni tiene ni deue tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la humildad de la mia. Y en tanto me estimo yo, villana y labradora, como tu, señor y cauallero. Conmigo no han de ser de ningun efecto1099 tus fuerças, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros1100 y lagrimas enternecerme. Si alguna de todas estas cosas que he dicho viera yo en el que   -fol. 154r-   mis padres me dieran por esposo, a su voluntad se ajustara la mia, y mi voluntad de la suya no saliera. De modo que, como quedara con honra, aunque quedara sin gusto, de grado le1101 entregara lo que tu, señor, aora con tanta fuerça procuras. Todo esto he dicho, porque no es pensar que de mi alcance cosa alguna el que no fuere mi ligitimo1102 esposo.” “Si no reparas mas que en esso, bellissima Dorotea”, que este es el nombre desta desdichada -dixo el desleal cauallero-, “ves, aqui te doy la mano de serlo tuyo, y sean testigos desta verdad los cielos, a quien ninguna cosa se asconde1103, y esta imagen de nuestra señora que aqui tienes.”»

Quando Cardenio le oyo dezir que se llamaua   —20→   Dorotea, tornó de nueuo a sus sobresaltos, y acabó de confirmar por verdadera su primera opinion; pero no quiso interromper el cuento por ver en qué venia a parar lo que el ya casi sabia; solo dixo:

«¿Que Dorotea es tu nombre, señora? Otra he oydo yo dezir del mesmo1104, que quiça corre parejas con tus desdichas. Passa adelante; que tiempo vendra en que te diga cosas que te espanten en el mesmo1105 grado que te lastimen.»

Reparó Dorotea en las razones de Cardenio, y en su estraño y desastrado traje, y rogole que si alguna cosa de su hazienda sabia, se la dixesse luego; porque si algo le auia dexado bueno la fortuna, era el animo que tenia para sufrir qualquier desastre que le sobreuiniesse, segura de que, a su parecer, ninguno podia llegar que el que tenia acrecentasse vn punto.

«No le perdiera yo, señora», respondio Cardenio, «en dezirte lo que pienso, si fuera verdad lo que imagino, y hasta   -fol. 154v-   aora no se pierde coyuntura, ni a ti te importa nada el saberlo.»

«Sea lo que fuere», respondio Dorotea, «lo que en mi cuento passa fue que, tomando don Fernando vna ymagen que en aquel aposento estaua, la puso por testigo de nuestro desposorio. Con palabras eficacissimas y juramentos estraordinarios me dio la palabra de ser mi marido, puesto que, antes que acabasse de dezirlas, le dixe que mirasse bien lo que hazia, y que considerasse el enojo que su padre auia   —21→   de recebir de verle casado con vna villana, vasalla suya; que no le cegasse mi hermosura, tal qual era, pues no era bastante para hallar en ella disculpa de su yerro, y que si algun bien me queria hazer, por el amor que me tenia, fuesse dexar correr mi suerte a lo ygual de lo que mi calidad pedia1106, porque nunca los tan desyguales casamientos se gozan, ni duran mucho en aquel gusto con que se comiençan.

»Todas estas razones que aqui he dicho, le dixe, y otras muchas de que no me acuerdo; pero no fueron parte para que el dexasse de seguir su intento, bien ansi como el que no piensa pagar, que, al concertar de la barata, no repara en inconuenientes. Yo, a esta sazon, hize vn breue discurso conmigo, y me dixe a mi mesma1107: “Si, que no sere yo la primera que por via de matrimonio aya subido de humilde a grande estado, ni sera don Fernando el primero a quien hermosura o ciega aficion, que es lo mas cierto, aya hecho tomar compañia desygual a su grandeza. Pues si no hago ni mundo ni vso nueuo, bien es acudir a esta honra que la suerte me ofrece, puesto que en este no dure mas la voluntad que me muestra de quanto dure el cumplimiento de su desseo, que, en fin,   -fol. 155r-   para con Dios sere su esposa. Y si quiero con desdenes despedille1108, en termino le veo que no vsando el que deue, vsará el de la fuerça, y vendre1109 a quedar deshonrada y sin disculpa de la culpa   —22→   que me podia dar el que no supiere1110 quán sin ella he venido a este punto. Porque, ¿qué razones seran bastantes para persuadir a mis padres y a otros que este cauallero entró en mi aposento sin consentimiento mio?”

»Todas estas demandas y respuestas rebolui1111 en vn instante en la imaginacion. Y, sobre todo, me començaron a hazer fuerça, y a inclinarme a lo que fue, sin yo pensarlo, mi perdicion1112, los juramentos de don Fernando, los testigos que ponia, las lagrimas que derramaua, y, finalmente, su dispusicion1113 y gentileza, que, acompañada con tantas muestras de verdadero amor, pudieran rendir a otro tan libre y recatado coraçon como el mio. Llamé a mi criada para que en la tierra acompañasse a los testigos del cielo. Tornó don Fernando a reyterar y confirmar sus juramentos. Añadio a los primeros nueuos santos por testigos; echose mil futuras maldiciones si no cumpliesse lo que me prometia. Boluio a humedecer sus ojos y a acrecentar sus suspiros1114; apretome mas entre sus braços, de los quales jamas me auia dexado. Y, con esto, y con boluerse a salir del aposento mi donzella, yo dexé de serlo y el acabó de ser traydor y fementido.

»El dia que sucedio a la noche de mi desgracia se venia aun no tan apriessa como yo pienso que don Fernando desseaua, porque, despues de cumplido aquello que el apetito pide, el mayor gusto que puede venir es apartarse   —23→   de donde le alcançaron. Digo esto, porque don Fernando dio priessa por partirse de mi;   -fol. 155v-   y, por industria de mi donzella, que era la misma que alli le auia traydo, antes que amaneciesse se vio en la calle. Y, al despedirse de mi, aunque no con tanto ahinco y vehemencia como quando vino, me dixo que estuuiesse segura de su fe y de ser firmes y verdaderos sus juramentos; y para mas confirmacion de su palabra, sacó vn rico anillo del dedo y lo puso en el mio. En efecto, el se fue y yo quedé, ni se si triste o alegre: esto se bien dezir, que quedé confusa y pensatiua, y casi fuera de mi, con el nueuo acaecimiento, y no tuue animo, o no se me acordo, de reñir a mi donzella por la traycion cometida de encerrar a don Fernando en mi mismo aposento, porque aun no me determinaua si era bien o mal el que me auia sucedido. Dixele, al partir, a don Fernando que por el mesmo1115 camino de aquella podia1116 verme otras noches, pues ya era suya, hasta que, quando el quisiesse, aquel hecho se publicasse. Pero no vino otra alguna, si no fue la siguiente, ni yo pude verle en la calle ni en la yglesia en mas de vn mes, que en vano me cansé en solicitallo1117, puesto que supe que estaua en la villa y que los mas dias yua a caça, exercicio de que el era muy aficionado.

»Estos dias y estas horas1118 bien se yo que para mi fueron aziagos y menguadas. Y bien se que comence a dudar en ellos, y aun a descreer   —24→   de la fe de don Fernando; y se tambien que mi donzella oyo entonces las palabras que, en reprehension de su atreuimiento, antes no auia oydo; y se que me fue forçoso tener cuenta con mis lagrimas y con la compostura de mi rostro, por no dar ocasion a que mis padres me preguntassen que de qué andaua descontenta y me obligassen a buscar mentiras que dezilles.   -fol. 156r-   Pero todo esto se acabó en vn punto, llegandose vno donde se atropellaron respectos1119 y se acabaron los honrados discursos, y adonde se perdio la paciencia y salieron a plaça mis secretos pensamientos. Y esto fue porque, de alli a pocos dias, se dixo en el lugar como en una ciudad alli cerca se auia casado don Fernando con vna donzella hermosissima en todo estremo y de muy principales padres, aunque no tan rica, que por la dote pudiera aspirar a tan noble casamiento. Dixose que se llamaua Luszinda, con otras cosas que en sus desposorios sucedieron, dignas de admiracion.»

Oyo Cardenio el nombre de Luszinda, y no hizo otra cosa que encoger los hombros, morderse los labios, enarcar las cejas y dexar de alli a poco caer por sus ojos dos fuentes de lagrimas. Mas no por esto dexó Dorotea de seguir su cuento, diziendo:

«Llegó esta triste nueua a mis oydos, y en lugar de elarseme el coraçon en oylla, fue tanta la colera y rabia que se encendio en el, que faltó poco para no1120 salirme por las calles dando vozes, publicando la aleuosia y traycion   —25→   que se me auia hecho. Mas templose esta furia por entonces con pensar de poner aquella mesma1121 noche por obra lo que puse, que fue ponerme en este habito que me dio vno de los que llaman çagales en casa de los labradores, que era criado de mi padre, al qual descubri toda mi desuentura, y le rogue me acompañasse hasta la ciudad, donde entendi que mi enemigo estaua. El, despues que vuo reprehendido mi atreuimiento y afeado mi determinacion, viendome resuelta en mi parecer, se ofrecio a tenerme compañia, como el dixo, hasta el cabo del mundo. Luego, al momento encerre en vna   -fol. 156v-   almohada de lienço vn vestido de muger y algunas joyas y dineros, por lo que podia suceder. Y en el silencio de aquella noche, sin dar cuenta a mi traydora donzella, sali de mi casa, acompañada de mi criado, y de muchas imaginaciones, y me puse en camino de la ciudad a pie, lleuada en buelo del desseo de llegar, ya que no a estoruar lo que tenia por hecho, a lo menos, a dezir a don Fernando me dixesse con qué alma lo auia hecho.

»Llegué en dos dias y medio donde queria, y, en entrando por la ciudad, pregunté por la casa de los padres de Luszinda; y al1122 primero a quien hize la pregunta, me respondio mas de lo que yo quisiera oyr. Dixome la casa y todo lo que auia sucedido en el desposorio de su hija; cosa tan publica en la ciudad, que se hazen1123 corrillos para contarla por toda ella. Dixome que la noche que don Fernando se desposó   —26→   con Luszinda, despues de auer ella dado el si de ser su esposa, le auia tomado vn rezio desmayo, y que, llegando su esposo a desabrocharle el pecho para que le diesse el ayre, le halló vn papel escrito de la misma letra de Luszinda, en que dezia y declaraua que ella no podia ser esposa de don Fernando, porque lo era de Cardenio, que, a lo que el hombre me dixo, era vn cauallero muy principal de la mesma1124 ciudad; y que si auia dado el si a don Fernando, fue por no salir de la obediencia de sus padres. En resolucion, tales razones dixo que contenia el papel, que daua a entender que ella auia tenido intencion de matarse en acabandose de desposar, y daua alli las razones por que se auia quitado la vida; todo lo qual dizen que confirmó vna daga que le hallaron, no se en qué parte de sus vestidos. Todo lo qual visto por   -fol. 157r-   don Fernando, pareciendole que Luszinda le auia burlado y escarnecido y tenido en poco, arremetio a ella antes que de su desmayo boluiesse, y con la misma daga que le hallaron la quiso dar de puñaladas, y lo hiziera, si sus padres y los que se hallaron presentes no se lo estoruaran. Dixeron mas: que luego se ausentó don Fernando, y que Luszinda no auia buelto de su parasismo hasta otro dia, que conto a sus padres como ella era verdadera esposa de aquel Cardenio que he dicho.

