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ArribaAbajo Tercer principio: un solo nombre para varias especies

101. A lo largo de estas páginas he dicho cómo ciertos términos oficiales estaban condicionados por la necesidad de evitar la homonimia. Así, la adopción -poco afortunada- de galupe para discriminar algo en la familia de los mugilidos (§ 25), la de cachucho para obviar el choque con dentón (§ 48), la de coquina porque chirla ya se había utilizado (§ 51). No obstante la parquedad en datos de la NOE, se documenta con frecuencia dualidad de nombres vulgares para llamar a varias especies ictiológicas. Los biólogos tropiezan con las mismas dificultades que nosotros: las designaciones monosémicas pueden ser reales, producidas por ignorancia del informante o por cierto deslizamiento significativo que se produce al identificar seres marinos muy próximos151. En la NOE habrá que tener en cuenta, -además- que la colisión homonímica dejará de actuar si el nombre afecta a peces distintos y en regiones no contiguas.


ArribaAbajoa) Homonimia próxima

102. Si la confusión se produce entre seres marinos pertenecientes a la misma familia152, el riesgo lingüístico es nulo, puesto que se trata de animales sumamente parecidos, para los cuales el naturalista establece unos matices que el pueblo desatiende. Incluso muchas veces, el biólogo no considera relevantes los rasgos distintivos y funde en su NOE, dos o más seres. En la ordenación siguiente consideraré las posibilidades de confusión dentro de la misma familia; confusión poco significativa en sí misma, pero que obliga a buscar un nombre oficial distinto de los que entran en colisión, o a aceptar uno de ellos con sacrificio del otro. En la obra que comento hay materiales que llevan a la confluencia del significante en los siguientes casos:


ArribaAbajo A) En el mismo territorio geográfico

103. Ami (vasco) designa al Euthynnus alletteratus (p. 112) y al E. pelamys (p. 113).

104. Anduriña (gallego) es válida para dos Chlamys (opercularis y varia, pp. 198-199).

105. Atún chiquia (vasco) muestra la misma coincidencia señalada en ami.

106. Barborín (santanderino) es el nombre de dos «salmonetes»: Mullus barbatus (p. 84) y M. surmulletus (p. 85).

107. Berrugueta (sant., ast.) sirve para el Johnius regius (p. 81) y la Sciaena cirrhosa (p. 82).

108. Bonito (sant., gallego153) cubre los campos de Germo alalunga (p. 108), Sarda sarda (p. 111) y Euthynnus pelamys (p. 113).

109. Brótola (andaluz) designa a dos Phicis (phicis y blennioides, pp. 148 y 149).

110. Capellá (balear) es el nombre de varios escoftálmidos distintos: Cithares linguatula (p. 165) y diversos Lepidorhombus (p.169).

111. Carabinero (and., canario) nombra al Aristeus antennatus (p. 215), a la Aristeomorpha foliacea (p. 216) y al Plesiopenaeus edwardsianus (p. 217).

112. Carromarro (vasco) es tanto el Carcinus maenas (p. 229) como el Portunus puber (p. 230).

113. Corujo (gallego) designa al Scophthalmus maximes (p. 167) y al S. rhombus (p. 168).

114. Chirla (santanderino) son dos moluscos parecidos: Tapes pullastra (p. 189) y Donax trunculus (p. 193).

115. Choco (gallego) es el nombre de dos «jibias»: Sepia officinalis (p. 208) y S. orbignyiana (p. 209).

116. Déntol (levantino, balear) sirve para el Dentex dentex (p. 61) y para el D. macrophthalmus (p. 62).

117. Esquila (santanderino) da la designación vulgar del Leander serratus (p. 218) y del Crangon crangon (p. 219).

118. Jibión (santanderino) denomina a los diversos «calamares» acogidos bajo el nombre científico de Loligo (p. 205) y a la Sepia officinalis (p. 209).

119. Kabrarroca (Vasconia) cubre el campo semántico de los escorpénidos: Scorpaena scrofa y S. porcus (pp. 93 y 94, respectivamente).

120. Lisa (costa sahariana) son todos los mugílidos: el Mugil auratus (p. 47) y el resto del grupo (p. 48).

121. Lura (gallego) vale para Loligo sp. (p. 205) y Ommastrephes sagittatus (p. 207); es decir, para los calamares finos y bastos.

122. Makaela (vasco) es el Scomber scombrus (p. 105) y el S. colias(p. 106) y, aun puede añadirse, el Auxis thazard (p. 115), escómbrido como ellos y cuyo tamaño no difiere de manera notable.

123. Molla (catalán), igual que la brótola andaluza designa a las dos Phycis (pp. 148-149).

124. Múrice (canario), suponiendo que sea forma válida154, valdría para el Murex brandaris (p. 184), M. trunculus (p. 185) y hasta para la Purpura haemastroma (p. 186), bastante diferente en cuanto a su forma.

125. Pancho (Asturias) es el Pagellus cantabricus (p. 66) y el acarne (p. 67).

126. Pelaya designa en catalán a dos escoftálmidos (el Citharus linguatala y el lepidorhombus, pp. 167 y 169) y a un pleuronéctido (el Platichtys flesus, p. 171), pero su forma es tan semejante que la confusión -de existir- no resulta inadmisible.

127. Rellena (santanderino) suscita idénticos problemas a los del choco y la sepia.

128. Sepia en catalán presenta las mismas convergencias que las señaladas para el choco gallego.

129. Sopa (asturiano) da nombre vulgar a dos espáridos: Spondyliosoma cantharus (p. 73) y Sarpa salpa (p. 75).

130. Verigüeto (santanderino)155 es el Cardium edule (p. 187) y la Venus verrucosa (p. 192).

131. Xarda (gallego) coincide totalmente con lo que he dicho a propósito de Scomber, s. v. makaela (pp. 105-106).




ArribaAbajo B) En regiones geográficamente limítrofes

132. Aunque he repetido hasta la saciedad el valor muy relativo que tiene la geografía en la NOE, hago este nuevo apartado porque -desde un punto de vista sistemático- puede ayudar a la ordenación de los materiales. Por más que se encuentre supeditado a nuevas precisiones salidas de la geografía lingüística.

133. Berruenda es en las Vascongadas y Santander dos Molvae, la molva y la macrophthalma (pp. 150-151).

134. Bisol en Cataluña y Levante156 es el nombre vulgar del Scomber colias (p. 106) y del Auxis thazard (p. 115).

135. Faneca se recoge en Andalucía y Canarias157 para el Gadus lucus (p. 143) y el G. capellanus (p. 144).

136. Lamote (vasc., sant.) es la «breca» (Pagellus erythrinus, p. 65) y el «pargo» (Spayus pagyus, p. 70).

137. Machote (sant., ast.) designa a dos espáridos: el «dentón» (Dentex dentex, p. 61) y el «pargo» (Spayus pagyus, p. 70), ambos no difíciles de diferenciar.

138. Móllera (Levante) viene a designar al Gadus merlangus y al G. capellanus (pp. 142 y 144) y, en Cataluña, además, se hace coincidir a éste con la Phycis phycis (p. 148).

