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ArribaAbajoCapítulo VIII

Y bajando él del monte, lo siguieron muchas gentes; y he aquí que un leproso viniendo lo adoró, diciendo: Señor, si quieres, puedes me alimpiar. Y extendida la mano, lo tocó Jesus, diciendo: Quiero, sé limpio; y luego le fué alimpiada la lepra. Y díjole Jesus: Mira no lo digas á ninguno, pero vé muéstrate al sacerdote y ofrece el don que mandó Moisen en testimonio á ellos.



En estas palabras se ofrecen estas cosas dignas de consideracion. La primera, aquello «lo adoró», adonde entiende el evangelista que hizo el leproso á Cristo la ceremonia que se hacia en el templo á Dios, que era echarse en tierra en señal de obediencia y sumision. Segundo: el crédito que el leproso tenia de Cristo, segun lo muestra diciendo: «si quieres, puedes.» Tercero: la facilidad con que Cristo lo sanó, confirmándole con el efecto la opinion que tenia de él. Cuarto: que manda Cristo al leproso que no diga á ninguno que él lo habia sanado, adonde yo pienso que se lo mandó, no porque no lo dijese, sino porque con la prohibicion le viniese más voluntad de decirlo, á fin que fuesen más los que glorificasen á Dios. Quinto: que, enviando Cristo al leproso al sacerdote, enseñó con obra lo que en el capitulo 5 habia enseñado de palabra, cuanto al no romper el menor mandamiento de la ley, la cual, como está dicho, habia de ser guardada en todo y por todo hasta la venida del Espíritu santo. El que querrá entender, como pasaba esta cosa de los leprosos en tiempo de la ley, leerá en el Levítico, capítulo 14, adonde entenderá. Aquello «en testimonio á ellos» quiere decir: á los leprosos alimpiados de la lepra.

Y entrando Jesus en Capernaum, vino á él un centurion, rogándole y diciendo: Señor, mi criado está echado en casa parlático, gravemente atormentado. Y dícele Jesus: Viniendo yo lo sanaré. Y respondiendo el centurion dijo: Señor, no soy digno para que entres en mi casa, pero solamente dílo, de palabra, y será sano mi criado. Porque aún yo soy hombre sujeto que tengo debajo de mí soldados, y digo á éste: Va! y va, y á otro: Ven! y viene, y á mi siervo: Haz esto! y hácelo. Y oyendo esto Jesus se maravilló y dijo á los que lo seguian: Dígoos de verdad que ni aún en Israel no he hallado tanta fé; y dígoos que muchos vendrán de Oriente y de Poniente, y se asentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos: y los hijos del reino serán echados en la última obscuridad, allí hay llanto y batimiento de dientes. Y dijo Jesus al centurion: Vé, y segun que has creido, sea hecho contigo. Y en aquella hora fué sanado su criado.



En este milagro principalmente es digno de consideracion esto que, teniendo este centurion la fé que tenia en Cristo, de la cual dice el mismo Cristo: «dígoos de verdad que ni aun en Israel no he hallado tanta fé», se tenia por tan vil y tan malo que se juzgaba indigno que Cristo entrase en su casa; y si, como era este hombre así excelente en fé, fuera excelente en obras, se tuviera por justo y santo, y tuviera á Cristo por indigno que entrase en su casa.

Adonde se entiende bien, cuánto son diferentes los efectos que hace la fé, de los que hacen las obras sin fé, pues es así que la fé aún con obras humilla, y las obras sin fé ensoberbecen. La causa de estos tan contrarios efectos es esta, que en la fé no conoce el hombre ninguna propia virtud y así no se ensoberbece, y conociendo por ella y con ella sus propios defectos, se humilla; y en las obras sin fé conociendo el hombre su propia virtud, el cual conocimiento lo ciega, no dejándole ver sus defectos, no se puede humillar, ántes se ensoberbece. La experiencia de esto la tenemos en los escribas y fariseos y en todos los que son santos del mundo.

En efecto es esto así que, así como la fé sin obras no es fé sino opinion y aún peligrosa, así las obras sin fé no son obras de caridad sino de carnalidad y aún peligrosísimas. La fé es fundamento de todo bien. Y llamo fé á la que da crédito á los prometimientos de Dios, y, teniendo á Dios por fiel y poderoso, está cierto en su ánimo que con el propio cumplirá todo lo que promete, y en particular se tiene por reconciliado con Dios por Cristo, no espantándose por muy malo que se conozca en sí. Y llamo obras de fé á las que dan testimonio de la fé, no pudiendo estar con fingimiento, como son la mansedumbre, la humildad, la obediencia y la caridad cristiana, las cuales cosas no están jamas sino adonde hay fé cristiana.

Lo que dijo Cristo del centurion «ni aún en Israel no he hallado tanta fé,» entiendo que lo fundó en las palabras del mismo centurion, en las cuales mostró tener mayor opinion de Cristo que el leproso que habia dicho «si quieres, puedes me alimpiar,» y aún que los discípulos que, dejadas todas las cosas, siguieron á Cristo, conociéndolo por más que hombre y por superior á todas las cosas criadas. Y es así que diciendo «porque aún yo soy hombre» etc., consta que quiso decir: yo soy hombre sujeto á hombres y soy obedecido con mi palabra de los que me son sujetos á mí, pues cuanto más tú, que eres más que hombre, no sujeto á hombres, serás obedecido con tu palabra de las criaturas que te son sujetas. Por donde parece que conoció el centurion divinidad en Cristo, y que de allí coligió que tenia mayor superioridad sobre las enfermedades y sobre las otras cosas criadas que tenia él sobre sus soldados y sobre sus criados.

Del caso del centurion tomó Cristo ocasion para tocar la conversion de los gentiles á la gracia del evangelio, y así dice «y dígoos que muchos vendrán» etc., adonde entiendo que los que aceptan el evangelio, siendo hijos de Abraham, entran en el reino de los cielos y se sientan con Abraham en la presente vida como se puede, y en la vida eterna se asentarán cumplida y perfectamente. A los hebreos llama Cristo «hijos del reino,» porque á ellos parece que tocaba, siendo ellos hijos de Abraham segun la carne y habiendo sido prometida la heredad del mundo, el reino de los cielos á Abraham y á su simiente. Estos dice Cristo que serán echados en la última obscuridad, entendiendo en la que está más léjos de la luz, adonde entiendo que, así como los que aceptamos el evangelio, en la presente vida entramos en posesion de la luz, del reino de Dios, adonde gozamos y jubilamos por la paz de nuestras conciencias; así los que no lo aceptan, en la presente vida entran en posesion de la obscuridad, del reino de Satanas, adonde lloran y tiemblan por la inquietud de sus conciencias; nosotros comenzamos á gustar de la felicidad del reino de Dios, y ellos comienzan á gustar de la infelicidad del reino de Satanas.

Diciendo Cristo al centurion: «Vé y segun has creido» etc., confirma mucho en grandísima manera la fé de los que creemos, certificándonos que hará Dios con nosotros segun nuestra fé, y así nos animamos á estar saldos, firmes y constantes en ella y á rogar á Dios que nos la acreciente, ciertos que con ella alcanzaremos de Dios todo cuanto querremos.

Si la fé ajena es bastante á alcanzar la salud interior del ánima, como parece en este caso que fué bastante para alcanzar la salud exterior del cuerpo, lo dejo examinarálos que lo saben.

Adonde dice «criado,» el vocablo griego significa tambien hijo, y yo tradujera hijo, si no que San Lúcas, contando este milagro, pone un otro vocablo que no puede significar sino criado, mozo ó siervo. Diciendo «de Oriente y de Poniente,» entiende indiferentemente de todas las partes del mundo.

Y viniendo Jesus á la casa de Pedro vió á su suegra echada y con calentura, y tocóle la mano, y dejóla la calentura, y levantóse y sirviólos.



De aquí se colige bien que San Pedro fué casado; si dejó la mujer ó no, por la predicacion del evangelio, no consta; es bien verdad, que por lo que dice San Pablo53, parece que la traia consigo por donde iba á predicar. De lo que dice que la suegra de San Pedro despues de sanada sirvió á Cristo y á los discípulos se colige que guardaba Cristo en su manera de vivir una cierta mediocridad sin pompa y sin austeridad. La causa porque no vino con pompa ni vino con austeridad, la he puesto en una consideracion54, ántes he puesto seis causas segun lo que entónces entendí.

Y venida la tarde le trajeron muchos endemoniados, y echaba los espíritus con la palabra y sanó á todos los enfermos, á fin que fuese cumplido lo dicho por el profeta Esaías que dice: Él tomó nuestras enfermedades y llevo á cuestas nuestras dolencias.



Muestra San Mateo la potencia de Cristo, diciendo que con la palabra echaba los malos espíritus de los cuerpos humanos. Cuanto á las palabras de Esaías, me remito á lo que dicen los que entienden como cuadran á este propósito.

Y viendo Jesus muchas gentes cabe sí55, mandóles ir á la otra ribera. Y viniendo un escriba le dijo: Maestro, seguiréte adonde quiera que fueres. Y dícele Jesus: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos, y el hijo del hombre no tiene adonde eche la cabeza. Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, déjame primero ir y enterrar á mi padre. Y Jesus le dijo: Sígueme y deja á los muertos enterrar á sus muertos.



En el escriba letrado ó teólogo considero á los hombres del mundo que, no viendo en Cristo sino aquello que es preciado y estimado en el mundo, sin ninguna consideracion se deliberan seguir á Cristo y, cuando ven en Cristo la bajeza, la pobreza y la humildad que son despreciadas del mundo, se apartan de la deliberacion. A estos entiendo que desecha Cristo, mostrándoles lo que en él es despreciado en los ojos del mundo, porque no quiere ser seguido con intentos ni con deseños humanos de avaricia, de ambicion ó de curiosidad.

En el discípulo considero á los hijos de Dios, predestinados para la vida eterna, á los cuales lleva Cristo tras sí, haciéndoles que dejen de cumplir con el deber de la generacion humana por cumplir con el deber de la regeneracion cristiana. El deber de la generacion humana llevaba á este discípulo á enterrar á su padre, y Cristo no se lo consintió, diciéndole que le siguiese á él, en lo cual cumplia con el deber de la regeneracion cristiana. Diciendo Cristo «deja á los muertos» etc., entiende: cumple tú con el deber de la regeneracion cristiana y remite á los no regenerados que cumplan con el deber de la generacion humana. Aquí sí que pudiera gritar la ley contra Cristo, diciendo que aconsejaba á este que no guardase el cuarto mandamiento del decálogo; adonde entiendo que no gritaron contra Cristo los Fariseos sobre esto, porque no pertenecia á ceremonias, en la observacion de las cuales eran supersticiosísimos, como son todos los hombres que sin espíritu santo pretenden religion.

Grandísimo consuelo entiendo que es para las personas, que llamadas de Dios siguen á Cristo, considerar el caso de este discípulo, porque se persuaden que, haciendo Cristo con ellos lo que hizo con él, no las dejará apartar de sí, ni aún cuando serán provocadas por el deber de la generacion humana, en el cual hay cierta manera de piedad. Aquello «aves del cielo» es segun el hablar de la lengua hebrea, la cual llama cielo á la region del aire. Tambien aquello «hijo del hombre» es segun el hablar de la lengua hebrea, la cual á los hombres viles, bajos y plebeyos llama hijos de hombre ó de Adam, y es en efecto lo mismo que si los llamase hombres, á fin que conozcan su bajeza y vileza, siendo formados de tierra.

Adonde se ha de notar que la humildad de Cristo no se ha de considerar en que nació con pobreza y bajeza sino en que fué hombre, en el cual ser se humillara, cuando bien naciera emperador de todo el mundo, segun que lo he notado, Filip. 2. Ezequiel en su escritura acostumbra llamarse hijo de hombre. Añadiré aquí esto: que segun el juicio humano fuera razon que Cristo admitiera en su compañía al escriba que se ofrecia, y desechara de su compañía al discípulo que se excusaba, y Cristo hizo todo lo contrario. Adonde entendemos dos cosas: la una, que Cristo conocia los corazones de los hombres, sus deseños y sus intenciones, del cual conocimiento es comunicada una partecilla á las personas que tienen del espíritu de Cristo; y la otra, que es grandísima temeridad querer juzgar las obras de Dios, del hijo de Dios y aún de los que son hijos de Dios sino es con el mismo espíritu de Dios con que son hechas, conforme á lo que dice San Pablo que el espiritual juzga toda cosa, no siendo él juzgado de ninguno56.

Y entrado el en una barca, lo siguieron sus discípulos. Y he aquí sobrevino una grande tempestad en el mar, tanto que la barca era cubierta de las olas, y él dormia. Y allegándose los discípulos, lo despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos! ¡perdidos somos! y díceles: ¿Por qué temeis, hombres de poca fé? Entónces levantado amenazó á los vientos y al mar, y sobrevino grande tranquilidad. Y los hombres se maravillaban diciendo: ¿Quién es este que y los vientos y el mar lo obedecen?



Lo que acontecio á estos discípulos de Cristo entiendo que acontece muchas veces á cada uno de los que somos discípulos de Cristo, en cuanto, así como con la tempestad del mar fué ejercitada la fe de estos discípulos á fin que, conociéndose incrédulos y faltos de fé, se humillasen y, deseando tener mucha fé, la demandasen, así tambien con diversas tribulaciones y tentaciones es ejercitada la fé de cada uno de nosotros, á fin que, conociéndonos incrédulos y faltos de fé, nos humillemos y, deseando tener mucha fé, la demandemos á Dios. Tenian fe estos discípulos, porque, si no la tuvieran, no siguieran á Cristo ni fueran á demandarle que los librase del peligro, pero la fé era flaca y enferma, porque, si fuera firme y constante, tuvieran por cierto que no podían perecer, estando en la barca con Cristo, y así no fueran á despertar á Cristo ni él los reprehendiera con aquellas palabras «¿por qué temeis?» etc. De las cuales se colige bien que el temer es indicio de poca fé; y, si el temer de aquellos discípulos de Cristo que no tenían particular prometimiento en que poder fundar su fé, fué indicio de poca fé, cuánto será mayor indicio de poca fé el temer de cada uno de nosotros, que no estamos en una barca con Cristo, pero que estamos incorporados en Cristo y tenemos grandes prometimientos de Dios.

Sea pues esta la conclusion: que el que teme, duda, y que el que duda, tiene poca fé, porque, si tuviese mucha fé, no dudaria. Y no cabe decir: no temo de parte de Dios, pero temo de parte mía, porque lo que la fé quiere de mí es, que me asegure de parte de Dios y de parte mia, fundando mi seguridad no en mí sino en Dios y en Cristo. Añadiré aquí esto: que es grandísimo consuelo para los que somos discípulos de Cristo, flacos en la fé, considerar que Cristo no desechó á estos sus discípulos por la flaqueza en la fé, ántes los salvó y libró como si fueran fuertes en la fé, porque se conocian flacos en la fé. Gran señal de la divinidad de Cristo fué el ser así obedecido de los vientos y del mar.

Y venido él á la otra ribera á la provincia de los Gergesenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados, salidos de sepulturas, terribles en gran manera, en tanto que no podia ninguno pasar por aquel camino, y he aquí que gritaron diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesus hijo de Dios? ¿Eres venido aquí á atormentarnos ántes de tiempo? Estaba pues léjos de ellos un rebaño de muchos puercos paciendo, y los demonios le rogaban diciendo: Si nos echas de aquí, permítenos ir al rebaño de puercos. Y díjoles: Id, y ellos saliendo fueron al rebaño de los puercos, y he aquí que todo el rebaño de los puercos con ímpetu se echó rodando en el mar, y murieron en las aguas. Y los que apacentaban huyeron y yendo á la ciudad lo manifestaron todo y lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro á Jesus, y viéndolo le rogaron que se partiese de sus comarcas.



Muchas cosas aprendemos en esta historia. Primero, que los endemoniados se metian en las sepulturas ó sepulcros grandes que estaban fuera de la ciudad. Segundo, que los endemoniados hacian mal á las gentes, pues dice San Mateo que, siendo aquellos terribles, la gente no podia pasar por el camino. Tercero, que no hay ninguna conveniencia entre Cristo y el demonio, pues ellos propios le decian: «¿qué tenemos que ver contigo?»

Cuarto, que los demonios conocian que Cristo era hijo de Dios. Adonde entiendo dos cosas. La una, que este conocimiento no ha de ser llamado fé, porque no hay fé sino adonde hay prometimiento; á los demonios no les era prometido bien ninguno por Cristo, y por tanto, si bien conocian que Cristo era hijo de Dios, no tenian fé, no creian haber bien por Cristo. Y la otra, que no tienen fé cristiana los que conocen á Cristo por hijo de Dios y creen que ha reconciliado á los hombres con Dios, si no tienen por cierto y firme que ellos son comprehendidos en esta reconciliacion, y así se tienen por amigos de Dios y están ciertos de su resurreccion y de su glorificacion.

Quinto, que ha de venir tiempo en el cual los demonios han de ser atormentados por Cristo. Esto entiendo que comenzará á ser en el dia del juicio, y entónces entiendo que se cumplirá aquello que dijo Dios, maldiciendo á la serpiente que engañó á Eva: «ipsum, conteret caput tuum»57. Esto se entiende en aquello «ántes de tiempo.»

Sexto, que los demonios no tienen poder de hacer mal ni aún á los animales brutos, si Dios no se lo consiente, cosa que da mucha satisfaccion á las personas cristianas, certificándose que, pues el demonio no las puede dañar sin la voluntad de Dios, ellas están seguras que, si bien las acometerá para apartarlas de Dios, no las derribará.

Séptimo, que los demonios tienen por oficio hacer mal como quiera que sea; no pudiendo molestar á los hombres, van á molestar á los puercos.

Octavo, que Cristo tiene en poco el daño de la hacienda, pues no curó del daño que padecían los dueños de los puercos; y de aquí entiendo que procede que las personas, que tienen del espíritu de Cristo, no estiman estas cosas exteriores en más de en cuanto les sirven á la sustentacion corporal. Tambien pienso que permitió Cristo el caso de los puercos porque el milagro fuese más evidente y así causase más admiracion.

Nono, que, así como es dulce y sabrosa la compañía de Dios, de Cristo, y de los que son de Dios y de Cristo, á las personas que aman á Dios y á Cristo, así es espantosa y temerosa á los hombres ajenos de Dios y de Cristo. Y no es maravilla, pues por experiencia se ha visto que muchos impíos han perecido por la compañía de los siervos de Dios; de esto dará testimonio Abimelec, el cual hubo mal por la compañía de Abraham58, de esto mismo dará testimonio Egipto que fué duramente castigado por causa del pueblo hebreo59. Tambien darán testimonio de esto aquellos reyes que fueron echados de la tierra de promision60, y dará testimonio de esto Jerusalem, que fué destruida por castigo de la muerte de Cristo, de manera que no es maravilla que estos Gergesenos rogasen á Cristo que se fuese de sus comarcas, temiendo que de su compañía no les viniese algun mal, como con efecto viene casi siempre mal á los siervos del mundo de la compañía de los siervos de Dios, no por defecto de los que son de Dios, sino por la malicia y malignidad de los que son del mundo, los cuales, ejercitando su impiedad contra los siervos é hijos de Dios, provocan contra sí la ira de Dios, y así son tratados de manera que les valdria más no conocerlos. Y por tanto seria bueno y sano consejo para los hijos del mundo, no empacharse con los hijos de Dios sino hacer, como hicieron estos Gergesenos con Cristo, rogándoles que se aparten de ellos, pero no constriñéndolos ni forzándolos á ello, como hicieron estos con Cristo.

Décimo, se entiende aquí que á los hijos de Dios pertenece no contender ni contrastar con los que no los quieren en su compañía, pero apartarse con paz de ellos, como hizo Cristo con estos Gergesenos.




ArribaAbajoCapítulo IX

Y entrado en la barca, pasó el mar y vino á su ciudad. Y he aquí que le trajeron un paralítico, echado en un lecho. Y viendo Jesus la fé de ellos, dijo al paralítico: Está de buen ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados. Y he aquí que algunos de los escribas dijeron entre sí: Este blasfema. Y viendo Jesus sus pensamientos, dijo: ¿Por qué causa vosotros pensais mal en vuestros corazones? ¿Cuál veamos es más fácil, decir: los pecados te son perdonados, ó decir: levántate y camina? Pues, porque sepais que el hijo del hombre tiene potestad sobre la tierra de perdonar los pecados, entónces dice al paralítico: Levántate, toma á cuestas tu lecho y véte á tu casa. Y levantado se fué á su casa. Y viendo esto las gentes, se maravillaron y glorificaron á Dios que da tal potestad á los hombres.



El intento de Cristo en sanar á todo este paralítico, lo muestra San Mateo, poniendo el efecto que resultó de la sanidad, este es que las gentes glorificaron á Dios por la potestad que daba á Cristo. De este caso aprendemos nosotros esto: Primero, que acostumbra Dios hacer bien á unos por la fe de otros, bien que se puede decir que, diciendo «la fé de ellos,» viene tambien á ser comprendido el paralítico.

Segundo, que, si bien en estos, que traian á este paralítico, habia caridad con la fé, dice el evangelista que Cristo tuvo respeto á la fé como á la raiz de donde procedia la caridad, porque es cierto que, si aquellos no creyeran que Cristo podia sanar al paralítico y que lo habia de sanar, no hicieran aquella obra de caridad, trayéndolo á Cristo.

Tercero, aprendemos aquí que tenia Cristo autoridad para perdonar los pecados aún ántes que en él fuesen castigados, y, si ántes, cuánto mejor despues.

