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ArribaAbajoNota 7.- Árabes (Abu Zacaria y otros)

HABIÉNDONOS ocupado de la obra de Agricultura de Columela y habiendo tratado en otra nota, del libro de Agricultura de Gabriel Alonso de Herrera, sería omisión imperdonable, no fijar nuestra atención sobre otro soberbio libro, también de Agricultura, traducido maravillosamente del árabe al castellano, por el sabio sacerdote e ilustre literato don José Antonio Banqueri, Prior claustral de la Catedral de Tortosa, y, como Cavanilles y Centi, Académico de número de la Real Academia de la Historia.

En la Biblioteca de El Escorial existe un códice escrito, en idioma arábigo, compuesto de 426 folios en 4.º, que contiene el texto del magnífico libro de Agricultura, del doctor excelente Abu Zacaria Iahia Aben Mohamed Ben Ahmed El Awam, sevillano. La obra está incompleta, pues falta el último capítulo de los 35 que constituían la totalidad de ella.

Catorce años consecutivos de labor penosa, dedicó el eximio orientalista Banqueri a descifrar el contenido de este maravilloso libro árabe español y verterlo en hermosísimo castellano, digno de la elegancia y sencillez, difícilmente aunadas, por el excelente doctor árabe sevillano, en todo el transcurso de sus escritos.

Vivió Abu Zacaria en Sevilla, tuvo posesiones en el Aljarafe y floreció en el siglo XII, antes de que Fernando el Santo se adueñara de dicha ciudad (1248).

Amigo del estudio práctico, escribe «ninguna sentencia, establezco en mi obra, que no haya probado por experiencia propia muchas veces.»

Cuando detalladamente describe las operaciones agrícolas, en un estilo bajo el cual palpitan, el entusiasmo por la materia tratada y el deseo de hacerla entender, hay ocasiones en que, como observa el culto botánico y agrónomo C. Boutelou, «la narración es tan viva y tan natural, que olvidamos que se trata de un libro escrito hace muchos siglos y nos parece que estamos oyendo a un labrador amigo, que acaba de venir de Carmona o del Aljarafe y nos cuenta las observaciones que ha hecho.»

La Agricultura de Abu Zacaria tiene un carácter nacional, en el cual superó a Herrera a pesar de haber escrito este último autor más de tres siglos después. Si Herrera dio preferencia a la Agricultura castellana, Abu Zacaria no omitió los cultivos propios de Levante y algunas comarcas andaluzas, que producen suma enorme de riqueza y son casi peculiares de nuestra patria.

Resplandece el españolismo del doctor excelente en toda la obra, sobre todo al mencionar los 120 autores griegos, cartagineses, romanos persas, árabes españoles, árabes asiáticos y árabes africanos, que documentaron su ciencia y experiencia personales, y al lado de los nombres de los árabes españoles, escribe siempre la región en que nacieron y cuando no la conoce o no la recuerda, estampa en todo caso que es nuestra patria la que sirvió de cuna a tan excelsos hombres de ciencia.

Así, por ejemplo, escribe:

Azib Ben Saaid, cordobés.

Abu el Jair, sevillano.

Ibraim Ebn el Fasel, español.

Aben Hazam, español, etc., etc.

En el eruditísimo prólogo, abundan las sentencias profundas y sentidas, ya del autor, ya de otros sabios árabes también.

Transcribiré algunas:

«Debe considerarse la Agricultura como uno de los principales auxilios, para lo que mira a las utilidades de la vida presente y también para procurarnos las felicidades de la otra, con el auxilio del Altísimo

«EL QUE CONSTRUYE EDIFICIOS O PLANTA ÁRBOLES, sin oprimir a nadie, ni faltar a la justicia, TENDRÁ POR ELLO UN PREMIO abundante QUE RECIBIRÁ DEL CREADOR MISERICORDIOSO.»

«CUANDO SEMBRÉIS ALGUNA COSA DECID: ¡OH, DIOS! DERRAMAD SOBRE ESTO VUESTRA BENDICIÓN.»

«CUIDA con esmero y vigilancia DE MI PEQUEÑA HACIENDA, PARA QUE SE HAGA GRANDE Y NO LA TENGAS OCIOSA CUANDO GRANDE, PARA QUE NO SE HAGA PEQUEÑA.»

«La heredad dice a su dueño: hazme ver tu sombra, cultiva.»



