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11

A continuación, los asistentes a la hila proponen que se cuente el de Rosaura del Guante, relato que se corresponde con el tipo 860 A de la clasificación de Aarne-Thompson (Camarena y Chevalier, 2003: 73).

 

12

Este cuento se corresponde con el tipo 301 B (cuentos maravillosos) «El fortachón y sus compañeros» dentro de la clasificación de Aarne-Thompson.

 

13

Agustín Durán recoge en su Romancero general (1849-1851) una versión de este cuento bajo el título «Las princesas encantadas y deslealtad de hermanos» y Fernán Caballero publica otra versión del mismo relato en «La oreja de Lucifer», primero publicada en el Seminario Pintoresco Español (1852) y posteriormente en Cuentos y poesía andaluces (1859) con una serie de cambios en el texto, fundamentalmente centrados en la presentación de determinados aspectos moralizantes (Amores, 1997: 64).

 

14

El discurso narrativo de «Al amor de los tizones» continúa con la alusión al romance de don Argüeso, considerado por algunos autores una variante hexasilábica del romance «La cautiva» (Colina, 1987: 83), y al de «El del Soldado» del que el discurso narrativo recoge cuatro versos que nos permiten saber que se trata del romance de «La esposa infiel» muy extendido por varias zonas de Cantabria con diversas variantes (Colina, 1987: 84).

 

15

Agradezco a José Manuel Pedrosa y a Anselmo Sánchez Ferra sus sugerencias en este sentido.

 

16

Entre las versiones más conocidas está la extendida por la zona pasiega, que aparece en forma de romance bajo el título «La mina o la leyenda del monte de la Retumba» (Clarke, 1992: 169, nota 64).

 

17

En este cuento, un mujik recibe del espíritu de las aguas el regalo de un hacha de oro y otra de plata por su honradez, mientras que su compañero es castigado por mentiroso y avariento (Clarke, 1992: 184, nota 50).

 

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Estos rasgos dialectales presentan en lo fónico la pérdida de la -d- intervocálica, el cierre de la vocal cerrada en final de palabra, la conservación de la h- aspirada procedente de la F- inicial latina, que Pereda transcribe como j, la palatalización de la n en ñ al contacto con la vocal -u y las variaciones de las vocales átonas, que llegan incluso a perderse. En cuanto a los rasgos morfosintácticos más interesantes encontramos la utilización del sufijo diminutivo -uco, de valor afectivo y empequeñecedor, sufijo típico de la Montaña que se mantiene aún vigente (García González, 1977-78: 478); la posposición del pronombre al verbo (dícele, cuéntale, cátate) y también la utilización incorrecta de las formas verbales (García González, 1977-78: 471) pues el condicional es sustituido por el imperfecto de subjuntivo. Quizá lo más dialectal del texto sea el léxico. Se trata de un léxico rural y de zona en muchos casos, y de un sabor arcaizante en otros: «zonchos» por «capachos», «coloño» o «haz de leña, de tallos secos o puntas de maíz, de varas, etc. que puede llevarse en las espaldas», «bígaru» por «caracol marino» o el arcaico «cubicioso» en lugar de «codicioso».

 

19

No en vano Benito Pérez Galdós consideró como uno de los mayores logros de esta novela en particular y de Pereda como escritor «la introducción del lenguaje popular en el lenguaje literario» (Galdós, 1992: 61).

 

20

Estudiado en González Herrán: 1997 y 1998.