Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoLibro II


    Revolviendo los vientos las llanuras
del mar, es deleitable desde tierra
contemplar el trabajo grande de otro;
no porque dé contento y alegría
ver a otro trabajado, más es grato  5
considerar los males que no tienes;
suave también es sin riesgo tuyo
mirar grandes ejércitos de guerra
en batalla ordenados por los campos;
pero nada hay más grato que ser dueño  10
de los templos excelsos guarnecidos
por el saber tranquilo de los sabios,
desde do puedas distinguir a otros
y ver cómo confusos se extravían
y buscan el camino de la vida  15
vagabundos, debaten por nobleza,
se disputan la palma del ingenio,
y de noche y de día no sosiegan
por oro amontonar y ser tiranos.
¡Oh míseros humanos pensamientos!  20
¡Oh pechos ciegos! ¡Entre qué tinieblas
y a qué peligros exponéis la vida,
tan rápida, tan tenue! ¿Por ventura
no oís el grito de naturaleza,
que alejando del cuerpo los dolores,  25
de grata sensación el alma cerca,
librándola de miedo y de cuidado?
   Vemos cuán pocas cosas son precisas
para ahuyentar del cuerpo los dolores,
y bañarle en delicias abundantes,  30
que la naturaleza economiza.
Si no se ven magníficas estatuas,
de cuyas diestras juveniles cuelguen
lámparas encendidas por las salas
que nocturnos banquetes iluminan,  35
ni el palacio con plata resplandece,
ni reluce con oro, ni retumba
el artesón dorado con las liras;
se desquitan, no obstante, allá tendidos
en tierna grama, cerca de un arroyo,  40
de algún árbol copudo sombreados,
a cuyo pie disfrutan los placeres
que cuestan poco; señaladamente
si el tiempo ríe y primavera esparce
flores en la verdura de los campos;  45
maligna fiebre no saldrá del cuerpo
si en púrpura y bordados te revuelves
con más celeridad que si encamares
entre plebeyas mantas y sayales.
Porque si la fortuna, el nacimiento,  50
el esplendor del trono hacer no pueden
a nuestro cuerpo bienaventurado,
presumimos que al ánimo tampoco;
si no es que acaso cuando tus legiones
veas que hierven por los anchos valles  55
en simulacro y ademán de guerra;
cuando veas que el mar tus velas cubren,
y que le hacen gemir por todas partes,
te figures con esto que aterrada
la superstición huye con espanto  60
del ánimo, y el miedo de la muerte
deja entonces el pecho descuidado.
   Pues si vemos que son ridiculeces
y vanidades estas cosas todas;
y a la verdad los miedos de los hombres  65
y los cuidados que les van siguiendo
no temen el estruendo de las armas
ni las crüeles lanzas; audazmente
se sientan con los reyes y señores;
ni sus fulgentes púrpuras respetan,  70
ni sus diademas de oro; único fruto
de la ignorancia dudarás que es todo,
nuestra vida en tinieblas sepultada?
   Así como los niños temerosos
se recelan de todo por la noche;  75
así nosotros tímidos de día
nos asustamos de lo mismo a veces
que despavorir suele a los muchachos;
preciso es que nosotros desterremos
estas tinieblas y estos sobresaltos,  80
no con los rayos de la luz del día,
sino pensando en la naturaleza.
   Sígueme siempre tú, y escucha ahora
cuál es el movimiento con que engendran
y a los cuerpos destruyen los principios  85
de la materia, y cuál es el impulso
y cuál la rapidez que hace que vuelen
por el espacio inmenso sin descanso.
Porque seguramente la materia
no es una masa inmóvil, pues que vemos  90
disminuirse un cuerpo, y de continuo
manando, se consumen a la larga
y el tiempo nos los roba de la vista;
se conserva sin pérdidas la suma;
empobreciendo un cuerpo, los principios  95
van a enriquecer otro, y envejecen
los unos para que otros reflorezcan;
ni en un sitio se paran; de este modo
el universo se renueva siempre,
y se prestan la vida los mortales;  100
crecen unas especies y se acaban;
y en poco tiempo las generaciones
se mudan y la antorcha de la vida
cual ágiles cursores se trasmiten.
Si piensas tú que los principios pueden  105
cesar, y que cesando engendran nuevos
impulsos, la verdad de ti se aleja;
pues movidos en medio del vacío
los principios, es fuerza que obedezcan
o a su gravedad misma, o al impulso  110
quizá de causa externa; desde arriba
precipitados, pues, encuentran otros,
que a un lado los apartan de repente;
no es maravilla, porque son pesados,
durísimos y sólidos, y nada  115
les pone estorbo alguno por su espalda.
   Y para que del todo te convenzas
de que generalmente los principios
están en movimiento, ten presente
no darse lugar ínfimo en el todo,  120
donde se paren los primeros cuerpos,
porque inmenso, infinito es el espacio.
   No reposan jamás en el vacío
los principios: por su naturaleza
en movimiento siempre varïado  125
unos a gran distancia son lanzados,
otros se apartan menos, y se enlazan
en el choque. Si es breve su distancia,
y se repelen poco, y su tejido
se liga íntimamente, constituyen  130
las rocas solidísimas, y el hierro,
y una corta porción de otras sustancias
de esta naturaleza; si al contrario
el choque los rechaza, y los dispersa,
y los hace vagar por el espacio,  135
en largos intervalos, nos ofrecen
del Sol la luz brillante y aire raso.
   Y vagan además por el vacío
muchos que están privados de juntarse,
o que jamás pudieron agregados  140
entrar en el concorde movimiento;
de lo cual una imagen y figura
continuamente hiere nuestros ojos,
cuando del Sol los rayos se insinúan
de través por las piezas tenebrosas.  145
Si reparas, verás cómo se agitan
átomos infinitos de mil modos
por el vacío en el luciente rayo;
y en escuadrones, en combate eterno
se dan crudas batallas y peleas,  150
y no paran jamás: ya se dividen,
y ya continuamente se replegan.
De aquí puedes sacar que en el vacío
eternamente los principios giran:
un efecto vulgar puede servirnos  155
de modelo y de guía en cosas grandes.
   En los rayos del Sol rápidamente
movidos estos cuerpos, fijar deben
nuestra atención, pues su girar eterno
prueba un choque secreto y clandestino  160
de los átomos: muchos se extravían,
como verás, a un golpe imperceptible;
retroceden, y aquí y allí se lanzan
en toda dirección por todas partes;
los principios se mueven por sí mismos  165
y dan el movimiento a aquellos cuerpos
que se componen de una masa fina
y análoga a sus débiles esfuerzos;
los últimos atacan a los cuerpos
un poco más groseros; de este modo  170
de los principios nace el movimiento,
y llega a los sentidos de seguida,
hasta que los corpúsculos se mueven
que en los rayos del Sol vemos nosotros,
sin que podamos ver quién los agita.  175
   Y la movilidad que la materia
comunica a los cuerpos, oye, oh Memmio,
cuán asombrosa es: cuando derrama
primeramente nueva luz la aurora
por las tierras, y cuando revolando  180
en bosques retirados varias aves
llenan la soledad y el aire tierno
de voces armoniosas, ¡cuán de pronto
el sol nacido suele en este tiempo,
esparciendo sus rayos abundantes,  185
adornar con su luz naturaleza!
