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ArribaAbajoCrónica


ArribaAbajoVisita a la Academia de Periodismo65

Pedro Luis Barcia


El presidente de la Academia, Dr. Pedro Luis Barcia, invitado por el presidente de la Academia Nacional de Periodismo, Dr. José Claudio Escribano, asistió a la sesión de esta Corporación el día 19 de junio de 2002 y fue invitado a hace r uso de la palabra.

Señor Presidente

Colegas Académicos:

Agradezco al señor Presidente la invitación para visitar esta Academia y hablar en su seno. En tanto el Dr. Escribano conducía esta reunión, fui un alumno aprovechado y le he robado oficio, como dicen los artesanos, viendo el novato el bienhacer del perito en su campo.

Esta visita es histórica, al menos en la historia menor de la vida interacadémica: es la primera vez que un Presidente de la Academia Argentina de Letras visita oficialmente la Academia Nacional de Periodismo. De la conversación que hace unos días mantuvimos con el doctor Escribano, con la mutua intención de aproximar nuestras Corporaciones, sus hombres y sus labores, salió espontáneamente esta invitación generosa del colega de la de Periodismo. Con este gesto de articulación, comenzamos un camino de múltiples posibilidades de integración y de complementación entre nuestras Academias. El lema que he adoptado para mi gestión -será deslucida, pero tiene lema- es el dicho medieval: «Todo lo sabemos entre todos y todo lo podremos entre todos». Y en eso estamos.

Este comienzo es, diría un periodista adocenado, «un granito de arena», y un letrado alabeado lo convertiría en: «un corpúsculo de sílice». Lo cierto es que de los granos se hacen los médanos. Y vamos sumando.

No me siento intruso en esta Casa, que es una prolongación de la nuestra. Por lo demás, nos unen fuertemente -además de los lazos de   —132→   fraterna amistad que tengo con algunos de los periodistas cofrades y el respeto intelectual por todos los presentes- la común preocupación por la lengua, el más perfecto medio de comunicación creado por el hombre, e instrumento común de nuestras faenas intelectuales.

Una parte considerable de mis publicaciones se ha apoyado siempre en investigaciones hemerográficas. Más que ratón de hemeroteca, soy rata mayúscula en esto de roer las páginas de los periódicos. En mis trabajos, he recorrido toda la prensa de la época de las luchas independentistas de nuestros orígenes para rescatar, situar y fechar cada una de las piezas poéticas que la epopeya de la libertad generó en tierras de las Provincias Unidas. Fruto de esa excursión, nunca paseo arqueológico, fueron mis ediciones de La lira argentina y de la Colección de poesías patrióticas, de 1824 y 1827, respectivamente.

Los dos tomos de los Escritos de Rubén Darío, y el tercero inédito, los organicé con el material levantado de la cantera inagotable de La Nación, de Buenos Aires. Los diarios y revistas del siglo XIX nutrieron otros trabajos míos, como Fray Mocho desconocido; o el rescate de páginas de Ventura Lynch, de Holmberg; los primeros relatos policiales de Luis Varela, y otros; y en el siglo XX, la edición de trabajos ignorados de Marechal, Mallea, Arlt, Güiraldes, Henríquez Ureña y tantos más. Todo recogido en una cosecha paciente y provechosa por el mar de tinta de la prensa periódica.

Durante diez años, practiqué el periodismo cultural en nuestro medio. En estos días, dirijo uno de los más antiguos doctorados en Comunicación de nuestro país, el primero evaluado y convalidado por la CONEAU.

Una de las primeras decisiones adoptadas por nuestra Academia este año fue la de la creación de una Comisión de Prensa para romper la insularidad en que vivíamos, y hemos comenzado a invitar a los Directores de los suplementos culturales de los diarios a conversar con el claustro académico. Ya hemos comenzado esta ronda con la presencia del profesor Hugo Beccacece, de La Nación, el pasado 14 de junio.

En una oportunidad en que se me invitó a hacer uso de la palabra en el pleno de la Real Academia Española, el pasado 23 de mayo, comenté la decisión nuestra y sugerí la importancia de crear similares comisiones de prensa en todas las academias, que es una propuesta   —133→   concreta que llevaré al Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua en Puerto Rico, en noviembre de este año.

A propósito, me comentó el Director de la RAE, don Víctor García de la Concha, con su peculiar estilo vivaz y ocurrente, que cuando él planteó algo semejante, respecto de una apertura a los medios -hoy la RAE vive la mejor relación con los medios en toda su historia institucional-, un académico pronunció esta definición categórica y paralizante: «La Academia es un convento, y de clausura». Esta frase cifra una vieja actitud de encaracolamiento e insularidad académicos de la que pretendemos salir.

Quiero comentarles que en el II Congreso Internacional de la Lengua reunido en Valladolid, se ha creado el llamado Observatorio del Neologismo, para que se detecte y estudie de inmediato cada presencia nueva en el léxico cotidiano. Esto permitirá evitar que se aquerencie en el uso de donde ya no podrá desterrárselo una vez que eche raíces. A la vez, en la RAE, funciona cotidianamente un sistema electrónico que trabaja por las noches y a la madrugada, por eso se llama «Búho», que es un lector de diarios. Entre los diez diarios estables que el sistema revisa todos los días, figuran dos prestigiosos medios argentinos: Clarín y La Nación. Además, al corpus de análisis se le suman otros quince periódicos que se van alternando en la compulsa, y en este caso, van desfilando La Capital, La Voz del Interior, y otros, según las rondas. La malla del sistema filtra los vocablos conocidos, recogidos en el DRAE, y retiene los nuevos. Estas voces pasan al Observatorio del Neologismo para su estudio.