»Supe mas: que el Cardenio, segun dezian, se halló presente a los desposorios, y que, en viendola desposada, lo qual el jamas penso, se   —27→   salio de la ciudad desesperado, dexandole primero escrita vna carta, donde daua a entender el agrauio que Luszinda le auia hecho, y de como el se yua adonde gentes no le viessen. Esto todo era publico y notorio en toda la ciudad, y todos hablauan dello; y mas hablaron quando supieron que Luszinda auia faltado de casa de sus padres1125 y de la ciudad, pues no la hallaron en toda ella; de que perdian el juyzio sus padres y no sabian qué medio se tomar para hallarla. Esto que supe puso en vando mis esperanças, y tuue por mejor no auer hallado a don Fernando, que no1126 hallarle casado, pareciendome que aun no estaua del todo cerrada la puerta a mi remedio, dandome yo a entender que podria ser que el cielo vuiesse puesto aquel impedimento en el segundo matrimonio, por atraerle a conocer lo que al primero deuia, y a caer en la cuenta de que era christiano, y que estaua mas obligado a su alma que a los respetos humanos.

»Todas estas cosas reboluia en mi fantasia, y me consolaua sin tener consuelo, fingiendo vnas esperanças   -fol. 157v-   largas y desmayadas para entretener la vida, que ya aborrezco. Estando, pues, en la ciudad, sin saber qué hazerme, pues a don Fernando no hallaua, llegó a mis oydos vn publico pregon, donde se prometia grande hallazgo a quien me hallasse, dando las señas de la edad y del mesmo1127 traje que trahia. Y oy dezir que se dezia que me auia sacado de casa de mis padres el moço que conmigo   —28→   vino, cosa que me llegó al alma, por ver quán de cayda andaua mi credito, pues no bastaua perderle con mi venida, sino añadir el con quién, siendo subjeto1128 tan baxo y tan indigno de mis buenos pensamientos. Al punto que oy1129 el pregon, me sali de la ciudad con mi criado, que ya començaua a dar muestras de titubear en la fe que de fidelidad me tenia prometida, y aquella noche nos entramos por lo espesso desta montaña, con el miedo de no ser hallados.

»Pero como suele dezirse que vn mal llama a otro, y que el fin de vna desgracia suele ser principio de otra mayor, assi me sucedio a mi; porque mi buen criado, hasta entonces fiel y seguro, assi como me vio en esta soledad, incitado de su mesma1130 vellaqueria antes que de mi hermosura, quiso aprouecharse de la ocasion que, a su parecer, estos yermos le ofrecian. Y con poca verguença y menos temor de Dios, ni respeto mio, me requirio de amores; y viendo que yo, con feas y justas palabras, respondia a las desuerguenças de sus propositos, dexó aparte los ruegos, de quien1131 primero penso aprouecharse, y començo a vsar de la fuerça. Pero el justo cielo, que pocas o ningunas vezes dexa de mirar y fauorecer a las justas intenciones, fauorecio las mias de manera, que, con mis pocas fuerças y con poco   -fol. 158r-   trabajo, di con el por vn derrumbadero, donde le dexé, ni se si muerto o si viuo. Y luego, con mas ligereza que mi sobresalto y cansancio pedian,   —29→   me entré por estas montañas, sin lleuar otro pensamiento ni otro disignio que esconderme en ellas y huyr de mi padre y de aquellos que de su parte me andauan buscando.

»Con este desseo ha no se quantos meses que entré en ellas, donde hallé vn ganadero que me lleuó por su criado a un lugar que está en las entrañas desta sierra, al qual he seruido de çagal todo este tiempo, procurando estar siempre en el campo por encubrir estos cabellos que aora, tan sin pensarlo, me han descubierto. Pero toda mi industria y toda mi solicitud fue, y ha sido, de ningun prouecho, pues mi amo vino en conocimiento de que yo no era varon, y nacio en el el mesmo1132 mal pensamiento que en mi criado; y como no siempre la fortuna con los trabajos da los remedios, no hallé derrumbadero ni barranco de donde despeñar y despenar1133 al amo, como le hallé para el criado. Y, assi, tuue por menor inconueniente dexalle y asconderme1134 de nueuo entre estas asperezas que prouar con el mis fuerças o mis disculpas1135. Digo, pues, que me torné a emboscar1136 y a buscar donde, sin impedimento alguno, pudiesse con suspiros1137 y lagrimas rogar al cielo se duela de mi desuentura y me de industria y fauor para salir della, o para dexar la vida entre estas soledades, sin que quede memoria desta triste, que tan sin culpa suya aura dado materia para que de ella se hable y murmure en la suya y en las agenas tierras.»



  —30→     -fol. 158v-  

ArribaAbajoCapitulo XXIX

Que trata de la discreción1138 de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y passatiempo1139.


«Esta es, señores, la verdadera historia de mi tragedia: mirad y juzgad aora si los suspiros1140 que escuchastes, las palabras que oystes y las lagrimas que de mis ojos salian, tenian ocasion bastante para mostrarse en mayor abundancia; y considerada la calidad de mi desgracia, vereys que sera en vano el consuelo, pues es impossible el remedio della. Solo os ruego, lo que con facilidad podreys y deueys hazer, que me aconsejeys dónde podre passar la vida, sin que me acabe el temor y sobresalto que tengo de ser hallada de los que me buscan; que, aunque se que el mucho amor que mis padres me tienen me1141 assegura que sere dellos bien recebida, es tanta la verguença que me ocupa solo al1142 pensar que, no como ellos pensauan, tengo de parecer a su presencia, que tengo por mejor desterrarme para siempre de ser vista, que no verles el rostro con pensamiento que ellos miran el mio ageno de la honestidad que de mi se deuian de tener prometida.»

Calló en diziendo esto, y el rostro se le cubrio de vn color que mostro bien claro el sentimiento y verguença del alma. En las suyas sintieron los que escuchado la auian tanta   —31→   lastima como admiracion de su desgracia; y aunque luego quisiera el cura consolarla y aconsejarla, tomó primero la mano Cardenio, diziendo:

«En fin, señora, que tu eres la hermosa   -fol. 159r-   Dorotea, la hija vnica del rico Clenardo.»

Admirada quedó Dorotea quando oyo el nombre de su padre, y de ver quán de poco era el que le nombraua, porque ya se ha dicho de la mala manera que Cardenio estaua vestido. Y, assi, le dixo:

«Y ¿quién soys vos, hermano, que assi sabeys el nombre de mi padre? Porque yo, hasta aora, si mal no me acuerdo, en todo el discurso del cuento de mi desdicha no le he nombrado.»

«Soy», respondio Cardenio, «aquel sin ventura que, segun vos, señora, aueys dicho, Luszinda dixo que era su esposo1143. Soy el desdichado Cardenio, a quien el mal termino de aquel que a vos os ha puesto en el que estays, me ha traydo a que me veays, qual me veys, roto, desnudo, falto de todo humano consuelo, y, lo que es peor de todo, falto de juyzio, pues no le tengo sino quando al cielo se le antoja darmele por algun breue espacio. Yo [Dorotea]1144, soy el que me hallé presente a las sinrazones de don Fernando, y el que aguardó oyr el si que de ser su esposa pronunció Luszinda. Yo soy el que no tuuo animo para ver en qué paraua su desmayo, ni lo que resultaua del papel que le fue hallado en el pecho, porque no tuuo   —32→   el alma sufrimiento para ver tantas desuenturas juntas; y, assi, dexé la casa y la paciencia, y vna carta que dexé a vn huesped mio, a quien rogue que en manos de Luszinda la pusiesse, y vineme a estas soledades con intencion de acabar en ellas la vida, que desde aquel punto1145 aborreci como mortal enemiga mia. Mas no ha querido la suerte quitarmela, contentandose con quitarme el juyzio, quiça por1146 guardarme para la buena ventura que he tenido en hallaros, pues siendo verdad, como creo que lo es,   -fol. 159v-   lo que aqui aueys contado, aun podria ser que a entrambos nos tuuiesse el cielo guardado mejor sucesso en nuestros desastres que nosotros pensamos. Porque presupuesto que Luszinda no puede casarse con don Fernando, por ser mia, ni don Fernando, con ella, por ser vuestro, y auerlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro, pues está todavia en ser y no se ha enagenado ni deshecho. Y pues este consuelo tenemos, acido no de muy remota esperança, ni fundado en desuariadas imaginaciones, suplicoos, señora, que tomeys otra resolucion en vuestros honrados pensamientos, pues yo la pienso tomar en los mios, acomodandoos a esperar mejor fortuna; que yo os juro por la fe de cauallero y de christiano de no desampararos hasta veros en poder de don Fernando, y que, quando con razones no le pudiere atraer a que conozca lo que os deue, de vsar entonces la   —33→   libertad que me concede el ser cauallero y poder, con justo titulo, desafialle en razon de la sinrazon que os haze, sin acordarme de mis agrauios, cuya vengança dexaré al cielo por acudir en la tierra a los vuestros.»

Con lo que Cardenio dixo se acabó de admirar Dorotea, y por no saber qué gracias boluer a tan grandes ofrecimientos, quiso tomarle los pies para besarselos, mas no lo consintio Cardenio; y el licenciado respondio por entrambos y aprouo el buen discurso de Cardenio, y, sobre todo, les rogo, aconsejó y persuadio que se fuessen con el a su aldea, donde se podrian reparar de las cosas que les faltauan, y que alli se daria orden cómo buscar a don Fernando, o cómo lleuar a Dorotea a sus padres, o   -fol. 160r-   hazer lo que mas les pareciesse conueniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron y acetaron la merced que se les ofrecia. El barbero, que a todo auia estado suspenso y callado, hizo tambien su buena platica y se ofrecio, con no menos voluntad que el cura, a todo aquello que fuesse bueno para seruirles.

