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ArribaAbajoCapítulo XXVI

Y aconteció que, habiendo acabado Jesus todas estas palabras, dijo á sus discípulos: Ya sabeis que pasados dos dias será la pascua, y el hijo del hombre será entregado á ser crucificado. Entónces se ayuntaron los príncipes de los sacerdotes y los escribas y los ancianos del pueblo en el palacio del príncipe de los sacerdotes, el llamado Caifas, y consultaron de prender á Jesus,con engaño y matarlo, y decian: No en la fiesta, porque no haya alboroto en el pueblo. Y estando Jesus en Betania en casa de Simon el leproso, vino á él un mujer que tenia, un alabastro de ungüento precioso y derramóselo sobre la cabeza, estando él asentado. Y viéndolo sus discípulos se indignaron, diciendo: ¿Para qué esta perdicion? Pudiera bien este ungüento ser vendido por mucho y dado á pobres. Y Jesus conociendo esto, les dijo: ¿Por qué dais fastidio á la mujer? Buena obra ha cierto obrado en mí, porque á los pobres siempre los tendreis con vosotros, pero á mí no me tendreis siempre. Y echando esta este ungüento sobre mi cuerpo, me hizo para ser enterrado. Dígoos de verdad: adonde quiera que este evangelio será predicado por todo el mundo, será tambien dicho lo que esta ha hecho, por memoria de ella. Entónces partido uno de los doce, el llamado Judas Iscariote, á los príncipes de los sacerdotes, dijo: ¿Qué me quereis dar y yo os lo entregaré? Y ellos le constituyeron treinta argénteos. Y desde entónces buscaba oportunidad para entregarlo.



Cuenta San Mateo como, acercándose el tiempo en el cual Dios en su divina providencia tenia determinada la muerte de Cristo que es nuestra vida, él de nuevo la profetizó á sus discípulos, pretendiendo aparejarles los ánimos de manera que, viéndolo morir, no se perturbasen ni escandalizasen mucho; y juntamente cuenta como los, que en la sinagoga hebrea eran principales, consultaron y deliberaron prender á Cristo por engaño y matarlo; y cuenta tambien que, porque en el dia de pascua concurria gran gente á Jerusalem, temiendo los pontífices hebreos que el pueblo en un caso semejante se alborotaria por lo que estimaba á Cristo, deliberaron dejar pasar la pascua.

Y considerando yo que no la dejaron pasar, ántes en la víspera de la pascua ejecutaron en Cristo su deliberacion, conozco cuán poco valen los consejos y las deliberaciones de los hombres cuando Dios tiene ordenado lo contrario de lo que ellos aconsejan y deliberan. Tenia Dios ordenado que Cristo muriese en aquella grande fiesta á fin que, cuadrando la figura con lo flgurado, la obra de Dios fuese más clara y manifiesta, y, por mucho que los judíos consultaron y deliberaron lo contrario, al fin hicieron lo que Dios tenia ordenado.

Habiendo San Mateo puesto la deliberacion de los judíos, pone el caso de la santa mujer que derramó el vaso de ungüento sobre la cabeza de Cristo, porque de allí tomó Judas ocasion de vender á Cristo, segun que más claramente lo cuenta San Juan cap. 2.

Y en el caso de esta santa mujer se considera bien cuán diferentemente juzgan de las cosas de Dios la prudencia humana y el espíritu santo, en cuanto los discípulos, juzgando con prudencia humana esta buena obra de esta santa mujer, la condenaron diciendo que aquel ungüento era perdido y que fuera mejor venderlo y dar el precio de él á los pobres, y Cristo, juzgando con espíritu santo, defendió la obra de la santa mujer, mostrando que habia obrado con caridad y con inspiracion; como si viniendo á mi casa un hombre cristiano, en el cual yo conociese aquel espíritu cristiano que conozco en San Pablo, le mostrase mi aficion, haciéndole un convite en el cual gastase cien ducados, y mis criados murmurasen de mí, diciendo que aquellos dineros fueran mejor empleados en los pobres, y aquel hombre cristiano defendiendo mi afecto de caridad, dijese á mis criados: No murmureis contra vuestro amo por esta fiesta que me ha hecho, porque de los pobres del mundo siempre tendreis abundancia para poder mostrar en ellos vuestra caridad y piedad, pero no siempre tendreis un verdadero cristiano con quien poder mostrar vuestra caridad y piedad cristiana, añadiendo que no es perdido sino muy ganado lo que se gasta en la persona de Cristo, en las personas que están incorporadas en Cristo y tienen del espíritu de Cristo.

En un tal caso entiendo que nos podemos servir contra la prudencia humana de lo que entrevino á esta santa mujer con su ungüento, y en los casos que serán semejantes á este, porque entiendo que, despues que Cristo no conversa corporalmente entre los hombres, lo que hacemos con los que tienen espíritu de Cristo, estando incorporados en Cristo y representándonos la imágen de Cristo, lo hacemos con el mismo Cristo, con el cual corporalmente no lo podemos ya hacer, porque, como él dice: «á mí no me tendreis siempre,» entendiendo aquella su presencia corporal; y por tanto no podemos decir que hacemos con Cristo sino lo que hacemos con los que son verdaderos miembros de Cristo. Examinándome yo á mí mismo si, viendo un caso semejante al de esta santa mujer ó al que he dicho del convite, juzgaria de él como juzgaron los discípulos ó como juzgó Cristo, conozco qué tanto hay en mí de prudencia humana y qué tanto de espíritu santo.

Y añadiendo Cristo: «echando esta este ungüento» etc., muestra claramente que aquella santa mujer habia hecho aquella obra, no solamente con afecto de caridad nacida de la fé que tenia en Cristo, pero con movimiento de espíritu santo, el cual en aquel caso pretendió mostrar que Cristo estaba cercano á la muerte y sepultura, de manera que diciendo: «me hizo para ser enterrado,» entienda: profetizó mi cercana sepultura, porque los judíos acostumbraban ungir á los muertos. Y queriendo Cristo encarecer aún á la obra de esta santa mujer, dice: «dígoos de verdad: adonde quiera que este evangelio» etc., afirmando que el afecto caritativo con el movimiento de espíritu santo, que habia tenido aquella santa mujer, era de tanta estimacion que, siempre que por el mundo fuese predicado el evangelio, se hablaria tambien en el caso de esta santa mujer, como con efecto se habla.

Adonde se ha de entender que, diciendo Cristo: «este evangelio,» no entiende: esta historia evangélica, porque en esto no parece que habia que profetizar, sino: este evangelio que yo predico, intimando á los hombres la cercana venida del reino de Dios con el evangelio que despues de mi muerte, resurreccion y ascension y venida del espíritu santo será predicado, en el cual será intimada á los hombres la remision de pecados y reconciliacion con Dios por mi muerte y pasion. Diciendo: «por memoria de ella,» entiende que se hablará en este caso para que haya memoria de esta santa mujer.

Los que se sirven del caso de esta santa mujer para salvar los gastos que hacen los cristianos en cosas que no redundan en utilidad de los que son pobres de Cristo, siendo hermanos de Cristo y teniendo del espíritu de Cristo, no consideran que aquí afirma Cristo que á él no lo tenian siempre, ni consideran que da Cristo testimonio de esta santa mujer que obró inspirada, ántes con espíritu de profecía, si bien ella no entendió la profecía. Añadiendo el evangelista: «entónces uno de los doce» etc., muestra que de allí tomó Júdas ocasion de ir á vender á Cristo; y siempre es así que los que venden á Cristo en sus miembros, toman principio de aparente piedad, ántes el diablo los engaña con aquella aparente piedad, cegándolos de manera que, vendiendo á Cristo, no miran lo que hacen, como no lo miró Júdas, y cuando lo miró, se ahorcó, abriéndole el diablo los ojos para que se ahorcase, así como se los había cerrado para que vendiese á Cristo.

Así como decimos un vidrio ó un cristal, entendiendo un vaso de vidrio ó de cristal, así dice aquí un alabastro, entendiendo un vaso de alabastro. Argénteos era una moneda de plata, como sería decir reales ó carlines.

Y el primer dia de los ázimos se allegaron los discípulos á Jesus, diciendole: ¿Adónde quieres que te aparejemos para comer la pascua? Y él dijo: Id á la ciudad al tal y decidle: El maestro dice: Mi tiempo está cercano, tu casa hago la pascua con mis discípulos. Y hicieron los discípulos segun les ordenó Jesus, y aparejaron la pascua. Y venida la tarde, estaba sentado con los doce y, mientras comian, dijo: Dígoos de verdad que uno de vosotros me venderá. Y entristecidos mucho, comenzó cada uno de ellos á decirle: ¿Por ventura soy yo, señor? Y él respondiendo dijo: El que ha mojado conmigo la mano en el plato, este me venderá. El hijo del hombre va bien, segun está escrito de él, pero ¡guai de aquel hombre, por el cual el hijo del hombre es vendido! Bueno le fuera á él si no fuera nacido aquel hombre. Y respondiendo Júdas, el que lo vendió, dijo: ¿Por ventura soy yo, rabí? Dícele: Tú lo dijiste. Y estando comiendo, tomando Jesus el pan y hechas las gracias partió y dió á los discípulos, y dijo: Tomad, comed, este es mi cuerpo; y tomando el cáliz, hechas las gracias, dióselo diciendo: Bebed todos de él, esta cierto es mi sangre la del nuevo testamento, la que es derramada por muchos por remision de pecados, y dígoos: no beberé más de este fruto de vid hasta aquel dia cuando lo beberé con vosotros nuevo en el reino de mi padre. Y dicho el himno, se salieron al monte de las Olivas.



Dos cosas cuenta San Mateo que hizo Cristo en su última cena, la una, mostrar ó significar que Júdas era el que lo habia de vender, y la otra, instituir el santísimo sacramento de la eucaristía. En la primera parece que se podria decir que tuvo intento Cristo á hacer, como sería decir, el último de potencia ordinaria por apartar á Júdas de su mala deliberacion, á fin que sea en todo y por todo inexcusable en el dia del juicio; y en la segunda entiendo que tuvo Cristo intento á dejar impresa en nuestros ánimos su muerte, su sangre derramada por nosotros, á fin que, siempre que en el evangelio nos es intimada la remision de pecados y reconciliacion con Dios que es como un indulto y perdon general, nosotros nos podamos certificar en el perdon, considerando á Cristo justificado y viendo derramada su sangre. Y aquí está bien repetir lo que muchas veces he dicho que, ejecutando Dios el rigor de su justicia en Cristo, tuvo más intento de asegurarme á mi que de satisfacerse á sí.

Cuanto á lo demás que convendria decir aquí acerca del uso de este santísimo sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo, me remito á lo que he dicho, 1 Cor. 11. Diciendo: «el primer dia de los ázimos» ó panes sin levadura, entiende el primero de los siete dias en los cuales los hebreos, celebrando la fiesta de su salida de Egipto, comian pan sin levadura. Cuanto á la causa porque esta fiesta era llamada pascua, me remito á lo que he dicho 1 Cor. 4, y cuanto al tiempo en que Cristo celebró la pascua y al tiempo en que la celebraban los hebreos, me remito á lo que dicen los que tienen noticia de esto.

Adonde dice «al tal,» se pudiera pensar que Cristo habia dicho el propio nombre de aquel hombre, en la casa del cual queria que le fuese aparejada la pascua, pero por San Márcos y por San Lúcas entendemos que no lo puso, y entendemos más que Cristo tenia presentes las cosas que habian de ser como si ya fueran. Diciendo: «mi tiempo está cercano,» entiende: mi muerte esta vecina. Aquello «el que ha mojado conmigo» etc. es digno de considerar para tomar ejemplo de la paciencia y mansedumbre de Cristo, viendo que no solamente admitió á Júdas á su mesa, pero á su plato, y esto despues que él tenia hecho el concierto para venderlo. Y considerando yo que tal me hallaria en un caso semejante, conozco mi imperfeccion, mi poca mortificacion y mucha viveza. Y añadiendo Cristo: «ciertamente el hijo del hombre va» etc., pretendió mostrar que su muerte era por divina ordenacion, aunque parecia que era cosa urdida, tramada y concertada por hombres.

