Sonetos
Gabriel Bocángel y Unzueta
Ramón García González (ed.
lit.)
Datos
biográficos
Gabriel Bocángel y Unzueta nace en Madrid el año
1603.
De
ascendencia italiana, estudia en Alcalá el bachiller de
Derecho, obteniéndolo en 1618.
Canónigo de órdenes menores, en 1629, es nombrado
bibliotecario del Cardenal Infante; en 1637 Cronista titular del
Rey y en 1639, Contador de los Jesuitas.
En
su primer libro de poesías, Las Rimas , aparecen 27
sonetos. El poeta contaba 24 años, ya que se editó en
el año 1627.
En
1637 da a la imprenta para su publicación La Lira de las
Musas , dividido en dos partes, donde aparecen varios
sonetos.
Influido por Lope de Vega, Quevedo y Góngora, fue un claro
predecesor de poetas como García Lorca al describir a un
toro de la siguiente forma: «torbellino coronado de dos
afiladas muertes». Sus mentores siempre lo calificaron como
un poeta gongorino.
Como autor dramático, estrenó la zarzuela El
Nuevo Olimpo en 1648, representada por damas de la Corte y que
mereció del rey una pensión vitalicia para el autor.
El Emperador Fingido , comedia que pasó
desapercibida en el ambiente del teatro.
De
este exquisito poeta hay poca documentación, y la
mayoría de los sonetos encontrados ha sido en los libros de
poesía que publicó y en varios libros poéticos
de aquella época.
El
año 1658 muere en Madrid.
- I
-
A un soldado de quien se refiere que,
matándole en un hecho de armas, se quedó un rato de
pies después de muerto
Tu obstinado cadáver nos
advierte
que hay vida muerta, pero no vencida,
pues sólo en tu valor, sólo en tu
vida,
algo miró después de sí la
muerte.
Fuerte es la Parca, pero
tú más fuerte:
5
no se debió a su golpe tu caída
tú contra ti la ayudas ya rendida,
¿qué quién pudiera, sino
tú, vencerte?
Tú dividiste el trance
indivisible
de morir y postrarte, tan altivo,
10
que en el daño común no hallas
ejemplo.
¿Cuánto más
que inmortal, y que invencible
contemplaré que fuiste, cuando vivo,
si el cadáver intrépido
contemplo?
- II
-
A un ruiseñor que se le murió a
una dama en invierno
Abril volante, viva primavera,
tan viva, que engañado en tus colores,
te dio el tiempo el castigo de las flores,
que el invierno a su vida parca es fiera.
No moriste, volaste a más
esfera,
5
pues Filis hoy te anima con dolores;
bien es que muera quien cantaba amores,
yo sé quien calla, aunque de amores
muera.
Tu muerte procuraste, para
verte
compadecido de quien vive ajena
10
de dolerse de un vivo enamorado.
¡Oh infeliz en la vida, y
en la muerte!
vivo, no la causaste amante pena,
muerto, no te aprovecha su cuidado.
- III
-
Yo cantaré de amor tan
dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de
amores,
empiece a confesar que amores siente.
Verá cómo no hay
dicha permanente
5
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores,
imitan en el suelo su corriente.
Verá que ni en amar
alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
10
de idolatrar un mármol con belleza).
Porque si todo amor es
esperanza,
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su
firmeza?
- IV
-
Oyendo en el mar, al anochecer, un
clarín que tocaba un forzado
Ya falta el sol, que quieto el mar y el
cielo
niegan unidos la distante arena:
un ave de metal el aire estrena,
que vuela en voz cuanto se niega en vuelo.
Hijo infeliz del africano
suelo
5
es, que hurtado al rigor de la cadena,
hoy música traición hace a su
pena
(si pena puede haber donde hay consuelo).
Suene tu voz (menos que yo),
forzado,
pues tu clarín es sucesor del remo
10
y alternas el gemido con el canto.
Mientras yo al mar de Venus
condenado,
de un extremo de amor paso a otro extremo
y, porque alivia, aun se me niega el llanto.
- V
-
Hablando con su dama ya difunta
Cobrote el cielo en tu primer
mañana
humana flor, no muerta, interrumpida,
en fe de que viviste aquí ofendida
ese instante no mas que fuiste humana.