Todos lo vemos y nos es muy claro;
no obstante, estos corpúsculos lucientes
que el Sol nos manda, por vacío espacio
no atraviesan; su marcha se retarda  190
dividiendo los flúidos del aire;
y como no son átomos aislados,
sino especie de masas y hacecillos,
encuentran en sí mismos y por fuera
causas que los detengan en su marcha.  195
   Al contrario, son sólidos y simples
los átomos que cruzan el vacío
sin peligro de obstáculos externos.
Forman ellos un solo y mismo todo,
y juntando el esfuerzo de sus partes  200
hacia el único blanco de su impulso,
deben aventajar en ligereza,
y con mayor presteza ser movidos,
que los rayos del Sol, y en igual tiempo
deben correr mucho mayor espacio  205
que cuando el Sol se lanza por el cielo.
Pues nadie supondrá que los principios
pudieran por sí mismos detenerse
ni entre sí calcular el movimiento
y concertar un plan perfecto y sabio.  210
   En vano algunos necios imaginan
que sin la ciencia y numen de los dioses,
tantos efectos producir no puede
la materia arreglados y precisos,
ni las vicisitudes de estaciones  215
y los varios productos de la tierra;
ni el suave impulso del amor que mueve
por medio del deleite a los mortales,
ni el divino placer que da la vida;
y a propagar les lleva las especies  220
porque el género humano no se extinga.
Fingen ellos ser obra de los dioses
y producción divina todo esto;
muy engañados van en su sistema.
Aunque ignoraran la naturaleza  225
de los principios, sin embargo osara
con la vista del cielo comprobarte
y con otros fenómenos que el mundo
no ha sido por los dioses fabricado,
pues es tan deficiente e imperfecto;  230
yo te lo aclararé más adelante;
explicaremos al presente, Memmio,
lo que resta decir del movimiento.
   Presumo ya ser tiempo de probarte
que no puede subir con fuerza propia  235
ningún cuerpo hacia arriba; no te engañen
las llamas, pues que suben aumentadas;
y los frutos hermosos de los campos
y los árboles crecen hacia arriba,
cuanto pueden hacer los cuerpos graves  240
por dirigirse abajo. No de suyo,
por una fuerza externa sí, los fuegos
saltan a las techumbres de las casas
y devoran las vigas y tirantes
rápidamente; como nuestra sangre,  245
saliendo de las venas, salta lejos
y de púrpura un chorro al aire esparce;
¿no ves también con cuánta fuerza el agua
despide los maderos y las vigas?
Pues aunque muchos y robustos brazos  250
por hundirlos derechos se revienten,
el agua con más ímpetu los echa,
y hacia arriba los lanza, y por defuera
la mayor parte asoma y sobresale;
no dudamos que todos estos cuerpos  255
bajan por el vacío cuanto pueden.
Así también deben subir las llamas
por una fuerza extraña, aunque su peso
las haga que desciendan cuanto pueden.
¿No ves que los nocturnos meteoros  260
largos surcos de fuego van trazando
hacia cualquiera parte do les abre
naturaleza misma algún sendero?
¿Que estrellas y luceros caen en tierra?
El mismo Sol desde los altos cielos  265
derrama su calor por todas partes,
y sus rayos esparce por los campos;
luego abajo se inclinan sus ardores.
Por medio de las nubes vuela el rayo;
con ímpetu se arroja desprendido  270
unas veces aquí, y acullá otras;
y el rayo sin cesar hiere la tierra.
   Y has de entender también, ínclito Memmio,
que aun cuando en el vacío se dirijan
perpendicularmente los principios  275
hacia abajo, no obstante se desvían
de línea recta en indeterminados
tiempos y espacios; pero son tan leves
estas declinaciones, que no deben
apellidarse casi de este modo.  280
   Pues si no declinaran los principios,
en el vacío, paralelamente,
cayeran como gotas de la lluvia;
si no tuvieran su reencuentro y choque,
nada criara la naturaleza.  285
   Y si alguno creyere por ventura
que los cuerpos más graves, cuanto tienen
mayor velocidad de movimiento,
tanto mejor en línea recta pueden
caer sobre los cuerpos más ligeros,  290
y engendrar con su choque movimientos
creadores de seres, se extravía
de todos los principios racionales.
Es verdad que en el aire o en el agua
aceleran los cuerpos su caída  295
según su pesadez, porque las aguas
y el flúido del aire a todo cuerpo
no pueden resistir del mismo modo;
ceden más fácilmente a los más graves;
mas no sucede así con el vacío;  300
ninguna resistencia opone al cuerpo;
a todos igualmente les da paso;
por lo que los principios, desiguales
en sus masas, moverse en el vacío
deberán todos con igual presteza.  305
No pueden, pues, los cuerpos más pesados
caer encima de los más ligeros,
ni por sí engendrar choques que varíen
sus movimientos, para que por ellos
forme los seres la naturaleza.  310
   Por lo cual, yo repito ser preciso
que declinen los átomos un poco,
para que no parezca introducimos
movimientos oblicuos, que reprueba
la razón verdadera; es evidente,  315
y ven los ojos, que los cuerpos graves
seguir no pueden dirección oblicua
en su caída; pero ¿qué ojo agudo
verá que no se apartan de la recta?
   En fin, si siempre todo movimiento  320
se encadena y en orden necesario
hace siempre que nazcan unos de otros;
si la declinación de los principios
un movimiento nuevo no produce
que rompa la cadena de los hados,  325
de las causas motrices trastornando
la sucesión eterna, ¿de dó viene
el que los animales todos gocen
de aquesta libertad? ¿De dónde, digo,
esta voluntad nace que arrancada  330
a los hados nos mueve presurosa
do el deleite conduce a cada uno?
Además de que nuestros movimientos
ni a tiempos ni a lugares se sujetan
determinadamente; su principio  335
es nuestra voluntad; de allí se extienden
por los miembros. ¿No ves que en el momento
que se abre la barrera, los caballos,
ansiosos de volar en la carrera,
no lo pueden hacer tan prontamente  340
como su ardiente espíritu codicia?
Las moléculas todas esparcidas
por los miembros es fuerza que se junten
y se agiten por todo nuestro cuerpo,
si han de seguir del alma los deseos.  345
Ya ves que el movimiento su principio
tiene en el corazón, y que procede
de la voluntad misma: de aquí gira
por todo el cuerpo y miembros ciertamente.
   No sucede lo mismo cuando andamos  350
impelidos de alguna fuerza extraña
y superior; que entonces nuestra masa
es arrastrada contra nuestro gusto,
hasta que por los miembros reprimiere
la voluntad extraños movimientos.  355
Ya ves también, que aunque una fuerza extraña
obligue a andar a muchos mal su grado;
en nuestro pecho, sin embargo, queda
un poder que combate y hace frente,
a cuyo arbitrio muda la materia  360
de dirección, sus ímpetus refrena,
y la hace que por fuerza retroceda.
   Esta verdad te obliga a que confieses
en los principios diferente causa
de pesadez y choque; de ésta nace  365
la libertad, porque nosotros vemos
que nada puede hacerse de la nada.
La pesadez impide ciertamente
que todo movimiento sea efecto
como de fuerza extraña; mas si el alma  370
en todas sus acciones no es movida
por interior necesidad, y si ella
como vencida llega a ser sustancia
meramente pasiva, esto es efecto
de declinar los átomos un poco  375
ni en tiempo cierto, ni en lugar preciso.