Cuarto, vemos en este caso lo que acontece á muchos que van con un intento á hablar á una persona cristiana y alcanzan lo que ellos ni lo pretendian ni lo pensaban, y lo que acontece á todos los que son hijos de Dios, que alcanzan de Dios lo que ellos jamás se habrian sabido imaginar.

Quinto, aprendemos que cuanto los hombres están más llenos de letras sin espíritu, tanto son más temerarios en juzgar, como aconteció á estos escribas, letrados ó teólogos, que, en sintiendo decir á Cristo «tus pecados te son perdonados,» luego en sus ánimos condenaron á Cristo por blasfemo contra Dios, en cuanto segun ellos se usurpaba lo que pertenece á solo Dios, por ser los pecados ofensas hechas contra Dios, y al ofendido toca el perdonar.

Sexto, aprendemos que Cristo conocia los ánimos y los corazones de los hombres, bien que esto ya lo habemos visto. Lo mismo es «pensais mal en vuestros corazones» que: teneis malos pensamientos. La mayor facilidad en el decir «tus pecados te son perdonados» que en el decir «levántate y camina» pienso que la constituyo Cristo en esto que de lo uno se podia ver el efecto y de lo otro no. Es sin ninguna comparacion mayor efecto el perdonar los pecados que el sanar al paralítico, pero tambien es mayor la evidencia del sanar al paralítico que del perdonarle los pecados, y por tanto Cristo, queriendo certificar á los escribas de la remision de los pecados, que era de mayor efecto, sanó al paralítico, que era de mayor evidencia, de manera, que el paralítico hubo la sanidad interior por su fé y la de los que lo trajeron á Cristo, y hubo la sanidad exterior por la murmuracion de los escribas.

Y así la séptima cosa, que aprendemos aquí, es certificarnos de lo que dice San Pablo: «diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum,» Rom. 861. Aquello «toma tu lecho» es de considerar. Antes que Cristo lo sanase, era traido en el lecho, y, despues de sanado, él llevaba á cuestas el lecho, la cual cosa hacia que el milagro fuese más ilustre, y así resultó bien lo que añade San Mateo, diciendo que las gentes, que vieron esto, se maravillaron y glorificaron á Dios.

Y pasando Jesus de allí, vió un hombre sentado al banco, llamado Mateo, y dícele: Sígueme; y él levantado lo siguió. Y aconteció que, estando él asentado en casa, he aquí muchos publicanos y pecadores que venidos estaban asentados con Jesus y con sus discípulos. Y viéndolo los Fariseos, dijeron á sus discípulos: ¿Por qué causa vuestro maestro come con publicanos y pecadores? Y oyéndolo Jesus les dijo: No tienen los sanos necesidad de médico sino los enfermos. Andad pues y aprended qué cosa es: misericordia quiero y no sacrificio. Porque no soy venido á llamar justos sino pecadores á reconocimiento.



En la vocacion de San Mateo aprendemos que no hay hombre ninguno tan malo, el cual por la consideracion de sus pecados haya de pensar que está cerrado para él el reino de los cielos. Banco era el lugar adonde se asentaban los que cogían el tributo, alcabala ó pecho, y los que hacian este oficio eran tenidos por infames, y eran llamados publicanos, que eran más que pecadores. En Castilla un tiempo era tenido este oficio por tan infame, que apénas lo hacían sino los judíos.

Considerando á Cristo asentado á comer en la casa del publicano con publicanos y pecadores, se me representa la bondad y misericordia de Dios que traia á aquellos á que holgasen de la compañía de Cristo, al cual los Gergesenos echaron de sus comarcas, espantados y aterrorizados del milagro; y la humildad y mansedumbre de Cristo que, siendo la misma justicia y la misma puridad, no se avergonzaba de estar asentado con gente de aquella calidad.

Y considerando el escándalo de los Fariseos, se me representa la grandísima diferencia que hay entre los santos del mundo y los santos de Dios. Los santos del mundo, constituyendo su santidad en la opinion que el mundo tiene de ellos, huyen las compañías y las conversaciones de los hombres que tienen mal nombre y mala fama; y los santos de Dios, constituyendo su santidad en la opinion que Dios tiene de ellos, solamente huyen las compañías y las conversaciones que les pueden profanar los ánimos y gastar las costumbres, no curándose de la opinion que el mundo puede tener de ellos. Los santos del mundo, pretendiendo la gloria del mundo, atienden á servir á Dios y á servir al prójimo en cosas que parezcan de fuera, sacrificando y ayudando al prójimo con beneficios corporales; y los santos de Dios, pretendiendo la gloria de Dios, atienden á servir á Dios y á servir al prójimo en cosas interiores, «in sanctitate et justitia»62, y en el evangelio de Cristo. Los santos del mundo se escandalizan de los que no son como ellos, y los santos de Dios se duelen y compadecen de los que no son santos de Dios. En San Marcos, cap. 2, se entiende que la casa, donde estaba Cristo asentado á comer, era del mismo San Mateo; levantólo Cristo á él del banco y fué á asentarse con él en su casa.

Diciendo Cristo: «no tienen necesidad los sanos» etc., habló segun la opinion que tenian de si los Fariseos, como si dijera: vosotros os teneis por sanos y estos se tienen por enfermos, y por tanto á mí que soy médico, pertenece conversar y platicar con estos y no con vosotros; y añadiendo Cristo: «andad pues y aprended» etc., habló segun la opinion que él tenia de ellos, mostrándoles que por el mismo caso, que murmuraban de él, mostraban no entender aquello que dice Oséa63 «misericordia quiero» etc., pues les parecia mal que él se ejercitase en la piedad, estando con aquellos publicanos y pecadores, reduciéndolos á que reconociéndose dejasen de ser publicanos y pecadores y fuesen santos y justos, en el cual oficio se ejercita la misericordia, la cual placia, mucho más á Dios en tiempo de la ley que los sacrificios de animales que eran hechos por ordenacion del mismo Dios, y, si esto era así en tiempo de la ley, cuánto más será así en tiempo del evangelio.

En el hebreo por lo que aquí traducimos «misericordia,» está el vocablo que significa tambien piedad, religion y santidad; y es bien saber que, habiendo dicho, el profeta «misericordia», piedad, religion ó santidad, «quiero y no sacrificio,» añade «y conocimiento de Dios más que holocaustos,» adonde yo entiendo que es una misma sentencia repetida con encarecimiento, de manera que sea lo mismo, pero un poco más, el conocimiento de Dios que la misericordia, así como es lo mismo, pero un poco más, el holocausto que el sacrificio, y es así que no puede haber misericordia, piedad ni santidad adonde no hay conocimiento de Dios, porque estas cosas son el efecto del conocimiento de Dios, y es tambien así que no pueden agradar á Dios los sacrificios ni los holocaustos de los hombres que, estando sin ciencia de Dios, sin conocimiento verdadero de Dios, están sin misericordia, sin piedad y sin santidad.

Aquellas palabras de Cristo «porque no soy venido» etc., son terribles contra los santos del mundo, los cuales se tienen por justos delante de Dios, porque son justos delante del mundo, en cuanto no hacen cosa por la cual los hombres del mundo los puedan condenar, y no consideran la grandísima distancia que hay entre el juicio de Dios y el juicio de los hombres; á estos tales, dice Cristo, que no vino á llamar, porque, teniéndose ellos por justos, no abrazan jamás la justicia de Cristo, y dice que vino á llamar á los pecadores á reconocimiento; á que, reconociendo su injusticia, se remitan á la justicia de Dios, y así, dejando de ser pecadores, sean justos, no en su propia estimacion sino en la estimacion de Dios que los considera no por lo que son en sí, sino por lo que son en Cristo.

Aquí me place avisar á todo hombre cristiano que por una parte trabaje por vivir de tal manera entre los hombres del mundo que su cara descubierta les pueda decir con Cristo: «Quis ex vobis arguet me de peccato?»64, y que por otra parte se guarde como del fuego de entrar en fantasía de pretender por esto ser justo delante de Dios, ni aún ser estimado justo ni perfecto en opinion de los hombres, y mucho ménos de aquellos que han de ser edificados y aprovechados con su doctrina y conversacion, no dando oidos á la prudencia humana cuando le dirá que es bien que encubra sus defectos, porque no pierda el crédito con aquellas personas á las cuales enseña, porque debajo de este zelo está veneno. Es el ánimo humano arrogantísimo y, por mucho que sea humillado, tiene necesidad de humillarse más, y no hay cosa que más nos humille que ver que otros saben nuestros defectos, y por tanto los santos no se han avergonzado de publicar los suyos, como San Pablo que publicaba que era tentado de apetito carnal despues de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo.

Entónces vienen á el los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué causa nosotros y los Fariseos ayunamos mucho, y tus discípulos no ayunan? Y díjoles Jesus: No pueden llorar los hijos del esposo miéntras está con ellos el esposo, pero vendrán dias cuando les será quitado el esposo, y entónces ayunaran. Y ninguno echa remiendo de paño nuevo en vestidura vieja, porque su remiendo quita de la vestidura, y la rotura viene á ser peor; ni echan vino nuevo en odres viejos, y si no, rómpense los odres, y el vino se derrama y los odres se pierden; pero echan vino nuevo en odres nuevos, y todos dos se conservan.



Apenas habia Cristo respondido á una calumnia, cuando es acometido con una duda que daba fastidio á los discípulos de San Juan, los cuales, viendo la libertad con que vivian los discípulos de Cristo, libres de aquellos ayunos ceremoniosos de que veian cargados á los Fariseos y de que tambien ellos estaban cargados, y maravillándose que Cristo dejase en aquella libertad á sus discípulos, le preguntan la causa de ello, no con ánimo maligno como era el de los Fariseos, sino con ánimo símplice y puro; y así Cristo no les responde como á los Fariseos, pero dáles cuenta de sí en lo que le preguntan.

Adonde entendemos que á las personas cristianas las cuales por el ordinario ó son calumniadas de los santos del mundo ó vienen en suspicion en la opinion de los que, comenzando á ser santos de Dios, tienen aún resabios de santos del mundo, pertenece quebrar los ojos con la santa escritura á los santos del mundo y dar razon de sí á los santos de Dios imperfectos, á los que no vienen con malicia sino con sinceridad.

Cuanto al ayuno, ya está dicho arriba que el ayuno hebreo era una afliccion que duraba por todo un dia, como consta, Joel 2, y consta tambien por lo que aquí dice Cristo «no pueden llorar,» como que sea lo mismo llorar que ayunar. Cuanto á la respuesta de Cristo, quién la juntará con lo que refiere San Juan el evangelista en nombre del bautista, diciendo: «qui habet sponsam, sponsus est»65, juzgará que fué convenientísima cosa que, hablando Cristo con los discípulos de San Juan, se llamase esposo, pues el mismo San Juan lo llamaba así. Es Cristo esposo porque tiene esposa, esta es la iglesia que él ha aquistado con su sangre, lavándola y alimpiándola en ella, con ella y por ella, poniendo ella la fé con que cree que es esposa de Cristo, que está limpia, y lavada con la sangre de Cristo, el cual tomó sobre sí toda la suciedad de su esposa, y muriendo en la cruz se libró de ella, y así la esposa quedo limpia y el esposo limpísimo66. Los hijos de este matrimonio somos los que creemos y creyendo gozamos de la limpieza de la esposa de Cristo, siendo nosotros propios la esposa. Estos no pueden ayunar, estar en lloro, en llanto ni en tristeza, miéntras que Cristo está con ellos y ellos estan con Cristo, pero, partido Cristo de con ellos, entónces ayunan de verdad y á su despecho.

Esto fué así á la letra en los discípulos de Cristo, los cuales, miéntras tuvieron la presencia corporal de Cristo, no tuvieron cosa que les causase dolor ni tristeza, como lo afirma el mismo Cristo adonde dice: «Numquid aliquid defuit vobis?» Luc. 2267, y despues que perdieron la presencia corporal de Cristo, les vinieron los trabajos, las tristezas y los dolores causados por las persecuciones, con los cuales, si bien interiormente se gozaban, no dejaba la carne de dolerse y de entristecerse. Esto mismo es así en todos los que son discípulos de Cristo: miéntras está Cristo con ellos, haciéndoles sentir su presencia, no puede entrar en ellos tristeza ninguna; apartado Cristo de ellos, en no sintiendo la presencia de Cristo, luego se entristecen, ántes no puede entrar alegria en ellos. Tambien es esto así siempre que, miéntras los que son discípulos de Cristo están con Cristo y Cristo está con ellos, no ayunan el ayuno ceremonioso ni usan de las otras ceremonias que son semejantes á esta, pero cuando, descuidándose ellos de Cristo, se aparta Cristo de ellos, luego ellos se van al ayuno y á las otras ceremonias, segun que más largo lo he tratado en una respuesta68.

Queriendo Cristo aun satisfacer más á los discípulos de San Juan, dice «y ninguno echa remiendo» etc., como si dijese: y por la misma causa que no se acostumbra remendar con paño nuevo la vestidura vieja, por el inconveniente que se sigue, en cuanto, no pudiendo el paño viejo de la vestidura resistir á la fuerza del remiendo de paño nuevo, viene á ser que se arranca y así se hace mayor la rotura ó el agujero de la vestidura, no acostumbro yo enseñar á los Fariseos ni á los que no son mis discípulos á que no ayunen por el inconveniente que se seguiria, en cuanto, no pudiendo con las costumbres viejas de pretension de santidad estar la nueva doctrina que es propia de los que son mis discípulos, vendria á ser que de supersticiosios y ceremoniosos tornarian viciosos y licenciosos.

Conformándome con esto, acostumbro yo muchas veces decir que no se ha de proponer la doctrina del vivir cristiano y espiritual sino á los que, habiendo aceptado el indulto y perdon general que publica el evangelio, comienzan á dar señal de sí, mostrando que la fé es eficaz en ellos, como es en todos los que creen por inspiracion y divina revelacion. Diciendo «quita de la vestidura,» entiende que, arrancándose el remiendo nuevo, lleva tras sí aquello que tomaba la costura del paño viejo.

No contentándose Cristo con lo dicho, porque queria enviar muy satisfechos á los discípulos de San Juan, añade «ni echan vino nuevo» etc. Adonde entiendo que todos los que somos discípulos de Cristo somos odres nuevos, en cuanto somos regenerados y renovados por espíritu santo, y entiendo que son cueros viejos todos los que, estando fuera de esta regeneracion y renovacion, pretenden piedad. Tambien entiendo que es vino nuevo la doctrina del vivir cristiano y espiritual, la cual comenzó en el mundo desde Cristo, y entiendo que es vino viejo la doctrina del vivir moral y del vivir legal. Y así entiende Cristo que no doctrinaba á los que no eran sus discípulos como á sus discípulos, porque se perderian la doctrina y los doctrinados, y concluye que, así como el vino nuevo está bien en odres nuevos, así la doctrina del vivir cristiano, que es nueva, está bien en personas regeneradas y renovadas por espíritu santo, las cuales conservan la doctrina y son conservados con la doctrina. Diciendo «y si no,» entiende: y si no lo hace así, y si lo hace de otra manera. Y odres es lo mismo que cueros.

Hablándoles él estas cosas, he aquí un príncipe que viniendo lo adoró, diciendo: Mi hija es muerta ahora, pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá. Y levantado Jesus lo siguió y sus discípulos. Y he aquí que una mujer, que habia doce años que tenia flujo de sangre, llegando por detras, tocó la fimbria de su vestidura, porque decia, entre sí: Si tan solamente tocaré á su vestidura, seré libre. Y Jesus volviendo y viéndola dijo: Está de buen ánimo, hija, tu fé te ha librado. Y fué libre la mujer desde aquella hora. Y venido Jesus á la casa del príncipe y viendo los tañedores y la gente que hacia ruido, les dice: Andad, íos, no es muerta la doncella, pero duerme. Y reíanse de él. Y siendo echada la gente y entrado él dentro, le tomó la mano, y la doncella se levantó. Y salió esta fama por toda aquella tierra.



Todos estos dos milagros nos enseñan el valor de la fé, que alcanza tanto de Dios cuanto le basta á creer que alcanzará. Creyó el príncipe que, si Cristo tocaba la mano de su hija, resuscitaria, y, tocando Cristo la mano de su hija, resuscitó; creyó la mujer que tenia el flujo de sangre, tantos años habia, que, si tocaba á la fimbria ú orilla de la vestidura de Cristo, luego sanaria, y, en tocando á la fimbria de la vestidura de Cristo, luego sanó.

Adonde considerarán las personas cristianas que, pues fué así que estos tanto alcanzaron de Cristo cuanto creyeron, que alcanzarian aún de aquellas cosas que eran como accesorias en la venida de Cristo, tambien será así que tanto alcanzarán ellas de Cristo y por Cristo, cuanto creerán que han de alcanzar, y tanto más cuanto que el intento de la venida de Cristo fué á darles lo que ellas creen haber por Cristo, esto es inmortalidad y vida eterna, de lo cual tienen larguísimos prometimientos de parte de Dios.

Este príncipe, como consta por San Marco y San Lúcas, era príncipe ó señor de una de las sinagogas de aquella tierra, adonde se congregaban los judíos. Cuanto á la adoracion, ya está dicho en el capítulo precedente. El caso de esta mujer lo cuentan más particularmente los otros evangelistas. Aquellas palabras de Cristo «está de buen ánimo, hija,» tienen intento á confirmar la fé de la mujer; y diciendo Cristo «tu fé te ha librado,» parece que pretendió quitar á la mujer la opinion que pudiera tener que el tocar á la fimbria de la vestidura de Cristo la habia sanado, á fin que, estando cierta que no la habia sanado sino la fé con que habia tocado, atribuyese su sanidad no al tocar sino á la fé con que tocó.

Y aquí entiendo que los santos hebreos, que se justificaban obrando lo que mandaba la ley, no atribuian su justificacion á sus obras sino á la fé con que creian ser justos obrando, segun que lo he tocado en una consideracion69. Aquello «los tañedores» etc., era de la costumbre de aquellos tiempos. Aquello «y reíanse de él» acontece cada dia, en cuanto los que, aunque con las bocas confiesan otra vida, no la creen en sus corazones, siempre se burlan y rien de los que, incorporados en Cristo, teniéndose por muertos y por resuscitados en él, comienzan á vivir en la vida presente como resuscitados con la puridad y sinceridad que han de vivir en la otra vida; y los que se burlan y se rien de estos, tengan por cierto que se burlan y se rien de Cristo, y los que son burlados y escarnecidos tengan por cierto que son miembros de Cristo, y sepan cierto que Dios los tiene por muertos, por resuscitados y por glorificados en Cristo y por Cristo.

Y partido de allí Jesus, lo siguieron dos ciegos, gritando y diciendo: ¡Compadécete de nosotros, hijo de David! Y venido á la casa, se fueron á él los ciegos, y díceles Jesus: ¿Creeis que puedo hacer esto? Dícenle: Sí, Señor. Entónces les tocó los ojos, diciendo: Segun vuestra fé sea hecho á vosotros; y abriéronseles los ojos. Y amenazólos Jesus, diciendo: Mirad, no lo sepa ninguno. Y ellos partidos lo divulgaron á él por toda aquella tierra.



En el caso de estos dos ciegos es digno de consideracion que, queriéndolos Cristo sanar, no les pregunta si han vivido bien ni si han hecho buenas obras ni les manda que las hagan, preguntándoles solamente si creen, si tienen fé, y así les da la sanidad conforme á su fé. Adonde considero que, así como las obras que obraba la fé en estos ciegos eran irse tras Cristo, dando voces y demandándole sanidad, así las obras que obra la fé en los que, creyendo en Cristo, pretendemos alcanzar inmortalidad y vida eterna por Cristo, son irnos tras Cristo, dando voces y demandándole inmortalidad y vida eterna. Y en el ir tras Cristo incluyo y encierro el imitar á Cristo, el vivir como vivió Cristo. Y en el dar voces incluyo y encierro la contínua oracion, la cual es tan anexa al ir tras Cristo que nunca se apartan de compañía. Los que pretenden alcanzar inmortalidad y vida eterna por sus obras, no van voceando tras Cristo, y así su vivir no es semejante al de Cristo, ni sus oraciones son oraciones cristianas, no estando fundadas en Cristo.

Amenazando Cristo á los ciegos que no dijesen que él los habia sanado, no pretendió que no lo dijesen sino que lo dijesen más, como he dicho en el capítulo precedente sobre el leproso. Conocia bien Cristo la natural condicion de los hombres, que somos inclinados á hacer lo que nos es prohibido, y por tanto, cuando queria que una cosa se supiese, decia que no se dijese, y salióle segun su intento. Es bien verdad que, no obedeciendo estos á Cristo, no entiendo que pensaban hacer mal, ántes entiendo que pensaban hacer bien, mostrándose agradecidos del beneficio que recibian, no curando de lo que Cristo les mandaba, porque creian que era por modestia y no porque él en la verdad no holgase que se dijese. Y aunque esto es así, viendo que al fin hacian estos el contrario de lo que Cristo les mandaba, ya no sé, qué responderán á esto los que quieren que Cristo sanase primero los ánimos de aquellos, á los cuales sanaba los cuerpos, diciendo «lo divulgaron,» entiende que divulgaron á Cristo, publicando quién era.

Y partidos ellos, he aquí le trajeron un hombre mudo y endemoniado. Y echado el demonio, habló el mudo, y maravilláronse las gentes, diciendo: Nunca ha sido visto tal en Israel. Y los Fariseos decían, en virtud del príncipe de los demonios echa los demonios.



