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ArribaAbajoAnotaciones a la anterior noticia histórica por el Dr. Eduardo Reyes Prósper


ArribaAbajoNota 1.- Partida de bautismo de Antonio José Cavanilles

En la Parroquia de San Martín de la Ilustre, Magnífica, Noble, Egregia, dos veces Leal y Excelentísima Ciudad de Valencia, se conserva la partida de bautismo del inmortal Cavanilles, redactada en valenciano, y en ella consta que:

«El lunes a 18 de Enero de 1745, el Dr. Joseph Moreno V.º bautizó según rito de la Iglesia a un hijo de Joseph Cavanilles y de Teresa Palop con.s Fueron padrinos el Dr. Miguel Hernandorena Pbro. y María Abat y de Pérez y tuvo por nombres Antonio, Joseph, Tadeo, Pelegrín. Nació en diez y seis de los corrientes (días del mes de Enero).»






ArribaAbajoNota 2.- Teofrasto

TEOFRASTO nació 370 años antes de Jesucristo, en la Isla de Lesbos, y murió, según afirma San Jerónimo, a la avanzada edad de 107 años.

Desde muy joven estudió en Atenas, siendo primero discípulo de Platón y, a la muerte de este sabio, pasó a ser el discípulo predilecto de Aristóteles; éste al morir le legó su Biblioteca.

A la posteridad han llegado dos obras de Botánica del insigne Teofrasto: La Historia de las Plantas y las Causas de la vegetación.

El mérito esencial y personalísimo de Teofrasto consiste en haber estudiado la Organografía y la Tisiología de las plantas, sin olvidar su Organogenia, como ningún otro autor de sus predecesores, ni aun de los posteriores a él en muchas centurias, pues es preciso llegar a tiempos relativamente próximos a los actuales, para encontrar riqueza de observaciones y teorías de más exactitud y amplitud que las suyas.

Teofrasto cultivaba en su jardín muchas de las plantas que estudió.

Los capítulos que dedica en su Historia de las plantas a las raíces, tallos, hojas, cotiledones, frutos y semillas son verdaderamente curiosos.

En el capítulo noveno del segundo libro da a conocer la caprificación o cabrahigadura que posteriormente describen Dioscórides, Columela y los sabios agricultores árabes con prolija escrupulosidad.

Si como fitógrafo deja Teofrasto mucho que desear, como organógrafo y fisiólogo rayó a gran altura, dada la escasez de adelantos de las Ciencias e Industrias auxiliares de la Botánica, en aquel tiempo.

Su obra Causas de vegetación es la que reúne más datos de sus investigaciones, pues se ve que tuvo Teofrasto idea de la sexualidad de los vegetales y que conoció también curiosos movimientos de las hojas y algunos verticilos florales, precediendo, por tanto, al gran Linneo en la observación del Sueño de las plantas.

La exposición de las transformaciones de las plantas por el cultivo, la patología vegetal, la teratología, la manera de conservar las semillas y los capítulos sobre olores y sabores de las especies diversas de plantas, son aun hoy atractivos interesantes.

El influjo que sobre la vegetación y las tierras ejercen los vientos, la lluvia, la nieve, el calor, la sequedad o humedad del aire, el influjo de las aguas, ya sean dulces, saladas o salobres, la composición de las tierras, etc., se describen admirablemente.

Combatiendo el error de los que creyeron que todo cuanto existía en la Naturaleza era para el provecho de los seres humanos, escribió esta frase:

«La parte carnosa de una manzana no se ha producido para que el hombre la coma, sino para proteger al fruto.»



La Historia de las Plantas se encierra en diez libros, las Causas de la vegetación en seis.

Hay ediciones especiales que contienen ambas producciones de Teofrasto; por ejemplo, la de Venecia, 1483, que está traducida del griego al latín por Teodoro Gaza y no tiene dibujos.

La edición de Leiden, 1613, tiene dos columnas en cada página; una corresponde al texto griego y otra columna al latino. También la traducción del griego se hizo por Teodoro Gaza: es un hermoso libro, y tampoco contiene ilustraciones como los anteriormente citados.

La Historia de las Plantas aisladamente se ha publicado en Amsterdam el año 1644. Esta magnífica edición, cuya traducción al latín fue también hecha por Teodoro Gaza, está anotada e ilustrada por Juan Bodeo Stapelio y lleva adiciones por César Scaligero y Roberto Constantino.