   Jamás la suma de los elementos
más densa fue o más rara que al presente,
pues ni se aumenta ni se disminuye;
por lo que el movimiento que ahora tienen,  380
en los pasados siglos le tuvieron,
y siempre le tendrán en adelante;
y los cuerpos que suelen producirse,
producidos serán del mismo modo,
y existirán y crecerán robustos,  385
y tendrán cualidades convenientes
a su naturaleza. Es imposible
que a la suma trastorne fuerza alguna,
ni se da puerta por la cual se huyan
y escapen de la masa los principios;  390
ni con incursión súbita en el todo
penetrar pueden átomos extraños,
que, trastornando la naturaleza,
todos los movimientos extravíen.
   No es de maravillar que los principios  395
estando en continuado movimiento,
parezca estarse quieto el Universo,
a excepción de los cuerpos que le tienen
de suyo propio; pues sentidos nuestros
no pueden percibir los elementos;  400
por lo que si su masa es invisible
debe serlo más bien su movimiento,
puesto que la distancia nos oculta
la agitación de cuerpos más sensibles;
porque frecuentemente las ovejas  405
paciendo alegres pastos por los cerros
trepan por do las llaman y convidan
las frescas yerbas, que el rocío esmalta,
mientras que los corderos hartos juegan
y topan blandamente; lo cual todo  410
vemos confusamente desde lejos;
parece la verdura del collado
contrastar la blancura del ganado.
Y cuando desplegadas las legiones,
numerosas también, cubren los llanos  415
haciendo simulacros de batallas,
y en torno dan carreras los corceles,
y sacudiendo con esfuerzo y brío
traspasan de repente inmensos campos;
el brillo de las armas sube al cielo,  420
reluce con el bronce todo el suelo,
y resuena la tierra con los pasos
de soldados valientes, y los montes,
heridos del clamor, lanzan los gritos
a las estrellas; sin embargo inmóvil  425
parece estar aquella muchedumbre
mirada de la cumbre de algún monte,
y ser el brillo propio de la tierra.
   Ora procede que tu mente indague
las cualidades de los elementos,  430
cuán diferentes sean en sus formas
y cuál la variedad de sus figuras;
no porque haya un gran número que sea
de formas diferentes; mas los seres
que ellos componen nunca se asemejan;  435
tampoco esto es extraño, pues he dicho
ser su número inmenso, ilimitado;
no deben, pues, tener las mismas formas
exactamente con igual contorno.
   Considera además la raza humana,  440
y mudos nadadores escamosos,
y los hermosos árboles, y fieras,
y variedad de aves que frecuentan
los sitios deleitosos de las aguas,
las riberas y fuentes y lagunas,  445
y las que corren bosques solitarios
con raudo vuelo; en general compara
los individuos de cualquier especie,
y encontrarás en ellos diferencia:
el hijo no podría de otro modo  450
conocer a la madre, ni ésta al hijo;
vemos que se conocen mutuamente,
como el hombre conoce sus hijuelos.
   Porque frecuentemente degollado
en los hermosos templos de los dioses  455
cae el becerro al lado de las aras
turicremas, brotando de su pecho
de sangre un río ardiente; deshijada
la madre, empero, aquí y allí corriendo
por verdes bosques, va estampando en tierra  460
las hendidas pezuñas, registrando
con ojo ansioso todos los parajes,
por si en alguno a su perdido hijo
puede topar; parándose a menudo,
llena de quejas el frondoso bosque  465
y el establo revee continuamente,
clavada con la pérdida del hijo.
Ni las yerbas lozanas con rocío,
ni tiernos sauces, ni la orilla amena
de ríos espaciosos la deleitan,  470
ni la infunden olvido de su pena;
ni por risueños pastos el aspecto
de los demás becerros a otra parte
la distraen y la alivian del cuidado;
¡Tan propio y conocido es lo que busca!  475
Conocen además los tiernos chotos
con voz temblosa a las cornudas madres
y balantes corderos topadores;
y así, guiados por naturaleza,
a mamar corren las lecheras ubres.  480
   Por fin, el trigo, aunque parece el mismo,
alguna diferencia hay en sus formas;
del mismo modo, vemos que las conchas
hermosean el seno de la tierra
por donde el mar la embebedora arena  485
de corva playa alisa con las ondas
suaves. Luego deben los principios
andar bajo de formas diferentes
en el vacío por naturaleza,
puesto que ellos no han sido fabricados  490
por el arte con formas peculiares.
   Ya nos es fácil explicar la causa
de insinuarse mejor fulmíneo fuego
que el nuestro producido de las teas:
porque puedes decir que se componen  495
los fuegos celestiales de los rayos
de átomos más sutiles, que se cuelan
por poros que no puede entrar el fuego
que hacemos de las leñas y las teas.
   ¿Por qué, en fin, a la luz da paso el cuerno  500
y se la niega al agua? ¿No se forma
la luz, acaso, de átomos más finos
que los que forman a las aguas bellas?
   Se cuela en un instante por el filtro
el vino, y el aceite gota a gota;  505
porque éste se compone de principios
más densos, más unidos y enlazados,
con tanta prontitud no se separa,
pasando lentamente por el filtro.
   La miel y leche deliciosamente  510
por otra parte el paladar recrean;
pero el amargo ajenjo y la centaura
silvestre punzan con sabor ingrato;
de modo que conoces fácilmente
que son lisos y esféricos los cuerpos  515
que nos causan sabores agradables;
que la amargura y aspereza nacen
del conjunto de átomos torcidos
que, fuertemente unidos, acostumbran
abrirse paso al paladar, rompiendo  520
los órganos del gusto con su entrada.
   El placer y el dolor, últimamente,
que los cuerpos excitan en nosotros
nacen de la figura diferente
de sus principios; ni el rechino ingrato  525
de la estridente sierra te figures
que elementos le engendran y producen
tan finos como son las consonancias
de cítara armoniosa, que despiertan
los dedos de los músicos expertos.  530
   Tampoco debes dar la misma forma
a los átomos fétidos que vienen
de un cadáver quemado, a los que exhalan
en el teatro aromas de Cilicia,
y los olores del pancreo ungüento  535
que embalsama los templos de los dioses.
   Ni los bellos colores se componen
de los mismos principios, si recrean
la vista, o si la punzan de manera
que nos hacen llorar, o la torcemos,  540
por ser horribles, y de hedionda forma;
luego todos los cuerpos que recrean
y halagan los sentidos son formados
de los átomos finos; y al contrario,
los cuerpos que son ásperos, molestos,  545
de elementos más rudos e imperfectos.
   Hay principios también que no son lisos
perfectamente, ni del todo corvos,
sino erizados de salientes puntas
que regalar más bien que dañar pueden  550
los sentidos: se cuenta en esta clase
la fécula y la ínola gustosa.
   Y últimamente, las ardientes llamas
y los hielos de invierno a los sentidos
punzan con aguijones diferentes;  555
esta verdad el tacto nos demuestra;
el tacto, el tacto, sí: ¡deidades santas!
del cuerpo este sentido se declara,
ya cuando se insinúa un cuerpo extraño,
ya cuando nos molesta causa externa;  560
cuando recrea Venus enviando
semilla creadora, o cuando el choque
nos inquieta turbando la armonía,
y confunde el sentido; como puedes
hacer tú la experiencia, si una parte  565
hirieres de tu cuerpo con la mano;
luego las diferentes impresiones
de los objetos deben explicarse
por las distintas formas de los átomos.
