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La cultura visual de la magia en la época de Alfonso X1

Alejandro García Avilés


Universidad de Murcia


ArribaAbajoIntroducción

La miniatura astromágica alfonsí posee el extraordinario valor de constituir el único repertorio visual de la Edad Media en el que se plasman en términos figurativos todas y cada una de las etapas del proceso mágico de elaboración de talismanes. Mientras que para su otra gran empresa ilustrativa, las Cantigas, existen pálidos elementos de comparación en la Europa del siglo XIII2, para la miniatura astromágica de Alfonso X carecemos de parangón. Las fuentes de algunas de las imágenes astrológicas alfonsíes se pueden rastrear eventualmente en algunos manuscritos árabes, como en el caso de las figuras de las constelaciones, que desde el siglo XI habían venido decorando los códices árabes del Libro de las imágenes de las constelaciones de la octava esfera de Al-Sufi3. Sin embargo, a juzgar por lo conservado, la gran mayoría de las ilustraciones del proceso mágico carecen de precedentes en el mundo islámico. ¿Por qué el rey Alfonso X se vio impulsado a transformar la cultura literaria de la magia en una cultura visual? Quizá uno de sus principales móviles, tanto en lo que se refiere a la obra astromágica como en el caso de las Cantigas, fue dar garantía de autenticidad a lo narrado. En el siglo XIII, la filosofía natural aristotélica se fue infiltrando paulatinamente en las capas letradas de la sociedad, y su fundamento se podría decir que fue una nueva confianza en lo percibido por los sentidos: como observará San Alberto Magno, todo aquello que se basa en la percepción de los sentidos tiene un fundamento más sólido que lo que no se basa en la experiencia sensorial4. Es evidente que este aprecio por la percepción sensorial no se vio acompañado siempre por la contrastación con la experiencia5. Basta para aclarar esta aparente contradicción con referirnos a cómo Alfonso X encargó revisar las tablas astronómicas de su época para hacer más precisas las predicciones astrológicas, o cómo creyó en la realidad de ciertos rituales mágicos cuyos efectos, obviamente, no eran comprobables, pero cuya visualización los hacía creíbles. A veces, la autoridad de los textos recopilados y traducidos, salpicados aquí y allá por los nombres de veneradas figuras, era suficiente para los que se mostraban ávidos de dominar un saber que les prometía un dominio sobre el prójimo más allá de los avatares políticos. Pero aunque las citas de autoridad conservaban su valor, el Rey Sabio ya no le bastaban para hacer creíble lo ajeno a la experiencia cotidiana, particularmente los milagros y la magia. En este contexto, el sentido de la vista cobró una importancia creciente: al hacer visibles las historias milagrosas y las ceremonias mágicas, el rey Alfonso las hacía verosímiles. En las Cantigas, el propio rey se muestra en ocasiones como testigo de excepción, que enseña al espectador las maravillas obradas por la Virgen. En lo concerniente a la magia astral, al plasmarla en términos figurativos el Rey Sabio contribuía a explicar cómo llevar a cabo sus rituales y dejaba testimonio visual de sus potencialidades, atribuyendo su posible ineficacia a la imperfección de las operaciones del mago/hombre sabio.

Lo cierto es que entre los siglos XII y XIII, la introducción de la nueva filosofía natural había contribuido, no sin una fuerte oposición de ciertos círculos eclesiásticos6, a mirar a la naturaleza con nuevos ojos, viendo en ella no ya sólo el espejo de la obra divina, como había sucedido en general en la Alta Edad Media, sino también tratando de descubrir las propiedades ocultas de sus elementos, esto es, ciertos secretos de la naturaleza sólo al alcance de unos pocos sabios que los utilizarían para fines lícitos. El substrato de la filosofía natural aristotélica y los escritos árabes sobre astrología habían suscitado la curiosidad por la magia astral y la habían convertido en ciertos círculos en un medio adecuado para conocer los secretos de la naturaleza. Naturalmente que no se ignoraba lo peligroso de tales conocimientos en manos de desaprensivos, por ello, como sucede en las obras de Alfonso X, es frecuente la alusión explícita al sometimiento a la omnipotencia divina, de la que provienen en última instancia los mundanos conocimientos para manipular la naturaleza proporcionados por la magia.

Este proceso de evolución de la magia, de su concepción como una actividad proscrita a la aceptación de algunas de sus modalidades, siempre que no cayeran en manos indignas de este saber, dejó sus huellas en la cultura visual de la época. En este transcurso, desde la exclusión de la magia de los saberes tradicionales a su parcial absorción por las élites intelectuales de la época, la miniatura alfonsí adquirirá un protagonismo especial.