Algunos dibujos del porte general de las plantas, van acompañados de detalles científicos de las flores o frutos, o bien ambas cosas, y en general, puede decirse, son mejores que los que ilustran el Dioscórides traducido por Mathiolo y el que lo fue por Laguna, por más que deba advertirse que el sentimiento del natural en muchos diseños de Mathiolo y de Laguna se manifiesta muy sinceramente.

Linneo, para perpetuar en la Ciencia el nombre de Teofrasto, le dedicó el género Theophrasta.




ArribaAbajoNota 3.- Dioscórides

DIOSCÓRIDES Anazarbeo, a quien llamaban el pecoso, por las pecas abundantes de su cara, nació en Anazarbe (Cilicia) unos sesenta y cuatro (?) años antes de la Era Cristiana. Fue contemporáneo de Marco Antonio y Cleopatra y del gran filósofo Ario, de la Escuela de Alejandría. A este sabio dedicó Dioscórides su Materia medicinal.

El prestigio de Ario era tan grande que Antonio y Cleopatra le colmaban de distinciones, y cuando Octavio se apoderó de Alejandría dijo a los ciudadanos que les perdonaba su rebelión a Roma en primer lugar porque aquella hermosa y magnífica ciudad había sido fundada por Alejandro Magno y por consideración también al prudente y sapientísimo Ario.

La obra de Dioscórides contiene datos de geografía botánica de muchas especies vegetales (él conoció unas setecientas) y algunas descripciones son muy precisas, teniendo en cuenta la época en que se escribieron.

Se mencionan unas veintitrés especies de criptógamas, citándose como Musgo arbóreo un liquen del género Usnea y el liquen Pulmonaria. Como liquen se menciona la hepática Marchantia. Como Musgo marino el alga Corallina y también se da a conocer la Acetabularia mediterránea, de la cual claramente, se describe su hábitat.

También dio a conocer dos especies de Equisetum, unas doce especies de Helechos, varios hongos agaricáceos, poliporáceos y la trufa o turma de tierra (hongo tuberáceo).

Divídese la obra de Dioscórides en seis libros. En el primero trata de todas las aromáticas medicinas, de los aceites, ungüentos, de los árboles y, finalmente, de los licores, gomas y frutos que de ellos nacen.

En el libro II se ocupa de los animales, de la miel y la leche y sus derivados. De los granos, legumbres, hortalizas y de las yerbas que se muestran al gusto agudas, como los ajos, cebollas, mostazas, etc.

Su libro III está dedicado a raíces, zumos, yerbas y simientes ordinarias a la vida del hombre y medicinales.

El libro IV contiene otras especies de plantas y raíces que restan, y es continuación del anterior.

En el libro V se ocupa de la vid y sus variedades, del vino, vinagre, pasas, agraz, de los vinos que se obtienen de otras plantas que no sea la vid, y de los minerales.

Su libro VI se dedica al estudio de los venenos mortíferos y de las fieras que arrojan de sí ponzoñas.

Se mencionan venenos procedentes de los reinos vegetal, mineral y animal.

La obra de Dioscórides, no superada ni aun por Plinio, el sabio compilador que tomó de ella gran parte de cuantas descripciones y usos de plantas menciona, fue traducida, comentada, anotada y a veces ilustrada por sabios posteriores y entre ellos por el insigne botánico y médico del Pontífice Julio III, el doctor Andrés de Laguna, cuyas anotaciones son las más eruditas y las ilustraciones las más hermosamente dibujadas que hasta su época se habían hecho.

Más tarde, al ocuparnos de personalidad tan ilustre, daremos a conocer con más detenimiento el mérito y particularidades de las ediciones en castellano de la Materia medicinal, de Dioscórides, traducida, anotada e ilustrada por el sapientísimo doctor segoviano.

J. A., Saracenio, J. Ruelio, P. A. Mathiolo y otros sabios, también tradujeron, comentaron, anotaron y algunos ilustraron la obra de Dioscórides. En nuestro país, en Alcalá de Henares, ya apareció en 1518 una edición del Dioscórides traducida al latín por Juan Ruelio, y otra en Valencia, en 1626, también traducida al latín por el mismo autor.

Bahuinio, Lonicero, Gesner y otros botánicos han añadido, a su vez también, comentos y notas a algunas de estas traducciones y comentarios primeros.

En el orden cronológico de su aparición, mencionaré algunas de las ediciones por mí revisadas.

Venecia, 1499.- El texto en griego sin dibujos de plantas.

Venecia, 1518.- Ídem íd. íd.

Alcalá de Henares, 1518.- Traducción latina de Ruelio, sin dibujos.

Libro en 8.º, bien impreso en letra gótica.