Y porque alguno pudiera pensar diciendo: Luego los hombres no tienen culpa, añade: «pero guai de aquel hombre» etc., entendiendo que, si bien su muerte era divina ordenacion, no dejaria de ser gravemente castigado el hombre que seria ministro ó ejecutor de aquella divina ordenacion, porque el tal no pretendia cumplir la voluntad de Dios sino la suya dañada, perversa y diabólica, y dice que al tal hombre fuera mejor no ser nacido que cometer tan grande traicion.

Y estas palabras dan que decir á los que, creyendo más á Aristóteles en lo que dice que es ménos mal, ser y mal ser que no ser, que á Cristo que dice aquí claramente lo contrario, no se fatigan por hacer que Aristóteles diga lo que dice Cristo, ántes trabajan por hacer que Cristo diga lo que dice Aristóteles, como si el autoridad de Cristo consistiese en conformarse con Aristóteles. Yo ateniéndome á lo que dice Cristo, entiendo que fuera ménos mal á Júdas y á todos los impíos y perversos como él, no ser que ser, diga Aristóteles lo que quisiere.

En aquellas palabras: «esta es cierto mi sangre» etc., parece que aludió Cristo á las que están Exod. 24: «hic est sanguis testamenti quod pepigit dominus vobiscum super cunctis sermonibus his» etc.198, como si dijera Cristo: el testamento ó pacto puesto por Moisen entre Dios y el pueblo hebreo fué mediante sangre de animales brutos, y el testamento ó pacto que pongo yo ahora entre Dios y los hombres es mediante mi sangre, la cual los certifica que Dios los ha perdonado, y así creyendo el perdon gozan de él.

Adonde es mucho de notar la perversidad del ánimo humano en esto que los hebreos, confiados en la palabra de Dios, se tenian por reconciliados con Dios por la sangre de los animales que veian derramada por sus pecados, y apénas hay entre los que se llaman cristianos quien, confiado en la palabra de Dios, se tenga por perdonado de sus pecados, por reconciliado con Dios por la sangre del hijo de Dios que ven derramada por ellos, afirmando el mismo hijo de Dios que es derramada, por los pecados de muchos, entiende de todos los que, viendo la sangre derramada, por sus pecados, se tendrán por perdonados por ella y por tanto por justos y santos, y así se aplican á vivir justa y santamente.

Entre la remision de pecados que era por la sangre de los animales y la que es por la sangre de Cristo, entiendo que hay esta diferencia, que los perdonados por la sangre de los animales alcanzaban de Dios lo que era prometido á los que cumplian la ley, bienes temporales, y los perdonados por la sangre de Cristo alcanzan de Dios lo que es prometido á los que creen al evangelio, vida eterna.

Aquello que añade Cristo: «y dígoos de verdad: no beberé» etc., yo no lo entiendo ni me cuadra lo que entienden los que dicen que entendió Cristo que no beberia vino hasta morir y resucitar, de manera que llame: «reino de mi padre» al tiempo despues de su resurreccion; y tanto, porque no hallo que la santa escritura use esta manera de hablar, cuanto porque no entiendo en qué manera aquel vino, que Cristo bebió despues de la resurreccion, fuese nuevo, digo que no me cuadra esta inteligencia, y me place decir que no entiendo estas palabras tampoco como las que están al fin del cap. 16 casi en esta misma sentencia. Por aquello: «y dicho el himno» parece bien que al fin de la comida acostumbraba Cristo con sus discípulos decir algun salmo ó himno, alabando á Dios.

Entónces les dice Jesus: Todos vosotros os escandalizareis en mí en esta noche. Porque escrito está: Heriré al pastor y esparciránse las ovejas del rebaño. Pero despues que habré resucitado, iré ántes que vosotros á Galilea. Y respondiendo Pedro le dijo: Si bien todos se escandalizaran en tí, yo no me escandalizaré. Díjole Jesus: De verdad te digo que en esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Dícele Pedro: Aunque me convenga morir contigo, de ninguna manera te negaré. De la misma manera dijeron tambien todos los discípulos.



El intento, con que Cristo profetizó á sus discípulos que se habian de escandalizar en la noche de su prision, entiendo que fué propiamente el que resultó, en cuanto, prometiendo ellos que no se escandalizarian y que moririan con él, si fuese menester, ántes que negarlo, y escandalizándose y desamparándolo que fué un negarlo con efecto, todos ellos, pero principalmente San Pedro, que habia sido más atrevido en prometer, fué más diligente en negar una, dos y tres veces, conocieron su mucha fragilidad, poca firmeza y ménos constancia, en cuanto, deliberando de morir más presto con Cristo que negarlo, en breve espacio de tiempo los unos desamparándolo huyeron y el otro lo negó tres veces, de donde resultó que se reconoció y lloró agriamente, considerando su inconstancia, su flaqueza y poca firmeza. Y de allí adelante comenzó á estimarse en poco y á fiarse poco de sí, como lo mostró cuando Cristo le preguntó: Pedro ¿ámasme? No bastándole el ánimo á responder: Sí señor, sino: Tú, Señor, sabes que te amo.

Conocia bien San Pedro que amaba á Cristo, pero, escarmentado del caso de la negacion, no osaba afirmar que lo amaba. En este mismo conocimiento tengo por cierto que vino cada uno de los otros discípulos, si bien él de San Pedro fué mayor, porque el atrevimiento habia sido mayor, siendo más atrevido en prometer de sí lo que no sabia si podria cumplir.

Adonde se entiende que, cuanto es más grande el error en que el hombre cae por flaqueza y enfermedad, tanto es mayor la humildad que alcanza por el conocimiento de su flaqueza y enfermedad, y adonde tambien, como muchas veces habemos dicho, aprendemos nosotros á pensar ántes mal que bien de nosotros como hombres, á no prometer ni deliberar en aquello que no está en nuestra mano cumplir, deseemos el bien que nos es propuesto y aborrezcamos el mal, y roguemos á Dios que nos dé lo que deseamos y que nos guarde de lo que aborrecemos, y así no cairemos en el inconveniente en que cayó San Pedro y que cayeron los discípulos.

En los cuales entiendo que el escándalo fué interior y exterior, exterior en cuanto, tropezando con los cuerpos en la prision de Cristo, quién fué á una parte y quién fué á otra, é interior en cuanto, tropezando con los ánimos en la misma prision, comenzaron á dudar en lo que ántes creian, vacilando si Cristo era ó no era el Mesía.

Que cosa sea escándalo, lo he dicho en una consideracion199. Alegando Cristo aquellas palabras de Zacarías200: «heriré al pastor» etc., entendió que en su prision vendria á ser cumplida aquella profecia de Zacarías, adonde hablando Dios con la espada de su justicia, la cual rigurosamente cargó sobre Cristo, por estar, como estaba, vestido de nuestros pecados, siendo los judíos y los gentiles la propia espada, dice: «espada, levántate sobre mi pastor y sobre el varon cercano á mí, dice el Señor de ejércitos; hiere al pastor y esparciránse las ovejas» etc.; y no importa que, diciendo el profeta: «hiere,» diga el evangelista: «heriré,» porque lo que hizo la espada de Dios, lo hizo el mismo Dios.

Entónces viene Jesus con ellos á una posesion llamada Getsemané, y dice á los discípulos: Asentáos aquí hasta que vaya á orar allí. Y tomando á Pedro y á los dos hijos del Zebedeo, comenzó á entristecerse y acongojarse. Entónces les dice Jesus: Entristecida está mi ánima hasta la muerte. Quedáos aquí y velad conmigo. Y andando un poco cayó sobre su cara, orando y diciendo: Padre mio, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no como yo quiero sino como tú. Y viene á los discipulos y hállalos durmiendo, y dice á Pedro: ¿Cómo que no habeis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para que no entreis en tentacion. El espíritu está bien pronto, pero la carne está enferma. Luego otra vez yendo oró diciendo: Padre mio, si no puede ser que este cáliz pase de mí sin que lo beba, hágase tu voluntad. Y viniendo hallólos otra vez durmiendo, porque estaban sus ojos agravados. Y dejándolos, tornando oró la tercera vez, diciendo la misma oracion. Entónces viene á sus discípulos y díceles: Dormid ya y reposad, hé aquí, se ha acercado la hora, y el hijo del hombre es entregado en manos de pecadores. Levantáos, vamos, hé aquí, se ha acercado el que me vende.



Digo la verdad que soy tan flaco que apenas me oso poner con Cristo en el huerto á considerar el agonía, la tristeza y congoja que allí sintió, tanto me siento de poco y tanto se me representa grande el agonía y la turbacion en que Cristo se vió allí. Y tengo por cierto que, si Dios del todo me abriese los ojos de manera que yo pudiese considerar bien lo que Cristo sintió en aquel huerto, considerando que padeció, no por sí sino por mí, y que sintió, no sus culpas sino las mias, no solamente me certificaría de lo que me afirma el evangelio acerca de la remision de pecados y reconciliacion con Dios, pero de tal manera quedaria muerta mi carne por la consideracion de lo que allí sintió la de Cristo, que no viviria más en ella cosa que tuviese resabio de pecado. Y entiendo que no hace Dios esto con nosotros porque nuestra carne pasible y mortal no es hábil sujeto para tanta felicidad, y así entiendo que en sus escogidos va Dios templando el conocimiento de lo que Cristo padeció, con el cual poco á poco los va certificando en la remision y reconciliacion, y, segun que los va certificando, así los va mortificando, siendo la certificacion la que los mortifica.

Cuanto á la cosa en que entiendo que propiamente consistió el agonía de Cristo, qué era lo que tanto lo atemorizaba, le dolia, lo entristecia y lo congojaba, me remito á lo que he dicho en una consideracion201, la cual á mi ver es de grandísima eficacia para certificar á uno en la remision de sus pecados hechos y por hacer, y para mortificarle y matarle todos los deseos de pecar. Aquí diré esto: que el temor que tenia Cristo, no era tanto por la muerte que veia cercana, cuanto por la vergüenza que le causaba el conocerse culpado por cada uno de nuestros pecados, y por ver el rigor con que Dios lo castigaba por todos ellos. Esta consideracion entiendo que lo tenia amedrentado y atemorizado hasta hacerle sudar gotas de sangre; en efecto no bastan lenguas de hombres para poder exprimir la milésima parte de lo que Cristo padeció, ni aun bastan los entendimientos á poderlo comprehender; ruego á Dios me lo haga sentir, haciéndome hábil sujeto para ello.

La causa porque Cristo no quiso llevar á todos sus discípulos á que fuesen testigos de lo que sentia en el huerto, yo no la alcanzo, como tampoco alcanzo la propia causa, porque no quiso llevarlos á todos á que viesen su gloria en el monte Tabor. En aquello, «cayó sobre su cara» etc., es piísima consideracion decir que como avergonzado Cristo por los pecados que habia tomado sobre sí y conocia en sí, hallándose culpado por ellos como si los hubiera cometido todos, no bastándole el ánimo á mirar hácia el cielo, puso su cara en el suelo.

En la oracion de Cristo aprendemos en qué manera habemos de orar nosotros cuando nos sentiremos y hallaremos en semejantes tristezas y congojas, remitiéndonos siempre á la voluntad de Dios, sospechando de la nuestra. Lo mismo es: «este cáliz» que: esta muerte, este afán y esta congoja. Diciendo Cristo: «si es posible,» pienso que entendia: si puede ser, señor, que esta tu divina voluntad de reconciliarte á los hombres haya efecto sin que pase por mí lo que pasa, líbrame de ello; y si no es posible, hágase, padre mio, lo que quieres, no quiero que por mi causa sea impedida esta obra de tu santísima voluntad.