Conto, assimesmo1147, con breuedad la causa que alli los auia traydo, con la estrañeza de la locura de don Quixote, y como aguardauan a su escudero, que auia ydo a buscalle. Vinosele a la memoria a Cardenio, como por sueños, la pendencia que con don Quixote auia tenido, y contola a los demas; mas no supo dezir por qué causa fue su quistion1148.

En esto, oyeron vozes y conocieron que el   —34→   que las daua era Sancho Pança, que, por no auerlos hallado en el lugar donde los dexó, los llamaua a vozes. Salieronle al encuentro, y preguntandole1149 por don Quixote, les dixo como le auia hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo y muerto de hambre, y suspirando1150 por su señora Dulzinea; y que, puesto que le auia dicho que ella le mandaua que saliesse de aquel lugar y se fuesse al del Toboso, donde le quedaua esperando, auia respondido que estaua determinado de no parecer ante su fermosura fasta que ouiesse fecho fazañas que le fiziessen digno de su gracia. Y que si aquello passaua adelante, corria peligro de no venir a ser emperador, como estaua obligado, ni aun arçobispo, que era lo menos que podia ser. Por esso, que mirassen lo que se auia de hazer para sacarle de alli.

El licenciado le respondio que no tuuiesse pena; que ellos le sacarian de alli, mal que le pesasse. Conto luego a Cardenio y a Dorotea lo que tenian pensado para remedio de   -fol. 160v-   don Quixote, a lo menos, para lleuarle a su casa. A lo qual dixo Dorotea que ella haria la donzella menesterosa mejor que el barbero, y mas, que tenia alli vestidos con que hazerlo al natural, y que la dexassen el cargo de saber representar todo aquello que fuesse menester para lleuar adelante su intento, porque ella auia leydo muchos libros de cauallerias y sabia bien el estilo que tenian las donzellas cuytadas quando pedian sus dones a los andantes caualleros.

  —35→  

«Pues no es menester mas», dixo el cura, «sino que luego se ponga por obra; que, sin duda, la buena suerte se muestra en fauor mio1151, pues tan sin pensarlo, a vosotros, señores, se os ha començado a abrir puerta para vuestro remedio, y a nosotros se nos ha facilitado la que auiamos menester.»

Sacó luego Dorotea de su almohada vna saya entera de cierta telilla rica y vna mantellina de otra vistosa tela verde, y de vna caxita vn collar y otras joyas, con que en vn instante se adornó, de manera, que vna rica y gran señora parecia. Todo aquello y mas dixo que auia sacado de su casa para lo que se ofreciesse, y que hasta entonces no se le auia ofrecido ocasion de auello menester. A todos contentó en estremo su mucha gracia, donayre y hermosura, y confirmaron a don Fernando por de poco conocimiento, pues tanta belleza desechaua.

Pero el que mas se admiró fue Sancho Pança, por parecerle, como era assi verdad, que en todos los dias de su vida auia1152 visto tan hermosa criatura; y, assi, preguntó al cura con grande ahinco le dixesse1153 quién era aquella tan fermosa señora y qué era lo que buscaua por aquellos andurriales.

«Esta hermosa señora», respondio el cura, «Sancho hermano, es1154, como quien   -fol. 161r-   no dize nada, es la heredera, por linea recta de varon, del gran reyno de Micomicon, la qual viene en busca de vuestro amo a pedirle vn don, el qual   —36→   es que le desfaga vn tuerto o agrauio que vn mal gigante le tiene fecho; y a la fama que de buen cauallero1155 vuestro amo tiene por todo lo descubierto1156, de Guinea ha venido a buscarle esta princesa.»

«¡Dichosa buscada y dichoso hallazgo!», dixo a esta sazon Sancho Pança; «y mas si mi amo1157 es tan venturoso que desfaga esse agrauio y enderece esse tuerto, matando a esse hideputa desse gigante que vuestra merced dize; que si matará, si el le encuentra, si ya no fuesse fantasma; que contra las fantasmas no tiene mi señor poder alguno. Pero vna cosa quiero suplicar a vuestra merced, entre otras, señor licenciado, y es que porque a mi amo no le tome gana de ser arçobispo, que es lo que yo temo, que vuestra merced le aconseje que se case luego con esta princesa, y assi quedará impossibilitado de recebir1158 ordenes arçobispales, y vendra con facilidad a su imperio, y yo al fin de mis desseos; que yo he mirado bien en ello y hallo por mi cuenta que no me está bien que mi amo sea arçobispo, porque yo soy inutil para la Yglesia, pues soy casado, y andarme aora a traer dispensaciones para poder tener renta por la Yglesia, teniendo, como tengo, muger y hijos, seria nunca acabar. Assi que, señor, todo el toque está en que mi amo se case luego con esta señora, que hasta aora no se su gracia, y assi no la llamo por su nombre.»

«Llamase», respondio el cura, «la princesa   —37→   Micomicona, porque llamandose su reyno Micomicon, claro está que ella se ha de llamar assi.»

«No ay duda en esso», respondio   -fol. 161v-   Sancho; «que yo he visto a muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamandose Pedro de Alcala, Iuan de Vbeda y Diego de Valladolid; y esto mesmo se deue de vsar alla en Guinea: tomar las reynas los nombres de sus reynos.»

«Assi deue de ser», dixo el cura; «y en lo del1159 casarse vuestro amo, yo hare en ello todos mis poderios.»

Con lo que quedó tan contento Sancho, quanto el cura admirado de su simplicidad y de ver quán encaxados tenia en la fantasia los mesmos1160 disparates que su amo, pues sin alguna duda se daua a entender que auia de venir a ser emperador. Ya en esto se auia puesto Dorotea sobre la mula del cura, y el barbero se auia acomodado al rostro la barba de la cola de1161 buey, y dixeron a Sancho que los guiasse adonde don Quixote estaua, al qual aduirtieron que no dixesse que conocia al licenciado ni al barbero, porque en no conocerlos consistia todo el toque de venir a ser emperador su amo; puesto que ni el cura ni1162 Cardenio quisieron yr con ellos, porque no se le acordasse a don Quixote la pendencia que con Cardenio1163 auia tenido, y el cura porque no era menester por entonces su presencia. Y, assi, los dexaron yr delante y ellos los fueron   —38→   siguiendo a pie, poco a poco. No dexó de auisar el cura lo que auia de hazer Dorotea, a lo que ella dixo que descuydassen: que todo se haria sin faltar punto, como lo pedian y pintauan los libros de cauallerias.

Tres quartos de legua aurian andado, quando descubrieron a don Quixote entre vnas intricadas peñas, ya vestido, aunque no armado; y assi como Dorotea le vio y   -fol. 162r-   fue informada de Sancho que aquel era don Quixote, dio del açote a su palafren, siguiendole el bien barbado barbero. Y, en llegando junto a el, el escudero se arrojó de la mula y fue a tomar en los braços a Dorotea, la qual, apeandose con grande desemboltura, se fue a hincar de rodillas ante las de don1164 Quixote, y, aunque el pugnaua por leuantarla, ella, sin leuantarse, le fabló en esta guisa:

«De aqui no me leuantaré, ¡o valeroso y esforçado cauallero!, fasta que la vuestra bondad y cortesia me otorgue vn don, el qual redundará en honra y prez de vuestra persona, y en pro de la mas desconsolada y agrauiada donzella que el sol ha visto. Y si es que el valor de vuestro fuerte braço corresponde a la voz de vuestra inmortal1165 fama, obligado estays a fauorecer a la sin ventura que de tan lueñes tierras viene, al olor de vuestro famoso nombre, buscandoos para remedio de sus desdichas.»

«No os respondere palabra, fermosa señora», respondio don Quixote, «ni oyre mas cosa   —39→   de vuestra facienda, fasta que os leuanteys de tierra.»

«No me leuantaré, señor», respondio la afligida donzella, «si primero, por la vuestra cortesia, no me es otorgado el don que pido.»

«Yo vos le otorgo y concedo», respondio don Quixote, «como no se aya de cumplir en daño o mengua de mi rey, de mi patria y de aquella que de mi coraçon y libertad tiene la llaue.»

«No sera en daño ni en mengua de los que dezis, mi buen señor», replicó la dolorosa donzella.

Y, estando en esto, se llegó Sancho Pança al oydo de su señor, y muy pasito le dixo:

«Bien puede vuestra merced, señor, concederle el don   -fol. 162v-   que pide, que no es cosa de nada: solo es matar a vn gigantazo; y esta que lo pide es la alta princesa Micomicona, reyna del gran reyno Micomicon, de Etiopia.»

«Sea quien fuere», respondio don Quixote; «que yo hare lo que soy obligado y lo que me dicta mi conciencia, conforme a lo que professado tengo.»

Y, boluiendose a la donzella, dixo:

«La vuestra gran fermosura se leuante; que yo le otorgo el don que pedirme quisiere.»

«Pues el que pido es», dixo la donzella, «que la vuestra magnanima persona se venga luego conmigo donde yo le lleuare, y me prometa que no se ha de entremeter en otra auentura ni demanda alguna hasta darme vengança de   —40→   vn traydor que, contra todo derecho diuino y humano, me tiene vsurpado mi reyno.»

«Digo que assi lo otorgo», respondio don Quixote, «y assi podeys, señora, desde oy mas, desechar la malenconia1166 que os fatiga y hazer que cobre nueuos brios y fuerças vuestra desmayada, esperança; que, con el ayuda de Dios y la de mi braço, vos os vereys presto restituyda en vuestro reyno y sentada en la silla de vuestro antiguo y grande estado, a pesar y a despecho de los follones que contra dezirlo quisieren; y manos a labor, que en la tardança dizen que suele estar el peligro.»

La menesterosa donzella pugnó con mucha porfia por besarle las manos; mas don Quixote, que en todo era comedido y cortes cauallero, jamas lo consintio; antes la hizo leuantar y la abraçó con mucha cortesia y comedimiento; y mandó a Sancho que requiriesse las cinchas a Rozinante, y le armasse luego al punto. Sancho descolgo las armas, que, como trofeo, de vn arbol estauan pendientes,   -fol. 163r-   y, requiriendo las cinchas, en vn punto armó a su señor, el qual, viendose armado, dixo:

«Vamos de aqui, en el nombre de Dios, a fauorecer esta gran señora.»

