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ArribaAbajoBretón de los Herreros, poeta

Patrizia GARELLI


Università di Bologna

En un ensayo sobre los artículos de costumbres de M. Bretón de los Herreros, presentado el pasado marzo en el congreso 'El Costumbrismo Romántico', que se celebró en Nápoles,389 señalé la necesidad de considerar con mayor atención la actividad poética del autor, menos conocida y valorada que la cómica, que ya cuenta con una abundante bibliografía.

Según el detallado catálogo compilado por Cándido Bretón y Orozco, la producción poética de don Manuel compite en fecundidad con la teatral.390 De hecho, consta de 386 poesías a las que tenemos que añadir dos largos poemas joco-serios, La vida del hombre (1843-1844) y La Desvergüenza (1856). Esta última obra marca el abandono de la actividad poética de Bretón, que precede en pocos años a su retiro de la escena teatral. A pesar de tratarse de poesías de diferentes tipos y metros -romances, letrillas, redondillas, quintillas, décimas, sátiras, epigramas, odas y sonetos-391 la mayor parte pertenece al género satírico, que Bretón prefiere por su valor ético392 y que considera más adecuado a su propio temperamento, recordado por sus contemporáneos como alegre y jovial.

En su totalidad, la producción poética de Bretón es poco apreciada por los estudiosos, que la consideran un infeliz e inmotivado abandono del género que le era congenial, es decir la comedia.

Apreciado unánimemente por su virtuosismo métrico, Bretón es considerado un excepcional versificador,393 a pesar de que se le reproche haber concedido sobrada importancia al aspecto formal de sus composiciones, por haberse empeñado tercamente en la búsqueda de difíciles rimas e inusitadas asonacias.394

En general, se reputa a don Manuel por un mediocre poeta,395 no sólo por sus composiciones líricas, sobre todo las juveniles anacreónticas, sino también por sus poesías satíricas, consideradas más divertidas que incisivas,396 hasta llegar a poner en tela de juicio su intención ética.

Creo que la mayoría de las críticas sobre la poesía de Bretón nace porque se considera que la prolificidad incide negativamente sobre la calidad de sus composiciones. Entre éstas, tenemos que reconocerlo, muchas, quizás demasiadas, son las de circunstancia. Esto no debe atribuirse simplemente a la moda contemporánea, a la que, trabajador incansable, no ha sabido sustraerse, sino también a la sincera manifestación de su cariño por un amigo o de su gratitud hacia una actriz.

En mi opinión, los estudiosos subestiman a Bretón porque juzgan que ha malgastado sus dotes de versificador, dedicándose especialmente a la poesía satírica, que un prejuicio difundido considera inferior a la lírica.

Aunque no considero las poesías de Bretón a la altura de su comedia, creo que son dignas y merecedoras de una mayor valoración en el amplio y multiforme panorama poético de la primera mitad del siglo XIX.

Si bien es justo apreciar el virtuosismo de Bretón, no me parece correcto aseverar que este sea el objetivo prevaleciente de sus composiciones. Lo confirma la alta estima que el autor ha tenido de la Poesía, considerada, con Horacio, género vedado a los mediocres.397 Lo prueba también al haber ridiculizado a los poetas improvisados en varias composiciones poéticas.398 Pero, principalmente, nunca ha considerado la poesía como mero hecho técnico, aunque estuviera orgulloso de su propia habilidad, realzada por la admiración y el cariño del Marqués de Molins y de Mesonero Romanos.399 Al contrario, ha despreciado los manuales de métrica, que define «miserables recursos», convencido, como afirma en un artículo, de que: «la teoría de la rima está al alcance de todo el mundo, pero ni cátedras, ni libros la enseñan».400

Tampoco puede decirse que Bretón se ejercite en el campo poético para demostrar su habilidad de versificador. En efecto, ya lo había probado con sus comedias, como ya se sabe, a partir de la muy apreciada Marcela o ¿A cuál de los tres? (1831) en verso polimétrico. Basta recordar que en 1828, al debutar como poeta con El furor filarmónico, -apasionada defensa del teatro nacional, asechado por el éxito de la ópera italiana- había representado ya numerosas comedias y gozaba de la fama de excelente poeta cómico. De hecho era comparado con los grandes del Siglo de Oro, que él reconocerá como maestros en el discurso que pronunció en 1837 al ingresar en la Real Academia.