Tres cosas notables intervinieron en este milagro: la primera, que, librado que fué el hombre del demonio, se le desató la lengua, y habló; la segunda, la admiracion que este caso puso en las gentes; y la tercera, la calumnia de los Fariseos, santos del mundo. Estas mismas tres cosas entrevienen siempre que Dios por su espíritu santo saca á un hombre del reino del mundo, librándolo de la tiranía del demonio y lo trae al reino de Dios, poniéndolo en la libertad cristiana, y es así que á este tal luego se le desata la lengua y comienza á hablar cosas espirituales y divinas. La cual cosa causa grande admiracion en las gentes que ven lo que pasa, y mueve á los santos del mundo á que, calumniando aquella obra de Dios, pretendiendo piedad, persigan al que Dios ha librado, diciendo que no ha sido obra de Dios sino del demonio. Por aquello «nunca se ha visto tal en Israel» parece bien la majestad y autoridad con que Cristo hacia estas cosas.

Y andaba Jesus por todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas y predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y viendo á las gentes, se compadeció de ellas por causa que estaban desamparadas y descarriadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice á sus discípulos: La mies cierto es mucha y los obreros pocos; rogad pues al señor de la mies que eche obreros en su mies.



Tres cosas dice San Mateo que hacia Cristo miéntras andaba por las ciudades y aldeas de Judea, la una enseñar y la otra predicar y la otra obrar obras de caridad. Adonde entiendo que predicaba Cristo el evangelio del reino, quiero decir la buena y alegre embajada de la cercana venida del reino de los cielos, que es reino de Dios, el cual entiendo que comenzó en la venida del espíritu santo y se manifestará á la descubierta en la segunda venida de Cristo. Tambien entiendo que enseñaba Cristo el vivir segun el deber de la ley que entónces vivia, y segun el deber del reino de los cielos que se esperaba. Aquello «y viendo á las gentes» parece que no depende de lo precedente. Y la compasion, que aquí tuvo Cristo de los hombres, la tienen todos los verdaderos miembros de Cristo cuando los consideran así desamparados y descarriados, como están las ovejas cuando no tienen pastor que las recoja y abrigue.

Diciendo Cristo á sus discípulos «la mies es mucha» etc., llama mies á los que ha comparado á las ovejas, y con efecto es así que los que pertenecen al reino de Dios son ovejas en cuanto siguen á Cristo como á pastor, y son mies en cuanto, así como la mies es puesta en las trojes del señor, así ellos son puestos en posesion del reino de Dios, la cual continúan en la vida eterna. Diciendo Cristo «rogad pues al señor de la mies» etc., nos enseña que Dios quiere ser rogado aún en las cosas que él tiene determinadas y aún en aquellas cosas con que es ilustrada su gloria y que á nosotros toca rogárselas. Obreros para coger la mies de Dios entiendo que son los que son enviados de Dios á predicar el evangelio y á enseñar el vivir cristiano, y por esto dice «que eche;» los que no son echados ó enviados por Dios entre los hombres para este efecto, si bien predican el evangelio y enseñan el vivir cristiano, no son obreros de Dios. Y aquí entiendo la causa porque, siendo tambien hoy la mies mucha y habiendo al parecer muchos obreros porque hay muchos predicadores que tienen en las bocas al evangelio y á Cristo, hacen poquísimo fruto, entendiendo que no son obreros de Dios sino de hombres, y por tanto pertenece á ellos aquello que dice Dios por el profeta: Non mittebam profetas et ipsi currebant70.




ArribaAbajoCapítulo X

Y llamando á sus doce discípulos, les dió potestad contra los espíritus sucios para que los echasen y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. Y los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simon, el llamado Pedro, y Andres, su hermano; Jacobo, el del Zebedeo, y Juan, su hermano; Filipe y Bartolomé; Tomas y Mateo, el publicano; Jacobo, el del Alfeo, y Lebeo el que tiene por sobrenombre Tadeo; Simon el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo vendió.



De haberse compadecido Cristo de las gentes y de ver que la mies era mucha, parece haberse movido á enviar á los apóstoles como obreros á que predicasen. Adonde noto la majestad de Cristo en dos cosas: la una, en que es él el que envía obreros á la mies de Dios, cosa que pertenece á solo Dios, y la otra, en que á estos obreros que envia les da la potestad de hacer milagros, cosa que tambien pertenece á solo Dios. De muchos leemos que han hecho milagros, y de solo Cristo leemos que ha dado poderío de hacer milagros.

Adonde entiendo que lo que, estando Cristo corporalmente en el mundo, hizo aquí corporalmente, lo hace espiritualmente, estando en espíritu en el mundo. Y es así que espiritualmente envia obreros á la mies de Dios, á los cuales da poderío espiritual de sacar con sus palabras á los hombres de la tiranía del demonio que es espíritu sucio, y ponerlos en la libertad cristiana y de sanar todas las enfermedades y dolencias interiores; y los que hacen estos efectos evidentes son apóstoles de Cristo y obreros de Dios; los que no los hacen no son lo uno ni lo otro. Quien querrá entender las significaciones de los nombres de los apóstoles y por qué causa fueron doce y por qué están unos primero que otros, podrá leer en otras escrituras.

A estos doce envió Jesus, ordenándoles diciendo: No ireis por camino de gentiles ni entrareis en ciudad de Samaritanos, ántes id á las ovejas perdidas de la casa de Israel, y yendo predicad diciendo: Cercano está el reino de los cielos. Sanad enfermos, alimpiad leprosos, resucitad muertos, echad demonios. De balde lo habeis tomado, de balde lo dad.



Por estas palabras consta clarísimamente que no todas las cosas, que dijo y ordenó Cristo, ni aún á sus discípulos, pertenecen á nuestros tiempos, pues es así que, si lo que aquí dice «no ireis por el camino» etc., perteneciera más que por el tiempo en que se dijo, no fuera lícito á los apóstoles ir á predicar el evangelio á los de la gentilidad despues de la venida del espíritu santo. Es menester llevar grandísimo tino en la eleccion de los evangelios para ver qué cosas son dichas solamente para aquellos tiempos, y qué cosas para todos tiempos, y qué cosas son dichas á personas cristianas y qué cosas á personas ajenas de Cristo, porque el que desatinará en esto, cairá en grandes inconvenientes. Háse pues de entender aquí que por la misma causa que quería Cristo que, viviendo él, la ley fuese en todo y por todo respetada y guardada, como habemos visto en el cap. 5, queria que, viviendo él, no fuese predicado el evangelio á los gentiles ni á los samaritanos sino solamente á los hebreos á los cuales particularmente había sido prometido.

Adonde dice «envio,» en el griego está el vocablo del cual es derivado el nombre de apóstoles. Diciendo «no ireis por camino» etc., entiende: no vais á predicar á los gentiles; y diciendo «ni entrareis en ciudad» etc., entiende: ni ireis tampoco á predicar en ninguna ciudad de samaritanos, los cuales ni bien eran gentiles ni bien eran judíos. Diciendo «mas id ántes á las ovejas» etc., entiende: pero ireis á predicar entre los judíos, adonde entiendo que llama Cristo ovejas perdidas etc. á los israelitas que, estando predestinados para la vida eterna, eran ovejas de Dios, pero andaban perdidos buscando y procurando justificarse por sus obras. Ordenando Cristo á sus discípulos que predicando dijesen «cercano está el reino de los cielos,» nos enseña á nosotros que, cuando seremos inspirados á predicar, prediquemos el reino de los cielos, no diciendo «cercano está,» como decían los apóstoles por órden de Cristo, porque aún el reino no era venido, no siendo venido aún el espíritu santo, pero diciendo: ya es venido el reino de los cielos.

Adonde entiendo que es lo mismo predicar el reino de los cielos que predicar en que manera huelga ya Dios de regir y gobernar no á un pueblo solo, como ántes que Cristo reconciliase á los hombres con Dios, ni con ley escrita, como ántes que fuese la ley cumplida en Cristo y por Cristo, sino á todos los pueblos del mundo y con su espíritu santo solamente que, aceptando ellos la gracia del evangelio, se entren en el reino de los cielos, descuidándose de sí mismos, renunciando el gobierno de la prudencia humana y posando todo su cuidado en Dios, remitiéndose á su regimiento y á su gobierno.

Y aquí me parece sentir que es llamado reino de los cielos este reino de Dios porque es divinísimo y perfectísimo, así como llamamos celestiales y del cielo á las cosas perfectísimas, de manera que sea lo mismo reino de los cielos que reino celestial, divínisimo, espiritualísimo y perfectísimo. Habiendo Cristo ordenado á sus discípulos qué es lo que habian de predicar, les ordena qué es lo que habian de obrar, diciendo: sanad enfermos, etc. Adonde se ha de notar qué obras son las que pertenecen al predicador del evangelio, las cuales no las hace él sino el espíritu de Dios en él; y tengo por cierto que al don de apostolado es anexo este obrar por espíritu santo, ó juntamente en los cuerpos y en los ánimos, como era en la primitiva iglesia, ó solamente en los ánimos, como ha sido y es despues acá.

Aquello «de balde lo habeis tomado» etc., pertenece á quitar el avaricia de los ánimos de los apóstoles, los cuales pudiera ser que, engañados por la prudencia humana, se persuadieran que era bien tomar de los ricos, á quien daban sanidad, para dar á los pobres, la cual cosa diera mal nombre al evangelio; y pretendiendo Cristo remediarlo, dice: pues de balde y graciosamente habeis recibido de Dios este don de hacer estas cosas milagrosas, comunicadlo de balde y graciosamente con los que lo comunicareis, no tomando premio ninguno por ello. Adonde no se ha de entender que prohibe Cristo el tomar de los que han aceptado el evangelio, para dar á los que padecen necesidad entre los que tambien lo han aceptado, como consta que lo hacia San Pablo, sino que no se tome como por premio de lo que se da, ni tome para sí el que da.

No poseereis oro ni plata ni metal en vuestras cintas, ni alforja por el camino, ni dos vestiduras ni zapatos ni bordon. Porque digno es el obrero de su manjar, y en cualquiera ciudad ó aldea que entrareis, pesquisad quién es en ella digno, y allí os estad hasta que os partais.



Porque cuanto el ánimo del hombre está más libre del cuidado de las cosas corporales y exteriores, tanto mejor puede atender á las cosas espirituales é interiores, y cuanto más conoce por propia experiencia que, descuidándose él de sí y posando todo su cuidado en Dios, no le deja Dios padecer necesidad, tanto más confia en Dios, aprendiendo por estas cosas corporales lo que se puede prometer de Dios en las cosas espirituales: queriendo Cristo que los que él enviaba á predicar su evangelio atendiesen solamente á él, desembarazándose de las cosas del mundo, y que aprendiesen por propia experiencia lo que se podian prometer de él, les ordenó que no llevasen cosa que les pudiese ser impedimento, porque fuesen libres y desembarazados, ni en que pudiesen asirse á poner su confianza, porque la pusiesen solamente en él. Y así entiendo que pretendió Cristo dos cosas en esto: la una, que sus discípulos fuesen desembarazados, y la otra, que aprendiesen á confiar en él y á depender de él. Por oro, plata y metal entiende dineros de oro, de plata y de metal; y diciendo «en vuestras cintas,» entiende: en vuestras bolsas, porque los antiguos traían las bolsas en las cintas.

No quiere que lleven alforjas, porque no quiere que se provean de un lugar para otro. No quiere que lleven dos sayos ó capas, porque no quiere que piensen en lo que han de vestir, cuando habrán rompido lo que llevan vestido. No quiere que lleven zapatos, porque se pueden pasar sin ellos y así van más desembarazados. Y por la misma causa entiendo que no quiere que lleven bordon, vara ó baston. Y porque le pudieran decir los discípulos: Pues ¿de qué viviremos? él responde diciendo: «digno es el obrero de su manjar» ó el jornalero de su jornal. En aquello «y en cualquiera ciudad ó aldea» etc., les ordena dos cosas: la una, que busquen la posada del más hombre de bien que haya en el lugar adonde entrarán y que posen allí, y la otra, que no sean inconstantes, mudando posadas, porque es nota de ligereza.

A quien me preguntase si quiso Cristo entender que fuesen así propio sus discípulos como aquí ha dicho, y si quiere Cristo que los predicadores del evangelio vayan así, le responderia, cuanto á los discípulos de Cristo: que tengo por certísimo que á la letra fueron así, porque así lo muestra Cristo adonde dice «quando misi vos» etc.;71 y cuanto á los predicadores: que tengo por certísimo que los que, sufriéndolo sus complexiones, pudiesen ir como fueron los discípulos de Cristo, lo acertarian, y aún creo y tengo por firme que en ello ganarian mucho cuando su intento fuese ir muy desembarazados é ir á merced de Dios, confiando en solo Dios que, pues no falta á las aves del cielo ni falta á los lirios del campo, tampoco les faltará á ellos.

A alguno podria parecer extraño que ordenase Cristo á sus discípulos que no llevasen dineros para el camino, no haciéndolo él así, como consta que Judas tenia los dineros que le eran dados, y como consta que llevaba Cristo tras sí mujeres que de sus haciendas le hacian la costa; y no le parecerá extraño, si considera que Cristo no tenia la necesidad de ser ejercitado en la fé, que tenian los discípulos que eran imperfectos, ni tenia Cristo necesidad de desembarazarse de las cosas exteriores y corporales para atender á las interiores y espirituales, como la tenian los discípulos que eran imperfectos. Y así entiendo que, cuanto uno es más imperfecto, tanto tiene más necesidad de seguir el órden que Cristo daba á sus discípulos, con tanto que no piense que la perfeccion consiste en no llevar dinero con todo lo demas, y que atienda á conseguir el fin para que le es ordenado que no los lleve.

Tambien podrá decir algun otro: Pues como habemos visto en lo pasado, Cristo platicaba con publicanos y con pecadores ¿por qué causa ordena á sus discípulos que hagan lo contrario, ordenándoles que pesquisen cuáles son los más hombres de bien y que posen en sus casas? Y á esto se puede responder que á Cristo no le podia dañar la conversacion de los publicanos ni de los pecadores, ni en profanarle el ánimo ni en corromperle las costumbres, y que á los apóstoles, que eran imperfectos, podia dañar en lo uno y en lo otro, y que por tanto Cristo les manda y ordena que se alleguen á personas de buena fama, porque estas no los harian daño ni en lo uno ni en lo otro. Los santos del mundo, como está dicho arriba, huyen las conversaciones de los hombres profanos y malos, porque el mundo no los juzgue á ellos por profanos y malos; y los santos de Dios solamente huyen las tales conversaciones cuando están á peligro de gastar con ellas sus ánimos o sus costumbres, no curándose del juicio del mundo cuando no están á este peligro, como vemos que hacia Cristo, porque del todo estaba fuera de este peligro.

Entrados pues en la casa, saludadla; y, si será la casa digna, venga vuestra paz sobre ella, y, si no será digna, vuestra paz se torne á vosotros. Y el que no os recibirá ni oirá vuestras palabras, salidos de aquella casa ó de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros piés. Dígoos de verdad que será mas tolerable el mal á la tierra de los de Sodoma y de Gomorra en el dia del juicio que á aquella ciudad.



La salutacion es lo mismo que una breve oracion en la cual rogamos á Dios por aquella ó aquellas personas á quien saludamos. La ordinaria salutacion que usaban los hebreos era decir: Paz á tí; y debajo de este nombre paz entendian mucha felicidad y prosperidad. Sabido esto, se entiende que ordenaba Cristo á sus discípulos que al tiempo que entrasen en la casa que pesquisando habrian entendido que era digna, que la saludasen con la ordinaria salutacion. Y añade «y si será la casa digna» etc., como prometiéndoles que su oracion seria oida en caso que la fama de aquella casa fuese verdadera, y que, en caso que no fuese verdadera, les daria Dios á ellos lo que habia de dar á aquella casa.

Y añadiendo Cristo «y el que no os recibirá» etc., les ordena que, cuando, informados de la bondad de uno por su fama, se irán á posar en su casa, y el tal hombre no los querrá recibir ó recibiéndolos no querrá oir la predicacion evangélica, que no estén más allí; y entiende lo mismo de una ciudad o aldea que de una persona particular. Y háse de notar que, para que los discípulos estuviesen en una casa ó en una ciudad, no bastaba que fuesen recibidos, siendo necesario que fuesen tambien oidos. El dia de hoy hay muchos que reciben á los discípulos de Cristo y hay pocos que oyen sus palabras, porque no las oyen sino los que aceptan en sus corazones la buena nueva que les traen, intimándoles el indulto y perdon general por la justicia de Dios ejecutada en Cristo.

El sacudir el polvo de los piés debiera ser ceremonia hebrea, cuando querian mostrar la impiedad de aquellos adonde eran entrados. Aquella amenaza con juramento «dígoos de verdad que será» etc., es terribilísima contra aquellos hombres que oyen el evangelio y no lo aceptan y reciben; y si es terribilísima contra estos, ¿qué tal será contra los que contradicen al evangelio y lo persiguen? Si los hombres mirasen lo que hacen cuando se ponen á contradecir y perseguir una cosa con achaque de religion, soy cierto que irian más recatados que por el ordinario van.

Veis aquí que yo os envio como ovejas en medio de lobos. Sed pues prudentes como serpientes y sinceros como palomas, y guardáos de los hombres, porque os entregarán á concilios y en sus sinagogas os azotarán, y á gobernadores y reyes sereis llevados, por mi causa, por testimonio á ellos y á las gentes. Pues cuando os entregarán, no penseis cómo ó qué hablareis, porque en aquella hora os será dado qué hableis, porque no sois vosotros los que hablan, pero el espíritu de vuestro padre es el que habla en vosotros.



A los discípulos compara Cristo á ovejas no en sus mandras72 sino en medio de los lobos; estos son todos los hombres del mundo, miéntras son hombres del mundo no regenerados por el evangelio de Cristo. Y es bien á este propósito una consideracion que me acuerdo haber escrito, mostrando como todos los hombres son como leones y tigres, pero atados con cadenas de la honra, del temor y de la conciencia73. Y dando Cristo á sus discípulos las propias armas con que defenderse de los hombres, les dice «sed prudentes» etc., como si dijese: y pues es así que vais entre los hombres del mundo como van las ovejas entre los lobos, advertid de ser semejantes á las serpientes en la prudencia, no dejándoos jamas engañar de sus palabras ni de sus persuasiones, en las cuales todas siempre tendrán intento á hacer que dejeis de ser ovejas y seais lobos como son ellos; y advertid de ser semejantes á las palomas en la sinceridad y simplicidad.

Quiere Cristo que de tal manera usen sus discípulos de la prudencia serpentina, cuanto á guardarse de los hombres del mundo, que no vengan á tener costumbres serpentinas, y por tanto les avisa que con la prudencia serpentina tengan la sinceridad columbina, no dejándose engañar y no engañando, defendiéndose del mal y no ofendiendo, etc. De la prudencia de la serpiente me basta saber esto que en figura de serpiente engañó el diablo á los primeros hombres, y de la sinceridad de la paloma me basta saber esto que en figura de paloma vino el espíritu santo sobre Cristo, como habemos visto en el cap. 3.

Diciendo «y guardáos de los hombres» etc., se declara más en lo que ha dicho, como si dijese: dígoos que hagais cuenta que vais como ovejas entre lobos y que os apercibais de prudencia serpentina y de sinceridad columbina; porque sabed que todos los hombres os son enemigos, no os fieis de ninguna manera de ellos, ni aún cuando se os mostrarán muy amigos, porque entónces os dañarán más. Y que esto sea así lo vereis por experiencia cuando contradiciendo á vuestra predicacion os perseguirán, y presos os entregarán á concilios y os azotarán en sus sinagogas, y no contentos con esto os presentarán á gobernadores y reyes, haciendo el último de potencia por quitaros las vidas.

Adonde entiendo que habló Cristo como en el tiempo que habló, en el cual tiempo habia en Judea concilios, que eran los tribunales de los romanos, y habia sinagogas, que eran las casas adonde se ayuntaban los judíos á sus lecciones y predicaciones, y habia reyes y habia gobernadores ó presidentes. Y diciendo «en sus sinagogas,» muestra Cristo que eran judíos los que habian de hacer esto contra sus discípulos, como con efecto lo fueron en aquel principio de la predicacion del evangelio, al cual tiempo refiero yo estas palabras, porque no leo que viviendo Cristo los discípulos fuesen tratados de esta manera, ántes leo todo lo contrario.

Aquello «por mi causa» parece dicho como por mitigar el dolor de la persecucion, el cual con efecto se hace tolerable cuando el hombre considera que es perseguido por Cristo. Diciendo «por testimonio á ellos y á las gentes,» entiende que la persecucion de los discípulos de Cristo será en el dia del juicio como un testimonio de la impiedad de los judíos que los habrán perseguido y de los gentiles que habrán sido ejecutores de la persecucion de los judíos.

Aquello «pues cuando os entregarán» etc., pertenece tanto para consolar á los discípulos con la consideracion que, si los hombres les serán contrarios y enemigos, que Dios será en su favor y les ayudará con su espíritu santo, cuanto para reducir á los discípulos á que tambien en esto mortifiquen sus discursos humanos, no pretendiendo defender la predicacion del evangelio con razones humanas ni con argumentos humanos, remitiendo la defension á lo que en aquel punto Dios les dará que decir, haciendo que el espíritu santo hable en ellos, de manera que sus palabras no sean suyas sino del espíritu santo. De estas palabras de Cristo se colige esto:

Primero, que los discípulos de Cristo se han de persuadir que están entre los hombres del mundo como ovejas entre lobos; y los que no tienen esta persuasion, no pueden guardar el decoro cristiano, el deber de discípulos de Cristo.