¡Qué temprano
quedó tu nieve, o grana
5
de las iras del viento sacudida!
¡Qué tarde a mis esperanza con tu
vida
has enseñado a escarmentar de vana!
Si es que a la patria de la luz
que pisas
ruego mortal de amante voz alcanza
10
es mérito de amar lo que no veo.
Si es que tu arbitrio en tu
poder avisas
pues sabe que moriste mi esperanza,
haz que sepas que falte mi deseo.
- VI
-
Huye del Sol, el Sol, y se deshace
la vida a manos de la propia vida,
del tiempo, que a sus partos homicida,
en mies de siglos las edades pace.
Nace la vida, y con la vida
nace
5
del cadáver la fábrica temida.
¿Qué teme, pues, el hombre en la
partida,
si vivo estriba en lo que muerto yace?
Lo que pasó ya falta; lo
futuro
aun no se vive; lo que está presente,
10
no está, porque es su esencia el
movimiento.
Lo que se ignora es sólo
lo seguro,
este mundo, república de viento,
que tiene por Monarca un accidente.
- VII
-
Vivo de amor tan libre, y he
vivido,
que voluntario pruebo su dolencia,
dando ejercicio a tanta resistencia
como huelga en mi pecho endurecido.
Miro la llama a la distancia
asido,
5
siendo costumbre libre y no prudencia,
que a beldad, donde es alma la apariencia
harto le sirve el riesgo de un sentido.
Huya del mar el que en seguro
suelo
los claros riesgos vio del anegado;
10
no tiente el mar en fe de luz divina.
Que las piedades las reserva el
cielo
para quien gime a su ruina atado,
no para aquel que labra su ruina.
- VIII
-
Venciste, Filis. Ya en el pecho
mío
hoy la primer terneza se introduce,
y cual hielo en que el sol infante luce
lloro, mas con valor rebelde y frío.
Mengua mi obstinación, no
mi albedrío;
5
que este afecto a que el hado me reduce,
no como ley, cual gusto se produce,
y, si le doy lugar, no señorío.
Impere la razón, y mis
afetos
sólo al fuero se extiendan de
vasallos,
10
en mi interior, ya amante monarquía.
Que si contra las leyes de
sujetos
se conjurase amor a rebelallos,
trocaré yo el imperio en
tiranía.
- IX
-
Lloro, Filis, mas es sin
apariencia,
que sé dolerme, mas quejarme ignoro;
lloro hacia el corazón: sepa que lloro
el dolor, pero no la diligencia.
Aunque es agua no opone
resistencia
5
al fuego que encerré como tesoro;
que no llorara yo si mi decoro
aumento no le diera sin violencia.
Sale el fuego del pecho y vuelve
al pecho
cual reloj que, en hilando las arenas,
10
las mismas otra vez en sí recibe.
Porque faltaran al amor
sospecho,
ya penas contra mí, y así
apercibe
que en mí, como en reloj, vivan las
penas.
- X
-
Yo aquel que un tiempo con
semblante ledo
ice sagrado. amor, de la huída,
mi libertad, que aún vive defendida,
rindo a tu imperio, aunque negarle puedo.
Que si temiendo amar cautivo
quedo
5
en la pena mayor, que es la temida,
ni pierde libertad ni arriesga vida
quien pide al golpe no morir de miedo.
Y aunque no falta en mi valor lo
fuerte,
amor, contra venganzas de tu aljaba
10
desde hoy tus armas vencedoras sigo.
Amando excusaré -no ya la
muerte,
que el miedo de morir también la
obraba-
la afrenta de morir sin enemigo.
- XI
-
No puede ser; y miente el
sentimiento,
que el dolor, como ciego, no es testigo,
o padece excepción como enemigo
que presenta la lid al sufrimiento.
Temo de Filis un falso
pensamiento,
5
y más cuando le temo por castigo,
de que acaso madrugo yo conmigo
lo que aún de Filis duerme en el
intento.
Darla que no temer a su
mudanza
será darla a pensar que
desconfío;
10
temo avivar mi mal si no le creo.
Neutral quiero que estés,
desconfianza,
que, como mientras el temido empleo,
sé verdadera en el momento mío.
- XII
-
Un tirano formó de bronce
ardiente,
estudiando el mayor horrendo insulto,
un toro, en cuyo horrible y hueco bulto
arder miró al infausto delincuente.
