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Vid. A. M. Freire López, «El teatro político durante el reinado de Fernando VII», en V. García de la Concha, dir., y G. Carnero, coord., Historia de la Literatura Española. Siglo XIX (I), Madrid, Espasa Calpe, 1997, vol. 8, p. 295.



 

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A propósito de los apuntes en general vid. M. Ribao Pereira, «Acerca de los apuntes y sus posibilidades en el estudio del teatro romántico español (1835-1845)», España Contemporánea, vol. XII, 2, 1999, pp.67-86. Sobre Doña María de Molina, en concreto, vid. Ribao Pereira, Textos y representación del drama histórico en el romanticismo español, Pamplona, EUNSA, 1999, pp. 145-155.



 

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Véase como ejemplo la presentación ante el público de don Pedro. Su crueldad es mayor en la representación, de la que se elimina la argumentación de sus móviles políticos: «si humillado mi orgullo por los castellanos, si perdidos delante de los muros de una de sus villas los mejores soldados de toda mi nación, vengo a buscar en otra parte mis adversarios, no me guía el vil interés, ni el temor de no vencerlos en el campo, no, sino el deseo de destrozarlos, el placer de vengar a mis amigos, el ansia de inmolarles mil y mil víctimas, la gloria imponderable de herir en la frente a ese soberbio león de Castilla que amenaza devorar toda España» (I, 6, 27).



 

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Citemos, a modo de ejemplo, los siguientes versos pronunciados por la reina: «Soy pobre, ¿no es verdad? Me falta el oro; / ¿y esto sólo autoriza la insolencia? / Sin dinero en las arcas del tesoro / ¿no puede haber justicia en mi derecho, / brío en mi corazón, / fuego en mi pecho? / Pues bien, aun sin los fútiles honores / que me dan estos vanos oropeles / yo enfrenaré, señor, mis detractores. / Ni he menester preseas ni joyeles / para encontrar do quiera defensores / mientras respiren españoles fieles; / y ojalá que también de esta manera / mi propio corazón darles pudiera.» (II, 4, 51-52).



 

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Vid. M. Ribao Pereira, «Música y cantos en los dramas románticos españoles: pertinencia espectacular y funcionalidad semántica», de inminente publicación en Cuadernos de la Ilustración al Romanticismo.



 

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Lo mismo sucede con las continuas intervenciones del abad, cuyas palabras se llenan de falsos contenidos religiosos que le descalifican como persona, y por tanto restan credibilidad a la conjura de la que él mismo forma parte (IV, 2, 101-103, 104-105).



 

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D. A., «Teatro del Príncipe. Doña María de Molina», Observatorio Pintoresco, 30 de julio de 1837, pp. 99-101: «El fin del quinto acto nos arrancó lágrimas de ternura y de encendida compasión».






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