Segundo, que se han de armar con prudencia serpentina contra las persuasiones de los hombres, y de sinceridad columbina contra los ímpetus de sus afectos y apetitos humanos; y los que no están armados de esta manera, es imposible que perseveren en la escuela de Cristo.

Tercero, que han de tener á todos los hombres por enemigos, no para tratarlos como á enemigos, sino para guardarse de ellos como de enemigos, huir y guardarse de dar ni tomar con ellos; y los que no harán esto así, serán forzados á apartarse muchas veces del decoro cristiano. Y hombres son (como he dicho) todos los que no son regenerados por el evangelio, todos los que no son discípulos de Cristo.

Cuarto, que han de poner fin á la ambicion y á la gloria del mundo, holgándose que el mundo los maltrate y los persiga como á malos y perversos, no siéndolo, teniendo por cierto que todo esto es anexo á los que entran en la escuela de Cristo; y los que no estarán en esta resolucion, fácilmente serán apartados de la escuela de Cristo.

Quinto, que han de tener tan mortificada su razon y prudencia humana, que no se piensen servir de ella por ninguna manera para defenderse en el negocio cristiano ni para defender la predicacion del evangelio, estando remitidos á lo que al tiempo de la defension el espíritu santo les dará que decir; y los que no harán esto así, forzadamente vendrán á decir cosas ajenísimas de Cristo y del evangelio de Cristo, con las cuales más presto ofenderán á sí mismos, á Cristo y al evangelio que lo defenderán.

Y no cabe decir que el vocablo griego por lo que aquí dice «penseis» significa pensar con solicitud, porque si es así que no han de hablar sino lo que en aquella hora el espíritu santo les dará qué decir, ¿de qué sirve el pensar aunque sea sin solicitud? En efecto, quiere Cristo que sus discípulos no dependan de los hombres del mundo ni dependan de sí mismos, pero que dependan de solo Dios y que de él esperen toda cosa, no solamente lo que han de comer y de vestir, pero tambien lo que han de hablar. Tampoco cabe decir: ¿qué sé yo si este prometimiento toca á mí? no quiero tentar á Dios. Porque este prometimiento toca á todos los que, mortificando sus discursos, confien en él, ciertos que no les faltará Dios en lo que les promete; y nunca tienta á Dios el que se funda en prometimiento de Dios, diciendo: Dios me dice que no piense en lo que tengo de hablar en presencia de los gobernadores y reyes del mundo, porque en la propia hora él me dará lo que tengo de hablar, yo sé que lo puede hacer y sé que no lo prometeria si no lo hubiese de hacer, pues confiado yo en este prometimiento, no quiero pensar en lo que tengo de hablar.

Aquí diré esto: que tengo por experiencia que nunca mejor hablé en mi vida que cuando he hablado sin haberme puesto á pensar lo que habia de hablar, lo mismo digo del escribir. Y ruego á Dios que, como me ha reducido en esta quinta cosa á hacer el deber de discípulos de Cristo, me reduzca en las otras cuatro precedentes, y me perfeccione cada dia más en esta y en aquellas, reduciéndome á que en todo y por todo sea tan buen discípulo de Cristo que por ninguna manera me aparte de la escuela de Cristo hasta que en mí sea vista la propia imágen de Cristo, pudiendo yo decir á los otros discípulos de Cristo con San Pablo: «imitatores mei estote sicut et ego Christi»74.

Y entregará el hermano al hermano á muerte, y el padre al hijo, y levantaránse hijos contra padres y mataránlos. Y sereis aborrecidos de todos por mi nombre, y el que perseverará hasta el fin, este será salvo.



Prosiguiendo Cristo en profetizar á sus discípulos la persecucion que habian de padecer por el evangelio, la cual (como he dicho) pertenece no á lo que fué en tiempo de Cristo, sino á lo que fué, ha sido y es despues de la venida del espíritu santo, les muestra como habia de ser tan grande la rabia de los hombres del mundo contra los que fuesen sus discípulos, que, olvidados del deber de la generacion humana, el hermano no tendría respeto al hermano, ni el padre al hijo ni el hijo al padre. Esto tengo por certísimo que fué verificado así á la letra en tiempo de los mártires, cuando fué tan odioso el nombre cristiano en el mundo que, como uno era cristiano, tenia por enemigos á sus propios parientes, los cuales lo entregaban á la muerte. Y ¡pluguiese á Dios que no se pudiese con verdad decir que lo que entónces era el nombre cristiano en el mundo, cuanto al ser aborrecido y perseguido, es ahora el vivir cristiano! De manera que siempre ha sido y es verificado en los que son discípulos de Cristo esto que aquí profetizó Cristo, y en tanto no es verificado en cuanto ellos no se muestran ni se descubren ser discípulos de Cristo; que, si descubriéndose ellos el mundo los conociese por tales, no hay duda sino que haria con ellos lo que ha hecho siempre con los que ha conocido. Y no se deben maravillar los discípulos de Cristo, si, así como ellos entrando en la escuela de Cristo renuncian el deber de la generacion humana, abrazándose con el deber de la regeneracion cristiana, así los hombres olvidados del deber de la generacion humana los tratan como á cosa que ya no pertenece de ninguna manera á ellos; ántes deben tomar por cierta señal, que son discípulos de Cristo, el ser tratados de los hombres, y más de sus propios parientes, como enemigos.

Y aquí noto una diferencia entre los hombres del mundo y los discípulos de Cristo; que los hombres del mundo tienen por enemigos á los discípulos de Cristo y los tratan como á enemigos; y los discípulos de Cristo tienen por enemigos á los hombres del mundo, pero, no los tratan como á enemigos sino como á amigos, viviendo entre ellos como ovejas entre lobos.

Diciendo Cristo «y el que perseverará,» etc., entiendo que de sus discípulos aquellos alcanzarán salud y vida eterna que perseveraran hasta la muerte en la escuela de Cristo, no saliéndose de ella ni por muerte ni por vida; y no entiendo que se sale de la escuela de Cristo, sino el que por miedo ó por vergüenza del mundo no solamente abandona y deja el vivir cristiano, pero se aparta de la fé cristiana, atendiendo á justificarse por sus obras, así como no se sale de la frailía sino el que deja los hábitos y se sale del monasterio. Lo mismo es «por mi nombre» que por mi causa. Diciendo «hasta el fin,» entiende: hasta la muerte en el martirio; y diciendo «será salvo,» entiende: alcanzará vida eterna, de la cual felicidad serán excluidos los que, no pudiendo sufrir la ignominia de la cruz de Cristo, darán con la cruz en tierra.

Y cuando os perseguirán en una ciudad, huid á otra, porque os digo de verdad que no acabareis de andar todas las ciudades de Israel que no sea primero venido el hijo del hombre.



De estas palabras se colige bien que no solamente no deben los discípulos de Cristo ofrecerse al martirio sin ser llevados á él, pero que lo deben huir cuando huyéndolo es más presto aumentado que menoscabado el evangelio, segun que tenemos el ejemplo en San Pablo; de manera que huir del martirio no es salirse de la escuela de Cristo sino conservarse en ella para aprovechar más en ella. Y parece que, porque pudieran decir los discípulos: Tú, señor, nos mandas que no vamos entre los gentiles ni entre los Samaritanos, y por otra parte nos dices que huyamos de ciudad en ciudad cuando habremos sido perseguidos en todas las ciudades de Judea, ¿qué quieres que hagamos? Cristo les dice: «Porque os digo de verdad,» etc., entendiendo: Estad de buen ánimo, que primero vendré yo que vosotros hayais acabado de andar por todas las ciudades de Israel.

Esto es lo que suenan estas palabras, las cuales no sé como cuadran entendiéndolas de la predicacion que fué en aquel propio tiempo, ni sé tampoco como cuadran entendiéndolas de la predicacion que fué despues, ni sé tampoco qué venida es esta que dice Cristo; siento la dificultad y, no sabiendo salir de ella, me remito á lo que sobre esto dicen los que hablan mejor. Diré yo aquí esto: que es grandísimo indicio de la depravacion de nuestros ánimos este que nos altera más una sentencia que á nuestro parecer no cuadra con lo sucedido, que nos aquietan y nos confirman ciento que cuadran bonísimo.

No es el discípulo sobre el maestro ni el siervo sobre su señor. Bástale al discípulo que sea como su maestro y que el siervo sea como su señor. Y si al señor de casa han llamado Beelzebul, ¡cuánto más á sus familiares! Por tanto no los temais.



Va Cristo facilitando en los ánimos de sus discípulos la acerbidad y amargura de la cruz, y así en estas palabras les dice en sentencia: no es muy gran cosa que vosotros, que sois mis discípulos, seais maltratados de los hombres del mundo, pues yo, que soy vuestro maestro y preceptor, he sido y soy y seré maltratado de los mismos. Que Cristo fuese llamado Beelzebul lo veremos en el cap. 12, á donde los Fariseos dicen que Cristo echaba los demonios en virtud de Beelzebul.

Así era llamado un ídolo de ciertos gentiles vecinos á Judea, y segun dicen era comun nombre á todos los ídolos llamarlos Baal que es lo mismo que Beel, pero uno era llamado Baal-peor y otro Baal-zebul, y significa maestro ó señor de moscas. Diciendo «por tanto no los temais,» concluye que, pues lo mismo, que habia de pasar por ellos, habia tambien de pasar por él, no tenian causa de atemorizarse, considerando que, lo que sería de él, sería de ellos; y con efecto es grandísimo consuelo para los que son murmurados, perseguidos y maltratados por la justicia del evangelio, considerar que por allí pasó Cristo.

Porque no hay cosa encubierta que no haya de ser descubierta, ni secreta que no se haya de saber. Lo que os digo en obscuridad, decidlo en claridad; y lo que oís á la oreja, predicadlo en los tejados.



Sabiendo por experiencia como esto es así, que es grandísimo consuelo para los que son perseguidos por Cristo y como Cristo, pensar que al último ha de ser vista y descubierta su inocencia y su verdad, y considerando que va Cristo aquí mezclando á sus discípulos lo dulce con lo amargo, pienso que se sirvió de esta sentencia general «no hay cosa encubierta» etc., pretendiendo decirles: estad de buen ánimo, que, aunque vuestra justicia y vuestra verdad en la presente vida esté encubierta, en la vida eterna será descubierta, juntamente con la injusticia y maldad de los que os maltratarán; y pienso que, añadiendo Cristo «lo que os digo en obscuridad» etc., entendió: y pues esto ha de pasar así, sin ningun respeto, no temiendo ni muerte ni infamia, os podreis deliberar á decir clara y públicamente en presencia de los hombres estas cosas que yo ahora os digo escondidamente y como á la oreja.

Esta inteligencia me satisface y es digna de Cristo. Pero por lo que leo en San Marco 4, adonde están estas mismas palabras, pienso que sea esta la propia inteligencia que, queriendo Cristo quitar de los ánimos de sus discípulos la sospecha, en que podian entrar pensando que las cosas, que comunicaba con ellos, habian de estar siempre secretas, les dice: «porque no hay cosa» etc., entendiendo: esto no os lo digo para que lo tengais secreto ó encubierto, ántes os lo digo para que lo manifesteis y publiqueis, pero á su tiempo.

En efecto, parece que el intento de Cristo fué tener secreto y encubierto el negocio del evangelio miéntras él vivía corporalmente entre los hombres; y túvolo tan secreto que ni aún los propios discípulos nunca lo entendieron hasta que vino el espíritu santo, el cual los hizo capaces dél, trayéndoles á la memoria las palabras que Cristo, estando con ellos, les habia dicho. Y lo que aconteció á los discípulos de Cristo, acontece á cada uno de nosotros, en cuanto, por mucho que leemos y oimos del negocio del evangelio, nunca lo entendemos hasta que viene el espíritu santo en nosotros, el cual nos hace capaces dél por lo que sentimos y trayéndonos á la memoria lo que habemos leido y oido dél.

Y no temais á los que matan al cuerpo, no pudiendo matar al ánima, mas ántes temed al que puede destruir en el infierno al ánima y al cuerpo. ¿Cómo y no son vendidos dos pajarillos por un dinerillo? Y uno de ellos no cae sobre la tierra sin vuestro padre. Y de vosotros hasta los cabellos de la cabeza, todos están contados. Por tanto no temais, pues vosotros sois de mayor excelencia que muchos pajarillos.



Esto pertenece para confirmar y fortificar los ánimos de los que son entrados en la escuela de Cristo, á fin que no acontezca que, espantados y atemorizados de la furiosa enemistad con que son perseguidos de los hombres del mundo ó con que serán perseguidos cuando el mundo los descubrirá por discípulos de Cristo, se aparten de la escuela de Cristo, como acontece á los que entran en ella, no siendo traidos de Dios; de manera que diciendo «y no temais» etc., entiendo: no tengais temor de los hombres del mundo, los cuales, si bien son poderosos para matar los cuerpos, no son poderosos para matar las ánimas, y, cuando hayais de temer, temed á Dios, el cual solo es poderoso para destruir ánimas y cuerpos. Aquí conviene advertir dos cosas: la una, que no nos dice Cristo que temamos á Dios, entendiendo que, pues nos puede matar los cuerpos y las ánimas, temamos, no nos los mate, porque esto sería tenernos en servidumbre peor que hebrea, cosa ajenísima del evangelio de Cristo, pero nos dice que, habiendo de vivir en temor, es más al propósito temer á Dios que temer á los hombres; y la otra, que á solo Dios pertenece hacer que las ánimas perezcan en el infierno.

Añadiendo Cristo, «¿cómo y no son vendidos» etc., entiendo que pretende certificarnos de dos cosas, las cuales en gran manera nos consuelan en nuestros trabajos. La una es que en el mal que nos hacen los hombres, concurre la voluntad de Dios, porque sin ella no serian ellos poderosos para hacernos mal; está la prueba por los pajarillos, los cuales, siendo de tan poca estimacion que dos de ellos son vendidos por un dinerillo, Dios tiene tanta cuenta con ellos que no muere uno sin la voluntad de Dios, como si dijese: y si esto es así en un pajarillo, ¿cuánto mejor será en vosotros? La otra es que, si bien los hombres del mundo nos quitarán las vidas, despojándonos de estos cuerpos, que seamos ciertos que no perderemos nada, porque Dios tiene tanta cuenta con nosotros que aún hasta los cabellos de nuestras cabezas tiene contados para que no perezca ni uno de ellos.

Estas son dos cosas de tanta importancia que la menor de ellas es bastantísima para tenernos en sumo gozo y en suma seguridad, despojados de todo temor humano y carnal, y llenos de mucho amor divino y espiritual; y por tanto con contínua oracion debemos rogar á Dios que imprima en nuestros corazones estas dos cosas de tal manera que nunca jamás dudemos de la verdad de ellas, y esta certificacion será bastantísima á mortificar y matar en nosotros todos los respetos del mundo y todos los deseos de la sensualidad.

Aquello, «y de vosotros hasta los cabellos» etc., es digno de mucha consideracion para entender que esta estrecha cuenta no la tiene Dios, sino con los que son discípulos de Cristo, con los que, aceptando la justicia de Cristo, han tomado posesion en el reino de Dios, dejando á los otros al gobierno de estas que llaman causas segundas. Y acerca de esta voluntad de Dios y providencia de Dios, he escrito dos consideraciones75 y una respuesta76.

Pues á todo aquel que me confesará en presencia de los hombres, lo confesaré tambien yo en presencia de mi padre el que está en los cielos; y á cualquiera que me negará en presencia de los hombres, lo negaré tambien yo en presencia de mi padre el que está en los cielos.



Con estas palabras entiendo que pretende Cristo animar á los flacos y atemorizar á los imperfectos, á los que no son aun llegados á servir por amor, como si les dijese: sed ciertos de esto, que al que me confesará, lo confesaré, y al que me negará, lo negaré. Adonde se ha de entender que confiesan á Cristo en presencia de los hombres los que, habiendo puesto fin á la gloria del mundo y á su propia satisfaccion, libremente sin temor de vida ni de honra dicen que Jesus, es el Mesía prometido en la ley, que es hijo de Dios y una misma cosa con Dios, que, tomando sobre sí los pecados de los hombres y siendo castigado por ellos, los reconcilió con Dios, y que gozan de esta reconciliacion los que la creen.

Pero háse de advertir que entónces es buena esta confesion cuando sale del corazon, y no puede salir del corazon si no está en el corazon, y no puede estar en el corazon si el espíritu santo no la ha puesto por su mano, y es bonísima cuando, saliendo del corazon, se dice en presencia de hombres que la contradicen, la desprecian y la persiguen. De esta manera conviene que nosotros confesemos á Cristo, confesándolo tambien con el vivir cristiano, conformando nuestro vivir con el de Cristo; y, haciéndolo así, Cristo nos confesara á nosotros, abrazándonos como á miembros suyos.

Tambien se ha de entender que niegan á Cristo en presencia de los hombres los que, temiendo la infamia de la cruz de Cristo, se apartan de la fé cristiana ó del vivir cristiano, á los cuales con razon negará Cristo en presencia de su padre celestial, diciéndoles aquellas duras palabras: «Nescio vos» con lo que se sigue77.

Aquí podrá uno decir que cree la primera parte de estas palabras, cuanto á la confesion, pero que no cree la segunda, cuanto á la negacion, habiendo visto la experiencia en contrario, siendo así que San Pedro negó á Cristo en presencia de los hombres, pero no ha negado Cristo á San Pedro en presencia de Dios, ántes lo ha sublimado sobre los otros. Y á este se le podrá responder que no negará Cristo á los que lo negarán de la manera que lo negó San Pedro, por poquedad, pusilanimidad y fragilidad y con ligereza, pero no con pertinacia, y que negará á los que lo negarán como Júdas, con malicia y malignidad y con pertinacia, y á los que, siguiendo tras Júdas, hacen con los miembros de Cristo lo que Júdas hizo con Cristo. Y aquí se ha de considerar que no niegan á Cristo sino los que, siendo de Cristo, dicen que no son de Cristo, que no conocen á Cristo; los que nunca han entrado en la escuela de Cristo no se puede decir que niegan á Cristo.

No penseis que soy venido á echar paz sobre la tierra, porque no soy venido á echar paz sino cuchillo, y es así que soy venido á partir al hombre contra su padre y á la hija contra su madre y á la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre serán sus familiares.



Estas palabras dependen de aquello que Cristo ha dicho arriba «entregará el hermano al hermano á muerte.» Adonde parece que, porque pudiera parecer extraño á los discípulos esta disension que les profetizaba Cristo, aún mucho mayor que la que por el ordinario se ve entre los hombres, Cristo les dice: «no penseis que soy venido» etc., como si dijese: y mirad vosotros que no entreis en fantasía, pensando que mi venida haya de causar paz exterior en la tierra, porque quiero que sepais que será todo el contrario, siendo así que en lugar de paz causaré guerra, causando enemistad aún entre aquellos que por la generacion humana son conjuntísimos, como son el padre y el hijo, etc.

A donde no se ha de entender que el intento de la venida de Cristo fué á causar esta disension, sino de su venida resulta esta disension, y no por culpa de Cristo ni de los discípulos de Cristo, el cual y los cuales son la misma paz, sino por la malicia y malignidad de los hombres del mundo, los cuales son tan enemigos de Dios y tan contrarios á todas las cosas que son de Dios, que, posponiendo el deber de la generacion humana, el hijo no cristiano persigue hasta la muerte al padre cristiano, etc. Y si los hombres del mundo, vencidos de sus pasiones, se apartan del deber de la generacion humana, tornándose de hombres bestias fieras ¿por qué ha de parecer extraño á los discípulos de Cristo dejarse vencer de las inspiraciones divinas, apartándose del deber de la generacion humana por seguir el deber de la regeneracion cristiana?

A donde dice «partir,» el vocablo griego significa dividir una cosa muy conjunta; y familiares es lo mismo que domésticos, criados, hombres de casa. Y es así con efecto que un hombre cristiano no tiene mayores enemigos en el mundo que á los de su casa cuando no son tambien ellos cristianos.

Aquí tropiezan los hebreos, diciendo que no puede ser que Cristo haya sido el Mesía, pues tanto por lo que él propio dice, que vino á echar cuchillo, que es lo mismo que guerra, en el mundo, cuanto por lo que se ve por propia experiencia, que el evangelio de Cristo causa disensiones y discordias en el mundo, no es Cristo autor de paz sino de guerra, y Esaías78 hablando del Mesía lo llama príncipe de paz y dice que las multiplicaciones de su imperio y paz no tendrán fin. Los cuales no tropezarian de ninguna manera si considerasen á Cristo como un cordero que, ni aún siendo llevado al degolladero, no balase, y si considerasen á los discípulos de Cristo como ovejas entre lobos, á los cuales quita Cristo todas las ocasiones por las cuales es perturbada la paz en el mundo, privándolos de deseos carnales, de afectos vindicativos, de aficion de riquezas, de procurar honras y dignidades, y finalmente de todas aquellas cosas que procuran los hombres del mundo, á fin que, no teniendo por qué venir en competencia con ellos, no hayan de contender con ellos, y más, que los priva hasta de las demostraciones de santidad, á fin que ni aún vengan en competencia con los santos del mundo; en lo cual todo muestra Cristo ser príncipe de paz, como profetizó de él Esaías, y muestra que su imperio es todo paz, como profetizó el mismo, pues es así que no están debajo de su imperio sino los que son como ovejas entre lobos.