   Deben los cuerpos duros y compactos  570
tener unos principios más corvados,
más unidos, ramosos y enlazados,
cuales son, entre otros, los diamantes,
que se burlan de golpes repetidos,
el duro pedernal y el fuerte hierro,  575
y bronces rechinantes de los quicios.
   Empero aquellos líquidos formados
de cuerpo fluido deben componerse
de partes alisadas y redondas,
puesto que no pudiendo entrelazarse  580
glóbulos de esta clase, también ruedan
en un plano inclinado fácilmente.
   Los flúidos que ves en un instante
disiparse fugaces como el humo,
las nieblas y las llamas, no se forman  585
de lisos y redondos elementos,
puesto que el cuerpo hieren y le punzan,
y penetrando los peñascos, deben
agudos ser, no corvos sus principios,
y les daremos puntas más que ganchos.  590
   No debes admirarte cuando veas
cuerpos a un tiempo flúidos y amargos,
como el agua del mar, pues se componen
de unos átomos lisos y redondos
los flúidos, mezclándose con ellos  595
punzantes elementos, causadores
de dolor; sin embargo, no es preciso
sujetarlos por medio de corchetes;
basta que sean redondos y escabrosos,
que a un mismo tiempo hacia adelante pueden  600
rodar y causar daño a los sentidos.
   Para que te convenzas de la mezcla
de los principios lisos y angulosos
que causan la amargura de Neptuno,
contemplemos sus partes separadas:  605
filtrándose en el seno de la tierra,
endúlzanse las aguas, y se cuelan
en depósitos dulces; sus principios
de mayor aspereza se detienen
en los conductos por donde han pasado.  610
   A esta verdad juntemos también otra
que está unida con ella y lo comprueba:
y es, que son limitadas las figuras
de los principios; sin lo cual debieran
los átomos tener una grandeza  615
ilimitada, pues tan chicos cuerpos
pueden varïar poco sus figuras;
tú debes contemplarlos divididos
en tres, o bien en más mínimas partes;
tal vez cuando las hayas colocado  620
de cuantos modos puedas de alto a bajo,
pasa las de la izquierda a la derecha;
cuando, por fin, hubieres acabado
de combinar del modo que gustares,
si varïar quisieres las figuras,  625
es preciso que añadas partes nuevas
y otras del mismo modo al infinito.
Las formas de los átomos no puedes
multiplicar sin que el volumen crezca,
ni atribuirles formas infinitas  630
sin que les des grandeza ilimitada:
todo lo cual probé ser imposible.
   Ya las telas riquísimas de Oriente,
la púrpura brillante Melibea
teñida con las conchas de Thesalia,  635
y el pomposo espectáculo que ofrece
de los pavones la risueña gracia,
sobrepujados luego se rindieran
al fulgor de más vívidos colores;
y el olor de la mirra fastidiara,  640
y el sabor de la miel, y el armonioso
cisne, y de Febo los divinos cantos,
con infame silencio callarían,
pues sin interrupción se sucedieran
las sensaciones mucho más gustosas.  645
Y en las desagradables cualidades
llegáramos también al infinito;
porque los ojos, la nariz y oídos
y el gusto siempre sensación ingrata
tendrían que sufrir; mas los efectos  650
siendo contrarios, y teniendo el todo
límites ciertos por entrambos lados,
es preciso confieses las figuras
de los átomos ser también finitas.
   Por último; hay distancia limitada  655
desde el calor hasta los hielos fríos
del invierno, y así reciprocando,
frío y calor ocupan los extremos;
por grados llena en medio la tibieza
el intervalo que hay; es limitada  660
la cualidad sensible de los cuerpos,
pues que por ambas partes los limitan,
de aquí el fuego, de allí el rígido hielo.
   Siendo, pues, limitadas las figuras
de los átomos, debe ser su copia  665
en cada clase de ellas infinita;
lo inferimos así forzosamente,
porque sin ello fuera la materia,
contra lo que probamos, limitada.
   Prosigamos ahora declarando  670
en pocos versos, y con dulce estilo,
cómo el gran todo a conservar alcanza
de átomos la infinita muchedumbre
por tan continuos choques agitada.
   Si ves unas especies reducidas,  675
y observas tú que la Naturaleza
es en su producción menos fecunda;
en otras tierras y en remotos climas
ella las multiplica y las completa;
tal es aquel cuadrúpedo disforme,  680
el elefante, armado con su trompa,
de cuya inmensa copia la India forma
trincheras de marfil impenetrables;
cuadrúpedos que apenas conocemos.
   Si por acaso en la Naturaleza  685
ha habido un solo cuerpo que no tuvo
igual en todo el mundo; mas no siendo
infinitos los átomos, no puede
existir ni crecer ni alimentarse
el cuerpo que esos átomos formaron.  690
   Supongamos dispersos en la suma
de un cuerpo los principios limitados;
¿de qué modo podrán ellos juntarse
en un piélago vasto de materia?
¿Con qué fuerza, en qué sitio, de qué modo  695
en tanta confusión podrán unirse?
No tienen medio alguno de enlazarse.
Pero como después de un gran naufragio
lejos suele arrojar el mar los barcos,
la proa, las entenas, gobernalles  700
y mástiles nadantes, y las jarcias
flotando por las costas de las tierras,
porque vean y aprendan los mortales
esta lección terrible, y huir quieran
las insidias y fuerzas y el engaño  705
de la pérfida mar, y no la crean
cuando con engañosa calma ríe;
si concibes así los elementos
con número finito y limitado,
del mismo modo nadarán dispersos  710
por su misma materia rebatidos
eternamente, sin jamás unirse;
mas si acaso un momento se enlazasen,
esta unión no podrá llegar a colmo
y crecimiento; mas diariamente  715
vemos las formaciones y progresos
de todo cuerpo; luego los principios
vemos con claridad ser infinitos,
pues que conservan las especies todas.
   Así los movimientos destructores  720
no pueden destruir perfectamente,
ni acabar para siempre con los cuerpos;
así los movimientos creadores
no pueden darles duración eterna;
desde la eternidad viven en lucha  725
con el mismo poder ambos principios;
victorias y derrotas continuadas
de unos y otros alternan; juntos andan
la muerte y el vagido que levantan
los niños cuando ven la luz hermosa;  730
ni tras el día se siguió la noche,
ni tras la noche aurora, sin que oyesen
vagidos lastimosos confundidos
con llantos compañeros de la muerte,
y secuaces de tristes funerales.  735
   Conviene que con rasgos indelebles
este principio en la memoria grabes:
no haber un solo cuerpo conocido
en su propia interior naturaleza
que de una especie sola de principios  740
se forme; ni ninguno que no conste
de mezcla de principios; cuanto un cuerpo
tiene más propiedades, más difieren
en número y figura sus principios.
   Porque primero abraza en sí la tierra  745
los elementos de los grandes ríos,
que el mar inmenso sin cesar renuevan;
tiene también los fuegos subterráneos,
que la abrasan a veces encendidos;
y el ímpetu del Etna se enfurece  750
con vivas llamas; tiene las semillas
con que pueda criar la raza humana,
y árboles ledos y lucientes frutos;
blandas hojas también, y alegres pastos
encierra en sí, que de alimento sirvan  755
a las fieras que habitan las montañas.
