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La enseñanza de los sordomudos en España en los siglos XVII y XVIII. Análisis comparativo de las obras de J. P. Bonet y L. Hervás y Panduro

María Isabel Corts Giner

Eduardo García Jiménez (coaut.)





Hasta el siglo XVI, en que Girolano Cardano propone unos principios generales para la educación del sordo y pide una mayor comprensión de la sociedad ante sus problemas1, la instrucción de los mudos era considerada inviable2. Un monje benedictino español, Pedro Ponce de León, es el primero en realizar la idea de que es posible enseñar a hablar a los mudos al instruir a dos hermanos y una hermana del Condestable de Castilla y a un hijo del Justicia de Aragón. Son numerosos los testigos que relatan las excelencias de los trabajos de Ponce de León con los sordomudos3. No obstante, sus enseñanzas permanecen prácticamente ignotas al no dejar testimonio escrito de ellas4. Será otro español, Juan Pablo Bonet, el primero en publicar un libro sobre la instrucción de los mudos (1620): Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos5. Para unos, una copia de las enseñanzas de Ramírez de Carrión6; para otros, un trabajo original.

La obra de Juan Pablo Bonet marca una ruptura con los métodos utilizados en ese momento para la enseñanza de los mudos: «Esta falta han querido suplida algunos sacando los mudos al campo, y en valles, donde la voz tiene una mayor sonoridad, hacérselas dar muy grandes y con tanta violencia, que venían a echar sangre por la boca, poniéndolos también en cubas donde rebombase la voz, y más recogida pudiesen oirla...»7. Y viene a ser el inicio de lo que más tarde se denominará método oral o método español, cuyos principios se extendieron a países como Italia (donde fueron introducidos por Pedro Castro en el siglo XVII), Francia (merced a la labor de instructores como Rodríguez Pereira, Ernaud o Dechamps, en el siglo XVIII), Alemania (gracias a Heinicke, fundador de la primera escuela oficial alemana en Leipzig en 1778), Holanda (por el médico y filósofo Conrad Amman en el siglo XVIII) y Suiza, donde la enseñanza de los mudos comenzó en 1776 con Heinrich Keller.

A pesar de la enorme repercusión del tratado de Bonet en Europa, en nuestro país permanece casi desconocido8, y más bien tiende a incorporar las enseñanzas del abate L'Epés, que en todo el siglo XVIII es la figura más influyente en la educación de los sordomudos. Fundador de la primera escuela pública para la enseñanza de los sordomudos en 1775, hasta entonces reservada a las familias aristocráticas, era partidario de la expresión mediante signos (manualismo) que permitía la descripción libre y espontánea de las cosas.

Un segundo hito fundamental en la educación de los sordomudos en España se produce en el siglo XVIII con la aparición de la obra de Hervás y Panduro: Escuela Española de Sordomudos o arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español9. Más que por la novedad de lo reflejado en sus páginas, su verdadera importancia radica en lo que supone la incorporación a nuestro país de las corrientes europeas de la enseñanza de los sordomudos, corrientes que no representan sino una continuación de los principios metodológicos que un siglo antes habían nacido en España. Hacer extensible la educación a todas las clases sociales y comprometer al Estado en esta tarea mediante la creación de escuelas públicas para la enseñanza de los sordomudos, son algunas de las ideas que deja entrever en su obra Hervás y Panduro, y cuya repercusión más importante es la inauguración el 27 de marzo de 1802, según unos autores10, y el 9 de enero de 1805, según otros11, de la Real Escuela de Sordomudos de Madrid.

Estas notas ofrecen un estudio comparativo del estado de la enseñanza de los sordomudos en España en los siglos XVII y XVIII a través de los modelos que plantean en sus obras Bonet y Hervás y Panduro. Describiremos cada uno de ellos centrándonos en los objetivos que persiguen, en los aspectos psicopedagógicos y didácticos, en la estructuración del método y su relación con la forma de aprendizaje de los sordomudos, en el modelo propuesto y la propia secuencia metodológica.


ArribaAbajoLos autores

Juan Pablo Bonet Barletserbant nació en Jaca en 1560 y murió en 1620. Gentil hombre de Felipe III, por cuyo encargo desempeñó importantes misiones en Francia, Saboya, Italia y Berbería. Fue también secretario del Capitán General de Artillería y del Condestable de Castilla12, cuyo hermano, mudo de nacimiento, le motiva para escribir su obra Reducción de las letras o arte para enseñar a hablar a los mudos, primera obra publicada sobre este tema. Tiene Bonet una gran preparación gramática y filológica, y resulta ser un perfecto conocedor de los clásicos, como lo demuestran sus obras Colección de poesías diversas, Índice de las ligaduras y abreviaturas de la lengua griega y Discurso sobre la lengua griega y su instrucción.