Sobre estos y en estos reina Cristo, de estos es príncipe y emperador, y así viene á ser que él es emperador pacífico y su imperio es pacífico, si bien en la presente vida los hombres del mundo hacen cruelísima guerra á los que están debajo de este felicísimo imperio, el cual en la vida eterna estará en suma paz y en suma felicidad, no teniendo parte en ella los hombres del mundo ni los demonios del infierno, y entónces verán los perversos judíos que tropiezan en estas palabras de Cristo, cuán propiamente cuadran en Cristo las palabras de Esaías. A donde se ha de considerar lo que está dicho sobre aquello del cap. 5:«Bienaventurados los apaciguadores,» para que se entienda que este reino de Cristo no es otra cosa sino paz. Y es así que los que aceptamos el evangelio de Cristo, siendo reconciliados con Dios, tenemos paz con Dios, la cual sentimos en nuestras conciencias, como la sentia San Pablo cuando decia: «justificati ex fide pacem habemus erga Deum per dominum nostrum Jesum Christum,»79 y, teniendo paz con Dios, tenemos paz entre nosotros mismos y tenemos paz con todos los hombres, no dándoles más ocasion de guerra de la que ellos se quieren tomar, haciéndonos guerra como á mortales enemigos.

¡Venga, venga ya señor Dios mio, aquel tiempo felicísimo y gloriosísimo, en el cual el mundo conocerá que tu unigénito hijo, Jesucristo nuestro señor, es príncipe de paz y emperador pacífico, y verá, para mayor tormento suyo, como siempre en su imperio ha habido mucha paz y mucha quiete, y así los que somos tus hijos, seremos enteramente glorificados con nuestro príncipe de paz, Jesu-Cristo nuestro señor!

El que ama al padre ó á la madre más que á mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo ó á la hija más que á mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y sigue tras mí, no es digno de mí. El que halla á su ánima, la perderá; y el que perderá á su ánima por mi causa, la hallará.



Aquí entiendo que, porque pudiera uno decir: no me será á mí enemigo mi padre, porque no me apartaré yo del deber de hijo, Cristo dice en sentencia: si el amor de tu padre te tirará más á cumplir con el deber de hijo de Adam por la generacion humana que el amor, que me tienes á mí, te tirara á cumplir con el deber de hijo de Dios por la regeneracion cristiana, no serás digno de mí. Y es así que, si á los hijos del Zebedeo tirara más el amor del padre que el amor de Cristo, no dejaran al padre en la barca por seguir á Cristo, y así no fueran dignos de Cristo; lo mismo es del otro que queria ir á enterrar á su padre por cumplir con el deber de la generacion humana. El cual deber muchas veces nos tira á todo lo contrario que el deber de la regeneracion cristiana. Como será decir: mi padre, mis hermanos, mis hijos y mis parientes querrian que yo atendiese á acrecentarme en el mundo, á ser estimado, honrado y rico, y me querrian más ver muerto que verme deshonrado, afrentado y pobre; y Cristo quiere que yo ponga fin á la propia estimacion, al ambicion y á la codicia y que huelgue de ser deshonrado, afrentado y aún martirizado.

Si yo quiero satisfacer al deber de la generacion humana, por el mismo caso me apartaré del deber de la regeneracion cristiana, y así, pudiendo más en mí el amor de los mios que el amor de Cristo, no tendré parte en Cristo. Y si yo querré satisfacer al deber de la regeneracion cristiana, por el mismo caso me apartaré del deber de la regeneracion humana, y así, pudiendo más en mí el amor de Cristo que el de los mios, vendrá á seguir lo que ha dicho Cristo en lo pasado, cuanto á las disensiones y persecuciones. De manera que entónces el hombre ama más á su padre que á Cristo, cuando es más tirado del deber de la generacion humana que del deber de la regeneracion cristiana. Y ser digno de Cristo es lo mismo que ser verdadero miembro de Cristo, estar incorporado en Cristo, por la cual incorporacion no mira Dios al hombre por lo que es en sí sino por lo que es en Cristo.

Diciendo «y el que no toma su cruz» etc., declara que la cruz del hombre es todo el mal y todo el daño que le resulta de amar á Cristo más que á su padre, madre, etc. Bien añadió Cristo: «y sigue tras mí,» entendiendo: y vá por donde yo voy, siguiendo tras la voluntad de Dios sin mirar al deber de la generacion humana. Y aquí se entiende que no es cruz la que yo me tomo por mi voluntad, afligiéndome y maltratándome, sino la que tomo por voluntad de Dios, holgándome que el mundo me desprecie, me aflija y me maltrate. Esta es la cruz cristiana, porque es semejante á la cruz de Cristo; y el que no lleva en este mundo esta cruz á cuestas, no es digno de Cristo.

Aquello, «el que halla á su ánima» etc., entiendo que está dicho como por consolacion de los que, tomando su cruz, van tras Cristo, de los cuales dice Cristo que hallan á sus ánimas, entendiendo que todos los hombres del mundo tienen perdidas las ánimas, las vidas, estando condenados á muerte eterna, y que entre estos hallan sus vidas, sus ánimas, los que aceptan el evangelio, por el cual son justificados y así habilitados para resurreccion y vida eterna. Estos dice que perderán sus ánimas, sus vidas, poniéndolas, como dicen, al tablero por amor de Cristo y por el deber de la regeneracion cristiana, y privándose de las satisfacciones y de los placeres sensuales, de que gozan los hombres del mundo. Y dice más que los que de esta manera perderán sus ánimas, sus vidas, las hallarán, porque resucitarán y vivirán vida eterna con Cristo.

Grandísima perfeccion es esta, y grandísima gracia de Dios es menester para que el hombre acabe consigo de perder lo que ve, con expectativa de ganar lo que no ve; y así como tengo por cierto que no vendrá jamás á esto un hombre, si el mismo Dios no lo trae, así tambien creo que el más eficaz expediente, con que trae Dios á esto á los que trae, es con darles algunos sentimientos y conocimientos de la felicidad de la vida eterna, certificándolos que, perdiendo la vida presente, ganarán la vida eterna. Los que están ayunos de estos sentimientos y conocimientos y de esta certificacion, es imposible que desprecien la vida presente ni que amen la vida eterna.

El que os recibe á vosotros, me recibe á mí; y el que me recibe á mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe al profeta en nombre de profeta, recibirá galardon de profeta; y el que recibe al justo en nombre de justo, recibirá galardon de justo. Y cualquiera que dará á beber á uno de estos pequeños un jarro de agua fria solamente en nombre de discípulo, dígoos de verdad que no perderá su galardon.



Tres cosas entendemos en estas palabras de Cristo. La primera, que, recibiendo y acogiendo en nuestras casas á los discípulos de Cristo cuando andarán á predicar el evangelio de Cristo ó cuando andarán huyendo las persecuciones de los hombres, recibimos y acogemos al mismo Cristo, en cuanto por causa de Cristo andan fuera de sus casas, y que, recibiendo á Cristo recibimos á Dios, el cual envió á Cristo al mundo; de manera que, acogiendo en nuestras casas á los discípulos de Cristo, acogemos á Cristo y acogemos á Dios.

La segunda, que en recibir y acoger en nuestras casas á los discípulos de Cristo, solamente habemos de tener intento á que son discípulos de Cristo, de manera que no nos movamos por el deber de la generacion humana, sino por el deber de la regeneracion cristiana, no con intento que nuestra buena obra sea galardonada sino con intento que por nuestra buena obra sea Dios glorificado por aquel discípulo que por nuestra causa viene á confirmarse y certificarse más en que Dios es verdadero y fiel, cumpliendo lo que promete.

La tercera, que nuestras obras, cuando son hechas con el intento que esta dicho, son galardonadas de Dios en la presente vida, pero con galardones de la otra vida, respondiendo el galardon á la obra, en cuanto al que recibe al profeta, al que tiene don de interpretar la santa escritura, y particularmente lo que es profecía, teniendo solamente respeto á que es profeta, dará Dios don de profecía, y en cuanto al que recibe al justo, justificado por Cristo, teniendo solamente respeto á que es justo, dará Dios fé, con que tambien él sea justo.

Adonde se ha de advertir que, para que yo reciba á un profeta solamente porque es profeta y á un justo solamente porque es justo, es menester que yo conozca que el uno es profeta y que el otro es justo, el cual conocimiento no lo puedo yo tener sino por gracia de Dios; y así vendrá á ser que el galardon de profecía y el galardon de justicia que yo alcanzo no se atribuirán á mi sino á la gracia de Dios que obró en mí, y así á mí no me quedará de que vanagloriarme, diciendo: yo tengo don de profecía porque recibí á un profeta, ni: yo soy justo porque recibí á un justo.

Encareciendo aún más la cosa Cristo por provocar los ánimos de los imperfectos á usar caridad con los que son discípulos suyos, dice «y cualquiera que dará» etc., entendiendo que la más mínima cosa del mundo que haremos con los que serán discípulos de Cristo, no teniendo otro respeto ninguno sino que son discípulos de Cristo, nos será galardonada de Dios con dones espirituales y divinos, como está dicho arriba. Y lo mismo se ha de entender aquí en aquello «solamente en nombre de discípulo» que arriba «en nombre de profeta» y «en nombre de justo»; es manera de hablar de la lengua hebrea, quiere decir: por causa que es justo, por causa que es profeta y por causa que es discípulo. Por aquello que dice «á uno de estos pequeños» parece que estas palabras fueron dichas en presencia de más personas que los discípulos. «De agua fria» dice entendiendo pura y sin cosa adherente, como es tomada del rio ó de la fuente.




ArribaAbajoCapítulo XI

Y aconteció que, habiendo Jesus acabado de ordenar esto á sus doce discípulos, se partió de allí á enseñar y á predicar en las ciudades de aquellos. Y oyendo Juan en la prision las obras de Cristo, enviando dos de sus discípulos le dijo: ¿Eres tú el que ha de venir ó esperamos á otro? Y respondiendo Jesus les dijo: Id, denunciad á Juan lo que ois y veis: ciegos recobran vista, cojos andan, leprosos son alimpiados y sordos oyen, muertos resucitan y á pobres es predicado el evangelio. Y bienaventurado es el que no se escandalizará en mí.



Cuanto á lo primero, es aquí digno de consideracion que el evangelista casi siempre pone juntas estas dos cosas, diciendo que Cristo enseñaba y predicaba, á fin que entendamos que son cosas distintas y diferentes. Predicaba Cristo el evangelio del reino, y enseñaba el vivir segun el deber del evangelio.

A los que predican, llama San Pablo apóstoles, y á los que enseñan, llama doctores; los unos dice que tienen don de apostolado, y los otros de doctrina.

En la embajada, que San Juan envió á Cristo, hallo esta dificultad que no puede ser que pretendiese saber para sí lo que enviaba á preguntar, pues había mostrado saberlo, estando en el vientre de la madre y estando en el Jordan; si pretendió que lo supiesen sus discípulos ó que lo supiesen las gentes, delante de las cuales lo preguntaban, parece extraño que San Juan pusiese en duda lo que en el Jordan había afirmado, diciendo: «Ecce agnus Dei, ecce qui tollit pecata mundi»80 y aún parece extrañísimo que quisiese San Juan que Cristo diese testimonio de sí mismo, pudiéndolo dar el de la manera que lo había dado, y su testimonio fuera más creido, mayormente de sus discípulos, por la mucha estimacion de santidad que tenia acerca de todos, y más, que por el ordinario se da más crédito á lo que otros dicen de nosotros que á lo que nosotros mismos decimos.

Cuanto á la respuesta de Cristo, veo bien que era bastantísima para certificar á San Juan cuando él estuviera dudoso, pero no veo como era bastante para certificar á los discípulos de San Juan, los cuales por aquellas obras no se cómo podian conocer lo que preguntaban, y mucho menos veo cómo lo podian conocer las otras gentes, las cuales consta que esperaban al Mesía en hábito y en estado diferentísimo de aquel en que lo veían á Cristo. Veo las dificultades y, no sabiendo salir de ellas, espero que Dios por sí mismo me sacará cuando le placerá, y entre tanto no me avergüenzo de mi ignorancia, ántes me precio de ella, para que se conozca que esto es lo que tengo que sea propio mio.

Diré bien aquí esto: que por la respuesta de Cristo, pudiera bien entender que él era el Mesía el que tuviera buenos los ojos interiores, no por los milagros, sino por lo que añadió Cristo despues de los milagros, diciendo: «y á los pobres es predicado el evangelio.» Porque es así que, juntando esto, que se veia y era confirmado con los milagros, con lo que estaba profetizado por Esaías, cap. 61, conociera claramente que Cristo era el Mesía, porque, hablando Esaías en persona de Cristo, dice así: «El espíritu del Señor, señor mio, sobre mí, porque me ungió el Señor, á predicar» ó evangelizar «a afligidos» ó pobres «me envió, á amelecinar81, á los de corazon molido, á denunciar á cautivos libertad, y á presos abrimiento de cárcel, á denunciar el año apacible al Señor» etc.; de manera que, quien cotejara con estas palabras lo que oia y veia de la evangelizacion de los pobres que dijo Cristo, pudiera conocer que él era el Mesía, siendo pero ilustrado con el espíritu de Dios á ver en qué manera á los pobres era predicado el evangelio, y á entender las palabras de Esaías, las cuales el mismo Cristo interpreta de sí, Lúc. 4.

Aquí se ha de advertir que por las palabras del profeta se entiende bien qué es lo que Cristo entiende diciendo «á los pobres es predicado el evangelio,» ó los pobres son evangelizados, porque es así que el vocablo hebreo por lo que aquí dice «pobres» significa afligidos, mezquinos y pobretos, y tales son con efecto los que aceptan la predicacion del evangelio, quiero decir, que para aceptarla es menester que se conozcan tales y se tengan por tales, así como es menester que el enfermo se conozca enfermo para reducirse á tomar la medicina, y porque es tambien así que, diciendo Isaías «amelecinar á los de corazon molido» ó quebrantado, declara que la predicacion es saludable para los que la oyen, y que los que son afligidos ó pobres, son hombres de corazon molido ó quebrantado, y los mismos están cautivos y están presos, los cuales por el evangelio entran en libertad y salen de cautividad. Y es bellísima cosa que llama Esaías año apacible ó agradable al Señor, al tiempo de la predicacion del evangelio.

Adonde viene bien una respuesta82 que me acuerdo haber escrito, mostrando como entre las cosas que en el mundo se hacen por voluntad de Dios, en cuanto no se harian si él no quisiese que se hiciesen, solamente le agradan y le satisfacen sumamente aquellas que él propio por su espíritu santo hace en los que aceptamos el evangelio.

Añadiendo Cristo «y bienaventurado es el que no se escandalizará en mí,» parece que pretendió remediar á lo que la prudencia humana pudiera alegar al que se pusiera á cotejar lo que oia en la predicacion de Cristo con lo que habemos alegado de Esaías, persuadiéndole que no pertenecian á Cristo las palabras del profeta por ser hombre al parecer como los otros, no mostrando aquella grandeza ni aquella majestad que los judíos esperaban que habia de tener el Mesía. Y es así cierto que nunca dice la Escritura que en Cristo se escandalizan sino los judíos83, antes la propia experiencia nos muestra que el escandalizarse en Cristo es tan propio á los hebreos y á los que tienen ánimos hebreos, cuanto es propio el burlarse de Cristo á los gentiles y á los que tienen ánimas de gentiles. Lo mismo es, «no se escandalizará en mí» que: no tropezará en mi humildad y bajeza. Sobre el escándalo he escrito una consideracion84.

Y partidos ellos, comenzó Jesus á decir á las gentes de Juan: ¿Qué salistes á ver al desierto? caña movida con viento? Pues ¿qué salistes á ver? á hombre vestido con vestiduras delicadas? Mirad que los que visten delicado, están en las casas de los reyes. Pues ¿qué salistes á ver? profeta? Cierto os digo: y más excelente que profeta. Este verdaderamente es de quien esta escrito: Hé aquí yo envío á mi ángel antes de tí, el cual aderezara tu camino en tu presencia.



Parece que, porque de la pregunta de los discípulos de San Juan las gentes que estaban presentes pudieran colegir que San Juan no era de aquella autoridad y santidad que se pensaban, pues dudaba de Cristo, quiso Cristo con estas palabras y con las que se siguen engrandecer el autoridad de San Juan. Y primero dice que no era «caña movida con viento,» cuales son los que no están constantes en la verdad que conocen y cual fuera San Juan si, habiendo dado testimonio de Cristo en el Jordan, dudara de Cristo en la prision. Segundo, dice que no era hombre en quien cupiese lascivia, ligereza, ni liviandad, cuales son los que se visten delicadamente por lascivia y por parecer bien, estimándose mucho por la delicadura y hermosura de sus vestidos.

Tercero dice que no solamente era profeta, pero era de mayor excelencia y dignidad que profeta, y, mostrando Cristo en qué cosa consistia esta mayor excelencia y dignidad, alega las palabras de Malachías, constituyéndola en dos cosas: La una, en que otro profeta profetizó de él, y la otra, en que su oficio fué de mayor excelencia que el de ningun profeta. Y el oficio de San Juan consiste en aparejar el camino á Cristo; esto hacia San Juan predicando penitencia, arrepentimiento ó reconocimiento, y bautizando en agua, que era lo mismo que turbar el agua de la balsa para que Cristo la clarificase, como está dicho sobre el capítulo 3. Y es siempre necesaria en nosotros la preparacion de San Juan para que aceptemos á Cristo, porque (como he dicho poco ántes) no toman la medicina sino los que se conocen enfermos, y el propio oficio de San Juan es mostrarnos nuestras enfermedades y mostrarnos juntamente á Cristo, el cual solo las sana, dándonos la medicina del evangelio, de la remision de nuestros pecados, en la cual consiste nuestra salud.

El profeta Malachías á la letra dice así85: «Ved que yo envio á mi ángel y alimpiará el camino delante de mí y luego vendrá á su templo el Señor que vosotros buscais y el ángel de la confederacion que vosotros deseais. Ved que viene, dice el Señor de ejércitos.» Adonde es digno de consideracion que se concuerdan Malachías y Esaías en el oficio de San Juan que era aparejar, aderezar y alimpiar el camino á Cristo. Y es digno aún de más consideracion que llama Malachías á Cristo ángel de la confederacion, porque es así que él es el que, enviado de Dios en el mundo, por donde le pertenece nombre de ángel, reconcilió á los hombres con Dios, tomando sobre sí los pecados de los hombres, y siendo castigado por ellos con aquel rigor que si él los hubiera cometido todos; de manera que Cristo es ángel de la confederacion, porque ha hecho paz entre Dios y nosotros. Los que no gozan de esta paz, no conocen el beneficio de Cristo, y por el consiguiente no conocen á Cristo; y los que conocen á Cristo, conocen el beneficio de Cristo y gozan de la paz y confederacion que hizo Cristo entre Dios y los hombres.

Dígoos de verdad: entre los nacidos de mujeres no se ha levantado ninguno mayor de Juan el bautista, pero el menor en el reino de los cielos es mayor que él.



Dos cosas aprendemos en estas palabras de Cristo: la una, que San Juan era igual al mayor de los patriarcas y profetas, pues hasta entónces no era nacido en el mundo ningun hombre puro que le hiciese ventaja, y esto pertenece á autorizar el testimonio de San Juan y su predicacion; y la otra que el menor santo de los del evangelio es mayor que el mayor santo de los de la ley, pues es así que es mayor que San Juan Bautista que fué tan grande que no hubo otro mayor, y esto pertenece á ensalzar la grandeza del evangelio. Si Cristo no hubiera dicho estas dos cosas, pareciera verdaderamente cosa recia decir que San Juan fué igual á Moisen, y pareciera cosa recísima decir que el menor santo del evangelio, porque estos son los que están en el reino de los cielos, es mayor que San Juan Bautista y que Moisen, pero, habiéndolo dicho Cristo, que es la misma verdad, conviene que lo tengamos por verdad.

La primera cosa, que es entre Moisen y San Juan, no me quiero poner á averiguarla, porque seria forzado á hablar en ella por ciencia y no por experiencia, y tambien porque es fácil cosa creerla. Averiguaré bien la segunda, que es entre San Juan y el menor santo del evangelio, porque es difícil cosa creerla, y así digo que la incorporacion, con que los santos del evangelio están incorporados en Cristo, hace que el menor de ellos sea mayor que San Juan Bautista, en cuanto considera Dios en cada uno de ellos lo que considera en Cristo, pudiendo cada uno de ellos decir con San Pablo86: «Vivo ego, jam non ego, vivit vero in me Christus,» y en cuanto, incorporados en Cristo, son hijos de Dios y reciben espíritu de hijos; de manera que la mayoría no consiste en el ser propio de aquel que es menor en el reino de los cielos, sino en el ser que tiene incorporado en Cristo, y así como Cristo es mayor que San Juan, así el menor de los miembros de Cristo es mayor que San Juan, el cual no entiendo que estaba incorporado en Cristo, porque aún Cristo no habia sido castigado en la cruz por nuestros pecados, del cual castigo depende nuestra incorporacion en él, así como tampoco entiendo que tuviese del espíritu de Cristo, porque no fué comunicado á los hombres hasta que Cristo fué glorificado.

Tocó bien á San Juan así como á los otros santos de la ley el beneficio de Cristo, en cuanto se remitieron á la justicia que habia de ser ejecutada en Cristo, pero no les tocó la incorporacion en Cristo, porque aún no era hecha, aconteciendo á los santos de la ley con Cristo crucificado lo que acontece á los santos del evangelio con Cristo glorificado, en cuanto, así como los santos del evangelio gozan de Cristo glorificado, esperando que tambien ellos han de ser glorificados con él, pero todavía traen á cuestas esta carne pasible y mortal, así los santos de la ley gozaron de Cristo crucificado, esperando ser incorporados en él y justificados por él, pero todavía su carne los molestaba y los inquietaba, porque aún Cristo no la habia matado en la cruz. Esto es cuanto á la incorporacion en Cristo. Y cuanto al espíritu de Cristo, que es espíritu filial, está claro que no tocó á los santos de la ley, á los cuales no era dado espíritu filial sino espíritu servil.