139. Trancho llaman en ast. y gall. a la Clupea sprattus (p. 21) y a la Alosa alosa (p. 23).




ArribaAbajoC) Seres pertenecientes al mismo orden

140. En este grupo incluyo peces y moluscos que, de familia distinta, tienen de común un parecido externo, que ha llevado a la unidad de designación. Teniendo en cuenta su escasez y las razones expuestas en el apartado B acerca del valor geográfico que tienen las localizaciones de la NOE, incluyo juntos los nombres de la misma región o de regiones contiguas.

141. Agulla (Cat., Lev.) y alcrique (gall.) presentan idéntico problema: ambos designan al Scomberesox saurus «paparda» (p. 39) y al Belone belone «aguja» (p. 41). La forma de los dos peces es suficientemente parecida (alargada, con pico) para que puedan confundirse; por otra parte, el escomberesócido y el belónido constituyen el orden de los beloniformes, lo que justifica -también- su parentesco biológico.

142. La espada y el pez sable han venido a coincidir de una manera totalmente idéntica a la de agalla y alcrique. El canario espada sirve para nombrar al Lepidopus caudatus (p. 117) o «pez cinto» y al Trichiurus lepturus (p. 119) o «sable», equivalencia que se repite en el pez sable andaluz. Cierto que los naturalistas constituyen con ellos dos familias, incorporadas en el orden de los escombriformes, pero su parecido es sumamente grande, mucho mayor que el que puedan tener con los peces más afines de este orden.




ArribaAbajo D) Coincidencias dentro de una geografía discontinua

143. La inseguridad de los datos de la NOE no permite tener certeza en si es casual la coincidencia de Andalucía y Cataluña llamando escolar a la Phycis blennioides (and., p. 149) y a la Molva macrophthalma (cat., p. 151), ambos gádidos.

144. Otro tanto cabe decir de la sarda, que en Asturias es el Scomber scombrus (p. 105), mientras que en Andalucía es el Euthynnus alletteratus (p. 112), escómbrido el uno y el otro.






ArribaAbajo b) Homonimia remota

145. Cuando los seres marinos son muy distintos, la homonimia, si actúa, no repercute sobre el sistema léxico, porque entonces cada uno de los términos está en un campo semántico incontaminable por el otro. La máxima independencia se produce si -además- la geografía es inconexa. Los dos casos que voy a considerar serán, pues, los de continuidad o discontinuidad territorial.


ArribaAbajoA) Proximidad e identidad geográficas

146. En sant. llaman aguacioso al «pejerrey» (Atherina, p. 45) y el mismo nombre dan en ast. al «lanzón» (Ammodytes, p. 136). Ningún parentesco hay entre los dos peces; el pejerrey pertenece a los actinopterigios, serie seudofisóstomos, orden mugílidos; mientras que el lanzón se incluye entre la serie de los fisoclistos, subserie de los yugulares y orden de los blenniformes.

147. Llaman cadela en gallego a la «almeja babosa» (Tapes pullastra, p. 189) y a la «navaja» (Solen sp., p. 194). Por más que ambos lamelibranquios pertenezcan al orden de los eulamelibranquios, la confusión resulta punto menos que imposible.

148. Gadus capellanus (p. 144) y Citharus linguatula (p. 165) son, en balear, conocidos como capellà, pero el primero es un gádido (serie fisoclistos, subserie yugulares, orden gadiformes) y el segundo un escoftálmido (subserie asimétricos, orden pleuronectiformes). Tampoco ahora cabe ni siquiera un remoto parecido formal. Que en las mismas Baleares se llamen de la misma manera el Citharus, recién aducido, y el Lepidorhombus (p. 169), es explicable por tratarse de peces de la misma familia.

149. El escorpión andaluz vale tanto para el «cabracho» (Scorpaena porcus, p. 93) como para la «araña» (Trachinus sp., p. 134). Ambos son fisoclistos, pero el primero de la subserie torácicos, orden escorpeniformes, familia escorpénidos; mientras que el segundo, de la subserie yugulares, orden blenniformes, familia traquínidos.

150. En Canarias figuran como gallo158 el Zeus faber (p. 52), que es un fisoclisto-torácico-zeiforme, y el Lepidrohombus (p. 169), asimétrico-pleuronectiforme-escoftálmido.

151. Llámanse judío en Andalucía el Spicara sp. o «chuela» (p. 77) y el Auxis thazard o «melva» (p. 115), cuyas diferencias son abismales, pues se pasa de un perciforme a un escombriforme.

152. La juliola de Levante es un triglida (p. 96) y la de Cataluña un lábrido (p. 102). El parecido formal, nulo. Pienso si el nombre no se habrá tomado de este último (Coxis julis).

153. Ni remotamente se pueden asemejar los seres a quienes describen en las Vascongadas como lamperna: la «lamprea» (Petromyzon marinus, p. 3) y el «percebe» (Pollycipes cornucopia, p. 233), que mal pueden entrar en colisión.

154. Otro tanto ocurre en la misma región cuando llaman ollarra al Zeus faber (p. 52) y al Lepidorhombus (p. 169), cuyas figuras no tienen el más remoto parecido.

155. En Santander es pinto el «salmón joven» (Salmo salar, p. 30) y en Galicia la «maragota» (Labras berggylta, p. l00). No se puede pretender que se parezcan dos peces pertenecientes a serie distinta: fisóstomo, el salmón; fisoclisto, la maragota.

156. Se llaman igual (reig) en Levante el «mero» (Serranus guaza, p. 57) y la «corvina» (Johnius regius, p. 81), pertenecientes a dos familias distintas (los serránidos y los esciénidos).




ArribaAbajo B) Discontinuidad geográfica

157. Si la nomenclatura vulgar coincide, pero se refiere a seres de familias distintas y con localización remota, no cabrá pensar en que estos hechos tengan ninguna motivación común. Tal es el caso de que en Santander llamen almeja (Tapes aureus, p. 190) a un lamelibranquio y en Levante den el mismo nombre a otro molusco (Venus gallina, p. 191)159; el de la cabra cantábrica (cast. «serrano», Paracentropristis sp., p. 56) y su homónima levantina (cast. «centolla», Maia squinado, p. 232); el del papagayo (o, mejor, papagayo) andaluz (cast. «maragota», Labrus berggylta, p. l00) y balear (cast. (?) raó, Xirichthys novacula, p. 103); el del pez sable santanderino (Alosa alosa, p. 23) y meridional Lepidopodus caudatus, p. 117)160 o la vieja andaluza (Dentex filosus, p. 63) y la canaria (Scarus cretensis, p. 98)161.