   Razón por qué ella sola fue llamada
la gran madre de dioses y animales;
criadora también de nuestro cuerpo;
los antiguos poetas doctos griegos  760
la cantaron subida sobre un carro,
dos leones uncidos agitando;
dándonos a entender que en el espacio
la tierra suspendida, no podía
tener más firme base que a sí misma;  765
y las fieras al yugo sujetaron,
porque los beneficios de los padres
deben triunfar aun de los fieros hijos;
de corona mural la rodearon,
porque de plazas fuertes y ciudades  770
toda la redondez está cubierta;
y al presente ciñendo esta diadema,
con terror de los pueblos paseada
la imagen es de la divina madre;
varias gentes la llaman madre Idea,  775
conforme a los antiguos sacrificios,
y en su séquito van catervas frigias,
porque dicen que allí la agricultura
tuvo su origen y de allí triunfante
se extendió por el orbe; son castrados  780
los sacrificadores, porque quieren
significar que deben ser tenidos
por indignos de dar a la luz bella
unos vivos retratos de sí mismos
aquellos que faltaren al respeto  785
de sus padres, modelos de la diosa,
y los que ingratos con sus padres fueren.
En sus manos resuenan los tambores
estrepitosos, y los retumbantes
címbalos, y amenazan las trompetas  790
con un sonido ronco, y estimula
la flauta en tono frigio los furores;
y empuñan lanzas, de la muerte indicios,
para llenar de espanto a los ingratos
y a los pechos impíos con la diosa.  795
   Por lo que en tanto que la estatua muda
en las grandes ciudades paseada
ofrece a los mortales en secreto
el rico manantial de sus favores,
arrojan al momento por las calles  800
riquezas y dinero a manos llenas;
llueven flores y rosas, sombreando
a la madre y brillante comitiva.
   Un batallón armado, que los griegos
llaman Curetas frigios, retozando  805
con pesadas cadenas se sacuden;
y bailan a compás, y alegres miran
la sangre que les corre, y agitando
con furor los terríficos penachos
de sus cabezas, traen a la memoria  810
los Curetas dicteos, que ocultaron
en Creta aquel vagido, según dicen,
de Jove un tiempo, mientras que giraban
en leve danza, armados los infantes
en torno al niño, y a compás herían  815
el bronce estrepitoso por el miedo
de que Saturno no le devorase
con su diente crüel, y eternamente
hiriese el tierno pecho de la madre;
por eso la acompaña gente armada;  820
cual si quisiera predicar la Diosa
que con las armas y el valor defiendan
los hombres a su patria, y sean a un tiempo
el amparo y la gloria de sus padres.
   Esta ficción tan bella y tan galana  825
la razón verdadera la reprueba;
pues la naturaleza de los dioses
debe gozar por sí con paz profunda
de la inmortalidad; de los sucesos
humanos apartados y distantes;  830
sin dolor, sin peligro, enriquecidos
por sí mismos, en nada dependientes
de nosotros; ni acciones virtuosas
ni el enojo y la cólera los mueven.
   Ciertamente la tierra en todo tiempo  835
carece de sentido, y ella misma
debe las producciones que tenemos
de átomos a la varia muchedumbre
que en su seno contiene. Mas si alguno
quiere más que se llame al mar Neptuno  840
y a las mieses poner nombre de Ceres,
y si el nombre de Baco prefiriere
a aquel vocablo propio que tenemos,
concedamos también llamar la tierra
con el nombre de madre de los dioses,  845
aunque tal madre fabulosa sea.
   Así, por lo común apacentados
en unos mismos prados grey lanuda,
la prole belicosa del caballo
y ganados cornudos, bajo un clima,  850
y su sed apagando el mismo río,
son, no obstante, diversas sus especies,
y la naturaleza de sus padres
conservan, imitando sus costumbres;
tanta es la diferencia de las yerbas,  855
tan grande la del agua de los ríos.
   Además, que los huesos, sangre, venas,
el calor, la humedad, nervios, entrañas,
todo animal componen; y diversas
entre sí son tan sólo estas sustancias  860
por la diversidad de sus principios.
   Los cuerpos combustibles a lo menos
contienen los principios de la llama,
de la luz, de las chispas y ceniza,
y del humo. Tu mente si escudriña  865
los cuerpos todos, todas las sustancias,
encontrará que envuelven las semillas
de muchas cosas, y figuras varias.
   Ves, en fin, que gran número de cuerpos
son a la vez del gusto y del olfato  870
percibidos; cual suelen en los templos
expiatorias víctimas que inmola
el criminal ansiado a las deidades.
   Luego los elementos de los cuerpos
difieren entre sí; pues los olores  875
penetran en los órganos por donde
no penetra el sabor del alimento.
Y el gusto y el sabor de los manjares
por vías muy distintas se introducen;
nacen de las figuras diferentes  880
de los principios estas cualidades;
pues que se juntan diferentes formas
en un solo montón y su tejido,
de principios mezclados consta el cuerpo.
   Y aunque también en estos versos míos  885
observes que las mismas letras vienen
en la composición de muchos nombres,
es forzoso, no obstante, reconozcas
la diferencia que hay entre las letras
de versos y palabras; pues que tienen  890
muchas letras comunes, y a las veces
los componen los mismos elementos,
mas la totalidad no es resultado
de este mismo conjunto; así los cuerpos
en la naturaleza diferentes,  895
aun cuando tengan átomos comunes,
diferir pueden entre sí las masas;
y con razón diremos que los hombres,
los frutos y los árboles hermosos
no constan de los mismos elementos.  900
   No creamos que puede mutuamente
toda especie de átomos unirse;
pues se verían monstruos de continuo,
existirían hombres medio fieras,
y de un animal vivo nacerían  905
frondosos ramos; se unirían sustancias
terrestres a marinas; las quimeras,
lanzando fuego de su horrible boca,
todas las producciones de la tierra
devastarían; mas si nada de esto  910
se hace claramente, pues los cuerpos,
formados todos de elementos fijos,
por una cierta fuerza creadora,
vemos que pueden conservar su especie
particular conforme van creciendo;  915
preciso es que este orden se conserve;
porque cada animal saca los jugos
que le son más análogos al cuerpo
de todos los sustentos que le nutren,
y le dan movimientos convenientes;  920
empero las moléculas extrañas
que no han podido unirse, ni animarse,
ni consentir vitales movimientos,
naturaleza las arroja al suelo,
o por una inacción se libra de ellas.  925
   Mas por si acaso juzgas que a estas leyes
sólo los animales se sujetan,
en toda producción verás lo mismo;
porque como entre sí difieran todas,
es necesario que sus elementos  930
de diversas figuras se compongan;
no porque de figuras diferentes
haya muchos principios; antes nunca
pueden enteramente parecerse
los individuos que resulten de ellos.  935
   Y así, esta diferencia de principios
establece también otra forzosa
en las distancias, choques, direcciones,
en encuentros, uniones, movimientos;
por estas cualidades, no tan sólo  940
distinguimos los cuerpos animales,
antes el mar distinguen de la tierra,
y el cielo de la tierra diferencian.
   Escucha los discursos indagados
con mi dulce trabajo; no te engañes  945
quizá creyendo que los cuerpos tienen
el color negro, blanco, o cualquier otro,
por ser así también sus elementos;
pues ningún color tienen los principios
que sea semejante o diferente.  950
   Si acaso te parece no poderse
concebir sin color los elementos,
estás muy engañado; pues los ciegos
de nacimiento, que jamás la lumbre
del Sol sus ojos vieron, con el tacto  955
conocen sin embargo desde niños
los cuerpos de ningún color teñidos;
así también formarnos una idea
podemos de los cuerpos primitivos
sin que tengan colores. Finalmente:  960
cuando tocamos por nosotros mismos
a obscuras cualquier cuerpo, no sentimos
de qué color o tinte está teñido.