La distribución general de la obra, la expresa Abu Zacaria dirigiéndose al lector de este modo:

«Sábete, DIOS NOS DIRIJA A TI Y A MÍ, que divido esta obra en treinta y cinco capítulos. Cada uno contiene su asunto particular del Arte o Ciencia de la Agricultura, según verás CON EL FAVOR DE DIOS, EN CUYO AUXILIO PONGO MI CONFIANZA.»

***

«Divídese esta obra en dos libros o partes: el primero contendrá los conocimientos que debe tener un labrador acerca de la elección de las tierras, de los estiércoles, de las aguas, del modo de plantar e ingerir los árboles y de todo lo anejo, perteneciente y consiguiente a esta materia.»

«El libro segundo comprenderá lo perteneciente a sementeras y el ramo de Agricultura respectivo a los animales.»



En cada capítulo la exposición de las materias contenidas se hace detalladamente y de modo tal, que puedan ejecutarse las operaciones descritas conforme se leen, a la manera que hoy se hace en los libros que se titulan Manipulaciones, y están destinados a los laboratorios.

Notable es también en Abu Zacaria y otros autores árabes españoles, así como en Teofrasto, Plinio, Columela, San Isidoro y Herrera, la atención preferente que dedicaban al estudio de los árboles; el culto al árbol ha sido en todo tiempo carácter esencial de los hombres sabios y los hombres buenos.

La traducción del ilustre Banqueri, honra la literatura nacional; fue publicada en 1802 a expensas del Estado, en la Imprenta Real, en dos tomos en folio, soberbiamente impresos, las páginas llevan dos columnas, una en árabe y otra en español y la traducción esta dedicada al Rey Don Carlos IV.

En 1868 se publicó, un arreglo compendiado de la traducción de Banqueri, por el distinguido botánico y agrónomo don Claudio Boutelou.

Hagamos mención ahora de algunos árabes españoles que se han ocupado de Botánica, ya estudiando las plantas medicinales, ya las plantas útiles a la Agricultura.

Aacute;rabes-cordobeses:

Ebn Golgas o Abu Dawud Soleiman Ben Hasan. Vivió en el siglo X; hizo correcciones y adiciones a la obra de Dioscórides Acerca de la materia medicinal.

Ebn Alaitam escribió sobre propiedades y virtudes de las plantas; murió en 1603.

Albucasis o Alzahravi (Kalaph Ben Abbas Abulkasen), famoso médico y cirujano, que en el libro XXVIII, de El Servidor, citó numerosas plantas.

Aben Naser. Escribió sobre Agricultura.

Azib Ben Saaid, agrónomo.

Averroes (Abulvalid Mohamed Ben Ahmad Ebri Rosch); falleció en 1225; se ocupó de plantas, de aplicaciones en Medicina; fue insigne médico y filósofo.

Aacute;rabes-sevillanos:

Abu Zacaria, de quien nos hemos ocupado.

Abu Abdallah Mahomed Ebri Ibraim Ebn el Fasel, reputado autor de Agricultura del siglo XII.

Abu el Jair, autor de estudios de Agricultura.

Aacute;rabes-granadinos:

Abdelrahman Abu Mathreph, autor de un libro de Agricultura, en el cual se mencionan las plantas que crecen en Denia a orillas del Mar y en las faldas del Mongó. Vivió en el siglo XI.

Ebn Kotaibah. En el año 1117 era escritor de Agronomía.

El Haj, reputado autor de Agricultura, que floreció probablemente en el siglo XI.

Alhagi Ahmad. Autor de estudios de Agricultura; murió en 1158.

Mohamed Ben Abraham Ben Abdallah Ben Rubil (Ebn Assarragi). Falleció en 1329. Es autor de escritos sobre diversas plantas.

Mohamed Ben Abdallah Ben Alkhatib. Autor de un Tratado sobre yerbas olorosas; murió en 1398.

Aacute;rabes de Jaén:

Ali Ben Musa Ben Said. Nació en Alcalá la Real; es autor de un libro de Historia Natural; falleció en 1286.

Aacute;rabes-malagueños:

Ebn el Beithar, a quien dedicamos la nota 9.

Aacute;rabes-toledanos:

Abdelrahman Ben Mohamed Abulmothreph, escribió sobre plantas útiles en Agricultura y Medicina. Reputadísimo como botánico, fue Director del Jardín Real de Toledo. Nació en el año 996 y murió en 1074.

Joleus Joli, es autor de un libro sobre diferentes virtudes de muchas plantas, que escribió en 1259.

Abdallah Ebra Baccal, médico y agrónomo, escribió un notable libro de Agricultura en 1269.

