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Francisco de Rojas Zorrilla

Biografía de Francisco de Rojas Zorrilla

La biografía de Francisco de Rojas Zorrilla quedó perfilada en sus datos fundamentales en el documentado estudio que le dedicó Emilio Cotarelo y Mori de 1911. En cierta medida, se trata de una vida en la sombra. Poco es lo que sabemos sobre su infancia, juventud o incluso sobre su formación y estudios. Nació en Toledo el 4 de octubre de 1607, pero muy pronto se trasladó a vivir a Madrid con sus padres, el alférez Francisco Pérez de Rojas y Mariana de Besga y Zorrilla. Fue el mayor de seis hermanos. Probablemente estudió Humanidades en su ciudad natal y más tarde pudo continuar con su formación en las universidades de Alcalá y Salamanca, pero no se ha encontrado huella documental sobre ello. En algunas obras se percibe que contaba con algunos conocimientos jurídicos y en otras aparece cierta familiaridad con la vida estudiantil (Obligados y ofendidos, por ejemplo, o Lo que quería ver el marqués de Villena, cuya acción se desarrolla en Salamanca). Además, por algunas alusiones en vejámenes literarios, nos consta que todavía andaba vestido de estudiante en 1636.

Desde el otoño de 1631 se halla en Madrid participando activamente en la vida literaria de la ciudad. Ya aparece entre los 89 poetas que celebran la puntería de Felipe IV al matar un toro de un arcabuzazo en el Anfiteatro de Felipe el Grande que publicó José de Pellicer de Tovar en 1631. Además, Juan Pérez de Montalbán le elogia en su Para todos, obra impresa en 1632: «Don Francisco de Rojas, poeta florido y galante, como dicen los aplausos de las ingeniosas comedias que tiene escritas». Esta cita demuestra que ya por entonces tenía fama como dramaturgo, si bien la primera noticia segura que tenemos de su actividad teatral es la representación de Persiles y Segismunda en el Pardo el 23 de febrero de 1633, por la compañía de Luis López de Sustaete. Por las mismas fechas, o quizá antes, había colaborado con Calderón y quizá con Pérez de Montalbán en El monstruo de la fortuna. A partir de entonces, va a alcanzar el éxito como dramaturgo y no habrá año en que no proporcione a los escenarios madrileños un buen número de textos dramáticos. Su reconocimiento en la Corte se confirma con el estreno de Los bandos de Verona, el 4 de febrero de 1640, obra que sirvió para inaugurar el deslumbrante Coliseo del Buen Retiro.

En efecto, los estrenos en los escenarios palaciegos se suceden en esta época. Son fecundos para el dramaturgo los años 1635 y 1636, en los que lleva a la escena al menos trece obras; seis en 1635: No hay ser padre siendo rey (1 de enero), El catalán Serrallonga (10 de enero), escrita en colaboración con Luis Vélez de Guevara y Antonio Coello, Peligrar en los remedios (6 de abril), El profeta falso Mahoma (6 de junio), El villano gran señor y gran Tamorlán de Persia (16 de septiembre), en colaboración con Villanueva y Roa, y Santa Isabel, reina de Portugal (18 de septiembre); y otras siete en 1636: Progne y Filomena (10 de enero), El jardín de Falerina (17 de enero), obra escrita en colaboración con Calderón y Antonio Coello, El mejor amigo el muerto (2 de febrero), escrita en colaboración con Luis de Belmonte y Calderón, Obligados y ofendidos (27 de abril), El monstruo de la fortuna (5 de junio), No hay amigo para amigo (29 de junio) y Donde hay agravios no hay celos (noviembre).

La llegada a Madrid de la princesa María de Borbón, princesa de Carignan y esposa del príncipe de Saboya, que coincidió en el tiempo con la noticia de la elección como Rey de Romanos de Fernando III de Hungría y Bohemia, casado con una hermana del rey español, fue ocasión para grandes fastos en la corte madrileña. Entre los festejos que se organizaron en el Buen Retiro en febrero de 1637 por dicho motivo se llevó a cabo una academia poética en honor de Felipe IV en la que Vélez de Guevara fue el presidente, Alfonso de Batres el secretario y Francisco de Rojas el fiscal. Estos dos últimos escritores se encargaron además del vejamen que cerraba el certamen. Durante estas fiestas estrenó Rojas, el 24 de febrero de 1637, El robo de las sabinas, obra escrita en colaboración con Antonio Coello. Por las mismas fechas se representaron en el Pardo otras dos obras suyas: Donde hay agravios no hay celos (el 29 de enero) y El más impropio verdugo (el 14 de febrero). Al año siguiente, con motivo de la estancia en la Corte de la duquesa de Chevreuse, María de Rohan Montbazon, se organizaron nuevos festejos. En este caso el propio Rey encargó a Rojas el vejamen del certamen poético que se celebró el 11 de febrero de 1638 en el Buen Retiro. Curiosamente, el 29 de abril de 1638 corrió por la Corte la falsa noticia de que Rojas había muerto a consecuencia de unas cuchilladas propinadas por algún caballero agraviado por su sátira. Ese mismo año escribía una de sus obras más conocidas: Entre bobos anda el juego.

En 1641 se casó con Catalina Yáñez Trillo de Mendoza, natural de Guadalajara. Tuvo un hijo, Antonio Juan, en 1642. Antes ya había tenido con María de Escobedo una hija natural que, con el tiempo, se convertiría en la famosa actriz conocida como «la Bezona».