Por no moverse a pena del
doliente,
5
ni dar a la piedad posible indulto,
dispuso que el clamor del hombre oculto
suene a bramido en el metal luciente.
Mis espíritus, Filis,
encerrados
en tu desdén, llegando a tus
oídos
10
no suenan como van de mi dictados,
que, porque no te muevan mis
gemidos,
en el metal de tu desdén trocados,
habla el alma, y escuchas los sentidos.
- XIII
-
Como en estancia, que de
mármol fino
ostenta el suelo, rapazuelo ocioso,
con ágil mano y ademán brioso,
azota el breve torneado pino;
y, mientras ve que el circular
camino
5
dura en la esfera que batió furioso,
para mas, viendo que se da al reposo,
replica el golpe del sonante lino.
Así el amor con
áspera violencia,
en la vaga región de mi cuidado,
10
herir mi corazón tiene por juego.
Y aunque sobra al dolor su
diligencia,
si mira que sosiego de postrado,
se ofende por la parte que es sosiego.
- XIV
-
Amante ruiseñor que das
al viento
las quejas donde vive mi esperanza;
que, aunque el viento es imagen de mudanza,
sólo en él mi dolor vive de
asiento.
En ti turbó la paz de tu
elemento
5
aquel brazo, que a toda vida alcanza;
también me hirió, mas con mayor
pujanza,
cuando el golpe de envidia es más
violento.
A los dos sólo un golpe
dio la muerte
(porque de único asunto no presumas):
10
a mí los ojos, cuando a ti las balas.
¡Oh, cuánto
más te mejoró la suerte!
Hiérete amor y déjate con
plumas,
para seguir un ofensor con alas.
- XV
-
No se debió a la bala tu
caída
(que no es seguro el plomo en lo ligero);
sin llave estaba, rayo más severo,
que deja ociosa tu segunda herida.
Muriendo naces hoy, fiera
escogida;
5
el brazo te reserva del acero.
Bien que el modo es mortal, no en el primero,
en el mejor nacer está la vida.
Parado entre dos soles y una
muerte,
dudas si el cielo te prestó piadoso
10
para buscar o huir lo acelerado.
¡Oh, en brutos, no menor
deidad la suerte!
No corras, que en quien ha de ser dichoso
también es diligencia estar parado.
- XVI
-
Miré un laurel, cuyo
desdén sagrado,
de espesa rama, Apolo no vencía.
Allí para el desdén Dafne aún
vivía
y a Febo aún no perdona su cuidado.
¿Qué mucho que mi
amor desengañado
5
ensordezca a experiencias cada día,
si presta ejemplo un dios a mi porfía
y vive lo difunto a lo adorado?
Más quiere Apolo a Dafne
con firmeza,
aunque imposible, que la quiso viva
10
con la inconstancia que temida lloro.
Tanto quisiera, oh Fili, en tu
belleza,
verla tal vez amante, y tal esquiva,
que por constante aun desdén adoro.
- XVII
-
Venganza fue de amor, flechada
en vano,
ese atrevido y castigado fuego
donde, más que deidad, mostró ser
ciego,
cuando tu agravio le fió a tu mano.
Un elemento es enemigo
humano
5
para mover a un sol desasosiego.
Ruegue, no abrase, amor, que sólo el
ruego
nació para vencer lo soberano.
Ya no peligras, Celia, en la
violencia
del fuego, ni de amor temes venganza,
10
porque tu nieve o tu rigor le excede.
Siempre es edad del flaco la
experiencia;
ya que poder se deja a la esperanza,
¿si sabe Celia lo que amor no puede?
- XVIII
-
Sabio Marqués, con quien
Apolo parte
el laurel que corona numeroso,
porque otro medio círculo glorioso
reservas a sus previstas glorias Marte;
decidme: ¿por qué
siempre amor reparte
5
la pena, el llanto y el desdén celoso
a los suyos? Si amor, ¿cómo es
odioso?
Si de arte ofende en la deidad, ¿hay
arte?
Confieso que al dolor tal vez
prefiere
el gusto, pero ¿cuándo sus
instantes
10
reducir a un contento supo el gusto?