Aacute;rabes-aragoneses:

Ebn Bageh (Abu Baker Mohamad Ben Iahia Ben Alsaieg), natural de Zaragoza, que escribió observaciones y comentarios sobre los libros de Aristóteles, que tratan de Botánica y Zoología. Falleció en 1138.

Aacute;rabes-navarros:

Alschaphra (Mohamad Ben Alí Ben Farah). Nació en Corella y no se sabe fijamente la época de su nacimiento ni su muerte; sólo se sabe que antes del año 1500 dirigía el Jardín Botánico del Rey Naser de Guadix, el primero de Europa.

Recorrió gran parte de España examinando las plantas por sí, en vivo en sus localidades propias, conservándolas secas y recogiendo sus semillas, que luego sembraba en el Jardín de Guadix.

Escribió sobre las virtudes y usos de muchas de dichas plantas.

Hay algunos autores árabes españoles, de los que no se conoce la región de nuestra patria en que han nacido; entre ellos era notabilísima autoridad Abu Omar Ebn Hajaj, sabio, excelente y elocuentísimo doctor, que escribió La Suficiente (Almokna), obra de Agricultura, en 1073.




ArribaAbajoNota 8.- San lsidoro.

ESTE Santo español, sapientísimo e insigne Arzobispo de Sevilla, nació en Cartagena en el año 570 y murió en el 636.

Dejando para otras plumas suficientemente documentadas la importancia de sus obras teológicas, diré que como hombre de ciencia, su saber verdaderamente pasmoso, se patentiza en sus Etymologiarum libri XX. En esos 20 libros admirables, se ocupa de Gramática, Retórica, Matemáticas, Música, Astronomía, Medicina, Legislación, Idiomas, Filología comparada, Zoología, El Mundo físico, Cosmografía, Geografía, Arquitectura, Agrimensura, Agricultura, Mineralogía, Arte militar, Cerámica, Alumbrado, Instrumentos de jardinería, Útiles y ornamentos para el ganado caballar, etc., etc.

De no leer esos libros, no pudiera creerse en una omnisciencia tan maravillosa, pues se ve el juicio discreto y la inteligencia clarísima, con que había estudiado cuanto hasta su tiempo se conocía, de materias tan extraordinariamente numerosas y diferentes.

Ya en el libro IV de sus Etymologiarum libri XX cita algunas plantas medicinales, pero todo el libro XVII se ocupa de Agricultura y Botánica.

En diez capítulos se divide dicho libro XVII.

En el primer capítulo comienza dando cuenta de los autores que le han servido de fuentes de conocimiento, para las materias de que va a ocuparse.

El capítulo II trata del cultivo de los campos.

El capítulo III es un ensayo de la Ceres entonces conocida.

El capítulo IIII trata de los legumbres.

El capítulo V es, para su tiempo, una hermosa Monografía de la vid. Contiene curiosos datos organográficos y las variedades de la vid, conocidas entonces.

El capítulo VI, se ocupa de los árboles.

Da idea en él de las denominaciones vulgares que reciben los árboles por su porte y de la organografía de dichos árboles.

El capítulo VII, que dice trata de los nombres propios de los árboles, da también, además de los nombres, frases en que se condensan la característica abreviada y muchas veces datos de Geografía botánica y aplicaciones de árboles y arbustos.

El capítulo VIII se ocupa de los árboles aromáticos. Comprende el estudio de árboles y arbustos, que dan resinas olorosas (óleo-resinas) y diferentes esencias, aceites y bálsamos.

El capítulo IX tiene por objeto la característica, lugares donde habitan y aplicaciones, de las yerbas aromáticas. Es sumamente largo; contiene descripciones de más de 150 plantas.

El capítulo X trata de las verduras u hortalizas, y el capítulo XI, de las verduras u hortalizas olorosas.

De ediciones de obras de San Isidoro que contengan los Etimologiarum libri XX, ya aislada esta obra, ya con otras del autor, he visto las siguientes: Strasburgo?, 1472.- Es dudoso el lugar de la imprenta.

Venecia, 1483.

París, 1520.

Basilea, 1577.

Madrid, 1597 a 1599.- Edición en dos volúmenes, dedicada al Rey Felipe II.

París, 1601.

Madrid, 1778.- En dos volúmenes, dedicada al Rey Felipe III.

Roma, 1797 a 1803.- Siete volúmenes en 4.º.

El género Isidorea comprende Rubiáceas que A. Richard, reunió, perpetuando en la Botánica para siempre, el nombre del gran Santo y omnisciente hombre de ciencia español, que motiva esta nota.




