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D. Bary comenta: «El 6 de mayo de 1939 la mayor parte de la Junta se trasladó a México con planes de trabajos para predisponer la opinión pública de este país para la llegada repentina de miles de españoles necesitados [...] Poco después empezaron a salir los barcos de refugiados» (op. cit., p. 117). De modo similar lo recuerda Francisco Giner de los Ríos, quien da la fecha del 24 de marzo como la de la llegada a la frontera mexicana. La expedición de la Junta de Cultura Española la integraban, entre otros, Bergamín, Gallegos Rocafull, Prados, el propio Giner de los Ríos, Rodríguez Luna, Renau, Prieto, Fernández Balbuena y Vinós. («Algunos recuerdos personales», Catálogo de la Exposición 'El exilio español en México', [Madrid, diciembre 1983- febrero 1984], p. 11.). Comenta G. Penalva: «Bergamín sale de París a México, vía Nueva York, el 6 de mayo de 1939. Cuando el 13 de junio llega a Veracruz el barco Sinaia, con los primeros centenares de refugiados españoles, ya está allí para recibirles León Felipe, Herrera Petere, M. Prieto y nuestro autor». (Tras las huellas de un fantasma. Aproximación a la vida y obra de José Bergamín, Turner, Madrid, 1985, p. 154). Nótese que en este testimonio también se indica que Juan Larrea también viajó hacia México por esas fechas; dato que desmiente Bary y el mismo Larrea en el Epílogo ya citado: «...Al llegar a México después de unos días de trabajo en Nueva York, fui recibido con muestras de satisfacción por mis compañeros. Era fines de noviembre».

 

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G. Penalva, op. cit., p. 154.

 

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Puche reseña la entrega de Negrín al presidente Cárdenas de 50.000 pesos, aproximadamente, destinados a los representantes de la Junta y que se empleó para la creación de la biblioteca, el centro intelectual y la revista que nos ocupa (Palabras del exilio, op. cit., p. 85).

 

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M. Teresa Miaja de Lisci y Alfonso Maya Nava, «Creación de organismos, mutualidades, centros de reunión, instituciones académicas», en El exilio español en México 1939-1982, op. cit., p. 115.

 

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Esta cifra dada por la misma revista no parece nada exagerada si tenemos en cuenta que durante el año 1939 fueron llegando diferentes expediciones de republicanos (Sinaia, Flandre, Ipanema, Mexique) y que, en total, Javier Rubio calcula en unos 1.500 el total de españoles con profesiones liberales establecidos en México hacia 1940. Este autor, además, nos da la cifra de 10.000 expatriados por esas fechas -coincide, en ello, con el propio Lázaro Cárdenas en sus Obras I, Apuntes, vol. 2, p. 7 cit. en A. H. León Portilla, op. cit., p. 83-, de los cuales un 10% aproximadamente pueden considerarse «intelectuales» en el sentido antes apuntado (Cf., asimismo, M.C. Figueroa, «La inmigración intelectual española en México. Evaluación bibliográfica», Foro Internacional, VII-IX, 1, 1986, p. 132. y L. E. Smith, op. cit., en las estadísticas que incluye al final de su libro [pp. 305-307]).

 

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«La Delegación en París de la Junta de Cultura Española ha tomado a su cargo la ayuda material a los intelectuales que se encuentran en Francia. Ella es la que, obtenidos los fondos del Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles, sostiene los refugios que aún axisten (sic) en aquella república y pasa un subsidio a los que lo necesitan. Entre ellos figuran personalidades muy destacadas en artes, ciencias y letras» (1, p. 42).

 

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Cf. C.E. Lida, La Casa de España en México, El Colegio de México, México, 1988, donde puede comprobarse la reducida, proporcionalmente, nómina de españoles acogidos en ella. No coincidimos, pues, con Marielena Zelaya Kolker, quien califica a «la Casa de España» como de una «Ellis Island cultural», en que se instalaron provisionalmente la mayoría de los intelectuales exiliados (Testimonios americanos de los escritores españoles transterrados de 1939, Cultura Hispánica, Madrid, 1985, p. 16). Por su parte, Salvador Novo ahonda en esta idea de lugar de élite, adonde llegaron algunos de los más prestigiosos profesores españoles: «...un Juan de la Encina, un Adolfo Salazar, un José Gaos, un Lafora, un Díez-Canedo, honran a cualquier instituto o universidad de cualquier parte del mundo en que den una conferencia o una cátedra... Si en estas condiciones han preferido aceptar la invitación de México, existen razones sentimentales y raciales que lo explican, y por nuestra parte deberían existir razones de criterio y de hidalguía que lo agradecieran...» (Salvador Novo, op. cit., p. 356).

 

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Antonio Alatorre en Comparative Literature: Proceedings of the ICCA Congress in Chapel Hill, North Carolina, 1959, p. 610. Citamos por su reimpresión «Literatura de la emigración republicana española en México», en Boletín de la Unión de Intelectuales Españoles, 10, julio-octubre 1959, p. 8. Alatorre cita, por lo demás, el caso de españoles como Ramón Gaya que, particularmente, fue atacado por quienes creían que sólo los mexicanos podían juzgar el arte de su país.

 

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«Ensayo: México, visión de los transterrados (En su literatura)», El exilio español en México, 1939-1982, op. cit., pp. 411-412.

 

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En ese sentido, nos basamos en la información que nos proporciona la propia revista: ella destaca aquello que considera más relevante y mejor se adecua a sus propósitos.

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