Estauase el barbero aun de rodillas, teniendo gran cuenta de dissimular la risa y de que no se le cayesse la barba, con cuya cayda quiça quedaran todos sin conseguir su buena intencion; y, viendo que ya el don estaua concedido, y con la diligencia que1167 don Quixote   —41→   se alistaua para yr a cumplirle, se leuantó y tomó de la otra mano1168 a su señora, y entre los dos la subieron en la mula; luego subio don Quixote sobre Rozinante y el barbero se acomodó en su caualgadura, quedandose Sancho a pie, donde de nueuo se le renouo la perdida1169 del ruzio, con la falta que entonces le hazia; mas todo lo lleuaua con gusto, por parecerle que ya su señor estaua puesto en camino y muy a pique de ser emperador, porque, sin duda alguna, pensaua que se auia de casar con aquella princessa y ser, por lo menos, rey de Micomicon; solo le daua pesadumbre el pensar que aquel reyno era en tierra de negros, y que la gente que por sus vassallos le diessen auian de ser todos negros, a lo qual hizo luego en su imaginacion vn buen remedio, y dixose a si mismo:

«¿Qué se me da a mi que mis vassallos sean negros? ¿Aura mas que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podre vender, y adonde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podre comprar algun titulo o algun oficio con que viuir descansado todos los dias de mi vida? ¡No, sino dormios, y no tengays ingenio ni habilidad para disponer de las cosas y para vender treynta o diez mil vassallos en   -fol. 163v-   dacame essas pajas! ¡Par Dios que los he de bolar, chico con grande, o como pudiere; y que por negros que sean los he de boluer blancos, o amarillos; llegaos, que me mamo el dedo!»

Con esto andaua tan solicito y tan contento,   —42→   que se le oluidaua la pesadumbre de caminar a pie.

Todo esto mirauan de entre vnas breñas Cardenio y el cura, y no sabian qué hazerse para juntarse con ellos; pero el cura, que era gran tracista, imaginó luego lo que harian para conseguir lo que desseauan, y fue que, con vnas tixeras que trahia en vn estuche, quitó con mucha presteza la barba a Cardenio y vistiole vn capotillo pardo que el trahia, y diole vn herreruelo negro, y el se quedó en calças y en jubon; y quedó tan otro de lo que antes parecia Cardenio, que el mesmo1170 no se conociera, aunque a vn espejo se mirara. Hecho esto, puesto ya que los otros auian passado adelante en tanto que ellos se disfraçaron, con facilidad salieron al camino real antes que ellos, porque las malezas y malos passos de aquellos lugares no concedian que anduuiessen tanto los de a cauallo como los de a pie. En efeto, ellos se pusieron en el llano a la salida de la sierra, y assi como salio della don Quixote y sus camaradas, el cura se le puso a mirar muy de espacio, dando señales de que le yua reconociendo; y al cabo de auerle vna buena pieça estado mirando, se fue a el abiertos los braços y diziendo a vozes:

«¡Para bien sea hallado el espejo de la caualleria, el mi buen compatriote1171 don Quixote de la Mancha, la flor y la nata de la gentileza, el amparo y remedio de los menesterosos, la quinta essencia de los caualleros andantes!»

  —43→  

Y, diziendo esto, tenia abraçado por la rodilla de la pierna   -fol. 164r-   yzquierda a don Quixote, el qual, espantado de lo que veia1172 y oia dezir y hazer aquel1173 hombre, se le puso a mirar con atencion, y, al fin, le conocio, y quedó como espantado de verle, y hizo grande fuerça por apearse; mas el cura no lo consintio, por lo qual don Quixote dezia:

«Dexeme vuestra merced, señor licenciado; que no es razon que yo esté a cauallo, y vna tan reuerenda persona como vuestra merced esté a pie.»

«Esso no consentire yo en ningun1174 modo», dixo el cura; «estese la vuestra grandeza a cauallo, pues estando a cauallo acaba las mayores fazañas y auenturas que en nuestra edad se han visto; que a mi, aunque indigno sacerdote, bastaráme subir en las ancas de vna destas mulas destos señores que con vuestra merced caminan, si no lo han por enojo. Y aun hare cuenta que voy cauallero sobre el cauallo Pegaso, o sobre la cebra o alfana en que caualgaua aquel famoso moro Muzaraque1175, que aun hasta aora yaze encantado en la gran cuesta Çulema, que dista poco de la gran Compluto.»

«Aun no caia yo en tanto, mi señor licenciado», respondio don Quixote, «y yo se que mi señora la princessa sera seruida, por mi amor, de mandar a su escudero de a vuestra merced la silla de su mula; que el podra acomodarse en las ancas, si es que ella las sufre.»

  —44→  

«Si sufre, a lo que yo creo», respondio la princessa; «y tambien se que no sera menester mandarselo al señor mi escudero, que el es tan cortes y tan cortesano, que no consentira que vna persona eclesiastica vaya a pie, pudiendo yr a cauallo.»

«Assi es», respondio el barbero.

Y, apeandose en vn punto, combidó al cura con la silla, y el la tomó sin hazerse mucho de rogar. Y fue el mal que, al subir a las ancas el barbero, la mula, que, en efeto, era de   -fol. 164v-   alquiler, que para dezir que era mala esto basta, alçó vn poco los quartos traseros y dio dos cozes en el ayre, que a darlas en el pecho de maese Nicolas, o en la cabeça, el diera al diablo la venida por don Quixote. Con todo esso le sobresaltaron de manera, que cayo en el suelo, con tan poco cuydado de las barbas, que se le cayeron1176 en el suelo; y como se vio sin ellas, no tuuo otro remedio sino acudir a cubrirse el rostro con ambas manos y a quexarse que le auian derribado las muelas. Don Quixote, como vio todo aquel maço de barbas sin quixadas y sin sangre, lexos del rostro del escudero caydo, dixo:

«¡Viue Dios, que es gran milagro este! ¡Las barbas le ha derribado y arrancado del rostro, como si las quitaran a posta!»

El cura, que vio el peligro que corria su inuencion de ser descubierta, acudio luego a las barbas y fuesse con ellas adonde yazia maese Nicolas, dando aun vozes todavia; y de vn   —45→   golpe, llegandole la cabeça a su pecho, se las puso, murmurando sobre el unas palabras, que dixo que era cierto ensalmo apropiado para pegar barbas, como lo verian; y, quando se las tuuo puestas, se apartó, y quedó el escudero tan bien1177 barbado y tan sano como de antes; de que se admiró don Quixote sobremanera y rogo al cura que, quando tuuiesse lugar, le enseñasse aquel ensalmo; que el entendia que su virtud a mas que pegar barbas se deuia de estender, pues estaua claro que de donde las barbas se quitassen auia de quedar la carne llagada y maltrecha; y que pues todo lo sanaua, a mas que barbas aprouechaua.

«Assi es», dixo el cura; y prometio de enseñarsele en la primera ocasion.

Concertaronse que, por entonces, subiesse el cura,   -fol. 165r-   y a trechos se fuessen los tres mudando, hasta que llegassen a la venta, que estaria hasta dos leguas de alli. Puestos los tres a cauallo, es a saber, don Quixote, la princessa y el cura, y los tres a pie, Cardenio, el barbero y Sancho Pança, don Quixote dixo a la donzella:

«Vuestra grandeza, señora mia, guie por donde mas gusto le diere.»

Y antes que ella respondiesse, dixo el licenciado:

«¿Hazia qué reyno quiere guiar la vuestra señoria? ¿Es por ventura hazia el de Micomicon? Que si deue de ser, o yo se poco de reynos.»

  —46→  

Ella, que estaua bien en todo, entendio que auia de responder que si; y, assi, dixo:

«Si, señor; hacia esse reyno es mi camino.»

«Si assi es», dixo el cura, «por la mitad de mi pueblo hemos de passar, y de alli tomará vuestra merced la derrota de Cartagena, donde se podra embarcar con la buena ventura; y si ay viento prospero, mar tranquilo y sin borrasca, en poco menos de nueue años se podra estar a vista de la gran laguna Meona, digo Meotides, que está poco mas de cien jornadas mas aca del reyno de vuestra grandeza.»

«Vuestra merced está engañado, señor mio», dixo ella, «porque no ha dos años que yo parti del, y, en verdad, que nunca tuue buen tiempo; y, con todo esso, he llegado a ver lo que tanto desseaua, que es al señor don Quixote de la Mancha, cuyas nueuas llegaron a mis oydos assi como puse los pies en España, y ellas me mouieron a buscarle para encomendarme en su cortesia y fiar mi justicia del valor de su inuencible braço.»

«¡No mas; cessen mis alabanças!», dixo a esta sazon don Quixote, «porque soy enemigo de todo genero de adulacion, y, aunque esta no lo sea, todavia ofenden mis castas orejas semejantes platicas. Lo que yo se decir, señora mia, que ora   -fol. 165v-   tenga valor o no, el que tuuiere o no tuuiere, se ha de emplear en vuestro seruicio hasta perder la vida; y, assi, dexando esto para su tiempo, ruego al señor licenciado me diga qué es la causa que le ha traydo por   —47→   estas partes, tan solo, y1178 tan sin criados, y tan a la ligera, que me pone espanto.»

«A esso yo respondere con breuedad», respondio el cura, «porque sabra vuestra merced, señor don Quixote, que yo y maese Nicolas, nuestro amigo y nuestro barbero, yuamos a Seuilla a cobrar cierto dinero1179 que vn pariente mio, que ha muchos años que passó a Indias, me auia embiado, y no tan pocos que no passan de sesenta mil pesos ensayados1180, que es otro que tal1181, y, passando ayer por estos lugares, nos salieron al encuentro quatro salteadores y nos quitaron hasta las barbas; y de modo nos las quitaron, que le conuino al barbero ponerselas postizas1182; y aun a este mancebo que aqui va -señalando a Cardenio- le pusieron como de nueuo. Y es lo bueno, que es publica fama por todos estos contornos, que los que nos saltearon son de vnos galeotes que dizen que libertó, casi en este mesmo1183 sitio, vn hombre tan valiente, que, a pesar del comissario y de las guardas, los solto a todos; y, sin duda alguna, el deuia de estar fuera de juyzio, o deue de ser tan grande vellaco como ellos, o algun hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ouejas, a la raposa entre las gallinas, a la mosca entre la miel; quiso defraudar la justicia, yr contra su rey y señor natural, pues fue contra sus justos mandamientos. Quiso, digo, quitar a las galeras sus pies, poner en alboroto a la Santa Hermandad, que auia muchos años que reposaua.   —48→   Quiso, finalmente, hazer vn hecho por   -fol. 166r-   donde se pierda su alma y no se gane su cuerpo.»