Colonia, 1529.- Traducido al latín por M. Virgilio, sin dibujos.

En folio, cada página contiene dos columnas: una griega y otra latina. Soberbia impresión.

Basilea, 1529.- Sólo texto griego, sin dibujos.

Basilea, 1532.- Traducido al latín por M. Virgilio, sin dibujos, en 16.º, precioso librito bien impreso.

París, 1537.- Traducción latina de J. Ruelio, sin dibujos.

Venecia, 1542.- Traducido al italiano por F. Longiano, sin dibujos.

Francfort, 1543.- Traducido al latín por J. Ruelio, con dibujos.

Hermosa edición con comentarios de G. H. Riff y Lonicero.

Francfort, 1549.- Traducción latina de J. Ruelio, con dibujos en color.

Iconográficamente considerada es sin duda una de las mejores ediciones. El libro, soberbiamente impreso, lleva anotaciones de Gesner.

Amberes, 1555.- Traducido al castellano por A. de Laguna, con dibujos.

Las anotaciones y adiciones del Dr. A. de Laguna; los grabados en madera, unos de Mathiolo y otros de Laguna, son muy notables para el tiempo en que se ejecutaron.

Lión, 1558.- Traducción latina de A. Lusitano, dibujos pequeñitos.

Librito en 8.º Dibujos pequeños, reducidos de las ediciones grandes anteriormente publicadas.

Salamanca, 1563.- Traducción del Dr. A. de Laguna, con dibujos.

Segovia, 1565.- Traducción castellana de A. Laguna, con dibujos.

Salamanca, 1563.- Traducción de A. Laguna, con dibujos.

Lión, 1566.- Traducción latina de P. A. Mathiolo, con dibujos.

Salamanca, 1566.- Traducción castellana del Dr. A. de Laguna, con dibujos.

Salamanca, 1570.- Traducción castellana del Dr. A. de Laguna, con dibujos.

Venecia, 1573.- Traducción italiana de P. A. Mathiolo, con dibujos.

Francfort, 1598.- Traducción latina por Saraceno, sin grabados.

Soberbio libro; en folio, páginas a dos columnas: una griega, otra latina.

Viena, 1598.- Traducción latina por Saraceno, sin grabados.

Las mismas condiciones de la edición anterior.

Venecia, 1604.- Traducción italiana por P. A. Mathiolo, con grabados.

Las figuras de las plantas son cuatro veces mayores que las de todas las demás ediciones del Dioscórides. Muchas figuras casi ocupan toda la página de tan hermoso libro, en folio marquilla.

Valencia, 1626.- Traducción latina de Juan Ruelio, sin figuras.

Valencia, 1651.- Traducción castellana de A. Laguna, con figuras.

Basilea, 1674.- Traducido al latín y comentado e ilustrado por P. A. Mathiolo, con figuras.

Además lleva anotaciones, sinonimias e ilustraciones de Gaspar Bahuinio, y las figuras son hermosas, con muchos detalles científicos al lado del dibujo, que representa el porte general de la planta.

Valencia, 1695.- Traducción castellana de A. Laguna, con figuras.

Madrid, 1733.- Traducción castellana de A. Laguna, con figuras.

Madrid, 1752.- Traducción castellana de A. Laguna, con figuras.

Estas dos últimas ediciones llevan además de las anotaciones de Laguna, anotaciones del Dr. Juárez de Ribera, y las láminas, aunque grabadas en cobre, son más pequeñas y de inferior parecido al natural que las grabadas en madera de las anteriores ediciones de Laguna, de las cuales están copiadas sin duda, por artista desprovisto en absoluto de conocimientos botánicos.

Parte de las anotaciones que figuran en esta edición como de Suárez de Ribera, singularmente todas las sinonimias, son las mismas del Dr. Laguna, que mutiló u omitió frecuentemente Ribera, para apropiarse, como datos suyos, la parte sustraída a Laguna. Ni por el texto científico del Dr. Suárez de Ribera, ni por la ilustración artística, es esta edición recomendable y mucho menos teniendo en cuenta la fecha en que se publicó.

Si el gran Andrés de Laguna era hombre cultísimo y dotado de un entendimiento, superior casi siempre a las preocupaciones de su tiempo, Suárez de Ribera fue inferior a la cultura científica de la época en que vivió.

Plumier dedicó a Dioscórides el género Dioscorea, típico de la familia de las Dioscoráceas.