ArribaAbajoNota 9.- Ebn el Beithar.

EBN el Beithar o sea Abu Mohamad Abdallah Ben Ahmad Diahleddin, fue un ilustre botánico árabe-malagueño, que adquirió un gran renombre en su tiempo, tanto que las Academias de Egipto le estimaron como el primer médico de aquella época y en Damasco creció aún más su reputación, alcanzando la categoría de gran visir.

En sus viajes por España y el extranjero, estudió las plantas de cada país y descubrió las propiedades medicinales que poseían muchas de ellas, llegando a asegurarse, que estableció una clasificación filosófica de las mismas.

Compuso diferentes obras sobre plantas medicinales y otra sobre los limones; esta última fue traducida al latín por Andrés Alpago, publicándose dicha traducción, en Venecia el año 1583 y en París en 1602.

También fue comentada dicha obra y traducida por Pablo Valcarenghi, imprimiéndose la mencionada traducción y comentarios en Cremona, en 1758, con el siguiente título:

In Ebenbitar tractatum de Malis limoniis commentaria.

La obra de Ebn el Beithar, que ofrece más interés para los botánicos, es su Gran colección de medicamentos y alimentos simples, porque contiene muchos de los nombres vulgares, con que en su tiempo se conocían las plantas, en la región andaluza, y curiosos y precisos datos de Geografía botánica de dichas plantas y sus aplicaciones.

El sabio naturalista aragonés D. Ignacio Asso tradujo en las Cl. Hispaniensium atque exterorum Epistolæ, publicadas en Zaragoza en 1793, muchos de los nombres de las plantas, que en árabe dio a conocer Ebn el Beithar.

Existe una hermosa traducción alemana de la Gran colección de medicamentos y alimentos simples. El autor de dicha traducción, la dio a la luz pública en Stuttgart, en dos tomos; el 1.º apareció en 1840, el 2.º en 1842. Al fin de ella se encuentra un índice arábigo-latino de 70 páginas.

Ya en 1834 se había impreso en Leipzig, un extracto de la obra de Ebn el Beithar, conteniendo sólo las plantas medicinales, que se intitula:

Elenchus materiæ medicæ Ibn Beitharis.

Del eminente médico y botánico árabe-español, que tan alto puso el nombre de España y el de su hermosa ciudad natal, en las regiones de Oriente, se ignora la fecha en que nació y la de su muerte es incierta, creyéndose por algunos que falleció en Málaga en 1216, y por otros que murió en Damasco en 1248.




ArribaAbajoNota 10.- Raimundo Lulio

EL sapientísimo y renombrado Raimundo Lulio o Raimundo Llull, que nació en Mallorca hacia el año de 1235 murió apedreado por los moros tunecinos cuando les estaba exhortando a abandonar sus creencias mahometanas. El inmortal franciscano no se olvidó tratar de las plantas, como asegura doctísimamente Cavanilles y Centi, pues en su Liber de mirabilis orbis se ocupó de los elementos, metales, animales y plantas. Este libro lo publicó también en mallorquín, aunque el título, que redactara en latín, sea como sigue:

De miraculis Cæli et Mundi.




ArribaAbajoNota 11.- Arnaldo de Villanova

EN las obras de Arnaldo de Villanova, que murió en los comienzos del siglo XIV, se encuentran citadas muchas especies de plantas medicinales y alimenticias.

Las obras de Villanova se han impreso en su totalidad bajo el siguiente título:

Opera Arnaldi de Villanova.

Las ediciones de Lion (1504, 1509 y 1520) y las de Venecia (1514 y 1527) encierran en un tomo las producciones de Villanova, pero la de Basilea (1585) las contiene en dos tomos.

Separadamente de las demás obras, el Regimen sanitatis ad inclitum Regem Aragonum se publicó en 1480 y 1580. Traduciéndolo en castellano G. Mondragón, en Barcelona (1606).

También aislado de las restantes obras de Villanova se imprimió el Consilium ad Regem Aragonum de salubri hortensium usu.

Nada se sabe de la fecha y lugar del nacimiento de este autor, al cual suponen unos valenciano y otros catalán, atribuyéndole algunos obras que no había escrito.




ArribaAbajoNota 12.- Obras del siglo XV

EN el siglo XV merece mencionarse una traducción, que se hizo a nuestro idioma, del libro que en latín escribió Bartholomæus Anglicus, obra que se intitula De propietatibus rerum.