158. Al intentar extraer alguna conclusión de las series anteriores vemos que la homonimia, aunque se dé entre seres muy distintos y en regiones inconexas, no puede actuar sobre la estructura del léxico, salvo en el caso de que se haya utilizado ese término para nombrar oficialmente a otro ser marino. La dificultad está en las series muy próximas: en ellas las interferencias léxicas son muy variadas, por la sencilla razón de que el campo semántico en el que nos movemos es, virtualmente, el mismo, con las zonas marginales que establecen las diferencias entre seres de idéntica familia. He hablado en otra ocasión del valor de estos hechos para los dialectólogos162 y ahora vuelven a suscitarse con idénticas motivaciones: en animales muy semejantes, la inestabilidad léxica es grande, puesto que se aplica a seres parecidos; lo que encontramos es -frecuentemente- ecuaciones del tipo a:b = b:a, o cualquier otra fórmula en la que uno de los elementos de un miembro se intercambia con el opuesto del segundo163. Lingüísticamente, el trueque es poco significativo porque el soporte semántico del significante es, en buena parte, el mismo. Pero la dificultad lingüística surge en el momento en que para dar validez oficial a un término hay que sacrificar a otro o -dicho de manera diferente- cuando queramos saber qué opinión se ha seguido para conceder la oficialidad. Entonces resulta que, de todas las enumeraciones que he hecho en este capitulillo, sólo el bonito (Sarda sarda), el carabinero (Plesiopenaeus edwardsionus), la lisa (Mugil sp.), la faneca (Gadus luscus, por error lucus), el sable (Trichiurus lepturus) y el gallo (Lepidorhombus sp.) han sido escogidos como términos oficiales, a pesar de ser homónimos de otros. Indudablemente, el juicio seguido para la elección ha sido el de la claridad y, si ha accedido a la nomenclatura oficial algún nombre que se repite en las series, hemos de reconocer que el criterio utilizado es el únicamente válido: dar como general el más extendido y el de la especie más conocida164. Tanto más importante esta cuidadosa selección por cuanto se difundirá el nombre elegido y se convertirá en definidor de todas las denominaciones acogidas bajo él.








ArribaAbajo Cuarto principio: encuestas in situ

159. Al enumerar los criterios con que deben ordenarse los materiales, antes de elegir el nombre oficial de un ser marino, he dicho que es necesario recoger una terminología real, esto es, empleada por las gentes de la mar; fidedigna, para que biólogos y lingüistas operemos sobre materiales dignos de confianza; completa, para no dar como general lo que es muy limitado y no dejar vacías las casillas ocupadas, y -por último- consecuencia de todo ello, sólo debemos conceder nuestro asentimiento a los materiales recogidos por un especialista en los lugares pertinentes. De este modo nos enfrentamos con una metodología que es la de la encuesta dialectal, con una técnica depurada por cien años de experiencias (selección de los puntos de encuesta y de los informantes, modo de formular las preguntas, transcripción, etc.). No puedo detenerme aquí sobre estos extremos, sí quiero comentar los puntos que considero relevantes en este cuarto principio.




ArribaAbajoA) Terminología real

160. A lo largo de estas páginas he señalado cómo los «nombres oficiales» que da la NOE infinidad de veces no corresponden a términos que existan en ninguna parte (empleando siempre los materiales de la NOE). La pregunta inmediata es si tales palabras tienen vida real o no entre los pescadores; sería el caso de todos los seres que he agrupado en los §§ 80, 82, 178. Incluso ha habido ocasiones en que la nomenclatura parece libresca, como en la adopción de términos extranjeros (§§ 24-28, 27 n. I, 47) o en la de alguno con prestigio literario165.




ArribaAbajo B) Terminología fidedigna

161. También esta cuestión ha sido comentada en páginas anteriores. Las mil rectificaciones que he hecho a la localización de los términos, a su transcripción, a la existencia de otros no tenidos en cuenta, etcétera, nos obligan a atenuar mucho el valor de lo que la NOE aporta. Me permito remachar en el clavo con otras muestras no aducidas todavía.

162. En la p. 74, la boga (Boops boops) es designada como catalufa en Canarias y costa del Sahara. La palabra no la encuentro en ninguna parte: ni en Viera, ni en la Relación, ni en la Pesca de arrastre, ni en mis encuestas. Lo que se recoge en todos los sitios (literatura impresa, tradición oral) es boga. Al dentón (Dentex dentex) se le llama pargo testud en Andalucía (p. 61), información no confirmada por el ALEA (mapa 1117) ni por otras encuestas in situ. En la p. 37 se dice que morion [sic] es el nombre canario de la morena (Muraena helena) y el término merece algún comentario. Morión aparece en el Diccionario de Viera y Clavijo (II, 136), pero su descripción no resulta muy clara, ya que el moción no parece coincidir totalmente con la morena; en la Relación, morión-murión son sinónimos de morena que, a su vez, designa a dos variedades: la Afra y la Helena. En mis encuestas, sólo he recogido la palabra castellana; me extraña tanto más la ausencia del término dialectal porque el pez es harto conocido. Por ejemplo, en Las Palmas distinguían las siguientes variedades: pintá(da) o «morena de altura», pico pato «morena pintada de orilla» y negra166; en Puerto Estaca, pintada, negra y moreno macho, de color verdoso o canelo, y en Restinga la designaban morena serpentina. Por otra parte, todo el mundo sabe que a las morenas se «les llama», y acuden al canto; de Arrecife son estos versillos: «Có, có, có, morenita, toma la carná, / si no la quieres cruda, cómela guisá». Tal vez morión sea término en retirada; contra su inclusión como único representante canario están todos los testimonios que acabo de agrupar167.




ArribaAbajoC) Terminología completa

Para que la elección no sea caprichosa y cumpla con los requisitos que vamos enunciando, es necesario disponer de unos materiales homogéneamente dispuestos sobre todas las costas de nuestro país. Como la NOE ha descuidado este aspecto, me permito añadir algunos datos que puedan completarla.

163. Alacha (Sardinella aurita, p. 25): lacha (Santander).

164. Albacora (Germo alalunga, p. 108) se encuentra en las Islas para designar a la «hembra del atún» (Arrecife) o con total coincidencia con la NOE168. Sin embargo, las láminas con las que preguntaba por los escómbridos me dieron -creo- una terminología no siempre fija, en algunas especies al menos. Así, a nuestro Germo alalunga lo llamaron rabí (Caleta del Sebo, Puerto del Rosario), rabil (Santa Cruz de la Palma), rabino (Barlovento)169, tasarte (Arrecife)170, mientras que en Santa Cruz de Tenerife llamaron albacora al Euthynnus pelamys.

165. Anjova (Pomatomus saltatrix, p. 123): chova (Santander)171, sardinona, jábare (Laredo).

166. Araña (Trachinus sp., p. 123) es también denominación andaluza172, que se documenta en la toponimia (una playa 5 Km. al este de Málaga).

167. Bacoreta (Euthynnus alletteratus, p. 112): cimarrón (San Vicente de la Barquera, Laredo, Castro Urdiales), toíno (Santander), albacora (Caleta del Sebo, Puerto del Rosario), bonito (a)listado (Santa Cruz de Tenerife, Puerto Estaca), patu(d)o (Las Palmas, Puerto Mogán, San Sebastián de la Gomera)173.

168. Cangrejo de mar (Carcinus maenas, p. 229): cangrejo (San Fernando, Algeciras, Manilva, Málaga, Águilas, Santiago de la Ribera), cangrejo de fuera (Melilla), cangrejo de fango (Almuñécar, Motril), cangrejo conchuelo (Adra).

169. Capellán (Gadus capelanus, p. 144): abadejo (en toda la provincia de Santander), capellán (Palos, San Fernando, Manilva, Santiago de la Ribera), carpúa (Adra), faneca (Algeciras, Almuñécar, Motril), paneca (Melilla), móyora (Águilas).

