Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente



  —340→  

ArribaAbajoXXII

Las comparaciones


En la obra de Rosalía son muy escasas las metáforas y muy abundantes las comparaciones. Ambos hechos obedecen, probablemente, al deseo de claridad de la autora. La sustitución de un término real por un término imaginario le produce la inquietud de que su pensamiento no sea comprendido o bien interpretado. Prefiere tender entre ambos términos el puente de la comparación, que enriquece con nuevas notas la realidad y evita el posible equívoco. Las comparaciones, junto con los contrastes y las repeticiones, son las figuras retóricas (o los medios expresivos, si preferimos decirlo así) más empleadas por Rosalía.

Al comienzo, las comparaciones tienen para la poeta un valor predominante de adorno. Como los adjetivos de su primera época, son librescas, trilladas, sirven de relleno a las estrofas o contribuyen a crear un ambiente romántico (sentimental, fúnebre o bucólico) con sus resonancias literarias. Y, naturalmente, algo de esto se mantiene hasta el final, porque en Rosalía conviven siempre, por lo que al modo de expresión se refiere, grandes aciertos y lamentables muestras de sus malos momentos poéticos. Sin embargo, a medida   —341→   que Rosalía avanza en su obra, va personalizando los recursos expresivos, les va dando un tono característico suyo. Las comparaciones no son una excepción.

En líneas generales podemos decir que las comparaciones en Rosalía, salvo los casos de literaturización, tienden a hacer más clara la realidad de la que trata la poeta; más clara, no más bella. Y las comparaciones más típicas del poeta son aquellas en las que lo abstracto se compara con algo concreto, lo lejano o desconocido con algo cercano o habitual, lo extraño o maravilloso con lo cotidiano. Hay un intento de hacer más comprensible la realidad comparándola con elementos que son conocidos. No faltan, como es lógico, los ejemplos de lo contrario, pero lo más característico de Rosalía es la primera tendencia. Lo característico en ella es comparar las estrellas con las chispas de fuego hogareño; y no a la inversa. Vamos a ir viendo con detalle diversos casos.

En La Flor encontramos el mayor número de ejemplos de comparaciones librescas, de relleno; ni embellecedoras ni aclaratorias de la realidad; sencillamente inútiles. Citamos algunas de ellas aisladamente, porque responden a esquemas que Rosalía abandonará en seguida. Así cuando en el poema «Dos palomas» compara a estos animales con un cisne:


   se mecieron alegres en el viento
como un cisne en las olas...


(O. C. 217)                


La comparación entre animales es inhabitual en Rosalía, y además en este caso no añade nada nuevo al primer término. Tampoco es frecuente la comparación de los animales (aunque sí de las personas) con el mundo de lo inanimado. Creemos que los dos ejemplos que siguen, pertenecientes ambos al libro citado, tienen el mismo carácter libresco, literaturizante, del que hemos visto primero:

  —342→  

(las palomas)


   en nubes de oro y de zafir bogaban,
cual ondulante nave
en la tranquila mar, y se arrullaban
cual céfiro suave.


(O. C. 218)                


Más cercano a esquemas de comparaciones que persistirán a lo largo de su obra es un ejemplo el poema «Un recuerdo». En él compara su dicha juvenil al «fulgor de una mañana que sueñan las mujeres». Ese carácter de "soñada" de la mañana hace que la comparación se establezca entre dos términos abstractos, lo cual no es muy frecuente en Rosalía:


   Dicha sin fin, que se acercó temprana,
con extraños placeres,
como el bello fulgor de una mañana
que sueñan las mujeres.


(O. C. 219)                


Veamos dos ejemplos más de Follas novas. En ellos, para expresar la calidad de un amor, se vale de la comparación con las flores -de nuevo-, pero no ya de flores indiscriminadas, sino matizando: olor de rosas en una mañana de mayo:


Cal olido de rosas que sai de antre o ramaxen
nunha mañán de maio, hai amores soaves.