Juntemos el discurso a la experiencia:
pues que todo color seguramente  965
se muda en cualquier otro, los principios
no deben padecer estas mudanzas;
inmutables serán forzosamente;
a no ser que la suma se aniquile;  970
pues traspasar no puede cuerpo alguno
los límites que tiene, sin que deje
de ser lo que antes era; por lo tanto,
no atribuyas color a los principios;
no sea que el gran todo se aniquile.  975
   Si ha negado, además, naturaleza
a los primeros cuerpos los colores,
de formas diferentes los adorna
que producen matices varïados
de infinitas maneras. Mucho importa  980
considerar la situación y mezcla,
y aquellos movimientos respectivos
de los átomos pueden fácilmente
dar la razón por qué los cuerpos mismos
que mostraban poco antes color negro,  985
de repente le cambian en blancura
marmórea; cuando vientos furibundos
revolvieron los mares, por qué causa
blanquean como mármoles sus ondas;
puedes dar por respuesta que en un cuerpo  990
si los principios negros a la vista
se confunden, se alteran y trastruecan,
y huyen algunos de ellos de su puesto,
puede la superficie de este cuerpo
llenarse de blancura relumbrante;  995
en vez de que si fueran azulados
los principios del mar, no blanquearían;
pues de cualquiera modo que perturbes
los cuerpos azulados, jamás pueden
blanquear como el mármol reluciente.  1000
   Mas si el color del mar puro y sin mezcla
resulta de elementos que contengan
colores diferentes, como varias
figuras y otras formas, se hace un todo
cuadrado y uniforme; convenía,  1005
puesto que en el cuadrado se distinguen
muy diversas figuras, que se viesen
así en el mar como en los otros cuerpos
que tienen un color puro y sin mezcla,
colores varios y entre sí diversos.  1010
   Además, las figuras diferentes
nada estorban, ni impiden el que tenga
el todo exteriormente producido
forma cuadrada, mas la diferencia
en el color elemental destruye  1015
la total unidad de los colores.
   Se destruye la causa que movía
a suponer principios colorados,
porque lo blanco y negro no resulta
de blancos o de negros elementos,  1020
antes bien de la mezcla diferente
de colores; puesto que la blancura
de átomos sin color es fácil nazca
mejor que de lo negro o su contrario.
   Pues si la luz produce los colores,  1025
y su impresión no admiten los principios,
el color en los átomos no cabe;
¿qué color podrá haber en las tinieblas,
pues que en la misma luz se altera y cambia
conforme son heridos los objetos  1030
por los oblicuos o directos rayos?
No de otro modo que el collar brillante
de las plumas que adornan la garganta
de las palomas a las veces luce
con encarnado brillo de rubíes,  1035
y a veces entrevera el color verde
de la esmeralda con azul celeste;
y del pavón la cola, si embestida
es de copiosa luz, del mismo modo,
según sus diferentes posiciones,  1040
muda colores; luego nacen éstos
de la caída de la luz; no pueden
existir sin la luz, por consiguiente.
   Afectan la pupila el color blanco,
el negro, u otro de distinto modo.  1045
Nada importa saber qué color tengan
los cuerpos que tocamos; su figura
es lo más esencial; los elementos
necesidad no tienen de colores,
pero sí de figuras varïadas,  1050
que exciten sensaciones diferentes.
   Pero si los colores de principios
no están sujetos a figuras ciertas,
y una cualquiera forma de elementos
recibir puede los colores todos,  1055
¿por qué los cuerpos que resultan de ellos
no son privilegiados igualmente?
¿Por qué el color señala las especies?
Nos deslumbraran, pues, con blancas plumas
en su vuelo los cuervos de ordinario,  1060
y de negro color, o varïado,
negros por lo común fueran los cisnes.
   Y cuanto más los cuerpos dividamos
en partes muy menudas, verás cómo
se mueren y se acaban los colores;  1065
por eso el oro reducido a polvo,
la púrpura hilo a hilo deshilada,
pierden su brillo y resplandor del todo;
de aquí puedes sacar que los principios
dejan todo el color primeramente  1070
que en el estado de átomos se vean.
   Y pues forma visible no atribuyes
ni sonido ni olor a todo cuerpo,
porque no todos a la vista hieren
ni afectan al oído ni al olfato,  1075
debemos concluir que algunos de ellos
no constan de color, así como otros
no conocen olores ni sonidos;
un ánimo sagaz concebir puede
los cuerpos sin color, del mismo modo  1080
que de otras cualidades despojados.
   Pero no pienses que naturaleza
haya negado sólo los colores
a los principios; el calor y el frío,
la tibieza también; y de sonidos  1085
estériles, y ajenos son de jugos;
ningún olor exhalan de sí mismos.
Así, cuando compones una esencia
de mirra y olorosa mejorana
y de la flor de nardo, que trasciende,  1090
tú la echas un aceite que no tenga
olor alguno ni al olfato envíe
aura suave, porque no corrompa
con su hedor los perfumes de las flores
su vapor, que ha subido en demasía.  1095
   Y carecen de olores y sonidos
los átomos que forman a los cuerpos,
porque de sí no pueden enviarlos;
ni son sabrosos, fríos, ni calientes,
ni tibios, sin aquellas cualidades  1100
que causan la ruina de los cuerpos,
la flexibilidad y la blandura;
corruptibilidad tener no pueden,
fragilidad, ni mezcla de materia
y de vacío, si a naturaleza  1105
queremos dar eternos fundamentos
en los que siempre estribe y se conserve,
y al aniquilamiento no se rinda.
   Sin embargo, es preciso que confieses
de átomos insensibles ser formados  1110
todos los cuerpos que de sentimiento
están dotados; la experiencia misma
apoya esta verdad, no solamente,
sino que te conduce por la mano
y te muestra nacer los animales  1115
de insensibles recónditas semillas.
   Así que vemos del hediondo cieno
nacer gusanos vivos cuando ha sido
podrida con las lluvias abundantes
la húmeda tierra; vemos trasformados  1120
todos los cuerpos; árboles y ríos
y los prados risueños se convierten
en ganados, y en nuestros mismos cuerpos
trasfórmase el ganado, y a menudo
con nuestro cuerpo auméntanse los bríos  1125
de alimañas y de aves carniceras.
   Así convierte la naturaleza
todos los alimentos en sustancias
vivas, del mismo modo que transforma
áridos leños en fogosas llamas.  1130
Y ¿dudarás acaso cuánto importa
considerar la mezcla de los átomos,
su posición y mutuos movimientos?
   ¿De qué naturaleza son los cuerpos
que el mismo ánimo agitan y conmueven,  1135
y en él excitan varias sensaciones,
si niegas que produce la materia,
insensible por sí, sensibles seres?
   Es cierto que las piedras y los leños,
aunque la misma tierra se les una,  1140
no pueden producir el sentimiento
de la vida; por eso no pretendo
que los átomos todos sean capaces
de componer en un momento seres
sensibles, pero creo de importancia  1145
atender a su número y grandeza,
a su orden, su figura y movimiento
y situación; pues nada de esto vemos
en troncos y terrones; sin embargo,
por medio de las lluvias, corrompidos  1150
estos cuerpos, parecen gusanillos,
porque sus elementos, removidos
con esta novedad, se unen de modo
que deben engendrar los animales.