170. Espadín (Clupea sprattus, p. 21): litrera (Ayamonte, San Fernando), lacha (Palos, Almuñécar, Adra), espadín (Algeciras), sardineta (Almuñécar), ploya (Motril), alsaboga (Santiago de la Ribera), sardina de ley (Caleta del Sebo, Arrecife, Puerto del Rosario, Santa Cruz de la Palma), sardina lacha (Las Palmas), sardina plateada (Santa Cruz de Tenerife), sardina arencada (Puerto Santiago), sardina negra (Puerto Mogán).

171. Jibia (Sepia officinalis, p. 208): choco (en todas mis encuestas).

172. Lamprea (Petromyzon marinus, p. 3): lizo (Palos), lambrea (Algeciras, Melilla), lamprea (Manilva, Málaga, Águilas), lampera (Santiago de la Ribera).

173. Ostra (Ostrea edulis, p. 195): ostión (general, salvo las excepciones que anoto inmediatamente), ostra (Melilla, Águilas, Santiago de la Ribera), coraza (Adra).

174. Pulpo almizclado (Eledone moschata, p. 204): pulpo mezcleño (Ayamonte), p. hidiondo (Palos), p. almizcleño (San Fernando), p. mezcler (Algeciras, Melilla, Manilva, Málaga, Almuñécar, Motril, Águilas), p. de canto (Adra), p. de fangue (Santiago de la Ribera).

175. Salmonete de roca (Mullus surmuletus, p. 85): salmón (Caleta del Sebo, Puerto del Rosario, Las Palmas), salmón de aire (Puerto Estaca), salmonete (Las Palmas), salmonete de sebaral (Santa Cruz de Tenerife)174.




ArribaAbajo D) Terminología extranjera

176. Como complemento de los apartados anteriores, debo señalar que el descuido en los nombres ajenos puede afectar a la comprensión del libro. Planeada la NOE como una obra que ha de dar fe de nuestra terminología «en las estadísticas internacionales», se decidió incluir -con un criterio digno de elogio- «los nombres más usuales de las especies en las lenguas francesa, inglesa y portuguesa»175. Las ventajas de identificación son evidentes, y evidentes también los beneficios que puede obtener un lingüista. Pero en este aspecto se ha procedido con el mismo descuido que en todo. Para cumplir los fines de esta inclusión sería preciso dar los nombres oficiales de cada país, habida cuenta que en todas partes la nomenclatura vulgar está tan enrevesada como la nuestra. E igual que en el dominio español no debía haber lagunas, tampoco debiera dejarse ningún blanco en los nombres extranjeros. Rellenar los huecos era tarea fácil, por cuanto la FAO facilita muchos datos y, sobre todo, la obra de PS, ejemplar por muchos conceptos. De todos modos, siempre parecerán escasas las referencias a inglés, francés y portugués, y no -por ejemplo- a italiano176. A continuación ordeno algunos materiales que pueden completar los informes de la NOE.

177. Alacha (Sardinella aurita, p. 25) = sardinha arinca, arenque, sardinha (portugués); arenque (Clupea harengus, p. 20) = arenque (port.); brótola de roca (Phycis phycis, p. 148) = Forkbeard (ingl.); cabracho (Scorpaena scrofa, p. 93) = Grooper, Poissonet (ingl.); cachucho (Dentex macrophthalmus, p. 126) = denté aux gros yeux (fr.), Large eyed dentex (ingl.); camarón (Leander serratus, p. 218) = camarão, camarão do rio (port.); canaílla (Murex brandaris, p. 184) = búzio (port.); pota (Ommastrepus o Todarodes sagittatus) = calmar, touteno(n), casseron (fr.), Squid (ingl.); quisquilla (Crangon crangon, p. 219) = camarão mouro, c. branco, cabra (port.); raó (Xirichthys novacula, p. 103) = Cleaver wrasse (ingl.); solleta (Citharus linguatula, p. 165) = Spotted flounder (ingl.); vieja colorada (Sparisoma o Scares cretensis) = Parrotfish (ingl.).






ArribaAbajoQuinto principio: desajuste entre distinciones

178. En la conciencia de todos están los desajustes que se producen entre dos mundos que no pueden uniformarse: el biólogo tiene la obligación de diferenciar todo aquello que puede ser distinguido, pero el pescador -con unas ideas mucho más utilitarias- sólo discrimina lo que sirve en un mundo de aplicaciones concretas. De ahí que sean razonables las palabras de la introducción: «En ocasiones (por ejemplo en el de las rayas, chuchos, lisas, pejerreyes, etc.), se han reunido bajo un solo epígrafe a varias especies similares que, para los consumidores, no se diferencian». Habría que objetar: el consumidor no es la persona más idónea para que su juicio se convierta en discriminatorio; me parece mucho más razonable buscar la opinión del marinero o pescador. Estoy de acuerdo con la necesidad de reducir, pero no caprichosamente, sino conforme a la reducción que los conocedores hacen. Así por ejemplo, rayas, chuchos, en la NOE, no son más que dos entradas, pero se trata de una drástica eliminación, ya que la gente de mar distingue sin esfuerzo la guitarra (Rhinobatus rhinobatus)177, la raya picuda (Raja macrorhynchus), la mahoma (Raja oxyrhynchus) y la raya, cuando menos. Otro tanto hay que decir de los Triglydae; en el QALM figuran las siete variedades siguientes: Trigla lineata, T. cuculus, T. lyra, T. obscura, T. lucerna, T. gurnardus, T. aspera y aun habría que añadir -por distinto que sea- el Peristedion cataphractum (números 595-602). Sin embargo, el pueblo separa fácilmente tres o cuatro de estos seres sin confundirse nunca. El galimatías empieza cuando uno se encuentra -indiscriminada- una variadísima terminología en amontonamiento caótico y bajo el nombre común de rubios, que -según la NOE- sólo aparece en la costa del Sahara.

179. Son justamente estas dos familias las que puse como ejemplo de pobreza vulgar frente a riqueza científica178, pero -entendámonos- en las Islas Canarias. Conviene, pues, no generalizar lo que es propio de un sitio a todas las costas. Para mostrar los riesgos de una excesiva simplificación y de una generosa extensión, me permito ofrecer los materiales que he reunido con referencia a rayas y rubios.


ArribaAbajo A) Ráyidos

Raja macrorhyncus = picudo (San Vicente de la Barquera, Laredo, Castro Urdiales), picón (Santander), raya moruna (Ayamonte, Palos), raya capuchina (Algeciras), raya negra (Manilva, Adra), capuchino (Málaga), raya de fondo (Águilas), noriega (Santiago de la Ribera).

Raja oxyrhynchus = picudo (Laredo, Castro Urdiales), picón (Santander), bramante, gramante (San Vicente de la Barquera), mahoma (Ayamonte, San Fernando, Almuñécar), raya picu(d)a (Palos, Manilva, Motril, Santiago de la Ribera), raya negra (Algeciras), raya pinchúa (Melilla, Málaga), manto (Adra), piquete (Águilas).

Raja clavata = raya fina (Laredo, Ayamonte), r. parda (San Fernando), r. de la costa (Manilva), gramante (Almuñécar), corvacha (Adra), pinchúa (Águilas).