En aquello que dice Cristo en su segunda oracion: «hágase tu voluntad,» se ha de considerar que tomó Cristo para sí el consejo que dió á sus discípulos cuando les dijo qué es lo que habian de orar. Aquello: «velad y orad para que no» etc., entiendo que pertenece á todos los tiempos, quiero decir que es un consejo de Cristo general, por el cual entendemos que velando y orando resistiremos á la tentacion; y velar es lo mismo que estar el hombre sobre sí, no descuidándose jamás, porque los descuidados son los que son vencidos en las tentaciones. Y lo que añade Cristo: «el espíritu está bien pronto» etc., puede ser que lo entienda de sí mismo, entendiendo: si bien, como veis, mi carne está flaca y enferma en este paso, os certifico que mi ánimo está fuerte y gallardo para pasar por todo lo que placerá á Dios que pase; y puede ser que lo entienda de los discípulos, entendiendo: dígoos que veleis y que oreis contra la tentacion, porque conozco que, aunque en vuestros ánimos estais aparejados á no recibir escándalo, en la carne sois flacos y enfermos y así podria acontecer que, vencida la carne, cayéseis en tentacion. Yo no sabria cual inteligencia de estas tomar por mejor.

En las idas y venidas que hacia Cristo de sus discípulos á la oracion y de la oracion á sus discípulos, en el despertarlos, amonestarlos y reprehenderlos considero la turbacion en que la tristeza y la congoja tenian puesto á Cristo, la cual es áun más exprimida con aquellas palabras: «dormid ya y reposad» que parecen dichas como por ironía. Aquello: «en manos de pecadores,» tiene eficacia.

El que querrá considerar esta cosa del huerto más profundamente tome en sí la persona de Cristo y vaya particularmente considerando lo que sentiria cuando se hallase en un caso semejante á este en que se halló Cristo, hallándose por una parte inocentísimo y libre de todo pecado y por otra cargado de muchos pecados no suyos sino ajenos, y hallándose por una parte destituido y desamparado de todo favor humano y por otra dejado de Dios en mano de la tribulacion, y hallándose vecino á la muerte cruelísima é ignominiosísima, y tanto mas ignominiosa, cuanto que los, que le hacian morir, pretendian hacer servicio á Dios y decian que le hacian morir como á impío y enemigo de Dios.

Yo tanto cuanto me pongo á pensar lo que en un caso semejante sentiria, me hallo tal que pienso cierto que á la hora moriria, y así creo que fué obra de Dios que Cristo no muriese de congoja en el huerto, porque pasase por lo que habia de pasar. Ruego á Dios que me reduzca á tanta mortificacion que me sea así dulce y sabroso el pensar en padecer por Cristo lo que conozco que Cristo padeció por mí, cuanto me es dulce y sabrosa la consideracion de lo que Cristo ha padecido por mí, conociendo que de su padecer resulta mi gozar en la presente vida en parte y en la vida eterna entera y cumplidamente.

Yo he dicho sobre este paso del huerto lo que he sentido, y el que querrá pasar más adelante, póngase con Cristo en el huerto y ruegue á Dios con mucha instancia, le haga gracia de abrirle los ojos del ánimo para que vea bien lo que allí sintió Cristo, y soy cierto que tendrá en poco lo que yo aquí he escrito, aunque junte con ello la consideracion, con tanto sin embargo que persevere en estar en el huerto y que no se canse de orar y que ore con mucha confianza en Dios que le dará lo que le demanda, fundando su confianza en aquel divino prometimiento: «petite et dabitur vobis» etc., Mat. 7202.

Áun estaba él hablando y he aquí que Júdas, uno de los doce, vino y con él mucha gente con espadas y lanzas enviados por los príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo. Y el que lo vendia, les había dado señal, diciendo: Al que besaré, él es, prendedlo. Y luego allegándose á Jesus, dijo: Ave, rabí; y besólo. Y Jesus le dijo: Amigo ¿á qué vienes? Entónces allegándose echaron las manos á Jesus y prendiéronlo. Y he aquí que uno de los que estaban con Jesus, extendiendo la mano, sacó su cuchillo y hiriendo al criado del príncipe de los sacerdotes, le cortó la oreja. Entónces le dice Jesus: Torna tu cuchillo á su lugar, porque todos los que toman cuchillo, con cuchillo morirán. O ¿piensas que no puedo ahora rogar á mi padre y me dará más de doce legiones de ángeles? ¿Cómo pues serán cumplidas las escrituras que dicen que así conviene que sea? En aquella hora dijo Jesus á las gentes: Como á ladron habeis salido con espadas y lanzas á prenderme. Cada dia estaba asentado con vosotros enseñando en el templo y no me prendistes. Y todo esto pasó así para que se cumpliesen las escrituras de los profetas. Entónces todos los discípulos desamparándolo huyeron.



Sirvió Júdas á los judíos en la prision de Cristo de mostrarles el lugar adonde estaba, y de mostrárselo á él entre los otros por ventura que aquellos, que lo iban á prender, no lo conocian así bien.

Aquí se me ofrecen dos cosas harto dignas de consideracion. La una, que Cristo fué vendido de su propio discípulo, y en esto aprendo cuan poco me puedo fiar en el mejor de los hombres del mundo que están sin espíritu cristiano. Y la otra, que los, que enviaron á prender á Cristo, eran los principales de la religion hebrea, no delante de Dios sino delante de los hombres. Y aquí aprendo cuán poco me puedo fiar de los que en la religion cristiana son principales delante de los hombres si no lo son tambien delante de Dios, y conozco el error de los que dependen de hombres y fian en hombres y tomo para mí aquello: «mihi autem adhaerere Deo bonum est» etc.203

En aquellas palabras de Cristo: «amigo ¿á qué vienes?» se han de considerar dos cosas: la una la mansedumbre de Cristo que llama amigo á su mayor enemigo, y la otra que, preguntándole á qué venia, fué como un traerlo á conocimiento del mal que hacia á que considerase que venia á entregar á la muerte al que es la propia vida. En el hecho de San Pedro es bien de considerar su ánimo que osó entre tantos enemigos ponerse á defender con armas á su maestro.

Aquellas palabras de Cristo: «porque todos los que toman cuchillo» etc., se han de entender simplemente que los que andan con armas, van á peligro de morir con armas, como si dijera Cristo: no quiero yo que me defiendas á mi ni que te defiendas á tí con armas, porque no quiero yo morir ni quiero que tú mueras con armas, queriendo yo morir y queriendo que tú mueras otro género de muerte. En efecto quiere Cristo que los que son suyos sigan á él, hagan como él y vayan por donde fué él. Añadiendo Cristo: «Ó piensas que no puedo» etc., pretendió asegurar el ánimo de San Pedro, certificándolo que, aunque al parecer moria por voluntad de aquellos que lo llevaban á la muerte, no moria sino por su propia voluntad, la cual se conformaba con la voluntad de Dios, el cual no solamente queria que Cristo muriese por nuestros pecados segun que lo tenia prometido, pero queria que en su muerte concurriesen aquellas cosas que estaban profetizadas, á fin que la cuadrancia entre lo profetizado y lo ejecutado sea como una confirmacion de la fé de los que son inspirados á creer.

Las escrituras, que al presente yo hallo que más me cuadran con lo que veo ejecutado en la muerte de Cristo, son el salmo 22 que comienza: «Deus, Deus meus» etc., y el salmo 69 que comienza: «Salvum me fac Deus» etc., y el capítulo 53 de Esaías. Diciendo Cristo: «como á ladron» etc., pretendió mostrarles la malicia y maldad con que eran venidos. En el Griego está un mismo vocablo adonde dice «cuchillo» y «espadas,» y helo traducido diferentemente porque me parece impropio dar espada á San Pedro, y el vocablo Griego significa lo uno y lo otro. Por San Juan consta que este que cortó la oreja era San Pedro. Aquella palabra «ave» he puesto latina, porque no tengo ninguna castellana con que exprimir lo que significa la Griega, usada para saludar escribiendo y hablando. Esto mismo he hecho en el «ave» del cap. 27, y en el «avete» del cap. 28.

Y ellos prendiendo á Jesus lo llevaron á Caifás el príncipe de los sacerdotes, adonde estaban ayuntados los escribas y los ancianos. Y Pedro seguíalo desde lejos hasta el palacio del príncipe de los sacerdotes, y entrado se estaba sentado con los servidores por ver el fin. Y los príncipes de los sacerdotes y los ancianos y todo el concilio buscaban algun falso testimonio contra Jesus por matarlo, y no hallaban, y viniendo muchos testigos falsos no hallaban. Pero despues viniendo dos testigos falsos dijeron: Este dijo: Puedo deshacer el templo de Dios y en tres dias edificarlo. Y levantándose el príncipe de los sacerdotes le dijo: ¿No respondes nada? por qué causa estos atestiguan contra tí? Y Jesus callaba. Y respondiendo el príncipe de los sacerdotes le dijo: Conjúrote por el Dios vivo que nos digas si tú eres Cristo el hijo de Dios. Dícele Jesus: Tú lo has dicho. Empero dígoos: de ahora vereis al hijo del hombre asentado á la diestra de la potencia y venir en las nubes del cielo. Entónces el príncipe de los sacerdotes rompió sus vestiduras, diciendo: Blasfemado ha. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? He aquí ahora habeis oido su blasfemia. ¿Qué os parece? Y ellos respondiendo dijeron: Digno es de muerte. Entonces le escupieron en la cara y lo abofetearon y otros le dieron de bofetadas diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te ha herido.



Lo que dice San Mateo que aquellas gentes buscaban algun falso testimonio, con el cual pudiesen condenar á muerte á Cristo y que no lo hallaban, lo entiendo así: que buscaban testimonio que, aunque no fuese verdadero, tuviese del verisímile y que no hallaban cosa á su propósito.

Adonde se ha de considerar la puridad é inocencia con que vivió Cristo, pues ni áun con falsedad no podia ser culpado de cosa mala que hubiese hecho, de

manera que la culpa fuese verisímile en él; y acordándome que, para comprehender la perfeccion en que soy comprehendido, tengo de reducirme á un vivir así puro é inocente, y viéndome tan léjos de ello, yo mismo me avergüenzo de mí mismo, representándoseme cuánto estoy lejos de aquel grado de perfeccion que como cristiano voy procurando, y ruego á Dios, me ponga muy cerca de él.

La falsedad de los testigos que dijeron: «este dijo: puedo» etc., no consiste en que no fuese verdad que Cristo hubiese dicho estas palabras, porque consta que las dijo, pero consiste en que no las dijo en el sentido que los testigos las interpretaban; ellos las interpretaban del templo de piedra, y Cristo las habia dicho del templo de su cuerpo, como parece en San Juan cap. 2.

Conjura lo Cristo por Dios vivo, fué como necesitado á responder, pero templó su respuesta, no afirmando ni negando, como habia hecho en la cena con Judas. Y añadiendo Cristo: «empero dígoos: de ahora veréis» etc., parece que pretendió decir: si os ofende verme en este estado vil y menospreciado, os hago saber que no pasará mucho tiempo que me vereis en un estado glorioso y triunfante en sumo grado acerca de Dios y sobre las nubes del cielo. Adonde aludió Cristo á su segundo advenimiento al juicio, y no importa que por sus palabras parezca que entendia que luego habia de venir, porque, aunque segun el juicio humano parece que no ha sido así, pues no ha venido aún, segun el juicio divino es así, en cuanto mil años en presencia de Dios son tanto cuanto es para nosotros el dia de ayer.