Se presenta como creador del arte para enseñar a hablar a los mudos, y alude a la observación y a la experiencia como fuentes para la elaboración de su método: «Empecé a discurrir con particular advertencia, contemplando, examinando y tentando la naturaleza por todas las partes que parecen que se reparten en los demás sentidos y potencias hallé al fin vía secreta por donde entrar y camino llano por donde salir»13. Pero más que un maestro de sordomudos que ha logrado elaborar un método de enseñanza en base a su experiencia práctica en el tratamiento de estos deficientes, es un estudioso de temas relacionados con el conocimiento de la gramática del español y de sus raíces griegas y latinas, que por su vinculación a una noble familia castellana, -«el amor y obligaciones de la casa del Condestable, mi señor, donde el presente se ve en un hermano de su Excelencia esta lástima»- y por su afán de acceder a nuevos campos del saber, se plantea la elaboración de un arte para enseñar a hablar a los mudos.

Para el autor, el problema de la mudez es con mucho el más grave de los defectos naturales que padecen las gentes de su época. La imposibilidad del mudo para expresar sus sentimientos, o para manifestar su alma racional, les hace parecer «monstruos de la naturaleza» imitadores de la forma humana. Antes que por el contenido de la problemática social que plantea la mudez, Bonet se interesa, al enseñar a hablar a los mudos, por hacer realidad la idea de Ponce de León de que éstos tengan acceso a la fe cristiana y a los dones de la cultura. Esta idea evangelizadora está presente al confeccionar un arte que ha de ser «claro y sencillo», para que puedan ponerlo en práctica todos los interesados por la instrucción del mudo. No obstante, es consciente de que sus contemporáneos consideran poco menos que imposible la tarea de enseñar a los mudos por otros medios que no sean los bárbaros métodos puestos en práctica por algunos instructores, o los fenómenos sobrenaturales. De ahí que trata de convencerlos, mediante esta obra, de que es posible y hasta sencillo no sólo enseñar a hablar a los mudos, sino también «a leer, escribir y contar, y todas las demás cosas que pueden saber los que nacieron con este defecto, y con discurso tan claro e inteligible que entienda y de a entender los conceptos del ánima»14.

Lorenzo Hervás y Panduro, polígrafo y religioso español de la Compañía de Jesús, nació en Horcajo de Santiago (Cuenca) el 10 de mayo de 1735 y murió en Roma el 24 de agosto de 1809.

Es una de las figuras más representativas del siglo XVIII español. Filósofo, matemático, historiador, filólogo, antropólogo, apologista, erudito en toda clase de conocimientos tiene su gloria principal en haber sido el padre de la moderna filología comparada. Entre sus obras cabe citar: Catálogo de las naciones conocidas y numeración, división y clases de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos, Historia dé la vida del hombre, Viaje estático al mundo planetario, Memoria sopra i vantaggi dello stato temporale della citta di Cesena.

Reacciona a algunas ideas ilustradas, sobre todo a aquellas que atentaban contra la religión y moral cristiana, se hace eco, sin embargo, de los principios de la Ilustración, siguiendo a Feijóo y Sarmiento. Viajó mucho y se interesó vivamente por los problemas educativos, defendiendo la necesidad de educar al hombre desde los primeros años, la importancia de la educación como factor de bienestar social, el deber del Estado respecto de la instrucción del pueblo, la importancia de la experiencia como medio de alcanzar el conocimiento y el dominio práctico de las cosas. Estudió el desarrollo mental del niño, y son curiosas sus observaciones sobre los defectos de pronunciación de algunas letras.

En la obra que vamos a analizar, Escuela Española de sordomudos o arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español, reivindica la enseñanza de los sordomudos como un deber ineludible de la sociedad civil y de la Iglesia, que han de asumir la educación de estos deficientes en escuelas públicas como único medio para integrarlos en la humanidad: «¿y no será más injuriosa y afrentosa a la religión y a la sociedad la falta de escuelas públicas para instruir a los sordomudos?»15.

Su preocupación por la enseñanza de los sordomudos es más el reflejo del interés de un ilustrado por dar a conocer las ideas y métodos que en ese momento se están desarrollando, que la asunción del papel de educador de estos deficientes, papel que sólo asume cuando de educar al sordomudo en la Fe y moral cristianas se trata. Bajo esta última perspectiva cabe entender su Catecismo de doctrina cristiana para instrucción de los sordomudos (Madrid, 1976). No obstante, cuando el autor reivindica la educación de los sordomudos no lo hace sólo para solucionar una cuestión instructiva, sino para afrontar un problema social. Así, aboga por la ley de los derechos sociales y educativos del sordomudo que hasta ese momento no había sido regulada: «La legislación civil y eclesiástica no ha sabido hasta ahora hacer a los sordomudos otro bien sino el de protegerlos como si fueran pupilos, o, por mejor decir, como si fueran impedidos o si estuvieran siempre enfermas...»16. En este sentido, Hervás y Panduro siente la necesidad de que se clarifique su situación como miembros del cuerpo social al que pertenecen. Esta clarificación no sólo beneficiará al sordomudo sino a la sociedad y a la religión. «Estos viven en medio de la sociedad siéndola pesados y molestos, y solamente le son útiles algunos por emplearse materialmente en oficios que frecuentemente exercen más como bestias por hábito que como hombres por raccionalidad»17.