Aunque contamos con escasas noticias sobre la formación literaria de Bretón, joven autodidacta obligado a dejar sus estudios por vicisitudes familiares, sabemos que él deseaba ser poeta, antes de decidirse por el teatro. El propio autor nos ha dicho que inició a poetar desde niño401 y que compuso en su adolescencia, miles de versos, lamentablemente perdidos y probablemente, inspirados en la poesía festiva de Gerardo Lobo y de Diego de Torres según Molins.402 Además, al tratar de adaptarse al docto ambiente del 'Parnasillo', en el que, para su orgullo, había sido admitido, compuso varias anacreónticas, por ejemplo El vino consolador, La ocasión perdida, El invierno. Estas han sido juzgadas por Flynn403 mediocres imitaciones de la escuela salmantina y particularmente de Meléndez Valdés. Sin embargo, para nosotros, son originales, debido a una gracia maliciosa que más bien que a Batilo, don Manuel debe a su coterráneo Villegas, al que recuerda en el artículo de costumbres La castañera.404

Descartando la opinión de que la poesía representa para el autor una indebida desviación del teatro, creo que la precoz, si bien todavía genérica atracción de Bretón por ella, se convierte en consciente empeño de poeta satírico en el momento en que él madura la decisión de dedicarse a la comedia. En este momento se apropia del ideal de su venerado maestro Moratín y de todos los ilustrados: mejorar al hombre y la sociedad. Tanto en su comedia, como en su producción satírica, Bretón asigna a la poesía -que considera particularmente apreciada por la sensibilidad poético-musical de los españoles- la tarea de hacer más eficaz, por agradable, el propio mensaje ético-didáctico.405

Me parece que el virtuosismo métrico de Bretón, visto desde la óptica ilustrada, no puede ser considerado un fin en sí mismo. Resulta por lo menos curioso comprobar que los estudiosos que tanto aprecian la pericia métrica del autor en sus comedias la critiquen en su producción poética.

La sociedad madrileña de la primera mitad del siglo XIX es la verdadera protagonista de la poesía bretoniana, como por otra parte lo es de sus comedias y de sus artículos de costumbres. Con su profundo rigor moral, que proclama en la sátira El anónimo,406 Bretón honesto y activo burgués, se empeña en denunciar la falsedad de sus contemporáneos tanto en la vida pública como en la privada. Esto lo demuestra la sátira La Hipocresía: «¡Alerta! diré sólo; que en España / De día es flor la que de noche ortiga; / Y entre el grano se esconde la cizaña, / Y el que más te acaricia, más te engaña».407 En la sátira El Carnaval,408 la falta de una relación sincera entre los hombres, que han renunciado a su propia dignidad, lleva a Bretón a comparar la sociedad contemporánea con una perenne fiesta mascarada, en la que cada uno lleva la careta que más le conviene.

Bretón, satisfecho de una vida digna, laboriosa y alentada por el amor de sus seres queridos, condena la presunción y el arribismo de sus compatriotas en la epístola Sobre las costumbres del Siglo,409 con la que ganó la rosa de oro en un certamen promovido en 1841 por el 'Liceo Artístico-Literario' de Madrid. De acuerdo con el pensamiento ilustrado, el poeta reputa que el egoísmo no puede llevar a una vida verdaderamente feliz, ya que ésta nace sólo del respeto de la dignidad del hombre y del espíritu de fraternidad, como afirma en la inspirada oda La Beneficencia: «Dentro del alma el bienhechor encuentra / Mayor ventura, el galardón más alto, / Y el hombre inicuo su mayor verdugo / Dentro del alma».410

No hay ambiente o categoría social que escape a la investigación crítica del poeta, especialmente severo hacia el medio literario y teatral que conoce mejor por formar parte activa en él. En la sátira Los escritores adocenados (1833), condena el «rudo publicismo» de su época; la carencia de una seria preparación por parte de los actores, la abundancia de malas traducciones, escritas sólo por finalidades económicas: «Traducir es más fácil y más breve; / Y quizás el librero más te pague / Cuanto sea tu escrito más aleve».411 Debido a su formación neoclásica, Bretón se muestra muy crítico hacia los contemporáneos poetas románticos, que define «... misántropos / Plañidores y epilépticos»,412 cuya sensibilidad, sobre todo por su innato pragmatismo, no puede compartir, como lo reconoce con sutil ironía en la letrilla ¿Soy poeta?: «No me tira de los pies ningún fantasma nocturno; / Ni chiquillos tres a tres / Devoro como Saturno; / Ni me sumerjo en el Ponto; / Ni a los cielos me remonto / Dialogando con los ángeles. / Hombre soy y en mi planeta / Paso lo dulce y lo amargo / Sin embargo/ Tengo humillos de Poeta».413