ArribaAbajoNota 4.- Plinio

Con los nombres de Plinio el Naturalista, Plinio el Viejo, Plinio el Antiguo y Plinio el Mayor se conoce a Cayo Plinio Segundo, que murió a los cincuenta y seis años, víctima de su celo científico al querer estudiar la erupción del Vesubio, el año 79 después de J. C. Fue contemporáneo de Nerón y Vespasiano, legando a la posteridad una labor enorme de compilador infatigable y erudito y sus numerosas observaciones personales.

La Historia Naturalis de Plinio consta de 37 libros; desde 12.º al 27.º se ocupa de Botánica.

El libro XII trata de los árboles.

El libro XIII, de los ungüentos vegetales.

El XIV, de los árboles fructíferos, dedicándose sólo a la vid y a los vinos.

El libro XV estudia también los árboles fructíferos, y al mencionar la higuera describe la caprificación.

El libro XVI se dedica a la naturaleza de los árboles silvestres, ocupándose de los árboles con bellotas, estudiándose la explotación de la porción suberosa de la corteza del tronco de los alcornoques, de las agallas, etc.

Después de dar a conocer diversas especies de árboles resinosos, trata de la obtención de la pez y la resina.

Se ocupa de los sitios que aman los árboles.

Cita curiosas observaciones de Fisiología vegetal y termina ocupándose de las maderas y edad de los árboles.

El notable libro XVII se dedica al cultivo y enfermedades de los árboles.

El libro XVIII contiene generalidades sobre la Agricultura y los huertos; cultivo del trigo; variedades de trigos; molinos; harina; levaduras; panificación; clases de pan, y legumbres.

El libro XIX dedícase a estudiar el lino, lienzos de lino; usos y fabricación en distintas regiones, citándose en España las de Galicia y Játiva con encomio; el esparto; hongos; cuidado de las huertas y plantas hortícolas.

En el libro XX se continúa el estudio de plantas hortícolas.

El curiosísimo libro XXI se ocupa De la naturaleza de las flores y cosas para hacer coronas; de las flores que ornan vestiduras.

De las yerbas de la parte del mar (vegetación de costas y marismas).

De la miel, cera y colmenas y de las medicinas que se hacen de las flores.

Hoy que la ornamentación por medio de las plantas vuelve a estar en boga y se consagran a este tema obras interesantes, creo que este libro, en algunos de sus capítulos, es de palpitante actualidad.

Bastarían algunas de las materias contenidas en éste y otros libros para acreditar a Plinio no sólo de mero compilador, como pretenden algunos, sino de observador profundo.

Los libros XXII y XXIII tratan de las tinturas y medicinas que se obtienen de las plantas.

El libro XXIV se ocupa de las medicinas que se obtienen de los árboles silvestres.

El libro XXV estudia La naturaleza de las yerbas que nacen por sí mismas (espontáneas).

Y finalmente, los libros XXVI y XXVII tratan nuevamente y con amplitud de las medicinas que proceden del mundo vegetal.

Muchísimas ediciones se han hecho de tan importante compilación de los conocimientos de las Ciencias Naturales de la Antigüedad, añadida con las observaciones y juicios del erudito autor.

Sabios posteriores se encargaron de traducirle y anotarle, y entre ellos merece mención especial el Licenciado G. Huerta, que la tradujo en lengua castellana.

Todas las ediciones de la Historia Naturalis, de Cayo Plinio Segundo, carecen de figuras, por más que el mismo Plinio aseguró que ya en su tiempo había visto láminas botánicas, aunque de poca veracidad en la interpretación de la Naturaleza.

Algunas de las ediciones de la Historia Naturalis van ornadas, sobre todo las preciosas incunables, de grandes letras dibujadas e iluminadas a mano primorosamente, al comenzar los libros y capítulos de la misma.

Daré una reseña de las principales ediciones que han pasado ante mi vista, por el orden cronológico de la fecha de su publicación:

Venecia, 1472.- En latín, soberbia obra en dos tomos.

Parma, 1480.- En latín y en un solo tomo.

Parma, 1481.- Traducida al italiano por G. Landino en un tomo.

Venecia, 1481.- Traducción italiana de G. Landino, un tomo.

Basilea, 1525.- En latín.

Venecia, 1543.- Traducción italiana de G. Landino, anotada y corregida por A. Bruciolo.

Venecia, 1561.- Traducción italiana por L. Dominico.

Alcalá de Henares, 1569.- En latín, librito en 8.º, bien impreso.

Venecia, 1573.- Traducción italiana por L. Dominico.

Francfort, 1582.- Corregido y anotado por S. Gelenio.

Madrid, 1599.- Historia Natural de los animales con noticias curiosas, por el Licenciado G. Huerta.