(F. N. 181)                


Y continuando en la línea de lo abstracto, sigue otra comparación: con «el respirar de los ángeles»:


brandos así e saudosos, cal alentar dos ánxeles


(F. N. 181)                


  —343→  

Los restantes ejemplos de comparaciones de La Flor responden a esquemas que perduran hasta el final de la obra de Rosalía, aunque a veces con diferencias de matices que señalaremos en cada caso.


Comparaciones entre un término abstracto y uno concreto

Uno de los tipos más repetidos de comparaciones es el que tiene lugar entre un término abstracto y uno concreto. Veamos algunos ejemplos de La Flor y observemos su escasa originalidad, su repetición y los recuerdos literarios que arrastran:


   y trocóse el albor de mi alegría:
flor que seca, se arroja.


(O. C. 220)                



   de paz y amor las ilusiones bellas,
llenas de horror las contemplé un día,
cual en cielo sin luz muertas estrellas.


(O. C. 221)                



   Las horas que soñé desparecieron,
cual la flor que un torrente arrebató.


(O. C. 223)                



   y marcha el dolor impío
de mis acerbos pesares,
cual se disipa en los mares
la niebla con el rocío.


(O. C. 234)                



   Mas, ¡ay!, que la ventura acá en la vida
es niebla que fugaz se disipó,
seca flor que en el tronco suspendida
la ráfaga más tenue desprendió.


(O. C. 236)                


  —344→  

Las flores, las estrellas y las nieblas le sirven en sus primeros poemas a Rosalía como un comodín aplicable a cualquier situación cuyo significado quiere hacer más plástico. En definitiva, lo que nos llama la atención en estos primeros ejemplos es el comienzo de esa tendencia a relacionar las cosas de tipo espiritual o abstracto con realidades más tangibles, cotidianas o habituales.

En Cantares gallegos apenas encontramos este tipo de comparaciones por una razón muy sencilla: casi nunca parte de conceptos abstractos. Su punto de partida son personas, paisajes, sucesos, cosas que se comparan entre sí, y las realidades de tipo espiritual o abstracto están tratadas de forma tan sencilla que se hace innecesario el acercamiento mediante la comparación. Cuando se usa tiene sobre todo el valor de una repetición, de la insistencia sobre algo de sobra conocido. Así en un poema, y refiriéndose a los desprecios recibidos de una dama, a las «tomas amargas» que ella le proporcionó, dice un galán:


   Déchesmas vós, mi señora,
con despreso envenenadas,
inda con fero máis fero
que pelica de laranxa.


(C. G. 99)                


Al mismo esquema abstracto-concreto pertenecen las siguientes del poema «Castellanos de Castilla»:


alma como as penas dura


(C. G. 123)                



Triste como a mesma noite


(C. G. 125)                


  —345→  

O este, verdadero tópico literario:


cada mirar dos seus ollos
fire como cen saetas.


(C. G. 43)                


Este esquema comparativo vuelve a ser muy abundante en Follas novas y En las orillas del Sar, enriqueciéndose con gran número de elementos y ganando en complejidad. Precisamente el tercer poema de Follas es únicamente una comparación de este tipo y muy interesante para ejemplarizar el esfuerzo de Rosalía por hacerse comprender, por transmitir lo más fielmente posible sus vivencias. Este esfuerzo lleva al poeta muchas veces a buscar comparaciones plásticas, casi a escenificar sus vivencias. En este poema, Rosalía pone en primer lugar el término concreto y, cuando éste ha sido ya asimilado, lanza el abstracto, el de más difícil comprensión y que sólo mediante esa comparación quedará iluminado:


Tal como as nubes
que impele o vento,
i agora asombran, i agora alegran
os espasos inmensos do ceo,
así as ideas
loucas que eu teño
, as imaxes de múltiples formas,
de estranas feituras, de cores incertos
, agora asombran,
agora acraran
o fondo sin fondo do meu pensamento.


(F. N. 165)                


Las ideas locas y las imágenes extrañas que ensombrecen o alegran el espíritu de la poeta tienden a hacerse comprensibles, transmisibles, mediante esa comparación con las nubes que, llevadas por el viento, ensombrecen o aclaran el cielo.

