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Mayeques, labradores.

 

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Axayacat, nombrado Axayacazin por los mejicanos, fue uno de los más célebres monarcas de aquel imperio. Conquistó muchas provincias, hizo edificar uno de los mejores templos de Méjico y dos grandes palacios, uno de los cuales sirvió de cuartel a los españoles.

 

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En una nota de la primera parte de esta obra hemos advertido que Ixtacihualt significa damablanca. Este nombre, dado por los mejicanos a aquel monte, tuvo origen, según la tradición popular, en la aparición de una mujer misteriosa que entronizada en aquella cumbre, pronosticó la destrucción del imperio. Nuestros lectores no habrán olvidado que Moctezuma en su primera conferencia con los príncipes de su sangre hizo mención de este hecho, que era generalmente acreditado.

 

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Era una creencia popular que los volcanes arrojaban en sus erupciones las almas de los reyes tiranos para que castigasen a los pueblos.

 

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La erupción que aquí se describe acaeció algunos meses antes del tiempo en que la coloca la autora, la que no ha creído tomarse libertad excesiva atrasándola un poco para darla lugar en su novela.

 

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Solían llamar así a Cortés. La traducción literal de esta palabra no es conocida en nuestra lengua. Parece, sin embargo, que, el título de Malinche era honorífico.

 

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La dinastía Tepaneca era una de las más antiguas e ilustres del Anáhuac.

 

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El imperio de Atzcupuzalco, fundado por los Tepanecas, era el más poderoso de todos los reinos del Anáhuac. Las tiranías y usurpaciones de su último soberano, llamado Moctlaton, obligaron a los nobles mejicanos y a los de Tezcuco a coligarse para hacerle guerra: bajo las órdenes del valiente general Moctezuma dieron una batalla, célebre en los fastos de la historia mejicana, pues murió en ella Moctlaton, quedando destruido casi todo su ejército. El imperio de los Tepanecas desde entonces hizo parte del mejicano.

Un solo vástago quedó de la dinastía destronarla y el emperador de Méjico, que sin duda era hombre político, creó para aquel príncipe el reino de Tacuba.

Muerto el emperador Izcoal, le sucedió por aclamación general su sobrino el célebre guerrero Moctezuma que reiné con gloria 28 años, y murió casi al mismo tiempo que el rey de Tacuba. Sucedió a este último su único hijo llamado Alcoyolt, y ocupó el trono imperial uno de los que dejó Moctezuma I, bajo el nombre de Tizoczin. Murió este antes que el nuevo rey de Tacuba, que alcanzó el reinado de Axayacat, sucesor y primo de Tizoczin, pues era hijo de un hermano de Motezuma I. Algunos años después de la coronación de Axayacat acabó su vida el vástago de los Tepanecas. y de los hijos que tuvo sólo le sobrevivió uno, que le sucedió en el trono, casándolo Axayacat con una princesa de su familia.

Para dar al lector mayor conocimiento de la genealogía de nuestro protagonista, añadiremos que muerto Axayacat le sucedió Almitzonzin, reinando todavía en Tacuba el hermano político del difunto emperador, que tenía de la princesa mejicana un hijo que le sucedió en 1497. Este príncipe es el que reinaba en Tacuba cuando Hernán Cortés llegó a Méjico, y el mismo que ha dado lugar a esta explicación. Casó al subir al trono con una hija de Axayacat su tío, hermana por consiguiente del príncipe que siete años después subió al trono imperial con el nombre de Moctezuma II, y con el cual ya debe estar el lector asaz familiarizado.

Por esta explicación se verá claramente que Guatimozin era hijo de un primo y de una hermana de Moctezuma II; nieto de Axayacat. por su madre, y por parte de padre vástago, por línea recta de varón, de la real familia Tepaneca.

En aquel joven príncipe y en su padre se habían mezclado la sangre de los aztecas a la de los antiguos dominadores del Anábuac.