Alcalá de Henares, 1602.- El tomo primero en 8.º, y Madrid, 1603, el tomo 2.º en 8.º, traducido al castellano (sólo la Zoología), por G. Huerta.

Lion, 1615.- Correctores y anotadores, J. Delacampio y S. Gelenio.

Madrid, 1624 a 1629.- Traducción castellana (la obra completa) de G. Huerta, dos tomos en folio.

Colonia, 1631.- Traducida y anotada por S. Gelenio.

París, 1685.- En latín, anotada por J. Harduino (S. J.).

París, 1771.- Traducida al francés por P. de Levry.

París, 1829 a 1833.- Traducida al francés por Ajasson de Grandsagne.

Leipzig, 1830.- En latín y en cinco tomitos en 8.º.

La primera edición de la Historia Naturalis, de C. Plinio Segundo, es de Venecia, 1469, pero no la he encontrado.

El Licenciado Gerónimo Huerta, traductor al castellano de la Historia Naturalis, de C. Plinio Segundo, nació en la villa de Escalona (Toledo) y murió en Madrid, a los setenta años, en 1649.

Estudió en la Facultad de Medicina de Valladolid y comenzó su preparación científica y literaria en la Universidad de Alcalá de Henares.

El erudito escritor fue médico reputado, y llegó a serlo de Felipe IV.

Comenzó su patriótica labor de traducir al castellano la obra de Plinio, con un volumen en 8.º de los libros de C. Plinio Segundo, de la Historia Natural de los Animales, Madrid, 1599. Siguió a esta obra la traducción de:

Cayo Plinio Segundo, de la His-
toria Natural de los animales
Hecha por el Licenciado Gerónimo de Huerta
Médico y Filósofo.
Y anotada por el mesmo con Ano-
taciones curiosas en las cuales pone los
nombres, la forma, la naturaleza, la
templanza, las costumbres y propiedades
de todos los Animales, Pescados, Aves e Insectos
y el provecho o daño que pueden causar
a los hombres y los jeroglíficos que tuvieron
de ellos los Antiguos con otras muchas
cosas curiosas
Primera parte
Dirigida al Rey Don Felipe III
Nuestro Señor Rey de las Españas e Indias
Con Privilegio
En Alcalá, por Justo Sánchez - 1602.

En el interior lleva dedicatoria dirigida al Rey Felipe III. Después publicó en 8.º el

Libro nono
de Cayo Plinio
Segundo, de la
Historia Natural
de los pescados del mar, los lagos
estanques y ríos
Hecha por el Licenciado Jerónimo
Huerta, Médico y Filósofo
Dirigida al Rey Don Felipe III Rey
de las Españas e Indias
Con Privilegio
Madrid en Casa de Pedro Madrigal - 1603.

En el interior van escritas dos dedicatorias: una al Rey Felipe III y otra al Duque de Lerma.

En el año 1629 se imprimió la completa traducción castellana, de toda la Historia Naturalis, de Plinio, en dos tomos en folio, dedicados al Rey Don Felipe IV.

El primer tomo lleva en el interior dedicatoria al Rey Felipe IV; el 2.º, a más de la dedicatoria al Rey, lleva en el interior dedicatoria al Conde-Duque de Olivares.

Las traducciones de Plinio por Gerónimo Huerta contribuyeron a fomentar entre nosotros las aficiones a los estudios de Ciencias Naturales, y el culto a los árboles tuvo en Plinio y en su traductor, fervorosos admiradores.

Ruiz y Pavón dedicaron a G. Huerta el género Huertea.

Terminaré esta nota acerca de Plinio con dos párrafos que copio del libro XII de la Historia Naturalis, en la introducción del capítulo I:

«Éstos (los árboles) fueron los templos de las Deidades y también ahora, según la costumbre antigua, los sencillos aldeanos dedican a Dios los árboles mas excelentes, y no adoramos mas las estatuas o imágenes resplandecientes, adornadas de oro y de marfil, que los bosques consagrados a los Dioses.»

«Perpetuamente se conservan dedicados a los Dioses muchos árboles: a Júpiter, el quejigo; a Apolo, el laurel; a Minerva, el olivo; a Venus, el arrayán, y a Hércules, el álamo.»



El género Plinia, que Plumier dedicó al gran naturalista de la antigüedad, es hoy el género Eugenia, incluido en la preciosa familia de las Mirláceas, y el género Plinia, que el P. Blanco dedico también a Plinio, corresponde hoy al genero Kayea (Gutiferáceas).