  —346→  

La comparación con la hiedra le sirve para ilustrar la calidad del dolor que algunas personas sufren:


Cal arraigan as hedras nos muros,
nalgúns peitos arraigan as penas.


(F. N. 188)                


Veamos ahora uno de los ejemplos más claros de la tendencia a comparar lo lejano con lo cercano, lo abstracto con lo concreto. En un mismo poema, Rosalía compara las estrellas con las chispas que brillan entre las cenizas cuando se han quemado los matorrales del monte, y compara el tiempo, los instantes que se suceden, con los granos de cereal que caen en la piedra de un molino:


Uns tras doutros instantes silenciosos
pasando van, e silenciosos chegan
outros detrás, na eternidá caendo
cal cai o grau na moedora pedra.


(F. N. 191)                


En comparaciones de este tipo (abstracto-concreto) Rosalía logra a veces imágenes de gran fuerza expresiva. Veamos cómo se expresa una mujer que teme que asome a su rostro la huella del pecado cometido, el remordimiento y el recuerdo que lleva dentro de sí:


I é que o que dentro levo de min, pensó que ó rostro
me sai, cal sai do mare ó cabo un corpo morto.


(F. N. 208)                


Otras veces las comparaciones son más trilladas: el hastío se compara a una espada que atraviesa el pecho (F. N. 282). Las nubes siguen siendo un elemento comodísimo para indicar la rapidez de la vida humana:

  —347→  

   Os homes pasan, tal como pasa
nube de vran.


(F. N. 193)                


Ahora vamos a ver algunos ejemplos de este mismo esquema en En las orillas del Sar.

El «bien soñado», término inconcreto y vaguísimo que Rosalía emplea varias veces y siempre con igual indeterminación, concreta ligeramente sus características mediante la comparación: es capaz de perdurar en un espíritu ya acabado, como perdura una chispa entre las cenizas frías:


   aun en lo más profundo del pecho helado,
como entre las cenizas la chispa ardiente,
con sus puras cenizas de adolescente,
vive oculto el fantasma del bien soñado.


(O. S. 353)                


Observemos la plasticidad con que Rosalía representa las características de su dolor, un dolor constante, monótono a fuerza de repetirse, incomprendido por muchos, puesto que no es dolor por algo concreto, no es pena, sino dolor de existir; dolor solitario, que la misma poeta se avergüenza a veces de repetir, pero que, inevitablemente, repite. La comparación lo presenta a nuestros ojos como una figura concreta, palpable:


   Pordiosero vergonzante, que en cada rincón desierto
tendiendo la enjuta mano detiene su paso incierto
para entonar la salmodia, que nadie escucha ni entiende,
me pareces, dolor mío...


(O. S. 374)                


Notemos la complejidad del término concreto que, como en «Tal como as nubes» (F. N. 165), anteriormente citado, ocupa el primer lugar. En ambos casos se trata de lograr el   —348→   mismo efecto: echar por delante una figura, un espectáculo habitual que, al ser fácilmente comprendido por el lector, favorezca la aceptación del término abstracto, más extraño o complicado.

No son originales, pero el ritmo de las palabras contribuye a aumentar el valor expresivo, las comparaciones del poema que cierra la primera edición de En las orillas del Sar:


   Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan,
eternos vigías,
como torrente que se despeña
pasa la vida.


(O. C. 661)                





Comparaciones entre un término concreto y uno abstracto

Vamos ahora a ver ejemplos del esquema comparativo contrario al anterior, es decir: la comparación de un término concreto con uno abstracto. Es menos frecuente, y los ejemplos más tempranos pertenecen al libro A mi madre; parecen un intento de elevar el tono de la poesía, aunque no pueden calificarse de aciertos. Hablando del invierno, que extiende sus colores sombríos sobre el azul del cielo, dice:


   Por el azul del claro firmamento
tiende sus alas de color sombrío,
cual en torno de un casto pensamiento
sus alas tiende un pensamiento impío.