Raja fullonica = r. escajuda (Laredo), r. basta (Ayamonte, San Fernando, Algeciras), r. raspucia (Palos), r. escardora (Melilla), r. cardadora (Manilva), r. cardúa (Málaga), r. pinchuda (Santiago de la Ribera).

Raja alba, R. marginata = diamante (Palos), raya fina (San Fernando), bramante (Algeciras, Manilva, Águilas), raya blanca (Melilla), gramante (Málaga, Almuñécar), r. pinchúa (Adra), r. de playa (Santiago de la Ribera).

Raja asterias = rayón (Laredo), raya de pintas (Ayamonte), r. pintarrá (Palos), r. vera (San Fernando), r. fina (Algeciras), r. estrellada (Melilla), r. de estrellas (Manilva, Águilas, Santiago de la Ribera), gramante (Adra).

Raja miraletus = raya santiaguesa (Castro Urdiales), r. fina (Castro Urdiales, Laredo), r. de espejos (Ayamonte, Santiago de la Ribera), r. lucera (Palos), r. de lunares (San Fernando, Melilla).

Raja radula = raya pelúa (Palos), r. áspera (Melilla), r. rasposa (Manilva, Málaga, Águilas).




ArribaAbajo B) Tríglidos

Trigloporus lastoviza, Trigla lineata = rubio (Ayamonte, Palos, Algeciras, Motril), cabrilla (San Fernando), rubio colorao (Melilla), borracho (Melilla, Manilva, Málaga, Almuñécar, Águilas), garneo (Adra), roncaó (Santiago de la Ribera).

Aspitrigla cuculus, Trigla cuculus, T. Pini = perlón (Santander), cuco (Laredo, San Vicente de la Barquera), c. energúmedo (Castro Urdiales), pepe (Ayamonte, Palos), rubio (San Fernando, Melilla, Manilva, Málaga, Almuñécar, Águilas, Santiago de la Ribera), borracho (Algeciras), cuco (Manilva), cabrilla (Motril), clavete (Adra).

Trigla lyra = cuco (San Vicente de la Barquera, Santander, Castro Urdiales), escacho (Laredo), garneo (Ayamonte, Palos, Algeciras, Melilla, Manilva, Málaga, Motril), malarmao (San Fernando), cabrilla (Málaga, Águilas), borracho (Almuñécar), armao (Adra), rubio (Santiago de la Ribera).

Aspitrigla obscura, Trigla obscura, T. cuculus = rubito (Ayamonte, Palos, San Fernando, Manilva), rubio langreao (Algeciras), rubio (Melilla, Motril, Águilas), chuerna (Málaga), ministro (Almuñécar), cabrilla (Adra), cuco (Santiago de la Ribera).

Trigla lucerna, T. corax, T. hirundo = perlón (Laredo, Castro Urdiales), cuco (San Vicente de la Barquera), garneo (Ayamonte), gayúo (Palos), gallineta (San Fernando), rubio macho (Algeciras), belbé (Melilla), golondrina (Manilva), patrón (Málaga), cabrilla (Almuñécar), rubio (Motril, Adra), cuquillo (Águilas), rubito (Santiago de la Ribera).

Eutrigla gurnardus, Trigla g. = cuco (Santander, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera), borracho (Ayamonte, Motril), pepe (Palos), rubio (San Fernando), golondrineta (Algeciras), merlón (Melilla), cabrilla (Almuñécar), farcamel (Adra), carcamel (Adra).

Lepidotrigla cavillone, L. aspera, Trigla aspera = cuco (Santander, Laredo, Castro Urdiales), cabete (Ayamonte, Palos, Melilla, Manilva, Málaga), rubio (San Fernando), cadete (Ayamonte), cuco (Melilla), cabrilla (Almuñécar), clavete (Motril , Águilas, Santiago de la Ribera), mársega (Adra).

Peristedion cataphractum = malarmao (Ayamonte, San Fernando), armao (todo el dominio, salvo las excepciones anotadas), farmuga (Adra).

180. Cierto que el pescador distingue menos especies que el naturalista, pero no debemos caer en exageraciones: creer que el hombre de la mar tiene incapacidad para distinguir, es tan erróneo como pretender que diferencie lo que no opera sobre él. Los dos ejemplos recién transcritos sirven para que procedamos con cautela, pues lo que se cumple en unos sitios, en otros deja de ser actuante, por más que, distinguiendo o no, quepa reducir la multiplicidad de datos que el naturalista nos proporciona. Sin la complejidad que en los casos anteriores, se ve esto bien en las denominaciones del dentón (Dentex dentex, p. 61) y del cachucho (Dentex macrophthalmus, p. 62): su nomenclatura vulgar se repite en Asturias, Levante, Cataluña y Baleares, incluso otras dos variedades, la sama de pluma (Dentex filosus, p. 63 ) y la chacarona (Dentex canariensis) son de área tan restringida que apenas cuentan en el conjunto. En esta ordenación de peces se ha cumplido la limitación que el pueblo impone al naturalista; vamos a ver ahora otra de las faces que comento en este principio: cómo el biólogo ha marrado al reducir la nomenclatura vulgar.

181. Todas las lisas (p. 48) se han agrupado bajo un denominador común, pero con la simplificación se ha falseado la realidad. El pueblo distingue bien unos cuantos mugílidos, según muestro en el cuadro siguiente:

Mugil cephalus = mule (Santander), muble (San Vicente de la Barquera, Laredo, Castro Urdiales), cabezúo (Ayamonte), pescao lisá (Ayamonte), lisa (Palos, Almuñécar, Motril, Adra, Caleta del Sebo, Puerto del Rosario179, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, isla de La Palma, Puerto Estaca, Restinga), serranillo (San Fernando), morro (Algeciras, Manilva, Málaga), mujo (Melilla, Almería, Águilas), pardete (Santiago de la Ribera), cabezote (Las Palmas, Puerto Santiago), lebrancho (Mogán)180.

Mugil capito = alisa (Santander), muble (Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera), sama (Ayamonte), pescao lisá (Palos), lisa (San Fernando, Almuñécar, Águilas, Caleta del Sebo181, San Sebastián de la Gomera, Restinga), cabezudo (Algeciras), capitón (Melilla, Manilva, Málaga), baila (Almuñécar, Motril), robalo (Adra)182, galúa (Santiago de la Ribera), machuelo (Caleta del Sebo), lebrancho (Caleta del Sebo, Las Palmas).

Mugil auratus = alisa (Santander), muble de roca (Laredo), m. de peña (Castro Urdiales), lisa dorá (Palos), lisa (San Fernando, Almuñécar, Santiago de la Ribera, Puerto Santiago, San Sebastián de la Gomera, Barlovento, Restinga), correcosta (Algeciras), mujote (Melilla), mujo (Motril, Adra), galupe (Águilas), lisa negra (Caleta del Sebo, Arrecife), lebrancho (Puerto del Rosario, Las Palmas, Puerto Mogán).