Auiales contado Sancho al cura y al barbero la auentura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaua la mano el cura refíriendola, por ver lo que hazia o dezia don Quixote, al qual se le mudaua la color a cada palabra, y no osaua dezir que el auia sido el libertador de aquella buena gente.

«Estos, pues», dixo el cura, «fueron los que nos robaron; ¡que Dios por su misericordia se lo perdone al que no los dexó lleuar al deuido, suplicio!»



  —49→  

ArribaAbajoCapitulo XXX

Que trata del gracioso artificio y orden que se tuuo en sacar a nuestro enamorado cauallero de la asperissima penitencia en que se auia puesto1184.


No huuo bien acabado el cura, quando Sancho dixo:

«Pues mia fe, señor licenciado, el que hizo essa fazaña fue mi amo, y no porque yo no le dixe antes y le auisé que mirasse lo que hazia, y que era pecado darles libertad, porque todos yuan alli por grandissimos vellacos.»

«¡Majadero!», dixo a esta sazon don Quixote; «a los caualleros andantes no les toca, ni atañe aueriguar, si los afligidos, encadenados y opressos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o estan en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias1185; solo le1186 toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas y no en sus vellaquerias. Yo topé vn rosario y sarta de gente mohina y desdichada, y hize con ellos lo que mi religion me pide, y lo demas alla se auenga; y a quien mal le ha parecido,   -fol. 166v-   saluo la santa dignidad del señor licenciado y su honrada persona, digo que sabe poco de achaque de caualleria, y que miente como vn hideputa y mal nacido, y esto le hare conocer con mi espada donde mas largamente se contiene.»

Y esto dixo, afirmandose en los estribos y   —50→   calandose el morrion, porque la vazia de barbero, que a su cuenta era el yelmo de Mambrino, lleuaua colgado del arzon delantero, hasta adobarla del mal tratamiento que la hizieron los galeotes. Dorotea, que era discreta y de gran donayre, como quien ya sabia el menguado humor de don Quixote y que todos hazian burla del, sino Sancho Pança, no quiso ser para menos, y viendole tan enojado, le dixo:

«Señor cauallero, miembresele a la vuestra merced el don que me tiene prometido, y que conforme a el, no puede entremeterse en otra auentura, por vrgente que sea; sossiegue vuestra merced el pecho; que si el señor licenciado supiera que por esse inuicto braço auian sido librados1187 los galeotes, el se diera tres puntos en1188 la boca, y aun se mordiera tres vezes la lengua, antes que auer dicho palabra que en despecho de vuestra merced redundara.»

«Esso juro yo bien», dixo el cura, «y aun me huuiera quitado vn vigote.»

«Yo callaré, señora mia», dixo don Quixote, «y reprimire la justa colera que ya en mi pecho se auia leuantado, y yre quieto y pacifico hasta tanto que os cumpla el don prometido; pero en pago deste buen desseo os suplico me digays, si no se os haze de mal, quál es la vuestra cuyta y quántas, quiénes y quáles son las personas de quien os tengo de dar deuida, satisfecha y entera vengança.»

«Esso hare yo de gana», respondio Dorotea,   —51→   «si es que no os enfada1189 oyr lastimas y   -fol. 167r-   desgracias.»

«No enfadará, señora mia», respondio don Quixote.

A lo que respondio Dorotea:

«Pues assi es, estenme vuestras mercedes atentos.»

No huuo ella dicho esto, quando Cardenio y el barbero se le pusieron al lado, desseosos de ver como fingia su historia la discreta Dorotea1190, y lo mismo hizo Sancho, que tan engañado1191 yua con ella como su amo. Y ella, despues de auerse puesto bien en la silla y preuenidose con toser y hazer otros ademanes, con mucho donayre començo a dezir desta manera:

«Primeramente quiero que vuestras mercedes sepan, señores mios, que a mi me llaman...»

Y detuuose aqui vn poco, porque se le oluidó el nombre que el cura le auia puesto; pero el acudio al remedio, porque entendio en lo que reparaua, y dixo:

«No es marauilla, señora mia, que la vuestra grandeza se turbe y empache contando sus desuenturas; que ellas suelen ser tales, que muchas vezes quitan la memoria a los que maltratan, de tal manera, que aun de sus mesmos1192 nombres no se les acuerda, como han hecho con vuestra gran señoria, que se ha oluidado que se llama la princessa Micomicona, legitima heredera del gran reyno Micomicon;   —52→   y con este apuntamiento puede la vuestra grandeza reduzir aora facilmente a su lastimada memoria todo aquello que contar quisiere.»

«Assi es la verdad», respondio la donzella, «y desde aqui adelante creo que no sera menester apuntarme nada; que yo saldre a buen puerto con mi verdadera historia. La qual es que el rey mi padre, que se llamaua Tinacrio el Sabidor, fue muy docto en esto que llaman el arte magica, y alcançó por su ciencia que mi madre, que se llamaua la reina Xaramilla,   -fol. 167v-   auia de morir primero que el, y que de alli a poco tiempo el tambien auia de passar desta vida y yo auia de quedar huerfana de padre y madre. Pero dezia el que no le fatigaua tanto esto quanto le ponia en confusion saber por cosa muy cierta que vn descomunal gigante, señor de vna grande insula, que casi alinda con nuestro reyno, llamado Pandafilando de la Fosca Vista -porque es cosa aueriguada que aunque tiene los ojos en su lugar y derechos, siempre mira al reues, como si fuese vizco, y esto lo hace el de maligno1193 y por poner miedo y espanto a los que mira-, digo que supo que este gigante, en sabiendo mi horfandad, auia de passar con gran poderio sobre mi reyno y me lo auia de quitar todo, sin dexarme vna pequeña aldea donde me recogiesse; pero que podia escusar toda esta ruyna y desgracia si yo me quisiesse casar con el; mas, a lo que el entendia, jamas pensaua que me vendria a mi en voluntad de hazer tan desygual   —53→   casamiento; y dixo en esto la pura verdad, porque jamas me ha passado por el pensamiento casarme con aquel gigante, pero1194 ni con otro alguno, por grande y desaforado que fuesse.

»Dixo tambien mi padre que despues que el fuesse muerto y viesse yo que Pandafilando començaua a passar sobre mi reyno, que no aguardasse a ponerme en defensa, porque seria destruyrme, sino que libremente le dexasse desembaraçado el reyno, si queria escusar la muerte y total destruycion de mis buenos y leales vassallos, porque no auia de ser possible defenderme de la endiablada fuerça del gigante; sino que luego, con algunos de los mios, me pusiesse en camino de las   -fol. 168r-   Españas, donde hallaria el remedio de mis males, hallando a vn cauallero andante, cuya fama en este tiempo se estenderia por todo este reyno, el qual se auia de llamar, si mal no me acuerdo, don Açote o don Gigote.»

«Don Quixote diria, señora1195», dixo a esta sazon Sancho Pança, «o, por otro nombre, el Cauallero de la Triste Figura.»

«Assi es la verdad», dixo Dorotea. «Dixo mas: que auia de ser alto de cuerpo, seco de rostro, y que en el lado derecho, debaxo del ombro yzquierdo, o por alli junto, auia de tener vn lunar pardo, con ciertos cabellos a manera de cerdas.»

En oyendo esto don Quixote, dixo a su escudero:

  —54→  

«Ten aqui, Sancho, hijo; ayudame a desnudar; que quiero ver si soy el cauallero que aquel sabio rey dexó profetizado.»

«Pues ¿para qué quiere vuestra merced desnudarse?», dixo Dorotea.

«Para ver si tengo esse lunar que vuestro padre dixo», respondio don Quixote.

«No ay para qué desnudarse», dixo Sancho; «que yo se que tiene vuestra merced vn lunar dessas señas en la mitad del espinazo, que es señal de ser hombre fuerte.»

«Esso basta», dixo Dorotea; «porque con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas, y que esté en el hombro, o que esté en el espinazo, importa poco; basta que aya lunar, y esté donde estuuiere, pues todo es vna mesma1196 carne; y, sin duda, acerto mi buen padre en todo, y yo he acertado en encomendarme al señor don Quixote, que el es por quien mi padre dixo, pues las señales del rostro vienen con las de la buena fama que este cauallero tiene, no solo en España, pero en toda la Mancha1197, pues apenas me huue desembarcado en Osuna, quando ohi dezir tantas hazañas suyas que luego me dio el alma que era el   -fol. 168v-   mesmo1198 que venia a buscar.»

«¿Pues cómo se desembarcó vuestra merced en Osuna, señora mia», preguntó don Quixote, «si no es puerto de mar?»

Mas antes que Dorotea respondiesse, tomó el cura la mano y dixo:

«Deue de querer dezir la señora princessa   —55→   que, despues que desembarcó en Malaga, la primera parte donde oyo nueuas de vuestra merced fue en Osuna.»

«Esso quise dezir», dixo Dorotea.

«Y esto lleua camino», dixo el cura, «y prosiga vuestra magestad adelante.»

«No ay que proseguir», respondio Dorotea, «sino que, finalmente, mi suerte ha sido tan buena en hallar al señor don Quixote, que ya me cuento y tengo por reyna y señora de todo mi reyno, pues el, por su cortesia y magnificencia, me ha prometido el don de yrse conmigo donde quiera que yo le lleuare, que no sera a otra parte que a ponerle delante de Pandafilando de la Fosca Vista para que le mate y me restituya lo que tan contra razon me tiene vsurpado; que todo esto ha de suceder a pedir de boca, pues assi lo dexó profetizado Tinacrio el Sabidor, mi buen padre; el qual tambien dexó dicho y escrito, en letras caldeas o griegas, que yo no las se leer, que si este cauallero de la profecia, despues de auer degollado al gigante, quisiesse casarse conmigo, que yo me otorgasse luego, sin replica alguna, por su legitima esposa, y le diesse la possesion de mi reyno, junto con la de mi persona.»

«¿Qué te parece, Sancho amigo?», dixo a este punto don Quixote. «¿No oyes lo que passa? ¿No te lo dixe yo? Mira si tenemos ya reyno que mandar y reyna con quien casar.»

«Esso juro yo», dixo Sancho; «¡para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al   —56→   señor Pandahilado!   -fol. 169r-   Pues ¡monta que es mala la reyna! Assi se me bueluan las pulgas de la cama.»