(O. C. 248)                


Otras contribuyen a crear un ambiente más misterioso y, aunque poco originales, están más logradas:

  —349→  

   las tenues lejanas nubes
cual vaporosos fantasmas.


(O. C. 254)                


Dentro de este tipo son frecuentes las comparaciones del elemento concreto con estados de ánimo; aunque en algunos casos queda la duda de cuál es el elemento que queda enriquecido por la comparación. Así, en el siguiente ejemplo de Cantares gallegos:


Unha noite, noite negra
como os pesares que eu teño.


(C. G. 72)                


lo que se compara es la noche, pero, indirectamente, son los pesares quienes se benefician de la indudable nota de negrura de la noche. Un caso similar tenemos cuando, al hablarnos de sus poemas, Rosalía los califica de «ramo de tojos y zarzas» y añade:


irtas, como as miñas penas;
feras, como a miña dor.


(F. N. 166)                


En otros casos se ve más claro que es el elemento concreto el enriquecido por la comparación:


Cruceiro de Ramírez...
[...]
o sol da tarde pousa en ti o postreiro raio
coma nun alma triste pousa un soñó dourado.


(F. N. 274)                


Los mayores aciertos dentro de este esquema los logra cuando en rápida comparación con un elemento abstracto da hondura y trascendencia a hechos en apariencia insignificantes.   —350→   Vientos contrarios mueven a las nubes a través del espacio, y el poeta comenta:


   Van levándoas, cal levan os anos
os nosos ensoños
i a nosa esperanza.


(F. N. 175)                


Rosalía observa el movimiento de las olas, cómo llegan hasta sus pies, cómo se marchan y ella permanece:


   Y huyen, abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable lucha,
como en las tristes playas de la vida  90
me abandonó, inconstante, la fortuna.


(O. S. 372)                


Y en un atardecer piensa que:


   triste muere el día
como en el hombre la esperanza muere.


(O. C. 660)                


Vamos a ver ahora las comparaciones cuyo primer término es una persona. Las más abundantes son aquellas cuyo segundo término pertenece al mundo inanimado, viniendo a continuación las del mundo vegetal y animal.




Comparaciones entre una persona y un ser inanimado

Empecemos con el esquema persona-ser inanimado. Los primeros ejemplos pertenecen a La Flor, y son tan literarios como todos los del libro:


Y correré en este vivir incierto
cual brisa solitaria del desierto.


(O. C. 223)                


  —351→  

Este tipo de comparaciones son muy abundantes en Cantares gallegos. Veamos uno en el que se comparan unos ojos claros a las aguas serenas que corren entre peñas. Tiene el error, de tipo popular, de confundir niña del ojo con iris. Obsérvese también cómo el segundo término de la comparación es muy rico en notas: agua, peñas, que gorgojea al pasar, serena...:


   Mais non sempre as niñas craras
son proba de craras vistas.
Moitas eu vin, como a augua
que corre antre as penas frías
gorgorexando de paso,
sereniña, sereniña,
que antre tiniebras pousaban,
que antre tiniebras vivían.


(C. G. 30)                


El brillo de unos ojos la lleva a la comparación con cuentas de cristal:


   Deses teus olliños negros
como doas relumbrantes.


(C. G. 33)                


En general, estas comparaciones en que el primer término es una mujer son poco originales, muy literarias, y algunas, de clara influencia de otro poeta. Veamos algún ejemplo:


   meniña morena,
de branco vestida,
nubiña parece
no monte perdida.


(C. G. 67)                


Veamos éste en el que la influencia de Camoens es evidente:

  —352→  

Roxiña cal sol dourado,
garrida cal fresca rosa,
iba polo monte hermosa
co branco pe descalzado...
Copo de neve pousado,
deslumbrando á luz do día
tan branco pe parecía.


(C. G. 78)                


Estos ejemplos son poco significativos para determinar la preferencia de Rosalía por comparaciones con lo animado, lo vegetal o lo inanimado. Obedecen a tradiciones literarias y suelen presentarse en series donde inevitablemente aparecen estrellas, nubes, trigo, mar o flores:


-Meniña, ti a máis hermosa
que a luz do sol alumbrara;
ti a estrela da mañanciña
que en puras tintas se baña;
ti a frol das froridas cumbres,
ti a ninfa das frescas auguas,
ti como folla do lirio...