Mugil saliens = alisa que salta (Santander, Laredo, Castro Urdiales), saltón (San Vicente de la Barquera), albur (Ayamonte, Palos), bucel (San Fernando), lisa (Algeciras, Melilla, Manilva, Málaga, Adra, Puerto Santiago, San Sebastián de la Gomera, Santa Cruz de la Palma, Barlovento, Restinga), lisa larga (Almuñécar), l. de fondo (Motril), galúa (Águilas), galope (Santiago de la Ribera), lisa blanca (Caleta del Sebo, Arrecife).

Mugil chelo = alisa (Santander, Laredo), muble (Castro Urdiales), lisa (Ayamonte, Palos, Almuñécar, Santa Cruz de la Palma, Barlovento, Restinga), liseta (San Fernando), saltona (Algeciras), pardete (Melilla), lisa negra (Manilva), robalo (Adra), morragute (Santiago de la Ribera), lebrancho (Puerto del Rosario), boquerón (Santa Cruz de Tenerife).

182. Basten estos botones de muestra183. Hay desajustes entre el científico y el marinero, pero la solución del desacuerdo no está en desconsiderar las diferencias científicas por creer que la terminología vulgar es pobre a priori; ni, tampoco, en extender un nombre popular a pluralidad de seres marinos, aun teniendo constancia de que la gente del mar sabe distinguir. Cada cuestión debe tratarse con independencia y objetividad: en las Islas Canarias, las variedades de rayas y tríglidos apenas se diferencian; sería baladí inventar lo que no existe. Pero carece de sentido aplicar esta reducción, impuesta por una realidad, a otras realidades donde la matización se ha mantenido. El hecho de que una terminología vulgar sea bastante uniforme (casos de los déntidos) no autoriza a aceptar el hecho como válido para otros seres, por más que científicamente todos sean mugílidos: puede ocurrir -y bien probado queda- que la terminología vulgar dista mucho de ser monosémica.






ArribaAbajoSexto principio: totalidad de la nomenclatura

183. Desde un punto de vista de elección, hemos visto cómo se necesita la recogida -tan exhaustiva como sea posible- de la terminología vulgar: sólo así se tendrá garantía de haber acertado al escoger una palabra y convertirla en elemento oficial. Pero la totalidad de la nomenclatura afecta a otras cuestiones, distintas de las que hemos considerado hasta ahora. Sólo elogios merece el criterio seguido en la NOE de dar el nombre de toda clase de seres marinos (moluscos, crustáceos, cetáceos) y no sólo los de los peces; incluso me parece digno de encomio incluir especies exóticas, pero que capturan nuestros pescadores o se venden en nuestros mercados. Es discutible dar «una selección de especies»184 porque todas deben tener un «nombre oficial» y todas serán objeto de interés, comercial, científico, lingüístico. No haberlo hecho es quedarse a mitad de camino cuando es necesario recorrerlo por completo. Y esto no pugna con la selección de nombres vulgares que debe facilitarse a las lonjas, cofradías de pescadores, comandancias de marina, etc., sino que trasciende con mucho al puro interés local: se trata de una «nomenclatura oficial española», esto es, algo que se pondrá en frente de otras «nomenclaturas oficiales» francesa, italiana, portuguesa, etc. ¿Qué criterios siguen en los demás países? Porque una selección implica subjetividad, y no hay que creer que si en Francia, Italia y Portugal se selecciona, los criterios subjetivos serán los mismos que los de nuestros técnicos. Por otra parte, una fauna marina tan portentosamente rica como la española no podrá entrar en contraste con las extranjeras por la sencilla razón de que nos falta esa oficialidad de las muchas especies que no han podido alcanzarla.

Totalidad es un principio necesario para dar nombre a todos los seres, como lo fue para hacer su inventario y para elegir la terminología vulgar más adecuada.




ArribaAbajo Séptimo principio: claridad en la terminología

184. «La necesidad de unificar la nomenclatura vulgar de los animales de interés pesquero para los españoles, y de asignarles un nombre “oficial” a efectos estadísticos, ha preocupado desde hace muchos años». Estas palabras abren la Presentación de la NOE. Contra, este criterio -teóricamente inobjetable- ha actuado muchas veces la realidad. Justamente, la única pretensión que debía haber presidido la realización de la obra es la «necesidad de unificar», esto es, dar «nombre oficial» a la pluralidad de especies, cada una de ellas dotada de cien nombres diferentes. O, con menos palabras: el nombre oficial debe ser uno. No hacerlo así es seguir complicando las cosas. Se trata -como en geografía lingüística- de un sencillo problema de onomasiología, sencillo en su presentación, después vendrán las complejidades del estudio. En la cartografía dialectal, nos encontramos con las mil maneras con que, en el terreno, se designa un concepto único. Este concepto tiene una sola palabra para encabezar el mapa, justamente la nomenclatura oficial que establece el DRAE. Aunque la NOE no dispusiera del DRAE para resolver sus problemas, porque, de estar todo resuelto en el Diccionario, hubiera sobrado su quehacer, sí tiene que solucionar, con ayuda de la geografía lingüística, tantas aporías como se le susciten. Su aplicación hubiera sido útil. Limitándonos al objeto de este principio, el biólogo tiene numerosas denominaciones locales de un concepto único (planteamiento onomasiológico) al que debe dar el nombre de acuerdo con un criterio irreprochable (aplicación de la geografía lingüística). Todas estas páginas intentan ser una proyección de la utilidad del trabajo coordinado. Para completar esa conveniencia, voy a señalar otros cuantos yerros en los que ha caído la NOE por haber faltado a este séptimo principio.

185. He señalado los inconvenientes de dar un solo nombre a especies distintas. Vamos a ver ahora los inconvenientes también de unir dos peces distintos, sin discriminar la terminología vulgar que les afecta. Si los autores de la NOE se han visto en la necesidad de dibujar sendas especies en la misma página, éste es un criterio bien seguro de que ambos peces no son iguales. En efecto, en la p. 9, aparecen el Squalus blainvillei y el S. acanthias, pero -a pesar de la doble imagen- la terminología vascongada y andaluza no se discriminan. Creo que existe diferenciación, aunque los nombres se mezclen, y es bien ostensible la preponderancia de galludo para unos de nuestros escualos:

Squalus acanthias = melga (Santander), mielga (San Vicente de la Barquera, Laredo, Castro Urdiales), borrachúo (Ayamonte), galludo185 (Palos, San Fernando, Algeciras, Almuñécar, Caleta del Sebo, Puerto del Rosario, Las Palmas, Puerto Mogán, San Sebastián de la Gomera), ferrón (San Fernando), pinchudo (Algeciras, Melilla, Manilva, Málaga, Águilas), pinuega (Motril).

Squalus blainvillei = mielga (Laredo, Castro Urdiales), galludo (Santander, Ayamonte, San Fernando, Melilla, Manilva, Málaga, Águilas, Santiago de la Ribera, Arrecife, Puerto del Rosario, Las Palmas, Puerto Mogán, Puerto Santiago, San Sebastián de la Gomera, Santa Cruz de la Palma, Barlovento), pinchúo (Palos, Almuñécar), ferrón (San Fernando, Motril), quelve (Algeciras, Las Palmas), gata (Caleta del Sebo)186.