¿Por qué es ciego
el amor que apunta e hiere,
y no se llaman ciegos los amantes
que le siguen, sabiendo que es injusto?
- XIX
-
Grandes los ojos son, la vista
breve
(o amor la abrevia, porque a herir apunta);
arco es la ceja, y el mirar es punta
a quien amor sus vencimientos debe.
A su mejilla el nácar,
nácar debe;
5
adonde en llamas de coral difunta
fuera la rosa, más su incendio junta
a la azucena de templada nieve.
El arte es superior, pero sin
arte
el ingenio es acierto y no es ventura;
10
el andar es compás y no es cuidado.
De tantas partes no presume
parte;
hermosa pudo ser sin hermosura;
yo, sin amor, viviera enamorado.
- XX
-
Lloras, Filis, que el pueblo te
murmura
la vida, la opinión y el ejercicio,
y que da, temerario, a todo indicio,
como a delito, su mordaz censura.
Y es que llega tu audaz
desenvoltura
5
a querer que se llame el mismo vicio
indicio de él, y tomas por oficio,
y no por privilegio, la hermosura.
Tal vez te ríes de los
maldicientes,
no por ver su calumnia mal fundada,
10
que tal engaño te desmiente el pecho.
Su género de culpa
sólo sientes,
que, como el fruto de pecar te agrada,
ríes de los que pecan sin provecho.
- XXI
-
¿Hasta cuándo esta
tinta, dime, Fabio,
pondrá tu engaño sobre tu
cabeza?
Quien hace la traición naturaleza
tema del tiempo el alevoso agravio.
Mas ya que con discurso poco
sabio
5
ultrajas de los años la pureza,
tíñete las arrugas, que es
bajeza
que parezcan de dos mejilla y labio.
La mentira en la voz es caso
feo,
y, siendo sin pretexto y sin disculpa,
10
es un delito en el honor nefando.
¡Oh, Fabio, cuánto
más pecar te veo,
pues tomas tan de siento aquesta culpa
que ya te sales con mentir callando!
- XXII
-
Aunque de Europa el robador
divino
siente el desdén, a Europa disculpaba;
queriendo ser vencida, peleaba,
que hay defensas que muestran el camino.
Del rencor femenil es tan
vecino
5
el gusto que en el gusto siempre acaba.
No quiere ser esquiva la más brava;
esquiva quiere parecer, Licino.
Si Filida te escucha y te
responde,
aunque de amor se te figure exenta,
10
con blandos ruegos su dureza excita.
Gobiérnete su pecho en lo
que esconde,
porque no es no pecar lo que ella intenta:
pecar, mas con disculpa solicita.
- XXIII
-
Dos naufragios se oponen
igualmente
a aquella que en beldad venció a
Narciso,
cuando en las aguas imitarle quiso,
dando a sus soles líquido occidente.
Licio la ve en el mar menos
presente
5
que en sí, donde arde en golfo más
preciso.
Siente no socorrerla, ¡oh ciego aviso!,
donde la mira y no donde la siente.
Mas, Licio, bien tu afecto se
gobierna;
donde puede morir no darla ayuda
10
siente su amor, no siente como ciego.
Que en tu pecho, aunque
ardiente, será eterna;
en agua sí que vivirá con duda,
porque no hay fénix de agua y le hay de
fuego.
- XXIV
-
Filis, en cuyo amante muerte
fiera
robó más alma que dejó a su
vida,
y de su esposo la mortal herida
en huérfanas reliquias hoy venera,
vio un retrato, una imagen
lisonjera,
5
de verdadero amor sombra fingida,
y, en viéndola, a consuelo
introducida,
conoció no ser alma verdadera.
Escrupulosa en ver que se
divierte,
«¡Ay! -dijo-, amante amado, no me
atrevo
10
a ver tu sombra, pues de ti me privo.
Tan toda el alma concedí
a tu muerte
que ya no he de poder sentir de nuevo
ni aun el dolor de no mirarte vivo.»
- XXV
-
Hoy, Fabio, te casaste con
Lisena,
que ayer te dio de amor dulces venenos;
en vasos viles de ponzoña llenos
mal la abeja de amor su miel ordena.
No te aseguro yo la mar
serena,
5
ni que con tal bajel midas sus senos:
a quien de caña aun dio flaquezas,
menos
la debiste fiar riesgos de entena.