Dicha traducción fue hecha por Fr. Vicente Burgos, religioso franciscano, y alcanzó dos ediciones, una en Tolosa, en 1494, y otra en Toledo, en 1529.

También al siglo XV corresponde una curiosísima obra, que nos legó manuscrita el sabio Arzobispo de Zaragoza, Rodrigo Fernández de Santaella, que nació en la histórica e insigne Carmona y había sido Canónigo de Sevilla. La obra se intitula:

De ignotis arborum atque animalium apud indos speciebus.




ArribaAbajoNota 13.- Conrado Gesner

GESNERO para unos, Gesner para otros, fue un eminente botánico e iconógrafo, que nació en Zurich en 1516 y murió en la misma ciudad helvética en 1565.

Observador minucioso, experto botánico y dibujante, se le reputa como iniciador de los géneros botánicos, pues explicaba a sus discípulos que existían agrupaciones de especies vegetales, que podían y debían distinguirse por los caracteres de la flor y el fruto.

Las láminas que ilustran sus numerosas obras estaban dibujadas por él admirablemente, para el tiempo en que se ejecutaron, y fueron copiadas por muchos autores, no sólo contemporáneos, sino muy posteriores a Gesner.

Casi dos siglos después del fallecimiento de Gesner se publicó el conjunto de sus obras (Opera Omnia), en Nuremberg, en 1754.

El género Gesneria y la preciosa familia de las Gesneriáceas, que contiene bellísimas plantas ornamentales, perpetúan en la Ciencia el nombre de Conrado Gesner.




ArribaAbajoNota 14.- Andrés Cesalpino

EL sabio botánico y genial filósofo Andrés Cesalpino fue médico del Papa Clemente VIII y hombre de ideas originalísimas y superiores a la intelectualidad de su época. Nació en Arezzo (Toscana) en 1519.

Dotado de un carácter independiente se separaba, aun desde su más temprana juventud, de las opiniones que sustentaron la mayoría de sus maestros y aventajados condiscípulos amigo de pasar las teorías por el tamiz de la experiencia, puede considerársele como iniciador del método experimental en las ciencias que cultivara.

Sospechó la circulación de la sangre.

Hizo notar que había observado en los Juniperus, Taxus, Mercurialis y Cannabis, la sexualidad de los vegetales, diciendo que a semejanza de lo que ya se sabía de la palmera, las hembras recibían un efluvium fecundante de las flores masculinas.

Creó, siguiendo las bases de Gesner, un sistema de clasificación de los vegetales, dividiéndolos en 15 grupos, dando una importancia desconocida hasta él a los caracteres del fruto, las semillas y el embrión.

Tuvo conocimientos de la Anatomía y Fisiología de las plantas, que nadie hasta él había poseído y que muchos sabios posteriores a su época desconocían.

Entre sus obras, la más importante es aquella, en la cual se manifiesta creador del primer sistema científico de clasificación; se intitula Libri XVI de Plantis.

En dicha obra, publicada en Florencia en 1583, ampliamente desarrolló Cesalpino, la exposición de su sistema de clasificación de las plantas.

El herbario de Cesalpino se conserva como una reliquia en Florencia, y Plumier dio el nombre de Cesalpinia a un género notable de leguminosas Cesalpiniáceas. El nombre de dicha familia, derivado del género de Plumier, así como el de dicho género, perpetúan la memoria de uno de los botánicos más profundos en sus observaciones y más geniales de cuantos en su siglo florecieron.

Murió Andrés Cesalpino en Roma en 1603.




ArribaAbajoNota 15.- Gonzalo Fernández de Oviedo

EN la época gloriosa de los Reyes Católicos y del Emperador y Rey Carlos I, floreció el renombrado capitán, explorador y cronista, Gonzalo Fernández de Oviedo, personalidad ilustre que puede ofrecerse a la juventud como ejemplo de férrea voluntad y como un gran español amante de su Patria y de sus Reyes.

Nació en Madrid en 1478, y su familia era oriunda del valle de Valdés, en la bellísima región asturiana.

Su protector, D. Alfonso de Aragón, sobrino del Rey Católico, presentole, cuando Oviedo no había cumplido los trece años, en la corte de los Augustos Monarcas y logró que entrase al servicio del Príncipe Don Juan.

Cuando llevaba Oviedo dos años desempeñando su cometido, se rindió Granada a los Reyes Católicos y conoció a Colón, a quien desde entonces admirara con aquella pasión ardiente que sentía por todo lo que era extraordinario. Contrajo Oviedo amistad con los hijos del inmortal almirante, y con los Pinzones.