186. También las dos musolas (Mustelus mustelus y M. canis) y el cazón (Galeus galeus) están dibujados en la p. 7, sin discriminación en su nomenclatura187; se repite el hecho con la pintarroja (Scylliorhinus canicula) y el alitán (S. stellaris), en la p. 5188; volvemos a testimoniarlo con las lubinas (Morone labrax y M. punctata, p. 54)189 y, bajo la rúbrica gallos, se insertan dos dibujos (Lepidorhombus boscii y L. whiffjagonis, p. 169).

187. En algún caso se da nombre compuesto tintorera-marrajo (p. 10) a seres distintos: Prionace glauca e Isurus sp.190. Según mis materiales la signación es la siguiente:

Tintorera (Prionace glauca): el nombre se documenta en todas mis encuestas, salvo la excepción de caeya, en Ayamonte, y Palos191, y vuelve a reaparecer en Santa Cruz de Tenerife. En las Islas Canarias el término usado, virtualmente único, es hanequín y variantes fonéticas.

Marrajo (Isurus): también esta designación es la que goza de clara preferencia: toda Andalucía y las Islas Canarias. Las excepciones son escasas: cazón (Adra), tiburón (Puerto Mogán, San Sebastián de la Gomera)192, haquetón (isla de la Palma).

Testimonios éstos que, por otro camino, nos llevan a la claridad con que el pueblo distingue, aunque los naturalistas no hayan acertado193.

188. Para terminar este apartado debo consignar unos pocos casos en los que dos nombres vulgares están separados por la copulativa y o por la disyuntiva o. Cuando en la p. 77 se lee chuclas y carameles estamos pensando que los autores de la NOE tratan de incrementar bajo un solo epígrafe dos especies distintas (Spicara sp.). Según mis datos, la Maena maena (podemos llamarla chucla) es trompero en Ayamonte y Palos, doblá(da) en San Fernando, judío en Algeciras, Málaga y Almuñécar, chucla en Melilla, Motril, Adra y Santiago de la Ribera y jerla en Águilas194. En cuanto a caramel (término que se restringirá al Spicara) no se documenta en ninguna de las regiones que figuran en la NOE, por más que conste en el DRAE como nombre de una especie de sardina mediterránea -definición que procede de cerca del Tesoro de Covarrubias. Falta, sin embargo, en García de la Leña. Caramel es nombre catalán195 y puede rastrearse su penetración: Santiago de la Ribera, Águilas196.

189. En cuanto a las designaciones separadas por o no voy a insistir mucho: besugo o besugo del norte (Pagellus cantabricus, p. 66) es innecesario, pues no hay ningún otro nombre oficial que lleve besugo; castañeta o japuta (Brama raji, p. 127) es una motivación eufemística, ya considerada197.






ArribaConclusiones

190. La nomenclatura oficial de los animales marinos era exigencia que había que atender. Pero, tratándose de nomenclatura, la tarea que debía llevarse a cabo era sustancialmente lingüística; por eso eran los lingüistas quienes más tenían que decir a la hora de dar dignidad nacional a cualquiera de los términos locales que hasta ahora se venían usando. El no haberlo hecho ha significado un serio tropiezo en un campo necesitado, más que cualquier otro, de rigor y de claridad. Para desenmarañar una enrevesada terminología era preciso intentar poner en orden la nomenclatura vulgar y éste era un quehacer doblemente lingüístico, porque, partiendo de un objeto real (el ser marino), tenía que obtenerse su designación (palabras y cosas perfectamente definibles en su doble condición de realia y semantemas); una vez inventariadas las formas vulgares, era preciso elegir un solo término que las representara (resultados que entran dentro de la onomasiología). Estos son los métodos de trabajo que practica la geografía lingüística desde hace muchos años, y, sobre todo, desde que Jud y Jaberg dieron nueva dimensión a las ideas de Gilliéron: vinculación de los conceptos con las voces que los designan y ordenación sistemática sobre el terreno de los significantes lingüísticos. De una u otra forma, este doble principio era necesario antes de llevar a cabo la definitiva nominación y, hasta cierto punto, algo de ello se ha hecho en la NOE: cada palabra va acompañada del objeto al que designa, y las formas vulgares de cada término se distribuyen sobre unas parcelas de nuestro territorio, acotadas convenientemente en la enumeración. Pero al dar un paso tan decisivo como éste, no se podía proceder por intuiciones más o menos logradas, sino que era preciso tener en cuenta todo lo que la lingüística, y su hijuela la geografía lingüística, podían aportar para lograr unos resultados válidos.

Porque, y queda dicho anteriormente, el problema de facilitar la nomenclatura oficial de los seres marinos no es una cuestión que nos ataña únicamente a nosotros. En todas partes se suscitan necesidades parejas, y los resultados buenos o malos de otros sitios podrán servirnos de experiencia a todos nosotros.

191. La lingüística debió informar los criterios a seguir, pues de otro modo lo que se haga será fruto del capricho. En el momento mismo de hablar de nomenclatura «oficial», era necesario saber qué significaba esta palabra; más aún, qué quiere decir en un país como España donde existen cuatro lenguas (vasco, castellano, gallego y catalán), pero una sola «oficial». Había, pues, que buscar los términos de esa lengua oficial para ser coherentes con lo que se pretende. El día que se haga la nomenclatura «oficial» vasca, gallega o catalana, será improcedente buscar para ella los nombres castellanos de los peces. Claro que el problema se acrecienta si tenemos en cuenta que Castilla no tiene costas sino en su periferia, y esta periferia (Santander, Andalucía, Murcia) es dialectal. Porque lo que hoy llamamos Asturias, amén de su dialectalismo, pertenece al dominio lingüístico leonés. Lógicamente, los nombres «oficiales» de nuestros seres marinos tendrán que ser de esas Castillas marginales, y esto planteará el problema de buscar objetivamente lo que sea más castellano, dentro de las limitaciones a que me voy a referir. Pero, en este hacinamiento de peros, la NOE no ha considerado a Murcia, con lo que se cercenaba una voz regional que hubiera tenido algo que decir. Y no se objete que en las listas consta Levante, porque Levante no es decir nada para un intento de caracterización lingüística. Y no se me arguya con disparates ajenos; la FAO, en una terminología mediterránea, se ha olvidado -nada menos- que de todo el inmenso dominio catalán, desde Alguer hasta Valencia y desde Salses a Santa Pola. Frente a estos más de mil kilómetros de costa y más de cinco millones de hablantes, se incluyen dominios tan exiguos como el maltés. Toda exégesis eludo.

192. Los principios de geografía lingüística que he enumerado a lo largo de estas páginas han servido para aclarar y resolver numerosas cuestiones, a la vez que ayudan a ver cómo un sencillo esquematismo no hace sacrificar una diversidad muy rica y variada. Siquiera sea brevemente voy a resumir lo que con abundancia de materiales ha quedado expuesto en las páginas anteriores. Volveré a enumerar los siete principios analizados:

1.º Siendo una nomenclatura castellana, deben ser excluidos los términos no castellanos cuando no hayan sido admitidos en la lengua común (vid. chucla, escupiña grabada, llampugna, musola, raó, rémol, santiaguiño, vieira, como términos sustituibles; berberecho, mejillón, pécora, zamburiña, como palabras con carta de naturaleza en todos los sitios). Mucho más absurdo resulta aceptar extranjerismos (galupe, lanzón, morlán, eglefino) para términos que tienen su correspondencia en las otras lenguas peninsulares.

