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Leer en cada clase

Antonio Rodríguez Almodóvar





El Ministerio de Cultura ha lanzado una campaña de animación lectoral en torno a las bibliotecas públicas. Al mismo tiempo, una enmienda socialista a la LOE (esa que tan poco gusta a obispos y PP) intenta ejercitar el hábito de leer entre alumnos de Primaria y de ESO. Parecería mentira, si no fuera verdad. En la campaña, una voz infantil recuerda a su padre que las bibliotecas existen. No está mal. Ni resulta descabellado. Pronto los niños ilustrados de esta nueva hornada enseñarán a leer a sus progenitores.

Por lo segundo, hemos venido en recordar que el mal de la no lectura arrasa con todo. El tristemente célebre Informe PISA de la OCDE, de 2003, señaló que ni más ni menos un 21% de nuestros adolescentes no entiende lo que lee, fuera de textos primarios. O sea, que no comprende los libros de historia, de matemáticas, de ciencias..., pero tampoco el folleto con que manejar una máquina. Ello, naturalmente, afecta al conjunto de la actividad pensante. Y al futuro de la ciudadanía, claro está. Ya no se trata sólo de que no adquieran el hábito del buen leer literario, ese lujo al alcance de cualquiera; sino de que no podrán andar por la vida, si no es a merced de demagogos, fanáticos y nuevos tratantes de esclavos.

Parece que nuestras autoridades se lo toman en serio. Aunque han sido ya tantas las campañas, que a uno le da que temer. Mas no seamos pesimistas. Puede que esta vez algo funcione. Por lo menos, esa cosa tan elemental que recomienda la autoridad educativa: dedicar una rato de lectura en todas las materias (no sólo en Lengua), lo que me ha parecido de perlas. El profesorado de Lengua no puede cargar él solito con la responsabilidad de que los cadetes entiendan lo que leen. Todos los profesores están llamados a crear un espacio lector en el aula, empezando por la lectura en voz alta, entonada y transmisora de interés. (Un ejercicio antiguo, cuya práctica, no obstante, hemos defendido en este espacio alguna vez, pues ayuda a crear esa «voz interior comprensiva» que los niños no poseen, y los jóvenes a duras penas. También, es curioso, lo recomendaba la Institución Libre de Enseñanza). Y un foro de discusión en torno a un texto, y un ejercicio de escritura personal derivado de lo mismo. No es sólo cuestión de dinero, aunque también. (16 millones incluye la enmienda para dotar a bibliotecas escolares y públicas, vale).

Son los factores cualitativos los que empiezan a reclamar atención. De nada sirve tener libros almacenados, si no hay un experto que despierte la vida en torno a ellos. Los libros muertos son la peor imagen de una cultura. Muchas bibliotecas públicas son hoy meros lugares de estudio de apuntes de clase. El sector infantil de las bibliotecas necesita mayor dotación y atención. Los encuentros con escritores son revelaciones casi mágicas del arte de la palabra. Los profesores han de estar bien formados en animación lectora. Etcétera. Etcétera.

Despiece.

Algunos datos del problema:

-España figura entre los diez países de la OCDE que menos gastan en educación.

-El número de bibliotecas públicas por comunidades, en España, y por cada 10.000 habitantes, es el siguiente entre cinco de ellas: Navarra: 1,54%. País vasco: 1,28 %. Andalucía: 0,84%. Cataluña: 0,56%. Madrid: 0,31%. (Observen el acusado desnivel entre Navarra y País Vasco y las demás; así como que Andalucía no está de las peores).

-El 92% de los usuarios de entre 14 y 17 años sólo acude a las bibliotecas a estudiar. (No a leer ni a pedir préstamos de libros).

-Al 86,8% del mismo tramo de edad lo que le gustaría es acceder a Internet en las bibliotecas. (Este dato y el anterior proceden de un informe de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, de 2002. El último de esta serie, también).

-En la Declaración de Copenhague, de 1999, suscrita por 31 países europeos, figura, entre las funciones de las bibliotecas públicas, la «oportunidad estratégica para incrementar la calidad de vida y las posibilidades democráticas de las ciudades en la sociedad de la información».

-La opinión de los políticos y profesionales es que «las bibliotecas públicas» son igual de importantes que la educación (89,3%) y que la sanidad (64,1%). Sin comentarios.





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