Oía a unos y otros con atención concentrada y siendo un niño aún, comenzó a escribir la obra, que había de enaltecerle ante las generaciones futuras.

Poco después de cumplir los diez y nueve años, murió el Príncipe Don Juan, y la inesperada pérdida de su señor hiriole vivamente. «Mi descontento -escribe el futuro cronista de Indias- me llevó fuera de España a peregrinar por el mundo, habiendo pasado por mí muchos trabajos... a veces al sueldo de la guerra, y otras vagando de unas a otras regiones.»

En Italia conoció a los más ilustres pintores, los escultores famosos, literatos, hombres de ciencia, y al alistarse varias veces en las banderas españolas, entabló relaciones con ilustres guerreros, entre otros con el Gran Capitán, Gonzalo de Córdoba.

Volvió a España después de cinco años de ausencia, y en Octubre de 1503 tomó parte activa en la batalla que, en el Rosellón, perdieron los franceses invasores.

El Rey Fernando el Católico dispuso, que Pedrarias Dávila partiese para las Indias y en dicha expedición figuraba Oviedo como Veedor de las fundiciones de oro de Tierra Firme.

Salió Oviedo de Sanlúcar el 11 de Abril de 1514 y el 3 de junio del mismo año llegó a la isla de Santo Domingo.

Doce fatigosos viajes de ida a América y retorno a España hizo el infatigable explorador.

No cabe en los límites de esta Nota, exponer ni aun el resumen sumarísimo de las vicisitudes que experimentó durante tan lejanas y continuas peregrinaciones, el que podemos considerar como el primer botánico, que dio a conocer la vegetación americana y la agricultura primitiva de los indios. Trató de asesinarle un indigno compatriota y sólo consiguió herirle gravemente. Ya acosado por dolencias, ya por preocupaciones sin cuento, en ningún caso, ni circunstancia, dejó de anotar cuanto veía, prosiguiendo su obra con fe inquebrantable.

Desde muy joven la memoria de Oviedo era tan celebrada como su agudeza, y cuando el Emperador y Rey Carlos I le instó para que le comunicase las cosas del Nuevo Mundo, como hubiese Oviedo dejado sus apuntes y escritos en la Isla Dominicana, compuso con sus recuerdos un Sumario de la Natural Historia de las Indias, que se publicó en Toledo en 1526.

Este sumario es notabilísimo, y todo él, impreso en letra gótica, está dedicado casi por completo a dar a conocer la flora y la fauna de América, que él pudo observar.

Después de haber efectuado ocho viajes de ida al Nuevo Mundo y otros tantos de regreso a la madre patria, publicó en Sevilla, en 1535, la Primera parte de la Historia Natural y General de las Indias.

Hallándose en Valladolid imprimió aisladamente el Libro XX de la segunda parte, que trata del Estrecho de Magallanes y fue dedicado al Emperador y Rey Nuestro Señor, y en el mismo año 1557 acometiéronle en la mencionada capital unas fiebres malignas, que condujeron al sepulcro a los setenta y nueve años de edad aquel vigoroso organismo que, como el de otros españoles de aquellos tiempos, parecía forjado con el acero indomable de las espadas y armaduras. Dejó el capitán, manuscrito e inédito el resto de su obra.

Dotado el primer cronista de las Indias de un penetrante espíritu de investigación, no sólo observa los seres naturales; como antropólogo, describe minuciosamente las costumbres y creencias de los indios. Las guerras de estos entre sí y con nuestros compatriotas, las discordias y luchas encarnizadas entre los conquistadores, tienen en Oviedo narrador prolijo, y en su obra se da a conocer un conjunto tal de hechos y asuntos, que se comprende muy bien que antes de ver concluida su tarea pensara que «le faltaría el tiempo e la pluma e las manos e la eloquencia para concluir una mar tan colmada de historias.»

El loor imperecedero de haber publicado en Madrid (1851 a 1852) las Tres partes de la Historia Natural y General de las Indias, o sea la labor completa del insigne capitán Gonzalo Fernández de Oviedo, corresponde a la Real Academia de la Historia. Los 50 libros que componen la totalidad de la obra, van distribuidos en cuatro hermosos volúmenes.

El género Ovieda Spr. se considera hoy como género Lapeyrousia Pourr. (Iridáceas). El genero Ovieda L. créese por muchos botánicos actuales, que es el Clerodendron L. (Verbenáceas).