Y, diziendo esto, dio dos çapatetas en el ayre, con muestras de grandissimo contento, y luego fue a tomar las riendas de la mula de Dorotea, y, haziendola detener, se hincó de rodillas ante ella, suplicandole le diesse las manos para besarselas, en señal que la recibia por su reyna y señora. ¿Quién no auia de reyr de los circustantes, viendo la locura del amo y la simplicidad del criado? En efecto1199, Dorotea se las dio y le prometio de hazerle gran señor en su reyno, quando el cielo le hiziesse tanto bien que se lo dexasse cobrar y gozar. Agradecioselo Sancho con tales palabras, que renouo la risa en todos.

«Esta, señores», prosiguio Dorotea, «es mi historia; solo resta por deziros que de quanta gente de acompañamiento saqué de mi reyno, no me ha quedado sino solo este buen1200 barbado escudero, porque todos se anegaron en vna gran borrasca que tuuimos a vista del puerto. Y el y yo salimos en dos tablas a tierra, como por milagro; y assi, es todo milagro y misterio el discurso de mi vida, como lo aureys1201 notado. Y si en alguna cosa he andado demasiada, o no tan acertada como deuiera, echad la culpa a lo que el señor licenciado dixo al principio de mi cuento: que los trabajos continuos y extraordinarios quitan la memoria al que los padece.»

  —57→  

«Essa no me quitarán a mi, ¡o alta y valerosa señora!», dixo don Quixote, «quantos yo passare en seruiros, por grandes y no vistos que sean. Y, assi, de nueuo confirmo el don que os he prometido, y juro de yr con vos al cabo del mundo hasta verme con el fiero enemigo vuestro, a quien pienso, con el ayuda de Dios y de mi braço, tajar1202 la cabeça soberuia con los filos desta, no quiero dezir buena espada, merced a Gines de Passamonte, que me   -fol. 169v-   lleuó la mia1203 -esto dixo entre dientes, y prosiguio diziendo-, y despues de auersela tajado y puestoos en pacifica possession de vuestro estado, quedará a vuestra voluntad hazer de vuestra persona lo que mas en talante os viniere; porque mientras que yo tuuiere ocupada la memoria y cautiua la voluntad, perdido el entendimiento, a1204 aquella... y no digo mas, no es possible que yo arrostre, ni por pienso, el casarme, aunque fuesse con el aue fenix.»

Pareciole tan mal a Sancho lo que vltimamente su amo dixo acerca de no querer casarse, que, con grande enojo, alçando la voz, dixo:

«¡Boto a mi y juro a mi, que no tiene vuestra merced, señor don Quixote, cabal juyzio! Pues ¿cómo es possible que pone vuestra merced en duda el casarse con tan alta princesa como aquesta? ¿Piensa que le ha de ofrecer la fortuna, tras cada cantillo, semejante ventura como la que aora se le ofrece? ¿Es por dicha mas hermosa mi señora Dulzinea? No, por cierto;   —58→   ni aun con la mitad, y aun estoy por dezir que no llega a su çapato de la que está delante. Assi, noramala alcançaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda a pedir cotufas en el golfo. Casese, casesse luego, en comiendole yo a Satanas, y tome esse reyno que se le viene a las manos de vobis, vobis1205; y, en siendo rey, hagame marques o adelantado, y luego, siquiera se lo lleue el diablo todo.»

Don Quixote, que tales blasfemias oyo dezir contra su señora Dulzinea, no lo pudo sufrir, y, alçando el lançon, sin hablalle palabra a Sancho, y sin dezirle esta boca es mia, le dio tales dos palos, que dio con el en tierra; y si no fuera porque Dorotea le dio vozes que no le diera mas, sin duda le quitara alli la vida.

«¿Pensays», le dixo a cabo de rato, «villano ruyn, que ha de auer lugar siempre para ponerme la mano en la horcaxadura, y que todo ha de ser errar   -fol. 170r-   vos y perdonaros yo? Pues ¡no lo penseys, vellaco descomulgado, que sin duda lo estás, pues has1206 puesto lengua en la sin par Dulzinea! Y ¿no sabeys vos, gañan, faquin1207, belitre, que si no fuesse por el valor que ella infunde en mi braço, que no le tendria yo para matar vna pulga? Dezid, socarron de lengua viperina, y ¿quién pensays que ha ganado este reyno; y cortado la cabeça a este gigante; y hechoos a vos marques, que todo esto doy ya por hecho y por cosa passada en cosa juzgada, si no es el valor de Dulzinea, tomando a mi braço por instrumento de sus   —59→   hazañas? Ella pelea en mi y vence en mi, y yo viuo y respiro en ella, y tengo vida y ser. ¡O hideputa, vellaco, y cómo soys desagradecido, que os veys leuantado del poluo de la tierra a ser señor de titulo, y correspondeys a tan buena obra con dezir mal de quien os la hizo!»

No estaua tan maltrecho Sancho que no oyesse todo quanto su amo le dezia, y, leuantandose con vn poco de presteza, se fue a poner detras del palafren de Dorotea, y desde alli dixo a su amo:

«Digame, señor; si vuestra merced tiene determinado de no casarse con esta gran princesa, claro está que no sera el reyno suyo, y, no siendolo, ¿qué mercedes me puede hazer? Esto es de lo que yo me quexo; casese vuestra merced vna por vna con esta reyna, aora que la tenemos aqui como llouida del cielo, y despues puede boluerse con mi señora Dulzinea; que reyes deue de auer auido en el mundo que ayan sido amancebados. En lo de la hermosura no me entremeto, que, en verdad, si va a dezirla, que entrambas me parecen bien, puesto que yo nunca he visto a la señora Dulzinea.»

«¿Cómo que no la has visto, traydor blasfemo?», dixo don Quixote; «pues ¿no acabas de traerme aora vn recado de su parte?»

«Digo que no la he visto tan1208 despacio», dixo Sancho, «que pueda auer   -fol. 170v-   notado particularmente su hermosura y sus buenas partes, punto por punto; pero assi a bulto, me parece bien.»

  —60→  

«Aora te disculpo», dixo don Quixote, «y perdoname el enojo que te he dado; que los primeros mouimientos no son en manos de los hombres1209

«Ya yo lo veo», respondio Sancho, «y assi en mi la gana de hablar siempre es primero mouimiento, y no puedo dexar de dezir por vna vez siquiera lo que me viene a la lengua.»

«Con todo esso», dixo don Quixote, «mira, Sancho, lo que hablas, porque tantas vezes va el cantarillo a la fuente...; y no te digo mas.»

«Aora bien», respondio Sancho, «Dios está en el cielo, que ve las trampas, y sera juez de quién haze mas mal: yo en no hablar bien, o vuestra merced en [no]1210 obrallo.»

«¡No aya mas!», dixo Dorotea; «corred, Sancho, y besad la mano a vuestro señor y pedilde1211 perdon, y de aqui adelante andad mas atentado en vuestras alabanças y vituperios, y no digays mal de aquesa señora Tobosa, a quien yo no conozco, si no es para seruilla, y tened confianza en Dios, que no os ha de faltar vn estado donde viuays como vn principe.»

Fue Sancho cabizbajo y pidio la mano a su señor, y el se la dio con reposado continente, y despues que se la vuo besado, le echó la bendicion, y dixo a Sancho que se adelantassen vn poco: que tenia que preguntalle y que departir con el cosas de mucha importancia. Hizolo assi Sancho, y apartaronse los dos algo adelante, y dixole don Quixote:

«Despues que veniste no he tenido lugar ni   —61→   espacio para preguntarte muchas cosas de particularidad acerca de la embaxada que lleuaste y de la respuesta que truxiste, y aora, pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues tu la ventura que puedes darme con tan buenas nueuas.»

«Pregunte vuestra merced lo que quisiere», respondio Sancho; «que a todo dare tan buena salida como tuue la entrada. Pero suplico   -fol. 171r-   a vuestra merced, señor mio, que no sea de aqui adelante tan vengatiuo.»

«¿Por qué lo dizes, Sancho?», dixo don Quixote.

«Digolo», respondio, «porque estos palos de agora mas fueron por la pendencia que entre los dos trauó el diablo la otra noche, que por lo que dixe contra mi señora Dulzinea, a quien amo y reuerencio como a vna reliquia, aunque en ella no lo1212 aya, solo por ser cosa de vuestra merced.»

«No tornes a essas platicas, Sancho, por tu vida», dixo don Quixote; «que me dan pesadumbre; ya te perdoné entonces, y bien sabes tu que suele dezirse: a pecado nueuo, penitencia nueua1213

En tanto que los dos yuan en estas platicas, dixo el cura a Dorotea que auia andado muy discreta, assi en el cuento como en la breuedad del y en la similitud que tuuo con los de los libros de cauallerias. Ella dixo que muchos ratos se auia entretenido en leellos; pero que no sabia ella donde eran las prouincias   —62→   ni puertos de mar, y que assi auia dicho a tiento que se auia desembarcado en Ossuna.

«Yo lo entendi assi», dixo el cura, «y por esso acudi luego a dezir lo que dixe, con que se acomodó todo. Pero ¿no es cosa estraña ver con quánta facilidad cree este desuenturado hidalgo todas estas inuenciones y mentiras, solo porque lleuan el estilo y modo de las necedades de sus libros?»

«Si es», dixo Cardenio, «y tan rara y nunca vista, que yo no se si queriendo inuentarla y fabricarla mentirosamente, vuiera tan agudo ingenio que pudiera dar en ella.»

«Pues otra cosa ay en ello», dixo el cura: «que, fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dize tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonissimas razones y muestra tener vn entendimiento   -fol. 171v-   claro y apazible en todo; de manera, que, como no le toquen en sus cauallerias, no aura nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento.»

En tanto que ellos yuan en esta conuersacion, prosiguio don Quixote con la suya, y dixo a Sancho:

«Echemos, Pança amigo, pelillos a la mar1214 en esto de nuestras pendencias, y dime aora, sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno, ¿dónde, cómo y quándo hallaste a Dulzinea? ¿Qué hazia? ¿Qué le dixiste? ¿Qué te respondio? ¿Qué rostro hizo quando leya mi carta? ¿Quién te la trasladó? Y todo aquello que vieres que en este caso es digno de saberse, de   —63→   preguntarse y satisfazerse, sin que añadas o mientas por darme gusto, ni menos te acortes por no quitarmele.»

«Señor», respondio Sancho, «si va a dezir la verdad, la carta no me la trasladó nadie, porque yo no lleué carta alguna.»

«Assi es, como tu dizes», dixo don Quixote, «porque el librillo de memoria donde yo la escriui le hallé en mi poder a cabo de dos dias de tu partida, lo qual me causó grandissima pena, por no saber lo que auias tu de hazer quando te viesses sin carta, y crey siempre que te boluieras desde el lugar donde1215 la echaras menos.»