(C. G. 116)                


Expresadas mediante forma negativa, pero del mismo tipo, son las comparaciones que hace a propósito de Santa Margarita:



   Miña Santa Margarida,
¿con quén te hei de comparare?
[...]
    Nin luceiro nin diamante,
nin luniña transparente,
luz vertéu máis cariñosa
que o teu rostro relucente.

Nin as froles do xilmendro,
nin a rosa purpurina.
—353→
nin as neves da montaña,
nin fulgor da mañanciña;

Nin alegre sol dourado,
nin corrente de augua pura,
miña Santa Margarida,
che asemella en hermosura.


(C. G. 147)                


En Cantares gallegos, junto a estas comparaciones claramente literaturizantes encontramos, dentro del esquema que ahora nos ocupa (persona-ser inanimado), algunos ejemplos de gran expresividad.

Una joven, hablando de su amado dormido, dice:


   Arriméime paseniño
á súa beira,
e sospiraba mainiño
como brisa mareeira.


(C. G. 54)                


Para indicar el miedo que la posee, una muchacha se compara con las aguas de una fuente:


...e trembaba como tremban
as auguas cando fai vento,
na pía da fonte nova
que sempre está revertendo.


(C. G. 73)                


Para resaltar la falta de gracia de una mujer sin hombre, de una solterona, podríamos decir, Rosalía la llama pau viradoiro, que en principio significa 'el palo que se utiliza en vez de remo', pero que se emplea también para designar a una persona alta y desgarbada (de los dos sexos). En realidad, son tres comparaciones seguidas las que Rosalía emplea para indicar la desgracia de esa situación:

  —354→  


   Unha muller sin home...,
¡santo bendito!
é corpiño sin alma,
festa sin trigo.

   Pau viradoiro
que onda queira que vaia
troncho que troncho.


(C. G. 65)                


Para expresar su rechazo al amor, una mujer se compara a sí misma con las piedras frías:


   Eu contémprote en tanto serea,
dura coma os seixos fríos.


(F. N. 282)                


En su primer libro, Rosalía comparaba sus ilusiones a muertas estrellas. En el último será toda la persona la que se compare con un astro muerto. Pero adviértase cómo se ha enriquecido el segundo término de la comparación: astro apagado, solo y perdido:


   ...sin goces ni tormentos,
será cual astro que apagado y solo
perdido va por la extensión del cielo.


(O. S. 336)                


En otras ocasiones, la comparación no es real, sino deseada. Así cuando dice que quisiera vivir:


   como la peña oculta por el musgo
de algún arroyo solitario al pie.


(O. C. 660)                


El corazón de la persona es también objeto de comparaciones, algunas de ellas originales:

  —355→  

   Son los corazones de algunas criaturas
como los caminos muy transitados,
donde las pisadas de los que ahora llegan
borran las pisadas de los que pasaron.


(O. S. 378)                


Es el viejo tema de «un clavo quita otro clavo», pero remozado por una visión nueva.

Son típicas de la madurez creadora de Rosalía estas comparaciones que constituyen el núcleo fundamental del poema, como en los dos ejemplos que acabamos de citar, y este otro de gran complejidad:



...todo halla un eco en las cuerdas
del arpa que pulsa el genio.

Pero aquel sordo latido
del corazón que está enfermo
de muerte, y que de amor muere
y que resuena en el pecho
como un bordón que se rompe
dentro de un sepulcro hueco..
[...]
...jamás el genio pudo
repetirlo con sus ecos.


(O. S. 371)                


Veamos como último ejemplo del esquema persona-mundo inanimado esta comparación del poeta con las fuerzas de la naturaleza:


y escribe como escriben las olas en la arena,
el viento en la laguna y en la neblina el sol.


(O. S. 394)                




Anterior Indice Siguiente