Creemos interesantes estas noticias genealógicas respecto a nuestro héroe, por no hallarse en los historiadores europeos que han tratado de la conquista de Méjico. Bernal Díaz del Castillo, que es el más minucioso, no hace mención de Guatimozin hasta el momento en que sube al trono, y no da de él otros antecedentes sino que era deudo cercano de Moctezuma y casado con una hija de aquel monarca. Solís no dice ni aun esto. Presenta a Guatimozin electo emperador por unanimidad, en una edad tan temprana que el mismo historiador español se admira, y dice que debió a sus grandes hazañas el olvido que se tuvo de sus pocos años. El célebre Roberston, que en su imparcial y filosófica Historia de la América tributa una especie de homenaje a la capacidad y valor de aquel desventurado príncipe, no nos instruye mejor acerca del origen y antecedentes del héroe que nos pinta, y que hace su pincel más interesante. Se limita a expresar que era sobrino, y yerno de Moctezuma; pero nunca nos le presenta hasta la época de su coronación.

Extraña cosa me ha parecido que en la historia en que se hace particular mención de los señores más notables del imperio mejicano, se diga tan poco de aquel que por grandes hazañas (según dice Solís) mereció ser elevado al imperio a la edad de 22 años, con preferencia a los reyes de Tezcuco, Matalcingo, Coyoacan y otros muchos señores poderosos y como él de sangre real. No concibo cómo está oscurecido hasta el momento de su coronación un personaje que tanto figura después en la historia de la conquista, y que es indudable debió figurar antes, puesto que tan alto aprecio se granjeó entre sus compatriotas, que le elevaron al solio a pesar de sus pocos años y en circunstancias tan críticas.

El talento y extraordinario valor que mostró el joven rey en la heroica defensa de la ciudad imperial, aumentando el interés que inspira su desventura, hace más vivo el deseo de conocer su vida anterior y los antecedentes que le condujeron a la elevación de la que le precipitaron los conquistadores. Este deseo me ha obligado a registrar cuidadosamente cuantos libros se han publicado sobre Méjico, así en Europa como en América; y si las noticias que doy no son perfectamente exactas, puedo creer al menos que son verosímiles y no infundadas.

 

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Cortés había pedido permiso a Moctezuma para hacer una capilla a la Madre de Jesús, y el emperador no solamente se lo permitió, sino que le envió sus mejores albañiles y carpinteros para que los emplease en el trabajo.

 

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Solís no dice nada de la prisión de estos personajes, y sólo hace mención de la del señor de Tezcuco. Bernal Díaz del Castillo dice que fueron presos, y justifica el hecho alegando que no visitaban a Moctezuma y que habían sido cómplices en la conjuración de Cacumatzin. No habiendo sido presos al mismo tiempo que dicho príncipe, no es presumible fuese la causa aquella conjuración, y el no visitar a Moctezuma no podía considerarse delito digno de tan gran castigo. El mismo B. D. del Castillo expresa que fueron presos los príncipes de Tacuba y Coyoacan en vísperas del reconocimiento del vasallaje del rey de España, y al tratar de esto dice: «Como el capitán Cortés vio que ya estaban presos aquellos reyecillos, dijo a Moctezuma que pues ya había entendido el gran poder de nuestro rey y señor, y que de muchas tierras le dan parias y tributos y le son sujetos muy grandes reyes, que será bien que él y todos sus vasallos le den la obediencia, etc. etc.»

Es de inferir por esto que la prisión de aquellos príncipes tuvo por objeto quitar todo obstáculo al reconocimiento del vasallaje, y que la pasada conjuración, si para algo se recordó, solo fue como pretexto y no como verdadera causa. Bernal Díaz del Castillo dice que también fue preso el príncipe de Iztacpalapa; pero esto se ve desmentido por él mismo algunas páginas después, en que dice fue proclamado emperador y asistió personalmente al sitio del cuartel español en que murió Moctezuma.