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441

«Jesucristo no se detiene en probar a Nathanael que no era de Nazareth, sino de Belén, según habían predicho los santos Profetas. Porque podía ser de Belén, como tantos otros, y no ser, sin embargo el Cristo. Pero toma otro camino mucho más seguro para que pueda conocer su divinidad, puesto que le hace ver, que se había hallado presente en medio de ellos cuando creían estar hablando solos». (Le Maistre de Sacy, Coment. sobre el Evangelio de San Juan, cap. I, 47).

 

442

Algunos intérpretes creen que Nathanael es el mismo que San Bartolomé (Véase Cornelio a Lapide, edit. Vivés, tom. XVI, pág. 322) contra el parecer de San Agustín, que coloca solamente a Nathanael entre los discípulos del Salvador (San August., Tractat. Sup. Joan., XVII, cap. I; Baronius, t. I, pág. 67, edit. de Venecia, 1600).

 

443

Luc., IV, 14.

 

444

3 La villa de Caná estaba a una legua al Nordeste de Sephoris, a dos leguas al Norte de Nazareth.

 

445

4 Hase traducido en la Vulgata la respuesta de Nuestro Señor Jesucristo con estas palabras: ¿Quid mihi et tibi est, mulier? Nuestra lengua acusa aún más su rigor: Mujer ¿qué hay de común entre tú y yo? El texto griego de San Juan está mucho más acentuado Gu/nai, ti\ e)moi\ kai\ soi/ ; texto que podría traducirse literalmente con estas palabras: Mujer ¿qué importa eso a ti y a mí? Confesamos que nos inclinaríamos a esta interpretación por nuestra parte, si no tuviéramos en cuenta la unanimidad con que los Doctores y los Padres de la Iglesia latina han entendido estas palabras en su acepción más rigurosa. Hállase, es cierto, en la Iglesia griega, una corriente de exégesis que parece favorable a la opinión contraria; pero está lejos de ser unánime, como han avanzado algunos escritores modernos. Sólo alegaremos en prueba, la disertación del libro de las Preguntas y respuestas, atribuido a Teodoreto, donde se propone el autor examinar esta dificultad. «¿Tuvo intención Jesús de afligir con estas palabras a María cuando la honraba con un milagro tan patente?» La sola enunciación de esta tesis supone que se había divulgado la objeción, tanto en la Iglesia griega como en la latina. Así, pues, creemos deber conservar este versículo la traducción consagrada por el uso, sometiéndonos por otra parte sin reserva y anticipadamente, al juicio definitivo que podría intervenir ulteriormente sobre este punto. Sería superfluo insistir por otra parte en la verdadera significación de la palabra «Mujer», que usa aquí el Salvador. Sabido es que entre los Judíos no tenía en manera alguna el sentido desdeñoso que afecta en nuestra lengua.

Hasta aquí la nota de M. Darras al texto de San Juan. Por nuestra parte creemos conveniente exponer la versión que hacen de este pasaje nuestros intérpretes Scio, Amat y Petite. El padre Scio traduce el versículo 4 de San Juan con estas palabras: «Mujer ¿qué nos va a mí y a ti?» y cuya traducción explica con esta nota: «Como estaba para hacer una obra que era propia de Dios, parece da muestras de desconocer a la Madre que le había engendrado según la carne; para que por aquí entendiesen todos, que además de aquello que se descubría en su exterior, había en él otra cosa que no aparecía y a la que debía extenderse la fe de sus discípulos. La prueba de esta verdad, esto es, del ser divino que se ocultaba en Jesucristo, debía ser la prodigiosa conversión del agua en vino». El padre Amat traduce el versículo de San Juan: «Mujer ¿qué nos va a mí y a ti?» sin explanar su traducción con nota alguna. El padre Petite traduce: «Mujer ¿qué tengo yo que ver contigo?» y explana su traducción con esta nota: «Estas no son palabras de reprensión, sino de enseñanza, con que Jesús instruía a sus discípulos, de que en el cumplimiento de las funciones de su ministerio, no debían tener respeto a la carne ni a la sangre, así como él no atendía a la petición de su Madre para un milagro que era obra de la divinidad (Duham. Natal. Alex)».

Vese, pues, que nuestros intérpretes no traducen el pasaje de San Juan en el sentido rígido que M. Darras, sino por el contrario, en un sentido suave y favorable a la Virgen Madre. Grocio adopta también esta interpretación, observando, que si estas palabras Quid mihi et tibi est se toman en el sentido recibido entre los Latinos, llevan consigo una acepción de menosprecio y significan: ¿Quid tibi mecum est? pero que en la locución hebraica que San Juan ha empleado en su Evangelio significan otra cosa, a saber: ¿Cur mihi negotium exhibes? ¿Por qué me hablas de esto? (¿Qué tiene esto de común a ti y a mí?) Esto es lo que se ve claramente en muchos pasajes de los Libros Santos, donde se emplea esta misma locución, como, II, Samuel, XVI, 10. -II, Paralipom., XXXV, 21. -Joel, III, 4. -Y en el mismo Evangelio, Matth., VIII, 29. Por el contrario, Augusto Nicolás interpreta este pasaje de San Juan, en el mismo rígido sentido que M. Darras, alegando para esta interpretación luminosas y muy atendibles observaciones. Véase el cap. XVII de su obra titulada: La Virgen María según el Evangelio. -(N. del T.) [Gunai, ti\ emoi kai soi (N. del E.)]

 

446

Metrhta\j du/o h)/ trei/=j. (Joan., II, 6). Créese generalmente que la metreta o medida indicada aquí, era el Bath hebreo, de un valor que se aproximaba a veinte y siete litros. Según el Padre Mariana (lib. de pond. et mens.), era una medida que cabría veinte y dos azumbres y media; y así cada tinaja cabría al pie de seis a nueve arrobas. El padre Scio dice, que era una medida ática que corresponde al ado de los Hebreos, mayor que la anfora romana que pesaba como unas cincuenta y seis libras, por lo que cada hidria contenía por lo menos de cinco a siete arrobas. El padre Amat cree que correspondía la metreta a veinte y dos azumbres y media, o dos arrobas y trece diez y seis avos.-(N del T.) [metrhta\j quo h/ trei=j en original (N. del E.)]

 

447

Joan., II, 1-11.

 

448

Erat mater Jesu ibi (Joan., II, 1). Mediten y pesen bien los protestantes esta expresión, que por otra parte es común a todos los Evangelistas. (Matth., II, 13-20, 21; XIII, 55; Marc., II, 31; Luc., II, 34; Joan., II, 1-3; XIX, 25-27). María no tiene otro nombre que el de Madre de Jesús. Salomé la llama la Madre de Santiago y de Juan; María tiene por único título Madre de Jesús, porque es Madre de un solo hijo unigénito y primogénito, Jesús.

 

449

Matth., II. 11.

 

450

Conul. Ephes. (431). (Homil. S. Cyrilli ad Patres; Labbe, Concil., tom. III, páginas 584, 585).