ArribaAbajoEl mago y el filósofo

En la segunda mitad del siglo XII, Herrada de Hohenbourg compila el Hortus deliciarum, una «enciclopedia» pictórica entre cuyas miniaturas, destruidas en el siglo XIX, se hallaba una imagen de las siete artes liberales que, como podemos ver en la copia conservada, contiene algunos detalles significativos para mi argumento7 (Figura 1). La composición circular se dispone en torno a la figura central de la Filosofía, bajo la cual se hallan dos célebres sabios antiguos, Platón y Sócrates. En torno a este núcleo se ubican las figuras de las siete artes liberales bajo unas arquerías, y el conjunto de la composición queda abrazado por un círculo exterior. El esquema utilizado por Herrada era bien conocido en esta época y en esta región, puesto que conservamos diagramas e ilustraciones en soportes diversos a grandes rasgos similares al que sirve como modelo a la abadesa de Hohenbourg8. Sin embargo, la composición del Hortus deliciarum muestra una novedad que es la que aquí nos interesa. En la parte inferior, fuera de este círculo de la sabiduría, se sitúan cuatro personajes escribiendo apoyados en atriles. La inscripción aclara que se trata de poetas y magos inspirados por un espíritu impuro («poete vel magi spiritu inmundo instincti»). Los magos son fabuladores, lo mismo que los poetas, y como éstos, están movidos no por la fe, sino por funestos influjos. Esta maléfica inspiración se expresa en términos figurativos mediante el recurso a un tema de encuadre que se subvierte, una fórmula iconográfica bien conocida que se parodia para lograr un significado contrario: la de San Gregorio inspirado por la paloma del Espíritu Santo (Figura 2)9. En nuestra imagen del Hortus deliciarum, el miniaturista ha satirizado esta fórmula, y aquí será un pájaro de mal agüero el inspirador de magos y poetas. La magia y la poesía quedan así fuera del círculo de la sabiduría, sometidos como están al maléfico dictado de espíritus inmundos.

Detalle  de  una ilustración  del Hortus deliciarum de Hohenbourg.

Figura 1. La filosofía y las artes liberales. Los poetas y los magos. Herrada de Hohenbourg, Hortus Deliciarum, fol. 32r. [destruido en el incendio de la biblioteca de Estrasburgo en 1870] (Alsacia, antes de 1176-ca. 1196).

Ciertamente, en el siglo XII es frecuente el repudio de la magia, como lo había sido durante la Alta Edad Media desde el severo juicio de San Agustín10. Por ejemplo, en un texto crucial para el derecho canónico como el Decretum Gratiani (Causa XXVI, Quaest. 5, can. 13 y 15) se recoge la tradición altomedieval, y se denuncia al clero que practica opera maleficiae, afirmando que la obra de los magos es ilusoria11. En un manuscrito del Decretum de hacia 1300 encontramos a un obispo y a un clérigo que practican la higromancia -que, hay que recordar, San Agustín había identificado con la nigromancia12- con la consecuencia de que el clérigo terminará excomulgado (Figura 3)13 Pero ya en el siglo XII hallamos rasgos del comienzo de un proceso que se establecerá en ciertos círculos eclesiásticos, y después cortesanos: el de la legitimación de la magia como ciencia (en el sentido de «disciplina» o «arte»)14, un programa que se halla ya presente en Pedro Alfonso, un judío converso que en su Disciplina clericalis hace una mención a las tradicionales siete artes liberales introduciendo un matiz significativo. Mientras que las seis primeras se hallan dentro del canon aceptado por sus contemporáneos, acerca de la séptima -dice- hay diversas opiniones.

Detalle  de  una ilustración  del antifonario de Hartker.

Figura 2. San Gregorio dictando inspirado por el Espíritu Santo. Antifonario de Hartker, St. Gall, Stiftsbibliothek, MS 390, p. 13 (St. Gall, ca. 1000).

Detalle  de  una ilustración  del  Decretum Gratiani.

Figura 3. De derecha a izquierda: 1, Un obispo y un clérigo practican la hidromancia. 2, El clérigo, con un disco mágico, ante otro clérigo que lo acusa y el obispo que lo excomulga por practicar la adivinación. Decretum Gratiani, Causa XXVI, Reims, Bibliothèque municipale, MS 678, fol. 231r. (Italia, ca. 1300).

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