Muy atento a la dignidad profesional de los actores -defendida en numerosos artículos- Bretón, en la sátira Los malos actores414(1834), los invita a una mayor preparación, para apoyar al teatro nacional, asechado por el extranjero y particularmente por la ópera italiana.

La reticencia de Bretón a expresar sus ideas políticas, tanto en el teatro como en los artículos de costumbres, cede en su producción poética; basta pensar que al argumento ha dedicado un entero canto de La Desvergüenza. En este poema el autor, ya anciano, ha tratado de organizar sus ideas sobre la vida y la sociedad, dispersas en muchas composiciones durante su larga y casi ininterrumpida actividad poética. En el romance Mi dama,415 Bretón declara su amor por la justicia y la libertad del que ha dado prueba alistándose muy joven en la guerra de independencia. A este respecto, nos parecen particularmente significativas las numerosas letrillas jocoso-políticas de Bretón, sobre todo por haber aparecido en buena parte en el periódico «La Abeja» (1834-36) y por lo tanto estar dirigidas al gran público, frente a la opinión de Molins que las considera mero alarde métrico.416 La letrillas documentan la atención del poeta hacia los acontecimientos de su tiempo y son también prueba de la evolución de sus ideas que de liberales en su primera juventud se convierten en moderado-conservadoras, sin nunca haber cambiado su profunda adhesión a la legítima monarquía, asechada por los carlistas que él ridiculiza en El tran-tran.417

Bretón fija en su poesía hasta los aspectos más prosaicos de la vida cotidiana, que le confieren un difuso color costumbrista. Casi no hay ambiente o categoría social que pueda escapar de la mirada crítica de Bretón. Él no se limita a condenar los grandes vicios de la sociedad, sino que además censura algunas de sus costumbres. Veáse, por ejemplo, la sátira La manía de viajar (1845) dedicada al Marqués de Molins, donde Bretón, aludiendo a las frecuentes ausencias de su amigo de la capital, añora la vida de sus antepasados, contentos con su tranquilidad casera que él, como buen burgués, prefiere: «¿Qué dirían los padres de mi abuelo / Si volvieran al mundo en nuestros días? / Contentos con su hogar y con su cielo, / Sólo usaban la mula y la gualdrapa / Para dar un vistazo a su majuelo».418 También en el romance El baile, oponiéndose a la moda de las danzas francesas, se declara a favor del «brioso bolero», del «saleroso fandango», del «polo jaleador», a los que reivindica como genuinas expresiones del pueblo español, al que se muestra orgulloso de pertenecer: «Esto será de mal tono, / Y vulgar, y ¿qué sé yo?...; / Pero es fruta de mi tierra, / Y yo soy muy español».419

En la poesía bretoniana, ya perfectamente caracterizada, a pesar del exiguo espacio de la estrofa con el que el poeta puede contar, desfila, sobre todo en las letrillas, una variada gama de tipos pertenecientes a la sociedad madrileña de la primera mitad del siglo XIX. Puede decirse que estas ágiles y festivas composiciones, del atrayente estribillo, viven en relación simbiótica con su comedia, algunas veces tomando de esta material para tipos o situaciones, otras ofreciéndole nuevos personajes, que no esperan otra cosa que vivir en las tablas. Entre ellos, don Gil, noble sin un real en Catálogo de ridiculeces,420 pariente cercano de don Fulgencio, protagonista de la comedia Un novio para la niña (1834); don Luisillo, el súbdolo jugador de Ristra de verdades,421 émulo de don Esteban, personaje de Achaques a los vicios (1825) o, aun más, la melindrosa Celestina, a la que corresponde la dengosa Petronila de Medidas extraordinarias (1837). Algunas composiciones como, por ejemplo, el romance Uno de tantos,422 casi un entremés en verso, revela su don de comediógrafo y da al autor motivo para criticar el mal gusto de los madrileños en materia teatral.