Si Cristo como hombre conociera con espíritu humano su venida al juicio, hablando como hombre dijera que á luengos tiempos verían al hijo del hombre á la diestra etc., pero conociéndola como hijo de Dios, como verbo de Dios, con espíritu divino habló como Dios, diciendo: «de ahora vereis» ó presto vereis. Lo mismo es: «á la diestra de la potencia» que á la diestra poderosa, entiende: de Dios. El romper ó rasgar sus vestiduras el pontífice hebreo fué segun la usanza hebrea y tuvo intento á agravar lo que Cristo habia dicho, propio oficio de prelado hebreo apasionado y ciego. Aquellas palabras: «profetízanos, Cristo» están llenas de escarnio.

Y Pedro estaba sentado fuera en el patio, y allegóse á él una moza diciendo: Tú tambien estabas con Jesus el Galileo. Y él negó en presencia de todos, diciendo: No sé lo que dices. Y saliendo él á la puerta viólo otra y dice á los que estaban allí: Tambien este estaba con Jesus; el Nazareo. Y tornó á negar con juramento que no conocia tal hombre. Desde á poco allegándose los que estaban allí, dijeron á Pedro: Verdaderamente, tambien tú eres de ellos, porque y tu habla te manifiesta. Entónces comenzó á maldecirse y á jurar que no conocia tal hombre. Y luego cantó el gallo, y acordóse Pedro de la palabra de Jesus que le dijo: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y salido fuera, lloró amargamente.



Entendiendo por toda la historia de Cristo que San Pedro era muy vivo y muy orgulloso, poniéndose delante en todas las cosas y muchas veces sin consideracion, como en el reprehender á Cristo porque hablaba en su muerte, y como en el decir que no se escandalizaria, habiendo Cristo dicho que se escandalizaria, y como en el cortar la oreja al otro, entiendo que pretendió Cristo (como he dicho arriba) mortificar la viveza en San Pedro, dejándolo caer en la tentacion porque se conociese y humillase, como con efecto se conoció y se humilló.

Y aquí entiendo la causa porque muchas veces deja Dios caer á los suyos en tentaciones; es el ánimo humano vanísimo y arrogantísimo y por tanto tiene necesidad de ser abajado, abatido y humillado.

Tambien entiendo aquí que al cristiano pertenece desear, como seria decir, no negar á Cristo por ninguna cosa del mundo y no presumir de sí que será bastante á no negarlo, pero rogar á Dios que le dé fuerzas para poder resistir á las tentaciones con que será solicitado á negarlo.

Entiendo tambien aquí que la causa, porque á las personas cristianas, que proponen y deliberan muchas cosas que son santas y buenas, muchas veces les sale todo el contrario de lo que deliberan, es por que su deliberacion es sin consideracion de su propia imposibilidad, segun que lo he escrito en una consideracion204.

En cuanto San Pedro no era conocido por el vestido sino por el hablar, entendemos que los discípulos de Cristo no andaban vestidos diferenciadamente de los otros hombres.

Cuanto al llorar de San Pedro, entiendo que lloró de mal contento, viéndose caido en el inconveniente en que habia deliberado y afirmado que no caeria; y entiendo que imitan el llorar de San Pedro los que lloran de desplacer, cuando se apartan del deber cristiano, del decoro cristiano, llorando como enojados y airados contra sí mismos, descontentos de haber ofendido á quien se conocen obligados á servir y á quien entrañablemente desean servir.

Los que lloran por miedo del mal que les puede venir por su pecado ó pecados, pretendiendo ser perdonados por sus lágrimas, no imitan el llorar de San Pedro. Juntando esta negacion de San Pedro con lo que Cristo ha dicho en el cap. 10, que negará á quien lo negará, se entiende bien que no entiende Cristo sino de los que con deliberacion y con pertinacia lo negarán conociéndolo y no queriendo confesarlo ni con la boca ni con el vivir cristiano.

La negacion de San Pedro procedió de flaqueza y fragilidad, aunque primero negó simplemente, segundo negó con juramento y tercero negó añadiendo la maldicion al juramento. Adonde entiendo que, si San Pedro negara con deliberacion de negar, resolviéndose en ello, holgándose de ello, no llorara, como lloró amargamente luego como se reconoció, ántes hiciera lo que hizo Júdas en reconociéndose, como cuenta luégo San Mateo, poniéndonos, tras un ejemplo de fragilidad, con el cual son consolados los flacos, un otro ejemplo de malignidad con el cual son atemorizados los malignos.

Aquí añadiré esto: que por la tentacion de San Pedro conozco de qué calidad son las tentaciones con que permite Dios que sus escogidos, siendo tentados, caigan; y que por la tentacion de Júdas conozco de qué calidad son las tentaciones con que son tentados los que no son del número de los escogidos de Dios, aunque en lo exterior parece que lo son y ellos se persuaden que lo son; en cuanto estos no conocen jamás su error y, si lo conocen, se desesperan como hizo Júdas, y aquellos luego ó muy presto conocen su error y, tan presto como lo conocen, se duelen, conociéndose caidos en lo que no quisieran caer, como hizo San Pedro.




ArribaAbajoCapítulo XXVII

Y venida la mañana, tomaron consejo todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo contra Jesus para matarlo, y atándolo lo trajeron y lo entregaron á Poncio Pilato el presidente. Entónces viendo Judas, el que lo habia vendido, que era condenado, arrepentido tornó los treinta argénteos á los príncipes de los sacerdotes y á los ancianos, diciendo: Pequé vendiendo la sangre inocente. Y ellos dijeron: ¿Qué se nos da á nosotros? Tú lo verás. Y arrojando los argénteos en el templo, se apartó é ido se ahorcó. Y los príncipes de los sacerdotes tomando los argénteos dijeron: No es lícito echarlos en el cepo, porque son precio de sangre; y tomando consejo, compraron de ellos un campo de un ollero por sepultura para los forasteros; por tanto fué llamado aquel campo Campo de Sangre hasta el dia de hoy. Entónces se cumplió lo dicho por Jeremías profeta que dice: Y tomaron los treinta argénteos, el precio apreciado que fué apreciado por los hijos de Israel y diéronlos por el campo del ollero, segun que me ordenó el Señor.



Con el mismo espíritu entiendo que se conoció condenado Júdas y se ahorcó, conociendo su condenacion, que se habia apasionado para vender á Cristo y lo habia vendido: quiero decir que el mismo espíritu malo, que lo cegó ántes que hiciese el mal para que no lo considerase, le abrió los ojos despues de hecho el mal para que lo conociese y se conociese condenado por él y se ahorcase. Adonde entiendo que, aunque Júdas conocia que hacia mal en vender á Cristo, porque no se conoció condenado por ello, no se desistió de su mal propósito; que esto sea así, consta por esto que, luego como conoció su condenacion, se arrepintió y de mal contento se ahorcó. Y tengo por cierto que todos los que apasionados como Júdas persiguen á Cristo en sus miembros, persiguiendo la verdad cristiana y el vivir cristiano, al fin se resuelven en lo que se resolvió Júdas, y, si con efecto no se ahorcan, es porque su malignidad es áun mayor que la de Júdas, perseverando hasta el fin de sus dias en ejecutarla sin confesarse jamás malignos como se confesó Júdas, la cual confesion, si bien no le sirvió á él, sirvió á la manifestacion de la inocencia de Cristo, pues el mismo que lo vendió dió testimonio de ella.

En los pontífices hebreos y en los ancianos se ha de considerar al natural la propia condicion de los que se aplican á la falsa religion, que se tragan el camello y van colando el mosquito, mataban al inocente y escrupuleaban el poner en el tesoro del templo los dineros que habian dado al que lo habia vendido. Tales cosas como esta son vistas siempre en los que son tales como estos; y son tales como estos todos cuantos se aplican á la falsa religion, que consiste en vanas ceremonias y en supersticiosas observaciones de dias, de meses, de tiempos y de años etc., y se apasionan por ella, porque, no conociendo la verdadera religion que consiste en aceptar á Cristo y en imitar á Cristo, son casi forzados á perseguir á los que se aplican á ella y más á los que aplicados á ella la enseñan, porque, así como con la claridad del sol son descubiertas las tachas de una cosa fea y mal hecha, así con la claridad de la verdadera religion son descubiertas las tachas y las fealdades de la falsa religion.

Con la profecía, que alega aquí San Mateo, ha dado bien que hacer y que decir á los que han escrito sobre ella desde entónces acá, á los cuales me remito. Adonde dice: «el presidente,» puede decir: el gobernador. Diciendo que era condenado, entiende que por su pecado merecia el infierno. Por lo que aquí dice «cepo,» el vocablo griego, que es hebreo, significa el lugar adonde eran puestos los dineros que las gentes ofrecian en el templo, como son las cajetas ó arquillas que en Castilla ponen en las iglesias para que los que entran echen allí limosna para la fábrica de la iglesia, á las cuales arquillas llamamos cepos. Adonde dice: «campo,» entiende una tierra ó haza. Y adonde dice: «forasteros,» puede decir peregrinos, extranjeros y huéspedes. «Ollero» es el que hace cosas de barro, por otro nombre es llamado alfaharero.

Y Jesus estaba delante del presidente, y preguntóle el presidente diciendo: ¿Eres tú el rey de los Judíos? Y Jesus le dijo: Tú lo dices. Y siendo acusado de los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos, no respondia nada. Entónces le dice Pilato: ¿No oyes cuántas cosas atestiguan contra tí? Y no le respondió á ninguna palabra, en tanto que el presidente se maravillaba mucho. Y por la fiesta acostumbraba el presidente soltar un preso al pueblo, el que querian; y tenia entónces un preso estimado llamado Barrabás. Ayuntados pues ellos, díjoles Pilato: ¿Cuál quereis que os suelte: á Barrabás ó á Jesus, el llamado Cristo? Sabia bien que por envidia lo habían entregado. Y asentado él en el tribunal, envió á él su mujer diciendo: No te empaches con aquel justo, porque mucho he padecido hoy en sueño por su causa. Y los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron á las gentes que demandasen á Barrabás y que á Jesus lo hiciesen morir. Respondiendo pues el presidente les dijo: ¿A cuál de los dos quereis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Díceles Pilato: Pues ¿qué haré á Jesus el llamado Cristo? Dícenle todos: Sea crucificado. Y el presidente dijo: ¿Por qué? ¿qué mal ha hecho? Y ellos con más instancia gritaban diciendo: ¡Sea crucificado! Y viendo Pilato que no aprovechaba nada, ántes más bullicio se hacia, tomando agua se lavó las manos en presencia de la gente, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo. Vosotros lo vereis. Y respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre venga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entónces les soltó á Barrabás, y á Jesus azotado lo entregó para ser crucificado.



En estas palabras se ofrecen estas ocho cosas dignas de consideracion. La primera, que los santos del mundo, que escrupuleaban el poner en el cepo los dineros que les arrojó Júdas, estaban acusando al hijo de Dios en presencia de Pilato gentil. Adonde aprendo que me conviene apartar de todo aparente santidad, pues hace tales efectos.

La segunda, que, preguntando Pilato á Cristo si era él el rey de los judíos, entendió propiamente del Mesía, al cual era cosa pública que esperaban los judíos. Y aquí se conoce más la maldad de los pontífices y letrados hebreos, en cuanto hicieron morir á Cristo, del cual por lo ménos se sospechaba que era el Mesía.

La tercera, que de la misma manera que se maravilló Pilato, viendo que Cristo callaba, siendo acusado, no disculpándose, se maravillan los hombres del mundo cuando ven que los santos de Dios, miembros de Cristo, no se disculpan, siendo acusados. Y aquí aprendo qué es lo que me conviene hacer, siendo acusado como Cristo, y me avergüenzo de mi poca mortificacion y mucha viveza cuando me pongo á considerar qué es lo que haria cuando me viese en un caso semejante á este en que se vió Cristo, y ruego á Dios, me reduzca á tanta mansedumbre y humildad que conozca yo en mí lo que considero en Cristo. Y aquí cuadrará bien decir que, callando Cristo, se cumplia la profecía de Esaías que dice205: «como res á la carnecería será llevado y como oveja que en presencia del que la desquila enmudece y no abrirá su boca.»