A través de su obra, el autor busca despertar la compasión de los lectores, sus sentimientos piadosos y caritativos hacia los sordomudos. A ello dirige sus primeras reflexiones en la Introducción del libro: «La instrucción de los mudos que en esta obra llamo sordomudos, es la que presento y propago a la humanidad de la sociedad civil y a la caridad del pueblo cristiano para que vuelen en socorro de estos infelices dignos ciertamente de la pública compasión». También en el capítulo primero apela a la piedad. «He procurado adornar la instrucción de los sordomudos con discursos que despierten la piedad del buen ciudadano, la humanidad del más irreligioso sabio, y la caridad de todos los que afortunadamente, por gracia del Cielo, profesan el Cristianismo». Entiende que por este camino es más fácil que la sociedad se preocupe por los problemas que estos deficientes tienen planteados y asuma la responsabilidad educativa que para con ellos tiene.




ArribaAbajoAnálisis del contenido de las obras


ArribaAbajo Estructuración del método y forma de aprender el sordomudo en la obra de Juan Pablo Bonet

La estructuración del arte para enseñar a hablar a los mudos propuesta en la obra de Bonet refleja la preocupación de este autor por adaptar sus principios metodológicos a la forma de aprender de estos deficientes. En la descripción del método, quedan patentes una serie de presupuestos entre los que cabe destacar:

a) La continua imitación del alumno de los modelos presentados por el maestro a lo largo de su enseñanza: «le harán formar al mudo, con su mano derecha, todas aquellas figuras que aparecen pintadas, y el que le enseñare lo hará también, porque aprenda con mayor facilidad, viéndolas imitadas en la mano del maestro»18.

b) El aprendizaje discriminativo de formas manuales o vocales en que se fundamentan las diferencias que el mudo ha de establecer, para conocer cada una de las letras del abecedario, y que el maestro ha de presentar bajo distintos formatos.

c) La necesidad de que el mudo repita las nociones que se le han enseñado. «Para que si en tres o cuatro veces no acertase el mudo a pronunciar la voz, o respiración que sirve de nombre a la letra, le ha de expresar que pruebe otras muchas»19.

d) La continua corrección de los errores cometidos por el alumno. «Tendré cuidado de enmendarle siempre que todos los que aprende cualquier lengua extraña haciendo solecismos, y notando cómo se los corrigen, llegan a saberlas»20 .

e) La generalización de lo aprendido a las diversas situaciones y contextos en que ha de desenvolverse.

f) La secuenciación del aprendizaje. Así, primero se le enseña al alumno, manualmente, las letras del abecedario como introducción al aprendizaje de los conceptos fundamentales que configuran el idioma español. Este aprendizaje manual, es apoyado por el soporte de la lengua escrita, y a partir de las formas manuales y gráficas se inicia el aprendizaje oral. Bonet fija el comienzo del aprendizaje de este arte, sobre todo en lo que hace referencia a la pronunciación de las letras y sílabas, cuando el mudo tenga uso de razón, entre los seis y ocho años.

g) El alumno aprende siempre las nociones más fáciles como introducción a las más complejas. «Empezaré por las cinco letras vocales, por cuanto son más fáciles de pronunciar, y tienen gran parte aquellas en la respiración con que se han de formar las otras (las consonantes)»21.

h) Por último, cabe hacer mención al tratamiento diferenciado con que son enfocados cada uno de los conceptos que ha de aprender el alumno. Así, se utilizan demostraciones para que el mudo aprenda las nociones que hacen referencia a cosas concretas, y un aprendizaje vivenciado, para que comprenda el significado de los conceptos abstractos.

En el método propuesto por Bonet también se han tenido en cuenta aquellos aspectos que pueden contribuir a que el mudo consiga mejores resultados en su aprendizaje del idioma español. En determinados momentos, en la descripción del arte, se hace referencia a las decisiones que el maestro puede tomar para aumentar la eficacia de sus enseñanzas. Al enseñar a hablar al mudo, se comienza por las vocales y se continúa por las consonantes. «Viendo el mudo la facilidad con que, sabido aquéllas, se animará para las otras»22. Las recompensas juegan también un papel importante en la fijación de las adquisiciones del mudo, y el maestro ha de tenerlas presentes, para reforzarle en el momento adecuado o para corregirle los defectos de la pronunciación: «y acertando el sonido de la que se le fuere enseñando (la letra) se le dará en entender con una acción de aplauso, y, en tanto que no acertare, se le dirá que no meneando la cabeza, y el segundo dedo de la mano derecha, que son acciones que significan el no»23.




ArribaAbajo Modelo de enseñanza

Su modelo de enseñanza sigue en gran parte las expectativas didácticas abiertas con el realismo pedagógico. Muchas de sus propuestas contienen algunas de las ideas fundamentales que ya están presentes en la obra de Comenio: la fe en la experiencia como medio para alcanzar el conocimiento, y en la naturaleza, como fuente inagotable de enseñanza. Una de las pretensiones de la obra de Bonet es, precisamente, encauzar la enseñanza de los sordomudos partiendo de la propia actividad, siempre en conexión con las realidades concretas. Así, el método propuesto por Bonet para enseñar a hablar a los mudos se apoya en dos presupuestos fundamentales:

1.- La compensación de la pérdida auditiva por el sentido de la vista, o, lo que es lo mismo, la sustitución del «sonido de las letras» por las demostraciones visuales de las mismas. «Esto podrá hacer la vista, que ya que por ella no pueda entrar y salir la voz, podrá el conocimiento de su formación, tan hábil y perfectamente, que la forme el mudo como si la hubiera oido»24.