   En fin, cuando establecen que resulta  1155
la sensibilidad de los principios
sensibles, y que aquéstos son formados
de otros también sensibles, hacen luego
sustancias blandas, pues que está juntada
la sensibilidad con las entrañas,  1160
nervios y venas, y procede todo
de cuerpos blandos y perecederos.
   Pero aunque sin embargo concedamos
una existencia eterna a estos principios,
o ellos deben tener el sentimiento  1165
en una parte, o ser animalejos;
mas no pueden sentir por sí las partes,
y el sentimiento de los otros miembros
no se les comunica, ni la mano
separada del cuerpo, ni una parte,  1170
en alguna manera siente aislada;
luego ellos son perfectos animales,
dotados de absoluto sentimiento;
pues ¿cómo se podrán llamar principios,
y cómo evitarán ellos la muerte,  1175
siendo animales como aquellos otros
que vemos perecer todos los días?
   Pero aunque concedamos ser posible,
¿su conjunción engendrará otra cosa
que un pueblo numeroso de animales?  1180
Así como los hombres, los ganados
y alimañas por medio de la Venus
engendran hombres, fieras y ganados.
   Pero si acaso dejan los principios
su propio sentimiento, y toman otro,  1185
¿por qué razón tal cualidad les dimos
para quitarla luego por inútil?
Pues si vemos los huevos de las aves
en volanderos pájaros mudarse,
y en gusanos hervir la tierra cuando  1190
por abundantes lluvias fue tomada
de podredumbre; luego nacer pueden
de átomos no sensibles sentimientos.
   Y nadie piense que nacer pudiera
el sentimiento de lo no sensible  1195
por alguna mudanza que se hace,
como del animal en la nacencia
antes que salga fuera, pues más claro
vemos que la radiante luz del día
que no se verifica nacimiento,  1200
sino después de formación interna,
ni se cumple en el ser mudanza alguna
sin una asociación antecedente.
De modo que no existe sentimiento
antes que el animal formado sea;  1205
porque antes de formarse andan dispersos
por el aire y las aguas los principios,
y por la tierra y fuego: no han tenido
reunión, ni vitales movimientos,
ni choques de aquel modo conveniente  1210
que inflame los sentidos luminosos,
que al animal custodian y defienden.
   Y si un choque más fuerte y poderoso
que el que puede sufrir su resistencia
aflige al animal en un instante,  1215
y confunde a la vez las facultades
del ánimo y del cuerpo; y los principios
el desorden disuelve, y se suspenden
del todo los vitales movimientos,
hasta que la materia sacudida  1220
rompe del alma los vitales lazos,
y por todos los poros la echa fuera
estando derramada por el cuerpo;
¿qué puede producir un igual choque,
sino alterar y disolver los cuerpos?  1225
   A las veces sucede, si el ataque
es menos vïolento, que los restos
de vital movimiento vencen, triunfan,
y calman los desórdenes del choque,
y vuelven nuevamente a sus conductos  1230
las partes ordenadas que dominan
ya casi a destructores movimientos
señores de la máquina, y encienden
el sentimiento ya casi perdido;
por lo que el alma de las puertas mismas  1235
de la muerte a la vida es revocada
primero que ceder a los impulsos
que ya casi a la muerte la arrastraban.
   Pues sentimos dolor en nuestro cuerpo,
cuando de la materia los principios  1240
de alguna fuerza extraña conmovidos
por las vivas entrañas, por los miembros
se agitan en desorden; y tenemos
blando deleite cuando a su orden vuelven;
inferimos de aquí, que los principios  1245
ni dolor ni deleite por sí tienen;
supuesto que de partes no se forman,
cuyo desorden pueda atormentarlos,
o algún fruto coger de alma dulzura;
insensibles por tanto son los átomos.  1250
   Si hemos de dar sensibles elementos,
en fin, al animal para que sienta,
será forzoso, pues, que los principios
constitutivos de la raza humana
den grandes carcajadas, y que bañen  1255
con abundantes lágrimas el rostro,
y que penetren los secretos grandes
de la sabiduría, y que analicen
sus propios elementos componentes;
pues siendo en su estructura semejantes  1260
a todos los mortales, deben ellos
resultar de diversos elementos,
y éstos de otros principios, de manera
que nunca puedas encontrar el término;
yo no me cansaré; siempre que digas  1265
reír, hablar y discurrir un cuerpo,
es preciso que tengan sus principios
las mismas facultades; mas si vemos
ser esta pretensión una locura
y un gran delirio, y si reír se puede  1270
sin principios risueños, si se puede
discurrir y explicarse sabiamente
sin sabios y elocuentes elementos;
¿por qué seres sensibles no podrían
resultar de principios insensibles  1275
que carezcan de todo sentimiento?
   Todos, en fin, del aire somos hijos;
él es el padre universal de todos;
y alma tierra la madre; recibiendo
de lo alto en gotas líquidas las aguas,  1280
preñada, pare los hermosos frutos
y árboles ledos, y la raza humana,
y pare toda especie de animales
cuando les da alimentos con que todos
apacientan sus cuerpos, y disfrutan  1285
de dulce vida y sin cesar propagan;
por lo que con razón madre es llamada.
Los cuerpos que han salido de su seno
los vuelve en sí a abrazar; y la materia
enviada del aire es recibida  1290
en el espacio etéreo nuevamente;
no dudes ser eternos los principios,
porque nosotros sin cesar los vemos
dejar la superficie de los cuerpos,
y a las veces nacer y morir luego;  1295
no destruye la muerte los principios
así como los cuerpos; su tejido
rompe tan solamente, y los reforma,
y nuevas formas y colores nuevos
hace que estén tomando de continuo;  1300
los obliga también en un instante
a dar y recibir el sentimiento.
   Bien sabes tú cuán importante sea
mirar el orden, mezcla y movimientos
recíprocos que tienen los principios;  1305
pues lo mismo producen mar y cielo,
la tierra, ríos, sol y las semillas,
árboles y animales. De igual modo
que en mis versos contemplas diferente
la combinación y orden de las letras;  1310
pues aunque las palabras se componen
en parte de los mismos elementos,
en el orden difieren solamente;
así en los cuerpos de Naturaleza
si cambian las distancias, direcciones,  1315
uniones, gravedades, orden, choques,
colocación, reencuentros y figuras,
serán los resultados muy diversos.
   Aplícate ahora a la sabiduría,
pues deseo que entiendas las verdades  1320
nuevas que va a exponer ante tus ojos
con nuevo orden de cosas; sin embargo,
como tan fácil opinión no haya
que no sea difícil adoptarla
al principio, y nada hay tan admirable  1325
y tan extraordinario en sus principios
que con el tiempo deje de admirarse;
si el color puro y claro de los cielos,
y el que contienen los errantes astros,
de sol y luna el brillo luminoso,  1330
si fuera todo junto presentado
a los mortales por la vez primera,
como si lo pusieran de repente
y de un golpe a su vista ¿qué podría
decirse comparable a estos objetos?  1335
¿O qué nación osara la primera
creer posibles cuadros tan grandiosos?
Ninguna a mi entender: ¿mas quién podría
sentir ahora admiración tamaña?
