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51

Ni siquiera la explicación brillantemente defendida por F. Zufferey, «Philologie matérielle et codicologie: l'enseignement des chansonniers provençaux», en Filologia classica e filologia romanza, págs. 429-442, para la vida de Uc de Saint-Cir, carece de resquicios abiertos, porque los agregados del cancionero B tienen más contenido significativo del habitual en un mero postizo.

 

52

La acuñación es de F. Bowers, Bibliography and Textual Criticism, págs. 71-74, y sin duda ofrece flancos a la crítica; pero la anormalidad no puede postularse: si acaso, se prueba. Cf. n. 39.

 

53

Es grato citar a tan benemérito pionero en la materia como Giovanni Aquilecchia, «“Redazioni a stampa” originarie e seriori», en La critica del testo. Problemi di metodo ed esperienze di lavoro, Roma, 1985, págs. 67-80 (77), a quien debemos la ejemplar edición de las Poesie varie de Pietro Aretino (en colaboración con A. Romano, Roma, 1993). Pero el trabajo aludido, aun siendo imprescindible, es a veces poco productivo o redundante; vid. N. Harris, «Filologia e bibliologia a confronto nell'Orlando furioso del 1532», en Libri, tipografi, biblioteche. Ricerche storiche dedicate a Luigi Balsamo, Florencia, 1997, págs. 105-122.

 

54

Por el momento, baste remitir a mi «Historia del texto» (n. 49), págs. CXCVII-CC.

 

55

La mejor descripción del procedimiento está en la Institución de Paredes, fol. 35v; vid. arriba, n. 48, y F. R., «Don Quijote, Madrid, 1604, en prensa», Bulletin Hispanique, CI (1999), págs. 415-434.

 

56

Vid. el aparato crítico (573.17-18) en la edición del Instituto Cervantes.

 

57

Con esa certeza, pasa a ser significativa la inconexión entre el reclamo correcto de K2v («el vivo») y el principio incorrecto de K3 («el vino a la hogaza»): si la composición hubiera sido seguida, y no por formas, el cajista no habría leído «vino», por atracción semántica («hogaza», 'pan'), sino «vivo», al hilo del refrán.

 

58

Incluso si Cervantes las hubiera insertado por sí mismo o las hubiera aprobado de manera expresa (como en cierta medida lo haría implícitamente, pues es fácil que los retoques de esa índole entraran en los márgenes de libertad concedidos a la imprenta para un «libro de entretenimiento»), nos hallaríamos ante cambios tan ocasionales y tan patentemente promovidos por necesidades tipográficas, que habríamos de seguir la lectura de 16052. El asunto es bien conocido; vid. sólo F. R., «El título del Quijote», Bulletin of Spanish Studies, LXXXI: 4-5 (2004), n. 15.

 

59

En adelante extracto las páginas 230-236 de «Crítica textual y transmisión impresa...» (arriba, n. 24). Remito a los loci y variantes comentados indicando en cursiva el número (de página y línea) correspondiente en el aparato crítico del volumen 20 de «Biblioteca clásica»: Fernando de Rojas (y «antiguo autor»), La Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea, edición de Francisco J. Lobera y Guillermo Serés, Paloma Díaz-Mas, Carlos Mota e Íñigo Ruiz Arzálluz, y F. R., Barcelona, 2000; y doy por supuestas las observaciones y referencias bibliográficas contenidas en mi mentado artículo y en el aparato y otras secciones de dicha edición. En las citas, indico en negrita tanto las adiciones como las supresiones o lecturas que acortan el texto, pero poniendo éstas entre paréntesis angulares; cuando conviene consignarla, sigue entre corchetes la variante de la Comedia. Para dar una idea de la caja usual en las ediciones primitivas de la Tragicomedia, señalo con una raya vertical los cambios de línea en la más antigua que conservamos, Zaragoza, 1507.

 

60

El arte de «La Celestina» (1956), traducción de M. Frenk, Madrid, 1974, págs. 38 y sigs.