«Assi fuera», respondio Sancho, «si no la vuiera yo tomado en la memoria quando vuestra merced me la leyo, de manera que se la dixe a vn sacristan que me la trasladó del entendimiento, tan punto por punto, que dixo que en todos los dias de su vida, aunque auia leydo muchas cartas de descomunion, no auia visto ni leydo tan linda carta como aquella.»

«Y ¿tienesla todavia en la memoria, Sancho?», dixo don Quixote.

«No, señor», respondio Sancho, «porque despues que la di, como vi que no auia de ser de mas   -fol. 172r-   prouecho, di en oluidalla. Y si algo se me acuerda, es aquello del1216 sobajada, digo del soberana señora, y lo vltimo, “vuestro hasta la muerte, el Cauallero de la Triste Figura”. Y en medio destas dos cosas le puse mas de trezientas almas, y vidas, y ojos mios.»



  —64→  

ArribaAbajoCapitulo XXXI

De los sabrosos razonamientos que passaron entre don Quixote y Sancho Pança, su escudero, con otros sucessos


«Todo esso no me descontenta; prosigue adelante», dixo don Quixote. «Llegaste, y ¿qué hazia aquella reyna de la hermosura? A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautiuo cauallero.»

«No la hallé», respondio Sancho, «sino ahechando dos anegas de trigo en vn corral de su casa.»

«Pues haz cuenta», dixo don Quixote, «que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era candeal, o trechel?»

«No era sino rubion», respondio Sancho.

«Pues yo te asseguro», dixo don Quixote, «que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal, sin duda alguna; pero passa adelante. Quando le diste mi carta, ¿besola? ¿Pusosela sobre la cabeça? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal carta, o qué hizo?»

«Quando yo se la yua a dar», respondio Sancho, «ella estaua en la fuga del meneo de vna buena parte de trigo que tenia en la criua. Y dixome: “Poned, amigo, essa carta sobre aquel costal; que no la puedo leer hasta que acabe de acriuar todo lo que aqui   -fol. 172v-   está.”»

  —65→  

«Discreta señora», dixo don Quixote; «esso deuio de ser por leerla despacio y recrearse con ella. Adelante, Sancho; y en tanto que estaua en su menester, ¿qué coloquios passó contigo? ¿Qué te preguntó de mi? Y tu, ¿qué le respondiste? Acaba, cuentamelo todo, no se te quede en el tintero vna mínima.»

«Ella no me preguntó nada», dixo Sancho; «mas yo le dixe de la manera que vuestra merced, por su seruicio, quedaua haziendo penitencia, desnudo de la cintura arriba, metido entre estas sierras, como si fuera saluaje, durmiendo en el suelo, sin comer pan a manteles ni sin peynarse la barba, llorando y maldiziendo su fortuna.»

«En dezir que maldezia mi fortuna dixiste mal», dixo don Quixote, «porque antes la bendigo y bendezire todos los dias de mi vida por auerme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulzinea del Toboso.»

«Tan alta es», respondio Sancho, «que a buena fe que me lleua a mi mas de vn coto.»

«Pues ¿cómo, Sancho», dixo don Quixote, «haste medido tu con ella?»

«Medime en esta manera», respondio Sancho: «que llegandole1217 a ayudar a poner vn costal de trigo sobre vn jumento, llegamos tan juntos, que eché de ver que me lleuaua mas de vn gran palmo.»

«Pues ¡es verdad», replicó don Quixote, «que no acompaña essa grandeza y la adorna1218 con mil millones de1219 gracias del alma! Pero no   —66→   me negarás, Sancho, vna cosa: quando llegaste junto a ella, ¿no sentiste vn olor sabeo, vna fragancia1220 aromatica y un no se qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre? Digo ¿vn tuho, o tufo, como si estuuieras en la tienda de algun curioso guantero1221

«Lo que se dezir», dixo Sancho, «es que senti vn olorzillo algo hombruno, y deuia de ser que ella, con   -fol. 173r-   el mucho exercicio, estaua sudada y algo correosa.»

«No seria esso», respondio don Quixote, «sino que tu deuias de estar romadizado1222 o te deuiste de oler a ti mismo, porque yo se bien a1223 lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ambar desleydo.»

«Todo puede ser», respondio Sancho; «que muchas vezes sale de mi aquel olor que entonces me parecio que salia de su merced de la señora Dulzinea; pero no ay de qué marauillarse, que vn diablo parece a otro.»

«Y bien», prosiguio don Quixote, «he aqui que acabó de limpiar su trigo y de embiallo al molino. ¿Qué hizo quando leyo la carta?»

«La carta», dixo Sancho, «no la leyo, porque dixo que no sabia leer ni escriuir; antes la rasgó y la hizo menudas pieças, diziendo que no la queria dar a leer a nadie, porque no se supiessen en el lugar sus secretos, y que bastaua que yo le auia dicho de palabra acerca del amor que vuestra merced le tenia y de la penitencia extraordinaria que por su causa quedaua haziendo. Y, finalmente, me dixo que dixesse   —67→   a vuestra merced que le besaua las manos y que alli quedaua con mas desseo de verle que de escriuirle, y que assi le suplicaua, y mandaua, que, vista la presente, saliesse de aquellos matorrales y se dexasse de hazer disparates y se pusiesse luego luego en camino del Toboso, si otra cosa de mas importancia no le sucediesse, porque tenia gran desseo de ver a vuestra merçed. Riose mucho quando le dixe como se llamaua vuestra merced el Cauallero de la Triste Figura. Preguntele si auia ydo alla el vizcayno de marras; dixome que si, y que era vn hombre muy de bien. Tambien le pregunté por los galeotes, mas dixome que no auia visto hasta   -fol. 173v-   entonces alguno.»

«Todo va bien hasta agora», dixo don Quixote. «Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio al despedirte, por las nueuas que de mi le lleuaste? Porque es vsada y antigua costumbre entre los caualleros y damas andantes dar a1224 los escuderos, donzellas o enanos que les lleuan nueuas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya, en albricias, en agradecimiento de su recado.»

«Bien puede esso ser assi, y yo la tengo por buena vsança. Pero esso deuio1225 de ser en los tiempos passados; que aora solo se deue de acostumbrar a dar vn pedaço de pan y queso, que esto fue lo que me dio mi señora Dulzinea, por las bardas de vn corral, quando della me despedi; y aun, por mas señas, era el queso ouejuno.»

  —68→  

«Es liberal en estremo», dixo don Quixote, «y si no te dio joya de oro, sin duda deuio de ser porque no la tendria alli a la mano para dartela; pero buenas son mangas despues de Pascua1226; yo la vere, y se satisfara todo. ¿Sabes de qué estoy marauillado, Sancho? De que me parece que fuyste y veniste por los ayres, pues poco mas de tres dias has tardado en yr y venir desde aqui al Toboso, auiendo de aqui alla mas de treynta leguas. Por lo qual me doy a entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo, porque por fuerça le ay y le ha de auer, so pena que yo no seria buen cauallero andante, digo que este tal te deuio de ayudar a caminar sin que tu lo sintiesses; que ay sabio destos que coje a vn cauallero andante durmiendo en su cama y, sin saber cómo o en qué manera, amanece otro dia mas de mil leguas de donde anochecio. Y si no fuesse por esto, no se podrian socorrer en sus peligros los caualleros andantes   -fol. 174r-   vnos a otros, como se socorren a cada passo. Que acaece estar vno peleando en las sierras de Armenia con algun endriago1227 o con algun fiero vestiglo, o con otro cauallero, donde lleua lo peor de la batalla y está ya a punto de muerte, y quando no os me cato1228 assoma por aculla, encima de vna nuue o sobre vn carro de fuego, otro cauallero amigo suyo que poco antes se hallaua en Ingalaterra1229, que le fauorece y libra de la muerte, y a la noche se halla en su posada cenando muy a su sabor, y suele auer de   —69→   la vna a la otra parte dos o tres mil leguas1230. Y todo esto se haze por industria y sabiduria destos sabios encantadores que tienen cuydado destos valerosos caualleros. Assi que, amigo Sancho, no se me haze dificultoso creer que en tan breue tiempo ayas ydo y venido desde este lugar al del Toboso; pues, como tengo dicho, algun sabio amigo te deuio de lleuar en bolandillas, sin que tu lo sintiesses.»

«Assi seria», dixo Sancho, «porque a buena fe que andaua Rozinante como si fuera asno de gitano con azogue en los oydos1231

«Y ¡cómo si lleuaua azogue!», dixo don Quixote, «y aun vna legion de demonios, que es gente que camina y haze caminar sin cansarse, todo aquello que se les antoja. Pero, dexando esto aparte, ¿qué te parece a ti que deuo yo de hazer aora, cerca de lo que mi señora me manda que la vaya a ver?; que aunque yo veo que estoy obligado a cumplir su mandamiento, veome tambien impossibilitado del don que he prometido a la princesa que con nosotros viene, y fuerçame la ley de caualleria a cumplir mi palabra antes que mi gusto. Por vna parte, me acossa y fatiga el desseo de ver a mi señora; por otra, me incita y llama   -fol. 174v-   la prometida fe y la gloria que he de alcançar en esta empresa. Pero lo que pienso hazer sera caminar a priessa y llegar presto donde está este gigante, y, en llegando, le cortaré la cabeça y pondre a la princesa pacificamente en su estado, y al punto dare la buelta a ver a la luz   —70→   que mis sentidos alumbra. A la qual dare tales disculpas, que ella venga a tener por buena mi tardança, pues vera1232 que todo redunda en aumento de su gloria y fama, pues quanta yo he alcançado, alcanço y alcançare por las armas en esta vida, toda me viene del fauor que ella me da y de ser yo suyo.»