Esta diferencia de espíritus consta por aquellas palabras de Cristo cuando, reprehendiendo á sus discípulos porque querian imitar á Elías, les dijo: «Nescitis cujus spiritus estis?»87 y consta por aquello que dice San Juan: «Nondum erat spiritus datus, quia Jesus nondum erat glorificatus,»88 y consta tambien por aquello que dice San Pablo: «Non enim accepistis spiritum servitutis iterum in timore, sed accepistis spiritum adoptionis filiorum.»89 Y así viene bien que, porque el menor de los que, perteneciendo al evangelio, está en el reino de Dios, es hijo, y el mayor de los que pertenecen á la ley, es siervo, viene á ser verdad lo que dice Cristo que el menor de los del evangelio es mayor que San Juan Bautista, pues el uno, por ruin que sea, es al fin hijo, y el otro, por mayor que sea, es al fin siervo; y aunque acontece que muchas veces vale más en sí un siervo que un hijo, como entiendo que en sí han valido más muchos santos de la ley que muchos del evangelio, todavía en la dignidad excede el hijo al siervo. Y sobre esto mismo he hablado sobre el Salmo 149 y en una respuesta90. En aquello «nacidos de mujeres» está claro que no viene á ser comprehendido Cristo, no porque no haya nacido de mujer sino porque el hijo de Dios vá fuera de toda generalidad.

Y desde los dias de Juan el bautista hasta ahora el reino de los cielos es violentado, y violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley hasta Juan profetizaron, y, si quereis entender, él es Elías el que habia de venir. El que tiene orejas para oir, oiga.



Tres cosas entendemos en estas palabras de Cristo. La primera, que, desde que San Juan comenzó á predicar, comenzaron los hombres como á ensayarse para entrar en el reino de los cielos, comenzando á reconocerse y á conocer á Cristo por Mesía, por rey de este reino. A donde diciendo «es violentado,» entiende: es saqueado, es tomado por fuerza; y puédese decir que los santos del mundo, queriendo y procurando justificarse por sus obras, pretenden entrar por pacto en el reino de los cielos, pero no entran, porque no se dá á pacto, y así no entran en él sino los violentos, los que lo toman por fuerza, no de obras sino de fé, consistiendo el ser violentos en que cautivan sus entendimientos, sus juicios y sus discursos á la obediencia de la fé cristiana, con la cual se entra en el reino de los cielos.

Los hebreos pretendian entrar en el reino de los cielos por pacto, alegando que á ellos era prometido Cristo, y quedáronse fuera; y los gentiles, no curando de pacto y ateniéndose á la fuerza de la fé, lo toman por combate y lo saquean. La segunda cosa que entendemos aquí es que luego, como el reino de los cielos comenzó á ser saqueado, comenzó tambien á faltar el reino de la ley y de los profetas, en cuanto, entrados los que pertenecen al pueblo de Dios en el reino de los cielos, á donde tienen el gobierno del espíritu santo, no tienen necesidad de ley ni de profetas, aconteciendo en este caso al pueblo de Dios lo que acontece á un niño, en cuanto, así como el niño, mientras es niño, no llegado á los años de la discrecion, es gobernado por un ayo ó pedagogo y, despues que él tiene discrecion, no tiene más necesidad del ayo, gobernándose él de por sí en unas cosas segun la crianza que le dió el ayo y en otras segun lo que á él mejor le parece, así el pueblo de Dios, mientras fué niño, tuvo por ayos y gobernadores á la ley y á los profetas, y despues de entrado en el reino de los cielos, no teniendo necesidad de la ley ni de los profetas, se gobierna por el espíritu santo, el cual en unas cosas se conforma con la ley y en otras sigue el deber de la regeneracion cristiana, de manera que en lugar de la ley es sucedido el espíritu santo en el gobierno del pueblo de Dios. Los que no sienten este gobierno, no son hijos de Dios ni están en el reino de los cielos; y sienten este gobierno los que comienzan á sentirse tirar con mayor violencia al deber de la regeneracion cristiana que al deber de la generacion humana, al amor de Cristo, que habemos dicho arriba, que al amor de los suyos. La comparacion del niño que está debajo del ayo es tomada de San Pablo, Gálatas 3; esto lo digo á fin que sea más estimada.

La tercera cosa que entendemos en estas palabras, de Cristo, es que San Juan Bautista es el Elías que poco ántes habia dicho Cristo que era venido y que lo habian los judíos tratado á su voluntad. Y aquí, á la descubierta mostró Cristo ser él el Mesía; y porque esta cosa es de mucha importancia, ántes importa el todo, añadió Cristo: «el que tiene orejas para oir, oiga,» como despertando á los oyentes para que advertiesen bien lo que les decia. Aquí conviene advertir que lo que dice Cristo, que desde el tiempo de San Juan Bautista el reino de los cielos es saqueado, y que hasta aquel tiempo sirvieron la ley y los profetas, no se ha de entender por todo rigor, pues es así que propiamente comenzaron á ser todas dos cosas en la venida del espíritu santo, el cual, metiendo á los hombres en el reino de los cielos, los sacó de debajo del pedagogo, de manera que entendamos que desde el tiempo de San Juan se comenzaron á sentir estas dos cosas y que en la venida del espíritu santo se comenzaron á ver.

¿A quién, pues, diré que es semejante esta generacion? Semejante es á los muchachos que, asentados en las plazas, llaman á sus compañeros y dicen: Tañímosos flauta y no saltastes, tañímosos cosas llorosas y no llorastes. Porque ha venido Juan, no comiendo ni bebiendo, y dicen: Demonio tiene. Ha venido el hijo del hombre, comiendo y bebiendo, y dicen: Hé aquí un hombre comedor y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Y la sabiduría es justificada por sus hijos de ella.



Desde esta comparacion conviene advertir que por la mayor parte acostumbra Cristo poner sus comparaciones, como seria decir, al contrario; de esta manera dice que el reino de los cielos es semejante al mercader que busca buenas piedras preciosas etc., y entiende que los que entran en el reino de los cielos son semejantes á este mercader; lo mismo es en la comparacion de las diez vírgenes y en otras que iremos señalando. Y la primera es esta, adonde dice que los judíos eran semejantes á los muchachos, y entiende que él y San Juan Bautista eran semejantes á los muchachos, en cuanto, así como los muchachos decian á los otros muchachos, sus compañeros, que no los habian podido mover ni á reir reyendo ni á llorar llorando, así él y San Juan podían decir á los judíos que no los habían podido convertir ni con la vida áspera del uno ni con la vida comun del otro; de manera que el tañer con la flauta se refiera á la vida de Cristo, y el tañer cosas llorosas se refiera á la aspereza de San Juan, la cual calumniaban los judíos, diciendo que era cosa diabólica, calumniando tambien la manera de vivir de Cristo, diciendo que era profana, y así no hallaban cosa que les satisficiese.

Y añadiendo Cristo, «y la sabiduría es justificada por sus hijos,» entiende que él y San Juan como hijos de Dios, aunque diferentísimamente, justificaban la sabiduría de Dios, el uno viviendo con aspereza y el otro viviendo con libertad, como cerrando el camino á los hombres del mundo que no hallen con que desculparse, culpando á la sabiduría de Dios, la cual les ha propuesto todas dos vías. Adonde se ha de entender que, así como, viviendo Cristo corporalmente entre los hombres, justificaba á la sabiduría de Dios, así tambien, viviendo en espíritu en los que son sus miembros, justifica á la sabiduría de Dios, y así viene á ser que tambien ellos como hijos de Dios, justifican á la sabiduría de Dios contra la sabiduría del mundo.

Esta me parece buena inteligencia, y no seria malo entender así que, si bien los judíos como hijos de la sabiduría del mundo y como santos del mundo condenaban el vivir de San Juan por demasiadamente áspero y condenaban el vivir de Cristo por demasiadamente libre, que los verdaderos cristianos como hijos de la sabiduría divina y como santos de Dios conocerán y aprobarán por bueno el divino consejo con que Dios ordenó que San Juan viviese como vivió y que Cristo viviese como vivió.

Cuanto al divino consejo en la vida de San Juan, me remito á lo que he dicho sobre el cap. 3; y cuanto al divino consejo en la vida de Cristo, me remito á lo que he dicho en una epístola, adonde hablo en la causa porque Cristo unas veces se descubria y otras veces se encubria, y á lo que he dicho en una consideracion91, adonde pongo seis causas por las cuales parece que fué necesario que el hijo de Dios hecho hombre viviese entre los hombres de la manera que vivió.

De esta manera entiendo estas palabras de Cristo, y pienso que las entenderia mucho mejor si supiese la forma del juego de aquellos muchachos, que, segun se puede colegir, puestos en las plazas se partian en dos partes, y los de la una parte decían á los otros las palabras que aquí pone Cristo; y lo que colijo de aquí es que solamente los hijos de la sabiduría de Dios, los que son sabios por el espíritu de Dios, conocen en las obras de los hijos de Dios el divino consejo del mismo Dios, del cual es totalmente incapaz la prudencia humana, y entónces más cuando ella está más afinada, porque es así que entónces está más ciega para poder ver las cosas de Dios, porque no hay mayor ciego que el que piensa que ve.

Entónces comenzó á injuriar á las ciudades en las cuales habían sido hechos muchos de sus milagros, porque no se habian reconocido: ¡Guai92 de tí, Corazain! ¡guai de tí, Betsaida! porque si en Tiro y Sidonia hubieran sido hechos los milagros que han sido hechos en vosotras, ya cierto se hubieran reconocido en saco y en ceniza. Pero dígoos que en el dia del juicio será más tolerable el mal á Tiro y á Sidonia que á vosotros. Y tú, Capernaum, ensalzada hasta el cielo, hasta el infierno serás abajada, porque, si entre los de Sodoma hubieran sido hechos los milagros que han sido hechos en tí, permanecieran cierto hasta hoy. Pero dígoos que en el dia del juicio será más tolerable el mal á la tierra de los de Sodoma que á tí.



De estas palabras se colige bien que en el dia del juicio serán más castigados aquellos que, habiendo, tenido más ocasiones de apartarse del mal y aplicarse al bien y así vivir en la presente vida con modestia y puridad, se habrán estado en su vivir profano y mundano. Y aquí viene á propósito lo que yo suelo decir, que siempre libran mal los malos en compañía de los buenos. Si Cristo no predicara en Corazain, en Betsaida y en Capernaum, no vinieran en el dia del juicio á ser más castigadas que Tiro, Sidonia y Sodoma. Aquí se ofrecen dos dudas: la una es, si los milagros exteriores son bastantes sin el movimiento interior para la penitencia, para el arrepentimiento ó reconocimiento; y la otra es, en qué manera pueden estar estas dos cosas juntas, que haya predestinacion y que estas ciudades, contra las cuales Cristo habla aquí, merezcan ser así reprehendidas y así castigadas como las amenaza Cristo.

Cuanto á la primera duda, digo así que, segun lo que yo alcanzo, los milagros exteriores son bastantes sin el movimiento interior para una penitencia, un arrepentimiento y un reconocimiento exterior, con el cual el hombre se aparta del mal exterior y se aplica al bien exterior, pero no son bastantes para aquella penitencia, aquel arrepentimiento y aquel reconocimiento interior, con el cual el hombre se aparta del mal interior y se aplica al bien interior, y digo que no son bastantes, porque este efecto no lo hace sino el espíritu santo que obra interiormente. Que esto sea así, consta por esto que muchos veian los milagros de Cristo y se reconocian en lo exterior; pero, como aquel reconocimiento era humano, no penetraba á lo interior, mudaba lo exterior, pero no mudaba lo interior; y de esta mutacion exterior entiendo que reprehendia Cristo á estas ciudades porque no la hacian, pudiéndola hacer, movidas por los milagros que veian, como la hicieran Tiro, Sidonia y Sodoma.

Y sí dirá uno: ¿Qué es la causa que hicieran esta mutacion ó demostracion exterior estas ciudades y no la hacian aquellas? le responderé que pienso yo que estas la hicieran porque sus vicios eran más aparentes y porque no tenian obras exteriores con que justificarse, encubriendo la impiedad interior y disculpando el mal vivir exterior, como tenian aquellas, las cuales, no hallándose muy culpadas de vicios exteriores, y hallándose santas por sus obras exteriores, no podian venir en conocimiento de su impiedad interior ni se podian juzgar muy culpadas por su vivir exterior. Y aquí se entiende cuánto son peligrosas las obras cuando no salen de ánimo pío, justo y santo. Cuanto á la segunda duda, me remito al discurso que tengo escrito sobre la predestinacion, la fé y las obras, la gracia y el libero arbitrio adonde hago particular mencion de estas ciudades.

Por lo que aquí dice, «muchos de sus milagros,» en el griego dice: muchas de sus potencias, pero entiende milagros, cosas obradas por virtud y potencia sobrenatural. Diciendo, «se hubieran reconocido» ó hubieran mostrado reconocerse «en saco y ceniza,» toca la usanza hebrea; esta era que los que se conocian haber ofendido á Dios, se vestian de jerga y se asentaban en el polvo ó en la ceniza; de esto hay mucha mencion en la santa escritura. Diciendo, «permanecieron cierto» etc., entiende los sucesores de los que moraban en aquella ciudad, no siendo como fueron consumidos ellos y ellas. «A la tierra» dice por: á los de la tierra.

En aquel tiempo respondiendo Jesus dijo: Rengráciote93, padre, señor del cielo y de la tierra, que escondiste esto de los sábios y prudentes y lo revelaste á los pequeños. Cierto, padre, porque así pareció bien en tu presencia. Todo me ha sido dado de mi padre. Y ninguno ha conocido al hijo sino el padre, ni al padre, ¿quién lo ha conocido sino el hijo, y aquel al cual lo querrá el hijo revelar? Venid á mí, todos los que trabajais y estais cargados, y yo os haré reposar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde en el corazon, y hallaréis reposo para vuestras ánimas, porque mi yugo es apacible y mi carga ligera.



Todas estas palabras están llenas de divinidad, tanto cuanto ningunas otras que haya en toda, la santa escritura; y cuanto ellas son mas divinas, tanto deben ser más y mejor consideradas. A donde yo no hallando, cómo puedan depender de las que en San Mateo preceden, me remito á San Lucas, el cual cuenta que, tornados los discípulos de Cristo de la predicacion, adonde fueron enviados, y refiriendo muy ufanos á Cristo los milagros que habian hecho, andando á predicar, y diciéndoles Cristo que no se gozasen por los milagros que hacian sino porque sus nombres estaban escritos en los cielos, entró á la hora Cristo en una tanta alegría de espíritu santo y en un tal júbilo interior que, mostrando su placer interior con palabras exteriores, comenzó á decir: «rengráciote, padre, señor del cielo» etc. Adonde, considerando el propósito á que segun San Lúcas dijo Cristo estas palabras y considerando las propias palabras en sí, entiendo que, representándosele y poniéndosele delante á Cristo toda la gloria y felicidad de los que en él habian de ser hijos de Dios, siéndolo ya en la mente divina, en la cual ya estaban escritos los nombres de todos ellos, todo alegre y contento, interiormente fué movido con estas palabras á dar gracias á Dios por la predestinacion de los que tiene predestinados.

Y así entiendo que el secreto de la predestinacion con lo que es anexo á ella, es el que dice aquí Cristo que escondió Dios de los sábios y prudentes y lo reveló á los pequeños, porque entiendo que, diciendo «escondiste esto,» entiende lo que acababa de decir a, los discípulos: «gaudete autem quod nomina vestra scripta sunt in coelis,» no os goceis porque se os sujetan los demonios, pero gozáos porque vuestros nombres están escritos en los cielos, porque Dios os tiene predestinados para daros vida eterna. Los que, sintiendo su vocacion, siendo discípulos de Cristo, estando en la divina escuela de Cristo, se conocen predestinados de Dios, tienen bien por qué gozarse y alegrarse por sí y por todos los miembros de Cristo, imitando este gozo que aquí mostró Cristo; y los que están sin este sentimiento y sin este conocimiento, tienen bien por qué dolerse y entristecerse, y no deben desesperarse, antes deben animarse á rogar á Dios, les de este sentimiento y conocimiento y que, despues de habérselo dado, se lo acreciente.

Sabios y prudentes llama Cristo á los que son muy ricos de prudencia humana, de lumbre natural, de la ciencia del bien y del mal, que aquistó el hombre comiendo del fruto de aquel árbol; y pequeños llama Cristo á los que son como niños, en cuanto por la regeneracion cristiana han renunciado la prudencia humana, la lumbre natural, la ciencia del bien y del mal, no queriendo servirse de ella en cosa ninguna ni por ninguna manera, conociéndola ciega y oscura, y en cuanto han abrazado la lumbre espiritual y tienen por cierto, firme y verdadero lo que ven con esta lumbre, dudando de todo lo otro, y siendo en efecto como niños, en cuanto, así como los niños, no sabiendo por sí, están á lo que les es dicho en las cosas humanas, así ellos, no sabiendo ni queriendo saber por sí, están á lo que interiormente les es inspirado en las cosas divinas.

Aquí podrá parecer extraño á alguno que dé Cristo igualmente gracias á Dios porque encubre sus cosas á los sábios y prudentes y las descubre á los pequeños y niños, pareciéndole que debia Cristo dar gracias á Dios por lo que hace con los unos y rogarle que hiciese lo mismo con los otros. Al cual yo responderé así: que, considerando lo que dice San Pablo, 1ª Cor. 1, 2. contra la sabiduría y contra los sábios del mundo, y considerando lo que muchas veces he experimentado en mí, holgándome que sean incapaces de las cosas espirituales y divinas los que las quieren entender con sus ingenios y juicios humanos, entiendo que, porque así es ilustrada la gloria de Dios con la ceguedad de los sábios del mundo como con la luz de los hijos de Dios, dió Cristo gracias á Dios igualmente por todas dos cosas. Adonde no se ha de entender que es ilustrada la gloria de Dios en que los sábios del mundo no entiendan los secretos de Dios sino en que no los entiendan mientras los quieren entender con su sabiduría, y aquel no salir con su intento es el que ilustra la gloria de Dios, y por aquello rengracia Cristo al padre y contra aquello habla San Pablo, y por aquello digo yo que me suelo muchas veces holgar.

Añadiendo Cristo: «cierto, padre» etc., afirma que esta cosa, por la cual rengracia á Dios, depende de sola la voluntad de Dios; así lo hace, porque así lo quiere, así le place y le agrada, sin tener respeto sino á sola su voluntad, la cual es en todo y por todo justísima y santísima, si bien la prudencia humana no es capaz de la justicia ni de la santidad que hay en ella. Y háse de advertir que, adonde aquí dice «pareció bien,» en el griego está aquel vocablo de que usa San Pablo siempre que quiere que se entienda que nuestra predestinacion depende de sola la voluntad de Dios, el cual se ha contentado de predestinarnos para la vida eterna por sola su bondad y liberalidad, de la cual y de la obediencia de Cristo que se contentó que en su carne fuésemos castigados nosotros, habemos de reconocer nuestra predestinacion y vocacion, justificacion y glorificacion, no dando parte ninguna á nuestros merecimientos ni á cosa que tenga del nuestro, á fin que toda la gloria sea de Dios de Cristo.

Añadiendo Cristo: «todo me ha sido dado» etc., refiere á la liberalidad de Dios la potestad que tenia de comunicar los secretos de Dios con sus discípulos, la cual potestad entiendo que le fué acrecentada despues de la resurreccion, segun que él lo muestra, diciendo: «data est mihi omnis potestas in coelo et in terra.»94 Y es conforme á esto lo que yo he escrito en una consideracion95 y en otras muchas partes, adonde digo, que, así como, habiendo Dios puesto toda su luz exterior en el sol, él nos la comunica á los que tenemos clara la vista de los ojos exteriores, así, habiendo puesto Dios en Cristo su espíritu con todos los tesoros de su divinidad, él nos la comunica á todos los que por favor de Dios tenemos clara la vista de los ojos interiores, pero mejor diré así: á todos los que, habiendo aceptado la gracia del Evangelio, tenemos purificados nuestros corazones, de manera que diga Cristo: todo esto que es encubierto á los sabios y es descubierto á los pequeños, me lo ha dado mi padre á mí, para que yo lo encubra á los unos y lo descubra á los otros.

Y queriendo Cristo mostrar su dignidad, su sér divino y celestial, por el cual es Dios así liberal con él, dice: «y ninguno ha conocido al hijo» etc., entendiendo que es tan divino y celestial que solo el padre lo conoce. Y prosiguiendo en descubrir su altísima dignidad, dice: «ni al padre ¿quién lo ha conocido» etc., entendiendo que, así como solo el padre conoce al hijo, así solo el hijo conoce al padre. Y añadiendo Cristo, «y aquel al cual el hijo lo querrá revelar,» muestra que está en su mano de él, dar conocimiento del padre á los que él quiere, los cuales solos pueden decir con verdad que conocen á Dios.

Cuanto á la manera como entiendo que por revelacion del hijo conocemos al padre, que por Cristo conocemos á Dios, me remito á lo que he dicho en una consideracion96.