2.- La reducción de las letras consonantes a simples respiraciones sin el apoyo del elemento vocálico. Es decir, que en lugar de pronunciar las consonantes ba, ce, de, efe, etc ... , el mudo las pronunciará como b, c, d, f.

3.- Organización del método. A partir de estos dos presupuestos, el método de Bonet se organiza en los siguientes pasos:

En primer lugar, y como requisito necesario para que el mudo tenga conocimiento de aquello que el maestro pretende enseñarle, será necesario que aprenda la nominación de las letras por medio del Alfabeto Demostrativo, que según algunos autores no es sino una copia del elaborado por Melchor de Yedra25, donde se representan una serie de figuras, representando la posición de la mano derecha una para cada una de las 22 letras latinas del abecedario. Una vez aprendidas estas letras por el mudo, y cuando éste logre identificarlas en cualquier contexto en que se le presente, aprenderá a pronunciarlas, colocando los órganos de fonición tal como indica el maestro, y expulsando el aire en el momento oportuno. Primero, se le enseña la pronunciación de las vocales comenzando por la «a", para seguir posteriormente con las consonantes, en el mismo orden en que aparecen en el abecedario. Se utiliza, como material de apoyo para la enseñanza de la pronunciación, una lengua de cuero, con objeto de «no andarle metiendo los dedos en la boca al mudo, poniéndole la lengua donde ha de estar, podrán enseñarle con una de cuero, que en la mano la doblarán, curvarán y harán de ella delante de él todas las acciones que él ha de hacer en la suya»26.

La lectura de las palabras, al principio sin entender su significado, tiene por objeto que el mudo una las letras de forma inteligible para el que las oye. Siguiendo esta estrategia, Bonet ordena la instrucción del mudo en el idioma español, de las partes que componen la oración: nombre, verbo y conjunción.

Los nombres demostrativos reales son enseñados al mudo con el apoyo de las realidades concretas a las que hacen referencia, que son mostradas o dibujadas al tiempo que se les enseña. Los nombres demostrativos no reales (abstractos), tales como la idea de Dios o sus preceptos, y las pasiones, son enseñados cuando el mudo se halla preso de sentimientos o pasiones que hacen referencia a dichos nombres, o también provocando en él esos sentimientos o pasiones. La conjunción -que comprende también los adverbios y preposiciones de la gramática española- es aprendida por el mudo memorizando una lista de las más significativas. El mismo procedimiento se sigue para enseñar al mudo el género y el número de las cosas. El verbo se le enseña a partir de dos conjugaciones modelos, que el mudo habrá de aprender de memoria y que aplicará después al resto de los verbos. Los tiempos (pasado, presente y futuro) los aprenderá a través del símil de los días de la semana, comenzando por el domingo (presente), recordando el día anterior (pasado) y haciendo referencia al siguiente (futuro). Para enseñar la persona de los verbos se recurre a demostraciones en las que participa el mudo y el propio maestro. «Comiendo algo o fingiendo que se come, y decir, yo como, señalándole así mismo el maestro, tú comes, haciendo que coma alguno, aquél come, haciendo que otro se aparte un poco a comer»27.

El aprendizaje de los números es atendido aquí como una parte del aprendizaje de la lengua, estando reducida su enseñanza a contar hasta los cien primeros números. No obstante, se emplea una metodología acorde con algunos de los presupuestos actuales para la enseñanza del cálculo a los escolares. «Se enseñará por demostración su significación, contando con unos garbanzos, y señalándole la cantidad que tantease en el número del libro, hasta que esté tan hábil que pidiéndole el número que quisiera, sepa él darlo en tantos garbanzos»28. Este Tratado de las cifras y un Tratado de la lengua griega son las únicas generalizaciones, que, de los anteriores supuestos pedagógicos, se hace a otras materias de enseñanza distintas del lenguaje.

Un último aspecto, tratado en este método, es el que en la actualidad se denomina labiolectura, y carece de importancia para el autor, ya que, para él, presenta más inconvenientes que beneficios al mudo. «Entender los mudos aquello que se les dice por los movimientos de los labios del que habla con ellos, no es la enseñanza necesaria, antes bien sería muy defectuoso el enseñarlo»29.

Sea o no Juan Pablo Bonet el creador de estos principios metodológicos, lo cierto es que con ellos se sentaron las bases del método oral, también denominado español, y se contribuyó a desterrar algunas de las bárbaras prácticas a las que eran sometidos los sordomudos para enseñarles a hablar. Divulgado poco después por toda Europa, en la actualidad es aceptado por todo el mundo como el más adecuado para la enseñanza del sordomudo, tras el Congreso de Milán de 1880.