El tono de la censura bretoniana, aun en las sátiras, se mantiene bondadosamente irónico, a pesar de unos inicios impetuosos e indignados que parecen burlarse del furor de algunos personajes del drama romántico.423 Esto constituye una declarada elección del autor, tantas veces reivindicada en sus poesías. Bretón evita los ataques demasiado duros y personales, alejándose de Quevedo, al cual reprocha la mordacidad en el romance que le dedica424 por estar persuadido de que ésta no responde al fin ético didáctico de su poesía. Bien lo comprueba en La Desvergüenza: «... hace más guerra al vicio (así lo entiendo) / En franco estilo sazonada risa, / Que aparato retórico estupendo / Perdido con el eco en la cornisa. / Desnuda ofende la verdad más santa, / Pero el tono de chunga a nadie espanta».425

Por otra parte, aunque el autor censure a la sociedad en que vive, está dispuesto a ironizar sobre algunas de sus propias manías. Sobre su aspecto físico, en la sátira A un pretendido retrato del autor,426 y hasta sobre imprecisados amores juveniles evocados en las poesías amatorias y galantes. Para Bretón el amor no tiene nada que ver con la pasión romántica que condena en la letrilla Exorcismos: «... ¿Morirme de amores / Como se murió Macías? / ¡No en mis días!»427 En cambio en Ventura conyugal celebra las serenas alegrías familiares: «Huyendo de tribunas / Y de áulicos salones / A la quietud me atengo / De mi casita pobre. / Aquí con mi morena / Fiel, cariñosa y dócil / Tal soy, que me envidiaran / Los príncipes del orbe».428 En la sátira Defensa de las mujeres429 (1828) Bretón ha exaltado el derecho de la mujer a ser más considerada por el hombre, hasta el punto de que «censores ignorantes» llegaron a acusarlo de instigar a ésta al adulterio, según afirma Cándido Bretón y Orozco.430 No obstante, nuestro autor mantiene en sus poesías una actitud crítica respecto a la mujer, según afirma en el poema La vida del hombre, donde le atribuye el causar al hombre «... más penas que placeres».431

El ritmo apremiante de la poesía de Bretón revela el ansia de no poder analizar todas las problemáticas que le interesan. Muchas veces él lanza sin coherencia lógica diferentes argumentos que la brevedad de la estrofa no le permite profundizar y da una impresión de superficialidad que los estudiosos no han dejado de evidenciar. No es raro que Bretón establezca un verdadero coloquio con el lector, como si previniera sus objeciones y, en algunos casos, se transparenta en él el temor de no estar a la altura del compromiso moral que ha asumido: «La torpe Hipocresía que envenena / La humana sociedad ¿se irá al abismo / Sólo porque el poeta la condena? / No, no presumo tanto de mí mismo».432

Para nosotros el aspecto que hace que la mayor parte de la poesía bretoniana sea inconfundible, es el lenguaje. Este es, de hecho, semejante al de los personajes que hicieron famosa su comedia: quizá demasiado coloquial y, en algunos aspectos, de dudoso gusto. Como ejemplo, valga el haber definido «métrica estangurria»433 la manía de hacer poesía de sus contemporáneos. Muchas veces Bretón cae en el prosaísmo que le dicta su exigencia de claridad y que el autor defiende así: «Porque me entiendan me afano / Y aunque parezca mancilla, / Quiero hablar en castellano, / Pues mi lengua es de Castilla».434

El de Bretón es un lenguaje burgués como la sociedad a la que se dirige y en el que encontramos expresiones coloquiales y hasta la jerga de algunas profesiones y ambientes como lo demuestra el romance La política aplicada al amor, misiva amorosa «escrita en estilo parlamentario».435

Para hablar de los límites de la poesía de Bretón habría sido suficiente cederle a él mismo la palabra. No es casual que, después de la edición de 1831, haya hecho desaparecer muchas de sus composiciones juveniles, bucólicas y de circunstancia. Nuestra intención, en cambio, ha sido y esperamos haberlo logrado, mostrar su coherencia ética alimentada por su profunda desilusión respecto a la sociedad contemporánea, insatisfacción y malestar que está en la base de toda su múltiple actividad literaria.