La cuarta, que, así como Pilato, hombre del mundo, no era tan injusto contra Cristo como eran los judíos, santos del mundo, así no son tan perniciosos á los miembros de Cristo los hombres del mundo como son los santos del mundo. Y aquí aprendo que me tengo de apartar más de los santos del mundo que de los hombres del mundo.

La quinta, que andaba el diablo desatinado con Cristo; por una parte le procuraba la muerte, poniendo en el corazon á Júdas que lo vendiese, y por otra parte la impedia, espantando á la mujer de Pilato entre sueños para que enviase á decir á su marido que no se empachase con Cristo; por la cual embajada Pilato procuró tanto librar á Cristo y de miedo se lavó las manos, usando la ceremonia hebrea, porque trataba con hebreos. Y aquí aprendo que, si los secretos de Dios no son entendidos de los demonios, como con efecto no fué entendido este de la muerte de Cristo, ni son entendidos los de las personas cristianas, á las cuales Dios por medio de ellos con tentaciones y con persecuciones mortifica, mucho ménos serán entendidos de la prudencia humana por más acendrada, y afinada que esté, ántes tengo por cierto que, cuanto ella está más acendrada y afinada, tanto es más incapaz de las cosas de Dios. Y aquí aprendo que en las cosas divinas y cristianas ningun crédito tengo de dar á la prudencia humana, no admitiendo sus razones humanas.

La sexta, que por la mayor parte es tal el pueblo cuales son los que lo gobiernan, mayormente en las cosas que pertenecen á religion; y así no me maravillo que el pueblo hebreo se dejase así fácilmente persuadir de sus pontífices á demandar la muerte del que le venia á dar vida, del que poco ántes habia recibido con su «Osana al hijo de David.» Y aquí entiendo que por lo que veré en las costumbres de los inferiores en una religion, podré conjeturar qué tales son los superiores en ella, para no fiarme de ellos, para guardarme de lo que ellos aprueban, y no curarme de lo que ellos condenan.

La séptima, que propiamente vino al pueblo hebreo lo que demandó sobre sí, diciendo: «su sangre venga sobre nosotros y sobre nuestros hijos,» comenzando en la destruccion de Jerusalem y viniendo de mano en mano sobre los que aprueban lo que sus padres hicieron, matando á Cristo, en cuanto se están en la pertinacia en que sus padres estaban. Y aquí me espanta la ceguedad en que eran caidos los hebreos al tiempo que decian aquellas palabras, y me espanta más la ceguedad en que están los hebreos de nuestros tiempos, los cuales ni áun por la consideracion de lo, que les ha venido por la muerte de Cristo, abren los ojos para poder ver la luz del Evangelio.

La octava, que toda la bondad que está fundada y armada sobre falso, sobre temor, como era la de Pilato, da señal de sí, dando consigo en el suelo; primero procuraba Pilato librar á Cristo que lo llamaba justo, y al fin lo entregó á la muerte, pero despues de haberlo hecho azotar segun era la costumbre de los Romanos. Y aquí aprendo cuál es el efecto del temor tan alabado y canonizado de los que no saben qué cosa es amor, porque no aman, no sabiendo qué cosa es fé cristiana, porque no la tienen; y, si la tuviesen, amarian, y si amasen, condenarian al temor como cosa contraria y enemiga del amor.

Entónces los soldados del presidente tomando á Jesus en el pretorio, allegaron á él toda la compañía y vistiéndolo lo envolvieron con un manto de grana y tejiendo una corona de espinas la pusieron sobre su cabeza y una caña en su diestra y, arrodillándose en su presencia, hacian burla de él, diciendo: Ave, rey de los judíos. Y escupiendo en él, tomaban la caña y heríanlo en la cabeza. Y habiendo hecho burla de él, le desnudaron el manto y le vistieron sus vestidos y lo llevaron á crucificar. Y salidos hallaron un hombre Cireneo, llamado Simon; á este cogieron para que le llevase la cruz. Y venidos al lugar llamado Golgotá, que es dicho lugar de calavera, le dieron á beber vinagre mezclado con hiel y gustando no quiso beber.



Tengo por cierto que sin ninguna comparacion ofendia más á Cristo la malignidad con que era acusado de los hebreos, que la bestialidad con que era maltratado y escarnecido de los gentiles, los cuales parece que, siendo Cristo acusado de que se hacia rey, por burla y escarnio lo ponian en forma de rey para tratarlo despues peor que siervo y esclavo.

El manto que le pusieron dicen que era vestidura de guerra, yo más pienso que fuese vestidura real. Cogiendo al Simon Cireneo para que llevase á Cristo la cruz, no pienso que tuvieron intento á quitar á Cristo la fatiga sino á llegar más presto adonde iban.

El dar á beber á Cristo el vinagre ó vino fuerte, dicen que fué porque acostumbraban los Romanos dar así á beber á los que querian justiciar, á fin que no sintiesen tanto el tormento. El mezclar la hiel con el vinagre nacia de la bestialidad de los ministros.

Aquí diré esto: que el que considerará á Cristo puesto entre aquellos soldados, tratado con tanta inhumanidad y bestialidad, y considerará aquellas palabras de Esaías adonde dice206: «despreciado está y esquivado de hombres, como hombre de dolores y experimentado en enfermedad, y como de quien esconden las caras, fué despreciado y no lo estimamos,» será forzado que diga que vió Esaías á Cristo en aquel propio estado en que cuenta el evangelista en que estuvo. De donde se puede colegir que es cosa provechosa para los que son tentados acerca de la verdad cristiana, cotejar con simplicidad y humildad las profecías de la pasion y muerte de Cristo con las historias que escriben los evangelistas.

Y como lo hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras, echando suertes, á fin que se cumpliese lo dicho por el profeta: Repartiéronse mis vestidos y sobre mi vestidura echaron suerte. Y asentados lo guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: Este es Jesus el rey de los judíos. Entónces fueron crucificados con él dos ladrones, uno á la diestra y otro á la siniestra. Y los que pasaban, lo blasfemaban, moviendo sus cabezas y diciendo: El que destruias el templo y en tres días lo edificabas, sálvate á tí mismo. Si eres hijo de Dios, baja de la cruz. Semejantemente y los príncipes de los sacerdotes burlando con los escribas y ancianos decían: A otros salvó, y á sí no se puede salvar. Si es rey de Israel, baje ahora de la cruz y creerémoslo. Ha confiado en Dios; líbrelo ahora, si lo quiere, porque dijo: Soy hijo de Dios. De la misma manera tambien los ladrones, que estaban crucificados con él, lo injuriaban.



Tres cosas hay que notar en estas palabras. La primera el repartir entre sí los soldados las vestiduras de Cristo, por donde fué cumplido en él lo que está en el salmo 22, sobre la declaracion de las cuales palabras me remito á lo que he dicho allí; de donde se puede colegir que, aunque los vestidos que traia Cristo no eran preciosos, no eran tan viles que no valiesen algo, pues los soldados con suertes los repartieron entre sí.

La segunda, que fué obra de Dios que Pilato hiciese poner á Cristo título de rey de los judíos, no tanto para confusion de los judíos que entregaron á muerte á su rey, cuanto para gloria de los verdaderos cristianos, en cuanto, viendo á Cristo crucificado y leyendo el título de la cruz, se precian de haber conocido por su rey al que los judíos condenaron é hicieron morir como á impío, siendo verdaderamente su rey.

La tercera, que los meneos con que Cristo era escarnecido y las palabras con que era injuriado de los que pasaban por aquel camino (porque, segun parece, la cruz estaba junto el camino) y de los principales de la sinagoga hebrea y de los propios ladrones que estaban crucificados con él, parece que eran otras tantas tentaciones con que era Cristo tentado, no solamente á resentirse viéndose en aquel estado, pero á apartarse de la voluntad de Dios, bajando de la cruz. Esto lo pienso así, considerando que pudiera Cristo, si quisiera, bajar de la cruz y hacerse creer y aceptar por el que era, que podia destruir al templo y edificarlo, en tres días áun de la manera que ellos lo entendían y que pudiera mostrar que era hijo de Dios y que era poderoso para salvarse y librarse de la muerte y que era rey de Israel. Y entiendo que la tentacion que más sentia Cristo era aquella: «ha confiado en Dios; líbrelo ahora, si lo quiere,» ó si lo ama, porque esto tocaba en la honra de Dios, en cuanto parecia que no libraba al que habia confiado en él, y tocaba á la piedad de Cristo, en cuanto parecia que no lo amaba Dios, pues no lo libraba.

Esto lo entiendo así, parte por lo que leo en David que estaba siempre celoso que no le fuese dicho que le había faltado la confianza en Dios, ó que Dios no lo amaba ni tenia cuenta con él, como particularmente lo he mostrado sobre el salmo 3, y parte por lo que siento en mí mismo que no hay cosa que más me aflija y atormente que los pensamientos que á las veces me molestan, poniéndome en duda esta confianza y este amor, y que las calumnias de los santos del mundo, con que van calumniando mi fé cristiana y mi vivir cristiano, y tengo por cierto que es esto mismo en todas las personas que, teniendo fé cristiana, están aplicadas al vivir cristiano, las cuales si consideran, cuando se hallasen en un caso algo semejante á este en que Cristo se hallaba, del cual se pudiesen librar, pero apartándose de lo que conocen que es la voluntad de Dios, qué es lo que sentirían cuando les fuesen dichas palabras semejantes á las que eran dichas á Cristo y cuántas veces serían movidas á bajar de la cruz, sentirán mejor lo que sentía Cristo puesto en la cruz y conocerán si tuvo razon Esaías207 de alabar en Cristo esto: que la voluntad de Dios fué prosperada en su mano de él, que salió Dios con su intento en lo que quiso hacer en Cristo y por Cristo, estando él siempre firme y constante en la voluntad de Dios sin apartarse de ella por ninguna manera, y conociéndolo rogarán á Dios que les dé firmeza y constancia para que tambien en ellas sea prosperada su divina voluntad.

Considerando la fuerza de las tentaciones, con que era tentado Cristo de los hombres al tiempo de su muerte, tengo por ciertas las tentaciones con que dicen que son tentados los cristianos de los demonios al tiempo que están para morir; y entiendo que, diciendo aquellos hombres impíos las palabras que decian á Cristo, no eran ellos los que hablaban, pero era el espíritu diabólico que hablaba en ellos, haciendo en ellos como en sus hijos lo que hace en nosotros el espíritu de nuestro divino y celestial padre: este nos inspira á nosotros á glorificar á Dios y á Cristo, y aquel inspiraba á aquellos á blasfemar á Dios y á Cristo, como inspira siempre á los que son tales como eran aquellos.

Aquí se ve bien que, diciendo el evangelista: «á fin que se cumpliese» etc., no entiende que el intento fué cumplir aquella profecía, sino que con aquel hecho fué cumplida la profecía, no fué porque estaba profetizado, pero estaba profetizado porque habia de ser. Diciendo: «su causa escrita,» entiende la causa porque moría; esto se ve mejor en San Juan.

El mover de las cabezas era segun la usanza hebrea, ántes escribe esto David en el salmo 22 como si lo viera con los ojos corporales. A lo que aquí podrian calumniar, como calumnian los judíos, que no era costumbre en Israel crucificar á los hombres de la manera que leemos que Cristo fué crucificado, se les ha de responder que es así verdad, ántes que Israel estuviese sujeto al imperio Romano, en la cual sujecion con otras muchas cosas fué mudada esta.