Nuestro Diccionario del habla de los argentinos, próximo a editarse, contiene abundante ejemplificación de voces en el uso de páginas periodísticas de diarios de la capital y del interior del país, en un treinta por ciento aproximada mente en el total de fuentes citadas, que comprenden además, obras literarias, letras de canciones populares, manuales de oficios, de sitios de Internet.

Respecto del espacio de la comunicación virtual, quiero anoticiarlos acerca de que tendremos una página propia en el portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que inauguraremos el 12 de agosto, alusivamente. El contenido es considerablemente abundante. Allí estará, por ejemplo, la Colección, de Pedro de Ángelis, completa en su primera edición. La dirección electrónica será: http://www.cervantesvirtual.com/portal/AAL.

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De igual manera, en el ámbito argentino, UNIVERSIA abrirá nuestra página electrónica también este año. Ella, entre varia información, contendrá el fichado de los más de 86000 libros de nuestro repositorio. La dirección será: http://www.aal.universia.com.ar.

Hemos hablado con el Dr. Escribano sobre algunas actividades conjuntas que podemos llevar a cabo ambas Academias. Inicialmente, la atención coordinada de las dos a favor de la mejora del uso de la lengua en los medios; en lo que hace a las disposiciones legales vigentes y a las necesidades de otras normas que se estimen convenientes para la salud del idioma, como vía de libre expresión en una sociedad democrática; la aplicación de los libros de estilo, ya elaborados por algunos de nuestros mayores diarios, en fin, el uso correcto de la lengua en las comunicaciones públicas en general.

En el año 2004, nuestro país será sede del III Congreso Internacional de la Lengua Española; en la ocasión, la Academia de Letras propondrá una activa participación de otras academias hermanas en las ponencias y debates del caso, de especial manera, las Academias Nacionales de Periodismo y de Educación.

Somos optimistas en las posibilidades de resguardo de la riqueza y adecuación en los medios. Quisiera rescatar las páginas centrales de un excelente trabajo olvidado y difícil de hallar en nuestros días. Me refiero al libro de don Ernesto Quesada, titulado La evolución del idioma nacional (Buenos Aires: Imprenta Mercatali, 1922). Esta obra nació motivada por el libro que, en el mismo año, publicó Arturo Costa Álvarez: Nuestra lengua (Buenos Aires: Sociedad Editorial Argentina, 1922). El polígrafo Quesada traza una precisa historia de la evolución de la prensa argentina -materia que harto conocía, como lo prueban sus valiosos aportes en la Nueva Revista de Buenos Aires sobre las publicaciones periódicas del siglo XIX-, en relación con el cuidado o desatención del periodismo respecto de la lengua española con sus inflexiones argentinas. Cuando en tiempos de la llamada Generación del Ochenta, se trenzan varios polemistas en artículos y sueltos, debatiendo sobre la lengua que hablamos y escribimos los argentinos, comienza una salutífera reacción desde la prensa misma, avulgarada por entonces en sus expresiones cotidianas escritas, para dar realce al instrumento de la comunicación de todos y bien social   —135→   común. Destaco un par de párrafos que precisan esta vuelta del periodismo por sus fueros y prestigio:

El hecho es que todos los entendidos, entre nosotros, se pusieron resueltamente del lado de la buena doctrina [...] Comenzó lenta e irresistible la reacción, y nuestro diarismo emprendió, tesonera y calladamente, una eficaz campaña de depuración en el lenguaje: hoy, al finalizar el primer cuarto de siglo de la centuria presente, puede decirse que lo que entonces era «problema» ha dejado de serlo ahora. (p. 9) La evolución de nuestro idioma nacional ha sido la obra de la prensa periódica, sobre todo del diarismo [...] Entre nosotros es el diarismo el vehículo todopoderoso de las ideas, pues todo el mundo lee regularmente los diarios [...] Cada diario ha cuidado de incorporar a su personal superior un técnico, generalmente español, que fuera hablista consumado, y quien revisa lo que publica el periódico, limpiándolo de abrojos y malezas en punto a lenguaje. Poco a poco el gusto del público se ha ido así formando, acostumbrándose los lectores a leer una prosa castiza e insensiblemente acostumbrándose a reflejarla en su propia conversación, de modo que se han ido desterrando no solo las vulgaridades que esmaltaban los diarios de otra época, sino los desfallecimientos de la sintaxis, los descuidos en el estilo, los inútiles extranjerismos en vocablos y giros.


(p. 54.)66                


De esa manera, el periodismo restauró un vigilado y correcto uso de nuestra lengua. Pocas décadas después, la radio haría lo propio, constituyéndose en escuela de la buena oralidad. Han pasado los años y, por momentos, pareciera que retornamos en algunos medios a la babélica situación de fines del siglo XIX. Ahora la situación está agravada por la presencia de ciertos programas, o mejor, de ciertos comunicadores televisivos. Pero el trabajo mancomunado de las Academias y la atención de los medios al problema pueden lograr un reencauce beneficioso para todos en la preservación del bien común de la lengua de todos.

Pedro Luis Barcia