Aquí podría parecer extraño á alguno que dijo Cristo que ninguno ha conocido á Dios sino él y aquellos á quien él lo querrá revelar, pues es así que los santos hebreos conocieron á Dios por especial favor de Dios, aún lo conocía todo el pueblo hebreo por las santas escrituras, y así dice David: Notus in Judaea Deus97, y aún segun San Pablo lo conocieron los gentiles por la contemplacion de las criaturas.

Pero no parecerá extraño al que considerará la diferencia que hay entre el conocimiento de Dios que tienen los que conocen á Dios por revelacion de Cristo al que tuvieron los gentiles, los hebreos y los santos entre los hebreos, considerando la diferencia por los efectos: en cuanto el efecto, que hizo en los gentiles el conocimiento de Dios que tenían por las criaturas, no por culpa de Dios, sino por culpa suya de ellos fué el que dice San Pablo que evanuerunt in cogitationibus suis98; y el efecto que hacia en el pueblo hebreo el conocimiento de Dios que tenia por las escrituras, no por culpa de Dios, sino por culpa suya de ellos fué el que leemos en los libros de los reyes, los cuales están llenos de las idolatrías de aquel pueblo; y el efecto que hacia en los santos hebreos el conocimiento, que tenian de Dios por favor de Dios, por la natura de la ley, era el que leemos en todas las santas escrituras viejas, tenerlos en un contínuo temor y en una contínua servidumbre; y el efecto que hace en los santos cristianos el conocimiento, que tienen de Dios por revelacion de Cristo, por la natura de la gracia, es el que leemos en las epístolas de nuestros dos apóstoles San Pedro y San Pablo, y el que vemos por alguna experiencia en personas verdaderamente cristianas, esto es librarlas de todo temor y henchirlas de todo amor, desatarlas de leyes y de preceptos y enamorarlas de la imitacion de Cristo y del mismo Dios, al cual conocen como hijos.

Y por tanto, su conocimiento es más perfecto que el de los santos hebreos y por consiguiente que el del pueblo hebreo y que el de los gentiles, ántes es así que estos conocimientos de Dios, comparados con el que tienen los santos cristianos por revelaciones de Cristo, no deben ser llamados conocimientos, así como al conocimiento de Cristo y de Dios que yo tenia veinte años há, comparándolo con el que tengo agora, no lo llamo conocimiento, de manera que pudo bien decir Cristo que solo él conoce á Dios, conociéndolo como él es, y que solamente conocen á Dios los que lo conocen por él, conociéndolo por padre benigno, misericordioso y amoroso.

Y por tanto muy al propósito, añade Cristo: «venid á mí, todos los que trabajais» etc., como si dijese: y pues está á mí, dar conocimiento de Dios, en el cual conocimiento consiste la vida eterna, conforme á aquello haec est vita eterna ut cognoscant te verum Deum solum etc.99, veníos á mí todos los que, hallándoos en males exteriores ó interiores, deseais salir de ellos, porque yo os sacaré, y así os haré estar reposados y contentos.

Adonde es digno de consideracion que no llama Cristo que vayan á él sino á los que trabajan y están cargados, á los que están en males exteriores, siendo perseguidos y afligidos de los hombres del mundo, y padeciendo las incomodidades que se padecen con la pobreza, y á los que están en males interiores, conociendo sus maldades, sus rebeliones y sus pecados. Porque los que no se hallan trabajados ó cargados en una de estas maneras, no solamente son sordos á las palabras de Cristo, pero se hacen burla de ellas, pareciéndoles que no tienen necesidad de Cristo ni aún de Dios; tales son los ricos de este mundo, los cuales, dependiendo de sus riquezas, piensan alcanzar con ellas entera felicidad, y tales son los santos del mundo, los cuales, confiando en sus obras, pretenden alcanzar por ellas vida eterna; y los unos y los otros se hallarán malamente burlados. Viniendo Cristo á decir qué es lo que habemos de hacer para ir á él y así hallar descanso y reposo, dice: «Tomad mi yugo sobre vosotros» etc.

Adonde, así como he declarado en el cap. 7 sobre aquello: «entrad por la puerta angosta», por yugo entiendo la fé cristiana, á la cual abajamos las cervices de nuestra prudencia humana, aceptándola en nuestros corazones, y así entiendo que dice Cristo: tomad sobre vosotros el yugo de mi predicacion, sojuzgandoos á creer el indulto y perdon general que yo os predico, y confirmad vuestra aceptacion ó vuestra fé, aprendiendo de mí la mansedumbre y la humildad de corazon que habeis visto en mí, estimándome por el sér que tengo de hombre pasible y mortal, y así vendréis á alcanzar el reposo que yo os prometo, porque será así que por esta vía hallaréis el verdadero reposo para vuestras ánimas.

Y queriendo Cristo facilitarnos aún más esta cosa, añade: «porque mi yugo es apacible y mi carga ligera,» adonde entiendo que llama carga á lo que ha dicho que aprendamos de él, conviene á saber la mansedumbre y la humildad. Y, como he dicho sobre el cap. 7 y en una respuesta, es la carga de Cristo ligera y el yugo de Cristo apacible para los que por don de Dios aciertan en el punto en que consiste la fé cristiana, en el punto en que consiste el vivir cristiano, siendo para todos los otros el yugo áspero y la carga pesada por la dificultad que hallan en sojuzgarse á la fé cristiana, porque repugna la prudencia humana, y al vivir cristiano, porque repugna la sensualidad.

Entendidas estas palabras de Cristo de esta manera, entiendo que para aprender la mansedumbre de Cristo es necesario que atendamos á mortificar y matar en nosotros todos los ímpetus de ira y de cólera que nos pueden venir, porque la mansedumbre consiste en que el hombre viva entre los hombres como oveja entre lobos. Entiendo más que para aprender la humildad de Cristo es necesario que mortifiquemos y matemos todos los afectos de ambicion y de propia estimacion á que somos inclinados, porque la humildad cristiana consiste en que el hombre se desprecie á si mismo, se tenga en poco y se aniquile, conociendo su fragilidad y miseria.

Los hombres que tienen la humildad exterior, que consiste en apariencia, no tienen la humildad cristiana, como tampoco tienen la mansedumbre cristiana los que la tienen en apariencia y no en existencia; y los que tienen la mansedumbre y la humildad cristiana, cuanto son más espirituales y más perfectos, tanto son más mansos y más humildes, porque tanto más conocen el bajísimo y vilísimo ser en que se hallan miéntras su carne es pasible y es mortal. A los que no son llegados á conocer esto, parece extraño que Cristo tuviese humildad en el corazon.

Tambien entiendo que en aquello «y hallareis reposo para vuestras ánimas,» respondió Cristo á lo que habia dicho: «y yo os haré reposar,» entendiendo que el reposo que él da á los que van á él, tomando su yugo y aprendiendo de él la mansedumbre y la humildad, es interior, en cuanto sienten la paz de las conciencias, que es el primero y principal efecto de la fé y es una de las cosas en que consiste el reino de Dios, quiero decir de las que gozan los que están en el reino de Dios, en el cual comenzamos á sentir en las ánimas el reposo que sentiremos en la vida eterna despues de la resurreccion de los justos en las ánimas y en los cuerpos.

Más entiendo que el ser apacible el yugo de Cristo, consiste en que no hay en esta vida cosa más dulce y más sabrosa que el sentirse el hombre perdonado de Dios y reconciliado con Dios, y que el ser ligera la carga de Cristo, que es su imitacion, consiste en que, certificados los que tienen fé que han de estar bien en la vida eterna, y así enamorados de ella, desprecian la vida presente, la aborrecen y huelgan de perderla, y en que, siendo la mortificacion uno de los efectos de la fé, viene á ser que, si bien por el ordinario es cosa pesada la mansedumbre y la humildad con todas las otras cosas que son anexas á estas en las cuales consiste la carga de Cristo, la mortificacion, que ha hecho la fé que es el yugo de Cristo en los que creen, hace que la imitacion de Cristo les sea ligera y fácil de llevar, holgándose ellos de mortificar y de matar todo lo que tienen de Adam.

Los que no han tomado sobre sí el yugo de Cristo, estando sin fé, tienen que la carga de Cristo sea pesadísima é incomportabilísima, y tal es con efecto para la carne no mortificada por la fé. Y por tanto es buen contraseño, por el cual el hombre puede conocer si la fé es eficaz en él ó no, la ligereza ó la graveza que siente en la carga de Cristo, en la doctrina del vivir cristiano á imitacion de Cristo. De esta manera entiendo al presente todas estas palabras de Cristo, y pienso, ántes tengo por cierto, que con el tiempo las entenderé mejor, porque sé que, segun que irá en mí creciendo la fé y el espíritu, así irá creciendo la paz y el reposo, é iré sintiendo más ligera la carga de Cristo, y, teniendo más experiencia de esto que aquí dice Cristo, vendré á entenderlo mejor, á gloria de Dios y del hijo de Dios, Jesu Cristo nuestro señor.




ArribaAbajoCapítulo XII

En aquel tiempo iba Jesus los sábados por los sembrados, y sus discípulos habian hambre y comenzaron á arrancar espigas y comer. Y viendo esto los Fariséos, le dijeron: Cata, que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. Y él les dijo: ¿No habeis leido lo que hizo David cuando hubo hambre él y los que estaban con él? como entró en la casa de Dios y comió con los panes de la ofrenda, los cuales no era lícito comer á él ni á los que estaban con él, sino á solos los sacerdotes. ¿O no habeis leido en la ley que los sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado y son sin culpa? Pues dígoos que aquí está cosa mayor que el templo. Pero, si supiéseis qué cosa es: misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais á los sin culpa. Porque el hijo del hombre es tambien señor del sábado.



Aquí se ha de considerar que, conociendo Cristo que sus discípulos habian hambre, los llevaba por los sembrados o por los panes ya granados, á fin que la necesidad les hiciese hacer lo que no hicieran sin ella, y que, haciéndolo diesen ocasion á la calumnia de los Fariseos y á la defension con que Cristo los defendió, en la cual ellos aprendieron que no habia de ser entendida la observacion del sábalo así supersticiosamente como la entendian los Fariseos y la daban á entender al pueblo.

Y así se considera aquí la divina sabiduría de Cristo, la sinceridad de los discípulos de Cristo, la supersticion de los Fariséos. Disculpando Cristo á sus discípulos con el caso de David, les mostró lo que comunmente se dice que la necesidad no tiene ley, quiero decir, que no ofendia á Dios el que constreñido de la necesidad iba contra alguna de las observaciones de la ley, y así compara el caso de los discípulos al caso de David, como si dijese: pues David no hizo mal, entrando en la casa de Dios, (así llama al lugar donde estaba el arca del testamento,) y comiendo por necesidad los panes que no le era lícito comer, tampoco hacen mal mis discípulos en arrancar espigas y comer en sábado, siendo constreñidos de la necesidad.

En el caso de los sacerdotes descubrió Cristo mucho su divinidad, entendiendo que, pues era lícito á los sacerdotes trabajar el sábado en el templo, tambien era lícito á sus discípulos trabajar el sábado, estando adonde él estaba que era más que estar en el templo. Y añadiendo «pero si supiéseis» etc., muestra que, de tener los Fariseos por cosa más agradable á Dios el sacrificar que el socorrer al prójimo, procedia que no culpaban á los sacerdotes porque sacrificando trabajaban en sábado, y culpaban á sus discípulos porque en sábado arrancaban las espigas por no morir de hambre. Aquello «misericordia quiero,» etc., está declarado en el cap. 9. Diciendo «porque el hijo del hombre» etc., concluye Cristo que, aunque fuera propio quebrantar el sábado, sus discípulos lo podian hacer con dispensacion suya de él como señor del sábado. Esto es lo que entiendo en estas palabras, las cuales á mi ver pertenecen más para el tiempo que fueron dichas, que para este tiempo.

Y pasando de allí, vino á la sinagoga de ellos, y hé aquí que estaba allí un hombre que tenia la mano seca, y preguntábanle diciendo: ¿Si es lícito curar en sábados? por acusarlo. Y él les dijo: ¿Qué hombre hay de vosotros que tenga una oveja y, si esta cairá en sábados en alguna hoya, veamos no la tomará y levantará? ¡Pues cuánto es de mayor excelencia el hombre que la oveja! De manera que es lícito en sábados hacer bien. Entónces dice al hombre: Extiende tu mano y extendióla y fué restituida sana como la otra. Y los Fariseos salidos tomaron consejo contra él como lo matarian. Y Jesus sabiéndolo se partió de allí y siguiéronlo muchas gentes y sanólos á todos y amenazólos que no lo publicasen, á fin que fuese cumplido lo que estaba dicho por el profeta Esaías, diciendo: Hé aquí mi siervo el que he escogido, mi amado, en el cual se ha contentado mi ánima; pondré mi espíritu sobre él y anunciará juicio á las gentes; no contenderá ni voceará ni oirá ninguno en las plazas su voz; no quebrará la caña cascada ni apagará el lino que humea; hasta que saque á victoria el juicio, y las gentes esperarán en su nombre.



El caso del hombre que tenia la mano seca sirve contra la supersticiosa observacion del sábado, á que estaban asidos los judíos por la natural condicion de los hombres que se estrechan en lo que se podrian alargar y se alargan en lo que se debrian estrechar; así hacen todos los que tienen ánimos hebreos, estréchanse en observaciones exteriores y alárganse en el vivir licencioso y vicioso y en satisfacer sus ánimos en vanidades y curiosidades.

Por lo que aquí dice Cristo de la oveja, parece que en aquel tiempo era tenida por cosa lícita aquella, y, no siendo ahora tenida por cosa lícita entre los judíos, parece que aún son más supersticiosos los judíos de ahora que los de entónces; esto pienso que procede de que deben ser más viciosos, porque es así siempre que los que son más viciosos, aquellos son más supersticiosos. Diciendo el evangelista que los Fariséos hicieron consejo, consultando y buscando manera como matar á Cristo, muestra cuanto eran malignos y perversos; no podian convencer á Cristo ni con razon ni con escrituras y, por quitárselo delante, iban pensando cómo hacerle morir.

Casi siempre son tales como estos los que se muestran celosos de las observaciones supersticiosas. Aquello «á fin que fuese cumplido» etc., para que cuadre bien, no se ha de referir, como lo refieren algunos, á las palabras que preceden inmediatamente sino á las que poco ántes han precedido: «y Jesus sabiéndolo se partió de allí,» de manera que quiera decir San Mateo que se partió de allí Cristo por no estar á contender ni á contrastar con los Fariséos, y que alegue las palabras de Esaías para mostrar que estaba profetizada esta modestia y mansedumbre de Cristo.

Las palabras de Esaías son dignas de mucha consideracion, porque asientan tan bien en Cristo que, si ahora fueran escritas, no pudieran asentar mejor. Primero hablando Esaías en persona de Dios, llama á Cristo siervo, por la forma de siervo que tomó; y cuanto á esto me remito á lo que he dicho Efes. 2. Segundo dice: «el que he escogido,» para mostrar su perfeccion. Tercero dice: «mi amado,» para mostrar su dignidad. Cuarto dice: «en el cual se ha contentado,» satisfecho y agradado, «mi ánima,» que responde bien á la voz del padre que fué oida en el Jordan. Quinto dice: «pondré mi espíritu sobre él,» entendiendo para que él lo comunique á los otros. Sexto dice: «y anunciará juicio á las gentes;» esto pienso que pertenece al dia del juicio. Séptimo celebra la mansedumbre de Cristo, diciendo: «no contenderá» etc., ó no será contencioso ni vocinglero.

Octavo celebra la modestia é inocencia de Cristo, diciendo: «no quebrará la caña» etc., entendiendo que sería tan ajeno de hacer mal ni daño á ninguno, que ni aún una caña cascada, la cual no es buena para cosa de esta vida, no la quebraría, ni apagaría ó mataría un poco de lino que viese humear. Nono dice que sería tal Cristo hasta el dia del juicio, así entiendo aquello: «hasta que saque á victoria el juicio,» que es lo mismo que si dijese: hasta que venga victorioso al juicio; y son estas palabras de mucha consideracion para que se vea que Esaías nota en estas palabras dos estados de Cristo: uno humilísimo, mansuetísimo y modestísimo, en el cual hasta el dia de hoy está en sus miembros, en los que por fé están incorporados en él, y otro altísimo, gloriosísimo y triunfantísimo; de los cuales habemos visto y vemos el uno y esperamos ver el otro, del cual los que creemos tenemos muchas evidentes señales.

Décimo dice: «y las gentes esperarán en su nombre,» profetizando la vocacion de la gentilidad á la gracia del evangelio. Y así en estas diez cosas encierra Esaías la divina union entre Dios y Cristo, el estado humilde y el estado glorioso de Cristo con la vocacion de la gentilidad al evangelio, pero ya he dicho que el intento para que las alega San Mateo, es para mostrar que estaba profetizada la mansedumbre y modestia de Cristo.

Segun la letra hebrea dice Esaías así: «Hé aquí á mi siervo, arrimaréme á él, mi escogido, en él se ha contentado mi ánima. He dado mi espíritu sobre él, sacaría juicio á gentes; no voceará y no alzará voz, y no hará que sea oida en plaza su voz; no quebrará la caña cascada, y el lino que humea no lo apagará, á verdad sacará el juicio; no se entristecerá ni faltará de ánimo hasta que ponga en la tierra el juicio, y las islas esperarán su ley.» Esaías 42. Adonde, aunque hay alguna variacion con lo que alega el evangelista, en la sustancia no hay ninguna. En aquello «arrimaréme á él,» ó haré mi fundamento en él, entiendo que, queriendo Dios reconciliarse consigo á los hombres, se arrimó, se atuvo y estribó en Cristo para castigarlo á él por asegurarlos á ellos y, por satisfacer á su justicia. Diciendo: «sacará juicio á gentes,» y despues: «á verdad sacará el juicio,» muestra que hasta que venga Cristo al juicio, está encubierta la igualdad con que Dios juzga, y que entónces vendrá á ser descubierta.

Aquello «no se entristecerá» etc., no es contrario á lo que veremos adelante, que Cristo en el huerto se entristeció, porque allí se entristeció por nosotros y no por sí; si se entristeciera por sí, quiero decir, por conocer en sí algun defecto, faltara de ánimo, pero, porque se entristeció por nosotros, quiero decir, por nuestras iniquidades y pecados que veía sobre sí, no faltó de ánimo, no dejó de ofrecerse á la muerte. Diciendo: «y las islas esperarán su ley,» entiende la conversion de los de la gentilidad, como la entiende San Mateo, diciendo: «y las gentes esperarán en su nombre,» que es lo mismo que: confiadas en él, esperarán gloria, inmortalidad y vida eterna.

Entónces le fué traido un endemoniado ciego y mudo, y sanólo, de manera que el ciego y mudo y hablaba y veia. Y espantáronse todas las gentes y decian: ¿Por ventura es este el hijo de David? Y los Fariséos oyendo esto dijeron: Este no echa los demonios sino en virtud de Beelzebul, príncipe de demonios. Y viendo Jesus sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido entre sí es destruido, y toda ciudad ó casa dividida entre sí no permanecerá, y si Satanás echa á Satanás, entre sí está dividido, pues ¿cómo permanecerá su reino? Y si yo en virtud de Beelzebul echo los demonios, vuestros hijos ¿en cuya virtud los echan? Por tanto ellos serán vuestros jueces. Pero, si yo en virtud del espíritu de Dios echo los demonios, bien se sigue que es venido á vosotros el reino de Dios. O ¿cómo puede uno entrar en la casa de un esforzado y saquearle su ajuar, si primero no ata al esforzado? y entónces le saqueará la casa. El que no es conmigo, contra mí es; y el que no granjea conmigo, desperdicia.



De sanar Cristo al endemoniado ciego y mudo resultaron estas tres cosas. La primera, que las gentes, que vieron el milagro, comenzaron á pensar que Cristo era el Mesía prometido en la ley; y así es siempre que los que ven alguna cosa eficaz de la palabra de Dios, si están sin pasion, luego comienzan á pensar bien de ella, y esto entiendo que es el primer movimiento que hay en el hombre, y entiéndolo porque en mí lo he experimentado.

La segunda, que los Fariseos descubrieron la malignidad que tenían dentro de sus ánimos, persuadiendo á las gentes que Cristo no era el Mesía, con decir que obraba por espíritu diabólico, adonde no entiendo que los Fariseos conocian verdaderamente que Cristo era el Mesía, pero entiendo que habian comenzado tambien ellos como las otras gentes á pensar si era él y que tenian por cierto que lo que obraba, no lo obraba con espíritu malo, pero, porque no querian que fuese él, aunque pensaban que era, persuadian á las gentes que no era, diciendo que obraba por espíritu diabólico; y en esto entiendo que consistia su malignidad.

La tercera, que confirmó Cristo que el reino de los cielos, que él predicaba, era ya venido, pues se veían tan grandes efectos de él; y para confirmar esta verdad que su obrar era por virtud divina y no por virtud diabólica, como calumniaban los Fariseos, hace Cristo tres argumentos.

En el primero dice así: el reino, la ciudad ó la casa, adonde hay division, siempre viene en perdicion, pues, si en el reino de Satanás hay division, como vosotros entendeis, pues decís que en virtud de un demonio echo yo á otros demonios, su reino vendrá en perdicion; y entiende Cristo que no es cosa razonable que Satanás quiera destruir su reino. Y aquí se ha de entender que Beel-zebul no era príncipe de todos los demonios sino de una parte de ellos.