Y desde la hora sexta hasta la hora nona sobrevino obscuridad por toda la tierra. Y á la hora nona dió Jesus una grande voz, diciendo: Elí, Elí ¿lamá sabactani? Quiere decir: Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has desamparado? Y ciertos de los que estaban allí oyéndolo decian: A Elías llama este. Y luego corriendo uno de ellos y tomando una esponja é hinchéndola de vinagre y poniéndola en una caña, le daba á beber. Y los otros decian: Deja, veamos si viene Elías á librarlo. Y Jesus otra vez dando un grande grito expiró.



Si, diciendo el evangelista, «por toda la tierra,» entiende: por todo el mundo, yo no lo sé; esto sé que los hebreos llamaban toda la tierra á toda la tierra de Israel. Y por ventura no seria inconveniente decir que esta obscuridad no fué tal cuál es la de la noche, pero que fué tal que los, que tuvieron ojos, conocieron por ella que el sol que da luz á los cuerpos, mostraba sentimiento por lo que padecia el sol de justicia, Jesu-Cristo nuestro señor, el cual da luz á nuestras ánimas, antes parece que es necesario entenderlo así, porque, si por aquellas tres horas la obscuridad fuera tal cual es la de la noche, ni los que miraban á Cristo crucificado burlando de él lo pudieran ver ni ménos las mujeres que desde lejos estaban mirando lo que pasaba, bien que en esto me remito á los que más saben y entienden.

Aquellas palabras de Cristo: «Elí, Elí, lamá sabactani» ó «azabtani»208 como está en el hebreo, son á la letra las primeras del salmo 22 que tanto cuadra con lo que Cristo padeció en su muerte.

Aquello «por qué me has desamparado» se ha de tomar como voz de la carne que, viéndose en aquel estado, se sentia desamparada de Dios y puesta en manos de la tribulacion, así como era tambien voz de la carne de Cristo aquella que dijo en el huerto: «pase de mí este cáliz.» Era la carne de Cristo así carne como la mia, en cuanto al ser pasible y mortal, si bien, en cuanto á ser sujeta á pecado, no era como la mia, y por tanto, como carne pasible, se sentia en el padecer, ántes fué necesario que Cristo mostrase y sintiese toda esta flaqueza á fin que yo me certifique que en una carne pasible como la mia ejecutó Dios el rigor de su justicia por lo que habia de ser ejecutado en mi carne, y así me confirme en la fé del evangelio, en creer que es así lo que me es intimado en el evangelio, la cual intimacion está fundada en el padecer de Cristo, y es tanto más firme la fundacion ó el fundamento, cuanto fué más riguroso el padecer, y no se pudiera mostrar en cosa ninguna tanto su rigurosidad cuanto en mostrarnos cómo Cristo padeciendo se sintió en la carne desamparado de Dios.

Y las personas cristianas que, habiendo algun tiempo sentido en sus ánimos la presencia de Dios y el favor de Dios y habiéndose en otro tiempo visto por una parte perseguidas de los hombres del mundo y tentadas de los demonios del infierno, y por otra parte privadas del sentimiento de la presencia de Dios y del favor de Dios, podrán dar algun testimonio de lo mucho que sintió Cristo al tiempo que dijo estas palabras; y estas mismas entenderán que, así como ellos en casos semejantes, diciendo que Dios las ha desamparado, no lo dicen con el corazon sino con la boca, porque en el ánimo no lo sienten así, así, diciendo Cristo: «¿por qué me has desamparado?» no lo decia con el corazon porque lo sintiese, sino con la boca por lo que la carne sentia.

Los que decian: «á Elías llama este» parece bien que no eran judíos sino gentiles, porque, si fueran judíos, entendieran su lengua, ántes conocieran las palabras del salmo. Lo que dijo Cristo con grande voz al tiempo que expiró ó envió el espíritu, no lo pone San Mateo, como tampoco pone las otras palabras que Cristo dijo en la cruz que escriben los otros evangelistas, de las cuales, placiendo á Dios, hablaremos en su propio lugar.

Adonde, dice: «dió una grande voz» y adonde dice: «dando un grande grito,» he puesto unas maneras de hablar castellanas por otras griegas. En aquello «y luego corriendo» etc., no se ha de entender que este corrió á hacer aquello por lo que oyó decir á Cristo sino que se movió de suyo á hacer aquello por alguna fantasía suya.

Y hé aquí que el velo del templo se rasgó en dos partes de arriba abajo y la tierra tembló y las piedras se rompieron y las sepultaras se abrieron y muchos cuerpos de santos que dormian resucitaron y salidos de las sepulturas, despues de la resurreccion de él, vinieron á la santa ciudad y aparecieron á muchos. Y el centurion y los que y estaban con él guardando á Jesus, viendo el terremoto y lo que pasaba, temieron mucho, diciendo: Verdaderamente este era hijo de Dios.



Habiendo Cristo perseverado en la obediencia de Dios hasta la muerte sin haberse dejado vencer á apartarse de ella ni por la crueldad con que era tratado ni por los denuestos que le eran dichos ni por las tentaciones de los hombres que diciéndole las palabras que habemos visto parece que lo tentaban á que abajase de la cruz, ilustró Dios su muerte con tantas demostraciones milagrosas que bastaron á convencer los ánimos de los gentiles que estaban presentes á que lo confesasen por hijo de Dios, de manera que desde el punto que Cristo expiró en la cruz comenzó su muerte á ser más eficaz que habia sido su vida, ántes es así que hizo muriendo, en cuanto fué conocido por hijo de Dios de los que lo estaban guardando como á enemigo de Dios, mucho más que si bajara de la cruz cuando los judíos lo tentaban diciéndole que bajase. Y lo que hizo Dios con Cristo entiendo que hace siempre con los que son miembros de Cristo, haciendo que sean más ilustres en sus victorias contra las tentaciones, que serian cuando bien alcanzasen toda aquella felicidad que les es propuesta cuando son tentados en caso que se dejasen vencer de las tentaciones.

En el rasgarse ó romperse el velo del templo que estaba delante del «sancta sanctorum,» parece que fué denotada la abrogacion de la ley, la cual entiendo que duró hasta que Cristo expiró. Diciendo: «y muchos cuerpos de santos» etc., entiende que á la voz con que Cristo expiró revivieron muchos cuerpos de santos que estaban en las sepulturas, pero que no salieron de ellas hasta que Cristo hubo resucitado, á fin que, como dice San Pablo, fuese Cristo «primogenitus mortuorum.» Col. 1209. En este caso de estos muertos que resucitaron tengo algunos escrúpulos de que deseo ser libre y, esperando que Dios cuando le placerá me librará de ellos, no los pongo aquí por no dar ocasion á otros que los tomen. Aquello «que dormian» es segun el hablar de la santa escritura, la cual á la muerte de los, que mueren conociendo á Dios por su Dios ciertos que han de resucitar, llama sueño, aludiendo, como creo, á la resurreccion.

Y estaban allí muchas mujeres mirando de léjos, las cuales habian seguido á Jesus desde Galilea, sirviéndolo, entre las cuales estaba María la Magdalena y María la madre de Jacobo, y de José y la madre de los hijos del Zebedeo. Y siendo ya tarde, vino un hombre rico de Arimatea llamado Josef, el cual tambien era discípulo de Jesus; este yendo á Pilato le demandó el cuerpo de Jesus. Luego Pilato mandó que le fuese dado el cuerpo, y tomando Josef el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y púsolo en su monumento nuevo que habia cavado en piedra y, revolcando una grande piedra á la boca del monumento, se fué. Y estaba allí María la Magdalena y la otra María asentadas en frente de la sepultura.



Entiendo que hace mencion San Mateo de estas santas mujeres, las cuales no solamente estuvieron presentes hasta ver á Cristo muerto y sepultado, pero perseveraron en estar en lugar de donde siquiera pudiesen ver el monumento ó la sepultura adonde estaba el cuerpo de Cristo, por alabar su constancia y perseverancia en el amor espiritual con que amaban á Cristo. Amábanlo vivo, amáronlo muriendo, amáronlo muerto y amábanlo enterrado, y no lo pudieran amar tanto ni con tanta perseverancia, ni fuera tan firme ni tan constante el amor, si fuera suyo de ellos, pero por eso era así firme y constante porque el amor era de Dios, en cuanto Dios se lo habia dado y se lo conservaba y mantenia, y en cuanto no se amaban ellas á sí mismas en Cristo, pero amaban á Dios en Cristo.

El caso de Josef entiendo que lo cuenta el evangelista por mostrar que tambien en aquél hombre habia fé y amor, y tambien porque importa á la resurreccion de Cristo que se sepa en donde y como fué sepultado.

Por ventura cuadran en este enterramiento de Cristo las palabras de Esaías adonde dice: «Y dió á impíos su sepultura y á rico en sus muertos, sobre no haber hecho iniquidad y no haber habido engaño en su boca,» Esai. 53, de manera que entienda que la sepultura de Cristo fué dada á guardar á impíos, como veremos, y que la propia sepultura era la que aquel hombre rico tenia hecha para enterrar sus muertos, encareciendo que, no habiendo Cristo hecho jamás ni dicho cosa que lo debiese, fué tratado como si fuera puro hombre y áun de los malos y perversos.

Y el dia siguiente que es despues del aparejo de la Pascua se ayuntaron los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos á Pilato, diciendo: Señor, habémonos acordado que aquel engañador dijo siendo vivo: Despues de tres dias resucitaré. Manda pues que sea guardada la sepultura hasta tres dias, porque no acontezca que viniendo sus discípulos lo hurten y digan al pueblo: Resucitado ha de entre los muertos; y será el error postrero peor que el primero. Díjoles Pilato: Teneis guarda, id y guardadlo como sabeis. Y ellos idos pusieron guarda á la sepultura, sellando la piedra con la guarda.



Grandísima cosa es esta que, cuanto más la prudencia humana se va ingeniando por ocultar y encubrir la gloria de Cristo, tanto es ella por aquella vía más ilustrada, como fué ilustrada la resurreccion de Cristo por la malvada diligencia de estos santos del mundo; por el contrario entiendo que, cuanto más la prudencia humana por sí sola procura ilustrar la gloria de Cristo, tanto más la oscurece por aquella propia vía que ella procura ilustrarla. De esto se podrian dar hartos ejemplos, los cuales remito á la espiritual consideracion, de las personas, en las cuales la gloria de Cristo es ilustrada por el espíritu santo que por el mismo Cristo les es comunicado.

Lo mismo es: «despues de tres dias» que: al tercero dia. En aquello: «sellando la piedra» etc., entiendo que declara el evangelista qué guarda fué la que los judíos pusieron á la sepultura, conviene á saber: sellar la piedra que estaba á la boca de la sepultura y poner gente de guarda que no se apartase de allí hasta pasados los tres dias.

El cristiano, que, siendo perseguido, aunque sea de los que se llaman cristianos y sea con título de no cristiano, considerará bien aquella palabra que dijeron de Cristo los principales de la sinagoga hebrea: «aquel engañador,» soy cierto que no desmayará en la persecucion, ántes se confortará y cobrará fuerzas, viendo que es tratado propiamente como fué tratado el hijo de Dios; y la gloria del cristiano es mayor ó menor segun que él es más ó ménos semejante á Cristo, el cual no solamente murió por nosotros, pero nos dejó su vida y su muerte como por dechado de perfeccion para que nosotros sigamos sus pisadas210.