En 1643 se inician las diligencias para la obtención del hábito de Santiago, asunto que se dilataría bastante tiempo por haber jurado algunos testigos que Rojas tenía ascendencia judía y morisca, e incluso un antepasado quemado por judaizante por el Santo Oficio. Finalmente, obtuvo el hábito en 1646.

Rojas también compuso algunos autos sacramentales representados en Madrid en aquella época: en el Corpus de 1639 se pusieron en escena cuatro autos, de los cuales dos eran de Calderón, uno de Coello y otro de Rojas, el Hércules, que fue representado por la Compañía de Manuel Álvarez Vallejo. Al año siguiente fueron dos de Calderón y dos de Rojas: El rico avariento y Las ferias de Madrid, llevados a escena por la Compañía de Bartolomé Romero. En 1641, con Calderón ausente, se reparten los autos Mira de Amescua, Vélez de Guevara y Rojas, que compone dos, ambos perdidos: El Sotillo de Madrid y el Sansón. Según los Avisos de Pellicer el primero de ellos «no pareció bien» y los comisarios del Corpus ordenaron algunas reformas.

Su carrera dramática se vio perjudicada por la suspensión de las representaciones teatrales decretada a la muerte de Isabel de Borbón en octubre de 1644 y renovada después a causa del fallecimiento del príncipe Baltasar Carlos en octubre de 1646. De repente, Felipe IV dio permiso para que se representaran autos en la fiesta del Corpus de 1647 y fue Rojas el que escribió «en tres días», como se señala la loa de Cáncer, el auto El gran patio de palacio.

Pocos meses después, el 23 de enero de 1648, moría nuestro poeta de manera repentina, cuando contaba solamente cuarenta años de edad.

El repertorio dramático de Rojas es bastante amplio aunque, salvo en unos pocos casos, no demasiado conocido. En vida publicó dos partes de comedias (1640 y 1645) y parece ser que estaba preparando una tercera cuando le sorprendió la muerte en 1648. A pesar de su temprana desaparición, el número de obras que escribió y que se le atribuyen es elevado. Ya en los primeros índices de comedias que se confeccionan, la lista de Fajardo (1716) y la de Medel del Castillo (1735), Rojas aparece muy bien representado. Este último recoge 81 títulos a nombre de Rojas sin contar con las comedias en colaboración y los autos sacramentales. Emilio Cotarelo cita 44 obras propias, 13 en colaboración, 21 apócrifas y dudosas, y 11 desconocidas. Las cifras que propone en 1965 MacCurdy son algo más ponderadas: 37 comedias propias, 31 apócrifas o dudosas, 7 perdidas, 15 en colaboración, 8 autos sacramentales propios y 8 apócrifos, y, finalmente, dos entremeses.

Rojas Zorrilla conoció el éxito en vida, no en vano fue durante unos años el dramaturgo preferido de la Corte, y no fue olvidado tras su muerte, ya que algunas de sus obras continuaron vivas en los escenarios durante los siglos siguientes: obras como Los bandos de Verona, Donde hay agravios no hay celos o Los áspides de Cleopatra, por ejemplo, fueron representadas con asiduidad durante el siglo XVIII. Además, la notoriedad adquirida por Rojas hizo que una y otra vez los impresores de la segunda mitad del siglo XVII y los del siglo XVIII utilizaran su nombre como reclamo a la hora de imprimir y vender comedias. El propio dramaturgo se quejaba amargamente en la dedicatoria al lector de la Segunda parte de las comedias... (Madrid, Francisco Martínez, 1645) de la falta de rigor de impresores y libreros:

Imprimen en Sevilla las comedias de los ingenios menos conocidos en nombre de los que han escrito más; si es buena la comedia, usurpando a su dueño la alabanza, y si es mala, quitando la opinión al que no la ha escrito. Habrá quince días que pasé por las gradas de la Trinidad y, entre otras comedias que vendían en ellas, era el título de una Los desatinos de amor, de don Francisco de Rojas. ¿No me bastan -dije- mis desatinos, sino que con mi nombre bauticen los ajenos?

En principio, tenemos seguridad de las 24 obras que Rojas publicó en vida en sus dos partes de sus comedias, aunque una de ellas, Los tres blasones de España, fue escrita en colaboración con Antonio Coello. Pero el asunto se complica cuando tratamos de recopilar las obras escritas por Rojas que no llegaron a la imprenta bajo su control y responsabilidad. Es indudable que era por entonces un dramaturgo de éxito y, por ello, impresores y libreros utilizan su nombre como gancho comercial. No es extraño, pues, encontrar un buen número de obras impresas a su nombre y que, con toda seguridad, no salieron de su pluma.         

Esta situación hace que persistan todavía numerosas dudas sobre la autoría de algunas obras, así como que sigan apareciendo textos perdidos hasta hace bien poco. Actualmente, los datos que podemos aportar con seguridad sobre el corpus dramático del dramaturgo toledano, sin contar las obras perdidas o de autoría dudosa, son los siguientes: 42 comedias de autoría segura, 5 autos sacramentales y 14 comedias escritas en colaboración con otros dramaturgos.

Rafael González Cañal
Universidad de Castilla-La Mancha

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