En el segundo argumento, dice Cristo así: si es así, como vosotros decís, que yo echo los demonios en virtud de Beel-zebul, tambien será así que mis discípulos, que son vuestros hijos, echan los demonios en virtud de Beel-zebul, pues es así que yo les he dado autoridad para echarlos; y háse de presuponer que los Fariseos aprobaban por cosa divina el echar los discípulos de Cristo á los demonios, porque de otra manera el argumento no valdría. Aquello, «por tanto ellos serán vuestros jueces,» lo entiendo así que en el dia del juicio condenará Cristo la impiedad de los Fariseos con la piedad de los discípulos, la malignidad con la sinceridad etc.

En el tercer argumento, dice Cristo así: pues es así que no puede uno entrar en la casa de un hombre que sea valiente y esforzado para robársela y saqueársela, si primero no lo ata y prende, tambien es así que no podria yo echar á los demonios de los cuerpos humanos, adonde se han hecho señores, si primero no hubiese vencido y prendido al príncipe de todos los demonios; y resolviendo Cristo este argumento, dice: «el que no es conmigo» etc., entendiendo: pues yo no favorezco á los demonios ni los ayudo á granjear, ganar y coger hombres en su reino, ántes por el contrario los desfavorezco echándolos de los cuerpos humanos, abajándoles y quitándoles su tiranía, claro está que les soy contrario y que les destruyo. Y no es contraria á esta sentencia la que está Marc. 9, adonde dice Cristo: «el que no es contra nosotros, de nuestra parte es,» porque allí entiende que, siendo naturalmente los hombres enemigos de Dios, se puede decir que él, que no le es contrario, es de su parte; en San Marcos habló Cristo de sí propio, y aquí dijo una sentencia general al propósito que está declarado.

De esta manera muestra Cristo cuánto eran depravados los ánimos de los Fariseos, juzgando ó mostrando que juzgaban de él que obraba por virtud diabólica, por espíritu malo, y juntamente confirmó lo que las gentes comenzaban á pensar de él, si era el Mesía, si era el hijo de David, prometido rey perpétuo en el pueblo de Israel, no en el carnal y exterior, sino en el espiritual é interior, en el cual reina Cristo, hijo de David, y en el cual reinará hasta que, como dice San Pablo, entregue el reino á su eterno padre100.

Por tanto os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado á los hombres, pero la blasfemia del espíritu no será perdonada á los hombres; y al que dirá palabra contra el hijo del hombre le será perdonada, pero al que dirá contra el espíritu santo, no le será perdonada ni en el siglo presente ni en el futuro. Ó haced el árbol bueno, y su fruto será bueno, ó haced el árbol malo, y su fruto será malo; porque por el fruto es conocido el árbol. ¡Generacion de víboras! ¿cómo podeis hablar bien, siendo malos? Porque de lo que abunda en el corazon, habla la boca. El buen hombre del buen tesoro de su corazon saca bienes, y el mal hombre del mal tesoro de su corazon saca males. Y dígoos que de toda palabra ociosa, que hablarán los hombres, darán razon en el dia del juicio, porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado.



Prosiguiendo Cristo contra los Fariseos que persuadian al pueblo que echaba á los demonios por arte diabólica, atribuyendo al espíritu malo lo que era de espíritu santo, sintiendo ellos de otra manera que hablaban, dice: «todo pecado» etc., entendiendo que solo aquel pecado que hacian los Fariseos, siendo como era contra el espíritu santo, es irremisible; como lo es en todos los que, siendo Fariseos, son contra los hijos de Dios lo que eran estos contra Cristo. Adonde, considerando que el pecado de estos Fariseos consistia en que atribuian al espíritu malo lo que Cristo hacia por espíritu santo, no porque ellos lo creyesen así, sino porque quisieran que fuera así, y querian que el pueblo creyese que era así, vengo á entender que entonces un hombre peca contra el espíritu santo, cuando con malignidad de ánimo persuade á los hombres que son obras de espíritu malo las obras del espíritu santo, sintiendo él su ánimo de otra manera.

Este pecado entiendo que es irremisible, porque nunca está sino en hombres depravadísimos y obstinados en la depravacion, cuales eran los Fariséos que estaban armados contra Cristo. En este pecado nunca caen los que son predestinados para la vida eterna, porque Dios los tiene con su mano; y á los que caen en este pecado, pertenecen puramente aquellas rigurosas palabras que están en Esaías 6101, las cuales están alegadas contra estos tales en todos cuatro evangelistas,102 y á este pecado entiendo que llama San Juan «peccatum ad mortem»103, por el cual no quiere que roguemos, porque á los que caen en él, pertenece aquello que dice San Pablo: «tradidit illos Deus in reprobum sensum.» Rom. 1104. De estos fué Faraon y de estos fué Saul y fueron los Fariséos y son todos los que siguen aquella vía.

Lo mismo es «la blasfemia del espíritu» que el pecado de blasfemia dicha contra el espíritu santo. Añadiendo Cristo: «y al que dirá palabra» etc., entiendo que se declara en lo que ha dicho, como si dijese: y sabed que este pecado contra el espíritu santo es tan grave que, si bien perdonará Dios á los hombres lo que pecarán contra mí, no les perdonará lo que pecaran contra el espíritu santo que obra en mí.

Adonde entiendo que pecaban contra Cristo los que decian de él que era comedor y bebedor, amigo de publicanos y de pecadores, y que pecaban contra el espíritu santo, que obraba en Cristo, los que decian de él que echaba los demonios en virtud de Beelzebul, príncipe de demonios. Y entiendo que el pecado contra la persona de Cristo era excusable, porque podía nacer de ignorancia sin malicia; veian los hombres á Cristo andar en aquellas conversaciones y, conociendo ellos de sí que no podian hacer aquello mismo sin depravarse, juzgaban mal de Cristo, como juzgan mal de los miembros de Cristo cuando ven que hacen lo que hacia Cristo, porque es propio de los hombres juzgar de los otros lo que juzgan de sí, quiero decir, juzgar á los otros por lo que conocen en sí.

Y entiendo tambien que el pecado contra el espíritu santo, que obraba en Cristo, era inexcusable, porque no podia nacer sino de ánimos depravadísimos y obstinados en la depravacion, cuales son los de aquellos hombres que, imitando á los Fariséos, persuaden á las gentes que son obras de espíritu malo las que obra el espíritu santo en los que son verdaderos miembros de Cristo, en los que, habiendo tomado sobre sí el yugo de Cristo, van imitando en Cristo la mansedumbre y la humildad interior, sintiendo ellos de otra manera que hablan. Lo mismo entiendo que es «ni en el siglo presente ni en el futuro» que: en ningun tiempo.

Añadiendo Cristo: «ó haced el árbol bueno» etc., entiendo que pretende mostrar lo que habemos dicho, que lo que pecaban los Fariséos contra el espíritu santo procedia de la depravacion que tenian en sus ánimos, y así entiendo que es un hablar general, como si dijese Cristo: ¿quereis ver que estos Fariséos tienen malos ánimos? mirad las palabras que dicen, pues es así que, así como el buen árbol da buen fruto y el mal árbol da mal fruto, así tambien el buen hombre habla bien y el mal hombre habla mal, de manera que, así como el árbol es conocido por su fruto, así el hombre es conocido por sus palabras. Entiende Cristo por las que habla, siendo suyas propias; esto digo porque acontece muchas veces que un mal hombre habla buenas palabras, pero aquellas no son suyas sino de aquellos de quien las ha aprendido, y como estas le faltan, habiendo de dar del suyo, no puede dar sino mal.

No entiendo aquí que, diciendo Cristo: «mal hombre,» comprehende á todos los que no son renovados por espíritu santo, ni entiendo que, diciendo: «buen hombre,» comprehende solamente á los renovados por espíritu santo, pero entiendo que habla humanamente, llamando mal hombre al depravado, al que, obstinado en malignidad diabólica, interpreta á mal todo lo bueno que ve, cuales eran los Fariséos, y llamando buen hombre al que tiene una bondad natural, con que aún lo malo interpreta á bien.

Esta inteligencia me place, y, aunque no seria malo entender que llama Cristo malos hombres á todos los que están sin espíritu santo, y que llama buenos hombres á solos los que tienen espíritu santo, todavía me contenta más la otra inteligencia, pareciéndome que toca más á los Fariséos, diciéndoles que aun entre los hombres, que naturalmente son inclinados á mal, conforme á aquello que hemos visto en el capítulo 7: «si vosotros, siendo malos» etc., ellos eran malísimos y descubrian su maldad, persuadiendo al pueblo que lo que obraba Cristo con espíritu santo eran obras de espíritu malo, no sintiéndolo ellos así.

Aquello «generacion de víboras» etc., va contra los Fariséos; en efecto, parece haberse resentido Cristo por la blasfemia dicha contra el espíritu santo, del cual resentimiento sienten su parte los que son miembros de Cristo, cuando ven que es blasfemada la verdad del evangelio y la verdad del vivir cristiano, no resintiéndose cuando ellos propios son murmurados ó calumniados por lo que no pertenece á la verdad cristiana. Añadiendo Cristo: «y dígoos que de toda palabra» etc., pretende encarecer lo que ha dicho, como si dijese: y mirad si importa que el corazon sea bueno, para que las palabras sean buenas, que á los hombres en el dia del juicio les será tomada cuenta, no solamente de las palabras blasfemas y de las perjudiciales que habrán dicho, pero aún de las ociosas, de las que habrán dicho sin haber para qué, por pasatiempo.

Adonde entiendo que por todo este rigor han de pasar el dia de juicio los hombres que pretenderán justificarse por sus obras. Y cuanto más considero este, tanto me conozco más obligado á mi Cristo, el cual, habiéndome tomado en sí, me mató muriendo y me resucitó resucitando, y así me eximió y libró de pasar por este rigor, siendo así que no me considera ni me considerará Dios por lo que soy por mí sino por lo que soy, incorporado en Cristo, por la cual incorporacion no me es imputado á condenacion lo que á los hombres que están sin Cristo, segun que lo escribe San Pablo, Rom. 8.

Concluyendo Cristo sus palabras contra los Fariseos y contra los que son como ellos, dice: «porque por tus palabras» etc., entendiendo que el impío será condenado en el dia del juicio por las malas palabras, con que habrá dado testimonio de su impiedad, malignidad y depravacion, y que el pío será justificado en el dia del juicio por las buenas palabras, con que habrá dado testimonio de su piedad, justicia y santidad, quiero decir que, habiendo de ser las sentencias exteriores, serán alegadas en ellas las causas exteriores, las malas palabras que salen del ánimo impío y las buenas palabras que salen del ánimo pío. Sobre esto he hablado en una consideracion105.

Entónces respondieron algunos de los escribas y Fariseos, diciendo: Maestro, queremos ver que hagas alguna señal. Y él respondiendo, les dijo: Generacion mala y adúltera señal busca, yseñal no le será dada sino la señal de Jonás profeta, y porque, así como Jonás estuvo en el vientre de la ballena tres dias y tres noches, así estará el hijo del hombre en el corazon de la tierra tres dias y tres noches. Los hombres de Ninivé se levantarán en el juicio con esta generacion y la condenarán, porque se reconocieron á la predicacion de Jonás, y veis más que Jonás está aquí. La reina de Austro se levantará en el juicio con esta generacion y la condenará, porque vino de los fines de la tierra á oír la sabiduría de Salomon, y veis más que Salomon está aquí.



Habiendo hablado Cristo así rigurosamente contra los Fariseos, parece que ellos con los escribas perseverando en su malignidad, le dijeron: «Maestro, queremos ver que hagas alguna señal,» entendiendo que no se contentaban con las que hacia, y querian ver otras mayores; y conociendo Cristo que no demandaban la señal ó milagro porque deseasen creer sino porque no creian que la podria hacer, les dice: «Generacion mala y adúltera» etc., entendiendo que no les daría la señal que demandaban, pero que les daria una señal que viéndola no la entenderian, esta es su muerte y su resurreccion.

Adonde se ha de entender que de estar los judíos acostumbrados á esto que, siempre que Dios les prometia alguna cosa, les daba alguna señal, con que se certificasen de ella, procedió que estos demandaban á Cristo alguna señal muy evidente por confirmacion que era espíritu santo el que obraba en él, y es conforme á esto lo que dice San Pablo: «Judaei signa petunt». 1ª Cor. 1106, y es así siempre que todos los que tienen ánimos hebreos, demandan señales y milagros por confirmacion de la verdad del evangelio, así como los, que tienen ánimos de gentiles, para la misma confirmacion buscan ciencia; querian entender para creer, y Dios quiere que crean para que entiendan.

La señal ó el milagro, que estos demandaban á Cristo, entiendo que era alguna cosa muy prodigiosa, la cual entiendo que calumniaran así como calumniaban todo lo demás, porque su intento, demandando señal, no era deseando creer sino buscar que calumniar, así como el intento de los, que al tiempo que Cristo estaba en la cruz, decian: si es hijo de Dios, baje ahora de la cruz, y creerémoslo, no era creer en Cristo sino burlarse de Cristo. Y tales entiendo que son los intentos de todos los que demandan milagros por confirmacion de la verdad evangélica, los cuales todos pueden tomar por suya esta respuesta que Cristo dió á los escribas y Fariseos, diciendo: «generacion mala y adúltera,» etc.

Adonde considero que entrevino á estos con Cristo casi lo mismo que entrevino al rey Achaz con Esaías, en cuanto, así como á Achaz impío que no queria creer en el prometimiento de Dios, dió Esaías por señal la encarnacion y el nacimiento de Cristo, la cual señal ni él la entendió ni la han entendido sus sucesores, así Cristo á estos, que le demandaban señal, les dió por señal su muerte y su resurreccion, la cual señal ni ellos la entendieron ni la han entendido sus sucesores, de manera que á Achaz impío fué dada por señal la encarnacion y el nacimiento de Cristo, pero él no la entendió, y á los escribas y Fariseos impíos fué dada por señal la muerte y la resurreccion de Cristo, pero ellos no la entendieron.

Y así no sirven estas dos señales sino á los que aceptan la gracia del evangelio, á los cuales es señal eficaz la encarnacion y el nacimiento de Cristo, como está dicho en el cap. primero, y es señal eficacísima la muerte y la resurreccion de Cristo, en la cual se declaró ser hijo de Dios; y porque la señal de la resurreccion de Cristo entiendo que es la más eficaz, entiendo tambien que es la que más nos pone delante San Pablo en todas sus epístolas juntamente con la señal de la muerte, las cuales van siempre en compañía como las juntó aquí Cristo, alegando el caso de Jonas que fué como un morir y resucitar por la salud de los de la ciudad de Ninivé.

Y háse de entender que la señal de la muerte de Cristo nos certifica de nuestra justificacion, conforme á lo que muchas veces decimos, y castigando Dios en Cristo nuestros pecados, no tuvo menor intento asegurarnos á nosotros que á satisfacer á su justicia, y que la señal de la resurreccion de Cristo nos certifica de nuestra glorificacion; pero despues que habemos aceptado el indulto y perdon general y por él nos tenemos por reconciliados con Dios, porque ántes tanto no son á nosotros estas señales cuanto fueron á los escribas y Fariseos y son á los que son tales como ellos.

Cuanto á los tres dias y tres noches, teniendo yo por cierto que los de Cristo fueron propiamente como los de Jonas, digo que, si yo supiese de qué manera fueron los de Jonas, sabria de qué manera fueron los de Cristo, y, no sabiendo los unos, no me quiero poner á averiguar los otros, contentándome con saber que los unos fueron como los otros. A propósito de la señal de Jonas viene á decir Cristo que en el dia del juicio los de la ciudad de Ninivé condenarán á los judíos, entendiendo que la conversion de los de Ninivé á la predicacion de Jonas condenará la obstinacion de los judíos, los cuales, teniendo presente á Cristo que era mucho más excelente que Jonas, no hicieron lo que los de Ninivé.

La misma inteligencia es en lo que dice de la reina de Austro ó de Saba, y aquí se entienden dos cosas: la una en qué manera los santos de Dios han de juzgar y condenar á los santos del mundo y á los hombres del mundo en el dia del juicio, y la otra, que la resurreccion ha de ser universal de malos y buenos. Adonde, si parecerá extraño á uno, que hayan de resucitar con Cristo los que no han conocido á Cristo ni creido en Cristo, le diré que considera en la obediencia de Cristo lo que considera en la desobediencia de Adam, y que piense que, así como en la desobediencia de Adam todos fuimos desobedientes y por tanto todos fuimos condenados á muerte eterna como rebeldes y enemigos de Dios, de la cual condenacion somos libres los que creemos en Cristo, porque, aunque morimos, á tiempo resucitamos para vivir para siempre: así en la obediencia de Cristo todos fuimos obedientes y por tanto habilitados á vida eterna como reconciliados con Dios y amigos de Dios, de la cual habilitacion son excluidos los que no creen en Cristo, porque, aunque resucitarán á tiempo, no vivirán para siempre, de manera que no gozarán de la habilitacion á vida eterna sino los que, abrazando la gracia del evangelio, tendrán por cierto y firme que, así como desobedecieron en Adam, así obedecieron en Cristo, y así son obedientes en Cristo, justos en Cristo y santos en Cristo; los otros todos resucitarán bien pero no á vida eterna sino á muerte eterna. Y el que querrá hacerse bien capaz de esta consideracion, que es importantisima, lea en San Pablo Rom. 5, rogando á Dios, le dé la verdadera inteligencia de lo que leerá. Y sobre esto he escrito una consideracion107.

Pues cuando el espíritu sucio sale del hombre, camina por lugares sin agua, buscando reposo y no lo halla; entónces dice: Tornaréme á mi casa, de donde salí, y viniendo hállala en ociosidad, barrida y aderezada; entónces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él y entrando mora allí, y viene á ser lo postrero de aquel hombre peor que lo primero. Así acontecerá á esta generacion mala.



Si yo supiese la natural condicion de estos espíritus sucios de quien habla aquí Cristo, sabria decir por qué causa el que sale del hombre va por lugares sin agua, y sabria decir en qué manera halla al hombre, de donde sale, en ociosidad, barrido y aderezado, y qué espíritus son los que toma peores que él, y así todo lo demas que se desea entender aquí, pero, como no la sé, no sé tampoco decir nada de estotro, no entendiendo lo uno ni lo otro. Entiendo bien que el intento de Cristo es decir que á los judíos habia de acontecer como acontece al hombre del cual sale el sucio espíritu, en cuanto, así como á tal hombre le fuera menos mal que el espíritu no saliera de él, pues torna á él con otros siete espíritus peores que él, así á ellos les fuera ménos mal que Cristo no hubiera venido entre ellos ni hecho los milagros que hacia, ni predicado lo que predicaba, ni enseñado lo que enseñaba, pues, estándose en su incredulidad ántes endureciéndose en ella, venian cada dia de mal en peor; á esto llama ser lo postrero peor que lo primero. En aquello «siete espíritus» entiendo número finito por infinito. Y aquello «así acontecerá» se ha de entender no como al espíritu sino como al hombre. Importa considerar estas maneras de hablar en todas estas comparaciones que pone Cristo.

Y hablando él aún á las gentes, hé aquí que su madre y hermanos estaban fuera, buscando hablarle, y díjole uno: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera buscando hablarte. Y él respondiendo dijo al que se lo decia: ¿Quién es mi madre? ¿Y quién son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: ¡Hé aquí mi madre y mis hermanos! Porque el que hará la voluntad de mi padre el que está en los cielos, este es mi hermano, hermana y madre.



En estas palabras de Cristo aprendemos que el verdadero cristiano que regenerado en Cristo ha dejado de ser hijo de Adam y es hijo de Dios, convierte y posa, todo su amor y toda su aficion que ántes de la regeneracion tenia á sus padres, hermanos y parientes, en los que conoce que están en la misma regeneracion, á los cuales ama y quiere aún más que á padres, que á hermanos y que á parientes, porque es más fuerte vínculo el de la regeneracion cristiana que el de la generacion humana. Adonde entiendo que es bonísimo contraseño al hombre para certificarse de su regeneracion cristiana el hallarse más aficionado á los que por la regeneracion cristiana le son padre, madre, hermanos é hijos, que á los que por la generacion humana le son padre, madre, hermanos é hijos. Los que no gustan de esta aficion, estándose siempre en la aficion que es de la generacion humana, tengan por cierto que no son entrados en la regeneracion cristiana, y, si desearán entrar en ella, rueguen á Dios con mucha fé y con mucha importunidad que los meta en ella.

Aquí se entiende que lo que al cristiano pertenece en la presente vida es guardar el decoro y el deber de la regeneracion cristiana, no por ser cristiano sino porque es cristiano; y este deber consiste en aceptar la fé cristiana y en aplicarse al vivir cristiano, porque hacer esto es hacer la voluntad de Dios, porque esto es lo que Dios quiere de nosotros.

Saber qué es lo que querian hablar á Cristo su madre y sus hermanos, importa poco; importa bien, considerar que aquellas palabras de Cristo: «¿quién es mi madre?» etc., muestran algun resentimiento, como que se resintiese Cristo que fuese llamado al deber de la generacion humana, estando ocupado, como seria decir, en el deber de la regeneracion cristiana. Adonde no se ha de entender que por estas palabras entienda Cristo que su madre ni aún que sus hermanos no hacian la voluntad de Dios, como la hacian los discípulos, sino que habló Cristo segun el intento de el que le hizo la embajada, quiero decir que, porque conoció que aquello queria tirar, como seria decir, del deber de la regeneracion cristiana al deber de la generacion humana, él le respondió conforme á aquel su intento, entendiendo: no tengo yo por madre ni por hermanos sino á los que hacen la voluntad de mi Padre.

Los hebreos llaman hermanos á los primos, hijos de hermanos, y á los parientes comunmente. Diciendo «buscando,» entiende: procurando. Y diciendo «fuera,» entiende: fuera de la casa adonde Cristo estaba.