ArribaCapítulo XXVIII

Y á la tarde de los sábados que esclarece en uno de los sábados, vino María la Magdalena y la otra María á ver el sepulcro. Y hé aquí sobrevino un grande terremoto, porque el ángel del Señor bajando del cielo, allegándose trastornó la piedra de la puerta y estaba sentado sobre ella, y su vista era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve, y de miedo de él temblaron los que lo guardaban y quedaron como muertos. Y respondiendo el ángel dijo á las mujeres: No temais vosotras. Sé bien que á Jesus el crucificado buscais. No está aquí, porque ha resucitado segun que dijo. Venid, ved el lugar adonde estaba puesto el señor, y presto partiéndoos decid á sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. Y catad que va ántes que vosotros á Galilea, allí lo vereis. Hé aquí os lo he dicho. Y salidas presto del monumento con temor y gozo grande corrieron á sus discípulos. Y como fuesen á notificarlo á sus discípulos, hé aquí que Jesus las encontró, diciendo: Avete. Y ellas allegándose le asieron los piés y lo adoraron. Entónces les dice Jesus: No temais. Id, notificad esto á mis hermanos para que vayan á Galilea y allí me verán.



Habiendo contado San Mateo la muerte y la sepultura de Cristo, de las cuales dependen nuestra justificacion y mortificacion, en cuanto los, que aceptamos la gracia del evangelio, incorporados en Cristo gozamos de la justicia de Cristo, quiero decir, de la que fué ejecutada en Cristo, porque realmente y con efecto morimos y fuimos sepultados con Cristo (segun que particularmente lo he tratado en una respuesta,)211, viene á contar la resurreccion de Cristo, de la cual depende nuestra vivificacion en la presente vida y nuestra resurreccion en la vida eterna, en cuanto es en nosotros lo que es en él.

Adonde ha de considerar toda persona cristiana que, así como con sus desobediencias á Dios acrecentó el agonía de Cristo en su pasion (como lo he dicho en una consideracion212), así tambien con sus obediencias á Dios acrecentó el gozo de Cristo en su resurreccion, porque entiendo que, así como tuvo Cristo presente muriendo todas nuestras desobediencias, así tuvo tambien presentes resucitando todas nuestras obediencias, á fin que, así como las unas le habian acrecentado el agonía, así las otras le acrecentasen el gozo.

El que querrá examinarse para ver si ha aceptado la gracia del evangelio con afecto de carne y sangre ó con afecto de espíritu santo por revelacion del padre eterno como San Pedro, mire bien si la muerte y si la resurreccion de Cristo han hecho sus efectos en él ó los han comenzado á hacer, mortificándolo y vivificándolo, aplicándolo á vivir en la presente vida como muerto y resucitado, porque los, que no están aplicados á esto, no sienten el beneficio de Cristo, no se conocen ni se sienten muertos con Cristo ni resucitados con Cristo. Aquí viene á propósito una consideracion213 que he escrito sobre la resurreccion de Cristo.

Para entender aquello «y á la tarde de los sábados» etc., basta saber que como nosotros decimos feria 2, feria 3 etc., los hebreos decian segundo de los sábados, tercero de los sábados etc., porque al primer dia de la semana llamaban sábado; con esto se entiende que estas santas mujeres fueron al sepulcro el domingo de mañana al reir del alba y que llama San Mateo «tarde de los sábados» á toda la noche del sábado, conforme á aquello: «factumque est vesper et mane dies unus,» Gén. 1214.

Por los otros evangelistas se entiende que estas santas mujeres venian á ungir el cuerpo de Cristo, en la cual cosa, aunque mostraban en afeccion, mostraban tambien su poca fé, pues pensaron hallarlo en la sepultura, habiendo él prometido que al tercero dia resucitaria. Y puédese colegir de aquí lo que yo suelo decir que las personas cristianas son muchas veces movidas con un intento segun ellas y con otro segun el espíritu santo que las mueve. El intento con que estas santas mujeres se movieron fué ungir á Cristo, y el espíritu santo las movió con intento que viesen á Cristo resucitado. Y aquí entiendo que es buena señal cuando el hombre se mueve con un buen intento y le sale otro mejor, quiero decir que es señal que aquel mejor es de espíritu santo.

Cuanto á aquello: «sobrevino un grande terremoto,» me acuerdo haber dicho sobre los salmos, que acostumbra Dios mover con terremotos la tierra en semejantes casos como los de la muerte y resurreccion de Cristo, por certificarnos que el mismo Dios, que, como seria decir, consiente la muerte de Cristo y resucita á Cristo, es el que crió todas las cosas, las rige y las gobierna como absoluto señor de todas ellas, á fin que, certificados de esto los que nos sentimos incorporados en Cristo para la aceptacion de la gracia del Evangelio, estemos seguros en los prometimientos de Cristo, fundando nuestra seguridad en la providencia y omnipotencia de Dios; y es verdaderamente grandísima satisfaccion y gloria interior al verdadero cristiano, saber cierto que es favorecido, amado y querido del que tiene en su mano á todas las criaturas, de las cuales es en todo y por todo obedecido; á mí tanto esta consideracion me da la vida.

Cuanto al bajar del cielo el ángel y al mostrarse resplandeciente y claro en su presencia y en sus vestidos, me remito á lo que dicen los que hablan con alguna experiencia, porque yo no tengo ninguna y así no puedo decir sino lo que dicen otros. Aquello «y respondiendo el ángel» etc., es segun el hablar de la santa escritura, la cual parece que entiende que se responde no á lo que se pregunta sino á lo que se querria ó deberia preguntar.

Aquí se ha de considerar que los que guardaban el sepulcro eran hombres, y las que venian á ver el sepulcro eran mujeres; y estas estuvieron firmes y constantes, y los hombres temieron, temblaron y quedaron como muertos. Estos mismos efectos hacen siempre las obras de Dios, atemorizan y espantan á los hombres del mundo hasta hacerlos salir de sí, y consuelan y alegran á los hijos de Dios hasta trasformarlos en Dios. Aquello: «y catad que va ántes» etc., se ha de juntar con lo que acabada la cena prometió Cristo á sus discípulos, diciendo: «pero despues que habré resucitado, iré ántes que vosotros á Galilea.»

Cuanto á las causas porque Cristo se quiso dejar ver de sus discípulos en Galilea y no en Jerusalem, como se dejó ver de las santas mujeres; me remito á lo que otros dicen, no bastándome á mí el ánimo á hablar por conjetura en las cosas en que no puedo hablar con alguna evidencia, ó experiencia. En aquellas palabras del ángel: «Jesus el crucificado» es muy digno de consideracion que lo, que es ignominioso en presencia del mundo y de los hijos de Adam que siguen el juicio de la prudencia humana, es glorioso en presencia de Dios y de los hijos de Dios que siguen el juicio del espíritu santo; y por tanto el ángel de Dios hablando con las santas mujeres que eran hijas de Dios, llama á Cristo: Jesus el crucificado, dándole el título más honroso y más glorioso que como á hombre le pudo dar, en cuanto no venció Cristo resucitando sino muriendo.

Esto lo sentia así San Pablo como hijo de Dios y por tanto no queria gloriarse sino en la cruz de Cristo215 ni queria saber sino á Cristo crucificado216, y siéntenlo tambien así los que, teniendo del espíritu que tuvo San Pablo, son hijos de Dios, pero unos lo sienten más y otros lo sienten ménos segun es más ó ménos eficaz en ellos la fé cristiana y el espíritu cristiano. Todos los otros hombres tienen por título ignominioso el de la cruz, porque por tal lo juzga y lo tiene la prudencia humana, si bien alaban y adoran la cruz de Cristo.

Adonde entiendo que tienen por honrosa y gloriosa la cruz de Cristo los que están resueltos con el mundo y consigo mismos de tal manera que no se avergonzarian ni resentirian como hombres cuando fuese menester pasar por lo que pasó Cristo, y, si no están entera y perfectamente reducidos á esto, conocen que lo deben estar, desean reducirse á ello, y están aplicados á ello, atendiendo á la mortificacion de todo lo que tienen de Adam, con intento de reducirse á que les sea gloriosa y sabrosa la Cruz de Cristo, el padecer por gloria de Cristo, lo que padeció Cristo por gloria nuestra, deseosos de ser muy semejantes á Cristo en el estado de la pasibilidad y mortalidad por ser tambien muy semejantes á Cristo en el estado de la resurreccion y glorificacion.

Los que no están reducidos á esto ó aplicados á esto, deseándolo y procurándolo, por mucho que alaben y que adoren con señales y demostraciones exteriores la cruz de Cristo, está claro que no son hijos de Dios, pues, teniendo por ignominiosa la cruz de Cristo, no queriendo por ninguna manera verla sobre sí, dan testimonio de sí que no siguen el juicio del espíritu santo que siguen los hijos de Dios, sino el de la prudencia humana que siguen los hijos de Adam; estos son los que adoran con el cuerpo y alaban con la boca la cruz de Cristo, y escupen con el ánimo y aborrecen con el corazon la misma cruz de Cristo, amando más la gloria de los hombres que la gloria de Dios y de Cristo. En aquello: «con temor y gozo grande» exprime bien el evangelista el efecto que hace un semejante caso áun en hombres. Lo que significa aquella palabra «avete,» lo he dicho en el cap. 26.

Y partidas ellas, he aquí que algunos de la guarda, viniendo á la ciudad, notificaron á los príncipes de los sacerdotes todo lo que pasaba. Y ayuntados con los ancianos y tomando consejo, dieron harto dinero á los soldados, diciendo: Decid que sus discípulos viniendo de noche le hurtaron, estando vosotros durmiendo: y si vendrá esto á oidos del presidente, nosotros lo aplacaremos, y á vosotros os aseguraremos. Y ellos tomando el dinero, hicieron segun que eran enseñados. Y fué divulgada esta cosa acerca de los judíos hasta el dia de hoy.



Considerando que de poner los pontífices hebreos sus guardas á la sepultura de Cristo y de corromper con dineros á las guardas para que negasen la verdad y afirmasen la falsedad, resultó que fué más ilustrada la gloria de la resurreccion de Cristo y fué más conocida la maldad y perversidad de los que lo habian hecho morir.

Me place repetir aquí lo que al fin del capítulo precedente he dicho que por la misma vía, que la prudencia humana procura menoscabar y escurecer la gloria y dignidad de Cristo por ilustrar y engrandecer ella su ignominia y su indignidad, es engrandecida é ilustrada la gloria y la dignidad de Cristo y es menoscabada y escurecida la ignominia y la indignidad de la prudencia humana, como vemos que aconteció á estos pontífices hebreos y como sabemos que aconteció á los que persiguieron y mataron en tiempo de los mártires á los que confesaban á Cristo, y como consta que ha siempre acontecido y acontece á los que han procurado y procuran lo que procuraron los pontífices Hebreos.

Adonde considerando yo que acontece á la prudencia humana con Cristo y con los que son miembros de Cristo lo mismo que le aconteció con el mismo Dios ántes de Cristo, como consta por el caso de Faraon, por el de Senacherib y por el de Nabucodonosor, veo un evidentísimo testimonio de la divinidad de Cristo.

Habiendo considerado esto, y considerado por otra parte que, siempre que la prudencia humana sin espíritu santo procura y pretende ilustrar y engrandecer el nombre de Dios y de Cristo, los menoscaba y escurece por aquella misma vía que ella pretende y procura engrandecerlos é ilustrarlos, vengo á entender esto que las personas cristianas se deben entristecer cuando ven que los hombres del mundo procuran ilustrar y engrandecer la gloria de Cristo, teniendo por cierto que sale todo lo contrario, y se deben alegrar cuando vea que los mismos procuran menoscabar y escurecer la gloria de Cristo, sabiendo cierto que resultará todo lo contrario. Y aún entiendo que las mismas personas cristianas se deben entristecer siempre que conocerán que los hombres del mundo las quieren ilustrar y engrandecer, y se deben alegrar siempre que verán que los mismos las quieren oprimir y abatir, teniendo por cierto que sucederá todo lo contrario, de manera que tengan por afecto de carne el entristecerse por los malos tratamientos que les harán los hombres y el alegrarse por los buenos tratamientos, y tengan por afecto de espíritu el entristecerse por los buenos tratamientos y el alegrarse por los malos, como se alegraron los apóstoles cuando los judíos, queriendo encubrir la gloria de Cristo, los azotaron, mandándoles que no predicasen á Cristo.