«¡Ay», dixo Sancho, «y cómo está vuestra merced lastimado de essos cascos! Pues digame, señor, ¿piensa vuestra merced caminar este camino en balde y dexar passar1233 y perder vn tan rico y tan principal casamiento como este, donde le dan en dote vn reyno, que a buena verdad que he oydo, dezir que tiene mas de veynte mil leguas de contorno, y que es abundantissimo de todas las cosas que son necessarias para el sustento de la vida humana, y que es mayor que Portugal y que Castilla juntos? Calle, por amor de Dios, y tenga verguença de lo que ha dicho, y tome mi consejo, y perdoneme, y casesse luego en el primer lugar que aya cura, y si no, ahi está nuestro licenciado, que lo hara de perlas. Y aduierta que ya tengo edad para dar consejos, y que este que le doy le viene de molde; y1234 que mas vale paxaro en mano que buytre bolando, porque quien bien tiene y mal escoge, por bien que se enoja, no se venga1235

«Mira, Sancho», respondio don Quixote, «si el consejo que me das de que me case es porque sea luego rey, en matando al gigante, y tenga comodo para hazerte mercedes   -fol. 175r-   y darte   —71→   lo prometido, hagote saber que sin casarme podre cumplir tu desseo muy facilmente, porque yo sacaré de adahala1236, antes de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar vna parte del reyno para que la pueda dar a quien yo quisiere, y, en dandomela, ¿a quién quieres tu que la de sino a ti?»

«Esso está claro», respondio Sancho; «pero mire vuestra merced que la escoja hazia la marina, porque, si no me contentare la viuienda, pueda embarcar mis negros vassallos y hazer dellos lo que ya he dicho. Y vuestra merced no se cure de yr por agora1237 a ver a1238 mi señora Dulzinea, sino vayasse a matar al gigante y concluyamos este negocio; que por Dios que se me assienta que ha de ser de mucha honra y de mucho prouecho.»

«Digote, Sancho», dixo don Quixote, «que estás en lo cierto, y que aure de tomar tu consejo en quanto el yr antes con la princesa que ver a Dulzinea. Y auisote que no digas nada nadie, ni a los que con nosotros vienen, de lo que aqui hemos departido y tratado; que pues Dulzinea es tan recatada que no quiere que se sepan sus pensamientos, no sera bien que yo, ni otro por mi, los descubra.»

«Pues si esso es assi», dixo Sancho, «¿cómo haze vuestra merced que todos los que vence por su braço se vayan a presentar ante mi señora Dulzinea, siendo esto firma de su nombre, que la quiere bien, y que es su enamorado? Y   —72→   siendo forçoso que los que fueren se han de yr a hincar de finojos ante su presencia y dezir que van de parte de vuestra merced a dalle la obediencia, ¿cómo se pueden encubrir los pensamientos de entrambos?»

«¡O, qué necio y qué simple que eres!», dixo don Quixote. «¿Tu   -fol. 175v-   no ves, Sancho, que esso todo redunda en su mayor ensalçamiento? Porque has de saber que en este nuestro estilo de caualleria es gran honra tener vna dama muchos caualleros andantes que la siruan, sin que se estiendan mas sus pensamientos que a seruilla, por solo ser ella quien es, sin esperar otro premio de sus muchos y buenos desseos sino que ella se contente de acetarlos por sus caualleros.»

«Con essa manera de amor», dixo Sancho, «he oydo yo predicar que se ha de amar a Nuestro Señor, por si solo, sin que nos mueua esperança de gloria o temor de pena. Aunque yo le querria amar y seruir por lo que pudiesse.»

«¡Valate el diablo por villano», dixo don Quixote, «y qué de discreciones dizes a las veces!; no parece sino que has estudiado.»

«Pues a fe mia que no se leer», respondio Sancho.

En esto, les dio vozes maesse Nicolas que esperassen vn poco; que querian detenerse a beuer en vna fontezilla1239 que alli estaua. Detuuose don Quixote, con no poco gusto de Sancho, que ya estaua cansado de mentir tanto, y   —73→   temia no le cogiesse su amo a palabras; porque, puesto que el sabia que Dulzinea era vna labradora del Toboso, no la auia visto en toda su vida.

Auiase en este tiempo vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traya quando la hallaron, que, aunque no eran muy buenos, hazian mucha ventaja a los que dexaua. Apearonse junto a la fuente, y con lo que el cura se acomodó en la venta satisfizieron, aunque poco, la mucha hambre que todos trayan.

Estando en esto, acerto a passar por alli vn muchacho que yua de camino, el qual, poniendose a mirar con mucha atencion a los que en la fuente estauan, de alli a poco arremetio a don Quixote,   -fol. 176r-   y abraçandole por las piernas, començo a llorar muy de proposito, diziendo:

«¡Ay, señor mio!, ¿no me conoce vuestra merced? Pues mireme bien, que yo soy aquel moço Andrés que quitó vuestra merced de la encina donde estaua atado.»

Reconociole don Quixote y, asiendole por la mano, se boluio a los que alli estauan, y dixo:

«Porque vean vuestras mercedes quán de importancia es auer caualleros andantes en el mundo, que desfagan los tuertos y agrauios que en el se hazen por los insolentes y malos hombres que en el viuen, sepan vuestras mercedes que los dias passados, passando yo por vn bosque, oy vnos gritos y unas vozes muy lastimosas, como de persona afligida y menesterosa;   —74→   acudi luego, lleuado de mi obligacion, hazia la parte donde me parecio que las lamentables vozes sonauan, y hallé atado a vna encina a este muchacho que aora está delante, de lo que me huelgo en el alma, porque sera testigo que no me dexará mentir en nada. Digo que estaua atado a la encina, desnudo del medio cuerpo arriba, y estauale abriendo a açotes con las riendas de vna yegua vn villano, que despues supe que era amo suyo; y assi como yo le vi, le pregunté la causa de tan atroz vapulamiento; respondio el zafio que le açotaua porque era su criado, y que ciertos descuydos que tenia nacian mas de ladron que de simple. A lo qual este niño dixo: “Señor, no me açota sino porque le pido mi salario.” El amo replicó no se qué arengas y disculpas, las quales, aunque de mi fueron oydas, no fueron admitidas. En resolucion, yo le hize desatar, y tomé juramento al villano de que le llevaria consigo y le pagaria vn real sobre otro, y aun sahumados.   -fol. 176v-   ¿No es verdad todo esto, hijo Andres? ¿No notaste con quánto imperio se lo1240 mandé y con quánta humildad prometio de hazer todo quanto yo le impuse, y notifiqué y quise? Responde, no te turbes ni dudes en nada; di lo que passó a estos señores, porque se vea y considere ser del prouecho que digo auer caualleros andantes por los caminos.»

«Todo lo que vuestra merced ha dicho es mucha verdad», respondio el muchacho; «pero   —75→   el fin del negocio sucedio muy al reues de lo que vuestra merced se imagina.»

«¿Cómo al reues?», replicó don Quixote; «¿luego no te pagó el villano?»

«No solo no me pagó», respondio el muchacho, «pero assi como vuestra merced traspuso del bosque y quedamos solos, me boluio a atar a la mesma1241 encina y me dio de nueuo tantos açotes, que quedé hecho vn Sambartolome desollado. Y a cada açote que me daua me dezia vn donayre y chufeta acerca de hazer burla de vuestra merced, que, a no sentir yo tanto dolor, me riera de lo que dezia. En efecto, el me paró tal, que hasta aora he estado curandome en vn hospital del mal que el mal villano entonces me hizo. De todo lo qual tiene vuestra merced la culpa, porque si se fuera su camino adelante y no viniera donde no le llamauan, ni se entremetiera en negocios agenos, mi amo se contentara con darme vna1242 o dos dozenas de açotes, y luego me soltara y pagara quanto me deuia. Mas como vuestra merced le deshonró tan sin proposito y le dixo tantas villanias, encendiosele la colera, y como no la pudo vengar en vuestra merced, quando se vio solo descargó sobre mi el nublado, de modo, que me parece que no sere mas hombre en toda mi vida.»

«El daño estuuo»,   -fol. 177r-   dixo don Quixote, «en yrme yo de alli, que no me auia de yr hasta dexarte pagado; porque bien deuia yo de saber, por luengas experiencias, que no ay villano que   —76→   guarde palabra que [diere]1243, si el vee que no le está bien guardalla. Pero ya te acuerdas, Andrés, que yo juré que si no te pagaua, que auia de yr a buscarle y que le auia de hallar, aunque se escondiesse en el vientre de la vallena.»

«Assi es la verdad», dixo Andres, «pero no aprouechó nada.»

«Ahora veras si aprouecha», dixo don Quixote.

Y, diziendo esto, se leuantó muy apriessa y mandó a Sancho que enfrenasse a Rocinante, que estaua paciendo en tanto que ellos comian1244. Preguntole Dorotea qué era lo que hazer quería. El le respondio que quería yr a buscar al villano y castigalle de tan mal termino y hazer pagado a Andres hasta el vltimo marauedi, a despecho y pesar de quantos villanos huuiesse en el mundo. A lo que ella respondio que aduirtiesse que no podia, conforme al don prometido, entremeterse en ninguna empresa hasta acabar la suya, y que pues esto sabia el mejor que otro alguno, que sossegasse el pecho hasta la buelta de su reyno.

«Assi es verdad», respondio don Quixote, «y es forçoso que Andres tenga paciencia hasta la buelta, como vos, señora, dezis; que yo le torno a jurar y a prometer de nueuo de no parar hasta hazerle vengado y pagado.»

«No me creo dessos juramentos», dixo Andres; «mas quisiera tener agora con que llegar a Seuilla, que todas las venganças del mundo;   —77→   deme, si tiene ai, algo que coma y lleue, y quedese con Dios su merced y todos los caualleros andantes, que tambien1245 andantes sean ellos para consigo1246, como lo han sido para conmigo.»

Sacó   -fol. 177v-   de su repuesto Sancho vn pedaço de pan y otro de queso, y, dandoselo al moço, le dixo

«Tomá, hermano Andres; que a todos nos alcança parte de vuestra desgracia.»

«Pues ¿qué parte os alcança a vos?», preguntó Andres.

«Esta parte de queso y pan que os doy», respondio Sancho; «que Dios sabe si me ha de hazer falta o no, porque os hago saber, amigo, que los escuderos de los caualleros andantes estamos sujetos a mucha hambre y a mala ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dizen.»

Andres asio de su pan y queso, y, viendo que nadie le daua otra cosa, abaxó su cabeça y tomó el camino en las manos, como suele dezirse. Bien es verdad que, al partirse, dixo a don Quixote:

«¡Por amor de Dios, señor cauallero andante1247, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hazen pedaços, no me socorra ni ayude, sino dexeme con mi desgracia, que no sera tanta que no sea mayor la que me vendra de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos quantos caualleros andantes han nacido en el mundo!»

  —78→  

Yuase a levantar don Quixote para castigalle, mas el se puso a correr de modo que ninguno se atreuio a seguille1248. Quedó corridissimo don Quixote del cuento de Andres, y fue menester que los demas tuviessen mucha cuenta con no reyrse, por no acaballe de correr del todo.