Su alfabeto manual es el primero que utiliza una sola mano para la enseñanza del sordo. «Con pocas diferencias, es el mismo alfabeto que se emplea hoy día en casi todo el mundo»30: Queda, sin embargo, incompleta su obra al no concederse en ella la debida importancia a la lectura labial, procedimiento que es hoy elemento básico en la enseñanza de los sordomudos.




ArribaAbajoEstructuración del método y forma de aprendizaje de los sordomudos en la obra de Hervás y Panduro

En el método propuesto por Hervás y Panduro pueden distinguirse una serie de modelos y presupuestos psicológicos que ava1an su constante preocupación por adaptar este arte a la forma de aprender el sordomudo. Su idea es, precisamente, que se le enseñe, no en el orden fijado por la propia estructura de la lengua, sino en aquel que haga más fácil y productivo su aprendizaje.

Entre los procesos psicológicos que pueden extraerse de la obra de Hervás y Panduro, merecen ser destacados los siguientes:

a) El alumno realiza su aprendizaje imitando las acciones del maestro tanto en el aprendizaje del alfabeto manual como en el aprendizaje de la pronunciación del sordomudo.

b) También Hervás y Panduro, como ya sucediera en el método propuesto por Bonet, concede gran importancia a la repetición por parte del alumno de las nociones aprendidas previamente.

c) Relacionado con la repetición de conceptos y nociones por el alumno, se encuentra el tema de la formación de hábitos en el sordomudo. Para Hervás y Panduro el aprendizaje sólo es posible cuando, tras la práctica continuada, se consigue el desarrollo de ciertos hábitos del sordomudo.

d) La secuenciación de la enseñanza del sordomudo es considerada fundamental para este autor. El principio de que el alumno avance de lo más fácil a lo más difícil en un orden de dificultad creciente, es una idea que aparece recogida reiteradamente en su obra.

e) Uno de los aspectos novedosos que presenta el método recogido en la obra de Hervás y Panduro, es la referencia que en él se hace a la posibilidad de que sea el maestro el que elija la línea de aprendizaje más acorde con las posibilidades del sordomudo. «Toca al maestro ir más o menos despacio, más o menos derecho por la mejor instrucción»31.

f) Finalmente, en la Escuela Española de sordomudos o arte para enseñarles a escribir y a hablar el idioma español, se hace ya una aproximación a la idea del diagnóstico de la sordomudez. Así, antes de comenzar con el método de enseñanza propuesto por el alumno, se recomienda que el maestro examine al alumno. «El maestro, antes de enseñar el habla al discípulo sordomudo, debe observarle atentamente su boca para descubrir si en los órganos vocales hay impedimentos remediables como es el frenillo de la lengua ... Asimismo, el maestro observará la calidad de la vista del discípulo»32.

Para motivar al alumno y conseguir mejores resultados con su aprendizaje, Hervás y Panduro se adhiere a los presupuestos recogidos por otros autores. Así, al considerar el problema de la fatiga que experimenta el sordomudo como consecuencia de unas prácticas instruccionales en ocasiones áridas y repetitivas, recoge el pensamiento de L'Epée: «Por lo que Epée, buscando a costa de su paciencia y caridad todos los medios más útiles para excitarles el deseo de saber y endulzarles el estudio, estaba muchas veces en sus lecciones explicando anticipadamente las que más le podían agradar»33.

Un lugar destacado ocupan en este método las recompensas y refuerzos, establecidos con el objeto de animar al sordomudo a la consecución de las metas de aprendizaje previstas. Su idea, al reforzar determinadas conductas del alumno, no es otra que mostrar al sordomudo -con su aprobación y el reparto de golosinas- que ha vencido la dificultad señalada. En todas las etapas de aprendizaje se recomienda al maestro mostrar placer y aprobación siempre que el sordomudo intente o llegue a pronunciar cualquier letra o sílaba34. En ocasiones utiliza estas recompensas como apoyo de los aprendizajes que ha de realizar el alumno, al modo de materiales de enseñanza.




ArribaAbajoEl modelo de enseñanza

El modelo de enseñanza, que subyace en el fondo de las directrices metodológicas propuestas en la obra, es un fiel reflejo de dos coordenadas entre las que se desenvuelve el autor: su tradicionalismo religioso y su espíritu ilustrado.

Se muestra a favor de una enseñanza activadora del entendimiento del alumno -tal como se había propuesto Condillac- y adaptada a su edad y ritmo de aprendizaje, que cabría incluir dentro de un paradigma más general que en Francia daría lugar a la idea de un sistema de enseñanza articulada por grados.

Cabe señalar también el papel que en este método de instrucción juegan los materiales de enseñanza como feciliradores del aprendizaje del alumno, y que nos sugieren algunas de las innovaciones pedagógicas introducidas por la educación naturalista de Rousseau: «Conviene que las primeras articulaciones que lleguen al oído del niño sean puras, fáciles y distintas, repetidas frecuentemente. Y que las palabras que expresan sólo se refieran a objetos sensibles que se puedan mostrar antes al niño»35.