Pediste (y lo consigues) que
Himeneo
te purifique el lecho, y decorosa
10
a tu lado inculpable Lisi asista.
Mas con la misma
condición que a Orfeo
la esposa se volvió, te dan la esposa,
Fabio: no has de volver atrás la
vista.
- XXVI
-
Cese ya de un engaño
repetido
la confusión, oh Fabio, y sus horrores
no turben los divinos resplandores
de la verdad que profanó mi olvido.
Experiencias ilustran el
sentido;
5
peligro es hoy lo que juzgué favores;
miro despiertamente mis errores
y el tiempo lloro que gasté perdido.
Sea en las fieras ondas que
navego
norte seguro, pues, el desengaño,
10
que el escarmiento agradecido adora.
Surque el mar proceloso otro
más ciego,
que no es prudente el que, en un mismo
daño,
segunda vez sus desaciertos llora.
- XXVII
-
Gerardo, quien su engaño
repetido
gime, aunque gima presto en mil horrores,
merece el sol de eternos resplandores,
a favor de la noche de su olvido.
Mas, quien no rompe fueros al
sentido
5
en vano pide al cielo sus favores;
que el fuerte auxilio de vencer errores
suele tardar, cuando ha de ser perdido.
¡Qué importa que yo
diga que navego
al puerto que conduce el desengaño,
10
si el alma oculta ídolos ahora!
Mas, ¡ay señor!,
que si el error es ciego,
supo perder la vista, que fue daño,
porque abre más los ojos cuando llora.
- XXVIII
-
Bárbaro el Fénix a
su fin aplica
incendios, por nacer de su occidente;
que fiar de un ocaso un nuevo oriente,
noble acción, pero bárbara, se
explica.
Mas Fabia, sol de España,
se dedica
5
hoy a tu llanto senador prudente,
y fénix más perpetua y más
luciente
en tu dolor sus plumas sacrifica.
¡Oh bárbara otra
vez, bien que ingeniosa,
ave oriental, que de tu fin y ofensa
10
fías la eternidad que solemnizas!
¡Oh Fabia, fénix
tú, sabia y hermosa,
que a tu origen paterno, en llama densa,
fías la eternidad de tus cenizas!
- XXIX
-
Jacinta, aquel artífice
violento,
negando el agua misma que derrama,
a la engañada sed dio tanta llama
que esconde en el cristal otro elemento.
No se querella el labio del
tormento
5
de ver, que le despide quien le llama;
pues de más noble cólera le
inflama
ver que costase estudio lo avariento.
Naciste liberal, y avara
cuna,
oh corriente infeliz, se atreve a darte
10
el que malquista tu corriente el labio.
Hasta en los elementos hay
fortuna.
Quéjese el agua, pues, aquí del
arte,
si nació beneficio y muere agravio.
- XXX
-
Recoge el temerario lino
alado,
Palinuro, que miró el mar furioso,
y agravio hará (que le hace el
poderoso)
sólo de verte a tu defensa armado.
Calle el remo, aun el voto
esté callado,
5
que es trabajar estar a tiempo ocioso.
Sobra el afán al que ha de ser
dichoso,
pues que si lo ha de ser por olvidado.
Discreto es sacrificio el
rendimiento;
donde no puede obrar la resistencia,
10
el furor estorbado dura y crece.
Que no hicieron los cielos la
violencia
tan absoluta -y más si la arma el
viento-
que no la vence al fin quien la obedece.
- XXXI
-
Bruto feliz, venciste; ya se
inclina
todo animal a ser tu viva historia.
No te cupo en la vida la victoria,
la victoria escondiste en la ruina.
Muerte que ha menester fuerza
divina
5
deidad tuvo de Júpiter notoria.
No fulminó Filipo: con más
gloria,
quien a esperarle se atrevió, fulmina.
Hizo el deseo el tiro;
obró la mano
el golpe, cuando el bruto a doble herida
10
su vida vio mortal, viva su suerte.
¡Oh gran tiro de
dueño soberano!,
que por el golpe le quitó la vida,
y por el dueño le quitó la
muerte.
- XXXII
-
Vuestra carrera creo y la
imagino,
pues sólo deja señas de
creída.
Yo os vi tan uno que os sobro una vida,
veloz Marqués, alado Bernardino.