2.º Para evitar el capricho, el término más difundido debe ser el que acceda a la nomenclatura oficial. Esto obliga a establecer unas regiones lingüísticas muy claramente señaladas, y dentro de ellas ver con qué criterio ha escogido sus preferencias la NOE. Entonces sorprendemos que la arbitrariedad ha presidido el quehacer, porque, no teniendo un criterio geográfico firme, mal se puede saber qué está más o menos extendido. No obstante, si nos atenemos a la localización geográfica de los términos, según los datos de la NOE, resulta que no son exclusivamente regionales las palabras que en ella aparecen como tales. Así cherna no es vascongada, ni espadín y gota santanderinos, ni breca y rodaballo cantábricos, sino que todos tienen una geografía ignorada por la NOE. En esta preferencia por un término regional, Andalucía se ha llevado la parte del león, más aún si incorporamos sus coincidencias con Canarias; no insisto en las largas series incluidas en los §§ 40-71. Poco es lo que específicamente canario aparece en la NOE; lógicamente lo son aquellas especies ignoradas en la Península. Menos aún lo que se considera sahariano, pues los términos dados como tales, ninguno es -sólo- de las costas africanas. Si la exactitud geográfica y, por ende, la precisión en la localización de las voces, hubiera evitado el capricho de elegir como oficial lo que carece de difusión, nunca se debieran registrar como términos para la lengua común los que, según la NOE, no existen en ninguna parte. El absurdo es inconsistente: con mis encuestas he podido localizar albacora, cinta, chaparrudo, chopito, galupe, galludo, maragota, pargo, pez de San Pedro, pintarroja, salema, serrano, y, como antes, también ahora son las designaciones andaluzas las que han tenido la preferencia de los autores de la NOE.

3.º Cuando varias especies se designan con un solo nombre, he podido aplicar unos principios de homonimia lingüística que evitan la confusión de seres marinos; sobre todo cuando pertenecen a familias muy diferentes y tienen localizaciones geográficas no contiguas. En esto, la NOE ha tenido el acierto de no elegir casi nunca cualquier término que pudiera entrar en colisión homonímica; criterio razonable, por cuanto evitará las posibilidades de error.

4.º La recogida de materiales para la futura nomenclatura debe hacerse in situ, por un explorador competente, ayudado por conocedores de la terminología buscada y con los principios metodológicos que se usan en las encuestas dialectales. Sólo así se obtendrá un léxico real (esto es, existente en algún sitio), fidedigno (respaldado por unos principios que dan garantía a la documentación) y completo (para evitar la subjetividad en la selección). Por otra parte, y teniendo en cuenta los fines de la nomenclatura oficial, deben darse las equivalencias extranjeras de los términos españoles con el mismo cuidado con que éstos se seleccionan: exactitud en la nomenclatura y respeto a las normas lingüísticas de cada país198.

5.º Trabajos de este tipo deben franquear el escollo de los desajustes: los fines del biólogo discrepan de los populares. Se impone, entonces, un doble fin: reducir las clasificaciones del naturalista a sólo aquello que es diferenciado por el pescador y comprobar dentro de qué zonas se producen las restricciones. De otro modo, no en todas partes vale la simplificación de matices que la gente de la mar hace de lo que el ictiólogo clasifica. Así, por ejemplo, ráyidos y tríglidos son drásticamente reducidos a la nomenclatura canaria; mientras que se distingue con mucha mayor finura en las costas meridionales de la Península. Por otra parte no se puede generalizar la especie simplificadora, pues -de espaldas a la realidad- se pueden cometer numerosos yerros: tal es el caso de la NOE al agrupar bajo un sólo nombre a todas las clases de lisas.

6.º La geografía lingüística ha mostrado cómo es necesario publicar exhaustivamente los materiales recogidos. Principio de totalidad que debiera tenerse en cuenta en una nomenclatura oficial. La selección de los datos allegados es siempre parcial; por otra parte, la idea de totalidad debe extenderse al número de los seres descritos, pues, de otro modo, el subjetivismo habrá llegado a la selección de unas especies y a la no inclusión de otras, con lo que la nomenclatura dejará de cumplir esos fines que en ella buscamos: nombrar a todos los seres marinos para nuestro entendimiento, fijar las bases para poderla comparar con la nomenclatura de otros países.

7.º La claridad de la terminología es imprescindible para que la nomenclatura sea válida. El nombre oficial debe ser -sólo- uno e inequívoco. También ahora es útil tener en cuenta la situación de la geografía lingüística ante los hechos de onomasiología. No se pueden unir dos seres bajo un mismo nombre porque los datos lingüísticos serán heterogéneos y no aptos para la caracterización (confusiones en los galludos y musolas), ni cabe designar a dos especies con un nombre compuesto (una cosa es la tintorera y otra el marrajo), ni se debe proponer dualidad significativa en una selección, léxica que pretende alcanzar la consideración de norma (chucla y caramel son peces distintos; si no hay otro besugo, sobra decir o besugo del norte; para la Raja bramii basta con uno de los nombres que se dan).

193. Vemos, pues, que biología y lingüística, por distintas que sean sus áreas de investigación, han venido a coincidir en un campo, y de no escasa importancia. Se trataba, ni más ni menos, que de establecer el criterio oficial para designar a los seres marinos de nuestra patria; esto es, fijar una norma lingüística que valiera como nomenclatura fija y estable en un conjunto de léxico sumamente deslizante. Pero esto es lingüística y no biología. Son los lingüistas quienes deben fijar los criterios de «normalidad» para deducir de ellos los de «oficialidad». Y sólo los lingüistas están capacitados para hacerlo. No tenerlos en cuenta es tan absurdo como pretender que un dialectólogo clasifique las especies biológicas. El trabajo se ha llevado a cabo por un oceanógrafo y dos biólogos, cuya competencia no puede trascender de lo que es específico de su carrera. La falta de un asesoramiento lingüístico ha conducido a todos los yerros que he denunciado a lo largo de estas largas páginas. La voz de alarma era necesario darla porque la «nomenclatura oficial» tenía que hacerse y su urgencia era bien sentida: sólo así se explica que el libro se haya agotado con suma rapidez. Voz de alarma que sale en defensa de nuestra lengua, maltratada continuamente por la pasividad que pretende ser «oficial». Al hacer una nomenclatura oficial con tanto elemento disperso, se estaban seleccionando algunos que valieran por todos y esos algunos, además, deberían tener prestigio ante todos. Tarea difícil y no exenta de riesgos. También Alejandro hizo con elementos populares una lengua para entendimiento de todos los griegos (koiné) y, gracias, a su acierto, se pudo crear una lengua culta. Ahora, con esas palabras vulgares se ha pretendido crear la koiné de una pequeña parcela del español; no debió olvidarse el buen criterio para que los términos elegidos fueran los mejores. Al terminar quiero repetir algo evidente: nomenclatura es un hecho de lengua; oficial, de una lengua nacional; española, de una comunidad concreta. Lástima que los biólogos no lo hayan comprendido así.



 
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