ArribaAbajo Organización del método

Este «arte» se dirige -según afirma Hervás y Panduro- a enseñar a los sordomudos tres cosas fundamentales: a conocer las letras y leerlas visualmente, a escribir y a aprender el idioma español.

Según la secuencia descrita, la instrucción del sordomudo comienza con el conocimiento de las letras, que primero se enseñan manualmente, y después a través de la escritura. Las señas manuales tienen por objeto dar a conocer al alumno aquello que después se le va a enseñar. Hervás y Panduro, que incorpora el alfabeto manual de Bonet, añade las letras j, ll, ñ, n, y construye un breve vocabulario de señas que los sordomudos hacen espontáneamente para declarar mediante ellas sus sentimientos o raciocinios.

El aprendizaje de la escritura por el sordomudo le va a permitir el acceso a la estructura gramatical del idioma. Las partes de la oración -nombres, verbos y dicciones-, el género y el número de las cosas, las operaciones de cálculo, etc... son aprendidas cuando el alumno lee y escribe las nociones introducidas por el maestro. En este sentido, recomienda el uso de la pizarra para que los alumnos fijen en su memoria con más facilidad las enseñanzas del maestro, y el uso del lápiz en lugar de la pluma, para facilitar la escritura.

Para la formación de los nombres, el alumno trata de repetir por escrito una palabra que le presenta el maestro cuyo significado le aclara éste, bien presentándole el objeto a que hace referencia (el caso del nombre sustantivo) o estableciendo comparaciones entre varios objetos o realidades (el nombre «adjetivo»).

El aprendizaje de las cifras es una etapa más dentro de la estructura gramatical de la lengua. Mediante láminas donde se representan las posibles combinaciones de los diez primeros dígitos o como pueden realizarse las cuatro operaciones básicas del cálculo, el sordomudo aprende a contar (haciendo montoncitos de lentejas o de garbanzos) o a resolver las operaciones (a sumar o restar las lentejas, a añadir más de una vez la misma cantidad de ellas etc...). Siguiendo este mismo procedimiento, aprende a formar conjuntos, los nombres cardinales, ordinales, distributivos y aumentativos.

Para la enseñanza de los distintos géneros y números de las cosas y su traducción a esquemas gramaticales, se recurre al empleo de láminas en que aparecen listas de nombres precedidos de un artículo (el, la), según su terminación, o de esquemas significativos que comparan la unidad (singular) respecto de la diversidad (plural) en diferentes nombres.

La explicación de los verbos comienza con la idea de los tiempos pasado, presente y futuro en sus diversas modalidades (perfecto, perfectos más que perfectos, determinado, indeterminado), todo ello, siguiendo un procedimiento que, nuevamente, parte de las explicaciones del maestro, recogidas en láminas que hacen referencia a realidades vivenciadas por el alumno. En este sentido, partiendo del principio de que el pensamiento del sordomudo se fomenta principalmente con la vista, el autor elabora una ingente cantidad de materiales de apoyo a la enseñanza. Entre éstos cabe citar, en primer lugar, las láminas de animales, plantas, muebles domésticos para el conocimiento de los nombres de las cosas; o las láminas destinadas al aprendizaje «del artificio gramatical de las palabras del idioma español», que componen un conjunto de esquemas explicativos de las partes de la oración y sus funciones.

El autor introduce los casos de los nombres y pronombres después de explicados los verbos «porque la experiencia enseña casi incomprensibles en las primeras instrucciones y el no. Y la diferencia de los casos de los nombres que entienden después que han formado alguna idea de los tiempos de los verbos». Las conjugaciones activa y pasiva de los verbos y los tiempos auxiliares siguen un orden, en la enseñanza del sordomudo, que parte de los verbos activos y sustantivos y culmina con los pasivos.

Una vez comprendida por el sordomudo la estructura gramatical de la lengua española, se comienza el aprendizaje de la pronunciación de las «letras» (fonemas). Para ello es necesario, según Hervás y Panduro, darles primero unas breves nociones prácticas sobre la voz. «El maestro, pues, poniendo a su vista a aquel discípulo sordomudo que ha de instruir, hará despacio y muy sensiblemente los tres actos de respirar, soplar y hablar... y, al mismo tiempo que haga estas cosas, el discípulo tocará con la mano la garganta del maestro, para que por medio del tacto conozca y distinga el movimiento que los órganos vocales hacen al pronunciar la sílaba». Este aprendizaje se inicia con la pronunciación de las vocales en orden de creciente dificultad (u, o, a, e, i) para el sordomudo, a las que siguen las sílabas donde consonantes y vocales se mezclan para producir el sonido compuesto, concluyéndose con la pronunciación de las sílabas que incluyen tres o cuatro letras.

La lectura labial cobra en este método un significado especial.

Gracias a ella el sordomudo puede comunicarse con los demás ya que entiende con la vista (leyendo en los labios del normoyente) palabras a las que no tiene acceso mediante el órgano de la audición. «A este fin, después que hayan aprendido a pronunciar las letras y sílabas, el maestro destinará un día de cada semana para que aprendan o entiendan las palabras con la vista sola del movimiento de los órganos vocales»36.