Tambien entiendo que á todo hombre pertenece estar sobre sí aún cuando se sentirá movido á engrandecer ó ilustrar la gloria de Cristo, sabiendo cierto que, si el movimiento es de carne, de prudencia humana, pensando engrandecerla é ilustrarla, la menoscabará y escurecerá. Es Dios tan celoso de su gloria que no quiere que sea ilustrada y engrandecida sino con su espíritu santo y por su espíritu santo.

Aquello: «estando vosotros durmiendo» es bien de considerar, porque se les pudiera replicar: si dormisteis ¿cómo vísteis que los discípulos lo hurtaron? Por aquello: «hasta el dia de hoy» parece que San Mateo escribió esta historia algunos años despues de la resurreccion de Cristo, pero ántes de la destruccion de Jerusalem

Y los once discípulos se fueron á Galilea al monte adonde les habia ordenado Jesus y como lo vieron lo adoraron, y ellos habian dudado. Y allegándose Jesus les habló diciendo: Dado me ha sido todo poder en el cielo y en la tierra. Yendo pues instruid á todas las gentes, bautizándolas en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo, enseñándoles guardar todo cuanto os he mandado á vosotros. Y catad que yo estoy con vosotros todos los dias hasta la fin del mundo.



Habiendo puesto San Mateo por certificacion de la resurreccion de Cristo el testimonio de las santas mujeres y el de las guardas que guardaban el sepulcro, pone el de los once apóstoles que en Galilea vieron á Cristo resucitado en el propio lugar á donde él les habia certificado que lo verian, y pone las palabras que les dijo, ordenándoles que se fuesen á predicar el evangelio, á bautizar y á enseñar el vivir cristiano, certificándoles que él estaria perpétuamente con ellos sin apartarse nunca de ellos. Adonde hay tres cosas dignas de mucha consideracion.

La primera, que los discípulos de Cristo habian dudado de la verdad de la resurreccion de Cristo con todo que él muchas veces se la habia profetizado y que las mujeres se la habian dicho, de donde colijo que el dudar no es indicio de infidelidad sino de flaqueza y enfermedad y por tanto no se deben tener por infieles los que dudan, aunque sea en las cosas de la fé, pero débense tener por flacos y enfermos y deben rogar afectuosamente á Dios, les haga sentir bien dentro de sus ánimos el beneficio de Cristo á fin que, creciendo en la fé, dejen la flaqueza y enfermedad y con ella el dudar. Yo tanto más me maravillo de los que no dudan que de los que dudan, tanto que tengo por sospechoso el nunca dudar si no es en los que han dudado, porque sé que el dudar, ántes el no creer es natural al hombre y el creer es sobrenatural, es don de Dios y no industria humana.

La segunda, que de aquellas palabras de Cristo: «dado me ha sido todo poder en el cielo y en la tierra» podemos tomar parte del concepto que como cristianos debemos tener de Cristo; sobre lo cual he escrito una, consideracion217, á la cual me remito, porque allí he dicho en qué manera entiendo que Cristo tiene en la tierra este absoluto poder; y cuanto á la manera como lo tiene en el cielo, me remito á la experiencia cuando hallándome allá lo conoceré y veré cara á cara. Cuanto á lo que aquí dudan algunos, diciendo, que siendo Cristo el verbo de Dios, hijo de Dios ¿qué necesidad habia que Dios le diese lo que él se tenia? se puede responder que dió Dios este absoluto poder á aquel Cristo hombre que murió, fué enterrado y resucitó, y en esta misma sentencia dice San Pablo. «proptor quod et Deus exaltavit illum» etc. Fil. 2218, ántes parece que entendió esto mismo Daniel adonde dice219: «viendo ví en vision de noche y ved con las nubes del cielo como hijo de hombre venia y hasta antigüedad de dias llegaba y fué traido delante de él y dióle poder y gloria y reino, y todos pueblos, naciones y lenguas lo servirán; su poderío poder eterno y no será quitado y su reino no será corrompido.»

Con estas palabras de Daniel cuadra tambien la respuesta de Cristo á Caifás que habemos visto en el capítulo 26. Notificando Cristo á sus discípulos este su poderío absoluto en el cielo y en la tierra, entiendo que pretendió que supiesen y que sepamos esta su omnipotencia á fin que se asegurasen y nos aseguremos que todas juntas las criaturas en el cielo, en la tierra y en los infiernos no son poderosas contra nosotros, mientras nosotros estamos en la escuela de Cristo, estando él con nosotros y nosotros con él, porque en él lo podemos todo, así como él lo pudo todo, esto lo entendia así San Pablo cuando dijo220: «todo lo puedo en el que me hace poderoso.»

La tercera cosa digna de consideracion que hay en estas palabras de Cristo es la manera como instruyó á sus discípulos, queriendo enviarlos á predicar, á bautizar y á enseñar.

Adonde pueden aprender los que envian á predicar, á bautizar y á enseñar, que primero han de instruir á los que envian en el concepto que deben tener de Cristo, diciéndoles como tiene todo poder en el cielo y en la tierra, luego les han de decir el órden que han de guardar, y al último los han de certificar que siempre el espíritu de Cristo los acompañará por donde quiera que irán, á fin que, asegurados de esto, se descuiden de sí mismos, pasando todo su cuidado en el negocio á que son enviados. Pueden tambien aprender aquí los que interiormente son movidos á predicar el evangelio y á enseñar el vivir cristiano que lo primero que han de intimar á los hombres es el indulto y perdon general por la justicia de Dios ya ejecutada en Cristo, rogándoles de parte de Dios y de Cristo que, aceptando este indulto, se tengan por reconciliados con Dios, certificándolos que los que lo creen y se bautizan gozan de él.

Esto lo entiendo en aquellas palabras: «yendo pues instruid á todas las gentes,» entendiendo que la instruccion es la propia intimacion del evangelio y que despues á los que, admitiendo la instruccion, aceptando la intimacion, se tendrán por reconciliados con Dios, los han de bautizar en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, certificándolos que son admitidos á la union con el padre, con el hijo y con el espíritu santo, á la que pueden tener como hombres que por la fé y el bautismo gozan del indulto y perdon general, los cuales son regenerados, mudan natura de la manera que he dicho en una respuesta. Esto lo entiendo en aquellas palabras: «bautizándolas en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.»

Cuanto á la manera como entiendo que el bautismo, en virtud del pacto que consiste en la fé y en el bautismo, tiene parte en la justificacion, me remito á lo que he dicho en una respuesta, adonde he dicho tambien que los, que somos bautizados desde pequeños, entónces comenzamos á sentir en nosotros mismos el fruto del bautismo cuando, aceptando con el corazon por divina inspiracion la gracia del evangelio y aprobando el ser bautizados de tal manera que, cuando no fuéramos bautizados, nos bautizaríamos, nos resolvemos á vivir cristianamente, imitando á Cristo, poniendo fin á toda ambicion y propia satisfaccion.

Pueden tambien aprender aquí los predicadores cristianos que á los que, habiendo aceptado la gracia del evangelio, habiendo sido bautizados ó habiendo aprobado el ser bautizados, han puesto fin á toda ambicion y propia satisfaccion, han de enseñar el vivir cristiano, poniéndoles delante todo lo que Cristo enseñó á sus discípulos, no como por ley sino como por una instruccion en el vivir cristiano á imitacion de Cristo, á fin que con su vivir cristiano confirmen su fé cristiana y den testimonio de su bautismo cristiano, mostrando con efecto que creen con el corazon y que se han bautizado, ó han aprobado el ser bautizados, porque han primero creido, porque han aceptado la gracia del evangelio.

Esto lo entiendo en aquellas palabras: «enseñándoles guardar todo cuanto os he mandado á vosotros,» de manera que en estas palabras de Cristo los que son inspirados á predicar el evangelio y á enseñar el vivir cristiano aprenden que han de intimar el evangelio generalmente á todas las gentes y que no han de bautizar sino á los que han aceptado la gracia del evangelio y que no han de enseñar el vivir cristiano sino á los que, aceptando la gracia del evangelio, se bautizan ó aprueban el ser bautizados y poniendo fin á toda ambicion y propia satisfaccion se determinan vivir cristianamente, imitando á Cristo.

Y esta propia órden consta que era guardada en la primitiva iglesia, despues duró mucho tiempo que no se daba el bautismo sino á los que estaban bien instruidos en la fé cristiana y en el vivir cristiano, pero los apóstoles, como consta por su historia, siguiendo esta órden de Cristo, luego bautizaban á los que creian, á los que aceptaban la gracia del evangelio, y parece que es necesario que se haga así, porque (como he dicho en una respuesta,) así como con el bautismo es ejercitada la fé de los que no son bautizados, pareciéndoles cosa de burla que por la fé y el bautismo sin otra observacion de ley vengan á gozar de la remision de pecados y reconciliacion con Dios por Cristo, así con el mismo bautismo es confirmada la fé de los que son bautizados, sirviéndoles el bautismo como de un arrimo con que se confirman en su fé cristiana, diciendo: si yo no creyera, no me bautizara ó no aprobara el ser bautizado, determinándome en vivir como bautizado, que es lo mismo que como muerto y resucitado, porque en el bautismo, como dice San Pablo, morimos y resucitamos con Cristo.

Aquello: «y catad que yo estoy con vosotros» etc., entiendo que pertenece no solamente para los que predican el evangelio y enseñan el vivir cristiano, pero tambien para los que aceptan el evangelio y atienden al vivir cristiano, los cuales todos se pueden certificar que Cristo está y estará siempre con ellos sin apartarse nunca de ellos, y esta certificacion de la presencia de Cristo entiendo que hace dos efectos en nosotros, los que, habiendo aceptado el evangelio y aprobado el ser bautizados y habiendo puesto fin á toda ambicion y propia satisfaccion, atendemos á vivir cristianamente.

El uno es que vivimos seguros contra todo el mal que todas juntas las criaturas nos pueden hacer, conociéndonos y sintiéndonos poderosos contra todas ellas por la presencia de Cristo, ciertos que no nos pueden empecer. Y el otro es que vivimos más sobre nosotros para no apartarnos jamás en poco ni en mucho del deber de personas cristianas, en las cuales está Cristo y estará hasta la fin del mundo.

Los que no están ciertos de esta presencia de Cristo, viven en continuo temor, porque confian en sí y desconfian de Cristo y no viven cristianamente ni guardan el deber ni el decoro de personas cristianas; y por lo que conocen en sí, dicen y afirman que no hay santos en el mundo, no acordándose que confiesan que los hay, diciendo que creen «sanctorum communionem,»221 y dicen y afirman que no puede el hombre ser cierto que está en gracia de Dios, no entendiendo que el evangelio no es otra cosa que una buena nueva que es intimada á los hombres, diciéndoles como Cristo los ha reconciliado con Dios, que lo crean y se bauticen y que gozarán de la reconciliacion, por donde se entiende que en tanto es uno cristiano, en cuanto está cierto que por Cristo está en gracia de Dios, estando reconciliado con Dios.

Al cual doy infinitas gracias que me ha traido á la participacion de esta su divina gracia y me ha favorecido con su espíritu santo en la interpretacion de esta divinísima escritura de la vida y doctrina de su unigénito hijo Jesu-Cristo nuestro señor, para gloria del cual pretendo que sea dicho lo que he acertado á decir en esta interpretacion, pretendiendo que lo que he errado ó lo que no he acertado sea para mi propia vergüenza y confusion, siendo en esto conocido mi propio sér, el que tengo como hijo de Adam, y siendo en lo otro conocido el sér que tengo como hijo de Dios, incorporado por la fé y el bautismo en el unigénito hijo de Dios Jesu-Cristo nuestro señor, al cual con el padre y con el espíritu santo sea perpétua gloria. Amen.