La saeta en el viento
cristalino
5
no sólo alcanzaréis, haréis
dormida.
Tarde os puse la vista en la partida;
tarde, porque primero fue el camino.
La vista os une, el
número os difiere;
ambos dicen verdad, aunque ninguno
10
de su verdad efectos manifiesta.
No permitáis que os dude
quien os viere;
haced, por parecer dos, otra fiesta,
que, de igual, no se alaba lo que es uno.
- XXXIII
-
No donde plumas de oro el Tajo
baña,
cisne de Lusitania peregrino,
es mayor, porque muera de divino
cuando su voz postrera al mar engaña.
Si cisne muere allí,
cisne de España
5
en don Álvaro nace peregrino,
que a la inmortalidad abre camino,
con nueva voz que alegra y desengaña.
Vario en lenguas y en plumas,
hoy dudosa
hace su patria, porque el suelo hispano
10
le pleitea, y el lacio y luso suelo.
Yo que quiero acertar su patria
hermosa,
su espíritu contemplo soberano,
que éste no puede ser sino del cielo.
- XXXIV
-
Dio el agua procurada
sepultura
-ya no es fábula huésped- a
Narciso.
El que imitar su clara muerte quiso,
el valor poseyó por hermosura.
Venturoso murió, pues le
procura
5
reducir un empleo y un aviso;
pero quien llega al término preciso
puede ser desdichado con ventura.
Sufrió el cielo de dos el
ardimiento,
o porque de ignorancia procedía,
10
o para refrenar tercero intento.
No murió don Antonio, que
ya había
muerto cuando malogra un escarmiento.
Pues, ¿qué murió en las
aguas? Su osadía.
- XXXV
-
Hoy a tu brazo infiel, Hebreo
esquivo,
yace Dios otra vez; no cual primero
divino fénix, en ardor severo
de altas cenizas se repite vivo.
Hoy nos llama a su amor lo
discursivo,
5
pues amante murió tan verdadero
que, porque amor quedó por su
heredero,
se nos vincula en fuego sucesivo.
Si pide el holocausto
portentoso
plumas, que en ágil rapto den al suelo
10
noticias de misterio tan profundo,
no faltan, que a tu acento
prodigioso,
insuperable Soria, fía el vuelo
un fénix de quien es Arabia un mundo.
- XXXVI
-
Creyó el Jordán
que vez segunda oía
la voz de Juan, que en vos determinaba;
que, a pesar de distancias, enfrenaba
a iguales pasmos su corriente fría.
Pudo dudar, pues os oyó
este día,
5
y pues a Juan oyó, cuál más
obraba,
quien entonces las peñas ablandaba,
o quien hoy corazones persuadía.
Al cisne del Jordán
imitáis tanto
que negras plumas, por quitar la duda,
10
os viste el cielo, con celoso intento.
Pero quedóse con la duda
el canto,
y vos con el aplauso de la duda,
desmintiendo a las plumas el acento.
- XXXVII
-
Creció el infierno
aquí, Nilo violento
de llamas, y tan ciego en lo enemigo
que de sus iras no dejó un testigo
ni a sus estragos permitió un lamento.
No pareció del cielo tal
portento
5
(aun en venganzas disfrazado amigo),
que el cielo, entre el presagio y el castigo,
siempre dejó caber al escarmiento.
Ardió el Vesubio; no la
inclemencia
de Júpiter honró su infiel
desmayo,
10
ni a rayos de agua le anegó el
tridente.
El que tiene por alma la
violencia
no ha menester para morir el rayo,
pues nace fulminado un accidente.
- XXXVIII
-
La voz a Italia, cuando el eco a
España,
fía el sagrado cisne que venero.
Dúdase dónde se escuchó
primero,
si el eco es voz, pues como voz
engaña.
No es hoy la maravilla
más extraña
5
de Urbano, que le admite el orbe entero;
ni ser mayor, por lo mayor pondero;
poder crecer en su mayor hazaña.
Y tú, Gabriel, que
extiendes la armonía
del Rey del Tibre por los campos míos,
10
canta, mayor que Orfeo en tu trabajo.
Que de Orfeo es lo más
que se atendía
parar las ondas, no mezclar los ríos,
y tú juntaste el Tibre con el Tajo.