Hablar de la vigencia de los principios metodológicos en los que se apoya esta obra es quizás un tanto pretencioso. En el ámbito de los especialistas en la educación de sordomudos sólo en contadas ocasiones se hace mención a algunos de los aspectos más significativos de este «arte», y tanto sólo se cita al autor y a su obra en las revisiones históricas sobre el tema, por ser el primero en introducir el término «sordomudos» al referirse a los sujetos privados del habla por un problema auditivo, en lugar de su denominación como «mudos».

Su influencia fue mayor entre sus contemporáneos, aunque no tanto por la novedad de sus supuestos pedagógicos como por ser el introductor de ideas sobre la instrucción pública y generalizada de los sordomudos y el papel del estado en la educación o la creación de escuelas públicas para acogerlos. A pesar de ello, es justo reconocer en su obra planteamientos que debieron ser punteros en la enseñanza del sordomudo en el siglo XVIII en Europa, como: la riqueza y variedad de materiales instruccionales empleados para apoyar la instrucción, el reconocimiento de la importancia de la lectura labial o la introducción de algunos principios fundamentales como base para la estructuración de su método de enseñanza. Son éstos elementos que avalan la importancia de los planteamientos didácticos propuestos.






ArribaComparación

Al plantear la comparación de los autores estudiados en estas notas, aparecen más puntos de conexión que diferencias. Al escribir sus respectivas obras, no conciben su tarea como la de instructores de sordomudos, sino con un cometido secundario a sus actividades cotidianas. Uno, Bonet, es un estudioso de la gramática que se interesa por la enseñanza de los hijos de sus señores y que en base a sus conocimientos· filológicos elabora un método para enseñarles a hablar. El otro, Hervás y Panduro, es un erudito interesado en múltiples temas y cuya vinculación con la enseñanza de los sordomudos parece encontrarse en las propias raíces filológicas del problema de la mudez.

Bonet es hijo de una época de grandes contrastes en que el derrumbamiento del imperio presenta ya sus primeros síntomas. Su método, que más tarde será seguido en Europa, representa la posibilidad de enseñar a los mudos, sin acudir a los bárbaros medios de sus contemporáneos y al planteamiento del problema de la mudez como problema fundamental educativo. Hervás y Panduro llega más lejos en sus planteamientos. Para él, el problema de la sordomudez (que no es la mudez) es un problema además de educativo, social. Es la sociedad, por medio del Estado, la encargada de la educación del sordomudo, de todos los sordomudos, y no de una élite privilegiada. Su obra es un verdadero anticipo a la creación del Colegio de Sordomudos de Madrid.

Bonet se vuelve a los clásicos de donde extrae los orígenes del idioma español y fundamenta la reducción de las letras -base principal de su método- o Hervás y Panduro recoge las ideas de la Ilustración, estudia las aportaciones de sus contemporáneos (recuérdense sus continuos contactos con los maestros del Colegio de Sordomudos de Roma) y las presenta a la consideración del pueblo español del que pretende conseguir una actitud de comprensión hacia el problema de los sordomudos.

Es interesante constatar cómo la instrucción de los sordomudos en España es tratada, por primera vez, por dos filólogos cuya experiencia en la enseñanza de estos deficientes es más bien escasa.

Respecto del contenido de las obras, desde un punto de vista psicológico es evidente que, al estructurar ambos métodos, los autores han tenido presente la forma de aprender del alumno. Así, juegan un papel fundamental: la imitación del alumno de los modelos (manuales o vocales) presentados por el maestro, la repetición continuada como base para la fijación en la memoria de los caracteres que configuran el idioma español y la secuenciación de la enseñanza en base al ritmo de trabajo y a las posibilidades del sordomudo.

Para Bonet es necesario, además, que el alumno realice un aprendizaje discriminativo de las formas manuales y vocales que integran el alfabeto manual y los fonemas del idioma español. Junto a este aprendizaje discriminativo, se hace hincapié, en su «arte», en la necesidad de corregir continuamente las ejecuciones del sordomudo para así hacerle ver sus errores, en la posibilidad de generalizar lo aprendido en un contexto en situaciones novedosas, y quizás el aspecto más innovador: el establecimiento de una instrucción diferenciada acorde con el tipo de conceptos que debe aprender el alumno. En este sentido, las dos aportaciones más interesantes son: el hacer recaer en el maestro la responsabilidad en la toma de decisiones respecto a la línea de enseñanza a seguir, y la puesta en práctica de una forma particular de diagnóstico clínico previo al inicio de la instrucción.

Siguiendo en el estudio de los aspectos psicológicos, los dos autores conceden una particular atención a la recompensa en la enseñanza como apoyo a las tareas que ha de realizar el alumno. En ambos métodos está presente ya el principio de que los resultados de la enseñanza dependen del interés y de la motivación del alumno para aprender, más que de los contenidos que se le enseñan. Tampoco se presentan grandes diferencias en ambos autores al considerar la edad idónea para el comienzo del aprendizaje del idioma español, situada entre los seis y ocho años. No obstante, hay una clara alusión en Hervás y Panduro a la posibilidad de iniciados en la pronunciación de las primeras vocales en torno a los cuatro años de edad.