De la hartura de ver ya fatigados  1340
nadie se digna levantar sus ojos
a la luciente bóveda del cielo.
   Deja de desechar, despavorido
de aquesta novedad, la razón misma;
pésalo tú con juicio más delgado,  1345
abraza mis verdades si son ciertas,
o ármate contra ellas, si son falsas;
con la razón el ánimo examina
lo que hay del otro lado de los muros
del orbe, en los espacios infinitos,  1350
hasta do quiera penetrar la mente,
y el espíritu libre remontarse.
   Primero, como dije, es infinito
el gran todo hacia arriba y hacia abajo,
por izquierda y derecha a todos lados;  1355
así lo aclama la experiencia misma,
y lo declara la naturaleza
del infinito; luego si un espacio
se extiende ilimitado a todas partes,
si semillas sin número movidas  1360
por este espacio inmenso nadan siempre
desde la eternidad con mil figuras,
¿es probable que no se haya criado
más que el cielo y el orbe de la tierra;
que estén en los espacios ulteriores  1365
innumerables átomos ociosos;
habiendo especialmente fabricado
este mundo por sí naturaleza,
y los mismos principios de los cuerpos
de suyo por acaso reunidos  1370
con choques y continuos movimientos
enteramente inútiles y vanos
masas particulares produjeron
como mar, tierra, Cielo y animales?
¿Quién no ha de confesar racionalmente  1375
que forma la materia reunida
otros muchos compuestos como éste,
que el aire abraza en su recinto inmenso?
   Cuando además materia en abundancia
está dispuesta, y un espacio pronto  1380
a recibirla, ni su movimiento
impide algún estorbo, es claro deben
formarse seres; y hay tan grande copia
de principios, que no pueden contarlos
aunque se junten mil generaciones;  1385
y si para juntarse en otra parte
tienen la fuerza y la naturaleza
igual a los principios de este mundo,
es preciso confieses que las otras
regiones del espacio también tienen  1390
sus mundos, varios hombres, y animales.
   Además de esto en la naturaleza
no hay un solo individuo de su especie
que nazca y crezca único y aislado,
y que no forme parte de una clase  1395
muy numerosa; en especial observa
animales y fieras montaraces,
hombres y mudos peces escamosos,
todos los cuerpos de las varias aves;
por lo mismo diremos precisados  1400
que el Cielo, Tierra, mar, el Sol y Luna,
y todo cuanto existe no son cuerpos,
e individuos únicos aislados;
antes llegan a ser innumerables,
porque su duración es limitada,  1405
y porque nacen como las especies
que constan de infinitos individuos.
   Después del día genital del Mundo,
cuando mar, y tierra y Sol también nacieron,
al rededor del Mundo y por defuera  1410
depositó la Suma en emisiones
átomos y semillas infinitas,
con las que el mar y tierra se aumentasen,
de do el Cielo tomara la materia
que sus altos palacios sustentase  1415
tan lejos de las tierras, y saliese
el aire sin cesar; pues que de todos
los puntos del espacio se reparten
los acrecentamientos de principios
con el choque, y se juntan a sustancias  1420
de su naturaleza; se une el agua
al agua, tierra a tierra, el fuego al fuego,
el aire se une al aire; hasta que todos
los seres ha llevado al fin postrero
de su crecer la poderosa Madre  1425
que todo lo creado perfecciona;
esto se verifica si repara
en proporción las pérdidas del cuerpo;
la vida entonces queda en equilibrio
por un momento, y la naturaleza  1430
refrena con su fuerza el crecimiento.
Pues los cuerpos que ves engrandecerse
con un feliz aumento, y levantarse
lentamente y por grados al estado
de madurez, adquieren más que pierden;  1435
mientras todo el sustento fácilmente
circula por las venas, los conductos
ni son tan anchos y diseminados
que gasten y disipen mayor parte
de la que ellos reciben; concedamos  1440
de los cuerpos las pérdidas ser grandes,
hasta llegar a su postrer aumento;
de allí las fuerzas, el valor y brío
se debilitan insensiblemente,
y siempre el animal se desmejora,  1445
pues las emanaciones son mayores,
cuando al postrero crecimiento llega,
cuanto es mayor la masa de los cuerpos
y mayor su extensión; no girarían
todos los alimentos por las venas,  1450
ni con facilidad; naturaleza
no puede reparar con mano franca
los hilos abundantes de materia
que sin cesar escapan de los cuerpos.
   Perecen, sí, de cierto enrarecidos  1455
a fuerza de manar, sucumben todos
a los eternos choques; pues les faltan
en su vejez por fin los alimentos,
y en esta postración jamás descansan
los objetos externos de acabarlos  1460
y domarlos con choques destructores.
   Así también los cercos del gran todo
por todas partes se vendrán abajo,
reducidos a pútridas rüinas;
porque todos los cuerpos necesitan  1465
ser con los alimentos reparados,
renovados también, y sostenidos;
en vano es todo, porque los conductos
por do el sustento pasa, no están siempre
aptos a recibir lo necesario,  1470
ni la naturaleza suministra
todo lo que hace falta. Y ya arrugado
de vejez está el mundo, y tan cansada
la tierra que no pare más que apenas
ruines animales, la que un tiempo  1475
parió fecunda todas las especies,
y dio robustos cuerpos a las fieras.
Pues la cadena de oro, yo no creo
que haya del alto cielo descolgado
las mortales especies en los campos;  1480
ni azotadoras olas de peñascos
ni el mar las produjeron; las criara
la misma tierra, empero sustentadas
al presente por ella; y de su grado
ella crió además los frutos bellos,  1485
y viñedos gustosos a los hombres,
suaves frutos, y risueños pastos.
Ella misma ofreció primeramente
producciones, que apenas nos concede
llegar a colmo a fuerza de trabajo;  1490
consumimos los bueyes y gastamos
los fuertes brazos de los labradores;
hierro apenas se encuentra para el campo;
tanto se desmejoran las cosechas,
y tanto van creciendo los trabajos;  1495
ya cuántas veces labrador anciano
suspira meneando la cabeza
al ver frustrados todos sus afanes;
y si el pasado tiempo parangona
con el presente, alaba de ordinario  1500
la suerte venturosa de sus padres;
se caen continuamente de sus labios
aquellos siglos bienaventurados
en que los hombres de piedad henchidos,
más felices, con menos heredades,  1505
recogían cosechas abundosas
de aquellos pegujales miserables;
no ve que poco a poco todo cuerpo
se va menoscabando, y que se estrellan
contra el tiempo los seres fatigados.  1510
   Si estas verdades tienes bien grabadas,
libre al momento es la naturaleza,
de soberbios señores despojada;
ella misma por sí rige su imperio,
sin dar parte a los dioses. Pechos santos  1515
de las deidades que en eterna calma
pasan vida pacífica y serena,
decid ¿quién de vosotros dará leyes
al Universo, y sus valientes riendas
es capaz de llevar entre sus manos?  1520
¿Y hace a la vez rodar todos los Cielos?
¿Y quién con los influjos celestiales
en general las tierras fertiliza,
y hace que en todo tiempo nos socorran?
¿Quién suspende las nubes tenebrosas,  1525
del Cielo atruena la mansión serena,
y lanza rayos que regularmente
los propios templos vuestros arrüinan,
y su furor en vano desenvuelven
en desiertos, y pasan con frecuencia  1530
al lado de los hombres criminales
y al virtuoso, al inocente matan?