El estudio de los aspectos didácticos nos muestra dos modelos de enseñanza bien diferenciados. El primero, en el que cabe incluir la obra de Bonet, sigue fielmente algunos de los postulados del realismo pedagógico: la fe en la experiencia como medio para alcanzar el conocimiento, y en la naturaleza, como fuente inagotable de enseñanza. Es indudable la correspondencia entre algunas de las ideas expresadas por este autor y los postulados recogidos por Comenio en su Didáctica Magna, tales como: el aprendizaje ha de progresar de lo fácil a lo difícil y de lo general a lo particular, siguiendo una secuencia que no ha de contradecir el proceso de desarrollo del alumno. El modelo de enseñanza al que se puede adscribir el libro de Hervás y Panduro es también deudor de los principios pedagógicos de su época. Defensor a ultranza de la formación religiosa, se encuentra dentro de una corriente de educadores que defienden la educación del espíritu como complemento a la instrucción. Por otra parte, lejos de permanecer al margen de las innovaciones de la Ilustración, incorpora algunos de sus ideales básicos:

La importancia social de la educación, la extensión de ésta a todas las capas de la sociedad y la vinculación del Estado a la Educación como verdadero protagonista de su mantenimiento y proyección.

Las diferencias más importantes que caben señalarse entre los dos métodos analizados podíamos establecerlas en que el «arte» elaborado por Bonet parte de la reducción de las letras para facilitar el aprendizaje, se enseñan fonemas aislados, no sílabas, como base para la formación de palabras y frases. En él, la introducción en la gramática del español se hace a través de la lectura de las palabras que hacen referencia a las partes de la oración, primero sin saber su significado (lo importante en ese momento es que aprenda a juntar las letras de una forma ininteligible para las personas que lo oyen) y después aprendiendo las reglas gramaticales por su conocimiento de las diferencias y semejanzas entre los diferentes casos que se dan en la lengua española.

Hervás y Panduro añade al alfabeto manual de Bonet las letras del alfabeto español: j, ll, ñ, n, y, construyendo también un pequeño vocabulario de señas con las que los sordomudos se expresan espontáneamente. A diferencia de Bonet, apoya el aprendizaje de la pronunciación sobre sílabas no sobre letras. La secuencia seguida para la instrucción del sordomudo contempla primero el aprendizaje de las estructuras gramaticales del idioma, y después la pronunciación de sus fonemas y articulaciones más complejas. Se invierte, pues, la secuencia propuesta por Bonet y se concede a la lectura el rol de formadores de la estructura gramatical del idioma.

Finalmente, ambos autores mantienen posturas diferentes respecto de la importancia de la labiolectura de la enseñanza del sordomudo. Mientras Bonet la considera innecesaria, e incluso perjudicial para el alumno, Hervás y Panduro diseña toda una estrategia para su enseñanza, en la que la familia juega un papel esencial, como formadora del hábito en el niño.

Evidentemente, el método propuesto por Bonet para la enseñanza oral de los sordomudos, y que es considerado hoy como el más adecuado para este tipo de enseñanza, tiene un valor del que carece la simple copia propuesta por Hervás y Panduro. También su alfabeto manual, con algunas modificaciones, sigue hoy vigente. En la obra de Hervás y Panduro caben recogerse como aspectos ciertamente innovadores, su método para la enseñanza de la labiolectura y la indicación de la importancia del diagnóstico en la instrucción del sordomudo. Lógicamente, con los cambios introducidos en el estudio de la sintaxis, su bien organizado armazón gramatical sólo puede servimos como referencia para las enseñanzas actuales, nunca como un modelo a seguir.

En cuanto a la extensión que de los métodos se ha hecho a otras materias y disciplinas, hay que constatar en ambos autores, más que una preocupación por ampliar el campo de conocimientos del sordomudo introduciendo la enseñanza de nuevas disciplinas, una simple proyección de las ideas e incluso los intereses particulares de cada uno de ellos. Es clara la vinculación de Bonet a los estudios de la lengua griega o de la enseñanza moral y religiosa de Hervás Panduro.

Por último cabe señalar que estas dos obras fueron concebidas como una motivación diferente: La primera, con el objeto de establecer un nuevo método para la enseñanza de los sordomudos, y, la segunda, para dar a conocer las novedades que en ese momento (finales del siglo XVIII) estaban poniéndose en práctica para la enseñanza de estos deficientes. Como consecuencia, su significación posterior también ha sido distinta: Mientras la obra de Bonet tuvo en su época una enorme repercusión en toda Europa, y creó las bases sobre las que se asientan los actuales programas para la enseñanza de los sordomudos, la obra de Hervás y Panduro tuvo en su tiempo un reconocimiento mucho más limitado: quizás lo más significativo sea su influencia en la creación del Real Colegio de Sordomudos de Madrid, mientras que en la actualidad es un texto prácticamente desconocido.







 
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